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La princesa de la dulce pena

en Hetero: Primera vez

La lanza de Longinus I: La princesa de la dulce pena

Benjamín acababa de cumplir 19 años. Era Septiembre de 1941 en la ciudad de Debrecen. Hungría acababa de declararse miembro oficial del Eje declarando la guerra la unión soviética. Con ello el tercer reich alemán empezó a hacer y deshacer en la monarquía de Miklos Horthy. Se había declarado el reclutamiento general y las tropas se dirigían a la lucha con las tropas alemanas en la operación Barbaroja. Ahora las SS alemanas campaban a sus anchas en el pequeño estado y habían impuesto en el gobierno títere las políticas de represión racial de las leyes de Nuremberg. Pero ya antes el partido gobernante pronazi ya aplicaba políticas de persecución de la minoría judía.

La humillante derrota del imperio austro-hungaro provoco que la mayoría de la población apoyara al partido nacionalsocialista alemán. Las recientes pérdidas territoriales a favor de Eslovaquia, Rumania y Serbia fueron el acicate para que la población apoyase ciegamente la alianza con el tercer Reich y así como aplicar sus políticas raciales. Durante esos años la familia de Benjamín perdió su negocio y su vivienda. Pero con la llegada de los nazis se activo allí también la secreta operación de La solución final. Todos los judíos debían ser apresados y dirigidos a campos de concentración. La propaganda nazi fue muy efectiva para que la minoría hebrea fuese tachada de culpable de todos los males. Eran los proletariados agitadores, los financistas avaros y los grandes industriales que exprimían al pueblo alemán; eran la prensa que difamaba a la nación, y también los débiles y corruptos parlamentarios cómplices de los humillantes tratados de paz y de la debilidad de la nación. Eran, en síntesis, el enemigo racial, que desde el interior corrompía y contaminaba a la nación, debilitándola.

El antiguo general Horthy, ahora proclamado rey, que sofoco la rebelión comunista de 1920 no pestañeo en aliarse con dichos desalmados. Además autorizo a que las diversas policías raciales y políticas actuasen como Pedro por su casa en su país. Ahora las Waffen-SS estaban trabajando a destajo para la búsqueda, localización y captura de individuos semíticos. A comienzos de ese desgraciado mes su padre y su madre que regentaban una panadería fueron apresados. El consiguió escapar huyendo a un bosque de las afueras de la ciudad. Ya nunca más sabría de su familia.

Ya llevaba casi una semana alimentándose de raíces y de lo poco que encontraba en aquel bosque tratando de alejarse de las carreteras. Pero el hambre era ya agobiante y la desesperación de su alma también. Aquella noche escapando furtivamente de su captura llego a los aledaños de aquella pequeña mansión. Parecía medio abandonada. Todas las ventanas estaban tapadas con maderos. El jardín estaba en unas condiciones lamentables. Se acerco parsimoniamente a aquel lugar con la esperanza de encontrar comida. Dio la vuelta al edificio intentando encontrar algún granero exterior donde se almacenasen alimentos pero no los encontró. Al final creyendo que no había nadie forzó uno de los tableros de una de las ventanas de la planta baja, rompió el cristal y entro en el edificio. Este desplegaba una oscuridad total. A pesar de todo, una pequeña luz de la luna le permitió captar la existencia de unas velas. Las encendió y pudo por fin ver el interior de aquella habitación. La mayoría de los muebles estaban cubiertos con sabanas. Pero los descubiertos mostraban que eran de gran calidad, posiblemente muy caros. Había multitud de cuadros de diversas personas en poses marciales. Benjamín intuyo que estaba en un pequeño palacete de alguien de la nobleza.

Abrió la puerta de aquella habitación. Y entre en un pasillo. Pero a los segundos un pequeño frio le entro en el cuello. Se sentía vigilado. Dio la vuelta y su corazón dio un brinco que casi le da un infarto. Aquella casa no estaba abandona y a su espalda estaba una bella mujer vestida con ropajes caros típicos de un noble. Su mirada al principio era amenazante pero a los pocos segundos su faz cambio al ver la cara de terror del joven. En la mano derecha la mujer empuñaba una daga.

  • Disculpe señora. Se lo ruego.
  • ¿No venias a atacarme? – dijo con serenidad la mujer
  • No. Señora se lo ruego. Estoy desesperado.
  • ¿Desesperado porque?
  • Estoy siendo perseguido … esto … - Benjamín se percato en un momento que debería estar callado para intentar no delatar su origen racial y que aquella mujer lo delatase
  • ¿Desesperado por qué?
  • Estoy perseguido por … - intentaba inventarse una excusa pero su cerebro no funcionaba para mentir, el miedo le atenazaba
  • No me lo digas, eres judío.
  • No, no, no lo soy.
  • Tú, como te llames. Es mejor que no me mientas. Tu nariz típica te delata. Piensa un poco. Aunque no lo seas puedo denunciarte por ladrón. Así que te dará igual.
  • Bueno. Si soy … judío.
  • Así está mejor. Cuéntame que te ha pasado
  • Los alemanes han detenido a mis padres. Yo he conseguido escapar. Llevo una semana huyendo
  • … y has llegado aquí.
  • Así es.
  • Bueno. Pues estás de suerte. Yo no simpatizo con los nazis. Y tampoco con el gobierno, por culpa de él reclutaron a mi sirviente. Y ahora estoy sola otra vez. Estoy enterado de las órdenes de detención a los tuyos. Pero para mí lo de los alemanes es una invasión en toda regla. Además son una panda de estúpidos. Ganar a la unión soviética. Solo hay que ver un mapa para darse cuenta de que es un país demasiado grande. El invierno ruso se los comerá vivos. No aprendieron nada de lo que le paso a Napoleón.
  • Que Yavhe le oiga. Señora.- al oír esa palabra el cuerpo de aquella mujer se estremeció.
  • Hagamos un trato, …
  • Benjamín
  • De acuerdo Benjamin. Una cosa que debes comprender es que he vivido lo suficiente para saber que todas las guerras llevan al desastre. Y esta intuyo que lo será especialmente. El antisemitismo de ese tal Adolf está llegando demasiado lejos e intuyo lo peor. ¿Lo entiendes?
  • Si y lo comparto señora. Pero usted parece joven.
  • Gracias Benjamín. Pues necesito alguien que substituya a mi mayordomo. Tengo muchos problemas por las que precisaría a alguien a mi lado. ¿Querías ser tú?
  • Si mi lady. Lo que sea. Le ayudare en lo que precise.
  • Muy bien. Te voy a dar varias reglas que deberás cumplir a rajatabla. Primera y más importante. Soy alérgica al sol y la luz no me puede dar en la piel. Así que deberás volver a tapiar por donde entraste.
  • Lo hare señora.
  • Con esto comprenderás lo que te preciso. Todos los recados deberás hacerlos tú. Ir a comprar alimentos. Mantener la casa. Todo.
  • Trabajare duro
  • Segunda. Bajo ningún concepto. Repito. Bajo ningún concepto bajes al sótano.
  • No lo haré
  • Tercera. Todos los actos religiosos y los del Sabbat los harás en tu habitación y solo en ella. Allí podrás rezar todo lo que quieras. Pero en el resto de la casa nunca. No pronunciaras al nombre de tu divinidad delante de mi otra vez.
  • Disculpe señora así lo haré- Benjamín intuyo que ella tampoco le gustaban mucho los judíos.- ¿Como debo dirigirme hacia usted?
  • Bueno. Mi nombre es Lady Elisabeth Bathory. Soy condesa de estos lugares. Pero como has visto mi familia cayo hace tiempo en desgracia. No quiero que preguntes porque. Pero veo que eres un buen chico. No te preocupes, a mi quiero me tutees. Llámame Elisabeth.
  • Si mi lady, digo Elisabeth.
  • Por la cara y el aspecto que tienes llevas tiempo sin comer. Ven a la despensa. Alli creo que hay algo de harina y algunas verduras y frutas. ¿Sabes hacer pan?
  • Si señora, mis padres son panaderos.
  • Pues estas de suerte también allí encontraras levadura me parece.
  • Entonces le hare unas vienas que se rechupeteará los dedos.
  • No Benjamín. No te preocupes. Yo preciso una alimentación especial. No me agrada el pan. La despensa está en la tercera puerta a la izquierda. Una última cosa. Dentro de media hora quiero que entres en la segunda puerta a la izquierda de la primera planta.
  • Segunda puerta a la izquierda de la segunda planta. De acuerdo. Allí estaré.
  • Buen chico. Creo que me vas a ayudar mucho.
  • Trataré de hacerlo lo mejor que pueda.
  • Luego nos vemos
  • Hasta luego señora

Así se despidieron y Elisabeth subió a la primera planta y el se dirigió a la despensa. Allí encontró algo de fruta y verdura algo rancia. Estaba claro que no se había repuesta la comida por bastante tiempo. Eso le extraño bastante a Benjamín. Pero para el hambre que tenia era un manjar. También sacio su sed acuciante y pude encontrar la harina en un saco tal como le dijo la señora de la casa. También localizó la levadura. Así con agua y todos esos ingredientes empezó la receta que tan fijamente se le había quedado grabada en la memoria de tanto ejecutarla para la fabricación del pan en el negocio familiar. Como el proceso duraba casi un día entero mañana lo amasaría y lo hornearía. Al menos ya estaba un poco satisfecho con lo poco que encontró. Estaba claro que debía ir a un pueblo cercano para ir a reponer todo aquello. Pero también pensó en el posible peligro que eso implicase de ser delatado por un lugareño. "Ya se me ocurrirá algo".

A la media hora recordó que tenía que ir a atender a la condesa. Dejo todo aquello y se dirigió a la puerta indicada subiendo las escaleras. La casa tenia iluminación mediante bombillas así que había línea eléctrica. Pero el horno de pan en la despensa era de leña. Tal como debía ser según las enseñanzas paternas.

  • Con su permiso
  • ¡Pase Benjamín!

Entonces se percato que aquello era un cuarto de baño y que la condesa estaba en la ducha. Pudo ver su perfil detrás de la cortina. Su cuerpo era escultural. A pesar de sus palabras anteriores no le daba una edad mayor de 24 años. Era baja pero tremendamente atractiva, unos pecho bien torneados pero sin ser muy grandes. Rubia de pelo ligeramente rizado. Ojos amarillos y los rasgos típicamente húngaros. Entonces ella abrió de improviso la cortina y el se quedo embobado viendo aquella maravilla de la naturaleza. A los pocos segundos se percato de la situación. Agacho la cabeza y trato de ocultar que se había rubirizado y que si miembro se había puesto erecto.

  • Disculpe señora. Creo que no debo estar aquí.
  • No tienes nada que disculpar. Estas en el sitio correcto.
  • Tengo que irme. Seguiré con la fabricación del pan.
  • No te hecho venir por una razón. Tienes un trabajo que hacer aquí.
  • ¿Cuál mi señora?
  • No me llames señora más veces, por favor. Me hace sentir vieja. Y no estoy casada.
  • Si señorita. ¿Qué precisa?
  • Preciso que me frotes la espalda.
  • Señora… señorita. Con el debido respeto. Creo que no debo hacer eso.
  • ¿No debes hacerlo por qué?
  • Usted es una condesa. Yo un humilde panadero judío. No soy quien para tocar su cuerpo
  • ¿Y si deseo que me lo toques?

Entonces Elisabeth salió completamente mojada de la ducha. Se acerco directamente hacia él. Benjamín dio un paso hacia atrás.

  • ¡Por favor sécame!
  • Señorita Elisabeth se lo ruego. No me ponga en un aprieto.
  • Venga. ¿No te gusta lo que ves?. Si te gusta. Tu entrepierna habla por ti.
  • Perdóneme. No quería.
  • ¿No querías qué? Sentir excitación al ver a una mujer desnuda. Eso es normal en tu edad. Y me siento alagada por tu reacción.
  • No se burle de mi señora.
  • No me burlo.

Entonces Elisabeth fue con sus labios a los del joven. Este se quedo paralizado. Acababa de conocer a esa mujer y ya le había mostrado su cuerpo desnudo y la había besado. Era su primer beso. Un beso robado. Pero un beso al fin y al cabo. Elisabeth se retiro y vio la cara anonada del chaval. Se había quedado mudo. La condesa no pudo reprimir una leve sonrisa.

La mente de Benjamín estaba saturada. Había tonteado con chicas judías del pueblo pero ni siquiera llego a primera base. No se puede decir que fuese feo, tenía un buen porte y su cuerpo empezaba a ser ligeramente musculado resultado de cargar con pesados sacos de harina. No podía imaginarse a una mujer que fuese tan directa en la seducción. Eso no formaba parte de su educación sobre cómo debía comportarse una mujer. Pero ahora estaba excitado y tenía un cierto aprecio por la señora. Le había dado refugio y parecía que le estaba ofertando mucho más ahora. Decidió también ser un mayordomo en ese aspecto y darle a su señora lo que parecía pedir.

Intuyo los motivos. Siendo alérgica al sol apenas podía salir de aquel lugar. No podía conocer gente y tratar de ronronear con otras personas de su rango, de la nobleza y si fuera posible de la realeza. Pero ella parecía estar condenada en aquella prisión de oscuridad. AL ver a un hombre debía tener un ardor que quería apaciguar. Y ahora veía la posibilidad en él. Eso eran sus pensamientos pero en realidad eran parcialmente ciertos. Además había otro motivo que él desconocía.

Con la toalla seco el cuerpo de aquella mujer. Y lo hizo con dulzura y delicadeza.

  • Soy la única desnuda. ¿No crees que deberías hacer algo al respecto?
  • No sé si es buena idea.
  • Si es buena idea. Benjamín. Relájate. ¿O es la primera vez que estas con una mujer?
  • Voy a ser sincero. Así es.
  • Eres virgen. No te preocupes yo te guiare.

Entonces fue ella la que le desnudo. Al quitarle los pantalones su miembro se liberó y salió disparado como un resorte hacia arriba. Lo tenia de un buen tamaño. Elisabeth sonrió y miro al joven. Decidió darle confianza con unas adecuadas palabras

  • Tienes una polla bien buena y gorda. Tú y yo lo vamos a pasar muy bien. No te preocupes hacer el amor es una cosa natural y sale solo con unas leves instrucciones.

Elisabeth ya era sabia y sabia que los primerizos no son muy buenos en sus primeros intentos. Pero además tenía sed desde hacía ya mucho tiempo. Una sed urgente de saciar. Y sabía que estaba se iba a calmar enseguida. Entonces se arrodillo ante el joven.

  • ¡Señorita!¿Qué hace?
  • Muy fácil. Te la voy a mamar. Una condesa te va a chupar la polla
  • No, no señora. No hace falta que haga eso. No se humille así. Levántese
  • Si , si lo hare. Relajate y disfruta.

Elisabeth intuyo lo que iba a pasar así que iba a directamente el objetivo. Se la introdujo en la boca y le dio lamidas en el glande y en el frenillo. Los gemidos del chaval eran premonitorios. Paso rapidísimo. Cuando noto que Benjamín puso su cuerpo tenso entonces empezó a comérsela con intensidad, mamando con fuerza y profundidad. En menos de un minuto el chaval se corrió y empezó a eyacular abundantemente en la boca de la condesa. Había logrado lo que pretendía y estaba recibiendo el caliente líquido de la vida. Este temblaba de placer. Había sido su primer orgasmo y se lo había proporcionado una condesa con una felación arrodillada ante él. Su cuerpo tembló durante el clímax. Durante unos segundos su mente se quedo petrificada ante la sensación. Pero después su cerebro empezó a pensar.

  • ¡Oh no! ¿Qué es lo que he hecho? Perdóneme señora se lo ruego. Yo no quería hacer eso. Me salió sin querer. Por favor no se enfade. Le pido clemencia.
  • ¿Clemencia? Anda no digas tonterías. Pues claro que te salió sin querer, pero si era lo que yo pretendía. Disculpas ninguna. Gracias por tu lechita Benjamín. Estaba muy sabrosa.
  • Señora no entiendo nada.
  • Te lo explico. Tú me gustas. Yo te gusto. Así que ¿Qué problema hay con que le demos gusto al cuerpo?
  • Pero la he mancillado.
  • ¿Mancillarme?. Eso es lo que dicen muchos que denigran a la mujer y la quieren con una pata atada a la cama pero que llegue a la cocina. Los hombres sois estúpidos. Darle libertad y ellas estarán encantadas de volveros locos de gusto. ¿No sería mucho más excitante que vuestra amante hiciera motu proprio esas cosas que deseáis?. No me digas que no te ha gustado porque tengo pruebas en mi garganta que dicen que sí.
  • Supongo que tienes razón.
  • Benjamín únete a mí. Y juntos sobreviremos a esta locura que domina el mundo. Me han llegado rumores horribles de las cosas que le están haciendo al pueblo hebreo. Tú me has visto. Ves como vivo. Preciso alguien a mi lado que me ayude. Yo te protegeré como condesa y como … Bueno lo importante es que unidos seremos uno. Yo te cubriré la espalda y tú la mía. Hagámonos amantes Benjamín.
  • Elisabeth. Así lo haré. Me he enamorado de usted en una sola noche. No sé por qué lo hace. No lo entiendo. Pero estaré para todo lo que necesites.
  • Ahora lo que necesites es que aprendas. ¿Debes devolverme el placer, no?
  • Si creo que sí.
  • Bien vamos al dormitorio.

La condesa cogió de la mano al joven y la dirigió a su cuarto. Estaba decorado con mobiliaria clásico. Con muebles caros. Era claro que tenía dinero. Pero se preguntaba en ese instante que no tuviese más sirvientes. Allí se sentaron en la cama. Entonces ella abrió sus piernas y mostro su depilado sexo. Benjamín volvió a excitarse ante esa visión. La nueva erección hizo sonreir a Elisabeth.

  • Mira estos son mis pechos. Tócalos. Sin miedo. Adelante

Benjamín puso sus manos sobre las cálidas y suaves tetas de la mujer. Esta suspiro ante la caricia.

  • Venga anímate. Juega con ellas.
  • ¿Puedo?
  • Puedes y debes

Ahora te enseñare más cositas. Mírame aquí. Elisabeth abrió sus piernas de par en par. El monte de Venus estaba totalmente depilado y estaba a la vista del joven. Entonces con sus dedos abrió su vulva dejándola desnuda a la vista de Benjamín. El cual observo una larga colección de colores que iban del rosado al violeta.

  • Venga acércate, no temas.

Benjamín se aproximo enfrente al sexo de la señora y percibió su embriagante olor. Con suave olor fresco y dulce. Entonces los dedos de la condesa se dirigió a la parte superior de los labios y descendió un capuchón. El joven panadero se fascino al observar con tanta nitidez el sexo de una mujer.

  • Este es mi clítoris. Es como tu pene. Ahora quiero que me devuelvas la moneda.
  • Si, señora. Encantado.

El semita estaba completa borracho de sensaciones y hundió su cara entre los muslos de la condesa. Su boca se lleno de los jugos que emitían el sexo de Elisabeth.

  • No tan raudo.. con más … calma… más despacio. Si .. con la lengua… si lo estás haciendo muy bien … sigue .. no pares.

La condesa suspiraba y empezó a soltar un leve derrotado jadeo de placer. La lengua subía y bajaba por el sexo femenino. No de forma efectiva pero suficiente. La condesa sabía perfectamente que la práctica lleva a la perfección. En poco tiempo haría de él un gran amante. El amante que había perdido al ser reclutado por el ejército. Aún recuerda con lloros cuando su último mayordomo, y amante, se le fue arrebatado. Necesitaba al menos un humano para sobrevivir y no tener que hacer aquello que detestaba tanto. Pero era muy difícil tener uno de confianza. Pero aquel chico desesperado, que lo había perdido todo. No costaría hacer que se enamorase de ella. Ambos estaban en una situación precaria e iban a precisar el uno del otro. Elisabeth había encontrado un nuevo sirviente, amante y aliado.

Benjamín subía y bajaba con su lengua por la vulva. Empezaba a entusiasmarse al ver las reacciones de su señora. No sabía que había pasado con sus padres. Intentaría localizarlos. Pero ahora lo importante era sobrevivir como le rogo su padre cuando empezó la debacle. "Si nos capturan haz lo imposible por escapar". Fue la orden de su padre, pero no estaba por obedecer. En cuanto pudiese iría tras ellos. Pero podía quedarse unos días con la condesa para ayudar a aquella pobre señora. Sus padres le habían instruido a ayudar a los necesitados."Trata a los demás como deseas que te traten a ti.".

Ahora de motú propio. El joven penetra la vagina con su lengua y los jugos salierón de forma más abundante. Su sabor estaba siendo delicioso. Este acto de entrega de placer lo estaba excitando y su pene volvía poco a poco a reaccionar. Al volver al clítoris la señora.

  • ¡Ahí!... ¡Sigue!... ¡Sí!

Elisabeth empezó a mover las caderas de forma acompasada. Cogió la cabeza del joven y la aproximó más a su coño. Su vientre temblaba de placer.

  • ¡Me vengo! ¡Me voy a correr! ¡Qué bien!¡Sí!

La señora apretó de forma inconsciente la cabeza del joven con las piernas en su orgasmo. Elisabeth pudo por fin así liberar tanta pasión y deseos reprimidos por meses. Su respiración se recorto y las mejillas se pusieron con un claro color rosado.

  • ¡Lo has hecho muy bien Benjamín! ¡Muy bien! Déjame descansar un momento.

Benjamín se deleitaba de los sabores que percibía su paladar mientras observaba como estaba respirando con un deje aliviado a la noble. Esta al poco se incoporo y vio la entrepierna de su nuevo mayordomo.

  • ¡Hmm! Veo que estás ya listo para otro round. Los jóvenes con tanta energía que tenéis. ¿Te apetece seguir?
  • Si señora. – dijo con entusiamo.- Que hacemos ahora
  • Ahora haremos el amor. ¿Te gusta la idea?
  • Si. Me encanta. Pero My lady. Nunca lo he hecho.
  • Pues entonces yo tomare el mando de las operaciones. Túmbate en la cama.

El joven obedeció y la señora se puso encima de él y apuntó su pene a su vagina. Poco a poco fue bajando. Benjamín no pudo reprimir un gemido de placer al sentir la calidez del sexo de Elisabeth sobre su pene. Elisabeth por su parte ahogo un jadeo. Por fin aliviaba su quemazón interior.

  • Vamos. Aguanta chico. No te vengas tan rápido
  • Lo intentaré señora.. ¡ufff!

Pero el pobre Benjamín no paraba de suspirar cada vez que las nalgas de Elisabeth se sentaban en su pelvis. Se sentía muy llena, el miembro del chaval era de un buen grosor. Así por fin volvió a disfrutar del roce de un pene en las paredes vaginales. Poco a poco los gemidos de ambos amantes aumentaban en ritmo e intensidad. El placer que sentían ambos era prodigioso. Para Benjamín su primera experiencia estaba siendo arrebatadora. Para Elisabeth tampoco le faltaba a la zaga calmar su hoguera interior. El orgasmo de Elisabeth estaba al caer. Su vagina estaba muy excitada después del sexo oral practicado por el judío. Elisabeth no dudaba ya en gruñir de placer. Esa reacción animaba el amor propio de su amante. Benjamin se animo y cogió los pechos de la condesa apretándoselos con suavidad.

  • Retuérceme un poco los pezones. ¡Si!

Así lo hizo Benjamín y la sensación fue el detonante final para el clímax de la condesa.

  • ¡Siiiiiiiiii! – grito de manera desesperada

Un aluvión de sensaciones recorrió el sistema nervioso de Elisabeth. Jadeaba, gemía, gruñía. Su cuerpo temblaba una vez más de gusto. Entonces la vibración del sexo hizo estirar levemente el pene de Benjamín hacia el interior. Este fue el impulso final para que el alcanzase el suyo. Y por primera vez pudo disfrutar de eyacular dentro de una mujer. Una explosión de percepciones le saturo su mente mientras gritaba y se retorcía en la cama. Los chorros de esperma fluyeron con intensidad hasta alcanzar el útero de la mujer. Elisabeth se tumbo al lado del joven mientras ambos respiraban a grandes bocanadas.

  • ¿Qué te ha parecido chaval?
  • ¡Ha sido fantástico señora!
  • Entonces te gustaría ser mi amante también
  • Sería un gran honor. Gracias por darme ese placer.
  • Pues si es así. A partir de ahora quiero que me llames Eli
  • De acuerdo. Eli.

Ambos se dejaron llevar por la modorra y se quedaron dormidos. El joven se apretó al cuerpo de la condesa.

Pasaron unas horas. Entonces el subconsciente de Eli actuó. Sintió calor en su brazo. Era calor humano. Se despertó súbitamente con hambre y entonces se giro bruscamente al cuello de Benjamín que estaba profundamente dormido. Pero justo antes de pasar la desgracia ella se percato y se detuvo justo en el instante. Un rictus de terror le atravesó el cuerpo al percatarse lo que estuvo a punto de hacer. Benjamín se removió en la cama y se desperezó

  • ¿Qué te ocurre Eli? ¿Pareces asustada?
  • ¡Oh cielos! abrázame

Benjamín abrazo a su amante. Ella hizo lo mismo con una fuerza que asustó al joven.

  • Te lo ruego Benjamín, no me abandones. Te necesito
  • No lo haré porque yo también te necesito.

(Continuará)

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