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Secuestro en Mali (4ª parte)

en Control Mental

QUINCE DÍAS DESPUÉS:

Mariela y Elizabeth habían perdido cualquier resquicio de racionalidad, inducidas por Aarón. Madre e hija, compartían un lujoso aposento y se habían convertido en amantes, sin otra coacción, que el deseo de que no las distanciasen. Aarón les había obligado a presenciar una decena de grabaciones en las que hombres y mujeres eran relegados a dependencias insalubres y obligados a realizar actos lascivos e inmorales, y ante su negativa o falta de disposición, eran torturados con violentos e inverosímiles sistemas de apremio, como la castración de los machos o la desfiguración de los rostros de las hembras, rociándolas con agresivos ácidos. Para Mariela y Elizabeth no existía otra opción que ser las esclavas de Aarón y ni siquiera se planteaban contradecir sus órdenes más abyectas. Bajo su yugo, su propio criterio se había adaptado a la doctrina del tirano y ahora consideraban normal el hecho de amarse. Madre e hija, mujer contra mujer, confesándose sus más íntimos instintos, conviviendo como amantes el día a día y haciendo que de cada encuentro sexual naciera una complicidad aún mayor, que ingenuamente, creían fortalecerlas contra Aarón.  Dormían abrazadas;  en ocasiones Elizabeth rogaba a su madre que acariciara su sexo y en otras, era Mariela, la que imploraba a su hija que consolase su ardor confesándole sus más íntimos deseos.

Catorce noches en que nadie había interferido en sus vidas, quince días de convivencia y complicidad, habían bastado para obnubilar sus mentes y convertirlas en las presas del tirano y asumieran su condición de esclavas.

Cuando Aarón entro en los aposentos Elizabeth lo observó sorprendida incorporando su torso y zarandeando el brazo de su madre que parecía adormilada junto a ella. Tan solo una sábana de seda egipcia cubría sus cuerpos desnudos, que parecían entrelazados entre sí, y Mariela se incorporó sobresaltada haciendo que la tela resbalase por sus torsos y mostrando su desnudez.

— ¿Qué pasa Aarón?

—Veréis princesas, ha llegado el momento de agradecerme mi hospitalidad. Debo reconocer que sois unas fieras— se interrumpió abruptamente para mirar fijamente a la niña, —besa a tu madre, puta.

         Elizabeth sintió un escalofrió y tornó su rostro para unir sus labios con los de su madre y esta entreabrió su boca mientras acariciaba sus hombros.

—Muy bien, veo que os entendéis perfectamente pero lo que espero de vosotras va mucho más allá.

         Asintieron ladeando sus cabezas sin dejarse de abrazar.

— ¿Aún eres virgen Elizabeth?

         La niña pareció desconcertada pero contestó sin vacilar.

—Sí, señor.

—Mariela, te admiro, has conseguido provocarle un montón de orgasmos a tu hija y sin embargo no le has roto el himen, ¿cómo lo has hecho?

—Me ordenaste que no lo hiciera, ¿recuerdas?

— ¿Crees que ha gozado?

—No me cabe duda Aarón, ella misma te lo puede ratificar— deslizó el brazo por el hombro de su hija y pellizcó tenuemente su pezón haciendo que Elizabeth esbozase una sonrisa — ¿lo ves?

         Aarón se sentó sobre la cama y dirigió una mirada inquisitiva a Elizabeth haciendo que intuyera sus deseos y ella introdujo su mano en la túnica del hombre para palpar su pene flácido.

— ¿A qué edad crees que una cría puede correrse, Mariela?

—No lo sé— acariciaba los cabellos de su hija mientras esta le  realizaba una intensa felación, —supongo que con quince o dieciséis se puede llegar al orgasmo.

—Quiero experimentar. Hoy ha llegado a Mali una turista extranjera, le hemos retenido el pasaporte, creo que su hija tiene catorce, ¿cómo lo ves?

— ¿Qué hay de mi marido y de mi hijo, Aarón?— acariciaba el pómulo de Elizabeth mientras esta introducía el pene del hombre en su boca espasmódicamente.

—Están bien, por el momento están aislados, pero siguen una terapia parecida a la que mantenéis tu hija y tú, se llevan muy bien… digamos que se han hecho muy amigos, mientras sigas complaciéndome no les faltará nada, te lo aseguro, pero si me satisfaces en este asunto te garantizo que los veréis muy pronto— pronunció aquellas últimas palabras entre suspiros, sintiendo la prontitud de orgasmo entre los labios de Elizabeth.

—Háblame de ellos.

         El hombre resopló apartando la cabeza de la niña de su pene.

—Ella tiene treinta y tres, es realmente espectacular, su hija cumplió catorce hace solo una semana.

— ¿Qué quieres que haga?

—Bueno, primero quiero que  convenzas a la madre de lo maravillosa que puedes llegar a ser en la cama mientras tu hija Elizabeth entretiene a su hija, ambas harán todo lo que le pidáis

— ¿Cómo lo sabes?— Mariela parecía ignorar al hombre mientras lamía el pómulo de su hija recogiendo el semen derramado.

—Porque le darás protección, harás que se sienta salvada accediendo a tus caricias.

— ¿Cuándo?

—Esta noche, quiero verlas gozar como unas perras.

—No hay problema Aarón, ¿algún dato más que parezca relevante.

         Sonrió frunciendo el ceño.

—Bueno… algo sin importancia, está embarazada de seis meses, ¿cómo lo ves?

         Mariela lo observo con mirada aviesa mientras abrazaba a Elizabeth que a su vez miraba a Aarón con cierta veneración.

—No hay problema.

CONTINUARÁ                   

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