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Los adolescentes, la lactante y el rufián

en Dominación

Todas las mañanas al ir al instituto pasaba por casa de mi compañera Sandra para ir juntos. Como a pesar de sus 16 años, los mismos que yo, se comportaba ya como una mujercita, indefectiblemente me hacía esperar.

Su madre Mercedes, me daba conversación en la cocina y me ofrecía una taza de cacao o de café con leche para entretener la espera, así me hice muy amigo de la agradable y simpática señora. En vista de que yo quería que Sandra fuese mi novia, procuraba eludir las conversaciones referentes a mi familia ya podría surgir el tema de la fama de descarriado de mi hermano mayor, Raúl.

De Sandra solo había conseguido ir cogidos de la mano y algunos castos besos. Pero yo veía el camino ya abierto.

A su padre no lo conocía apenas, pues era marino mercante y pasaba mucho tiempo embarcado. De la antepenúltima escala le quedó a Doña Mercedes el bebé de cinco meses que Sandra decía era el del descuido y al que llamaban familiarmente Bolillo por lo regordete que era.

Un día en que, como siempre, pasé por casa de Sandra camino del Instituto con tiempo sobrado para compensar las esperas de Sandra, Mercedes me dijo:

- Dani: Sandra ya se fue. ¿No sabías que hoy tenía competición de natación en la piscina municipal?.

- ¡Ah!, ni me acordaba, como yo hago atletismo. Bueno, pues nada, hasta mañana Doña Mercedes.

- Llegarás muy pronto y tendrás que esperar en la puerta. Anda pasa a tomar el café, no pierdas las buenas costumbres.

Pasé a la cocina y me senté en el lugar de siempre mientras Mercedes servía el café. Desde detrás de mi me dijo:

- ¿Quieres leche?

- Si claro, gracias. – me extrañó la pregunta porque siempre lo tomaba con leche.

- ¿Del brick o de esta que tengo aquí y es más buena?

Me volví a mirarla y me quedé pasmado. Mercedes se había abierto la bata y me ofrecía sus pechos sosteniéndolos con las manos.

Nunca había reparado en aquella señora. Mi amor por Sandra no me permitía fijarme en casi nadie más, y menos en su propia madre, una señora que, desde mi edad se me antojaba muy mayor a sus 40 años y tan fuera de mis deseos como mi propia abuela. Así que mi cara de pasmo no se corregía.

La servicial señora se acercó con sus tetas por delante. No eran demasiado grandes pero sí apetitosas, mórbidas, con una deliciosa forma de pera y hubieran colgado graciosamente de no ser por la sujeción de sus preciosas manos.

-¿No te gusto?

Salí de mi peplejidad.

- No, ... eeeesto si. Quiero decir que si. Pppero ..... no, ..... entiendo.

- ¿No? ¿Si?. Dime algo concreto.

-No.

- No te gusto, vaya.

- No, no es eso. Si ... me gusta usted. Pero nnno .... Yo es que soy virgen todavía y ....

- Y quieres llegar virgen al matrimonio no me digas más.

- Si, .... No, No.

- No te aclaras. Mejor toca mis tetas a ver si el instinto te hace verlo más claro.

- Yo ... es que ... Sandra.

- No me importa que quieras ser novio de Sandra. Y prefiero que no tenga un novio virgen. Sandra no es problema. Anda, tócalas.

Un poco confuso aún obedecí a la señora y comencé a tocar sus tetas tímidamente.

- Apriétalas, toca a gusto, juega con ellas, bésalas. No me harás daño. Seguro que si fueran las de mi Sandrita ya estarías comiéndolas enteras.

Me puse colorado pues esa era una de mis más anheladas metas. Para ocultar el rubor acerqué mis labios a sus pezones y comencé e besarlos. Ella se sentó ante mi y su mano fue a mi bragueta bajando la cremallera y extrayendo mi pija. Era la primera vez, desde que mamá dejó de bañarme, que mi pene estaba en manos de una mujer. La naturaleza venció mis escrúpulos y el órgano se puso duro con gran alivio de Mercedes.

- ¡Ajá!. Ya veo que si te gusto. Por un momento temí lo peor. Hace tiempo que mi marido está fuera y necesito un alivio a mi calentura. ¿Me comprendes Dani?.

- Ah, si, si, la comprendo.

- Y vas a ser bueno y aliviar mis ardores?

- Yo .... eeer .... sssi .... claro.

- Pues vamos a mi cama y estaremos más cómodos.

Según subíamos por la escalera ella, que iba delante de mi, se despojó totalmente de su bata dejándola caer por el camino quedándose exclusivamente con unas diminutas bragas. Desde atrás y debajo de los peldaños pude contemplar ventajosamente unas poderosas nalgas y unos firmes muslos. Me imagino que la maniobra había sido bien estudiada para mostrarme sus otros encantos. Yo iba aún con la pija fuera de la bragueta gozosamente alzada y al llegar al final de los peldaños, ella me la agarró con sus bonitas y suaves manos de uñas pintadas en rojo para dirigirme al dormitorio.

Tomó la iniciativa y me desnudó, quitándose ella las bragas mientras yo caía de espaldas en la cama como consecuencia del empujón que me dio. Inmediatamente se apoderó de mi pene y se lo metió tan ricamente en la boca procediendo a mamarlo con verdadera ansia. Se giró hasta colocarme su vulva sobre la boca y me dijo:

- Anda y hazme lo mismo a mi conejito lindo que lo que hago yo a tu bonita verga.

Pues si era lindo, lo tenía totalmente depilado y sus labios aparecían blanquitos, abultados y brillantes. Yo ya había visto bastantes películas porno para saber qué tenía que hacer con tal don de la naturaleza y, aunque inexperto, me puse a ello con toda aplicación y deseo de quedar bien. Doña Mercedes empezó a soltar mucho flujo y, aunque el sabor me resultó extraño al principio, acabé familiarizándome y me gustó. Así que mi empeño en agradar su conejito se acreció y me comí aquella golosina y sus alrededores, sin olvidar el ojete del culo, con tal ansia como si en ello me fuese la vida.

Pero ella era más eficaz y en poco rato noté que ya no podría aguantar más, por lo que le avisé que iba a eyacular sin remedio al tiempo que intentaba sacar mi polla de su boca. Por toda respuesta, ella se aferró a mis testículos, mordió ligeramente mi pene en una maniobra que me disuadió del esfuerzo. Eyaculé en su boca y ella se bebió impasiblemente mi vital fluido.

Cambió de posición para sentarse sobre mi cabeza con su coñito en mi boca:

- Ahora sigue con mi conejito hasta que me corra como has hecho tu, cariño.

Y no paró de hablar mientras me frotaba su vulva contar la boca:

- ¿Te gusta mi conejito pelado?. .... A mi marido le encanta así. ..... ¿ Y qué te parece el tatuaje del ancla en mi pubis y el del timón sobre la teta?. ..... Mi marido me los hizo tatuar. ..... Dice que esos tatuajes indican que mis tetas orientan su rumbo y que mi coño es su puerto base. ..... Uyuyuyu qué bien me lo comes amor .... Para mis 40 años tengo un culo bueno, ¿no te parece?. .... Ayayay qué bien tu lengua .... A mi marido le encanta mi culo. ..... ¡Joder qué bueno! ... y mis muslos..... ¡Aaaaahhhhhh ..... pppfsssss .... uuuuuuyyy ya, ya llego! ..... ¡Ay amor!, ¡Ay! Sigue, sigueeeee, ..... un poco más .... así. ASIIIII ...... AAAAYYYY ..... YAAAAA.

Doña Mercedes se quedó reclinada sobre mi con la cabeza en mi bajo vientre mientras su vulva soltaba un gran caudal que me bebí mientras notaba cómo mi juvenil e impetuosa polla volvía a querer entrar en juego. La erección hizo que el pene descansase junto a la mejilla de la señora. Lo notó, lo volvió a tomar entre sus manos y alborozada dijo:

- Y por un momento creí que yo no te gustaba. Ahora me la vas a meter.

Pero no se la metí yo. Cambió de lugar su coño desde mi cara a mi verga y ella sola se empaló comenzando una furiosa cabalgada. Sus pedunculadas tetas pletóricas de leche botaban arriba y abajo, a izquierda y derecha, tan violentamente que empezaron a soltar gotas del blanco líquido sobre mi pecho. La visión de su bamboleo me arrebató de tal forma que no dudé en aferrarlas con mis manos y comenzar a estrujarlas sin pedir permiso. Caudalosos chorros comenzaron a bañarme el torso en mis infructuosos intentos de dirigirlos hacia mi boca.

Por fin nos corrimos los dos y ella, volcándose sobre mi sin desalojar mi polla de su acogedor agujero me ofreció los pezones para mamar tomando gentilmente las largas tetas en sus manos. En ello estaba cuando el legítimo propietario de ellos. Bolillo, su bebé, comenzó a llorar exigiendo su desayuno.

De mala gana, Doña Mercedes fue a buscar a su bebé a la cuna y comenzó a amamantarlo aún desnuda ante mi. La visión me excitó y nuevamente mi rabo se puso en disposición de servicio con la consiguiente cara de alegría de la señora.

- Siéntate en la silla, amorcito.

Me senté y ella se sentó de espaldas a mi ensartada nuevamente en mi incansable, por novata, verga comenzando otra cabalgada y sin soltar al bebé de sus pezones.

- Dios, dios, dios ... esto sí que es grande. Mmmmmmmm ¡qué bueno!. Lo haremos siempre cariño.

Debió ser por el morbo, pero a pesar de los dos orgasmos de cada uno, en poco rato nos invadió simultáneamente el tercero. Creí que Doña Mercedes aplastaba al bebé contra su pecho cuando los espasmos se apoderaron de ella.

Quedamos derrengados sobre la silla sin desacoplarnos hasta que mi pilila no tuvo capacidad para permanecer dentro de su agujero y Bolillo, pasado el desconcierto de lo que había hecho su mamá durante el desayuno, volvió a reclamar estridentemente.

Pregunté a la señora por el baño y antes de dejarme ir, me dijo:

- Yo te la limpio. Ponla en mi boca.

No obstante tener el pene limpio, tenía ganas de mear.

Al despedirnos le comenté:

- Esteeee ... yo no quisiera que usted piense que .... verá ... yo quiero a Sandra y ....

- Te entiendo muy bien y yo pienso igual. Tu amas a Sandra y yo a mi marido. Entre tu y yo solo habrá sexo. Nada de amores.

- ¿Habrá?.

- ¿ No quieres más?.

- Siiii.

- Pues anótame ahí el número de tu móvil.

 

. . . . . . . .

 

Cuando Sandra regresó al Instituto después de las pruebas de natación, donde por cierto consiguió dos medallas, una de oro y otra de bronce, me sentí incapaz de sentarme en el mismo pupitre como hacíamos siempre y alegué un trabajo que tenía que hacer con otro compañero para no sentarme a su lado.

A la mañana siguiente volví a pasar a buscar a mi Sandra para ir al instituto como siempre pero esta vez en lugar de conversar con su madre como siempre. La comí la boca y bebí parte del desayuno de Bolillo.

A la otra mañana, Doña Mercedes había colocado un muelle en una de las puertas que tendría que atravesar Sandra antes de llegar a la cocina de tal manera que el portazo avisase para darme tiempo a sacar mi cabeza de bajo su bata. Otra mañana tuvimos el tiempo suficiente para apartar su boca de mi polla y resguardarla en el pantalón.

El viernes por la tarde, estando con Sandra y la pandilla me llamó doña Mercedes al móvil para decirme que tenía la tarde absolutamente y libre y que me esperaba. Tuve que disculparme con mi casi novia contándole sabe dios qué estúpida disculpa y me fui para su casa. Me fastidiaba engañar a mi chica de esa manera, y sobre todo con su propia madre, pero una vez que mi polla había probado conejo experto ya no me podía resistir a la tentación.

Esa misma tarde, ya que le gustaba a su marido, mi polla entró por primera vez en su ano. Cuando llegué estaba dando de mamar a Bolillo para que no nos interrumpiese como la otra vez. Mientras terminaba y le ponía a eructar yo la puse a cien comiéndome su pelado chumino y bebiendo los agradables néctares que segregaba. Así estuvo preparada de inmediato y tras aplicarse un lubricante para, a cuatro patas recibir mi polla en su negro agujero que mis dedos exploraron previamente a conciencia al igual que el delantero.

- ¿Te gusta darme por el culo, amor?. A mi marido le encanta y a mi también. Por eso siempre que voy a follar me pongo un enema para tenerlo limpito. Yo soy una mujer muy limpia, como le gusta a mi marido. Y a Sandrita la he educado igual. El día de mañana no podrás quejarte de tu suegra.

- A quién no le va a gustar usar su culo Doña Mercedes. Sus nalgas son de lo más hermoso que hay. Me gustaría comérmelas enteras, pero tedré que conformarme con taladrar el prieto agujero.

- Dani, creo que deberías tutearme y llamarme Merche. ¿no te parece?.

- Me parece de perlas Merche, pero date la vuelta que ahora te voy a perforar el culo desde delante y quiero mamarte la leche al tiempo.

- Anda, cariño, date gusto, vacíame los cántaros. A Bolillo no le hacen falta de momento y yo fabrico la leche rápido. A mi marido también le gustaba compartir mi leche con Sandrita cuando era bebé. Y hablando de leche, no te me corras en el culo porque quiero beber la tuya. A mi marido le gusta correrse en mi boca y que me lo beba. ¿No te lo he contado ya?.

- No sé Merche, pero me pregunto cómo consigues concentrarte en el sexo hablando tanto.

- Mi marido dice que es bueno hablar durante el sexo porque compenetra a la pareja.

- Pues a mi me distrae.

- Mi marido ….

. . . . .

Durante año y medio, exceptuando cuatro meses en dos etapas que su marido recaló en casa, tuve relación con Merche. Y ya la tenía casi todos los días, puesto que me pidió que acudiese a buscar a Sandra un cuarto de hora antes de lo necesario. Como la chica no se enteraba de mi temprana llegada por estar en sus abluciones, había tiempo para un polvo completo o una buena sodomización. Para entonces Bolillo ya iba a la guardería y mis grifos de leche gratuita se habían agotado. Pero el marino mercante había pedido a su esposa otro bebé durante la primera estancia y Merche ya presentaba una hermosa tripa de seis meses.

Merche era muy complaciente. Aunque ya estuviese fatigada y harta de sexo me permitía seguir jugando con su cuerpo. No tenía reparo alguno a que le dejase las tetas secas de tanto mamar su leche siempre y cuando mi futuro cuñadito Bolillo se hubiera saciado. Me permitía follarla por donde quisiera aunque estuviese a punto de dormirse. Más de una vez se durmió con mi polla dentro de alguno de sus agujeros o entre el canal de sus elásticas tetas. Jamás puso inconveniente a que indagase en sus orificios, permitiéndome abrirlos con los dedos y mirar dentro con una linterna. Yo me convertí en su peluquero en cuanto a afeitarla el chumino. Estaba deseando que el vello creciese para emplearme en tan grata labor. Otra labor que asumía encantado era la de administrarle los enemas si pensábamos tener sexo anal. A veces simplemente dormitábamos y especulábamos sobre lo que hubiera sido de nosotros si ella no estuviese enamorada de su marido y yo de Sandra. Yo tomaba su linda mano y miraba dubitativamente el brillo de su alianza de matrimonio.

Tanto Sandra como yo habíamos aprobado el ingreso en la Universidad, ya se acabó el instituto y el curso siguiente ya no nos sentaríamos juntos en un aula. Ella cursaría Matemáticas y yo Ingeniería Industrial.

Sandra y yo ya salíamos solos, al margen de la pandilla, en muchas ocasiones. Aunque no había declaración formal, en la práctica ya éramos novios. Pese a que me dejaba besarla a discreción y sobar todo su cada vez más esplendido cuerpo de nadadora, e incluso me hacía alguna paja con sus dulces manos cuando yo estaba muy caliente, no me dejó nunca follarla.

Quizá esa circunstancia fue la causa de todo lo que sobrevino. Si yo hubiera podido follar con mi hermosa novia no hubiese seguido acudiendo a los brazos de su madre por muy tripona que estuviese.

. . . . . . .

Un buen día Merche me sorprendió:

- Lo que no he hecho nunca con mi marido ha sido un trío. Alguna vez lo hemos hablado y todo se quedó en futurible. Tu tienes un hermano mayor ¿no?.

- Eeer … Merche, ¿No pretenderás que traiga a mi hermano para hacer un trío?.

- Pues si. Me ha pasado por la cabeza.

- Mira, si quieres eso busco otro amigo, pero con mi hermano no.

- Pero a mi me pone a cien pensar en hacérmelo con dos hermanos. Y más estando preñada.

- Pues te buscas otros, pero no es buena idea meter a mi hermano en esto.

- ¿Por qué?

- Mi hermano no es trigo limpio. Anda con mala gente. Ha tenido problemas con la policía. De hecho está pendiente de tres juicios, uno de ellos por robo, otro por tráfico de estupefacientes y el tercero por presunta violación a una menor. Mis padres están a punto de expulsarlo de casa.

- O sea, un osado aventurero canalla, me gusta.

- No. No es un simpático truhán de película. Es un tipo peligroso y malvado.

- Tráelo.

- Ni hablar.

. . . . . . .

Pero me comió el coco tan insistentemente con su verborrea cada vez que nos veíamos que accedí en la presunción de que nada más conocer al despreciable hermano que la suerte me había proporcionado lo sacaría de nuestro entorno.

Así que un mal día acudí a la cita con mi hermano Raúl con quien no había necesitado muchas palabras para convencerlo de que participase en poner los cuernos a un desconocido marido.

Nada más abrirnos la puerta Merche, mi desagradable hermano ya se estrenó:

- Holaaa putón. Yo soy Raúl. ¿Te has preparado los agujeros para mi gran rabo?. Estarás encantada de conocerme, dice mi hermano que eres una zorra muy caliente y mi verga es un buen calmante. ¡Joder, vaya bombo que tienes!. Te atascó tu cornudo el útero. No te preocupes, a mi me gustan todas las putas.

- Vaya hermano que tienes Dani. Muy fino.

- Ya te dije. Ahora no te quejes.

- ¿Qué te dijo este gilipollas de mi?

- Nada, exactamente lo que noto. Que no eres precisamente un dechado de cortesía.

- No sé lo que es un dechado. Yo he venido a follarte y nunca he necesitado esa cosa para follar y dejar satisfecha a la puta.

- Y no soy una puta.

- Bué. Una adúltera es una puta como otra cualquiera. Solo que se cobra en orgasmos y no en dinero. Pero pal caso ... Venga, vamos a lo que hemos venido y menos palabrerío.

Raúl echó sus zarpas a Merche, la atrajo hacia si y empezó a sobarla.

- Ondiá que estás buena aunque sea con el bombo. Vaya pandero y vaya muslazos. Nos lo vamos a pasar de miedo. A ver esas tetas. Bueno, no son grandes pero son blandas y colgantes, como me gustan. No me gustan las siliconadas ni las duras. No sé por qué atraen tanto. ¿Tienes ya leche?. Déjame probar.

En menos de lo que tardó en decir lo anterior, había sacado los pechos de Merche, la había subido la falda a la cintura, le había bajado las bragas a las rodillas y la estaba estrujando las tetas y pellizcando los pezones y las oscuras y amplias aréolas. Merche levantó una pierna para desprenderse totalmente de las bragas y aprovechando el movimiento Raúl tomó su pierna y la colocó con el pié sobre una silla forzándola a inclinarse para examinar su entrepierna.

- Veamos jaca, cómo tienes los agujeros. Bien, bien, bien, ya tienes el conejo pelado. Me gusta. Si no lo llegas atener lo primero que hago es pelártelo yo.

Raúl se escupió en la mano y restregó la palma por la vulva de la señora para lubricarla, cosa inútil porque conociéndola seguramente estaba ya soltando flujo. Mi hermano amasó, frotó, apretó, restregó, y retorció el monte de venus. Después empezó a follarla el coño con dos dedos mientras otros dos dedos de la otra mano invadían su ano.

- Bien, bien, jaca. Holgados y elásticos. Te voy a hacer un destrozo.

Sacó los dos dedos del ano para meterlos también en la vulva y estirar hacia lados opuestos para abrirla brutalmente dándome un buen plano de las profundidades de mi madura amante y futura suegra. El agujero del culo recibió el mismo tratamiento y cuatro escupitajos dentro.

- ¡Ah, golfanta!, Ya tienes el culo limpio ¿eh?. Pues yo te lo voy a ensuciar con mi lefa. Y dices que no eres una puta. Si tienes todo el conejo hinchado, caliente y mojado. Menudo pendón.

Volvió a restregar y amasar la vulva con toda brutalidad y metió dentro tres dedos follándola a una velocidad de vértigo, los tres dedos fueron cuatro y, repentinamente metió el puño entero al tiempo que le arreaba fuertes manotazos en las nalgas con la otra mano.

- ¡Por dios cabrón, no me rompas el bebé!.

- Raúl, por favor, está preñada. Se más amable.

- Tu calla, niñato y pon tu verga en mi boca. Deja que tu hermano haga. Esto si es un hombre hecho.

Me quedé de piedra y lentamente me desnudé para cumplir su deseo. La lúbrica señora estaba descompuesta, gemía como loca y se apretaba contra el invasor puño de Raúl frotándose y pellizcándose ella misma el clítoris con una asombrosa violencia. Repentinamente le sobrevino un explosivo orgasmo que manifestó impúdicamente con unos tremendos alaridos.

- Siiii, cabrón siiiiiiii, maaaas, maaaas, hazme el destrozo. Hijoputa rómpeme el coño y el culo. Soy tuya. Cerdo hazme lo que quieras.

- Tranqui zorrón, queda mucho tiempo. Mañana no te levantarás del catre. Ni en una semana. Te voy a romper el bombo con mi garrote.

- Hijoputa, no hables tanto y rómpeme ya el culo.

Con su puño aún metido en el coño de Merche, la empujó hasta la mesa en una postura absolutamente humillante, inclinada, sujeta del pelo por la otra mano de Raúl y con unos pasos cortitos incomodada por la barriga y el invasor puño de su cavidad.

Llegados a la mesa la sacó el puño del coño, la tumbó de espaldas, se bajó el pantalón, puso sus piernas sobre los hombros y la enchufó su respetable polla en el culo sin contemplaciones.

- Joder Raúl, el condón. –Exclamé.

- Dani, pónmela en la boca y deja a tu hermano trabajarme el culo. ¡Ah! Cómo me llena.

Me puse sobre la mesa con una rodilla a cada lado de su cara y le ofrecí mi carajo a su boca que lo atrapó golosona.

Raúl la sodomizaba violentamente y en profundidad. Los golpes de los encharcados pubis entre si sonaban por encima de los gemidos y gruñidos de la señora y de las imprecaciones e improperios de mi hermano. Repentinamente Raúl se salió de su culo y dijo:

- Cambio de agujero hermanito. Pa ti el culo y pa mi la boca.

Mi verga había sido mamada por Merche, pero ahora las cosas cambiaron. Ella no mamaba verga, ella era follada en la boca. Raúl la sujetaba del pelo o de las orejas y le introducía el vergajo entero que se veía puntualmente abultando el cuello de mi futura suegra al superar el glande la garganta e invadir el esófago. Ella lo pasó muy mal en principio, tuvo arcadas y la boca llena de saliva que rebosaba por su cara, cuello y pechos. Pero pronto acopló su respiración al ritmo de Raúl. Yo me dedique a alternar entre los dos agujeros de abajo.

Raúl se aburrió de la boca y desmontó de la mesa. Tomándola de los pelos la puso en pié dejándome huérfano de agujeros. La levantó en vilo y la ensartó por el coño sujetándola de las nalgas.

- Dani, métesela por el agujero de la mierda.

Los dos de pie, con ella en el medio aferrando sus muslazos a las caderas de mi hermano, la hicimos un sándwich que volvió a regalarle otro orgasmo. Cuando regresó a este mundo, Raúl volvió a follarle la boca otra vez con la misma brusquedad hasta que eyaculó en su garganta mientras yo me había colocado en el suelo para hacerla empalar por el culo. Aún estaba entrando el esperma de Raúl en su estómago cuando el mío inundó el otro extremo de su aparato digestivo.

Merche quedó tirada en el suelo extenuada, pero Raúl no era persona de muchas contemplaciones.

- Anda golfa barrigona, danos algo de beber para reponernos, que te vas a acordar de mi.

- Qué queréis.

- Yo una cerveza. Ya voy a buscarla Merche.

- Que vaya la puta ¡Que cojones!. Encima que nos ha exprimido se hará la cansada, no te jode. Yo quiero un güisqui. Trae la botella.

Cuando Merche regresó con las bebidas Raúl la metió dos dedos por el coño y tirando de ella, la tumbó en el sofá entre nosotros boca arriba con los hombros sobre el asiento, la cabeza torcida y las piernas en el respaldo. La metió el vaso en el coño y se sirvió en él los hielos y el güisqui. Se puso a juguetear con sus tetas, amasándolas, estirándolas, retorciéndolas, pellizcando los pezones y de cuando en cuando sacaba el vaso de su alojamiento, le pegaba un lingotazo y volvía a encajárselo en la vagina. Cuando se cansó de martirizar las tetas de abrió el agujero del culo con dos dedos de cada mano y vertió dentro mi lata de cerveza.

Merche no se oponía a nada. Tenía todo el rato una cara de beatífica placidez con los ojos entrecerrados y las manos sobre su preñado vientre. Tomados varios vasos de alcohol, Raúl tomó la mano de la señora y la llevó a su polla para que le hiciese una reanimadora paja que pronto se demostró eficaz.

Tal y como estaba tumbada, mi hermano tiró de sus tetas para bajarla hasta tener la cabeza colgando del borde del sofá, volvió a penetrarle la boca y a follarle la garganta con la misma desconsideración que las veces anteriores. La mujer seguía con el vaso encajado en el coño, aunque su líquido se había derramado por la nueva posición, y el recto lleno de cerveza. Yo acariciaba dulcemente sus enrojecidos pechos y su barriga.

La cerveza hizo efecto y Merche empezó a quejarse, así que Raúl dejó de follarle la boca, la recolocó a cuatro patas y se la enchufó en el culo con la cerveza dentro. La mujer no pudo más y comenzó a expulsar el líquido que saltaba impetuosamente cuando la polla de Raúl se retiraba momentáneamente del agujero. Cuando salió toda la cerveza, Raúl se sentó en el sofá y la obligó a empalarse por el ano de espaldas a él. La agarró fuertemente las tetas para volcarla sobre su pecho y me dijo:

- Hermanito, que tu polla haga compañía a la mía. Compartamos el agujero.

Tardé en conseguir meterla tras numerosos esfuerzos y cuando Raul marcó el ritmo a mi se me salió varias veces, pero al final cogí el paso. A pesar del brutal castigo de su ano Merche estaba en la gloria y lo atestiguaban las soeces expresiones que usaba para excitarnos a sodomizarla con más energía.

Nos corrimos los tres al mismo tiempo y así acabó el encuentro. Al despedirnos afectuosamente Merche le hizo prometer a Raúl que habría más encuentros.

- ¡Cagüen mi alma, putón! Tienes más madera que muchas profesionales. Te volveré a hacer un destrozo. Mereces la pena, vieja.

- Gracias por tus delicados piropos, Raúl.

. . . . .

Volvimos a tener otra cita con Merche tan bestial, si no más, que la primera. Y llegó la tercera y con ella, como era de prever, siendo mi hermano como era, el desastre.

Al entrar en casa de Merche Raúl y yo, él puso el pie entre la puerta y el marco impidiéndome cerrarla. De inmediato me empujaron y pasaron dentro de la casa cuatro tipos más.

- Hermanito, Merche, estos son amigos míos que nos van a ayudar a hacerte feliz.

- Encantado señora. La haremos feliz, no lo dude. –corearon los cuatro.

- Vamos coleguis, os voy a enseñar las dotes de la zorra. Sentaos en los sofás y tomad lo que queráis del mueble bar. La casa es vuestra.

- Oye Raúl, te pasas – dijimos Merche y yo al unísono.

- Muy bien Merchitas, nos vamos.

- Bueno. Espera. Pero comportaos y no ensuciéis la casa. –dijo Merche

- ¿Habéis oído socios?. La casa limpia.

- ¡Pues vaya tontería! –soltó uno- si ella es una guarra para que quiere una casa limpia. A ver si la voy a tener que mear en el retrete.

- ¿Queeeé? –Exclamó Merche.

Yo me veía venir la tragedia.

- Nada, pendona, cosas del Chacho cuando esta colgao. Ven que les enseñemos tus tetas.

Raúl la desnudó en un santiamén delante de los cuatro impresentables amigos suyos. Uno de ellos, para colmo, era un enorme negro travestido con unas tetas monumentales y unos modales totalmente amanerados. Los otros tres eran unos truhanes sin remedio.

- Qué os parece la vieja calentorra. ¿Está rica pa darle unos viajes guarros?

- ¡A mi no me gusta!. –Gritó el negro travestí. Sois unos asquerosos. No sé cómo os pueden gustar las tetas ajadas de esa vieja y no las mías gordas y turgentes. Además, vaya barrigón que tié la vieja. Yo creí que

- ¡Bah! Cretino. Las tuyas las consigue cualquiera de un vendedor de globos en una feria. ¡Púdrete mamón!. …. O mamona, vete a saber.

- ¡Envidioso!. Machista. Racista. Degenerao.

- Degenerao me dice el cabrón. ¡Cagüen mi alma!. Déjame a la puta Raúl que la rompo el coño pelao que tiene.

- Anda con ella.

Pero a Merche no le entró solo el que había hablado. Dos se lanzaron por ella. La hicieron arrodillar en el suelo del salón y mientras uno se la hacía mamar el otro la magreaba tan burda y brutalmente como era de esperar de aquel grupo de drogatas. Le rogué a mi hermano:

- Raúl, por favor. Aquí tengo condones. Que se los pongan.

- ¡Anda ya niñato!. Que disfruten de la vieja. Voy a administrarla. Tu dale pol culo al negro travestí si te gusta.

. . . . .

!!!!!!!!!!! La debacle.

- ¡Eeeeehhh! …. ¡Mamaaaaa! …. ¿Estás? …. Vengo a buscar algo de ropa y el cepillo de dientes. Marta me invita el fin de semana en su casa de la playa. ......... Pppeeero mamá qué es esto ….. ¡Dios que pasa!. ¡Mamá! ¡Qué te hace esta gente!

El negro travestido, el otro cabrón que miraba y yo nos lanzamos de inmediato hacia Sandra. Por supuesto con intenciones contrarias. Pero ellos fueron más rápidos. El travestí me puso la zancadilla, caí boca abajo traspasando la puerta de la siguiente habitación dándome con la cabeza en la pata de un aparador y se sentó sobre mi. Por unos segundos perdí el conocimiento. Cuando lo recobré me encontraba esposado a la pata del pesado aparador. Desde luego los hijoputas de ellos ya iban provistos de medios para sus delictivas actividades.

Sandra se debatía entre los brazos de los dos energúmenos con la ropa medio destrozada y la metieron las bragas en la boca para impedir sus gritos de auxilio. Cuando yo comencé a gritar pidiendo socorro apareció mi hermano, que lo único que hizo fue palpar las tetas de Sandra.

- ¡Bah!, son duras, no me gustan. Pa vosotros entera coleguis.

Y se largó a la otra habitación dejándome estupefacto. Increíble. El perfecto cuerpo de nadadora de Sandrita no le impresionaba lo más mínimo. Era evidente que a alguno de mis padres se le escapó un gen maligno cuando le engendraron. Sandra era una diosa como había visto pocas yo. Tenía mil admiradores que trataban por todos medios de quitármela. Y aquel degenerado la arrojaba a otros dos degenerados como él. Nada más reanudar mis gritos el travestí se acercó a mi, me quitó la camiseta para meterme un buen trozo en la boca y acallarme y, visto que le pateé lo que pude, me bajó los pantalones y los calzoncillos para inmovilizar mis tobillos con ellos y la correa del pantalón.

Los dos pervertidos se dedicaron a mi Sandrita. Mientras el travestido la sujetaba, el otro energúmeno escupió en su ano y, sin más preámbulo, la taladró su virgen agujerito. Vi a Sandra debatirse, sus lágrimas y su mirada implorando auxilio.

Hice lo posible por levantar el aparador para sacar la cadena de las esposas pero no pude. Sandra era sodomizada por el desgraciado cambiándola continuamente de postura y ofreciendo a la boca del travestido su dulce coñito rodeado de suave pelusa rubia que alguna vez me dejó palpar.

El silencio a que estábamos sometidos mi novia y yo nos permitió escuchar los rugidos y obscenas expresiones de Merche. Ella, al contrario que su hija y yo, estaba disfrutando como una perra en celo.

Yo veía desesperado e impotente cómo el culito de mi Sandra se ensangrentaba bajo las acometidas del demente sodomizador. Y como el negro travestido sacó un enorme pene, de la misma proporción que sus siliconadas tetas, y lo metió en el virgen agujero que quedaba y que le ofreció el otro cabrón con Sandrita en vilo, empalada por el sangrante ano y sus macizos y perfectamente delineados muslos bien abiertos para la recepción de la verga.

Incomprensiblemente ver a Sandra en aquella tesitura hizo que mi pene se empalmara involuntariamente. El degenerado negro que estaba perforando el coñito de mi Sandra con su enorme garrota si preservativo percibió mi erección.

- ¡Macho! –le dijo al otro- el noviete se empalma viendo aprovecharse de su nena. ¡Tú, putita!. Mira a tu chorbo cómo le gusta ver que te follan debidamente.

Nunca olvidaré la expresión de Sandra al mirarme y ver mi pene empalmado. Primero de incredulidad, después de tristeza y por último de asco y odio. Se agarró voluntariamente al cuello del travestido y ella misma se empaló hasta los voluminosos testículos de aquel engendro moviéndose como si disfrutase. Y dudo mucho que no disfrutase cuando los dos eyacularon casi al tiempo y ella se puso roja como un tomate buscando aire con las aletas de la nariz dilatadas.

Le sacaron a ella las bragas de la boca y la dejaron tirada en el suelo. Me miraba fija e impasiblemente con la cara llena de mocos y lágrimas mientras mi pene seguía involuntariamente erguido. Repentinamente se irguió su cuerpazo de atleta y se dirigió a la habitación vecina mientras yo veía como por la cara interna de sus muslos resbalaba una mezcla de flujo vaginal, esperma, sangre y heces.

En voz bien alta para que no se me escapase nada dijo:

- Falta que me follen la boca. ¿Un voluntario?. Mamá: ¿Te ayudo?.

El negrazo travestí y su colega me expulsaron de la casa con los pantalones por la rodilla.

 

. . . . . . . .

 

Bajo el influjo de las últimas palabras de mi Sandra ni se me ocurrió ir a la comisaría. Me metí en la cama y no salí de ella en 24 horas. Mi vergüenza era infinita. Tres días más tarde, tras tres horas para armarme de valor, llamé a casa de mi novia. Se puso Merche.

- No. Sandrita dice que no quiere saber de ti. …. No … No ha habido denuncia. Adiós.

Y llamaba y llamaba.

- No Dani, Sandrita tiene otro novio.

- Y tu Merche. ¿Dime algo?.

- Si no te importa, Doña Mercedes. No tengo nada que decirte.

- Por favor.

Clik … piiiiiiiiiiiii

. . . . . . .

Siete meses pasé en el infierno. Un curso perdido. Mis padres diciendo:

- Ahora que nos libramos del mayor, va nuestra esperanza y no aprueba ni una.

Efectivamente. Raúl ya no paraba por casa. Se acabaron las broncas por pedir dinero o por sustraer cosas de casa para venderlas. Ahora la bronca era conmigo, ni un solo aprobado en los trimestrales. Cara de no dormir. Para mis padres cara consecuente a vicios.

- Con lo majo que era. La universidad nos lo ha desgraciado. ¡En qué habremos ofendido a Dios!

. . . . . . . .

Desesperado, una mañana me acerqué por casa de Merche y atisbé sobre la alta tapia. Una mujer estaba de espaldas a mi sentada en una silla del jardín escuchando una música aberrante y estridente. Alguien me cogió de la cintura del pantalón y del cuello.

- ¡Vaya, hermanito, vaya!. ¿Cotilleando?

- Eessss … bué …. Quiero saber de Sandra …. Porfa … eres mi hermano … porfa … dime algo. Joer Raúl, con lo que pasó ….

- Pasa y verás. Pero no me vengas con reclamaciones depués. Gilipollas. Que serás un pringao toda tu vida. No te enteras de ná, y menos de las cosas de las zorras. Te dije que tu Merche era una puta y no me creíste. Pues su nena es un putón peor. Allá tú si quieres verlo. ¿quieres verlo, idiota?

- No te creo. Quiero verlo.

- Después no me vengas con milongas, niñato. ¿cómo andan los viejos?

- Desde que no vas por casa, mejor.

- Cabrones. ….. ya pueden tener enchufe con la beneficencia cuando les entre la vejera … porque lo que es el menda …. Que les folle un pez.

Entramos en la casa que Raúl abrió con una llave y nos fuimos por el jardín rodeándola. La mujer que estaba sentada de espaldas era efectivamente Merche. Su primera intención, con cara de alegría, fue acercarse para darme un beso al verme. Raúl la cerró el paso. Ella quedó un poco cortada, pero reaccionó. Le entregó a mi hermano una cadena que tenía en las manos y que estaba trabada a un collar de cuero con argollas.

Raúl se sentó repanchingado en la silla y Merche se recogió en el suelo, a sus piés, abrazando sus piernas y reclinando su mejilla en un muslo de mi hermano. Entonces me fijé en sus pechos y sus caderas.

Sus largos pechos colgantes y con forma de pera ostentaban en su estrecha base unas argollas metálicas que, si bien no constreñían la circulación de la sangre, acentuaban la singular diferencia entre la delgadez de su base y la opulencia de su globo, orgullosamente rematado por las extensas aréolas hinchadas y sus gruesos pezones. En una primera apreciación me parecieron más voluminosas que las últimas veces que las disfruté, pero recordé que Merche debía estar nuevamente en período de lactancia.

Las caderas de Merche se guarnecían de un cinturón metálico que derivaba por su pubis y ano para regresar en la espalda. Era un cinturón de castidad. De diseño moderno, cómodo, flexible, pero un cinturón de castidad.

- ¡Ah!. Te has fijado. Se lo tengo que poner porque la ramera esta se tira a todo lo que tenga una polla. Ya te predije que tenía instinto de puta.

- Ya … eeeeh …. eeste … ¿Sandra?.

- Tardará un rato. Está arriba. …. Trabajando.

- ¿En sus asignaturas?

- No exactamente. ¿quieres una birrita?.

- Si gracias.

Raúl devolvió a Merche el cabo de la cadena y ella se levantó para ir a buscar la cerveza. La insinuante forma de andar distaba mucho de la del ama de casa que yo conocía. Tampoco se parecían las prácticas zapatillas que yo la conocí calzar con las sandalias de tiras y portentosa plataforma y tacón que ahora la obligaban a moverse con cautela.

- ¿Está mejorada la zorra vieja, verdad?. Me ha costado poco amoldarla. Tiene buena madera de puta. No se imagina uno cuánta. Me he enganchado tanto a su leche como a la coca. Y la putita igual de guarra. De tal palo, tal astilla, ya lo dice el refrán.

- Qué pasa con Sandra.

- Ya lo verás. Tranqui colegui.

- Dónde están Bolillo y el otro bebé.

- Mete el hocico en tus asuntos, tarao.

- Tú sí que tienes bastantes taras, canalla degenerado.

Merche regresó con las bebidas. Las sirvió. Entregó otra vez el cabo de la cadena de su cuello a mi hermano y volvió a recogerse a sus pies. Raúl la estrujaba la parte maciza de las tetas de las que fluían gotas, y a veces chorros de leche.

Poco después apareció un hombre viejo, calvo y gordo, de unos sesenta años, sudoroso.

- Bien Raúl. No me has defraudado. Tenías razón: Sumisa y aplicada. Antes de que desinfle la barriga volveré bastantes veces. Ciao.

No quise ni preguntar lo que poco después se confirmó. Apareció Sandra vestida incongruentemente con unas medias de ancha malla blancas cuyos elásticos no eran ocultados por una ínfima faldita de cuadros escoceses. Una blusa blanca, casi transparente, delataba de forma rara sus pezones. Unos zapatos de plataforma y tacones tan vertiginosos como los de su madre completaban la absurda vestimenta. Pero lo más notable para mi era su prominente barriga de preñada. Deseé no haberme aventurado en aquella casa de la que tan gratos recuerdos tenía.

Sandra tuvo un segundo de desconcierto al verme allí. Pero se sobrepuso de inmediato. Mirándome impasible y fijamente, le entregó a mi hermano un fajo de billetes diciéndole:

- Poco le cobras al tipo. Es asqueroso e impotente.

- Anda, nenita, acércate. Y te recuerdo: No hables mal de tus clientes nunca. Te mereces un castigo.

- Lo siento Raúl. Tienes razón. Lo merezco.

- Bueno nenita, acepto tu disculpa, ya se que el tipo es un gorrino, pero eso no te libra del castigo. Ya conoces a mi invitado.

- Si. Castígame delante de él.

Raúl, con Merche a la izquierda a sus pies, besando y acariciando sus piernas, y Sandra a la derecha, levantó la minúscula faldita de mi novia y expuso su amado coñito a mi vista ya que no vestía bragas. Pero éste ya no era lo que yo había acariciado con infinito amor. No tenía rastro alguno de la rubia pelusilla que yo recordaba. Estaba absolutamente depilado y la desnudez hacía bien visible la palabra "RAÚL" tatuada cinco centímetros por encima del vértice de la vulva que se percibía herméticamente cerrada por los labios mayores, salvo justamente en su clítoris que sobresalía por causa de una gruesa argolla que lo traspasaba y de la cual pendía una cadenita de unos ocho centímetros acabada en una bola metálica que exteriorizaba impúdicamente por su peso el delicado órgano. Raúl tiró de la bola bruscamente y Sandra flexionó sus musculosas piernas por un instante en reacción a la agresión, pero de inmediato se enderezó y me miró con altanería pese a que su clítoris destacaba de su vulva extendido bestialmente al límite de su resistencia.

La repulsión y la ira me impidieron expresar lo que mi indignación me dictaba. Mi hermano fue más rápido que yo. Le metió tres dedos en la vulva a mi novia y empujándola con ellos le ordenó:

- Anda nenita, éste es tu castigo. Sé amable con el invitado. Y tú, Merchitas, ayúdala. A fin de cuentas es mi hermano y debe irse contento de nuestra hospitalaria acogida.

Sandra se despojó de su escasa ropa mostrando que, además del clítoris perforado, también ostentaba en las aréolas de sus perfectas y duras tetas de nadadora unas descomunales argollas. No se privó de exhibirse totalmente, girándose me mostró el arabesco tatuaje que adornaba su riñonada y se extendía por la columna vertebral bifurcándose en el cuello para rodear los espléndidos pechos que ya evidenciaban la proximidad de la lactancia por el tono e hinchazón de las aréolas.

Sandra se arrodilló ante mi mirándome a la cara impasiblemente y su madre hizo lo mismo. Me desató el cinturón y me bajó los pantalones con habilidad. Se apoderó de mi polla y comenzó a friccionarla con una maestría que no tenía cuando me hacía las pajas para calmar mi calentura.

Me fijé en que sus manos, de dedos largos que la ayudaban a impulsarse en el agua al nadar, y que siempre había llevado libres de joyas y con las uñas recortadas, presentaban ahora las uñas largas y lacadas en rojo y varios anillos plateados. En cada pulgar resplandecían unos muy anchos y ajustados con una argollita soldada cada uno. Al fijarme en que también llevaba un collar metálico aparentemente macizo pero flexible gracias a un desconocido engranaje de piezas con dos argollas, deduje que el objeto de los anillos era trabar los dedos al collar para tenerla indefensa.

Sandra ofreció mi polla a la boca de su madre mientras ella se dedicaba a lamerme el ano y los testículos. Tenía un piercing en la lengua con una bola que aumentaba el placer de las lamidas. Después cambiaron de papeles y Sandra me hizo una mamada de impresión. Alojaba mi verga completamente en su boca sin mostrar el menor atisbo de arcadas pese a que el glande entraba más allá de la garganta. En poco tiempo me corrí dentro pese a que hice el intento de sacarla, pero ella me sujetó de las nalgas. Cuando terminó abrió la boca para mostrármela llena de mi semen y después lo escupió a mis pies.

Estaba a punto de marcharme cuando llamaron a la puerta y Raúl fue a abrir. Regresó con el maldito negro travestido amigo suyo y otro de los degenerados que estaban en la casa el día de la violación. Me iba a por el negro para matarlo a ostias pero Raúl me detuvo.

- Sin jaleos, ¿eh?. Ahintela, pese a su afeminamiento maneja el pincho que no veas.

- Si nenito. Te puedo rajar la cara antes de que te des cuenta de que he sacado el pincho. ¡Ah Sandrita, putita guarrona!. Que tal está nuestro bebé marroncito.

- Bien Ahintela. Hoy está un poquito agitado y dando patadas. Es tan malo como su mamá negrita.

- ¿Qué te parece niñato?. Un bebé con dos mamás. Qué suertudo. Aunque solo mamará de una.

- Hijodeputa.

- ¡Bah!. Anda Sandrita chochona, pon el culito para mi que hoy quiero marcha doble y he pillado de buenas al malón del Chotas. Vamos Chotas.

Sandra se inclinó para ofrecer su adorable trasero separando sus nalgas para permitir ver cómodamente sus agujeros. Sus hermosos dedos acentuaban su atractivo sobre los redondos y musculosos glúteos de deportista. Después se introdujo un dedo en el ano y comenzó a sodomizarse ella misma, después fueron dos dedos y por último otros dos de la otra mano. Finalmente empezó a estirar el esfínter desde cada lado para dilatarlo. Cuando el travestido enfiló en cerradito ano de mi exnovia, ella se agarró a la barra del toldo del balancín para soportar las embestidas que el degenerado la empezó a propinar sin más trámite que un escupitajo para lubricar. Se paró un poco y exclamó:

- Vamos Chotas. Rómpemelo.

El tal Chotas empezó a dar por el culo al travestido, que dejó de ser activo con Sandra, recibiendo esta la polla del negro con movimientos transmitidos por el Chotas.

- Raúl, dile a la zorra vieja que haga algo payudá.

Merche se incorporó al grupo poniéndose bajo el voluminoso vientre de Sandra y lamiendo la vagina de su hija. Raúl se acercó para estrujar las tetas de la chica y estirar de las argollas de los pezones. El negro Ainthela la sacó del culo de Sandra avisando de que se corría y la chica se puso velozmente de rodillas ante él con la boca abierta para recibir la abundante e interminable descarga que le dejó la boca llena de semen y que, al contrario que hizo con el mío, se tragó con cara de deleite y su mirada puesta en mis ojos.

Era indignante contemplar la degradación de Sandra. Arrodillada con su abultada barriga a los pies de un negrazo con un pene descomunal que chorreaba en su boca y unas tetas impresionantes que eran aferradas por El Chotas que aún seguía con la polla en los intestinos del travestido. Raúl estrujando aún los pechos de la chica y Merche lamiendo el ano del Chotas.

A continuación Sandra se tumbó boca arriba sobre una mesa y tomándose de los tobillos con las esbeltas piernas abiertas invitó al Chotas a penetrarla donde quisiera. El patibulario individuo decidió alternar los dos agujeros hasta que se corrió sobre la gran barriga. Sandra rebañó lentamente con sus dedos el esperma y se lo llevó a la boca para saborearlo y tragarlo mientras volvía nuevamente su mirada hacia la mía.

Entonces intervino mi hermano Raúl. Hizo arrodillar a la chica con el coño sobre la cara de su madre, que empezó a lamer sus jugos vaginales, la agarró de los pelos con ambas manos y comenzó a follarla la boca con verdadera brutalidad. De repente, de la boca de Sandra salían efusiones de líquido amarillo cuando él retraía el miembro. El muy canalla la estaba meando dentro mientras la penetraba la garganta.

Me marché asqueado para no volver jamás.

- ¡Eh, Don Sensible!: Quédate a ver el resto. Hoy vienen a implantarle una argolla en el tabique nasal a la putita y a afeitarle la cabeza. ¡Eh! Y además le vamos a poner el sacaleches a ver si esas tetas producen ya de una vez. ¡Eh! Y la zorra vieja se lo va a montar con perro delante de toda la basca. ¡Tú te lo pierdes, idiota!.

. . . . . . . .

Casi un año más tarde me encontré al mierda de negro en un local de mala muerte al que había acudido con unos amigos para celebrar una victoria del Barça. Me quiso provocar y lo consiguió.

- Tu hermano se ha deshecho de tus queridas putas, nenito.

- Qué dices degenerado de mierda. Mejor estarán.

- No creo. Las embarcó en un avión con la excusa de un viaje de turismo a Egipto, donde se les reuniría dos días después porque tenía que terminar un asunto, pero el avión tenía destino Beirut y les soltó la milonga de que el viaje salía más barato con esa escala. Él se fue con una brasileña a su país y no sabemos nada de él ni de ellas. Así que imagina por donde están ellas y a qué se dedican. Me jode el asunto porque mi polla le había tomado cariño al culo de la putita joven.

- ¡Cabrón repugnante!, te voy a moler a ostias.

El tipo sacó rápido una navaja pero yo fui más rápido asestándole un patadón en los huevos y, gracias al dolor le arrebaté el pincho, que utilicé para rajarle las repulsivas tetas de silicona.

Me tuve que mudar de ciudad ya que el negro perdió los testículos y tuvo un estropicio sin remedio en las tetas, por lo que me buscaba para vengarse.

Con el tiempo, cuando ya trabajé y tuve dinero, encargué a detectives investigar el paradero de Merche y Sandra sin ningún éxito. Al menos fue un alivio saber que los tres bebés estaban con el marido de Merche, divorciado de ella desde antes de ver yo a madre e hija por última vez en tan lamentable estado de degradación.

 

FIN

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