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La academia de Safo

en Lésbicos

La academia de Safo

Lesbos era una isla de las muchas que forman el mar Egeo. Aquel reino fundado situado en dicha isla formaba parte de la alianza arcadia. Eran tiempos tumultuosos. Después de la gloriosa victoria contra el inmenso ejército del persa Jerjes las polis griegas empezaban a florecer gracias al potencial económico en el comercio que les dio el control del Mediterráneo occidental. La continua riqueza de las ciudades independientes genero envidias tanto dentro de cada una como entre ellas. Tras el liderazgo de Atenas en las guerras médicas ahora era la orgullosa Esparta la que deseaba imponer su voluntad.

En aquellos momentos gobernaba el tirano Coes de Axandros .Aún con las habituales luchas intestinas dentro de las murallas de la capital se podía vivir que se vivía en una cierta libertad en la isla. Si por en cambio en el resto de las polis la mujer era una propiedad del padre primero y del marido después en este reino tenían una ligera libertad de movimientos aún así. Gracias a eso dio lugar a que aparecieran artistas como la poetisa Safo que gozó de un cierto renombre.

Ella fundo una academia de poesía que le sobrevivió. Allí las hijas de los acaudalados del reino eran instruidas en diversas artes antes de ser desposadas. Lo que muy pocos sabían era el aíre que se respiraba entre las maestras y las aprendices.

Tal día como aquel se celebraba la fundación de la escuela. Por aquellos momentos era dirigida por una de sus más prominentes alumnas. Al contrario que casi todas las mujeres que terminaban los cursos, ella aún no había contraído nupcias. Sus amados padres toleraban ese comportamiento anormal y ciertamente entendían y apoyaban su decisión ya que ella se excusaba con que aún no había llegado ningún pretendiente lo suficientemente adecuado para su estatus. En realidad ocultaba que no tenía ninguna intención de casarse. Ya había comprendido gracias al testimonio de muchas de sus amigas que el matrimonio era el fin de la poca libertad que había gozado en su época de estudiante. Ella percibía que el trato no era mucho mejor al que se dispensaba a los esclavos. Que ya era una suerte de que no le tocase un esposo que convirtiese su vida en una pesadilla. Ella no tenía el carácter que se suponía que debía tener una digna esposa. Sumisa y obediente a los deseos del hombre. Abnegada madre de sus hijos. Observaba que en cierta forma era una cárcel para su espíritu libre.

Se acercaba ya a la treintena y ya se oían los típicos cuchicheos de sus vecinas acerca de que ella, Galatea, no tenía pinta de iba a continuar la saga familiar. Esos chismorreos llegaron a sus padres que aún manteniendo silencio le resultaron dolorosos.

Pero en realidad lo que ocurría es que lo que descubrió en su época de alumna, cuando Safo inauguró la academia. Era lo que ella quería para su vida. Y ahora había descubierto a alguien con quien compartir el resto de sus días. Pero no era lo habitual.

Era ya poco más que mediodía y sus alumnas esperaban impacientes en el pequeño graderío de piedra situado en el exterior de la ciudad. Donde ellas se reunían en un lugar con unas exquisitas ornamentaciones. Pilares de mármol conformando un pequeño teatro de pocas plazas. El interior del semicírculo de las gradas se situaba un pequeño escenario elevado. Galatea subió las escaleras donde esperaban impacientemente sus pupilas.

-          Bienvenidas a este importante día. Como todas sabéis hoy celebramos el día en nuestra fundadora dio sus primeras clases de canto y poesía hace ya 23 años. Hace poco lloramos su pérdida, y fue a disfrutar el sueño eterno en el reino de Hades. Pero como alumna suya sé a ciencia cierta que si estuviera con nosotras se alegraría del merecido homenaje que le vamos a dar. Como ella será recordada.

Todas las allí presentes hicieron un rezo en honor de Safo para que tuviera una muerte dulce en el reino del dios del inframundo. Galatea no pudo reprimir unas ligeras lagrimas recordando su funeral cuando sus muchas allegadas y admiradoras vestidas en luto al estilo griego. Vestidas completamente con túnicas de rojo. Ella tuvo el honor de poner en sus ojos las monedas para que pudiese pagar al barquero y pasar al otro mundo.

-          Ahora. Como premio a la mejor alumna de este curso escogeré a la que recitará en gloría a la mejor poetisa de nuestro tiempo su más recordada obra.

Las muchachas estaban impacientes. Pero una de ellas estaba un poco más tranquila que las demás. Como sabiendo perfectamente que nombre sería pronunciado. Una leve sonrisa se le asomo en sus labios.

-          Sophie, haznos los honores.

Como es habitual un murmullo se produjo. Algunas felicitaron a la agraciada. Otras en cambio consideraban que habían realizado mejores meritos.

Sophie era rubia y menuda. Había cumplido la mayoría de edad recientemente. Estaba claro que su aspecto era atractivo lo cual la ponía muy alto en las apuestas de los próximos casamientos. Las mayores del lugar comentaban en las plazas cual sería el afortunado que se desposaría con la hija del magnate. Poseedor de una importante flota de barcos. Pero ninguno imaginaba que su elección no era muy distinta a la de su amada profesora. A la cual miraba con ojos brillantes. Ahora su sonrisa era franca al oír su nombre. Aunque trataba de ocultarlo ya lo conocía con antelación. Se levantó y lentamente se dirigió al escenario. Al girarse de nuevo al graderío observo las caras de sus compañeras. Muchas de sus amigas se veían radiantes como compartiendo en cierto grado la dicha que implicaba ese momento para ella. Otras miraban con resignación y cierta envidia. Pero había una que miraba de otra forma. Era su amiga desde la infancia. Hacía ya algunos años que su mirada hacia ella cambio. Pero cuando la relación con su profesora se transformó radicalmente entonces pareció que Philipa se dio cuenta. Y progresivamente pareció distanciarse, rehuyendo a hablar con ella. Y ahora la veía de una manera extraña. Como con tristeza, pero súbitamente percibió un vestigio en sus ojos de otro sentimiento, algo más oscuro todavía. Una súbita sensación la llenó. Y un cierto miedo. Cuando iba a comenzar a pronunciar los versos de la Oda a Afrodita se paralizo momentáneamente. Galatea captó inmediatamente el apuro de su más aventajada seguidora.

-          Sophie, animo. Adelante. Lo harás bien.

La chica tragó saliva, inspiro y comenzó a recitar.

¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,

Hija de Zeus, inmortal, dolosa:

No me acongojes con pesar y sexo

Ruégote, Cipria!

Antes acude como en otros días,

Mi voz oyendo y mi encendido ruego;

Por mi dejaste la del padre Jove

Alta morada.

El áureo carro que veloces llevan

Lindos gorriones, sacudiendo el ala,

Al negro suelo, desde el éter puro

Raudo bajaba.

Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante

Te sonreías: ¿Para qué me llamas?

¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?

—me preguntabas—

¿Arde de nuevo el corazón inquieto?

¿A quién pretendes enredar en suave

Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,

Mísera Safo?

Que si te huye, tornará a tus brazos,

Y más propicio ofreceráte dones,

Y cuando esquives el ardiente beso,

Querrá besarte.

Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,

Liberta el alma de su dura pena;

Cual protectora, en la batalla lidia

Siempre a mi lado.

Se hizo el silencio. Sophie le entro un sudor frio creyendo que había realizado un espantoso ridículo. Pero eso duro poco, su adorada profesora inicio un cálido aplauso que fue rápidamente acompañado por todas sus compañeras. Todas menos una, Philipa no se levanto a festejar el canto que había puesto los vellos de punta a todas las asistentes incluyendo a ella misma. Sus sentimientos eran contradictorios. Eran celos, ella amaba a su amiga con la que compartió juegos desde muy pequeña. Cuando llego la pubertad Sophie la animó a inscribirse en la famosa escuela de Safo. Era una amistad asimétrica, ella no era de tan alta alcurnia como el que era su amor platónico. Pero aún así convenció a sus padres para que hiciesen el esfuerzo crematístico de recibir clases de la heredera de Safo. La prometedora poetisa Galatea. Allí ambas descubrieron algo insospechado. Las profesoras hablaban del amor, pero no era el amor tal cual ellas creían entender. Era el amor entre mujeres. Las maestras instruían a sus alumnas no solo en el arte sino también en el arte del amor. Las chicas quedaban maravilladas por la belleza que les mostraban y fácilmente quedaban prendadas de sus instructoras. Discretamente llevaban su relación más allá de la relativa a la enseñanza a algo más íntimo. Muchas compañeras habían disfrutado de las delicias de Afrodita con la compañía de las maestras y aunque mantenían secreto todas sabían cuál era la amante de la directora. Sophie. Pero Philipa no estaba nada feliz de esta situación. Esa posibilidad de amor que habían descubierto juntas la deseaba tener con su amiga que adoraba en secreto. Ahora Sophie estaba compartiendo caricias con una mujer 10 años mayor pero en la plenitud de la belleza. No podía compararse con su cuerpo aún por formar. Se sentía tan insignificante.

Galatea decidió terminar la clase despidiendo a todas las alumnas.

-          Sophie, quédate.

Philipa las miro a ambas pero decidió huir del dolor y se dirigió a su hogar. Cuando se quedaron solas Sophie no aguanto más y se fue rápidamente a abrazar a su amante secreta. Esta la respondió con un dulce beso.

-          ¡Ay! Ardía en deseos de volver a tocarte.

-          Pero que impetuosa eres Sophie. Debo enseñarte la virtud de la calma. Estoy fallando en tu educación.

-          No seas tan dura conmigo – protesto refunfuñando el gesto Sophie.

-          Ya eres mayor. Debes aprender a comportarte como una señorita. – le dijo sonriendo la profesora.

-          Pero yo quiero seguir siendo una niña a tu lado. Reencarnación de la diosa del amor.

Galatea no pudo reprimir una ligera risa ante el inusitado piropo de su amor.

-          Que exagerada eres mi niña.

-          ¿Ves? Me llamas niña. Así que no soy señorita.

-          Deja de actuar así. Tienes que madurar.

-          Quiero madurar como tú. Quiero que me enseñes todo.

-          ¿Todo? ¡Ay estas juventudes llenas de energía!

-          Vámonos al molino. Quiero estar a solas contigo.

-          Venga amorcito. La tarde es joven. Démosle la ceremonia que desea la diosa del amor.

La pareja se dirigió a escondidas pero unidas de la mano hacia un lugar que sabían deshabitado en esta época del año. La recogida de la aceituna ya hacía tiempo que quedo atrás y los molinos esperarían unos meses a ser usados esta vez para la muela del grano de trigo. En aquel molino de su confianza podían estar cómodas retozando delicadamente entre el pajar. Durante el transito compartieron súbitos besos llenos de pasión pero a la vez de ternura.

-          No seas tan impetuosa, Sophie – se quejo Galatea debido a que la joven estaba ya magreándole el cuerpo encima de las ropas.

-          No puedo resistirlo mi amada. Quiero ver tu hermoso cuerpo, disfrutar de su tersura, de tu calor.

-          Sí, pero a mí me gusta más calmado. Debes controlarte y pensar en tu compañera.

-          Lo siento, querida mía.

Galatea decidió tratar de controlar el ritmo acelerado de su amante e intentar controlar la situación. Decidió tomar riendas y empezó a acariciar suavemente el rostro de Sophie mientras la besaba solo de los labios. Deleitándose con su tacto, prosiguió invitando a su aprendiz a compartir el ardor de las lenguas. Introduciéndosela en su boca. Sophie agradeció el gesto y lo devolvió con la suya pero cogiéndola de la nuca. Pero Galatea se retiró momentáneamente.

-          No me la metas hasta la campanilla. ¿Qué te pasa hoy?

-          Estoy muy caliente. Quiero agradecerte con todo tipo de atenciones lo dichosa que me has hecho. Especialmente hoy.

-          Para mí ha sido un placer oír como recitabas la oda a nuestra amada diosa. Has conseguido ser una virtuosa en el arte del canto.

-          Gracias a que he tenido a la mejor maestra.

-          ¡Venga ya! No te burles.

-          No me burlo

-          Sophie, me preocupa Philipa. ¿Has visto como te miraba hoy?

-          Sí, me percaté. ¿No sé qué le pasa? Pero hoy solo tengo ojos para ti.

Sophie comenzó a desnudar a la mayor. Galatea decidió dejar de resistirse y ya solo se concentró en disfrutar de las caricias, un poco más bruscas de lo habitual, que su querida le estaba proporcionando. Cuando terminó de quitarle la túnica Sophie se fascinó, una vez más, del espectacular cuerpo de Galatea. Sabía que era el objeto de deseo de muchos de los solteros de la ciudad. También conocía de sobra que  varías compañeras de clase estarían encantadas de estar en su lugar. Era tremendamente afortunada de que ella era la elegida de la directora. Compartían pasión en el arte, en el amor y ese cuerpo que tanta desazón le producía era ahora de ella.

-          Dime Galatea, ¿Como era Safo como amante?

-          Era fantástica, dulce y cariñosa. Se entregaba plenamente a su partenaire. Conocía todo de tipo de trucos para llevarme al cielo. La echo de menos

Una momentánea sensación de celos le produjo ese comentario a la adolescente. Galatea percibió en el rostro de ella este hecho.

-          Pero tú llegarás a hacerlo también como ella. Estoy segura. Siempre y cuando te controles un poco.

Sophie no quiso hacer caso al nuevo reproche. Hoy solo quería que la poetisa se sintiese en los brazos de Venus. Bajo a su amante y empezó a lamerle su cuello. Era consciente de que era una de las debilidades de ella.

-          ¡Ahhhh! Sí, hazme eso, sí- suspiró Galatea. Mientras le devolvía con caricias a la joven esas atenciones.

Sophie sabía cómo proceder. Y sus manos no paraban de recorrer el cuerpo de la madura. Paso a recorrer lentamente con su lengua desde el cuello hasta el pecho, mientras una de las manos ahora jugueteaba con el pecho izquierdo, ahora con más dulzura. Su boca se entretuvo en darle chispazos de placer al derecho. Hasta llegar al pezón donde dándole suaves toques percibió que se endurecía poco a poco. Era una clara señal de excitación. Era bien conocedora de las reacciones de su amante. Además los suspiros reforzaban fehacientemente este hecho. Estuvo un rato en el derecho y permutó al izquierdo con su boca y la mano al derecho. Cuando creyó que había conseguido su objetivo la lengua siguió su recorrido programado descendiendo hasta el ombligo. Allí lo introdujo provocando una leve risa por cosquillas a Galatea. Sophie sonrió, le gustaba mucho hacerle eso. No estuvo mucho rato hasta que el descenso prosiguió hasta alcanzar la ingle en ese momento se desvió hacia la derecha. Galatea en su interior suspiro, pero esta vez porque deseaba que llegase a su sexo, pero la intención de Sophie era calentarla aún más.

La lengua de la joven estuvo un buen tiempo recorriendo. Ahora parecía que las prisas de Sophie se habían desvanecido. Y se entretuvo largo rato en que las piernas de Galatea recibieran mimos. Se detuvo un momento y separó ligeramente las piernas de la morena. Vio su sexo y se felicito internamente. El sexo de Sophie destilaba mucho jugo de Venus.

-          Estas muy mojada- dijo sonriendo

-          Ha sido culpa tuya, me vuelves loca. Debo parecer un manantial porque lo noto.

-          Pues la verdad es que sí. ¿A que ahora me parezco a tu antigua amante?

-          Ni hablar. Aún te queda mucho por aprender.

-          Eso lo veremos

Sophie dirigió su mano a la zona más intima de Galatea. Masajeando a conciencia. El último comentario de su maestra había sido un acicate para darle más ímpetu.  Poco después fue su lengua la que se dirigió al clítoris de la amante. Cuando percibió su tacto Galatea doblo ligeramente la parte superior de su cuerpo por la sensación largo tiempo esperada. Sophie volvió a reír en sus adentros ante los avances en la técnica que parecía desarrollar. Ver las reacciones de su compañera le provoco una intensa excitación y no tuvo más remedio que abrir levemente su túnica para tocar un poco su sexo y aliviar el picorcito que su sexo le estaba provocando, deseando sentir atenciones.

-          Déjame que te devuelva lo que me haces- Dijo Galatea al ver a su compañera masturbarse.

-          No, hoy no. Hacerte lo que te hago es un placer y hoy quiero ser la que te doy. Permíteme que te traslade al paraíso

-          Si, lo estás haciendo de maravilla. No pares- dijo mordiéndose el labio inferior entre gemidos

Sophie ya saboreaba y se deleitaba con el olor que desprendía el caliente sexo de su amada, una sensación que le parecía digna del mejor licor. Ahora también los dedos se introducían en la vagina de Galatea giro lentamente los dedos buscando el punto que parecía hacer flotar a la mayor. Mientras su lengua parecía haberse vuelto eléctrica. La mano izquierda de Sophie no paraba de darse atenciones intensas a sí misma. Ver como la poetisa se retorcía le producía un deseo incontenible. Aceleró las acciones tanto para ella como para su amante hasta que Galatea estallo de placer expresándolo con unos claros gemidos mientras su cuerpo temblaba. El shock del orgasmo la dejo cansada pero aún tuvo un poco de fuerzas para buscar el sexo de su joven amante para darle caricias con su mano. Sophie estaba ya muy excitada y sentir las expertas manos de Galatea le llevo rápidamente al suyo propio en muy poco tiempo. Sophie se derribo sobre el pajar mientras respiraba profundamente mientras su Galatea le atendía con besos y caricias. Sus ojos se cruzaron y las miradas brillantes denotaban claramente su amor.

-          Ha sido fantástico- dijo Sophie

-          Desde luego que sí. Lo haces tremendamente bien

-          ¿Pero no dices que me falta mucho por aprender?

-          Lo digo para chincharte, tontorrona. Me encanta como te enfurruñas.

-          Que mala eres conmigo.

Galatea soltó una potente carcajada y calmó a su aprendiz abrazándola tiernamente. Las dos amantes se fusionaron entre sus brazos permitiendo que Morfeo les llevase a la tierra de los sueños.

~ ~ ~ ~

El mar estaba tremendamente embravecido. Una tormenta había sorprendido a la flota de Esparta. El capitán se protegía como podía de la intensa lluvia. Aunque todos los hombres mantenían la calma el nerviosismo dominaba las mentes de los soldados que con intenso esfuerzo empujaban los remos de los trirremes. Ya habían visto hundirse a una de las naves debido al intenso oleaje que en desgracia habían sido atrapados. El general no entendía como a pesar de los diversos sacrificios de toros en honor al dios … este parecía haberles lanzado esta maldición. En un esfuerzo por mantener la moral de sus tropas el general se dirigió a ellos:

-          Resistir mis Iguales. Somos el ejército más duro del mundo y hemos sido entrenados desde pequeños para aguantar esto y más. Recordar a que hemos venido. Solo quedan 2 días de travesía. Y después nos espera la gloría y las riquezas. ¡Nos espera Lesbos!

Continuará …

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