miprimita.com

Ojo por Ojo, culito por culito

en Dominación

Yo y Scherezade (4): Ojo por ojo, culito por culito.

Ahora como consejero sin cartera me disponía a conseguir meritos para mantenerme en mi puesto. Estaba claro que el califa era una persona hostil y agresiva. En el poco tiempo que llevaba en aquel lugar pude comprobar la famosa frase de las intrigas de palacio. En cierta forma los subalternos del califa vivían con una constante incertidumbre y miedo a su destino. El ambiente era en cierta forma irrespirable.

Se me asignaron varios ayudantes para cumplimentar mi labor. Mi secretario directo era un tal Mohamed Jarid. Fue alguien muy eficaz. Al poco pude comprobar que iba a ser un colaborador leal y que con el tiempo iba a ser uno de mis mejores amigos.

Decidí empezar por la agricultura del califato. Pero el territorio a abarcar era enorme. Comprendía parte de lo que es Irak, Irán y Uzbekistan actuales. Así que era preciso empezar por cosas más humildes y comprobar los cultivos de los alrededores de la capital. De esta forma yo y Jarid nos dispusimos a recorrer con una pequeña escolta los terrenos agrícolas aledaños. La escolta era fundamental, nos asignaros dos soldados de la corte, los bandidos estaban a la orden del día y los viajeros eran víctimas de asaltos a menudo, todo ello a pesar de los esfuerzos por imponer el orden por parte del ejercito. En aquellas semanas tuve que empezar a habituarme a lo difícil y duro que es viajar en aquellas tierras. Al final conseguí poder viajar a camello con una cierta soltura pero siempre terminaba molido en cada jornada. Estábamos en invierno lo cual facilito las cosas y las temperaturas no eran tan sofocantes. Nos dirigimos a una localidad llamada Urtahikh. Esta estaba aledaña a un rio lo cual era ideal para unos ciertos cultivos de regadío. Durante los días en los que estuve allí se me ocurrieron varias ideas.

La primera fue realizar una mejora sobre las acequias. Estas no estaban adecuadamente distribuidas y tenían bastantes pérdidas. Por otro lado propuse la creación de varios molinos de agua en una zona sin cultivar para que alcanzase a zonas más elevadas. Con ello ganábamos varios cientos de metros más lejos del rio, consiguiendo en total una importante cantidad de hectáreas adicionales de cultivo.

Las aceñas eran molinos harineros de agua, que se hacían en el mismo cauce de un río, de modo que la fuerza de la corriente movía directamente una rueda hidráulica vertical de paletas (ruedas vitrubianas), que a través de un sistema de engranajes (catalina y linterna), y de embragues, transmitían el movimiento de giro del eje horizontal de la rueda al eje vertical de una piedra de moler.

Posteriormente, se ideé ingenios molineros de canal o "de caz", separados o a la vera de los ríos, para lo cual se construía una presa o azud para embalsar el agua y conseguir una diferencia de altura para lograr una mayor presión y volumen suficiente en los lugares donde las corrientes de los ríos eran pequeñas y/o caudal estacional, de modo que se conducía el agua desde el azud por un canal (que se llamaba caz), para hacer precipitar el agua al final, en caída libre.

Otra recomendación que realice fue substituir en la medida de lo posible los bueyes por caballos de carga en las labores de arado. Estos animales son un poco más potentes y por tanto eficaces en dicha labor. Para poder hacerlo fue preciso substituir el arado por un arado de ruedas e introducir el yugo frontal. Pero era preciso algo más, la herradura.

Con ayuda de un herrero del palacio le indique como debía construirse y porque así se mejoraba la protección de las pezuñas para así realizar el agarre. Pero claro era necesaria una producción en grandes cantidades. Así que sugerí la contratación de un buen número de aprendices para la herrería. Pero la herrería iba a ser mucho más que eso iba a ser mi proveedor principal para mi futuro laboratorio. En poco tiempo mi consejería empezaba acumular un importante presupuesto. Pero el califa apoyaba agradecidamente mis proyectos ya que veía que gracias a mis ideas la economía del país avanzaba a pasos agigantados. El jefe de la herrería era un tal Fadh, un buen hombre que se podía decir que fue mi principal colaborar, el cual me instruyo algo sobre las vicisitudes de la metalurgia en la edad media.

Mi trabajo también se extendió en otros campos. Ya existía el ladrillo artesanal y tuve la idea de crear un producto nuevo como aglutinante. El cemento. Recordaba un poco de la química que aprendí en la facultad y siempre me llamo la atención la de este compuesto. En pocos días recompuse la formula y empecé a diseñar un proceso de fabricación con la tecnología disponible. Era preciso caliza, arcilla, arena, mineral de hierro y yeso. Todo ello estaba a mi disposición. Luego era precisa la etapa de homogeinización.

En el dicha etapa la mezcla de materia prima es bombeada a balsas de allí hasta los hornos en donde se produce el clínker a temperaturas superiores a los 1500 ºC. En el proceso seco, la materia prima es homogeneizada en patios de materia prima con el uso de maquinarias especiales. Luego el clinker es molido con pequeñas cantidades de yeso.

Después de mi éxito en las mejoras agrícolas pude obtener una buena cuadrilla de colaboradores de la construcción. Les di unos planos para los hornos y las balsas. Estuve varios días instruyéndoles en el proceso. Pero a pesar de ello los primeros intentos fueron fallidos y la mezcla no era consistente. Pero al final pudimos realizar unas paredes de prueba y mis colaboradores quedaron fascinados por la eficacia de poder de sujeción de aquella substancia. Este nuevo éxito fue comunicado al califa y mis colaboradores le comentaron el extraordinario avance que significaba para la construcción. El cemento mejoraba radicalmente el proceso de construcción de las viviendas y podría abaratarlo de forma importante. Alguno de ellos de manera entusiasmada dijo que esta nueva técnica significaría un ahorro de millones si se aplicase de manera general en todo el califato.

Meses después también "invente" el hormigón y sus posibilidades para la construcción de pilares con ayuda de barras de acero. Poco a poco mi prestigio en el palacio se convirtió en enorme solo superado claro está por los generales. Estos eran la mano derecha del califa.

Por otro lado ya disponía de una vivienda propia desde mi nombramiento. Gracias a mi cierto prestigio podía respirar un poco tranquilo y parecía disponer de mi puesto de manera más o menos segura. Pero claro está, yo ya me percataba de ciertas envidias que provocaba en otros consejeros. Abdul me advirtió severamente de los cuchicheos que se empezaban a escuchar. Incluso me dejo la sangre helada de posibles escaramuzas con cuchillos por la espalda. Estaba visto que mi vida siempre iba estar pendiendo de un hilo. Me había ganado enemigos en mi intento de sobrevivir y sin desearlo.

Era por eso que mi casita de consejero dentro de los muros de la zona real era mi remanso de paz. Allí tenía a mi servicio a Scherezade. Antes mi instructora en la lengua árabe, ahora esclava personal. Pero esta situación no era cómoda para mí. Ni en lo más remota de mi mente podía pasar por mi cabeza esta situación. Aquello me repugnaba. Era cualquier cosa menos ético. Pero Abdul me había dejado claro la situación. Scherezade era esclava de palacio y rehén del califa. Cualquier acto de repudio hacia ella era casi una terrible condena. Sería sometida a latigazos por su falta en el servicio. Cuando me dijo eso me dejo aterrado. Estaba claro que tendría que convivir con ella. Quisiese o no.

El primer día después de volver de Urtahikh volví a mi nuevo dulce hogar. Scherezade al verme entrar por la puerta se arrodillo ante mí y bajo la cabeza sumisamente. Sin dirigirme la mirada.

  • Buenas tardes mi amo y señor.

Al ver aquella escena me paralizo. Recordé que tenía una esclava en mi domicilio. Me quede sin habla y no pude responder. Al final reaccione.

  • Scherezade, por favor, levántate.
  • Como usted desee mi señor.
  • Scherezade mírame.
  • No debería mi señor. Soy de su propiedad.

La situación era muy tensa. Así que se me ocurrió una cosa

  • Si pero como buena sirvienta no me valdrías por tener los ojos bajos. Estarían tropezándote continuamente.

Ella de manera instintiva sonrió. Pero segundos después volvió a poner ese gesto serio de sumisión. Toque con mi dedo su barbilla y la levante. Así pude volver a ver sus maravillosos ojos negros. Ella me devolvió la mirada ya sin temor.

  • Escúchame, Scherezade. Te daré la primera orden. No vuelvas a arrodillarte, no me bajes la mirada.
  • Como usted desee mi amo.

Estad situación era irritante. Yo no deseaba esto para nada.

  • Escúchame Scherezade. Sé que tú no deseas estar aquí. Y esto debes comprenderlo muy bien. Yo no quiero que seas de mi propiedad.

Al oir esta palabra un gesto de miedo apareció en su rostro. Inmediatamente capte lo que pasaba

  • ¡No! ¡No! No te preocupes, no voy a repudiarte. Estoy enterado de que lo que te pasaría si lo hiciera. No me malinterpretes. Yo no quiero tener a nadie en mi propiedad. No te repudio pero sé que tienes que estar conmigo.
  • Por favor, no me abandone mi señor. No lo haga

La cogí por los hombres y la tranquilice

  • No lo hare. Pero por favor no te humilles de esa forma ante mí. ¿De acuerdo?
  • Si mi amo.
  • Segunda orden. Llámame por mi nombre, no como amo.
  • Si mi amo… Si Van.
  • Tercera orden. No respondes, si a esto, si a lo otro.
  • Si Van … - se quedo pensativa
  • Puedes decir entendido, vale, asentir. Tratémonos entre los dos como personas.
  • Entendido
  • Así está mejor.
  • ¿En qué puedo servirle Van?

Esto era desesperante. Estaba visto que Scherezade no terminaba de encajar lo que quería de ella. Hice un gesto de frustración ante lo que ella se llevo las manos a la boca como signo de preocupación.

  • De acuerdo, Scherezade. Mira déjalo.

Fui a tumbarme a la cama. Estaba destrozado por el trabajo. Necesitaba dormir. Pero al poco entro Scherezade en mi cuarto. La vi extrañado. Pero al poco comprendí lo que pretendía. Se quito lentamente su vestimenta con el fin de desnudarse. Se la veía ruborizada, sin pasión. Absolutamente triste de lo que iba a hacer. Me levante rápidamente y la interrumpí.

  • ¡Eh! ¡Eh! Scherezade. No hagas eso. Entiendes. No tienes que hacer eso.
  • Pero mi señor, yo.
  • ¿Tú qué?
  • Es mi obligación. Debo darle calor a mi amo
  • Mira Scherezade – le dije con un bufido de frustración – Trata de comprender una cosa. Aunque oficialmente seas mi esclava no quiero tratarte como tal. Ya que tenemos que convivir tratemos simplemente de llevarnos bien. Así que por favor vete a tu cuarto. Solo preciso dormir.
  • Pero mi señor …
  • No hay peros que valgan. Tú eres una mujer simplemente. No haremos nada que tú no quieras. ¿Lo comprendes?
  • No lo comprendo señor. Soy suya. Una de mis labores…
  • Esa no es una de tus labores conmigo. Déjalo estar

Ella se retiro y al fin pude tumbarme a descansar. Las pesadillas eran constantes y había una repetitiva. Yo era ajusticiado por el Califa y me rebanaban el cuello. Como en ese mar de inquietudes era imposible me levante. Al salir vi que Scherezade estaba arrodillada en el suelo limpiándolo. Usaba un trapo con un cubo. Esto me dio otra idea. Fui a la herrería de palacio. Y le di un diseño para hacer de estrujador que iba colocado en el cubo. Adicionalmente use un palo y una tuerca grande que sujetaba a una serie de trapos. Eso era una fregona. Hizo lo mismo e "invente" una escoba y un recogedor. También me ocupe de construir la formula y la metodología de fabricación de la lejía y de un jabón liquido. De esta forma volví a estar ocupado todo un día. Tener la mente en funcionamiento era fundamental para mí. Al volver a casa use yo mismo todo aquello mientras Scherezade me miraba embobada.

  • Señor yo…, yo debería encargarme de limpiar la casa. No usted
  • SI, ya me lo imagino. Pero aquí estamos los dos para llevar la vivienda adelante.

Tuve la desafortunada idea de presentar estos inventos a palacio. Fue una mala decisión. Aún resuenan las risas y las burlas en mi cabeza "¿Pretendes ayudar a los esclavos en las labores de limpieza?". Me retire de allí pero la esclava jefe me pidió que le diese varios de aquellas fregonas, cubos, escobas y demás. Al final estuve contento, pude en cierta forma ayudar a aquellas pobres mujeres en esa ingrata labor. Al día siguiente todas ellas limpiaban con mis artilugios.

Los siguientes días revise un poco la fabricación del pan e hice mejoras en los hornos de la ciudad. Me encargue de que mis ayudantes les pasasen los planos y las instrucciones a los virreinos de forma que todos ellos pudiesen usar mis avances.

Pero la cosa cambio trágicamente. Abdul vino a visitarme una tarde a mi cada.

  • Tenemos que hablar Van.- me dijo con cara de preocupación
  • ¿Qué ocurre?
  • El Califa ha pedido algo especial que le hagas
  • ¿El qué?
  • Quiero mejores armas para su ejercito
  • ¿Cómo?
  • Me has oído. Armas.
  • ¡No! ¡No! Ni de coña. Me oyes. Eso no.
  • ¿Qué problema hay?
  • Jamás, ¿me oyes?, jamás trabajare para la industria armamentística.¿ Me oyes?
  • ¿A qué viene eso?
  • ¿Qué a que viene? Te lo voy a decir. ¿Sabes una de mis armas de mi época? Supongo que Henin no te conto nada de ella. ¿Has oído de las armas nucleares?
  • No, no sé qué es eso.
  • Es el culmen de la industria armamentística. Ahora os matáis entre vosotros con lanzas, escudos, flechas y espadas. Pero esa armas creadas por gente como yo son capaces de destruir el mundo entero.
  • ¿El mundo entero? Bromeas.
  • Está visto que Henin no te instruyo bien. Imagínate una bola de fuego de varios cientos de kilómetros de distancia y que además para más inri es capaz de generar lluvia venenosa durante varios meses. Dejando la tierra inhabitable por miles de años. Y si se lanzaran varios cientos de esas. ¿Sabes lo que ocurriría? El invierno nuclear. No solo este planeta quedaría como un asteroide radiactivo sino que el humo cubriría toda la atmosfera y estaríamos en una noche que duraría años. Los escasos supervivientes morirían envenados por la radiación o por el frio o por el hambre.
  • Vaya, parece el apocalipsis
  • Si un apocalipsis generados por nosotros mismos
  • De acuerdo, te creo. Pero tienes un problema. Entiendo tus escrúpulos pero el califa quiere armamento.
  • ¡Pues que busque a otro joder!
  • No seas idiota ¿pero no te das cuenta de lo que dices? Si te niegas a ayudar al califa este te mandará ajusticiar por traidor.
  • Iros tú y el califa a la mierda
  • Piensa joder y déjate de estupideces.
  • Pues no, me niego. Estoy harto de que los humanos nos matemos entre nosotros. Es más. ¿Para qué se supone que quiere armas tu califa? Para seguir conquistando reinos. Para seguir apresando a personas como Scherezade. Sabes lo que te digo. Tu califa es un psicópata. Un loco.
  • Pero vamos a ver, ¿Tantas ganas quieres de que te maten?
  • No puedo hacer lo que tú dices. Si proporciono tecnología militar avanzada más rápido esta especie se irá a la mierda antes.
  • Bueno, vale. Lo que tú quieras Van. Pero vamos a pensar, que le podemos ofrecer al califa para que te deje en paz.
  • No tengo ni idea.
  • Vale. A ver qué opinas de esto. Y si, digamos, te ofreces a mejorar las murallas de las ciudades. No serán armas, será solo defensivo.

Estuve reflexionando durante un minuto.

  • Si Abdul. Creo que es buena idea. Crees que podremos convencer al Califa.
  • Será difícil, pero si lo acepta estarás ocupado durante años en ese tema y puede que te deje en paz.
  • Entendido. Hagámoslo.

~ ~ ~ ~ ~

  • ¿Cómo va ese diario? – me preguntó Scherezade
  • Bueno recuerdo el momento en que me vi contra la espada y la pared por culpa del tema de las armas
  • Si, maldita sean todas las guerras. Yo por culpa de ella perdí a mi padre en manes del padre del actual califa. A veces pienso en que debería vengarme de él matando a su hijo.
  • No seas loca Schere. Si intentas eso te matarán. No tienes ninguna posibilidad, el califa está bien resguardado.
  • Hay otros métodos.
  • ¿Veneno quizás? Tampoco funcionaría. Su comida es tomada previamente por sus sirvientes.
  • Si pero podríamos intentarlo con un veneno retardado.
  • ¿Y matarías a un esclavo de paso?
  • Tienes razón, mi venganza no merecería llevarme a un inocente como yo.
  • Ten cuidado con la venganza es un veneno que puede destruirte y ahora…
  • ¿Ahora qué Van?
  • Ahora yo te quiero. No puedo imaginarme vivir sin ti. Tú ya conoces como son las cosas. Para mí este mundo es un mundo de locos. Lleno de intrigas y siempre noto que la espada de Damocles pende de mi cabeza. Pero tú eres mi apoyo. Por favor no me abandones.
  • Y tú lo eres de mí. Tienes razón, deberíamos sobrevivir juntos. Pero debes comprenderme por que a ti te pasa lo mismo. Tu mayor amenaza es el Califa.
  • Si, es así. Pero en lo que no pareces percatarte en que si lo matásemos uno nuevo lo substituiría. Y si el último ha muerto de forma sangrienta es habitual que el nuevo sea aún más cruel.
  • Tienes razón Van. Parece que no tenemos escapatoria y estamos atados a los deseos de ese malnacido. Dime Van porque los hombres sois así. ¿Por qué no simplemente os dejáis llevar por la fuerza del amor?
  • ¿Yo no lo hago Scherezade?
  • Tú sí. Me he pasado. Hasta los campesinos más humildes lo hacen. Creo que tienes razón. Son los que tienen el poder.
  • Hubo alguien llamado Cipolla que hablo de la estupidez. Y también de la estupidez del poder. De donde vengo se produjeron guerras terriblemente sanguinarias. Y fueron apoyados por sus pueblos en sus afanes de conquista. Cualquier persona de esos pueblos serian buenas personas, buenos vecinos, buenos padres, buenos hijos. Pero algo hay mal en nosotros que nos hace llevar por un estúpido sentido de la lealtad, de la patria que nos vuelve locos.
  • Creo que tienes razón. Van. Según el Corán todos provenimos de un solo padre y madre. Todos los humanos de la tierra somos en cierta forma hermanos lejanos. Pero inventamos las banderas y las fronteras que nos han llevado al sufrimiento. ¿Por qué se invento todo eso Van?
  • Simplemente por avaricia. El deseo de poseer, el miedo al otro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.
  • Pues que dentro de estos muros no entre el sufrimiento Van.
  • Que no entre. Por cierto quiero darte un regalito
  • Uy que ilusión. – me dijo Schere con alegría – ¿Qué es?
  • Lo tienes delante
  • Pues no lo veo, Van.
  • Veras como el otro día te ofreciste. Hoy me ofrezco yo.
  • No te entiendo.
  • Para mí no eres una esclava, pero insististe en que tratase como tal.
  • Y me gusto. ¿Tú lo disfrutaste?
  • Mucho Schere, y es hora de devolverte la moneda.
  • ¿Y qué quieres hacer?
  • Sencillo hoy soy tu esclavo.
  • Anda Van, deja de bromear.
  • Mírame Scherezade. No bromeo. Quiero hacerte gozar como nunca te lo han hecho antes. Tú me lo has contado. Todos los amos que has tenido antes te han tratado de manera miserable y te han poseído como si fueras un objeto. Hoy quiero que me poseas a mí.
  • Pero yo te quiero no puedo tratarte de esa manera.
  • Pero no quiero que me trates así, simplemente quiero que me pidas lo que más te guste. Estoy a tu servicio.
  • Pero…
  • Venga. Anímate.
  • Pero yo… yo nunca… no sé que pedirte. Siempre he servido a otros.
  • Échale imaginación.
  • Bueno vale. ¿Por qué no… simplemente tratas de ser el mejor de los amantes?
  • Que así sea mi ama. Lo hare lo mejor que pueda.
  • Bésame mi sirviente.
  • A sus ordenes mi señora

Cogí dulcemente su cuello y me dirigí lentamente a su boca y ella me recibió con los labios entreabiertos y su lengua deseosa de recibir a la mía. Así nos untamos dulcemente nuestros apéndices. Recorrí dulcemente con la mía la suya. Con pausa, con parsimonia. De forma dulce, como a ella le gustaba. Así estuvimos unidos por nuestras bocas minutos, el beso fue muy largo. Ella cogió mi cuello y me beso con pasión, me metió su lengua hasta la campanilla. Parece que por fin se estaba animando. Poco a poco se fue convirtiendo en una loba. Una loba que estaba escondida en su interior y deseosa de salir. Así que era el momento de ser más intenso, baje con mi lengua hasta se cuello y la lamí con intensidad. Sus jadeos hicieron acto de presencia. Le gustaba, eso estaba meridianamente claro.

  • Esclavo mío, lámeme todo el cuerpo. Desnúdame.

Cogí lentamente sus ropajes y ella se dejo desnudar lentamente. Yo la llenaba de besos mientras una detrás de cada una de sus piezas caía al suelo. Al quitarle los zapatos los bese con pasión. Ella al verme eso primero tuvo un gesto de sorpresa pero luego respondió con una cara de excitación. Lamí con determinación cada uno de sus dedos. Me humillaba ante ella como si fuera mi reina.

Mis dedos recorrían cada centímetro cuadrado de su cuerpo. Ella suspiraba ante esas caricias y mi lengua también atendía su piel. Ella se derritió cuando me detuve a recorrer con mi sinhueso a su ombligo.

  • Sigue mi Van. No pares. Eso. Lo que me haces es maravilloso.
  • Estoy aquí para todo lo que desees mi ama.

Subí a sus pechos y mientras lamia con mi lengua a uno de ellos con el otro lo masajeaba con suavidad. Yo era yo bastante buen conocedor de su cuerpo y sabia como hacerla reaccionar y gozar.

  • ¿Quieres que te baje al pozo?
  • Si, baja Van.
  • No me llame Van. Mi ama, y no he entendido bien la instrucción.
  • Esclavo mío. ¡Cómeme el coño!

Parte de mi objetivo era que se desmelenara un poco. Quería que disfrutara conmigo. Que fuese procaz. Malsonante. Entonces baje a su entrepierna La misma que había afeitado el día anterior. Ahora estaba hermoso su sexo. Iba a ser una delicia hacerle una buena lamida en sus genitales. Ya estaba muy excitada y su vagina ya desplegaba un poco de jugo.

  • Hare que te corras
  • ¡Si haz que me corra!

Lamí intensamente su perlita que era su clítoris. Adicionalmente use una de mis manos y la penetre con suavidad su vagina. Una buena combinación que no tardo en hacerla gritar de placer. En pocos minutos su cuerpo se tenso y grito con intensidad. Mi mano se encharco de su fluido vaginal. Se había corrido. Cayó derrumbada en la cama con la respiración absolutamente desatada.

  • ¿Te ha gustado Scherezade?
  • No me llames por mi nombre, sirviente.
  • Perdón mi ama
  • Así me gusta esclavo. Has hecho un buen trabajo. Quiero que repitas.

Entonces agarro mi cabeza y me hizo tumbar en la cama. Se coloco sobre mi cabeza y bajo otra vez su chochete a mi lengua. Entonces cogió mi cabeza acercándola con mi sexo. Parecía querer follarme mi boca con su coño.

  • Vamos. Comérmelo otra vez. Lamecoños. Para eso estás. Vas a estar toda la santa noche con la boca entre mis muslos. A comer se ha dicho.

Sonreí. Se había vuelto absolutamente desatada. Ahora parecía una dominatrix. Volví a realizar mi trabajito oral mientras mi nariz estaba pegada a su pelvis mientras mi lengua recorría arriba y abajo su coño. Mientras su miel me la bebía como si fuese la mejor de las bebidas. Ahora estaba casi cabalgando sobre mi cabeza. Su cuerpo se contorsionaba como si fuera una actriz de circo. Los gritos deberían llegar a todo el vecindario. Ya no se cortaba en expresar su placer. En pocos minutos ya estaba acercándose de nuevo a su clímax.

  • ¡Sí! ¡Sí! ¡¡¡Me corrooooooo!!!

Un buen aluvión de miel me llego. La posición casi me ahogaba pero estaba encantado con lo que estaba viviendo. Ella se retiro y se tumbo a mi lado. Descanso un poco y volvi a ponerse a horcajadas sobre mí.

  • Venga sirviente. Ayer me destrozaste el culo. Así que es hora de que lo agradezcas.

Me acerque con mi lengua a su anito y lo lamí como lo hice el día anterior. Al igual que ocurrió entonces ella reacciono con un suave placer.

  • Que gustito da que te laman el culo. Si lo llego a saber Van. Lo habríamos hecho mucho antes. Venga bésame el culo. Eres de mi propiedad. Y a tu ama y señora se le lame el culo. ¿No esclavo?
  • Si mi ama.

Entonces giro y vio mi pene.

  • Mi chochito me pica y se con que me voy a aliviar.

En un movimiento brusco fue ella la que se ensarta a si misma hasta el fundo. Ahora me cabalgaba como una amazona.

  • Así en sumiso. Estoy cansada de estar siempre yo debajo. De sentirme follada. Ahora yo soy yo la que quiere follar. Te voy a follar. Eres mío.
  • Soy tuyo señora.
  • Ni se te ocurra correrte. Esta polla quiero que este bien dura. Como te corras te estaré azotando hasta hartarme. ¿Entendido?
  • Si, como lo desees.
  • Si, si, te voy a despellejar la polla de tanto usártela. ¡Sí!¡Sí! Me viene ¡Sí!

Una vez más las convulsiones atravesaron el cuerpo de Scherezade. Estaba teniendo una avalancha de orgasmos en esta noche.

  • ¡Vamos no seas vago! Estoy cansada. Sigue tú.

Nos pusimos en misionero y fui yo el que empecé a darle al pistón. Trate de insensibilizar mi pene. Como si fuese una piedra. Pero si estaba muy excitado salía momentáneamente para volver a comerle el coño. Cada vez que su vagina se corría, sus contracciones me apretaban el pene que casi me llevaba al orgasmo pero de manera estoica conseguía una y otra vez aguantar otra más. Estuve casi una hora penetrándola y creo que ella se vino unas 6 veces más. Me había conjurado a no salir de ella sino fuera más que para aguantar más.

  • Estoy cansada. Pero quiero seguir jugando. Te has portado bien pero no quiero que te corras. Recuérdalo. Hoy estás para servirme así que te aguantas. Sal de mí. Que me tienes destrozada.
  • Como usted guste.

Entonces se llevo mi pene entre sus pechos. Era la primera vez que hacíamos eso y era muy excitante yo no estaba para aguantar mucho más. Su cubano me hizo gemir de forma descontrolada y ella me miraba de forma socarrona. Trate por todos los medios no eyacular.

  • Schere por favor. No aguanto más.
  • Vamos tranquilo Van, ahora llega el fin de fiestas. Déjame tomarme la revancha por lo de ayer.
  • Lo que tú quieras pero déjame venirme
  • ¿Lo que yo quiera? , je je je. De acuerdo. Aguanta unos minutos más. Ahora túmbate en la cama.

Lo hice y entonces comenzó a mamármelo con suavidad.

  • Me gusta el sabor de tu leche. Y ahora te la voy a sacar.

Entonces de manera inesperada sentí que algo me invadía mi ano. Me estaba metiendo el dedo. Entonces mi cuerpo entro en shock y tembló de arriba abajo. Ya sabía que no podía hacer nada y mi polla iba a estallar como un geiser.

  • Vaya como me aprieta el dedo tu culito. Es como si no quisiera soltarlo. Hasta noto como tiembla.
  • Scherezade. Me corro

Entonces ella se la metió profundamente en mi boca y eso fue ya demasiado para mí. Grite como un descosido y mi leche salió disparado a su paladar, un chorro y otro y otro. Hasta 5. Al final tuve un orgasmo monumental. Y lo había conseguido con Scherezade follándome el culo con su dedo.

  • Ahora estamos en paz. Tú me follaste el culo y yo también a ti. Y por lo que veo y culito tiembla de gusto. Me ha gustado ser tu ama.
  • Y a mi servirte.

(Continuará …)

Mas de Manny

La usurpadora (y 13): Unas vacaciones inolvidables

La usurpadora (12): Encerrona erótica bienvenida

La usurpadora (10): El precio de la lujuria

La usurpadora (10) Mi madre y mi tía. Mis putas

La usurpadora (9) El adiestramiento de tía Abigail

La usurpadora (8) Romance en Baviera

La usurpadora (7) Sacrificio anal

La usurpadora (6) Tía Abigaíl debe pagar

La usurpadora (5) Madrastra y esclava

La usurpadora (1) Prologo

La usurpadora (4) Las nuevas reglas de la casa

La usurpadora (3) Dominando a la puta de mi padre

La usurpadora (2) El funeral

Cuando conocí a mi ángel

Vini, vidi, vinci (y X): ¡Oh Fortuna!

Quien ama el peligro, en él perecerá.

El principe

La felicidad es breve, la pena dura largamente

Cualquiera puede errar

Nada es quien nada ama

La ceniza nos iguala a todos

Cuídate de los idus de Marzo

Ave, Caesar, Morituri te salutam

Vini, Vidi, Vinci

Editora agresiva

La segunda batalla de Mitilene

El dulce sabor de la venganza

Corrompiendo a Sophie

Compartiendo amor

Serás mía o de nadie

El reencuentro

La labor de una esclava

Marcando territorio

Sueños

¡Arde Lesbos!

Redención

La academia de Safo

Destino maldito

El corazón del demonio

Sultanas y ... putas

Harem de hermanas

La huida

El alto precio de la traición

Scherezade y Shoali, amor entre hermanas

Rescatando a Shoali

Alimentando a Elisabeth

Mi primera vez con Scherezade

Conquistando el culo de Scherezade

Yo y Scherezade (2)

El demonio vive en ti

La princesa de la dulce pena

Yo y Scherezade (1)

Regreso al jardín de las delicias

La violación de Elisabeth

Bacanal en honor a la diosa

Calentón en el coche patrulla

Detectives de medianoche

Compañeros con derecho a roce

Maridos, mujeres y amantes

Ejerciendo de semental

Sacerdotisa y consejera del sexo

La odisea de Virgilio (11: Un nuevo amanecer)

La odisea de Virgilio (10: Hijos de Lot)

Como lágrimas en la lluvia

La odisea de Virgilio (9: La redención de Lilith)

La odisea de Virgilio (8: La cantata del Diablo)

La odisea de Virgilio (7: Master of Puppets)

La odisea de Virgilio (6: Gehenna)

La odisea de Virgilio (5: Metalingus)

La odisea de Virgilio (4: Un regalo)

La odisea de virgilio (3: Los 4 jinetes)

La odisea de virgilio (2: Tempestad)

La odisea de Virgilio (1: Liliana)