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Natalia (2)

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NATALIA (2)

Resumen del anterior relato: Carlos fue a visitar a su antigua amiga Teresa y su adolescente hija, Natalia, quien consiguió que él le desvirgara el culito, una obsesión que tenía desde que, de pequeña, había espiado a su madre y Carlos mientras éste le hacía sexo oral.

http://www.todorelatos.com/relato/20125/

 

Cuando Natalia y Teresa, su madre, terminaron de ver los últimos minutos del vídeo porno que tanto juego le había dado a la jovencita en la inolvidable experiencia sexual que acababa de tener con un antiguo amante de su madre, Natalia le comentó a ésta, aparentando no darle ninguna importancia, que Carlos había pasado por su casa esa mañana, que preguntó por ella y que marchó enseguida pidiéndole que la saludara de su parte.

Teresa notó cierta ironía en Natalia mientras le contaba la fugaz visita de "tu amigo Carlos", pero no le importó demasiado que su hija pudiera llegar a sospechar sus intenciones porque, en el fondo, sabía que podía contar con su complicidad si llegara la ocasión.

Aquella misma mañana, Carlos recibió en su teléfono móvil la llamada de Teresa. Desde la primera palabra, el flamante e inesperado iniciador en sexo anal en que se había convertido, estuvo bajo una gran tensión, escrutando en la voz y en las palabras de su amiga el grado de conocimiento que pudiera tener sobre lo que acababa de ocurrir en la terraza de su casa entre su adolescente hija y él. Pero Teresa se limitó a disculparse por haberse ausentado justo cuando él la visitó, e insistió, ostensiblemente interesada, en encontrase a solas con Carlos para reanudar su vieja y muy estrecha relación.

Se citaron aquella tarde en la cafetería de un discreto hotel del centro de la ciudad en el que ya habían estado en otras ocasiones – la última vez, hacía unos 5 años - durante la época en que mantuvieron un apasionado romance que acabó a los pocos meses, cuando Teresa y su familia se mudaron de la ciudad, al parecer para salvar la crisis matrimonial causada por las fundadas sospechas que tenía el marido de Teresa respecto a la infidelidad de su mujer.

Lo cierto es que durante todos esos años, no habían sabido mucho el uno del otro, hasta que por casualidad se encontraron en un centro comercial, tomaron un café juntos y ella le hizo un resumen de ese tiempo en blanco: seguía con su marido a pesar que las cosas nunca habían acabado de marchar bien, se cansaron de vivir en el campo y se habían vuelto a la ciudad, a una casa nueva que habían comprado.

A ambos les faltó tiempo para citarse a escondidas como en los viejos tiempos. Carlos encontró a Teresa tan atractiva o más que entonces, quizás algo más voluptuosa. Él estaba casi convencido que Teresa se había operado los pechos, ahora mucho más voluminosos y sugerentes que como los recordaba.

Cuando llegó Teresa al hotel, Carlos estaba sentado en el interior del café, esperándola. Se dieron un discreto beso en la mejilla y ella le preguntó directamente.

¿Has reservado habitación?

Sí. – Respondió Carlos algo nervioso aún por lo sucedido.

Subamos entonces. - Le indicó Teresa, de pie junto a él, dispuesta a recuperar cuanto antes el tiempo perdido.

La habitación no había cambiado nada. En cuanto se encontraron dentro, Teresa, ostensiblemente excitada, se echó en los brazos de Carlos, besándolo con pasión en la boca y pidiéndole la tomara. Sin duda los minutos de vídeo porno habían encendido en Teresa una llama que estaba reclamando a gritos que la sofocaran.

Carlos le quitó el jersey y comprobó que aquellas dos tetas, efectivamente, eran mucho más apetitosas de lo que recordaba. Le desabrochó el sujetador y empezó a succionar los duros pezones como un bebé hambriento, haciendo que Teresa se retorciera de placer con aquel ávido contacto.

Ella se sentó en la cama y cogiéndose descaradamente ambas tetas con las manos y le retó:

¿Te gustan más así, eh? Me las operé el año pasado.

¡Están impresionantes! – Y, para que no hubiera suspicacia por el pasado, Carlos añadió- Aunque no te hacía falta: siempre has estado muy buena.

No hace falta que te disculpes. Los tíos no tenéis remedio, sois de ideas fijas, y no podéis negar que os gustan las mujeres con buenas tetas.

No lo voy a negar. – Respondió Carlos al tiempo que se aplicaba de nuevo a los pezones y a las tetas de Teresa, liberando su boca para añadir – También nos gustan los culos bonitos y bien formados.

Aquellas últimas palabras de Carlos actuaron como un auténtico detonante de los deseos reprimidos de ambos. Teresa evocaba los buenos momentos que en el pasado había disfrutado con la polla de Carlos hincada en su trasero, mientras que éste revivía con intensidad el fantástico polvo que había echado esa misma mañana en el culito virgen de Natalia.

Teresa se echó de espaldas en la cama para quitarse con menos dificultad los ajustados pantalones. Carlos la ayudó tirando de los bajos, y después también la ayudó a quitarle las braguitas, disfrutando de aquella visión tan deseada de su amada amiga desnuda sobre la cama. Luego él se desvistió apresuradamente y se echó en la cama, junto a Teresa, con su verga enhiesta dispuesta a cabalgar de nuevo aquella hembra por la que tanto tiempo había suspirado y que ahora se encontraba allí, ofreciéndole su hermoso cuerpo.

Ella estaba más hermosa que nunca y Carlos no se cansaba de contemplarla. Además de los firmes pechos y del culo magníficamente cuidado, Teresa se había afeitado el chochito, para deleite inesperado de su amigo, quien se entretuvo comiéndoselo hasta que consiguió un prolongado orgasmo en su compañera.

Después, Carlos se puso encima de ella y le introdujo con facilidad la polla en su mojada rajita. Teresa elevó las piernas y las asió a la altura de la rodilla para conseguir el placer de una penetración total. Teresa se iba moviendo como un balancín, haciendo que la verga de Carlos se hundiera en su coño con facilidad.

Carlos se corrió dentro de su amiga y esperó a que ella acabara de alcanzar un nuevo y ruidoso antes de salirse. Los dos estaban visiblemente emocionados por la sensacional recuperación de su vieja amistad. Ella se puso boca abajo, con los brazos cruzados bajo la almohada, en una posición que a Carlos se le antojaba idéntica a la que le había visto esa mañana a Natalia. Él contemplaba con fascinación las hermosas redondeces de sus nalgas y su maravillosa entrepierna. Le fascinaba en aquel momento. Le acarició el culo, de forma delicada primero, dibujando con sus manos aquellas prometedoras curvas.

¿Todavía te acuerdas de mi culito, verdad? – Le preguntó Teresa en voz baja, casi susurrando para no perturbar el placer que sentía al tacto experto de su amigo.

¡Cómo me iba a olvidar! He soñado con él los últimos años. – Respondió Carlos, y mientras hablaba, no dejaba de acariciar aquella hermosura de culo, deslizando de vez en cuando sus ávidos dedos hacia el canal profundo de su entrepierna, mojándoselos con el semen que todavía rebosaba del coñito de Teresa.

Teresa se estaba excitando con aquel experto masaje. Cada vez cimbreaba más su cintura, pidiendo, en esa forma de lenguaje no verbal del cuerpo, que se adentrara más en su íntimo agujerito.

Me gusta -decía-. ¡Me gusta! –cada vez que Carlos acertaba a tocar con la punta de sus dedos en el interior de su culito.

Cuando estuvo bien lubricado y dilatado, Carlos se puso encima de Teresa y empezó a penetrar su culito, con suma delicadeza, hasta que consiguió sin a penas dificultad introducir su capullo. Teresa ayudaba con los movimientos de su culo, poniéndose en pompas, para facilitar las embestidas de Carlos. Ella

¡Fóllame! ¡Métemela más al fondo! – Teresa estaba fuera de sí, gozando y gritando como una posesa.

Carlos vació toda su leche dentro de aquel añorado culo. Había sido, sin desmerecer la inesperada follada en el culito de Natalia, el mejor polvo que había echado en muchos años.

Ambos quedaron exhaustos, echados uno al lado del otro, boca arriba en la cama, cogidos de la mano como dos enamorados. Teresa inició una conversación sobre su hija Natalia.

¿Cómo encontraste a mi hija? – Preguntó Teresa, recordándole a Carlos, sin querer, su imprudente desliz con la menor.

Algo más crecidita que la última vez que la vi. – Respondió Carlos, esforzándose por aparentar normalidad al hablar de la jovencita.

¿A qué no la reconocías? ¡Está hecha toda una mujer!

Sí, tienes en casa una joven muy atractiva. – Contestó él, absolutamente convencido de lo que estaba diciendo.

Carlos… que me vas a poner celosa. – Exclamó Teresa de forma fingida pero orgullosa de la belleza de su hija- Pero la verdad es que al lado de estas muchachitas tan precoces de ahora las mujeres que hemos pasado los 30 somos unas viejas.

¿Qué hay que hacer para compartir el asilo con una viejecita de 37 como tú?

No nos engañemos. Cuando voy con Natalia, me fijo cómo la miran los hombres y yo te aseguro que a mí ya no me miran así. ¡Cómo la miran, y qué cosas le dicen!

¿Cosas? – Preguntó Carlos, aunque simulando poco interés real.

Piropos. Su padre y yo ya desistimos que se recate un poco a la hora de vestir. No hay día que no salga a la calle y empiecen a lloverle los piropos. La mayoría de lo más obsceno que te puedas imaginar. Pero ella, como alumna aventajada de esta generación que pasa de reivindicaciones feministas, en lugar de indignarse parece que disfruta excitando a los hombres. Es muy precoz. – Y cuando dijo "precoz", Carlos no pudo evitar que le viniera a la mente la imagen de la muchachita pidiéndole que se la metiera por atrás.

Eso no es malo ¿No? – Al menos para Carlos no lo había sido, porque había podido disfrutar de tal precocidad.

No sé qué decirte. Ya verás cuando tu pequeño sea adolescente. – Carlos tenía un niño, de seis años-. Hoy, cuando he llegado a casa me la he encontrado… ¡viendo una peli porno! Y aún no tiene 17 años.

Mujer… supongo que ella también tiene necesidades.

Prefiero no pensar en eso. – Apuntó Teresa.

Bueno, y tú qué has hecho ¿La has regañado? – Preguntó Carlos con curiosidad por saber cómo se las había ingeniado Natalia ante la reacción de su madre.

¡Qué va! –Ha exclamado ella - Me he puesto a ver lo que quedaba de película con ella. – Y añadió, con voz pícara y entre risitas – La última parte estaba muy interesante.

Después de estar juntos un rato más, ambos marcharon del hotel, cada uno por su lado, y quedaron en llamarse al cabo de unos días.

La llamada de Teresa se demoró. A la semana siguiente, Carlos recibió una llamada en su teléfono móvil que según la memoria de llamada de la pantalla, era de "Teresa" .

Hola Teresa, pensaba que te habías olvidado de mí.

No me he olvidado de ti, pero no soy mamá. – Carlos comprobó, con asombro, que no se trataba de Teresa sino de su hija Natalia.

¡Natalia! – Exclamó Carlos, visiblemente alarmado por la inoportunidad de aquella llamada.

¿No te alegra oírme? – Preguntó Natalia impostando una voz de niñita - ¿Ya te da mi mamá lo necesitas? – Insistió, con el mismo tono infantil.

Por favor, Natalia… No está bien. – Carlos se sentía muy incómodo, no sabía qué decir.

Ya me han quitado la escayola de la pierna. Mañana podré volver al instituto.

Me alegro. – Dijo él, agradecido porque la conversación parecía tomar unos derroteros tranquilos- ¿Estás recuperada?

No necesitaré rehabilitación. Me ha quedado la pierna fea, algo morada, pero el médico ha dicho que en unos días volverá su color natural.

Eso está bien.

Quiero verte. – Natalia volvió a caminar por las arenas movedizas.

No estaría bien. – Insistió Carlos de forma que sonó paternal.

No hago más que pensar en ti. Hasta mi madre ha notado que me pasa algo ¿Quieres que le explique qué me pasa? – Le espetó Natalia con la clara intención de vencer la resistencia del hombre.

No. – Respondió, resignado, sabiendo que estaba a punto de claudicar a las solicitudes de aquella caliente jovencita.

Mañana por la tarde, a la vuelta del instituto, podemos ir al cine ¿vale?

¿Al cine? – Carlos tardó en comprender que era un lugar donde podrían pasar desapercibidos- Sí claro, donde tú digas.

A las 7 en la sala 2 del cine Chaplin. Estaré en las últimas filas. Procuraré que no haya nadie sentado alrededor. – En sus palabras se notaba que Natalia había imaginado antes aquella escena y que tenía planeado hasta el último detalle de aquel encuentro prohibido.

De acuerdo, allí estaré. – Claudicó él.

¿No me preguntas qué película veremos? – Preguntó Natalia con sorna, a la vez que soltaba unas indisimuladas risitas.

¡Qué mala eres!

¿Y acaso no te gusta que sea mala?

 

Al día siguiente, en la sala 2 del cine Chaplin, Carlos estaba dispuesto a cortar por lo sano aquella arriesgada relación, a dejar claro a aquella muchachita que el polvo del otro día en su terraza era algo que no estaba bien y que no debía repetirse. Pero se encontró desarmado ante la increíble dulzura de Natalia, la calidez de sus besos y sus caricias en la oscuridad de la sala, y sucumbió definitivamente, cuando Natalia le regaló la mejor mamada que le habían hecho nunca.

 

22/05/04 [ carlos_62@wanadoo.es ]