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Yo y Scherezade (2)

en Hetero: General

Yo y Scherezade (2): Prisionera y rehén.

Recuperé la consciencia y al hacerlo me percaté de que no me encontraba en el pasillo del LHC. Estaba en mitad de un desierto. Debía ser mediodía ya que el sol estaba en el cenit. El calor era agobiante así que procedí a quitarme la corbata y la chaqueta. Empecé a sudar a chorros.

A los pocos minutos pude fijarme que en el horizonte se acercaba alguien. Espere unos minutos y venia montado en dromedario y acompañaba a otro sin montar. Aunque me encontraba asustado me decidí esperar a aquel extraño. Cuando se acerco más pude ver que vestía muy al estilo de las tribus Tuaregs.

Llego hasta mi posición y lo que me dijo me dejo anonadado:

  • ¿Van Jidelbej?

Su pronunciación no era la correcta pero estaba claro que conocía mi nombre. Yo tapando los ojos del abrasador sol tarde un minuto en atreverme a contestar.

  • Si. Pero ¿Como sabes mi nombre?
  • I don’t understand you –me respondió en un inglés con un peculiar acento árabe. A partir de entonces continuamos en el idioma anglosajón y no en mi holandés natal.
  • Sí, soy yo. Pero no lo entiendo. ¿Cómo sabes quién soy?
  • Es algo difícil de explicar pero seré breve. Me envía Henin.
  • ¿Conoces a Henin?
  • Bueno lo conocí. Hace cosa de 10 años murió de viejo.
  • ¿Qué murió de viejo?
  • Si también me dijo que te extrañaría eso. Creo que lo mejor es que te entregue esto.

Entonces me dio un sobre cerrado. En él estaba escrito con letra a mano "Para Heidelberg". Procedí a leerlo. Pero el hombre me interrumpió.

  • Disculpe señor Jidelbej. Este no es el sitio para eso. Si seguimos aquí durante mucho tiempo podemos morir abrasados. Y sobre todo usted que no tiene los ropajes adecuados. Ahora suba al camello.
  • Disculpe pero , bueno ¿Como se llama usted?
  • Abdul
  • Abdul, no se montar a camello.
  • No se preocupe. Le echare una mano para subir y yo guiare a su montura.

El buen hombre se bajo y me ayudo con su mano a apoyarme y subir a aquel animal. El dromedario se agacho a la orden de Abdul y yo de forma absolutamente patosa tarde una barbaridad y varios intentos en conseguirlo. Al final pude sentarme en la silla de montar. El volvió a subir al suyo. Cogió la cuerda y subió al suyo.

  • Ahora iremos a Samarcanda.
  • ¡Samarcanda!
  • Si ya me dijo Henin que le extrañaría. No se preocupe lea ahora la carta mientras yo le llevo.

Tapando un poco la luz del sol para evitar hacerme daño en los ojos y sujetándome con fuerza en una de las correas me puse a leer aquello. Ni que decir tiene que la vibración del viaje lo hizo tremendamente difícil.

Estimado colega Doctor Van Heidelberg:

Se que se encuentra en una situación confusa pero es preciso que me lea con atención y que crea estas palabras así como al ayudante que le acompaña.

Antes de nada debo disculparme. Usted tenía razón. El experimento fue un desastre y la estructura de los electroimanes no soporto la potencia aplicada. Estuve luego haciendo cálculos y pude averiguar lo que pudo ocurrir. Y lo que ocurrió fue lo que yo pretendía. El espacio-tiempo se colapso y se formo un agujero de gusano que nos ha llevado a usted y a mí a usted a este lugar y a esta época. Al parecer las hipótesis de Hawking no son del todo ciertas y parece que hemos sido llevados a una dimensión en el que parece que nos encontremos en una tierra casi idéntica a la nuestra pero en plena edad media árabe. Al final haber aprendido ese idioma me vino bien de manera inesperada. Sé que usted no lo conoce así que mi ayudante le ayudará inicialmente aunque tiene otras obligaciones.

Realicé los cálculos pertinentes y como yo me encontré más cerca del agujero de gusano fue llevado a un instante anterior que usted. Creo que he sido preciso y mi ayudante le localizará en el momento justo. Repito él le ayudará en lo que pueda, hágale caso en todo lo que le indique. Su supervivencia depende de que así lo haga.

Muy sinceramente

Doctor Henin Tschild

  • ¡Joder!
  • Si también me dijo que reaccionarias así.
  • Tu maestro me ha hecho una putada. ¿Lo sabes?
  • Lo siento señor. Yo soy solo su discípulo. Y me dio unas órdenes muy específicas. Le comento. Henin consiguió establecerse en el gobierno de este país. Sus conocimientos de ciencia le permitió granjearse la gracia del califa. Fue uno de sus consejeros principales. Ahora gobierna su hijo y ya está informado de que vendría alguien que le substituiría al igual que Henin. Para ellos es un enviado de Alá.
  • Vale. ¿Y que se supone que tengo que hacer?
  • Ocupar el puesto de Henin. Es la mejor opción de la que dispone para sobrevivir aquí. Consiga la confianza del califa y consiga ser nombrado consejero.
  • Pues sí que estamos bien.
  • Lo primero que haré es convencer al califa de que le asigne a alguien que le enseñe el idioma. Debe aprender árabe cuanto antes. Afortunadamente tengo influencias y creo que podrá estar bajo la protección del califa, pero debe conseguir ser de utilidad cuanto antes.
  • ¿Cuándo llegaremos a Samarcanda, Abdul?
  • Tardaremos 3 dias. Así que prepárese para un largo viaje.
  • Pues a mí me está empezando a doler el trasero.
  • Si, usted es como Henin. El siempre se quejaba por todo.

Así pasamos 3 días y 3 noches. En los momentos de plena tarde Abdul montaba una pequeña tienda para evitar la insolación en los cuales dormíamos. Aquello era el infierno, entre las temperaturas altísimas y la arena era casi imposible. Luego por la noche recorríamos hasta las tantas. Era impresionante como Abdul era capaz de guiarse por las estrellas. Pero entonces me fije yo también y me percaté de algo increíble. Las constelaciones no coincidían, es como si estuviéramos también en otro lugar del espacio. Eso después me tranquilizó, si no estábamos en la tierra tal cual no habría problemas de que interfiriéramos en nuestro pasado provocando una catástrofe en nuestro tiempo. Parece como si hubiésemos creado una dimensión especial con un planeta muy parecido a la tierra pero que estaba irremediablemente asociado a nuestra aparición.

Llegamos a la muralla de la ciudad y no tuvimos ningún problema en que los guardias nos dejaran entrar y luego lo mismo con el palacio. Abdul tenía influencias. Eso estaba claro.

  • Señor Jeidelbej. Ahora atento. Le veo a presentar como el nuevo enviado. Muéstrese humilde y haga todo lo que yo le diga cuando le presente al califa.
  • De acuerdo

Entramos por una puerta. Allí estaba sentado en un trono alguien vestido con ropajes claramente ostentosos relacionados con la realeza. Intente seguir los gestos de Abdul. Cuando hacia reverencias y cuando incluso se postraba. Tenía que hacer la pelota a aquel rey desconocido. Mientras Abdul y el califa no paraban de hablar en árabe, el cual yo no entendía. Así estuvimos yo postrado de rodillas hasta que la conversación pareció terminar. Abdul nos ordeno retirar caminando hacia atrás sin mostrar la espalda. Hasta que salimos por la puerta. Luego Abdul me llevo a una dependencia de aquel palacio. Allí llegamos y se encontraba una mujer vestida con Hiyab que habló con Abdul. Estuvieron hablando un rato y entonces Abdul me volvió a hablar.

  • Ella es Scherezade. Le he comunicado quien y que eres. Ahora estas bajo su supervisión.
  • Pero Abdul, ¿Me dejas?
  • Lo siento Jeidelbej. Estoy a las ordenes del Califa y tengo otras misiones que cumplir. No te preocupes estas en buenas manos. Ella es una esclava del Califa y la he conminado a que te enseñe árabe. Hasta otra. Ya nos veremos.

Allí me quede solo de nuevo con aquella mujer. Se le podía ver que era morena, con los ojos negros y la piel tostada. Se le podía adivinar una cierta belleza detrás de su cuerpo tapado.

  • Buenas, soy Heidelberg
  • Jiderbe
  • No Heidelberg
  • Jierjebez
  • Bueno llámame Van
  • Van
  • Muy bien tu Scherezade, yo Van. – entonces ella me dio una sonrisa que me fascinó.

Aquella habitación estaba llena de libros. Uno medio abierto en la mesa en la que parecía que estaba sentada cuando nos recibió. Así que se me ocurrió una forma de empezar. Poco a poco le preguntaba con mi dedo un objeto y ella me decía una palabra.

Las jornadas eran agotadoras. Ese primer método me permitió un vocabulario oral mínimo. Al poco le pedí que me escribiera las palabras pidiéndoselo con papel y pluma. Así que ya iba a poder hablar y escribir. Lo malo de ese sistema es que los verbos son difíciles de enseñar. Así que pasamos o coger libros y yo le preguntaba por palabras nuevas. Ella me las pronunciaba y intentaba a duras penas imitar con movimientos la acción asociada.

Unos días le roge que me llevará a una biblioteca. Y entonces se me hizo la luz. Encontré unos libros que estaban en lenguas originales y traducidas. Aquello fue mi tabla de salvación. Tenía nociones de griego clásico y disponía de La republica de Platón en el idioma original y en árabe. Gracias a ello pude avanzar de manera vertiginosa intentando encajar las palabras. Y las que tenía dudas me ayudaba con paciencia Scherezade. Así poco a poco empecé a tener nociones de la gramática y un buen vocabulario. Poco a poco ella sonreía ante mis progresos. Iba a aprender un idioma de esa forma tan peculiar en pocos meses.

~~~~

Scherezade se acerco a mi espalda y me abrazo tiernamente mientras yo estaba en el escritorio escribiendo esto.

  • Cariño. ¿Qué escribes ahora?
  • Ahora mismo escribo como te conocí.
  • Sí, me acuerdo de aquello. Fue muy divertido. Parecías un niño indefenso, no sabias hablar ni escribir. Pero se te veía tan entusiasmado que me lo contagiaste. Me sorprendió lo rapidísimo que lo conseguiste. Aunque creo que el libro de Platón te ayudo bastante
  • Bendito sea platón y el traductor.
  • ¿Por qué no dejas eso?- dijo y luego me beso- vamos a calentar la cama, mi amo.
  • Mi cielo. No me gusta que me llames así.
  • Pero es que lo eres y a mí me gusta llamarte de esa manera. Aún recuerdo cuando el Califa conquisto el reino de mi padre. Yo era la princesa heredera pero la guerra nos llevo a la derrota. Fui maltratada y vejada. Estuve bajo la propiedad de muchos dueños a cual más cruel. Pero tú eres distinto. Tú siempre me has tratado como una persona no como a una esclava.
  • Precisamente por eso no deberías llamarme así.
  • Entiendo a que te refieres, todos aquellos hombres no te alcanzan ni al talón del pie. Tú eres la bondad personificada.
  • Creo que me sobrevaloras Scherezade.
  • No es cierto. Yo he conocido a muchos hombres y solo a mi padre le tenía un cariño equivalente al que te tengo. Todos los demás me han tratado como a escoria. Pero tú eres diferente.
  • Pero es que los hombres deberíamos trataros así simplemente. No soporto la idea de esclavitud. Sois las que nos traéis a la vida y estáis llenas de ternura y sentimientos. Eso es valiosísimo.
  • Ojalas todos los hombres fuesen como tú, Van. El mundo parece un infierno pero tú eres un ángel comparados con todos ellos.
  • Tienes razón de que este mundo es un infierno lleno de guerras, locuras, crueldad y cosas aún peores. Pero yo no soy un ángel. Soy simplemente un hombre
  • Pues yo prefiero ser propiedad de este hombre.
  • Y yo no quiero que seas mi propiedad.
  • Me lo has dicho miles de veces. Pero sabes que no puedes liberarme. El califa se enfadará. Soy una rehén de un reino extinguido. Bajo ningún concepto puedo ser libre. Así que seré tuya siempre que tú quieras y te ruego que sea así.
  • No te venderé. Tú lo sabes.
  • Y qué más da que oficialmente sea tu esclava si en realidad no lo soy. Tú nunca me has tratado como tal. Pero para mí es orgullo y me siento enamorada de servirte. Déjame servirte dándote placer.
  • Solo si tú lo quieres
  • Lo deseo mi señor. Vamos al dormitorio. Déjame que me entregue a ti.
  • No quiero que te entregues a mí. Seamos simplemente amantes.
  • Como tú quieras.

Allí teníamos un mueble muy parecido a un sofá. Era muy cómodo ideal para lo que queríamos hacer. Nos tumbamos allí. La cara de Scherezade denotaba una felicidad que dejaba muy claro que no lo hacíamos como un acto de propiedad sino como un acto de amor. Lo que habíamos vivido en los últimos meses nos había cambiado a los dos de forma definitiva. Ella siempre me decía que jamás se imaginó encontrarse un hombre como yo, que no la tratase con la brutalidad habitual de sus dueños. Nos desnudamos sinuosamente, con parsimonia. Pude volver a disfrutar las maravillas de su cuerpo. Nos besamos con dulzura. Como si fuese la última noche de nuestras vidas. Cualquiera pudiese decirlo, pero eso pudiese ser cierto en el lugar en el que me encontraba. Me dirigí con mi boca a sus pezones a los que los lamí con dedicación. Ella reacciono a la caricia con jadeos. Mis manos no se quedaron quietas de forma que con mi mano derecha me entretuve a juguetear con su otro pecho y con la derecha baje con lentitud por todo su cuerpo. Ahora delicadamente me entretuve por su cuello. Sabía que le gustaba mucho que me entretuviese allí. Mirándola fijamente me devolvía una sonrisa de placer. Era ya el momento de que con mi mano accediera a su vagina. Allí tenía un delicado pubis relleno con un corto pelo negro como el de su cabellera. A tientas localice su clítoris y me dedique a acariciarlo con suavidad. Sus gemidos de placer se incrementaron. Pero de prontó vi en su rostro algo que me desconcertó. Lagrimas.

  • ¿Qué te pasa Scherezade? ¿Te he hecho daño?
  • ¡No! Mi amor. Son lágrimas de felicidad. Jamás me imaginé de que volvería a ser feliz y es gracias a ti. Sigue por favor.
  • Túmbate cariño.

Así ella echada sobre aquel sofá pude acceder cómodamente sobre su entrepierna. Ahora le dedicaría atenciones con mi lengua. Así que substituí mi dedo por lengua y ella incrementó sus gemidos.

  • Sigue Van. Me haces tocar el cielo.- mientras se mordía un dedo

Sus pezones se habían puesto duros como piedras con mis atenciones ahora la humedad se incrementaba progresivamente en su vagina. Con mis dedos decidí explorar la cavidad para arrancarle aún más gusto.

  • Si Van. Qué bien lo haces. Oh mi señor me haces morir de gusto. ¡Me corro!

En segundos Scherezade me regalo su ambrosia. La dulzura de su miel. Ahora su respiración agitada denotaba su placer. Mientras me acariciaba con suavidad mi rostro.

  • ¡Oh mi señor! ¿Por qué me das tanto placer?
  • Porque te quiero. Simplemente. Mi vida es en realidad tuya, mi corazón te pertenece. En este mundo de locura eres el único punto donde puedo sostenerme para seguir adelante.
  • Pero Van, yo también siento lo mismo por ti. Hagamos el amor de nuevo.
  • Móntame como una amazona que lo haces muy bien, Scherezade.

Ahora fui yo el que me tumbe en la cómoda y ella abrió sus piernas para apuntar su miembro a su cueva de calor divino. Ella descendió con ternura sobre mi miembro y al notar su presión y calor gemí de placer. Su vagina estaba rebosante de jugos, empezó sus movimientos de arriba abajo y luego los acompaño con una técnica que ella aprendió hace tiempo. Movimientos giratorios.

Se tumbó sobre mí y escuchaba con nitidez sus gemidos, se erguió ligeramente y pude mordisquear sus duros pezones. Ahora gritaba de placer, estaba claro que estaba cerca de otro orgasmo.

  • Vamos Scherezade, córrete de nuevo.
  • Van, quiero que nos corramos juntos.

Entonces volvió a hacer de las suyas y con sus músculos vaginales empezó a apretarme el pene, eso ya empezaba a ser demasiado para mí.

  • Scherezade, ¡Sí! Me encanta como lo haces. No te detengas que estoy a punto. Córrete.
  • Si Van, Yo también me vengo. ¡Me voy!

Entonces sucedió la explosión de los sexos. Yo me corrí abundantemente en su vagina mientras percibía como su sexo se contraía y expandía involuntariamente estirando mi pene provocándome aún más placer. Mientras nos abrazamos con fuerza como si quisiéramos que no nos separásemos. Queriendo ser un solo cuerpo.

Entonces por fin llego la calma, ahora los besos eran la guinda del pastel.

  • Van, no te vayas de mí.
  • No, Scherezade no me ire.

(Continuará)

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