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Tren de deseo (epílogo)

en Amor filial

Tren de deseo (epílogo)

Resumen y enlace del relato anterior:

http://www.todorelatos.com/relato/21219/

Sara se mostró celosa ante su hermano y él le reprochó que no supiera lo que quería. Ella se fue avergonzada a su habitación, a donde Paul fue a consolarla, y finalmente ocurrió lo que ambos se habían reprimido durante los últimos años.

 

A las 05.00, como cada mañana, sonó el despertador en la habitación de Sara. Y como cada mañana, debía ir contrarreloj para arreglarse y llegar a tiempo para tomar el tren de las 05.45. Pero esa mañana no era como las demás. Sara se despertó abrazada al cuerpo desnudo de su hermano Paul.

Se sentía en la gloria, más segura y feliz de lo que había estado nunca y tal vez de lo que nunca llegaría a estar. No quería levantarse, quería seguir allí, abrazada a Paul, dormido plácidamente a su lado, pero su sentido de la responsabilidad fue mayor que sus deseos y acabó por levantarse.

Después de ducharse, tapada con el albornoz y secándose el cabello con una toalla, se dirigió a su habitación para vestirse. Su hermano seguía dormido y Sara sintió la necesidad de besar sus carnosos y bellos labios. Y mientras lo besaba pensaba en lo hermoso que era Paul – no era extraño que levantara pasiones entre las mujeres -, y este pensamiento la llevó a levantar las sábanas para contemplar la perfección de sus formas masculinas.

Paul dormía boca arriba y su miembro, en reposo, mostraba un tamaño apreciable. Sara no se resistió a la tentación de estimularlo, de despertarlo, y tomó con una mano los huevos y con los dedos de la otra empezó a mover la piel arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que el capullo asomó su orgullosa y triunfal cabeza que Sara besó con los labios húmedos.

Era evidente que aquellas caricias estaban despertando el animal dormido entre las piernas de Paul. Sara miró hacia el despertador, calculó el tiempo de que disponía antes de tener que marcharse y decidió que podía entretenerse unos minutos en la tantas veces soñada y deseada polla de su hermano. Así es que se dispuso a hacer algo que jamás había hecho. Empezó a pasar la punta de la lengua por la parte inferior del glande que se movía de forma espasmódica como si recibiera descargas eléctricas, hasta que la verga de su hermano alcanzó su plenitud. Entonces Sara se metió la punta entre los labios, mojándola y apreciando su desconocido sabor. Era agradable sentir aquel brillante, duro y cálido miembro de su hermano dentro de su boca.

De tanto en tanto, mientras mamaba la polla agradecida de Paul, Sara miraba a su hermano para ver si despertaba, pero continuaba dormido como angelito, aunque eso sí, con una ostensible mueca de satisfacción en su cara.

Al final, aquella extraordinaria mamada provocó un estallido de semen dentro de la boca de Sara que se vio sorprendida por tal cantidad de descargas. Se la tragó, casi sin querer, pero no le importó porque era la leche su querido hermano, el mejor desayuno que jamás hubiera soñado.

Paul, en su ensoñación, murmuró, entre suspiros de placer el nombre de Sara, lo que hizo a su hermana inmensamente feliz.

Cuando llegó a la universidad, Sara lo llamó por teléfono.

Buenos días.

Buenos días, hermanita. – Respondió Paul, aún medio dormido.

¿Te he despertado?

Sí, pero no importa. Es agradable despertarse oyendo tu voz. – Al otro lado del teléfono Paul escuchaba las risitas de su hermana.- ¿De qué te ríes?

De nada. – Paul no podía ver cómo se sonrojaba Sara.- Pensaba en otras formas agradables de despertarse…

¡Qué enigmática eres! – Y añadió en un tono que revelaba la confusión en que se encontraba.- Sara… Lo de anoche…

Fue fantástico. – Exclamó ella.

Pero… No sé… - Paul no sabía cómo abordar aquella cuestión, ni siquiera sabía si debía abordarla o no.

Paul, no hay nada de lo que arrepentirse. Soy mayor de edad. No hice nada que no quisiera hacer. – Afirmó Sara con gran seguridad en sus palabras.

Ya pero no creo que vaya a ser fácil…, no sé si lo nuestro tiene algún futuro.

¿Futuro? No. No hay futuro, sólo hay presente. Somos hermanos, no vamos a casarnos ni a construir juntos una familia.

Veo que has pensado en ello. – Dijo Paul, sorprendido por la contundencia de los argumentos de su hermana.

Recuerda que esta noche viene mamá.

Sí, no te preocupes, no podré nada en medio, haré la compra y miraré que la casa esté arreglada para cuando llegue.

¡No seas tonto! No me refería a eso. – Protestó cariñosamente Sara.- Aunque no estaría mal que por una vez te ocupases de la casa.

¿Entonces…? – Preguntó él.

… Entonces, quiero que estés en casa cuando yo regrese a la tarde: tendremos poco tiempo antes de que llegue mamá.

Sara colgó, y dejó a Paul sorprendido por el control de la situación que mostraba su hermana. Éste, pensó que tenía muchas tareas por delante y que sería mejor levantarse ya. Levantó las sábanas y saludó y felicitó a su empalmado miembro como si de un buen empleado se tratara, por su gran trabajo de la noche anterior en que dio plena satisfacción a su ardiente hermana.

 

A las cuatro de la tarde Sara llegó a su casa y lo primero que hizo fue ir al encuentro de su hermano, que estaba sentado en el sofá, ante el televisor, para darle un beso en la boca.

A Paul no le disgustó el beso de su hermana, pero se sintió incómodo ante esa forma nueva y efusiva de saludo. Sara dejó el bolso sobre una silla y se sentó sobre las piernas de su hermano y se abrazó a él, como cuando era una niña. Paul respondió a esa señal de cariño besando con ternura los labios de su hermana, que abrió su boca entregada a la lengua de él.

Así permanecieron un buen rato, abrazándose y besándose. Sara sentía, como aquella primera vez en la cocina, cómo la verga de su hermano pugnaba por encajarse entre sus nalgas, y su coño empezaba a rezumar de placer. Pero Sara no quería continuar con aquello sin antes lavarse.

Hoy el tren venía a rebosar. Estoy muy sudada y debo oler fatal.

Me encanta tu olor.

Porque eres un guarro. – Dijo cariñosamente.- Voy a darme una ducha.

Vale.

¿Ha llamado mamá? – Preguntó Sara desde su habitación, mientras cogía ropa limpia para cambiarse.

Sí. – Respondió Paul, alzando la voz para que lo escuchara su hermana.- Ha dicho que estará aquí sobre las ocho.

Sara entró en el baño, con unas braguitas limpias y una camisola de estar por casa. Paul esperó unos minutos y se dirigió al baño, comprobando, con satisfacción que su hermana había dejado la puerta abierta. Una vez dentro, lo recibió una vaharada de calor y la voz de Sara:

Ya pensaba que no ibas a entrar.

Paul descorrió las cortinas de la bañera y contempló, extasiado, la belleza del cuerpo de su hermana. Sin duda era una de las mujeres más hermosas que conocía.

Si te quedas ahí, te vas a mojar. – Le dijo Sara, sacándole de su ensimismamiento e invitándole a entrar.

Él se quitó la ropa y se metió con su hermana en la ducha. Su polla empinada y dura golpeaba el vientre plano de Sara al abrazarla. Ella la cogió entre sus manos jabonosas y empezó a frotarla con suavidad. Hablándole también, como había hecho Paul al levantarse.

Esta mañana estaba muy buena la lechecita que me has dado.

Paul, entretenido en chupar los firmes senos de Sara y en mordisquear sus duros pezones, no entendía a qué se refería su hermana.

Si te portas bien, a lo mejor ahora también me la beberé. – Continuó Sara, hablándole con dulzura al pene de su hermano y acto seguido empezó a lamerle la punta y a metérselo en la boca, para sorpresa de Paul que, agradecido, posó sus manos en la cabeza de Sara demostrándole cuánto le gustaba lo que le estaba haciendo.

Sigue así hermanita.

Y Sara siguió con su mamada unos instantes más y después se incorporó y le dio la espalda a su hermana, mostrándole el trasero que Paul tanto había deseado.

La polla de Paul se dirigió certera hacia la maravillosa hendidura de Sara. Mojados por el agua y lubricados por el jabón y sus propios fluidos, la punta del pene penetraba con facilidad. Sara notaba aquel gran capullo horadando su entrada más secreta y empujaba hacia atrás para que se le metiera más adentro. Paul se agarraba a las tetas escurridizas de su hermana mientras la embestía por atrás. Con la sesión preliminar en la boca de Sara, su polla no pudo aguantar más y descargó en el culito de su hermana sin haber llegado a penetrarla del todo.

Sara notó el líquido caliente en su interior y se llevó el teléfono de la ducha hacia su trasero para limpiarlo.

Paul se arrodilló entonces en la bañera, se sujetó a los hermosos muslos de su hermana y dejó que Sara le echara agua tibia por la cabeza mientras él se dedicaba a besarle y lamerle el mojado coño. Sara gemía de placer y abría las piernas todo lo que podía para ofrecerse mejor a su hermano.

La muchacha notaba cómo flaqueaban sus piernas y tuvo que agarrarse a la cabeza de su hermano para no caer, estirándose sus cabellos mojados cada vez con mayor fuerza conforme se llegaba al clímax de un prolongado orgasmo.

Sara tenía el coño ardiendo y chorreando con sus propios líquidos pero no era el momento de lavarse sino de ofrecérselo a su hermano para que lo follara. Paul hizo que Sara se abrazara a él, cogiéndola en brazos, y de esa forma hincó con facilidad su pene en el lubricado conejito de Sara, metiéndola y sacándola rítmicamente, hasta que casi al unísono, se corrieron los dos, fundidos en un nada fraternal abrazo.

Cuando unas horas después llegó la madre, después de haber pasado cuatro días fuera por motivos laborales, y vio a los dos hermanos sentados juntos en el sofá del comedor, viendo una película en la televisión y comiendo unas palomitas de maíz, pensó que a pesar de que sus hijos ya eran mayores seguían comportándose como niños.

(Epílogo dedicado a Nataly).

07/06/04 [ carlos_62@wanadoo.es ]