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Conquistando el culo de Scherezade

en Sexo Anal

Yo y Scherezade 3: Conquistando el culo de Scherezade

Habían pasado pocos meses con Scherezade aprendiendo el idioma. Avanzaba a pasos agigantados pero esa mañana Abdul volvió a aparecer.

  • Van Jeidelbej
  • Heidelberg. ¿Tan difícil es?
  • Bueno, como seas. Tienes trabajo. El Califa te ha llamado a consultas.
  • Entonces te dejo Scherezade.

La esclava que me instruía se despidió de mí con un gesto. Yo y Abdul nos dirigimos a las dependencias centrales del palacio. En los pasillos le comenté mis preocupaciones.

  • Abdul, creo que no estoy preparado aún no hablo lo suficientemente bien vuestro idioma.
  • Pues te la tendrás que arreglar con lo que sabes. El califa ha perdido la paciencia.

Al llegar a la estancia volvimos a ser generosos con las reverencias. El Califa nos invito a sentarnos con un gesto de la mano. Allí había colocadas dos almohadones muy grandes al efecto.

  • ¿Que desea mi muy excelentísimo califa?- inicio Abdul
  • Profesor Van. Ha estado como invitado en mi palacio por deferencia hacia mi padre que tuvo a un colega suyo también a sus órdenes. Pero creo que ya es hora de hacer algo.
  • ¿Qué deber hacer? – contesté lo mejor que pude.
  • Veo que has hechos progresos hablando. Pero sigues haciéndolo peor que un niño
  • No manejar tiempos verbales aún.
  • Pero veo que me entiendes. Con eso será suficiente. Tengo un trabajo para ti. Creo que alguno de mis virreyes me está robando. Los ingresos a palacio se están estacando a pesar de las subidas de impuestos a los reinos conquistados. Según me ha dicho Abdul eres bueno en matemáticas. Así que lo que te exijo es que revises la contabilidad de las entradas y percibas irregularidades. ¿Me has entendido?
  • Perfectamente
  • Estupendo. Quiero que empieces inmediatamente
  • A sus órdenes.

Abdul y yo nos retiramos a la usanza del país. Ya en el pasillo y más relajados le pude comentar a Abdul.

  • Con revisar la contabilidad no es suficiente. Yo podré comprobar la evolución de los ingresos según reinos pero luego es preciso ir sobre el terreno a comprobar que no haya una razón justificada para ello.
  • No te preocupes Van. De eso yo me encargo. Señala a los virreyes sospechosos y yo investigaré de manera más exhaustiva.
  • Bien donde está la contabilidad aquí.
  • Te llevaré a la oficina de Al Mutamid. Pídele todo lo que precises.

La oficina de Al Mutamid era la típica de un contable. Absolutamente atestada de pergaminos de papel artesanal. Aquello parecía un caos. Pero aquel buen y viejo señor parecía tener una organización peculiar por lo que me pudo dar la información contable de los virreinos en los últimos años. Pero el resultado fue desolador. La cantidad de papeles que me trajo fue horriblemente grande. Así que me tuve allí casi una semana sin parar y sin apenas dormir viendo todo aquello. Era urgente localizar el posible problema. Afortunadamente los números eran arábigos así que facilito un poco las cosas. Así que a base de hacer cuentas pude localizar que el virreino de Bagdad tenía un comportamiento fiscal anómalo. Había dos referencias al año en curso. Le comunique esta anomalía a Al Mutamid. Este observó detenidamente los documentos y se percató de un detalle. Una de ellas tenía su firma falsificada. Este contenía una cifra total significativamente menor al del otro que parecía ser el original. El contable fue a comunicar el hallazgo inmediatamente al Califa. Después de una dura semana de trabajo lo había conseguido. La sensación de miedo se difuminó y pude respirar tranquilo después de una semana. Allí había un pequeño mueble alargado a la forma de sofá. Me tumbe en él y me dispuse a dormir. Por desgracia apenas me permitieron hacerlo. Pocas horas después el califa entro en el despacho y me sorprendió sobando. Al notar ruidos me desperece y me lleve un tremendo susto al verme delante del califa. Me incorpore e hice una reverencia.

  • Excelentísimo Califica. Localizar posible incoherencia en Bagdag

Le señale la copia falsificada la cual leyó detenidamente. Al Mutamid le hablo

  • Esa firma no es mía mi señor. Creo que Ar Jazed nos está intentando engañar.
  • Entendido Al Mutamid. Has servido lealmente durante toda tu larga vida. Pero es irresponsable por tu parte no haberte percatado de este engaño con anterioridad. Aunque no se tu firma eres responsable de lo que aquí entra. A pesar de ello no tomare medidas. No haré lo mismo con respecto a Ar Jazed. Abdul
  • Si mi señor
  • Quiero que te dirijas a Bagdag y compruebes en que está dedicando mi dinero ese ladrón.
  • A sus órdenes.
  • Por tu parte Van. Veo que estás agotado. Has hecho un buen trabajo. Vuelve a tu habitación. Y por cierto que Scherezade termine de enseñarte a hablar. Es irritante oírte solo usando infinitivos.
  • Si mi señor.

Al marcharse el califa me sentía eufórico. Estaba claro que aquello dependía mi vida y lo había conseguido. Volví a mi estancia y me tumbe en la cama. El agotamiento era palpable. No había trabajado tanto de manera consecutiva desde que lo hice en los diseños iniciales del LHC.

Al despertar Scherezade estaba al pie de mi cama esperándome.

  • ¿Cuánto dormir?
  • Llevas más de un día.
  • Vaya. Y yo sin cambiar de ropa. ¿Poder tú salir?
  • Si mi señor

Me duche y me cambie de ropa. Al salir otra vez me encontré a Scherezade.

  • Scherezade. Precisar aprender tiempos verbales
  • Eso está claro mi señor. Tú forma de hablar es ridícula, con perdón.
  • No hay nada que perdonar, ser cierto. ¿Existir libros de gramática?
  • Si Van. Deberíamos ir a la biblioteca real.
  • Ir entonces.

Llegamos a la biblioteca y aquello era impresionante. Era enorme. Había multitud de volúmenes. Por desgracia tenían escases de personal y tardaron bastante en atendernos. Al poco un bibliotecario me dio uno de libros de texto usuales para niños dedicados a la enseñanza de la gramática. Le eche un vistazo al índice y comprobé que era lo que yo necesitaba.

  • ¿Yo poder llevar?
  • Si, ¿A nombre de quién?
  • De Van Heidelberg
  • Vale anoto: Van Jeidelbej. Martes 3 de Abril del 525. Como veo que lo precisas bastante devuélvelo en un mes. ¿De acuerdo?
  • Entender

Era inútil ponerme a discutir la adecuada pronunciación de mi nombre. Pude ver que Scherezade se apartó de mi y se puso a leer alegremente libros de las estanterías. Estaba claro que le gustaba la lectura.

  • ¿Tú que leer?
  • Los cuentos de las mil y una noches
  • ¿Llevar también?
  • Si, por favor.
  • Indicar al bibliotecario.

Así que yo y Scherezade nos despedimos y fuimos a mi habitación. De esta manera estuve terminando de aprender adecuadamente el idioma durante las 2 siguientes semanas. Mientras Scherezade devoraba aquel libro. En ese momento el califa volvió a entrar en mis dependencias. Hice las reverencias oportunas.

  • Van. Acompáñeme
  • A sus ordenes mi señor.
  • Quiero mostrarte el resultado de tus esfuerzos.
  • No hay nada que agradecer mi señor
  • ¡Vaya! Impresionante. Pareces hablar mejor que yo.
  • No puede ser mi señor. Su excelencia tiene una capacidad de habla inigualable.
  • Por favor déjate de falsas reverencias.

Entramos en el patio interior. Alli estaba Abdul y dos guardias que custodiaban a un prisionero que estaba arrodillado en el suelo.

  • Mi querido Van. Gracias a ti he podido recuperar millones de piezas de oro robadas por este indeseable. SI, te presento a Ar Jazed. Mi hermanastro. Esto es uno de los inconvenientes de la poligamia. Mi padre tuvo 22 hijos, yo como primogénito varón herede su reino y sus conquistas. Pero también tuve que llevar la carga de una familia enorme política que se le designo diversos cargos.
  • Hermano, yo no te he robado. ¡Todo son calumnias!
  • Cállate cerdo. Nunca me caíste bien, aún recuerdo tus bravuconadas cuando eras pequeño. ¿Ahora no eres tan chulo?
  • Te pido piedad. Por nuestro padre.
  • Demasiado tarde. Ar Jazed te presento a Van Jeidelbej. Fue el responsable de pillarte. Van te presento a Ar Jazed ladrón de millones de piezas de oro. Vivía a cuerpo de rey a costa de mi dinero. De MI dinero.

La mirada de odio que me dirigió el hermanastro me helo la sangre.

  • Aquí o en otra vida me vengare de ti.
  • No te preocupes Van. Alá castiga severamente a los ladrones. Guardias proceder.

Entonces uno de los guardias tomo su cimitarra y segó el cuello de aquel infeliz. La sangre salió disparada y mancho el suelo. Empecé a temblar de miedo. Las palpitaciones me recorrían el cuerpo y un nudo se me formo en la garganta.

  • Vamos Van, no pongas esa cara. ¿No me digas que es la primera muerte que presencias?
  • La primera mi señor.
  • ¿De qué mundo vienes? Este es un mundo de hombres y parece que el tuyo es de maricas. Das pena como te has quedado. Debes hacerte duro si quieres sobrevivir aquí.
  • Si mi señor.
  • Está visto que no eres un hombre de acción. Menos mal que tengo guerreros de sobra. Afortunadamente tengo un puesto ideal para medio hombres medio mujeres como tú. Te nombro ministro sin cartera. A partir de ahora quiero que ayudes a mi reino a crecer y prosperar. Los hombres de ciencia sois buenos en eso. Así que alégrate por que estas bajo mi protección. Gente como tú sois inválidos por vosotros mismos. De todas formas con la cantidad de dinero que me haz hecho recuperar te voy a dar un regalo adicional.
  • ¿Cuál mi señor?
  • Vamos a tu cuarto.

Nos fuimos hasta allí. En la salita estaba Scherezade, se levanto y nos saludo sumisamente. Abdul se puso a su lado.

  • Te comunico que Scherezade es tu nueva esclava.

Me quede paralizado. No entraba en mi mente ser propietario de la vida de otra persona. Eso era inmoral, no formaba parte de mi ética. En mi interior la idea me repugnaba.

  • Pero mi señor …

Abdul me hizo un gesto muy claro con su cara de que me callase. Scherezade puso una cara de terror.

  • ¿Qué Van? No me digas que no quieres a Scherezade de esclava. ¿Tan inútil ha sido? No conozco tus gustos de mujer pero es una de mis propiedades más valiosas.

Esa última frase me empezó a preocupar. Si era una de sus propiedades más valiosas podría ser un mal gesto rechazarla. Abdul empezó a hacer gestos con los labios. Pude leer en sus labios "¡Aceptala!". Scherezade tenía una cara de terror que me descorazonó. Estaba claro que estaba metiendo la pata. Debía dejar atrás mis escrúpulos y seguir con ella como sirvienta.

  • No, no hay ningún problema mi señor.
  • Eso está mejor. Por un momento pensé que pensabas rechazarla. Si hubiese sido el caso a Scherezade le esperaba el castigo correspondiente por servirte inadecuadamente.
  • No por favor. Muchísimas gracias por su regalo su excelencia.
  • Scherezade este no me engaña. Algo has hecho mal, si recibo una queja por su parte ya sabes lo que te espera.- Scherezade tembló al oír esas palabras.

~~~~~

Deje de escribir y decidí volver a mi casa. Allí me esperaba Scherezade. Abandone el palacio y me despedí de los guardias a los que ya tenía yo bastante confianza. Antes de llegar a casa me pase por el mercado para realizar las compras pertinentes. Scherezade no terminaba de asumir que yo, su amo, realizase este tipo de cosas. En cierta forma tenía razón. Aun habiendo una disparidad cultural era peligroso en cierta forma dedicarme a labores tan mundanas siendo consejero de la corte. En cierta forma quería seguir siendo como soy yo. Desde que llegue a Suiza había sido en cierta forma un Rodríguez que me encargaba de todo. Ahora no quería que Scherezade se encargase de todo. Mi educación lo impedía. Así que allí llegue y con el típico regateo necesario para todo estas transacciones que me hacían perder un poco la paciencia. El mercado de Samarcanda estaba bien surtido y llegaba de todo de sitios lejanos. Pero aún así apostaba por el género local. Compre un pollo, aceitunas, cebolla y limón para preparar un Tagine y un Shish Tauk. Las imprescindibles especias en la cocina del lugar como el comino, la paprika y la canela como condimentos. Por supuesto hojas de té para bebidas. Pan de centeno. También lentejas y fideos y lo que más me sorprendió, yogurt.

Así de cargado llegue a mi hogar. Ese refugio ante toda la locura de mi alrededor. Me sorprendió de que Schere , como cariñosamente la llamaba, no viniese presurosa a recibirme con sus mimos y caricias.

Llegue a la salita y así obtuve una explicación a su ausencia. Me había preparado una sorpresa. Había 6 individuos sentados en el suelo en cojines. Uno de ellos portaba un laúd, otro un rabel, otro la darbuka, uno más con una pandereta, uno más con una citara y por ultimo uno con un kamenjah , una forma de violín. Empezaron a tocar la típica sonora música oriental. Entonces pude ver que detrás de la cortina se empezaba a mover un perfil femenino. Sus formas las reconocí , eran las de mi amada.

Así en medio de la música ella atravesó el cortinaje y pude verla. Se había vestido para bailar la danza de los siete velos. Me senté para disfrutar plácidamente del espectáculo que quería ofrecerme Schere. Pude ver como ella me miraba con deleite, movía frenéticamente las caderas, la cintura sin dejar de perderme la vista. Había deseo en ella . En este homenaje a la diosa mesopotámica de Ishtar. Se acercaba a mí de forma que su trasero casi se pegaba a mi cara. Se gira y entonces apoyándose firmemente en sus pies se echa atrás su cuerpo flexionándole de forma que me deja alucinado por su equilibrio. Así con su cuerpo muy poco cubierto, solo los pechos la cintura y la cabeza adornada por una pequeña tiara de perlas. Con sus manos desplegando los pañuelos adornando las curvas de sus movimientos. Levantando sus piernas en cada giro de su cuerpo. Moviéndose como una peonza en círculos constantes. Soltando progresivamente los velos sostenidos en sus manos. Una especie de striptease simbólico. Luego de soltar los 4 de sus manos se suelta los de la espalda. Con movimientos cada vez más sensuales. Y por último las atadas a la cintura que cubrían parcialmente las piernas. Desde luego había sido una forma muy atrevida de bailar esa danza. Pero ella ya me conocía y que no le importaba que mostrase tanto incluso delante de músicos. Termino la música y los músicos silenciosamente se retiraron.

  • ¿Te ha gustado mi amo?
  • Me ha encantado. Ha sido maravilloso.
  • Me encanta verte tan feliz. Te veía muy tristón y deprimido últimamente.
  • Ya sabes cómo van las cosas en palacio. Un paso en falso y puedo perder la cabeza en cualquier momento.
  • Pues abandona la tristeza dentro de estos muros. Yo seré una hurí del paraíso para ti.
  • Si para mi eres un ángel del cielo. Mi amada Scherezade.
  • Dime como te ha ido el día.
  • Afortunadamente hoy no ha habido mucho movimiento y he seguido escribiendo mis recuerdos.
  • ¿Y que es lo último que has escrito?
  • Cuando pasaste , …
  • Cuando el califa me cedió a ti.
  • Si Schere
  • Pues no lo digas con vergüenza. Fue uno de los mejores momentos de mi vida.
  • ¿Te acuerdas cuando te lleve a la biblioteca? Te encantaban los libros. Habia uno que te gustaba especialmente. El de las mil y una noches.
  • SI es mi preferido. Es un compendio de cuentos de multitud de autores anónimos que se han englobado en uno solo en forma de historias encapsuladas una dentro de la otra.
  • Me cuentas uno de ellos
  • Si, me encanta contarte cuentos. Hoy te contare el de Aladino.
  • Por favor hazlo.
  • Pareces uno niño que quiere que le cuenten un cuento antes de acostarse. Yo te mimare, mi pequeñin grandote.

"He llegado a saber ¡oh rey afortunado! ¡oh dotado de buenos modales! que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad entre las ciudades de la China, y de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había -pero Alah es más sabio— un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. …"

Así durante unas horas pude ahora disfrutar de otra maravilla de ella, su voz y su calidez a la hora de contar historias. Habíamos establecido esta costumbre desde hacía algún tiempo. Ella me contaba un cuento que calmaba mis penas.

Termino su relato y me miro fijamente.

  • Mi querido Van. Sé que me amas con todo tu cariño, pero yo también.
  • Lo sé mi amada.
  • Pues quiero que lo comprendas. Hoy quiero ofrecerme a ti.
  • ¿Qué quieres decir Schere?
  • Me da apuro pero hoy quiero hacerte feliz en todos los ámbitos y es momento de terminar la jornada.
  • Ya, te comprendo, no te atreves a pedírmelo. Quieres sexo.
  • Sí, bueno no, Bueno si.
  • Aclárate mi querida esclava.
  • Exactamente eso. Mi amado Van. Tú más que nadie te lo mereces.
  • ¿Merecer el qué?
  • Quiero que disfrutes de mí como si fueses la esclava que soy pero que no me tratas como tal.
  • ¡No! Bajo ningún concepto Schere. Tu aún tienes pesadillas de cómo llegaron a tratarte algunos de tus antiguos amos. No puedo hacerte nada remotamente parecido. No quiero maltratarte.
  • No quiero que me pegues mi señor. Solo quiero que… que me folles como te guste.
  • No Scherezade. No puedo hacerte eso.

Entonces ella cogió una de mis manos y la dirigió a uno de sus pechos.

  • Sé que no me harás daño, confió en ti y yo lo deseo tanto como tú.

Y me beso con pasión. Cogió uno de sus velos y se los amarro a una de sus manos.

  • Átame. Hoy soy tu botín de amor, tu tesoro. Llévame como una rehén de la quieres disfrutar.
  • No estoy seguro de nada de esto. ¿De verdad quieres hacer algo así?
  • Mírame a los ojos. Quiero que lo hagas. Tomo una de sus mano y los dirigió al otro extremo del velo.

Procedí amarrarla simbólicamente. Además la cegué con otro de los velos. Ahora estaba indemne a mis deseos. Ella se engancho fuertemente a mí y la hice seguirme hasta el baño. Allí procedí a retirarle la poca ropa que le quedaba. Así estaba desnuda ante mí. Su cuerpo era siempre una preciosidad. Una escultura viva de una diosa. La pena de cegarla es que ahora no podía ver sus preciosos ojos negros. Cogí una silla y la invite a sentarse, ella me obedeció con la torpeza asociada a la falta de vista. Le abrí con suavidad las piernas. Saque el jabón de afeitar y las tijeras. Entonces recorte los pelos de su monte de Venus. Una vez más finos unte el jabón en su entrepierna y con mucho cuidado con la navaja repase su ingle hasta dejarla sin pelos. El resultado fue una preciosidad aún mayor. Su sexo quedaba totalmente expuesto a mí.

  • Te ha quedado muy bonito Scherezade.
  • Así que te gustaba verme afeitada ahí abajo. Si lo llego a saber lo hubiese hecho yo misma hacia tiempo. Quiera estar muy sensual para ti.
  • Pues ya sabes uno de mis gustos.

Le di un suave cachete en el trasero al ayudarla a levantarse. Ella soltó un quejido más de sorpresa que de otra cosa. Entonces me quite mis ropajes y mi pene quedo liberado. Estaba bastante excitado por la situación y me dispuse a disfrutar de una de sus maravillosos artes.

  • Scherezade me he encantado tu baile. Me has excitado
  • Es un gran halago mi señor. Gracias por ello.
  • Ahora quiero disfrutar de otra de tus habilidades
  • La que tú desees.
  • Toma esta almohada. Arrodíllate.
  • Quieres una mamadita mi señor.
  • Así es venga.

Me quite la ropa y ella con atada y con el velo en los ojos esperando que me acercase. La situación era muy excitante. Estaba completamente a mi merced por voluntad propia. Me quite mi kirsch y me acerque sigilosamente. Con mi pene erecto lo agarre y le di suaves golpecitos en su rostro con él. Ella reacciono buscando con su boca mi polla, ansiándola.

  • ¿Qué es lo que quiere mi esclavita? Dime que es lo que quieres
  • Quiero tu polla. Dame tu polla.
  • Así que quieres polla. Pues aquí la tienes.

Le acerque con suavidad mi pene a sus labios. Y ella lo recibió con una delicada caricia con su lengua. Le respondí con un sonoro gemido delatando que me gustaba lo que estaba haciendo. Ella había alcanzado una gran maestría en el arte de las chupadas. Creo que mejor que muchas felatriz del antiguo Egipto. Sabía que en los primeros momentos se debe dedicar a la suavidad. Con tranquilidad. Recorriendo el tallo con su lengua buscando con su tacto mis testículos. Se los introdujo en la boca y con su lengua los recorrió por dentro. En un momento se lo saca y entonces empieza a darme besitos a los testículos. Como si fuera un amante al que besa. Todo un acto de devoción. Me sentía tratado como si yo fuese el califa. Entonces vuelve con su lengua a recorre el tallo hacia arriba hasta llegar al glande. Entonces con su lengua da vueltas sobre él. Deseaba sentir algo más intenso así que cogí su cabeza y apreté con suavidad para que se la metiese más profundamente. Ella atendió mi requerimiento. Ahora pude percibir sus caricias en casi la mitad de mi pene. Ahora subía y bajaba apretando con los labios. El placer empezaba a ser intenso y los gemidos por mi parte eran sonoros.

  • Scherezade, cariño me corro.

Entonces apreté con fuerza hasta que mi pene entro completamente. Sus labios tocaron la base de mi pelvis. Empecé a penetrarla a voluntad y era yo el que le follaba la boca. Aullando de placer. El clímax hizo acto de presencia y una explosión eléctrica círculo por mi cuerpo partiendo desde los testículos hasta todos los puntos de mí ser. Entonces mi semen salió disparada hasta el interior de su garganta. Ella absorbió mi esencia con ansia, con hambre. Los sonidos de deglución salían desde la abertura de sus labios. Ella disfrutaba con mis corridas, esta era posiblemente lo mejor. Mi placer tenía como resultado un gusto también para ella. Disfrutaba con mis gemidos, y con mi esperma. Cada una de mis eyaculaciones era recibidas con fervor por ella."No hay mejor sitio para tu leche que mi cuerpo" era una de sus deliciosas frases que me decía cada vez que follábamos.

Un dulce cansancio me hizo acto de presencia. Mientras ahora ella seguía mamando con suavidad. Quise seguir disfrutando de esa caricia pero la posición era incomoda para ambos. Así que le quite los velos y me tumbe en el sofá. Le invite a continuar con su suave mamada, el placer ahora era suave y en pocos minutos me la puso otra vez erguida.

  • ¿Continuamos mi amada esclava?
  • Por supuesto mi amo y señor
  • Quiero probar algo que quizás no te guste.
  • Pero si te gusta a ti lo haremos.
  • Es una fantasía que tengo que quiero hacer realidad
  • Pues aquí está tu sirviente para ponerla en práctica.
  • No estoy seguro de eso
  • ¿Pero qué es lo que quieres Van?
  • Quiero… quiero follarte el culito.
  • ¡¿Qué?!
  • Sabía que no te iba a gustar la idea
  • Bueno, pero si tanta ilusión te hace. Haré el sacrificio.
  • Si. Me dejas. ¡Qué bueno!
  • Pero por favor no me hagas daño, mi señor
  • Entonces trata de relajarte todo lo que puedas así tu ano no se verá forzado. Vengo en un momento.

Fui a la despensa y recogí un pequeño cántaro de aceite de oliva. Como lubricante era lo mejor que disponía. Volvimos al dormitorio los dos.

  • Ponte a cuatro patas Schere.

Ella lo hizo y me dispuse a lamerle su anito con mi lengua. Ella respondió con suaves gemidos de placer.

  • Si . ¡Uhmm! Que gustito, sigue, sigue Van.

Poco a poco su culito se dilato con suavidad. Abriéndose como una flor en primavera. Ahora unte un dedo con aceite y comencé a hacer giros sobre la entrada de su ano. Este reacciono adecuadamente y no se asusto ante la caricia. Me atreví a ser un poco más intrusivo y introduje mi dedo en la entrada. No reacciono con dolor sino con gemidos de placer.

  • Sigue, Van. Esto está muy bien.

Con mi dedo procedí a dilatar su ano virgen e hice suaves giros con mi dedo. Ahora unto otro de los dedos y giro con suavidad. Todo marcha sobre ruedas y ella no se queja. Al contrario da suaves gemidos.

  • ¿Lo hacemos Scherezade?
  • Si aunque tengo un poco de miedo.
  • Relájate por favor y ahora abre tu culito. Déjame entrar
  • Si mi señor.

Apunto mi glande a su entrada trasera y realizo una suave presión. Poco a poco voy entrando, pero ahora ella suelta ligeros quejidos.

  • ¡Ay! Es muy grueso.
  • ¿Paro Querida?
  • No pero hazlo lentamente
  • Si Scherezade, pero mastúrbate. Tócate el clítoris. Eso te aliviará
  • Si mi señor

Continuo mi presión mientras mi pene me transmite gozosas sensaciones. El ano es muy estrecho y me está proporcionando una gloriosa sensación de presión en mi pene. Tengo que realizar esfuerzos para controlarme porque me puedo acercar peligrosamente al orgasmo. De forma calmada voy conquistando y tomando el nuevo terreno. Su posición de sumisión me excita y poco a poco voy abandonando mis escrúpulos y quiero follármela sin limitaciones. Mi pelvis hace contacto con tus nalgas.

  • Eres mía Scherezade, mía, solo mía, solo para mí.
  • Si soy para ti y para nadie más.

Entonces poco a poco procede un vaivén suave. Bajando y subiendo el pene. Ella se queja pero resiste estoicamente mis entradas. La agarro de las caderas y aumento un poco el ritmo de mis entradas. Ella se queja.

  • ¿Va todo bien Schere?
  • Si todo va bien. Duele pero querido hoy soy tuya. Hazme tuya en toda su extensión. Soy tu esclava. Tuya. Tu Scherezade.
  • Pues ahora tu culo va a ser mío.
  • Toma mi culo.
  • Prepárate que te lo voy a romper
  • ¡Sí! Rómpemelo.

Ahora mis vaivenes se vuelven estocadas, retraso el pene hasta la entrada y de un solo envión totalmente a dentro. Parece que ya no se queja sino que gime de placer. Ella se masturba con intensidad y veo que por sus gestos que está a punto de correrse. Ella grita de placer y noto por las paredes que separan el ano de la vagina sus contracciones. Estas pasan al ano apretándome al miembro. Esa sensación es el golpe final. Aumento la intensidad y siento que es el culmen. Ya no hay vuelta atrás. Las percepciones están saturándome el cerebro. Desde los genitales hasta el cerebro se está formando la explosión sin parangón. Las terminales nerviosas se saturan y la dopamina eclosiona en todas las aberturas del cerebro. Partiendo del hipotálamo hasta recorrer hasta el último céntimo cubico de la corteza cerebral. Me pene está derramando mi esperma en el culo de mi esclava. Ahora en estos segundos me he dejado llevar y la estoy utilizando. Pero el climax se disipa y pequeño resquemor de culpabilidad hace acto de presencia.

  • Lo siento Scherezade.

Ella se gira y se toca su trasero. Tiene un ligero escozor que se refleja en su cara y se lleva la mano a su trasero

  • No Van, no te disculpes. Es lo que quería. Quería hacerte disfrutar. Dime Van, tanto te ha gustado metérmela por ahí. Dímelo sinceramente.
  • La verdad es que si me ha encantado. Me excita mucho metértela por detrás, te siento tan mía. Y esta tan apretadito.
  • Pues seré tuya y aquí está mi culito para apretarte tu polla y tenerlo bien calentito.
  • Eres maravillosa mi amada Schere.
  • Aquí por siempre a tu lado.
  • ¿Lo podemos repetir?
  • Por supuesto, pero trata de ser más delicado. Me duele un poquito.

Así pasamos el resto de la noche en el que lo volvimos a hacer unas 4 veces más en su bendito culito. Al final ella me dijo que había sido una grata experiencia y yo le comente que era fantástico hacerlo por detrás. Yo termine sintiéndome en el cielo, con mi hurí. Ella también lo disfruto pero termino ligeramente irritada.

(Continuará …)

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