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Serás mía o de nadie

en No Consentido

La academia de Safo 8: Serás mía o de nadie

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Leander se encontraba en la casa de Anaxágoras. Uno de los filósofos más famosos da la ciudad. Amigo de Pericles y de Aspasia vivía con pesar los acontecimientos que se sucedían desde unos años atrás. Leander se presento entregando sus credenciales.

-          Alabado sea Zeus por tu presencia, estimado Leander. ¿Cómo has conseguido entrar?

-          Bueno, me he hecho pasar por traficante de esclavos.

-          Muy listo. Bueno , ¿Pues Parsimonios quiere intentar de nuevo una negociación? Va a ser difícil. Posiblemente has llegado en el peor momento.

-          ¿Y eso?

-          La asamblea de ayer retiro del poder a Pericles. Se ha iniciado un juicio de corrupción contra él y contra su amante, Aspasia, otro por proxeneta.

-          ¡Maldita sea!

-          Bueno yo también tengo problemas. Mi idea de que el sol sea un bola candente me ha dado lugar a una acusación por impiedad. También es conocido mis intentos en la Eklessia de promover un acuerdo de paz me está dando muchas antipatías, ya hay gente que rumorea que soy un traidor a Esparta.

-          Pues como alguien se entere de quien soy sí que tendrás problemas.

-          Creo que no lo soporto más. Si al menos se estableciera una tregua me iría de aquí. Esta ciudad está atestada de rencillas y envidias. Me iría a Mileto. En la Jonia la cosa está más calmada.

-          ¿Qué hacemos entonces?

-          Pericles es un gran orador, seguro que saldrá de esta. Así que creo que es nuestra mejor baza. Hablemos primero con él. No tenemos tiempo que perder, vamos en su busca ahora mismo.

-          Adelante entonces

El filósofo y el general salieron de la casa y pasearon por las calles de Atenas. En un momento Leander se encontró con Galatea, tenía los ojos rojos de tanto llorar.

-          ¡Galatea! ¿Qué te ocurre?

-          Perdóname, mi amor, perdóname. Lo he estropeado todo. Corres peligro. Debemos marcharnos.

-          ¡No entiendo! Habla más claro.

-          Sophie. Sophie sabe quién eres, y temo por ti.

-          ¿Sophie? ¿Quién es Sophie?

En ese momento Leander sintió una punzada terrible en el brazo. Se llevo rápidamente la mano hacia él y comprobó que estaba sangrando. Galatea miro al atacante. Tenía la cabeza cubierta, se giro y solo se le podía ver los ojos. Galatea intuyo una sonrisa en ellos. El atacante se giro y salió corriendo.

-          ¡Auch! ¿Qué ha sido eso? – protesto Leander

-          ¿Estás bien? – pregunto Galatea

-          Sí, estoy bien. Solo ha sido un rasguño.

Galatea tuvo una corazonada funesta. Esa mirada, esos ojos, esos ojos los había visto antes. Y de repente tuvo un terrible presentimiento. Un terrible vuelco en el corazón.

~ ~ ~ ~

Sophie llevaba corriendo por las calles llorando, lamentándose. Su amada Galatea, le había traicionado, doblemente. Ahora no solo quería parar la guerra contra Esparta. No quería vengarse de la Espartanos. Ahora además estaba con uno de ellos. Sin percatarse se introdujo en uno de los barrios más inhóspitos de la ciudad y menos aún de noche. Allí donde Aspasia le repitió que no fuera. En un momento dado, un hombre muy grande y fuerte se puso frente a ella. Y sin previo aviso le dio un puñetazo en la boca del estomago. Si quedo sin aire y no pudo gritar. El desconocido le puso un pañuelo en la boca y luego un saco en la cabeza. La cargo en sus hombros y a oscuras a pesar de que pataleaba no pudo hacer nada mientras la raptaba a no se sabe bien donde.

Tras un tiempo empezó a oler un nauseabundo hedor que al rato desapareció. El raptor la descolgó y le amarro a los brazos a algo que aún no pudo definir qué. Allí completamente amordazada la abandono. Ahora su desgracia parecía ser infinita.

~ ~ ~ ~

Paso casi una hora, en ese momento percibió como sus brazos eran amarrados con una cuerda , sus piernas separadas y también atadas. La dejo en pie y le quito la capucha. Se adapto un poco a la oscuridad y percibió que había una antorcha encendida. Aquello parecía un pajar.

-          Hola de nuevo, amada Sophie.

Esa voz le sonaba, venia de su espalda. Intento recordar, pero no podía ser. Tenía que ser una alucinación. La voz se acerco desde la oscuridad y al final pudo confirmar su terrible sospecha.

-          ¿Philipa? ¿Eres tú?

-          Vaya, me recuerdas.

-          No entiendo, ¿Qué pretendes? ¿Qué haces con este hombre? Pero si somos amigas

-          Somos amigas – dijo entonando la última palabra. Con un cierto deje amargo.

Entonces se giro hacia ella y le dio un profundo beso en su boca. Pero Sophie no lo recibió gustosamente. No entendía que pasaba.

-          ¿Qué pasa Philipa? No entiendo nada. ¿Por qué me has secuestrado? – pregunto Sophie con voz angustiosa. ¿Dónde estoy?

-          De acuerdo, Sophie. Por nuestra amistad te informaré de que va el asunto. Yo quiero ser tu amiga, pero tú no lo quieres ser conmigo.

-          ¿Cómo? Pues claro que hemos sido amigas. Desde chicas. ¿No recuerda todos los años que hemos jugado juntas desde muy pequeñas?

-          Si los recuerdo demasiado bien. Los he recordado todos estos años. Yo tenía la esperanza de que estaríamos juntas toda la vida. Aún recuerdo como corríamos por Mitilene, juntas de la mano, me estremecía al sentir tu tacto. Pero entonces …

-          ¿Entonces qué?

-          Entonces tuviste la idea de aprender poesía y entonces esa zorra …

-          ¡¿Qué?! ¿Es eso? ¿Estabas enamorada de mí? Habermelo dicho

-          ¿Y si te lo hubiera dicho hubieses dejado a Galatea y hubieses venido conmigo?

Sophie no contestó.

-          Veo que tu silencio te delata. Pero bueno, eres una estúpida. Conmigo te hubiese llevado al paraíso, pero preferiste a la egoísta de la profesora. Pues tengo que informarte que esa que tanto amas ahora está con un hombre. Y no un hombre cualquiera… ¡Con un espartano!

-          Lo sé – respondió Sophie entre lagrimas

-          ¿Lo sabes? Bueno, no te preocupes. Te he hecho un favor.

-          ¿De qué me hablas?

-          Leander, el amante de Galatea. A estas horas debe estar muerto. Ves este cuchillo, su hoja está impregnada de veneno.

-          ¡Philipa! ¿Qué te ha pasado?

-          ¿Qué que me ha pasado? Que la zorra de Galatea me arrebató mi amor. Que mientras ella fue rescatada por esta tal Leander yo fui brutalmente violada al igual que todas nuestras compañeras. ¿Y tú y tu amante donde estabais? Librándoos del dolor. ¡Pero yo ahora os daré dolor!

-          ¡Lo siento Philipa! ¡Te juro que lo siento!

-          No jures en vano, puerca. Ahora ya no le debo lealtad a Lesbos. Ahora soy sirvienta del general Lisandro.

-          ¿Lisandro? ¿El general espartano? ¡Estás loca!

-          ¿Loca? .- dijo con una risa sarcástica – Si estoy loca – con un gesto enloquecido – Perdí a mis padres, no pude estar contigo, me arrancaron mi honor. Ya no me queda nada, excepto la venganza.  ¿Y tú? Tú vas a pagar.

-          ¡Philipa! No sé qué mal te hice pero perdóname.

-          ¡Tarasios! ¡Déjame solas con mi amiga!

-          Lisandro ordeno que no

-          He cumplido la misión, así que espera fuera del pajar.

-          Bueno, paso de aguantar las tonterías de mujeres. Allá vosotras. Te espero. Pero no huyas

-          No huiré. Puedes estar tranquilo, como nuestra amiga común tampoco.

El secuaz de Lisandro abandono el pajar. Entonces Philipa le dio otro beso lleno de angustia.

-          Te deseo, siempre te he deseado. Serás mía o de nadie.

Philipa cogió el cuchillo envenado y partió la túnica de Sophie por el canalillo de sus pechos. Poco a poco fue rompiendo su vestimenta hasta arrancarlo del todo. Mientras esta gritaba angustiada ante lo que estaba sufriendo.

-          Tú y yo nos vamos a divertir. No te hagas la estrecha porque estoy segura que con Galatea no te hacías la remolona. Ahora lo harás conmigo.

-          ¡Déjame por favor!

-          ¿¡Por favor!? ¿Cuántas veces pedí por favor a Lisandro en el templo de Afrodita! No te preocupes, que tú también lo conocerás.

Philipa empezó a amansar los pechos de su amiga con lujuria, su cara delataba el momento de satisfacción tanto tiempo deseado.

-          ¡Oh si! ¡Tienes unas buenas tetas! ¡Se nota que ya no eres una niña! Oh sí, que dulce tacto, que esponjosidad.

Philipa se dispuso a lamer los pechos de la aprendiza de poetisa, pero lo hacía sin ningún tipo de delicadeza. Como quien quiere darse un atracón, dando mordiscos a los pechos y relamiéndose en los pezones. Las caricias hicieron un efecto ingrato a Sophie, noto que se excitaba, no quería sentir esa sensación, su vagina empezaba a producir miel.

-          Se nota que te gusta. Se te han puesto los pezones duros. Vas a ser una buena putita.

Philipa bajo una de sus manos al sexo de Sophie, esta intento resistirse pero la mano alcanzo su objetivo y lo hizo de manera desconsiderada. Metiendo con fuerza los dedos.

-          ¿Pero qué es esto? ¡Si estás mojada! Jajajajaja. Lo que nos vamos a divertir Lisandro y yo. Vas a ser una adquisición estupenda.

-          ¡Jamás! ¿Me oyes Philipa? Jamás estaré con ese malnacido.

-          Sí que lo harás. Lisandro sabe doblegar cualquier voluntad. Y es más te juro, que lo harás gustosamente.

-          ¡Déjame! ¡Te juro que si me dejas no haré nada!

-          Tú no harás nada, pero yo si voy a hacer. Prepárate que te va encantar este jueguecito.

-          ¿Qué vas a hacer?

Philipa se agacho y recogió un pequeño saco que estaba en el suelo. Lo abrió y saco algo alargado y de color verde. Sophie se percató que era una verdura, un pepino. Un fruto originario de extremo oriente que empezaba a ser apreciado y cultivado.

-          ¿Qué vas a hacer con e…

Antes de que pudiera terminar la pregunta Philipa se lo incrusto en su vagina con violencia. La lubricación que tenía alivio ligeramente el desgarro que le produjo la brutal penetración.

-          Jajajaja, ¿Te gusta zorra? ¿Te gusta?

Philipa comenzó a realizar un vaivén con la verdura. Sophie trato de resistirse pero amordazada no podía hacer nada frente a todos los antojos que quería su antigua amiga.

-          Deja de quejarte y vete acostumbrando. Esto es lo que te espera con Lisandro, y voy a disfrutar viendo cómo te folla. Si, follarte. Lisandro y yo te vamos a violar hasta que nos hartemos de ti.

Con el dedo anular de su otra mano penetro el ano, Sophie dio un respingo.

-          Tranquila, no te voy a romper el culito. Eso está reservado para mi amo.

Ahora siendo penetrada por ambos agujeros Sophie percibió que su cuerpo estaba traicionándole. Un orgasmo surgió y trato de retener los suspiros. Pero el esfuerzo fue inútil, Philipa se percató al sacar la hortaliza.

-          Menuda putilla estas hecha. Vas a ser una buena esclava. Te has corrido follandote duro. Eso es bueno para Lisandro, le vas a encantar y a mí.

-          ¡No! No me he corrido

-          A mí no me mientas, mira cómo has dejado el pepino. Lleno de tus flujos. Pero la próxima vez no ocultes tu placer como has intentado. No sabes lo preciosa que te pondrás cuando te corres.

-          Iros al infierno tú y Lisandro

-          Yo ya estoy en el infierno y tú vendrás conmigo.

Philipa le tapó la nariz. Para respirar Sophie abrió la boca y Philipa aprovecho para incrustar el pepino en la boca. Otra vez no tuvo ni el más mínimo atisbo de piedad y se la metió profundamente. Sophie tuvo una arcada que fue respondida con risas y de nuevo el vaivén de penetración.

                .- No te preocupes esclava, con el tiempo aprenderás a aguantar la respiración mientras tu amo te folla la garganta.

Sophie percibió el sabor de sus fluidos que mojaban el pepino bajaban por su cuello. Trataba de encontrar aire pero no lo encontraba. Los ojos se le pusieron blancos. Philipa viendo que estaba poniendo en peligro la futura adquisición se lo saco. Sophie respiraba a bocanadas tratando de recuperar el aire.

-          Philipa. Como tú quieras. Haré lo que tú digas. Pero no me tortures más.

-          ¿Hacer lo que yo diga?

-          Si lo que quieras

-          Bien, vas aprendiendo el camino que te espera. Una esclava dócil sirve mejor a su amo y lo paso mejor. Bien, siempre he deseado una cosa.

-          Lo que quieras

-          Cómeme el coño.

Pero así amarrada no podía hacerlo. Así que Philipa corto las amarras por arriba y por abajo.

-          Túmbate en el suelo.

-          Si, mi ama- fingió Sophie

Sophie obedeció y su compañera de clases se situó con su entrepierna en su boca colocando sus rodillas una a cada lado de la cabeza. La tenia sujeta entre sus piernas. Inmovilizada. Cogió su nuca y se la apretó firmemente a su sexo.

-          Vamos, demuéstrame lo que sabes hacer. Hasta ahora se lo chupabas a Galatea. Pero yo soy tu ama, al igual que Lisandro será tu amo y amo mío también. Serás el escalón más bajo de las furcias.

Sophie estableció sus esperanzas en satisfacer a su enloquecida amiga. Ahora odiada. Apenas respirando con la nariz metida entre las piernas de Philipa se esforzó en darle el mejor cunnigulis que sabia. Se odiaba a si misma por ello, Philipa no se lo merecía. Pero su antigua compañera estaba muy excitada de tanto vejarla y fácilmente consiguió su propósito. La joven no oculto su orgasmo y derramo gran fluido en la cara de su esclava. El placer fue intenso y se derribo sobre el pajar deleitándose de las sensaciones tanto tiempo esperadas. Sophie pensó que era su oportunidad.

~ ~ ~ ~

-          Leander. ¿Estás bien? – preguntó Galatea.

-          No ha sido nada. Solo un rasguño. Un momento algo no va bien. ¿Qué me pasa?

Leander empezó a sentir mareos y nauseas y se derrumbo al suelo. En ese momento Galatea comprendió que su intuición era cierta. Llevo su boca a la herida y empezó a sorber sangre y escupirla.

-          Por todos los dioses. Es veneno.- dijo Anaxogaras – debes abandonar la ciudad. Alguien quiere matarte.

-          ¡No! ¡No puedo! La paz entre los griegos depende de mi.

Pero en ese instante Leander se desmayó.

(Continuará … Si escribís comentarios).

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