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Natalia (3)

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Natalia (3)

Relatos anteriores sobre Natalia:

http://www.todorelatos.com/relato/20125/

http://www.todorelatos.com/relato/20938/

 

Para Natalia aquello era como un juego. El juego de los adultos. Para Carlos era sencillamente una locura, la locura más increíble que jamás hubiera soñado. Pero en lugar de cortar aquella temeraria relación con su particular y ardiente lolita, Carlos se estaba alejando cada vez más de la madre.

Carlos deseaba estar con Teresa, pero el sentimiento de culpa por lo aventura prohibida que estaba teniendo con la hija de ésta no le dejaba otra opción que alejarse. Cada vez que le llamaba Teresa para concertar una cita, Carlos se excusaba con el trabajo o con sus deberes de padre. En cambio, cuando estaba junto a Natalia no era capaz de sentir ningún remordimiento, no podía pensar en otra cosa que no fuera en poseerla.

Pero un día, aproximadamente un mes después de su reencuentro en la habitación del hotel, Carlos no tuvo opción de evadirse de las solicitudes de Teresa porque ella lo esperaba a la salida de la oficina.

¡Teresa! ¿Cómo tú por aquí? – Exclamó Carlos visiblemente sorprendido.

Si Mahoma no va a la montaña… - Empezó a decirle el refrán a la vez que lo tomaba del brazo y le daba un efusivo beso en la mejilla, sin importarle que alguien les pudiera ver.

Perdona, he estado muy liado. – Dijo él, improvisando una excusa.

Bueno, no importa. Ahora ya estoy aquí y no permitiré que me dejes sola. ¿Dónde vas a llevarme?

Es que… - Carlos no sabía como resolver aquella embarazosa situación: había quedado dentro de media hora a la salida del instituto para recoger a Natalia, tal como había hecho casi todos los días desde la fantástica sesión de cine con mamada de su niñita incluida.

No hay excusas que valgan. – Teresa estaba decidida – Ya puedes llamar a tu mujercita y le dices que se encargue hoy ella de tu hijo.

Carlos se encogió de hombros y no tuvo más remedio que aceptar la invitación. Natalia estaría aún en clase y no podía llamarla para anular la cita. Lo haría más tarde, pensó, aunque sabía que no le gustaría nada y que su sexto sentido le indicaría que le estaba siendo infiel. Natalia, además de cómo ardiente y aplicada amante, se había manifestado como una mujer muy celosa. Y no tanto de la esposa de Carlos, con la que sabía que a penas si tenía relaciones sexuales, sino de su propia madre. Natalia sabía cómo deseaba su madre a Carlos. Lo leía en su mirada de ansiedad cada vez que lo llamaba y en su cara de angustia cuando Carlos le respondía que no podía verla.

Ambos subieron al coche de Carlos y pusieron rumbo hacia un apartado motel de carretera, en la costa.

Cuando estaban en la habitación del motel, Carlos aprovechó el momento en que Teresa estaba en el baño para llamar a Natalia. La jovencita no quería atender a razones, le decía no creerse que tuviera trabajo e intentaba convencerlo para que fuera a recogerla, como estaba previsto, a la salida del instituto, pero la mala fortuna quiso que Teresa asomara por la puerta del baño y llamara a Carlos de forma muy sugerente para que se metiera en la ducha con ella. Natalia escuchó la voz de su madre y se limitó a exclamar "eres un hijo de puta" y colgó.

Aquello se había puesto muy feo. Carlos sabía que una Natalia enfadada era un auténtico peligro. Temía que una acción irreflexiva de la chica pudiera acabar desvelando su secreta relación.

Pero Teresa le volvía a reclamar desde el baño y Carlos optó por retrasar la solución del problema y dedicarse un buen rato a satisfacer los deseos, que eran mutuos, de la madre de su lolita.

Carlos no tardó mucho en saber las consecuencias que había tenido su infidelidad con Natalia. Por lo pronto, a la tarde siguiente, cuando la esperaba como siempre a la salida del instituto, la vio salir cariñosamente abrazada de un apuesto jovencito. Natalia miró hacia el coche estacionado donde se encontraba su amante y cuando comprobó que estaba allí, esperándola, le ofreció los labios al muchacho para que los besara. Parecía que todo había acabado. Y, en el fondo, aunque le doliera perderla, Carlos sabía que era lo mejor. Aún así, durante los siguientes días esperó recibir una llamada de Natalia y aparcó varias veces más a la puerta del instituto con la vana esperanza de que ella subiera en su coche, pero fue inútil.

En cambio Teresa había logrado que su insistencia tuviera recompensa. Poco a poco había conseguido que sus citas fueran menos espaciadas, hasta el punto que empezaban a verse casi a diario, en una agradable rutina.

Un día, Teresa le comentó a Carlos que su marido pasaría una noche fuera de casa, por motivos del trabajo, y que podrían estar solos porque Natalia también tenía intención de quedarse a dormir en casa de una amiga después de una fiesta de cumpleaños. A Carlos no le hacía demasiada ilusión volver al escenario donde había desvirgado el culito de Natalia, sobre todo porque tenía miedo de llegar a encontrársela allí.

Llegada aquella noche, Carlos y Natalia estuvieron cenando fuera, haciendo tiempo para que Natalia dejara la casa sola para ellos dos. Marcharon del restaurante poco después de la 11, esperando estar en la casa sobre la medianoche.


La sorpresa de ambos fue mayúscula al entrar y encontrarse en el salón a Natalia abrazada en el sofá con un chico. Aunque hicieron bastante ruido al entrar, no pareció que ni Natalia ni su amigo se dieran cuenta de que entraron en el salón. Carlos dudó por un momento si hacerles notar su presencia, pero entonces Teresa le llevó un dedo a los labios, indicándole que estuviera callado y se quedaron junto a la puerta, disfrutando en silencio del espectáculo.


Tanto Natalia como su compañero de juegos, al que Carlos había reconocido como el chico que le iba con ella a la salida del instituto, estaban aún completamente vestidos, aunque el jovencito estaba intentando corregir esa situación deslizando su mano dentro de la blusa de ella, que estaba ya casi desabrochada. Natalia gemía suavemente, pero reprobaba la acción de su amigo tirando de su mano hacia fuera, pero él volvía a introducirla. Así, un repetido juego de tira y afloja.


No era difícil entender la fascinación de aquel muchacho por lo que se escondía bajo la blusa de Natalia. Sus pechos grandes y firmes destacaban orgullosamente en su magnífico cuerpo de 16 años. Carlos estaba muerto de celos y suponía que Natalia había preparado aquella escenita y que sabía que en esos momentos su madre y él la estarían observando. A Teresa, en cambio, le enorgullecía comprobar que su hija levantaba pasiones en los chicos y no podía dejar de excitarse con aquella visión.


De repente, cuando parecía que el chico se estaba cansando del juego, Natala cambió de actitud y adoptó un rol de mujer entregada. Ella misma se acabó de desabrochar la blusa y se quitó los sostenes, dejando al descubierto sus hermosos limones para sorpresa y disfrute de su joven amigo.

El chico estaba fuera de sí, chupando y lamiendo los dulces pechos de Natalia, en cambio ella parecía no perder el control, conocedora de la presencia de espectadores. Cuando el joven se cansó de comerle las tetas, se desabrochó el cinturón de los pantalones y se los bajó hasta la rodilla, quedándose en calzoncillos. Natalia entendió la indirecta, metió su mano por dentro de los calzones de su amiguito para sacar una nada despreciable polla, completamente empalmada, y empezó a masajearla, para con una mano mientras con la otra le sobaba los huevos. El muchacho estaba en el séptimo cielo, cerraba los ojos y se dejaba llevar por el placer de aquellas manitas expertas. Aunque no era tonto y le pedía a Natalia pasar a un nivel de intimidad mayor. "Chúpamela". La muchacha no pensaba defraudarlo, pero se resistió al principio para que el otro insistiria, y al final le contestó que "sólo un poco". Y empezó a dar suaves besos en el capullo excitado y húmedo del chico. Fingió inexperiencia, diciendo que aquello "tiene un sabor extraño", y dando pequeños lametones en la punta que ponían fuera de sí al joven, a punto de estallar, que le pedía que se la metiera entera en la boca.

Natalia estaba disfrutando de su venganza y Carlos tenía un deseo irrefrenable de saltar al sofá a propinar una paliza a aquel mocoso de mierda que estaba aprovechándose de su mujercita. Pero se lo merecía. Era un imbécil por creer que podía tenerlo todo, y tuvo que aguantar allí, estoicamente, viendo como su adorable princesita se la comía a otro.

Teresa estaba caliente, notaba su coño completamente mojado y en su boca se enjuaga saliva que rememoraba el sabor conocido de la leche del hombre. Ver a su hija mamándosela a un tío la estaba excitando, pero no estaba bien quedarse allí mirando y menos con Carlos presente. No era oportuno que Carlos viera así a su hija. Así es que tiró del brazo de él hacia su habitación y le privó de conocer el resultado final de aquella felación: dejaría que el muchacho se corriera dentro de su boca como lo hacía con él o no.

Arriba, en la habitación de matrimonio de Teresa, Carlos se desquitó en el cuerpo de la madre de sus deseos reprimidos de follar con Natalia, a quien sabía en el piso de abajo dejándose joder por otro.

A la mañana siguiente, Carlos recibió una llamada de Natalia.

¡Qué! ¿Te gustó verme con otro? – Preguntó la joven sin más preámbulo.

No. Lo hubiese matado. – Confesó Carlos, que aún no podía despojarse de la visión de aquel mozalbete disfrutando en su polla de la boquita de su Natalia.

Entonces… Tú eliges: mi madre o yo. – Sentenció ella, con una disyuntiva que Carlos llevaba ya semanas planteándose.

 

Se hizo un largo silencio que Carlos rompió con una respuesta que sabía que era la más inconveniente: Tú.

 

25/05/04 [ carlos_62@wanadoo.es ]