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La Secta

en Grandes Relatos

Se recostó sobre la cama, sus piernas temblaban y trataba vanamente de zafar su desnudez a la mirada depravada de aquellos hombres. Raúl observaba la escena obligado por el afilado machete que alguien sostenía amenazando su laringe.

—Abre las piernas muñeca.

La voz del hombre resonó en el cerebro de Raquel y ésta separó sus piernas mostrando su sexo ante todos. Quizás lo que más le dolía de aquella obscena situación era que obligarán a su hermano a presenciarla.

—Ahora acaricia tu sexo, quiero ver pasión en tu mirada.

Mientras lo hacía con desidia ordeno a Raúl que es desvistiera por completo y este lo hizo con torpes movimientos. Su pene estaba completamente flácido por que aquella escena que lejos de levantarle alguna pasión le producía asco y desidia.

—Ahora quiero que te acuestes con Raquel y que la beses.

Negó con la cabeza pero sintió el frió metal de la cuchilla.

—Si no la haces tuya tu hermana lo hará mi perro, señaló a un imponente doberman atado junto a el.

Fue hasta la cama y Raquel se incorporó para permitir que se acomodara junto a ella, paso los brazos sobre sus hombros y ambos cruzaron sus miradas esquivas, avergonzados. Raúl acercó sus labios entreabiertos a los de su hermana y tímidamente introdujo su lengua en su boca prolongando aquel beso cuanto pudo. Ella deslizó su brazo por el costado y asió su pene con gesto tembloroso y el acarició el pecho de Raquel hasta provocar que sus rosados pezones se erectasen. Sintió como el miembro de su hermano aumentaba su grosor y cerró su puño para masturbarlo quedamente.

—Chúpaselo, ahora.

Raquel miró al hombre con desesperada expresión implorando que cesase aquel martirio pero este le espetó con un grito.

— ¿O prefieres hacérselo al perro?

Intento desterrar el incesto y la culpabilidad que sentía e introdujo entre sus labios aquel pene erecto sintiendo agudas nauseas. Raúl sintió un escalofrío y tiró sus hombros hacía atrás avergonzado. La escena duró varios minutos hasta que al joven le sobrevino el orgasmo.

—Quiero que lo engullas todo, zorra, si una sola gota se desliza de tu boca, os mataré.

Raquel hizo el amago de separar sus labios pero aquellas palabras le hicieron reaccionar a tiempo, aceleró la cadencia de sus caricias y sintió en su mano como el pene de Raúl bombeaba el semen hasta expulsarlo en su garganta con vehemencia. Trago aquello y sintió en su paladar un regusto desagradablemente dulce, pero tragó cuanto pudo hasta vomitar entre desagradables arcadas.

—No te preocupes, te acostumbraras a vaciar a tu hermano. Ahora vete a lavar y cuando vuelvas quiero que te afanes en volver a excitarlo. Quiero veros follar.

Se levantó temblorosa y fue hasta el baño. Le asqueaba su cuerpo y se odiaba a si misma sintiéndose culpable. Pero lo hizo, volvió allí y, de nuevo, se recostó junto a Raúl para intentar excitarle. Cuando lo hizo se situó bajo el y dirigió su miembro con la mano hasta introducirlo entre sus labios vaginales. Raúl arqueó su torso para empujarlo a su interior y ella sintió una punzada de dolor cuando este rasgo su virginal himen. Aquel antinatural acto excitaba al joven y este no pudo evitar acelerar el ritmo. Raquel sentía dolor y ni un atisbo de placer inundo su cuerpo.

—Esto es una puta mierda, quiero ver como se corre… consíguelo muchacho, haz que gima de placer, que te ruegue que no pares.

Raquel decidió fingir y alzo la voz ante el deleite de la expectación.

—Sigue, Raúl… fóllame, hazme tuya.

Su hermano aceleró la cadencia y hundió su pene en el sexo de Raquel. Sin darse cuenta, el fingimiento fue menor y sintió como un cosquilleo recorría su columna vertebral provocándole ligeros espasmos que se agudizaban por momentos. Dos minutos después el rostro de ambos suavizó sus facciones para adquirir una expresión de desenfrenado placer. Ya no parecía coacción, los ojos de Raquel estaban muy abiertos y sus labios ahogaban tímidos gemidos de goce. Ambos alcanzaron a la vez el que era su primer orgasmo sexual salvando el que le había provocado la masturbación de Raquel. Sus cuerpos desnudos y sudorosos se contraían espasmódicamente, uno sobre otro, y ambos disfrutaban sin atisbo de pudor aquellas sensaciones. Acabaron tendidos sobre la cama, jadeantes y ajenos al espectáculo que acababan de protagonizar y el hombre ordeno que se abrazasen para besarse de nuevo. Cuando lo hicieron ya no existía coacción, se besaron en los labios largamente haciendo que se acariciasen sus lenguas con lujuria mientras lisonjeaban sus cuerpos en busca del placer perdido.

Solo cuatro horas después fueron convocados de nuevo. Aquel monstruo quería que le deleitasen con una nueva sesión, pero esta vez Raúl debería gozar de su hermana de otra forma. Los preliminares se sucedieron con inusitada naturalidad, ambos habían sido sometidos a potentes drogas químicas que anulaban sus racionamientos más básicos. Raquel fue hasta su hermano y lo abrazó mientras este acariciaba su espalda y buscaba sus labios para unirlos a los suyos con pasión. Con la mirada ausente, e ignorando aquellas cámaras y focos que los convertían en actores, fueron despojándose de su ropa hasta quedar desnudos e indefensos. Raúl acariciaba sus prominentes pechos y se deleitaba con la excitación que le producía a su hermana y ésta le empujó obligándole a tumbarse boca arriba para asir su pene y masturbarlo con frenesí. Eran como dos seres en celo cuya única razón de ser era la de obtener mutuo placer sin que les importase ninguna otra cosa. Se debatían entre gemidos y caricias ignorando aquel entorno. El hombre fue hasta ello y acarició el cabello de Raquel y esta alzó su mirada hacía el sin dejar de chupar aquel pene. Sus grandes ojos no reflejaban vergüenza o timidez, sino que parecían buscar la aquiescencia del hombre. Acarició su espalda deslizándola entre sus omoplatos.

—No pares Raquel, sigue así.

Se había situado a cuatro patas y el hombre acaricio sus glúteos para rozar su ano con la punta del índice y ella dio un respingo cesando la masturbación. Obligo a Raúl a levantarse y lo obligo a situarse tras Raquel para que ungiera con su lengua aquella parte y el se esmeró en hacerlo introduciendo su húmeda lengua en su ano para después sustituirla por sus dedos. El hombre asió el pene de Raúl sin atisbo de pudor y lo llevó hasta los glúteos para obligarle a introducirlo entre ellos. Al principio fue dificultoso e hiriente para ambos, pero la lubricación facilito el acto y solo unos minutos después el ano Raquel engulló el miembro erecto de su hermano y este comenzó a realizar oscilantes contoneos y aumentando paulatinamente el ritmo. De nuevo sudaban copiosamente entre estertores y gemidos de placer ajenos a su entorno.

Durante días se amaban en la intimidad, aún no habiendo nadie que les obligase ha hacerlo, embotados por las drogas, experimentando nuevas formas y maneras de obtener placer, les habían convertido en seres irracionales cuyo único y constante deseo era procurarse goce mutuo cada instante. Fue cuando la organización consideró oportuno ampliar aquellos horizontes.

Habían estado amándose más de tres horas y habían fornicado hasta la extenuación. Cuando vieron a los niños ambos incorporaron sus torsos sin soltarse de las manos y los observaron con lujuria. Adriana tenía solo catorce años y su cuerpo era el de una niña que aún no se había desarrollado, Álvaro parecía algo mayor. Sus pupilas dilatadas y su mirada huidiza hacían evidente que también los habían drogado y aún así, el holgado camisón de tisú, totalmente transparente, les daban un aire angelical.

—Acércate preciosa, ¿cómo os llamáis?— Raquel dijo aquello con dulzura.

—Me llamo Adriana y el es Álvaro, mi hermano— su voz era ebria y vacilante y su tono, infantil.

—Ven aquí, acostaros con nosotros— Raúl no dejaba de observar las formas de ambos con inusitada depravación.

Fue hasta ellos sosteniendo la mano de su hermano y ambos se sentaron sobre la cama. Raquel atusó la nuca de la niña suavemente, apartándole el cabello, para desabotonar aquella blusa, y la deslizó por sus hombros, mostrándole a Raúl su completa desnudez, sus pechos eran pequeñas protuberancias coronadas por grandes pezones rosados, aún sin formar, y su vientre era liso y suave. La recostó boca arriba y Raúl observó su sexo, sin bello alguno y con sus labios vaginales unidos entre sí puerilmente.

—No Raúl, tú ocúpate del chico, prefiero que sea Raquel la que se ocupe de Adriana.

Habían dispuesto una cama gemela a escaso medio metro de la que ocuparán antes y Raúl, condujo al chico hasta ella para recostarlo sobre el edredón. Desabotonó su blusa como Raquel había hecho con la de la niña y le obligo a echarse, mientras observaba el pequeño y flácido pene del muchacho, sin saber muy bien que hacer. Álvaro se acurrucó indefenso pero el joven le obligó a estirarse asiendo sus rodillas para separarlas impúdicamente. El falo del niño permanecía inerte y Raúl lo introdujo en su boca acaparando sus pequeños testículos entre sus labios. Raquel observaba a su hermano con envidia tratando de introducir sus dedos en el sexo de Adriana, que se resistía, aferrando su brazo con sus manos para que cesara en el intento. Raúl tardó una eternidad en conseguir que Álvaro se relajase y su pene alcanzará cierta excitación, pero al fin lo consiguió. Entre interminables lamidas y caricias el miembro del muchacho pareció reaccionar y unas gotas de líquido preseminal emanaron de su glande para resbalar por su prepucio. Adriana se había relajado por efecto del aquella droga y ahora se dejaba hacer, doblegándose a los gestos y caricias de Raquel. Con ambas manos consiguió separar aquellos labios vaginales y observó su himen recubierto de una piel suave y rojiza. La niña flexionaba su nuca sobre la almohada mientras sentía las caricias de Raquel atusando sus incisivos pechos provocando que sus pezones se dibujasen vagamente y se oscurecieran entre la erizada piel de sus aureolas rosadas.

—Es el momento de que cambiéis vuestras parejas.

Ambos agradecieron aquella orden y Raquel se levantó para ocupar el puesto de su hermano junto a Álvaro. Ambos se cruzaron y se observaron con deseo, ansiosos de acabar con todo aquello, para volver a estar juntos. Raquel observó al chico y obvió su mirada huidiza para introducir su lengua entre sus labios mientras aferraba su pene para masturbarlo con fruición. Raúl situó su cara entre las rodillas separadas de Adriana y comenzó a lamer con frenesí aquel fruto prohibido para lubricar aquel espacio como hiciera con el ano de Raquel. El muchacho permanecía indiferente y adormilado, ajeno a sus caricias y ella abofeteó su rostro con inusitada violencia hasta quesos mejillas se sonrojaron.

—Escucha Raúl, no hay forma de hacer trempar a este pequeño hijo de puta, ¿qué coño hago?, ni siquiera me acaricia.

Su hermano abandonó la felación para sentarse junto a Raquel y acarició el pecho del niño.

—Tal vez su hermana lo consiga, la tengo casi a punto.

—Pues tráela aquí.

La condujo hasta Álvaro sujetándola por las axilas mientras Raquel se empeñaba en masturbar aquel pene.

—Escucha Adriana, estoy seguro que alguna vez has pensado en el sexo.

La niña negó con la cabeza y Raúl le propino sendas bofetadas que bascularon su mentón.

—Ahora lo harás, cariño. Conseguirás lo que "mi puta" hermana no ha conseguido, tienes catorce años y una hermosa poya que resucitar. Quiero que le comas la poya a tu hermano y que consigas que se corra entre tus virginales labios de cría estúpida— ante la mirada adquisitiva de Raquel oprimió uno de sus desnudos pezones entre sus dedos y giró su muñeca hasta hacerla sollozar, —si no consigues empalmar a tu hermano no nos sirves, y Raquel y yo haremos que vuestra madre pague vuestra impotencia follándose a nuestros perros.

Adriana lo observó obnubilada y Raquel complacida. Nunca supuso que su hermano tuviera tal poder de persuasión.

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