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Compartiendo amor

en Trios

La academia de Safo 9: Compartiendo amor

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Leander despertó tras un mal sueño. Creía que se encontraba en un carro de fuego y su alma era llevada a toda velocidad hacia el valle de Hades. Su cuerpo estaba totalmente mojado por el sudor. Sentía dolor por todos lados y una fiebre intensa que le producía mareos. Abrió los ojos y se percató que estaba en una habitación de madera, pero era extraño. Parecía girar suavemente de un lado a otro. Pensó momentáneamente y se percató de que estaba en el camarote interno de una embarcación. Allí había otras tres personas, hizo memoria y recordó a dos de ellas. Una de ellas era Anaxogaras, otra era Galatea. No reconocía a una joven que conversaba con ella.

-          ¡Oh! ¡Gracias a los dioses! ¡Has despertado! – grito Galatea.

-          ¡Ay! Por favor no grites. Me duele la cabeza horrores. – se quejó Leander.

-          Perdona – dijo Galatea mientras le ponía un paño húmedo en la cabeza para rebajar la fiebre – temíamos por ti.

-          Definitivamente estás tocado por las ninfas del destino. – intervino Anaxogaras - El médico consiguió extraerte el veneno con una sangría. Estuviste cerca de la muerte, sino fue por la rápida actuación de Galatea no lo habrías contado.

-          Si recuerdo que me sacaste el veneno, amada. Gracias por salvarme la vida.

-          No tienes por qué dármelas, se me hubiera roto el corazón si te hubieses ido a la otra vida.

-          ¿Dónde estamos?

-          En un trirreme. Rumbo a Mileto. Anaxogaras consiguió introducirte en esta embarcación comercial. Fue lo mejor dadas las circunstancias.

-          Si pero… Entonces he fracasado en mi misión. – dijo con pesar Leander

-          Todo ha sido un desastre mi querido amigo- volvió a hablar el filosofo – Al parecer alguien ha conseguido transmitir el atentado que sufriste a los espartanos. Pero te dan por muerto según las noticias que hemos recibido.

-          Lo que no entiendo es lo que paso. Tuve mucho cuidado en no levantar sospechas. Supongo que los atenienses se percataron. Pero un momento, recuerdo que tú me dijiste que estaba en peligro- dijo mirando a Galatea- ¿Cómo lo supiste?

-          No ha sido Atenas- dijo la desconocida- Ha sido Esparta. La que te atacó era una agente de Lisandro.

-          ¿Lisandro? Menudo hijo de puta. Tuve que haberlo sospechado. ¿Pero como sabes eso? ¿Quién eres?

-          Mi nombre es Sophie, fui también atacada por ella y me desveló sus planes.

-          ¿Sophie? Un momento ¿No es la misma Sophie de la que me advertiste, Galatea?

-          Si, ella es Sophie. Pero Lisandro te ha traicionado haciendo uso de otra de mis alumnas, al igual que Sophie. Ella es Philipa.

-          ¿Una mujer de Lesbos? No entiendo nada ¿Por qué habrá hecho eso?

Sophie se ruborizo de culpabilidad ante esa pregunta. En cierta manera era la responsable indirecta de que Leander fuese atacado, de que la posibilidad de paz se hubiese hecho pedazos. Pero también se sentía incomoda por otro motivo. Él era el amante de Galatea, en cierta forma había ocupado su lugar, y ahora no encontraba muy bien su sitio.

Una semana antes había sido raptada por un secuaz de Lisandro y forzada por su antigua amiga Philipa. Aprovecho un descuido de ella para tomar un palo y atizarle en la cabeza. Aprovechando que la dejo inconsciente robo unas ropas que tenía en un saco y pudo burlar la vigilancia del compinche. Comprendía que la habían sacado de la ciudad a través de una de los desagües al efecto de la ciudad que se habían creado para las aguas fecales. Ese era el motivo del mal olor que percibió.

Conociendo el ataque que sufrió Leander se dispuso a buscarlo a él y Galatea. Tenía que advertirles. Se tiro toda la noche recorriendo las calles sin éxito, luego volvió a casa de Aspasia y le conto lo sucedido y a sus padres también. En ese momento tuvo una intuición, le pidió dinero a sus padres y fue rápida y corriendo al puerto de El Pireo. Empezó a gritar llamando por Galatea y esta la escucho subida a una embarcación que estaba subiendo amarras. Milagrosamente subió justo a tiempo antes de que saliese a la mar.

-          ¿Sophie? ¿Qué te pasa? - Galatea la saco de esos pensamientos.

-          No, nada, nada. No pasa nada- ocultó Sophie.

La embarcación atravesó el mar Egeo durante un mes. Era una embarcación comercial que se dedicaba al intercambio de productos de lujo diversos entre las ciudades griegas. Anaxagoras pago el pasaje al capitán del barco que se disponía a ir Mileto.

~ ~ ~ ~

Los fugitivos consiguieron llegar sanos y salvos a Mileto. Anaxagoras tenía ya contactos en la ciudad y pudieron conseguir en alquiler viviendas para él y Leander. Galatea y Sophie se establecieron con el espartano. Este afortunadamente recuperado se dispuso a trabajar en una cofradía de pesca en la ciudad. Galatea y Anaxagoras se establecieron como profesores de Poesía y filosofía, artes muy apreciadas que les permitieron conseguir sustento sin dificultades. Por su parte Sophie se dispuso a hacer de ayudante de Galatea en sus clases. En relativo poco tiempo se podría decir que consiguieron una cierta seguridad y tranquilidad.

Sophie le costaba algo adaptarse a vivir con Leander en el mismo techo. En cierta forma había aceptado que Galatea no lo dejaría por ella. Tenía que compartirla. Cuando Leander se hacía a la mar aprovechaban para volver a amarse en la casa. Pero cuando estaba con el espartano a veces trataba de espiarlos. Un día al llegar Leander a casa lo primero que hizo al recibirle fue arrodillarse ante él le abrió su túnica y directamente se dispuso a lamerle su miembro. Sophie se sorprendía de que su amada se humillase así ante él. Galatea solo recorría con suavidad con su lengua mientras miraba fijamente a los ojos al general, observando sus reacciones. Su lengua pasaba a recorrer toda la extensión del pene, relamiendo hacia arriba y hacia abajo.  Bajando momentáneamente a los testículos a los que empezó a lamer con suavidad, metiéndoselos en la boca. Luego recorrió hacia atrás y suavemente se introdujo el glande lamiendo en su interior, mientras su mano masturbaba la base del pene. Leander ya empezó a dar suaves gemidos.

Pocos minutos después Galatea hizo otra cosa que sorprendió enormemente a Sophie, tomo una bocanada de aire y se incrusto la totalidad del pene, que era de un importante tamaño, en su boca. Por lo que pudo ver Galatea hizo un esfuerzo para amoldar su garganta para albergar el sexo de Leander.

-          ¡Oh Galatea! Tú sí que sabes volverme loco. – celebró Leander

Ahora Galatea sin hacer uso de las manos realizaba una mamada frenética que buscaba su objetivo de manera inmediata. La poetisa se había vuelto adicta al pene de su amado, le gustaba sentir como latía en su boca, como crecía, como era abrigado por su garganta y como invariablemente claudicada al placer entrando en eyaculación transmitiéndole ese ansiado liquido que le gustaba degustar. Y que como una “buena niña” no dudaba en recoger sin escapar ninguna gota mostrando su lengua impoluta como símbolo de devoción a su amante.

-          ¡Oh! Bendito sea el día que te conocí, Galatea. – le dijo mientras con la mano la levantaba para besarla con pasión. Sin ningún tipo de miedo a que un resto de esperma aún estuviera en su boca.

Sophie tenía sentimientos contradictorios. Ver aquella escena le excitó tanto que no tuvo más remedio que masturbarse su clítoris produciendo que su vagina empezase a lubricar. Al ver tanta devoción a la hora de dar placer en su amada profesora le produjo tal excitación que se masturbo con intensidad alcanzando el clímax casi a la par que Leander. Con esfuerzo acallo su placer. No entendía lo que pasaba, ¿es que acaso los hombres a los que no prestaba atención también le atraían? ¿O era también ver como Galatea dispensaba amor y placer? Pero también no pudo evitar sentir unos ciertos celos. Aunque ahora no eran tan agudos como cuando se entero de la situación. Ahora viéndolos abrazados y besándose tan acaramelados le parecía horrible la idea de que esa pareja se rompiese por su culpa.

-          Venga preciosa, vamos arriba al cuarto, que te voy a hacer una comidita en tu coño que se va a enterar todo Mileto gracias a tus gemidos.

-          ¡Venga exagerado! ¡Menos lobos!

-          Ponme a prueba.

Los dos amantes subieron raudos por las escaleras mientras Sophie se escondía en su habitación. Sus pensamientos la atosigaban, estaba claro que Galatea era feliz. Pero también parecía agradecer el amor que ella le dispensaba. Cuando faenaba Leander disfrutaban de acariciarse, besarse, abrazarse. Parecía que durante esos momentos estuvieran en el Olimpo. Cuando formaban el 69 para lamerse mutuamente sus sexos.

-          ¿Por qué te lo depilas el monte de Venus?

-          Es una cosa que aprendí en Esparta. Es una costumbre de las esclavas.

-          ¿De las esclavas?

-          Si, el símbolo de su sumisión a su amo.

-          Pero ¿Por qué sigues haciéndolo?

-          Porque sé que a Leander le gusta vérmelo así. No soy su esclava, pero me gusta aparentarlo. ¿Qué pasa, no me lo ves bonito?

-          Bueno, si verlo así en toda su plenitud es precioso. Me dan aún más ganas de comértelo sin parar.

-          Pues deja de hablar y sigue lamiendo cariño. Que me falta poco.

Sophie volvió a su trabajo oral acompañado por su amante. Lamiendo denodadamente sus clítoris, provocando suspiros y jadeos hasta que el resultado inevitable surgía dando lugar al clímax en forma de fluidos que eran saboreados de la una a la otra. Para luego ser compartidos en un ardiente beso.

Sophie recordaba esos momentos y ahora escuchaba como era Leander el que se lo hacía a Galatea. Otra vez sentimientos contradictorios por ser él y no ella la que le proporcionaba placer. Pero a la vez en cierta forma pensaba en que si Leander daba placer, felicidad y amor a Galatea entonces era mejor, todo lo que sea por ella. Y Era cierto, Leander debía hacerlo bastante bien porque Galatea estaba siendo muy escandalosa.

Al día siguiente Leander volvió a la pesca y quiso compartir sus dudas con Galatea tras terminar de dar clases.

-          Galatea, tengo que confesarte algo.

-          Dime querida.

-          Ayer, os espié. No pude evitarlo.

-          ¡Esto es bueno! - dijo con un ligero tono de sorna – Y dime ¿Te gusto lo que viste?

Sophie mantuvo silencio.

-          No hace falta que me contestes. Te has sonrojado. Si que te gusto. Así que te excito vernos. ¿Qué viste?- le dijo mientras le daba un apretón cariñoso a uno de sus pechos.

-          ¡Ay! Afrodita. Casi no te reconozco. Hace un año no eras así. Tan …

-          ¿Tan sexy, tan caliente, tan buena chupando pollas y comiendo coños? – pregunto con un acento lleno de suspiros.

-          ¡Ay! No seas así. Me intimidas.

-          ¿Te intimido? – le dijo y luego le dio un lametón el cuello que erizo los cabellos de su piel a la joven.

-          No puedo evitarlo, me tienes subyugada. Antes eras más dulce pero también me gustas así.

-          A ti te gusta cómo te FO – LLO. Confiesa.

-          Lo dicho, pareces otra. Antes no usabas esas palabras. Hablabas de hacer el amor.

-          ¿Y no te gusta cómo te lo hago?

-          Sí, me haces vibrar. Eres dulce, pero a veces también eres traviesa. Parece que la más joven seas tú. Ha sido Leander el que te ha cambiado. ¿No?

-          Bueno, sí. Definitivamente. Ha sido él. ¡Ay! Que hombre más fantástico. Si pudieras conocerle. En cierta manera soy un poco más impetuosa contigo por un motivo.

-          ¿Cuál?

-          Me gusta tratarte a ti como él me trata a mí.

-          Como a una esclava. ¿Así me ves?

-          Que no tontorrona. Te amo, te respeto, tal como él me ama y me respeta. Solo que follamos salvajemente. Y quiero hacerte sentir como él me hace sentir y en cierta forma sentir un poco lo que él siente.

-          Te ha convertido en una marimacho para conmigo.- protesto Sophie.

-          Venga tú mismo me has dicho que te gusta. Y por cierto ¿Qué viste ayer so fisgona?

-          Solo vi como le chupaste su miembro.

-          Así que ese ruidito que había tras la puerta eras tú, casi pude percibir tus gemidos. Te puso cachonda verme como me la tragaba enterita.

-          ¡No!, bueno si, la verdad es que si.

-          Siendo sincera es mejor.

-          ¿Pero de rodillas? ¿Humillándote?

-          Para mi es mi dios. Es más sé fehacientemente que le pongo cachondo perdido cuando hago eso. Y a mi, me encanta.

-          Pues no lo termino de entender. Y no sé cómo te puedes meter eso tan adentro.

-          ¿A qué viene esa pregunta? ¿Quieres que te enseñe? – dijo para luego sacar la lengua moviéndola en el aire como cuando practica la felación.

-          ¡Ay no! Pero … 

-          ¿Pero qué? Un momento, a ti te gusta Leander. Confiesa.

-          No. Bueno. Si. Espera. No

-          Aclárate cariño.

-          La verdad es que después de veros creo …. Me gusta cómo te hace feliz, me gusta cómo te hace gozar.

-          Eso es lo que me hace él a mí. Pero yo te pregunto si te gusta ÉL.

Sophie reflexiono tranquilamente. En realidad al verlo desnudo sintió una cierta atracción por él. Era hermoso, bien formado, guapo y además era cariñoso y estaba claro que era un buen amante.

-          Sí, creo que sí. Me gusta Leander.

Galatea le dio un profundo beso a su compañera.

-          No sabes lo feliz que me acabas de hacer. Yo también me sentía atrapada entre dos mundos- añadió Galatea.

-          ¿Y eso?

-          Te miraba y sé que tenías ciertos celos. Pero recuerda lo que paso a Philipa. Los celos son destructivos.

-          No me lo recuerdes.

-          Esto es la mejor forma de solventar nuestro problema. Te amo a ti y no renunciaré a ti. Pero también amo a Leander, y no renunciaré a él. No me lo pidas por favor.

-          Bueno, no lo haré.

-          Amale a cambio ¿Crees que podrás?

-          Si creo que sí.

-          ¿Y follarías con él?

-          La verdad es que no sé.

-          Me has dicho que te gusta.

-          Si me gusta, pero sería mi primera vez con un hombre, y que quieres que te diga, me asusta un poco.

-          ¡Anda chiquilla, qué exagerada eres! ¡Que no muerde!

-          Pero yo no puedo hacer eso que tú le haces.

-          Ni hablar, es más me aseguraré que sea dulce contigo. Estate tranquila que será inolvidable.

-          ¿Seguro?

-          Yo estaré con vosotros. Así que puedes estar tranquila.

-          ¿Tú también?

-          Pues claro. ¿Qué crees? ¿Qué  me perdería la fiesta? Eso no te lo crees ni loca. Con el tiempo que llevo deseando que nos amemos los tres juntos.

-          Pero, ¿Tú crees que Leander le gustará la idea?

-          Leander es un hombre, y ya los conozco como piensan. La sola mención de estar con dos mujeres le volverá loco de alegría. Y es más, alguna vez le he visto como te mira. Tú le gustas a él.

-          Nunca me he percatado

-          Porque lo hace sutilmente. Para no hacerme sentir mal, pero de vez en cuando tiene una fugaz mirada. El otro día te miro el trasero, el cochino- dijo Galatea con una burla.

-          ¡Ah sí! Pero será …- dijo con risas Sophie

-          Ves, te estás riendo. Me acabas de hacer tremendamente feliz. Esta noche será fantástica.

~ ~ ~ ~

El día había sido provechoso en grado sumo. Las redes se llenaron de sardinas, arenques y otros peces. Poseidón había sido magnánimo y había dado una buena cosecha de frutos del mar. Los compañeros de embarcación estaban exultantes y consiguieron hacer una gran venta en la lonja de Mileto. Leander se llevo su parte y contento de haber conseguido una importante suma se dispuso a volver a su hogar tras una jornada de trabajo.

-          Cariño, he llegado a casa. Ven

-          ¿Qué tal el día de trabajo, querido?

-          ¿Qué cómo me ha ido? ¡Mira!

-          ¡15 decadrahmas! ¡Guau! ¿Pero que habéis pescado hoy? ¿Al mismísimo Kraken?

-          No ha sido para tanto, tonta. – dijo con burla – pero ha sido duro.

-          Con esto tendremos para varios meses.

-          ¿Y las clases?

-          Magnifico. Aunque tenga alumnos de todas las edades y sexos. Nunca he instruido a niños. Aparte de leer y escribir, muchos ya se interesan por la poesía. Pero eso si te digo, las mejores de mis alumnos son chicas.

-          Venga, deja de chincharme.

-          Jajajaja

-          Bueno, hoy cocino yo.

-          ¿Tu, Leander?

-          Por supuesto. ¿Dudas de mí?

-          Para nada, Tú siempre me sorprendes.

-          Yo te ayudo- intervino Sophie

-          Vale pero no voy a hacer nada sofisticado. Simplemente freír estas sardinas.

-          ¡Estos hombres! Son más simples que el mecanismo de un botijo - solto Galatea.

-          Ja,ja,ja- respondió con burla Leander.

-          Tienen una pinta deliciosa.- trato de calmar los ánimos Sophie.

-          Y más que van a tener cuando las prepare. Os vais a chupar los dedos.

-          Venga, vamos.

-          Bueno, mientras cocináis voy preparando la mesa. – dijo Galatea.

-          No tardes que esto lo hago en nada- dijo Leander.

Tras cenar, Galatea tomo de la mano a Leander y lo dirigió hacia el cuarto de baño. Alli se entretuvo pacientemente a enjabonarlo haciendo uso incluso de sus generosos pechos para dicha función. Parte de la idea era provocarle la conveniente erección, tras secarse cogió su mano para llevárselo a la habitación.

-          Leander. Prepárate por que hoy te voy a hacer algo especial.

-          ¿Qué es?

-          Adivina.

-          Pues no sé. Veamos. Una de esas mamadas tan buenas que me haces que me tiemblan las piernas.

-          No, no

-          Me cabalgaras cual amazona hasta hacerme reventar y pedirte piedad.

-          No, no

-          Lo que me hiciste el otro día. Pajearme con tus tetas.

-          No, no

-          Me permitirás que te folle el culito. Eso, eso, eso, ¿A que si?

-          Pervertido. Eso tampoco. Mucho mejor.

-          Pues ya se me están agotando las ideas. Veamos, ¡Ah sí! Te volverás a entregarte a mí para que me desfogue contigo. Hace tiempo que no lo hacemos.

-          ¡No hace tanto! Fue hace tres semanas. Y me dejaste el ano para el arrastre. Al día siguiente apenas pude sentarme. Ya lo haremos otra vez. Pero tampoco se trata de eso.

-          ¡Jo pues ya no se que puede ser! ¿Alguna postura en especial? ¿El 69? ¿Una paja? ¿Qué salgamos a hacerlo afuera? ¿Darme un atracón de miel?

-          No, no ,no y no. Estaba seguro que no acertarías ni en mil años.

-          Vale, me rindo. ¿Qué es?

-          Bueno, espérame un momentito que vengo con la sorpresa.

-          Me tienes en ascuas.

-          No tardo nada.

Galatea salió de la habitación al minuto volvió a entrar y sujetaba a alguien de la mano. Entonces Leander al ver quien era casi se le salen los ojos de las cuencas y se tapo con las sabanas. Era Sophie que venía desnuda.

-          Leander. Hoy quiero que le hagas el amor a mi alumna.

-          Pero…pero…pero…pero

Sophie se acerco al soldado y le beso dulcemente en la boca. Esto pareció tranquilizarle y se le fue la tartamudez. Busco con la mirada a Galatea que asintió dándole a entender que no había ningún problema.

-          Se dulce, es su primera vez.

-          Tranquila Sophie. Relájate y disfruta.- dijo un ya más confiado Leander.

Leander tomo de la mano a la joven y la invitó a acostarse en la cama. El mueble era de buen tamaño lo cual permitió a los tres retozar cómodamente. Mientras ambos se besaban con dulzura Galatea se entretuvo a estimular a la joven lamiendo su cuello y luego bajando a su pecho. El soldado consciente de la timidez que demostraba la chica sospecho que era su primera vez, así que simplemente la acariciaba con ternura su rostro mientras seguía besándola con suavidad. Por su parte Galatea seguía con su curso de provocarle deseo a su amante femenina y su lengua siguió bajando hasta hacer una breve parada en el ombligo para luego continuar por las piernas y luego volver a subir hacia el peludo sexo de la aprendiza. Abrio ligeramente sus piernas para acceder a su objetivo y la llegada de su apéndice provoco un sonoro suspiro de placer. Conocedora de lo que le gustaba a Sophie busco su clítoris para acariciarlo lentamente y con parsimonia. La noche era joven. Por su parte Leander empezó a usar sus manos para acariciar los pechos que ya tenía sus pezones erectos y duros como el hielo. Bajo con su boca a uno de ellos a relamerlo. Por otro lado Galatea incremento la intesidad de las caricias y como resultado de tanta atención a Sophie se le empezó a formar esa sensación. Esa llegada a la cima, un leve empujoncito y libero toda su energía y en un sonoro orgasmo. Leander y Galatea disfrutaron viendo como temblaba y gemia.

-          Vamos, Leander. Ya está lista.

-          Si, Galatea.

Leander bajo colocándose en misionero apuntando su pene a la vagina de Sophie. Esta complaciente abrió las piernas para recibirle. Galatea había conseguido su propósito y Sophie estaba preparada para disfrutar plenamente de la penetración. Ahora subió a besarla para que estuviera cómoda mentalmente. Sus labios fueron recibidos con pasión. Leander con tranquilidad empujo suavemente haciendo una ligera presión. No notó el himen. Así que supuso que Sophie ya había perdido la virginidad, pero no sospecho para nada que fue Philipa la que se lo arrancó. Pero tener ese trozo de carne entrando fue bien recibido y sin ningún tipo de trauma entro en su interior. Leander y Galatea eran pródigos en besarla y acariciarla y de esta forma la excitación volvió a hacer acto de presencia en Sophie. El orgasmo estallo de nuevo, con un resultado muy sonoro en la voz de la joven. Mientras Leander seguía penetrándola con suavidad persistiendo en la estimulación de su interior. El soldado disciplinadamente controlaba sus sensaciones deseoso de proporcionarle una buena iniciación al sexo para la joven. Tras recuperarse Galatea invito a Leander a acostarse. E instruyo a Sophie a colocarse encima de él a horcajadas, cogió el pene y lo volvió a apuntar a la entrada de su sexo que ya disfrutaba plenamente de la conexión con el sexo masculino. Se sentía muy espiritualmente unido a Leander, parecía como si en esos momentos se uniesen en un solo cuerpo, en un solo ser, en una sola alma. Se estaba enamorando también de Leander. Bajo a besarle ahora, tomando la iniciativa en bajar y subir su cuerpo. Galatea no se quedo quieta y con su mano busco el clítoris de su alumna, en pocos minutos otro orgasmo surgió aún más poderoso que le anterior. La vagina de la chica de pelo rubio era más bien estrecha y los gemidos de Leander eran premonitorios de su pronta eyaculación. Galatea decidió que no era oportuno de que el general se viniese dentro de su amada, eso quizás era demasiado aún para su querida Sophie. Así que aprovechando que se tumbo en el cuerpo de su hombre retiro su pene del interior de su compañera de amor para hacer una felación a Leander. La sensación de tener la boca de su adorada Galatea en su pene fue más que suficiente para que explosionase en ella.

Los dos cuerpos descansaban. Sophie dormitando sobre Leander. Verlos así fue una hermosa imagen para Galatea, que por un momento vio un atisbo de paraíso allí. Siendo ella una ninfa de amor que provocaba que sus amados se amasen. Retiro levemente el cuerpo de Sophie para se acostase sobre la cama, esta gruño levemente buscando el cuerpo de Leander para abrazarle, ella por su parte se dispuso a dormir abrazando por la espalda a su amado. Leander noto en ese instante que estaba rodeado por dos mujeres y sintió que hubiese sido tocado de alguna manera por la diosa de la fortuna. Pero dicha diosa es cruel, lo que un día te da otro te lo quita, y tuvo un ligero temor de perder lo que estaba viviendo ahora.

~ ~ ~ ~

Paso la noche y Leander se levantó sobresaltado. Galatea y Sophie lo notaron y se despertaron también.

-          ¿Qué ha ocurrido amado? – Pregunto Galatea

-          No, nada. No sé. Ha sido un mal sueño. Era como si mi madre me llamase.

-          Solo ha sido una pesadilla. Venga déjanos que te abracemos de nuevo. Aquí entre nosotras. Te cuidaremos, no hay nada que tengas que temer- dijo Sophie.

Leander se volvió a tumbar y los brazos de sus amadas volvieron a enrollarse en su cuerpo. Era cierto, allí entre ellas se sentía más protegido que si fueran diosas mismas.

Continuará …

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