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El mejor relato erótico

en Orgías

El mejor relato erótico

Abrió la puerta con sigilo y se coló dentro de la habitación sin que ninguna de las tres mujeres se percatara de su presencia. Como sospechaba, Cristina, Emilia y Jennifer estaban aprovechando la hora de la siesta para dar rienda suelta a sus más tórridos deseos.

Aunque Miguel se encontraba a penas a tres metros de la cama donde retozaban desnudas sus recién descubiertas amigas, era incapaz de distinguir quién era quién en aquella tríada de cuerpos entrelazados que se movían frenéticamente al ritmo del más básico de los instintos.

Las tres habían conseguido armar sobre la cama el triángulo perfecto: Emilia le comía el coño a Cristina, mientras ésta se lo lamía a Jennifer y ésta última hacía lo propio con Emilia. Las tres enroscadas en una comunión de sexo.

Miguel no conocía a las chicas lo suficiente como para meterse en medio de aquella improvisada orgía pero tampoco ellas se conocían y les faltó tiempo para desatar sus fantasías. Así es que Miguel empezó por hacerse visible. Se puso en medio de la habitación y comprobó lo poco que les sorprendía o importaba su presencia a sus amigas.

La primera que reparó en él fue Emilia. Alzó un poco la vista y le echó una mirada sonriente con sus hermosos ojos verdes sin dejar de saborear la rica entrepierna de la pequeña Cristina.

El hombre se decidió entonces a desnudarse y probar suerte. No hacía ni veinticuatro horas que se habían conocido y ya se le ofrecía la oportunidad de su vida: satisfacer una de las fantasías sexuales más inalcanzables para cualquier tío.

Una vez quedó en cueros vivos, Miguel, luciendo una incipiente barriguita cervecera pero armado de un aparato notable que parecía haberse crecido para la ocasión, se puso al borde de la cama. Las chicas habían acabado de comerse sus respectivos conejitos y ahora gateaban como persiguiéndose unas a otras en busca de cobrar otra pieza de sus sensuales cuerpos con las que dar o recibir una nueva ración de placer. Miguel apuntaba con su miembro hacia el centro de la cama como esperando que la ruleta de la fortuna decidiera a quién le iba a tocar el premio. Rien ne va plus. Las chicas parecían pasar de Miguel y continuaban con sus jueguecitos. Rien ne va plus. Seguían las ninfas girando alrededor de la cama. Hasta que una de ellas decidió pararse: Rojo Impar. La pelirroja Jennifer, fue la primera que aceptó el envite del maduro compañero y se puso a besuquearle la punta del capullo y a enjuagárselo con las mieles del sexo de Emilia para iniciar una envidiable mamada.

Las otras no querían quedarse atrás. Emilia aprovechó que Jennifer se había estirado boca abajo a lo ancho de la cama para ponerse detrás y dedicarse a lamerle el trasero y nuevamente el coño, en un ejercicio de maestría erógena que estaba arrancando el más hondo de los placeres en la pelirroja y, de paso, en Miguel, que notaba cómo la frecuencia y la profundidad de la mamada de ésta se hacía cada vez más intensa.

La pequeña Cristina no quiso quedarse fuera de juego y se puso de pie, al lado de Miguel, quien no tardó en deslizar una mano entre las piernas de la atractiva rubita buscando sus más preciados agujeritos mientras la besaba efusivamente y con la otra mano comprobaba, por sí mismo, las excelencias de unas tetas sorprendentemente grandes para aquel cuerpo tan menudo.

Miguel advirtió a Jennifer que se iba a correr pero ella siguió chupándoselo como si fuera el más sabroso de los caramelos hasta que un estallido de leche irrigó su garganta y le obligó a cerrar la boca en un acto reflejo, dejando que el resto de la eyaculación salpicara su pecosa cara y sus rizados cabellos rojos.

Emilia, tomó el relevo de Jennifer y se entretuvo limpiando los restos que habían quedado en el capullo de Miguel mientras Jennifer se quitaba el semen de la cara con las manos y se lo daba a probar a Cristina, quien lamía con fruición los aliñados dedos de la pelirroja al tiempo que se contoneaba espasmódicamente en el umbral del orgasmo que le estaba provocando la faena de los dedos de Miguel aplicados eficientemente en su rajita y en el orificio de su perfecto culo.

La bella Emilia, que seguía lamiendo el capullo de Miguel más allá de la inicial limpieza, estaba reclamando con la mirada de sus hermosos ojos verdes una mayor atención por parte de su compañero, por lo que en cuanto Cristina acabó su ruidoso orgasmo, empujó a Emilia para que se tumbara en la cama y se echó sobre ella, empezando a besarla en la boca, reconociendo sus propios jugos en la boca de ella, y después besuqueándole y lamiéndole los erguidos pezones oscuros y grandes que adornaba unos pechos no demasiado grandes pero muy bien formados.

Las otras dos mujeres no perdieron el tiempo y también se echaron una sobre la otra en la cama, besándose, acariciándose, mordisqueándose.

Miguel no esperó demasiado para meter su empalmada verga en el coño de Emilia, que parecía esperar con ansia la penetración de un buen aparato masculino después de haber ya tenido su sesión alternativa con las féminas. Aquella vagina estaba tan dilatada y predispuesta que a Miguel se le antojó que allí podrían caber dos buenas pollas, pero eso no le intimidó y se puso a bombear con fuerza comprobando que su compañera recibía complacida los envites.

Aunque a las otras dos mujeres no les iba nada mal en su lésbica sesión, no pudieron dejar escapar la oportunidad de compartir el placer con su vecina pareja y se las apañaron para contribuir en la más imaginativa de las orgías. Jennifer se puso detrás de Miguel y se puso a besarle y lamerle a él los testículos y la base del pene y a Emilia los labios vaginales, mientras Cristina se acomodó en la cabecera de la cama y se puso de cuclillas, poniendo su coño a la altura de la cara de Miguel que no tuvo demasiada dificultad en pasar su lengua por él aprovechando cada una de las embestidas sobre el cuerpo de Emilia.

Miguel nunca había experimentado un placer tan absoluto. La sabia conjunción de aquellas tres espléndidas criaturas le estaba proporcionando la experiencia más increíble de su vida.

La corrida dentro de Emilia no se hizo esperar, aunque Miguel supo aguantar unos minutos más el tipo hasta que sus compañeras de abajo y de arriba hubieron culminado sus respectivos orgasmos.

Exhaustos, los cuatro quedaron tumbados sobre la cama unos instantes, hasta que Miguel les preguntó si pensaban vestirse y acudir a la sesión de tarde de la conferencia. Jennifer, en broma, contestó "¿Qué conferencia?", como si la sesión de sexo le hubiera hecho olvidar los motivos de su estancia en ese hotel.

Somos autores de relatos eróticos – dijo Emilia, y continuó – y nuestro objetivo es escribir y no hablar sobre ello.

Ya, pero estamos invitados en esta Conferencia para hablar sobre la narrativa erótica – terció Cristina.

Qué hora es – preguntó Emilia.

No sé. Deben ser las tres y media o las cuatro. – Respondió Miguel con muchas dudas, después de comprobar que sus amigas habían perdido, aún más que él, la noción del tiempo.

Yo propongo que nos perdamos la primera mesa redonda que no parecía muy interesante y en la que no estamos ninguno de nosotros y que llevemos a la segunda mesa el relato fresco de lo que aquí acaba de pasar. – Dijo Emilia en tono efusivo.

¡¡¡Sí, sí, sí!!! – Exclamaba eufórica Cristina como una niña – Escribiremos el mejor relato erótico.

Vale. – Convino lacónicamente Miguel.

Bien, yo también estoy de acuerdo. No sé si tendremos tiempo de relatar lo que aquí ha ocurrido pero… eso sí, chicas – dijo cambiando el tono de su voz y haciéndolo parecer una confidencia entre las amigas -, yo no empiezo a escribir hasta que el argumento esté completo.

¿Completo? ¿A qué te refieres? – Preguntó intrigada Cristina.

¡A esto! – Exclamó Jennifer al tiempo que se ponía de cuatro patas sobre la cama, con las piernas ligeramente abiertas, mostrando sus pelirrojos atributos íntimos.- Vamos, Miguel ¿No vas a acabar la faena?

Las otras chicas rieron y Miguel, con su tranca reluciente y a punto, se colocó convenientemente detrás de Jennifer y la empaló con una facilidad increíble, mientras sus amigas se pusieron cada una a un lado ordeñando sus blancas tetas.

 

 

2004 © Carlos_62@wanadoo.es