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Mi primera vez con Scherezade

en Hetero: General

Yo y Scherezade (5): Mi primera vez con Scherezade

Llegamos al palacio del califa para comunicarle mi decisión. Pero la cosa no fue como yo y Abdul esperábamos.

  • ¿Qué te niegas a crear armas para mí? Tú lo que eres es un traidor. Debería mandarte a ejecutar ahora mismo. ¿Así es como me pagas mi protección? Tendría que ignorar las instrucciones de mi padre y echarte de aquí como un perro sarnoso. No vales para absolutamente nada. Y además fíjate el aspecto que tienes. No eres un hombre. Si te mandase a una batalla no durarías nada. Eres un mierda. Me dan ganas de vomitar.
  • Pero mi señor- intervino Abdul- Van no se niega a hacer armas, no es su especialidad. En cambio se ofrece a reforzar las murallas de las ciudades del califato.
  • Y una mierda. Mi padre conquisto este vasto imperio que ocupa la parte central de Asia gracias a nuestro poderoso ejército que asolo ciudades. Aún recuerdo a mi padre orgulloso de expandir los cráneos de los muertos en un ciudad para la puerta de la siguiente ciudad. Se meaban de miedo. Se le veía el brillo en sus ojos de la inminente victoria. Él no tenía piedad y todos los varones los pasábamos a cuchillo. Pero las mujeres sufrían un destino aún peor. Ellas luego pasaban a ser nuestras esclavas para nuestros más íntimos deseos. Tú tienes a una de ellas. ¿De dónde crees que viene Scherezade? Yo la disfrute. Aún me relamo de cuando estuve abusando de ella días. Pero luego sus ojos se apagaron. Ya no tenía sentido abusar de un ser destruido, no da satisfacción. Así que ahí la tenías, un desecho de mujer.
  • SI claro. ¿Y yo tengo que colaborar contigo para continuar con las matanzas?
  • Así es, ¡Es mi orden! Yo soy el portavoz del islam. Después de unificar los reinos musulmanes luego iré a Europa y someteré a esos infieles cristianos. El islam triunfara con el filo de mis cimitarras. Y luego me expandiré a la India y acabare con esos malditos politeístas.
  • Entendido. Entonces puedes mandarme ya a ejecutar. No colaborare.
  • ¡Maldito!

Fui hacia mí y me golpeo en la cara. El golpe fue tan fuerte que caí al suelo y empecé a sangrar abundantemente.

  • Debería mandarte azotar. Cien latigazos es lo que mereces. Y luego ordenaría que arrastrasen tu cuerpo con caballos por toda la ciudad y luego debería mandar que te destriparán y que esparcieran tus restos en el desierto. A mí no se me niega nada. Soy el califa, indeseable infiel.

Sus ojos estaban rojos de ira. En cualquier momento sería capaz de retorcerme el pescuezo el mismo. Pero poco a poco empezó a respirar más pausado. EL brillo de los ojos cambio.

  • Maldito testarudo. Al menos estas mejorando la agricultura y la economía del país. Si no fuera por eso ya estarías muerto. Por lo que veo no piensas colaborar en esto. Me da igual. Alá guiará mis pasos y no necesito la ciencia de los infieles para mis propósitos divinos. ¿Quieres mejorar las murallas? Pues hazlo. Vete de aquí y no entres más a palacio salvo que yo te lo ordene. ¡Fuera de mi vista!

YO y Abdul nos retiramos apresumbrados. Al salir del palacio, el corazón me empezó a palpitar de manera desbocada. Parecía que me iba a dar un infarto. Me senté en el suelo junto a la pared y mi cuerpo empezó a temblar. Hasta empecé a llorar.

  • ¡Van! ¿Qué te pasa?
  • ¿Qué qué me pasa? Que todo esto es una mierda. Yo no debería estar aquí. He estado a punto de morir de una manera horrible.
  • Vale. Te llevaré a casa. La gente de la calle te está mirando. No deberías dar este lamentable aspecto. Pareces un hombre derrotado
  • Lo soy Abdul.
  • Venga arriba.

Fui como un zombi por las callejuelas de Samarcanda siguiendo sin ganas de vivir detrás de Abdul. Al fin llegue a mi domicilio. Abdul hablo con Scherezade y le hablo lo ocurrido. Ella me miro y sus ojos se entristecieron al verme. Abdul se despidió. Volví a caer al suelo y rompí a llorar como un niño. Scherezade se fue rápida hacia mí y vino a consolarme con caricias.

  • No te preocupes Van. Yo estoy aquí.

Note su calor. Y entonces vi a Scherezade de otra manera. Ya no la quería ver como la esclava a mi cargo. Ahora la veía como una alma gemela, como una mujer. Alguien que me estaba consolando en ese momento de desesperación. Allí estaba yo. Hundido por el miedo, por el dolor y la desesperación. En aquel momento los escrúpulos que me habían impedido acercarme a ella. En aquel momento nada de eso estaba en mi mente. Nos mirábamos los dos a los ojos y nos vimos nuestras almas. Éramos dos personas torturadas por el amargo destino. Vi un brillo en sus ojos. De compresión de cariño, de amor. Ya no tenía porque renunciar a su tacto. Ella sabía que no tenía porque darme cariño pero ahí estaba para dármelo y yo lo acepte gustosamente. Los dos acercamos nuestros rostros y nos besamos. Solo tocamos levemente los labios. Luego ella abrió sutilmente la boca y yo toca la suya con la mía. Ella toco con sus dedos mi rostro y fue a por mis lágrimas. De esa forma tan dulce ella me las seco con uno de sus dedos. Ahora fui yo la que la bese, ahora con pasión. Nuestras manos fueron a nuestros cuellos para que aquel beso nos uniera aún más. Aquel beso fue larguísimo. Allí estábamos los en el suelo besándonos por un periodo que parecía eterno. Unidos por nuestras bocas, ahora éramos uno. Pero eso fue solo el comienzo.

Después de un largo rato. Scherezade se separo de mí, pero lo hizo para hacer algo que le pedí que no hiciese días antes. Se quito lentamente su pecho y dejo descubierto sus pechos. Agarro mis manos y las acerco a sus pechos para que se las magreara. Ella lanzo un leve gemido y volvió sus labios junto a los míos. Mi boca reverbera el sonido de sus jadeos.

De esta forma accedí a su ruego no hablado. Baje lentamente a su pecho y enrolle con suavidad sus pezones con mi lengua. Le daba sutiles toques con mi lengua. Ella sus jadeos los acompañaba con una mirada de deseo hacia mí. Por fin nos atrevimos a hablar.

  • Van. Escúchame. Tú me dijiste que era simplemente mujer. Y quiero sentirme mujer. Y quiero sentirlo contigo. Ahora no soy tu esclava, ahora quiere ser tu amante. Quiero que me abraces. Deseo que tu lengua recorra mi cuerpo y quiero que la mía recorra el tuyo. Ya sé lo que te ha pasado. Hoy puede ser tu último día y yo estoy aquí para que sea el mejor de todos. Hoy arranquemos el destino y hagámoslo nuestro.
  • Gracias Scherezade. Te necesito – le dije abrazándola con fuerza.

Ahora fue ella la que me beso y entonces siguió con su lengua y me lamio la cara. Fue a mi cuello y siguió allí. La excitación hizo acto de presencia y mi miembro empezó a endurecerse. Me retire y fui yo el que hice el mismo tratamiento. Ella vuelve a suspirar, vuelvo a bajar a sus pechos y ahora no solo los lamo sino que me los meto en la boca. Ella me abrazo la cabeza y me mece como si fuera un bebe mamando de sus tetas. Luego baje y le di vueltas con mi lengua a su ombligo. Ella sonrió ante mi caricia. Ahora ella me coge mi Kirsh y me lo baja liberando mi pene. Yo hice lo mismo con su vestimenta y sus genitales quedaron al descubierto.

Nuestras manos ahora trabajan. Yo con una mano masajeo su sexo mientras ella hace lo mismo con mi pene. Nuestros gemidos resuenan en nuestras bocas mientras seguimos besándonos. Siempre unidos y siempre nuestras lenguas acariciando la otra. Ahora nuestro beso es efusivo, hasta la campanilla. Vuelvo una vez a besar su cuello metiendo toda la boca. Lamo toda su cara. Sus orejas todo. Volvemos a mirarnos por un segundo antes que volvamos a cerrar nuestros labios a nuestras lenguas.

  • Vamos Van. Adelante. Tómame

Baje ahora con mi lengua a su coño y busque su clítoris. Localice su perlita y con mi lengua le empecé a lamérselo. A su bultito yo lo rodeaba con mi lengua, lo presionaba, lo cogía con mis labios y lo giraba con precisión. Con mis manos hurgue sus labios vaginales para entrar con mis dedos. Schere reacciono con un chispazo eléctrico que pareció recorrerle todo el cuerpo desde su entrepierna hasta la nuca. Grito desaforadamente.

  • ¡Oh! ¡Sí! Qué bueno Van. Ningún hombre me ha hecho eso. Creo que es la primera vez que siento placer sexual y me lo estás dando tú. Eres maravilloso. Bendito sea el día en que el Califa me entrego a ti como esclava.

Scherezade se apretaba los pechos para aumentar su placer. Al parecer era yo el primero que le estaba comiendo su coño. Todos los hombres con los que había estado antes lo trataron peor que a una puta. Simplemente un muñeco al que meterla y descargar sus huevos. Pobres desgraciados. No sabían lo que se perdían al percibir el placer provocado. Y al mismo tiempo como una mujer se esfuerza con pasión para hacerte gozar aún más. Ahora mi lengua se deslizaba con sapiencia dentro de su coñito

Cambie de plan y pase a realizar algo aún más intenso para ella. Retire mi lengua de dicho agujero y baje al pequeñito y rosado ano. Ella al notar esta caricia por primera vez. Grito extrañada.

  • ¡Van! ¿Qué haces?
  • No me digas que no te gusta
  • Me encanta pero. Mi amo. Me siento… que tú me lamas el ano. No deberías.
  • No. ¿Por qué?
  • Soy tuya, no debería rebajarse a hacer eso.
  • Pues ahora lo que quiero es que te corras y que disfrutes.

Seguí con mi atención y lamia alternativamente a su chochete y su culito. Mi lengua presionó con suavidad la entrada y conseguí entrar en su calidez.

  • ¡Ah¡¡Ah! ¡Alá!

Con mi pulgar presionaba su clítoris y con el índice penetraba su coñito buscando su punto G. Era un sueño lo que estaba viviendo. Después de años sin tocar una mujer ahora me encontraba con aquella ardiente mujer. Ya no pensaba en la situación que estaba viviendo. Una situación desesperada que me había empujado a aliviar mi pesar con el calor y el cariño de Scherezade. Los dedos de sus manos se agarrotaron, sus muslos empezaron a sufrir convulsiones.

  • ¡Sigue! Es maravilloso. No sé qué es lo que me pasa, pero parezco perder el control de mi cuerpo. ¡Dame más!

Los ojos de Scherezade se pusieron blancos. La saliva empezó a brotar de su boca. Su excitación era culmen. Aprese con mi boca el clítoris y lo succione. Con dos de mis dedos hurgaba en su vagina ya con ferocidad. El cuerpo de Scherezade se doblo y su cuerpo empezó a tiritar. De su coño flotaba multitud de fluido. Scherezade se había corrido ante mis caricias. Su respiración se quedo entrecortada y pareció no poder reaccionar durante unos minutos. Yo mientras disfrutaba de mi pequeña obra de arte en forma de orgasmo femenino.

  • Bienvenida Scherezade al mundo del orgasmo. ¿Qué te ha parecido?
  • ¡Oh cielos! No sabía de que el cuerpo femenino pudiese dar estas sensaciones. No creía que Ala nos hubiese dado un cuerpo tan sensible. Y tú me has llevado al cielo con tus dedos y lengua. Alabado se Ala. Grande es él.
  • Te animas a lamerme el pene.
  • ¿Lamértelo?
  • Venga, anímate.
  • No sé. No creo que me guste. Pero tengo que darte placer a ti también.

Scherezade con muchas dudas dirigió su boca hacia mi polla. Yo la tenía muy dura así que ella empezó a darle pasadas con su lengua en la cabecita. Con su mano lo sostenía. Poco a poco se animo a darle pasadas al glande con más intensidad. Ahora dando círculos sobre él. Era un placer muy suave y delicioso. Ella al verme gozar sonrió y siguió con su maravilloso trabajo oral.

  • ¿Y si meto la lengua por este agujerito?

Lamio sobre el final de la uretra. Sople levemente y aspiro sobre él. Parecía encontrarle gustillo a la felación. Fue una grate experiencia eso de que ella disfrutase de proporcionar sexo oral y que no le tuviese asco. Posteriormente se relamió sobre la piel del prepucio. Aquello fue especialmente intenso. Ella anotando mentalmente mis reacciones. Parecía querer aprender a hacer mamadas. Era una novata pero estaba clara su pasión por conseguir hacerlo bien. En pocos meses se convertiría en una felatriz de primera. Aún su torpeza sus ganas lo compensaban con suficiencia.

Luego empezó a recorrer el tallo del pene dando lametones como si de un helado se tratase.

  • Los huevos también valen. – le dije
  • ¡Ah! ¿Sí?

Bajo y empezó también a lamerme los testículos. Ese tacto en mis huevos era muy excitante. Incluso se los metió en la boca. Y los lamio desde dentro.

  • Venga Scherezade. Métetelo ahora en la boca. Apretando con los labios. Pero no uses los dientes. Eso sobre todo.

Scherezade me obedeció mi ruego y se lo metió lentamente. Ahora su caliente y húmeda boca recorría mi polla por dentro. Su lengua seguía dándole intensos toques a mi glande.

  • ¡Eh Scherezade! Mírame a los ojos. Eso es. Así me gusta. Veo que lo disfrutas.
  • Me gusta verte gozar. Me encanta la cara de tonto de felicidad que se te está quedando. Te puede adelantar una cosa. A partir de ahora te hare todas las mamadas que precises.
  • Todas las que tú quieras
  • Y esas serán todas las que tú quieras

Nos reímos ante todo lo que nos dijimos. Ella volvió a metérsela.

  • Vamos Scherezade. Inténtalo métetela todo lo que puedas.
  • ¡¡Hmmm!! ¡¡Mmmm!!
  • Vamos Scherezade, nadie te dijo que no hablases con la boca llena.

Las risas volvieron a surgir. Pero ahora intento hacerme caso. Bajo lentamente hasta que se metió más de la mitad de mi polla. En ese momento dejo de introducírsela. Parece que hizo tope en su capacidad de absorción. Pero con el tiempo llegaría a metérsela entera penetrándose hasta la garganta. Aquellas experiencias futuras eran tremendamente morbosas, percibir como su garganta se expande para dar cabida a mi polla era casi el detonante de mi orgasmo. Se la saco de repente y empezó a respirar profundamente.

  • ¡Bufff! ¡Casi me ahogo!
  • Lo has hecho muy bien.
  • Van. Quiero una cosa.
  • Lo que tú quieras
  • Tómame, hazme tuya. Penetra en mí.
  • Aquí estoy para aportar lo que haga falta. Túmbate.

Ella se hecho sobre la cama. Y con sus manos abrió sus labios vaginales. Apunte mi pene y empecé a juguetear con su clítoris apretándole con él mi polla.

  • No mi amo, entra en mí. Mi coño quiere sentirte.
  • No te entiendo- le dije en neerlandés
  • No me tomes el pelo. Vamos. Métemela.
  • Como quieras

Entre dentro de ella y su cálida y húmeda vagina abrazó mi pene. Primero la mitad y luego llegue hasta el fondo.

  • Muévete mi amo.
  • Si Scherezade. Que caliente estas.

Mi ritmo fue in crescendo con el paso del tiempo. Así desde la suavidad inicial pasó a un movimiento intenso que era el resultado de mi desbocado vaivén. En minutos parecía un cabrito en celo. Scherezade también gemía intensamente. Descendí hasta ella y la bese con intensidad. Nuestras lenguas volvían a juguetear. Sus brazos se pusieron en mi espalda y sus uñas me marcaron la espalda. Aquella noche se convirtió en un mapa. Sus gemidos se convirtieron en jadeos y ataque con mi boca sus pechos. Me los metí en mi boca y los chupe con intensidad. La sonrisa de Scherezade denotaba sentirse en la gloria.

  • ¡Van! Creo que me voy a correr otra vez
  • Vamos Scherezade. Adelante
  • ¡Siiii! ¡Vente conmigo!
  • Si yo también me voy a correr.
  • ¡Venga! ¡Vamos!
  • ¡Me corrooo!

SI vagina empezó al pulsar y su vibración apretaba mi pene. Al mismo tiempo ella gritaba como una descosida. Yo también estalle y el placer me recorrió todo el cuerpo. Ahora ya el miedo no gobernaba mi vida en ese momento. Estaba con una mujer que había convertido mi vida en un paraíso. Mi pene eyaculo en su interior y mi esencia entre en su útero en uno, dos y hasta tres chorros. Nuestros cuerpos habían alcanzado el culmen y se habían unido en el placer en el mismo instante.

Me tumbe al lado y caí derrotado del clímax. Estaba tumbado jadeante, inerte. Mi cuerpo esta inmóvil pero ella me acaricia, siento su tersa piel en cada poro de la mía.

  • Van. Hoy por mucho tiempo me siento feliz. Me siento viva. Te amo.
  • Y yo a ti.

~ ~ ~ ~

Aquella tarde estaba con Abdul en casa. Estábamos planeando yo, con él y varios de mis ayudantes la reestructuración de las murallas de la ciudad. Mi idea original seria incrementar en unos 10 metros la altura de la muralla más exterior. Adicionalmente crear unas murallas más internas de forma que la toma de la primera entrada no sería nada más que el principio. La resistencia en Samarcanda ante una invasión podría incluso hacerse aún más dura. Como medidas adicionales se crearían nuevos graneros así como crear una serie de pozos en el interior para abastecer de agua a la defensa.

Pero todo cambio en aquello momento. Alguien llamo a la puerta. Era un cartero oficial del reino. Me entrego un sobre cerrado. Leí el destinario. Era Scherezade. Me extraño que no tuviese remite. La llame y le entregue el sobre. Ella se retiro a la cocina. Así que continúe con la elaboración de los planes arquitectónicos.

Pero minutos después oí un grito de desesperación proveniente de la cocina. La voz era de Scherezade. Fui corriendo hacia ella. Y la encontré tirada en el suelo tumbada en la pared llorando. Fui hacia ella a tratar de consolarla.

  • Schere. ¿Qué ocurre?
  • ¡Mi hermana! Es Shoali. ¡Mi hermana!
  • ¡Vale! Tranquilízate.

Tome la carta y me dispuse a leerla.

Mi querida hermana:

Alabado sea Alá si te llega esta carta. He arriesgado mucho en conseguir transmitirla. Los esclavos no podemos hacer uso del correo. Pero me hice pasar por una liberta. Sé que nuestra familia a caído en desgracia y que ya no tenemos más que tristeza y sufrimiento en el resto de nuestras vidas. A veces me pregunto si no nos equivocamos. Debíamos morir en el momento en que nuestro padre y reino cayó. Creo que debió ser así. Cuando ese malnacido corto la cabeza de nuestro padre cuando presento la rendición. Ahora la mayor de las humillaciones nos ha marcado. No se respeta a una casa real y ahora nos han hundido en la humillación de la esclavitud.

Rezo por que te vaya bien. Y que tu destino no sea tan mísero como el mío mi amada hermana. Estoy a manos de un tal Mukthar Asid. Cuando nos separamos en la caída de nuestra ciudad el califa fui vendida a este miserable. Maldito sea el día que nos separaron. Creo que juntas nuestra agonía seria más llevadera. Te informo que estoy en Merv. Esta ciudad es enorme pero como en todas, el tratamiento a los esclavos es brutal y aquí no es una excepción.

Mukthar me usa para satisfacer todas sus fantasías. Es un sádico que me maltrata a diario. Parece que el único placer que obtiene es humillándome. Él me golpea con una vara en la espalda y las nalgas. Creo que las tengo machacadas pero parece que apenas me deja marcas profundas. Al parecer quiere conservar que tenga un cierto valor para cuando me haga mayor y le deje de resultar atractiva.

Ojala Ala me lleve con él. Pero ya no aguanto más hermana. A veces he cogido el cuchillo con intención de acabar con mi vida. Pero no me atrevo. Todos los días lloro desconsolada y no sé qué hacer.

Creo que no debería mandarte esta misiva y preocuparte. Nuestra casa ha caído en desgracia y ahora estamos atrapadas las dos en el infierno. Maldito sea el califa.

Con todo mi amor. Shoali.

Ahora comprendí el dolor de Scherezade. Mis ayudantes y Abdul estaban en la puerta mirándonos.

  • Por favor Abdul acompaña a estos caballeros. Señores por hoy lo dejamos.

Todos se despidieron respetuosamente a la usanza musulmana. Abdul después de cerrar la puerta leyó también la carta y me miro fijamente. Scherezade vino hacia mi y se arrodillo. Me agarro con fuerza.

  • ¡Te lo ruego Van! ¡Ayudame!
  • Si Scherezade. Intentaremos arreglar esto.
  • ¡Que! – grito Abdul.- ¿Estás loco?
  • ¿Qué pasa Abdul?
  • Merv esta más de 500 kilómetros. Hay un terrible desierto que separa Samarcanda de dicha ciudad. Las temperaturas son infernales. Y tú siempre te has quejado del calor. Me rio de pensar en que se te ocurra intentarlo. Pero lo peor no es eso. Los caminos están atestados de bandidos. El ejercito trata de mantenerlos a raya pero no puede. Y estos son famosos por su crueldad a la hora de matar a sus víctimas. Y tú no eres un hombre de acción. En el viaje te matarán.

Pare un momento y un golpe de miedo me atravesó de parte en parte. Abdul tenía razón. Los viajes eran tremendamente duros y además sin escolta eran casi suicidas. Después del problema de las armas no estaba en situación de pedir una escolta al califa. Y es más se enterarían que iba con misión de rescatar a la hermana de Scherezade. La prisionera y rehén del reino como su hermana. Eso no lo toleraría. Sería una afrenta que podía costarme la vida. Ella pareció leer mis pensamientos

  • Van, te lo ruego. Salva a Shoali.

Sus lágrimas me rompían el corazón. Yo no era el más valiente de los hombres pero ahora tenía que atender a su ruego. Ella era mi vida y no podía abandonarla en este trágico momento. Debía rehuir a mis miedos.

  • Abdul, hay que hacer algo.
  • No hay que hacer nada.
  • Es la hermana de Scherezade.
  • Y tú eres un idiota. Un pusilánime. Te dejas llevar por los deseos de una esclava. Es ella la que está para servirte. No tú a ella.
  • Mira Abdul. Creo que somos amigos pero esas palabras me ofenden. Si no quieres ayudarme eres libre de marcharte.

Abdul se paró un momento reflexionando.

  • Soy un idiota. Pero jure a Henin que te ayudaría. Esto es una tremenda estupidez. Haciendo caso a lo que pide una mujer sino además una esclava. Por mucho que te hayas encaprichado de ella debes ser un hombre. Debes imponerte. Yo que tú la castigaría a Scherezade.

Schere miro a Abdul con ojos de suplica.

  • Malditos seáis lo dos. Iré con vosotros.

Scherezade fue hacia Abdul y lo abrazo. Mientras seguía llorando desconsolada.

  • Bien Van. ¿Que se supone que tenemos que hacer?
  • Lo primero es preparar todo con cautela. Schere, por favor dame una semana para hacer los preparativos.
  • Pero mi hermana sufre. No puedo ni esperar ni un día. Ella quiere suicidarse.
  • Lo sé Schere. Pero es necesario. Por favor, sino lo hacemos bien moriremos.
  • Pero por favor date toda la prisa que puedas.
  • Lo hare Schere, lo hare- le dije y la abrace con fuerza. Bien Van. Haz los preparativos para el viaje. Camellos, comida, agua. Todo. Y ve a palacio y comunica que voy a ir a revisar las murallas de Merv. Eso nos dará una coartada. Di que preciso una serie de dinero para crear un grupo de trabajo en la ciudad.
  • ¿Para qué quieres el dinero?
  • Para comprar a Shoali
  • Entonces tendré que pedir bastante. Una princesa esclava ha de ser muy costosa.
  • Pide lo que sea oportuno al tesorero. Él es de mi confianza.
  • Como el Califa descubra que le has metido tendrás problemas. Más aún de los que tienes.
  • Pero no le pidas escolta, di que vendrás conmigo.
  • Hare todo lo que me pides. Pero estoy como una cabra al hacerlo.
  • Gracias te debo una.
  • Oh gracias Van, gracias Abdul. – nos dijo Scherezade
  • Bueno ahora tengo que hacer una cosa. Quédate aquí.

Atravesé la tórrida ciudad que sufría la inclemencia de una leve tormenta de arena. Me dirigí al establecimiento de uno de mis principales colaboradores. La herrería de Fadh

  • ¡Fadh! ¿Estás aquí?
  • Si Van. Que pasa estimado amigo. ¿En qué puedo ayudarle?
  • Mira aquí tienes lo planos. Quiero que me hagas una de estas. Pero eso sí. Te imploro una cosa
  • ¿El qué? Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites
  • No le digas a nadie de esto. No le des el plano a nadie. Que solo lo manejes tú. Que ningún colaborador más intervenga en la fabricación.
  • No sé a qué viene tiene tanto misterio. Veo que es algo pequeño. Por lo que indicas de unos 30 centímetros de largo. Por lo que leo de acero. Y estas piezas de 2 cm de diámetro dices que las quieres de plomo.
  • Así es. ¿Cuándo crees que lo terminaras?
  • En las circunstancias en la que me lo pides unos 8 días.
  • Por favor trata de hacerlo antes. Hay que probarlo y debe estar operativo en menos de una semana.
  • Me pides mucho Van.
  • Te lo pido como favor personal.
  • Con la cantidad de inventos que nos has proporcionado no puedo negarme a ayudarte en esto y en todo lo que quieras.
  • Que ala te bendiga
  • Y a ti Van. Vente dentro de 3 días. Tendré que trabajar más duro que nunca.
  • Te lo agradezco Fadh.

(continuará)

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