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Mi mujer, mi cuñada y su amiga

en Hetero: Infidelidad

Mi mujer, mi cuñada y su amiga

Último relato de la serie sobre MI CUÑADA RAQUEL. Resumen del anterior relato:

Jaime se lo hacía con su cuñada en el sofá del piso de su amiga Sonia cuando se vio sorprendido por la presencia de ésta, mirándolos descaradamente. Después de la incomodidad de los primeros instantes, Sonia acabó incorporándose a los juegos de la pareja, montándose un improvisado trío.

http://www.todorelatos.com/relato/20903/

 

Después de aquel maravilloso trío que disfruté con Raquel y su amiga, mi cuñada no me dejó acercarme a Sonia.

Por supuesto, le pregunté por su experiencia con las mujeres. Hasta entonces no me había contado ninguna aventura lésbica, pero al ver con qué destreza se entregó a dar placer en los sagrados agujeritos de su amiga, di por supuesto que aquella confianza significaba algo más que una buena amistad entre dos mujeres.

No me habías hablado de ninguna experiencia con mujeres. – Le pregunté a la primera ocasión en que estuvimos a solas después de aquel día.

No resulta fácil hablar de según qué cosas. – Argumentó Raquel, a pesar que hasta entonces, a mi entender, me había contado experiencias mucho más inconfesables.

¿Ha habido otras mujeres? – Continué con mi interesado interrogatorio.

No. Sólo Sonia. – Y añadió, respondiendo a mi curiosidad.- Y no por eso me considero lesbiana. Se podría decir que Sonia y yo nos hemos consolado mutuamente, pero a las dos nos gustan los hombres. Después de mi traumática experiencia con aquel cerdo de la discoteca, te puedes imaginar que se me quitaron las ganas durante un tiempo de volver a estar con hombres.

Y Sonia estaba allí. – Agregué yo a su relato.

Sí. Fue eso. Estaba allí. Me dio el calor y el cariño que me necesitaba. Ella había pasado por una experiencia desagradable con su último novio, sabía lo que era ser menospreciada por un hombre Luego apareciste tú, y ya no necesité ese tipo de consuelo.

Gracias, por la parte que me toca.

¿Te gustó, verdad? – Me preguntó Raquel sin que yo acertara a saber si se refería específicamente a Sonia o al trío que formamos,

Mucho. Fue increíble. – Contesté, con una respuesta que valía en ambos casos.

Y Sonia ¿Qué te pareció? – Ahora sí que la pregunta fue concreta.

Es una mujer muy atractiva. –Respondí a sabiendas que me estaba quedando corto en la valoración.

Es fantástica. – Añadió Raquel.

No me la imaginaba tan… joven. – No sabía si podía alabar el cuerpo de una mujer delante de otra.

Ni tan buena ¿verdad?

Tiene un cuerpo increíble. – Puntualicé, recreando en mi mente la sugerente imagen de su cuerpo desnudo.

No sigas, que me vas a poner celosa.

¿Podremos repetirlo? – Me atreví a preguntar.

Ya veremos.

La respuesta de mi cuñada me hizo albergar esperanzas, pero lo cierto es que durante los siguientes encuentros, Raquel no volvió a citarme en la casa de Sonia. Y cuando por fin me atreví a preguntarle porqué no íbamos allí, ella me contestó, sin rodeos.

Estuvo bien satisfacer juntos aquella fantasía pero que no quiero que esto se convierta en algo habitual.

No pensé que te molestara la idea. Creí que te gustó tanto como a mí.

Claro que me gustó. ¡Fue maravilloso! – Exclamó Raquel.

¿Entonces? – Insistí.

Tú mismo me reconociste que te gusta. No quiero que acabes enamorándote de ella. Con mi hermana puedo competir: somos gemelas, pero difícilmente podría competir con una mujer como Sonia.

Te entiendo, pero no debes preocuparte por eso. No es solo sexo: te quiero. – Me estaba acostumbrando a declararle mi amor.

Yo también te quiero.

Es curioso como las palabras de amor entre dos personas que se desean actúan como un poderoso afrodisíaco. Después de aquella confesión, Raquel se me entregó en cuerpo y alma, haciéndome gozar de una sesión inagotable de placer.

A pesar de las advertencias de Raquel, yo no pude evitar intentar ponerme en contacto con su amiga Sonia. Soñaba con aquel cuerpo de diosa de la sensualidad, de formas voluptuosamente perfectas. Y como parecía claro que mi cuñada no iba a favorecer un nuevo trío, yo quería probar suerte por mi cuenta. Así es que cuando conseguí – confieso que espiando en la agenda de Raquel - el número de teléfono móvil de Sonia, le hice una llamada.

Sí… ¿Quién es?

¡Hola Sonia! Soy Jaime. ¿Estás ocupada? – Y añadí, por precaución. - ¿Molesto?

¡Qué tal, Jaime! – Contestó de forma efusiva.- Justo ahora salgo del trabajo.

Perdona que te llame… - No me atrevía a seguir, la verdad es que había perdido de golpe la entereza que había conseguido reunir antes de llamarla.

Perdonado. – Sentenció Sonia mostrando una mayor seguridad y serenidad en sus palabras, y añadió para mi sorpresa- Y ahora, dime lo que pensabas decirme.

¿Podemos… vernos?

¡Ves como no ha sido tan difícil! – Me dijo, como una profesora que se dirige a un alumno no demasiado espabilado.

¿Podemos? – Repetí, incrédulo.

Has tardado en decidirte a llamar. – Dijo como si hubiese estado convencida de que yo lo haría- Te espero en mi casa dentro de una hora ¿Sabes dónde está? – Preguntó con ironía.

Con una puntualidad suiza me presenté en aquel piso que me era tan familiar, pero esta vez, no para amar a escondidas a mi cuñada sino para tener sexo con la moradora de la vivienda.

Me recibió con un beso en la mejilla como buenos amigos y me invitó a sentarme en el mismo sofá en el que tuvo lugar nuestro inesperado trío. Iba vestida con unos pantalones tejanos ajustados y una camiseta igualmente ajustada que destacaban todos sus encantos. Ella se sentó a mi lado y me preguntó si quería tomar alguna cosa. En la mesilla de la sala de estar había preparados unos refrescos y frutos secos. Yo dudé sobre la conveniencia de hablar sobre nuestra experiencia del otro día, pero Sonia entró en la materia antes que yo, ahorrándome innecesarios circunloquios.

Nunca antes lo había hecho así. – Me confesó.

¿…Te gustó? – Le pregunté.

No sé fingir los orgasmos: claro que me gustó.

No he dejado de pensar en ti… Te deseo.

Me halagas. Pero Raquel es mi mejor amiga… - Y se hizo un momento de silencio en que pensé que Sonia me iba a anteponer los valores de la amistad para argumentar su rechazo, pero continuó - Prométeme que no Raquel no lo sabrá.

Te lo prometo.

En aquel instante de luz hubiera prometido cualquier cosa que me hubiera pedido con tal de acostarme con ella.

Lo que siguió fue espectacular. Nos desnudamos y nos metimos en su cama. Yo me acomodé entre sus piernas y empecé a comerle el coño, y cuando estuvo bien lubricada, me pidió que le dejara a ella también chuparme mi polla, así es que me puse en la posición del 69 y disfrutamos mutuamente del sexo oral. La comida de polla que me hizo Sonia fue alucinante y, consecuentemente, la corrida fue increíble, parecía que no iba a parar de descargar leche. Sonia empezó tragándosela pero a la segunda o tercera descarga se la sacó de la boca y dejó que el semen salpicara su cara y en su pelo.

Sonia se levantó para ir al baño y me preguntó si quería acompañarla. Por supuesto, acepté. Entramos juntos a la ducha. Ella se enjuagó primero la cara y luego el pelo y me dejó que yo se lo enjabonara y lavara. Nos sentamos en la bañera, dejando correr el agua caliente de la ducha. Yo me entretenía frotándole y lavándole con suavidad el cabello, mientras ella hacia lo propio pero con mi pene y mis huevos. Mi polla a punto de estallar, Sonia se puso de rodillas, de espaldas hacia mí, arqueando su cuerpo hacia delante, de forma que me ofrecía sus más preciados agujeritos. Yo acepté gustoso la invitación, me agarré a sus tetas y le metí mi jabonosa verga por su rajita, desde atrás, consiguiendo un maravilloso polvo bajo la ducha.

Cuando acabamos de ducharnos, nos despedimos con la decidida intención de vernos de nuevo. Ya en la calle, conduciendo camino hacia mi casa, mi cuñada Raquel me llamó al móvil. Su mensaje fue un lacónico "te espero ahora en mi casa" que no me dejaba opción alguna para la réplica.

Me abrió la puerta, como otras veces, sensualmente "vestida para la ocasión" . Me hizo pasar y sentarme en el sofá, invitándome a que me pusiera cómodo. Lo que interpreté como que me fuera desnudando.

A los pocos minutos me llamó a la habitación. Yo ya estaba empalmado, excitado tan sólo con la idea de follarme a mi cuñada después de haberlo hecho secretamente con su mejor amiga. Raquel estaba bajo las sábanas, completamente desnuda y dándome la espalda. Me metí yo también en la cama y eché sobre su cuerpo, haciendo que mi verga buscara la hendidura de su culito. Cuando conseguí que mi polla encontrara tan preciado refugio, me dediqué a frotarme contra su hendidura hasta que logré mojar todo su culo de forma que a cada embestida se oían los húmedos chasquidos. Estaba a punto para penetrar el agujerito de mi cuñada cuando me percaté de la presencia de alguien observándonos en la habitación. Era mi cuñada Raquel la que estaba plantada a la entrada de la habitación, y entonces comprendí, que quien estaba debajo de mí era mi mujer, Aurora.

Raquel se las había ingeniado para repetir un fantástico trío, pero esta vez eligió a su propia hermana gemela para satisfacer sus deseos y, de paso, como ella bien sabía, para colmar mi secreto sueño de poseer a ambas hermanas a la vez. Por fin me iba a desquitar de aquel viejo profesor de filosofía que había conseguido tenerlas a los dos cuando tan sólo eran unas adolescentes.

Mi mujer me pidió que no parara, que continuara con mis jueguecitos en su culo, y a su hermana le dijo que podía meterse en la cama con nosotros. Me dejaron probar todo con ellas, haciendo sentir un emir en su selecto harén.

Ni que decir tiene que fue la experiencia más maravillosa de mi vida. Os aseguro que uno ya puede morirse en paz después de haber conseguido semejante sueño.

Estuve toda la tarde follando con las gemelas, recuperando tan sólo una ínfima parte del tiempo perdido siendo fiel a una de ellas. A partir de ese día y hasta la fecha, he podido compartir ese lujo otras muchas veces, pero eso no me ha impedido seguir visitando esporádicamente la sensual morada de mi bella Sonia.

 

31 de mayo de 2004 [ carlos_62@wanadoo.es ]