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Perversión facultativa (y 6) Re-escrita

en Control Mental

Rubén no reconocía a Adriana, durante años había sido una pacata reprimida y en ese instante se comportaba como una puta ansiosa, dudó, pero se dijo que no dejaría pasar aquella ocasión ni por todo el oro del mundo. Mientras se percibían claramente las voces joviales de los invitados en el salón Adriana sacó el pene de Rubén y lo metió en su boca mientras le acariciaba los testículos quedamente. El joven se irguió y apoyo la espalda contra la pared evitando perder el equilibrio, no daba crédito a la escena, ver el rostro angelical de Adriana, con su lacio cabello rubio resbalando sobre sus hombros, mientras le realizaba aquella felación, lo que, sumado al riesgo inminente de que alguien entrará allí y los sorprendiera, hizo que el joven se excitará aún más. Ignoraba que su novia tuviera tal experiencia en esas lides y jamás había osado proponerle fantasía sexual alguna, pero algo en su interior ardía y le embotaba los sentidos, sólo unos instantes después Rubén eyaculó entre sus labios. Adriana alzó su tez y lo observó a los ojos con una mirada lasciva que el chico jamás había visto en ella y después engulló hasta la última gota de su semen, ante su incrédula expresión.

Ninguno de los dos se había apercibido que Laura lo había observado todo apoyada en el vano de la puerta, tenía los brazos cruzados sobre sus pechos y estaba francamente hermosa. El joven había fantaseado muchas veces con la compañera de piso de Adriana, le fascinaba imaginarla desnuda o retozando con su novia, pero eso formaba parte de sus imaginaciones más secretas. Reaccionó avergonzado tratando de ocultar su pene aún erecto con las manos, pero ante su atónita mirada, ella le sonrió dulcemente e ignorándole, fue hasta Adriana y la abrazo. Observó incrédulo que ella no ofreció ni un atisbo de rechazo y, en su lugar, correspondió a aquel abrazo con un beso eterno y lascivo. El hecho de que aquella lengua que hacía solo unos instantes había lamido su pene estuviese jugueteando con la de Laura no le dio tregua al descanso. Observaba aquella escena hipnotizado, incapaz de reaccionar a cualquier estímulo, y sin embargo, sentía la necesidad vital de correrse de nuevo.

—No entiendo nada…— balbuceaba y hablaba entre susurros a fin de que su voz no fuera audible a los demás.

— ¿Qué es lo que no entiendes Rubén?, ¿qué nos queramos?— Laura le sonreía con expresión divertida mientras atusaba el cabello de Adriana con su mano.

—Laura y yo somos mucho más que amigas, y si tú quieres ella también puede serlo tuya.

Rubén no fue capaz de articular palabra alguna. Laura fue hasta el y asió su cuello para besarlo en los labios, y después aferró enérgicamente su muñeca para situar la mano sobre su pecho.

—Vamos querido, disimula y unámonos a nuestros invitados, Esta noche será muy larga.

No fue capaz de contestar.

Media hora de charla y varias copas fueron suficientes para caldear un ambiente que ya de por sí prometía desmadrarse. Friederik se había ocupado de que todos y cada uno de los comensales ingiriesen su placebo y controlaba los consumos con discreción. Nadie percibía que poco a poco, las conversaciones dejaban de ser banales para derivar en chistes subidos de tono e incursiones espontáneas en la más oculta intimidad de cada uno. El Doctor había ordenado a las chicas que subiesen la calefacción a más de veinticinco grados y el calor hacía que todos utilizasen las prendas mínimas para cubrir su desnudez. Incluso había prevenido la posible eventualidad que alguna de las asistentes tuviera el periodo, haciéndoles ingerir un complejo fármaco que, en caso de que alguna de ellas lo tuviese, lo detenía al instante.

— ¿Quieres que te enseñe mi ordenata, Alba?

La niña se sentía extraña, pero no incomoda, de alguna forma Raquel no le parecía la chica que tantas veces se había cruzado con ella en la escuela sin mediar palabra alguna.

— ¡Vale!, ¿dónde lo tienes?

—En mi cuarto. Esta arriba, ¿vamos?

Laura guiño un ojo a Adriana y esta le devolvió una pícara sonrisa. Ambas habían observado como Raquel, a espaldas de Friederik, había doblado la dosis de aquella droga, diluyendo varias gotas en la copa de la niña.

Entraron en el cuarto de Raquel y esta cerró la puerta tras de sí. En unos instantes sujetó a Alba por sus caderas e hizo que se apoyase en la pared acercando su rostro al de ella.

—Escucha Alba— hablaba dulcemente y muy bajito —eres la chica más atractiva de la escuela y tú lo sabes, sólo déjate llevar.

La chica forcejeó unos instantes para desasirse del abrazo.

—Yo…— balbuceó.

—Sólo déjate llevar. No hables.

Aquellas sensaciones se le hacían extrañas y un escalofrió recorrió su columna vertebral mientras Raquel introducía la lengua en su boca hasta lamer su paladar. Sintió como deslizaba suavemente la cremallera de su vestido por la espalda y como este resbalaba por sus hombros hasta mostrar un precioso sujetador de satén, también de color negro. Separó su cuerpo del de ella para observarla fijamente y Alba no se movió. Permaneció inerte frente a ella e incapaz de reaccionar de ningún modo.

—Eres preciosa.

Alba luchaba inútilmente por no dejarse dominar, pero ansiaba saber lo que le estaba ocurriendo. La excitación no le permitía siquiera sospechar que fuera victima de alguna droga, Algo le auto sugestionaba y no lograba descifrar lo que era aquello. Sintió como sus bragas se empapaban. Por un instante creyó haberse orinado pero supo que aquella humedad procedía de sus propios jugos vaginales.

Raquel unió de nuevo sus labios a los de ella y la arrastró hasta la cama obligándola a recostarse sobre ella con dulzura. Muy lentamente deslizó una tirilla del sostén para hacerla resbalar por su hombro y desnudó uno de sus senos para observar su pezón oscuro y tenue. Alba seguía sin reaccionar pero sentía un deseo infernal de actuar o consentir en algo que era incapaz de definir. Observó aletargada como Raquel se desnudaba frente a ella y por primera vez se recreó en la situación de que una chica se desnudara en su presencia, por mero instinto, supo que quería abrazarla en ese instante, quería hacerla suya de algún modo. Ya no importaba que hubiese gente abajo esperándolas o el tiempo que tardasen, Alba se desnudó por completo y rogó a Raquel que la abrazará. Raquel dilató aquellos instantes para admirar el cuerpo desnudo de su nueva amiga, sus calidos y tersos pechos, su melena rubia y su escaso vello púbico que afloraba en su sexo, pero sólo fue un instante; movida por un deseo brutal, se acostó junto a ella y la besó nuevamente. Raquel separó las rodillas de Alba y posó la palma de su mano sobre su sexo. Con extrema precaución entre abrió sus labios vaginales e hizo sobresalir entre ellos su virginal clítoris en forma de una abultada bolsita de piel rosada. Lo observó embelesada unos instantes y paseó por el la punta de su lengua sintiendo en ella la profusa humedad. Alba arqueó su cintura y gimió, abriendo aún más sus piernas.

—Ten cuidado Raquel, yo…— vaciló un instante, —yo soy virgen.

—Descuida cariño, no vas a sentir dolor, todo lo contrario.

Introdujo su lengua cuanto pudo y, tenuemente, metió el dedo índice en su ano. Alba se convulsionaba desenfrenadamente entre jadeos de indescriptible placer, nunca había sentido aquello y, en esos instantes, deseaba que Raquel no cesara de lamerle…, de masturbarle.

—Quiero sentir tus dedos dentro de mí. Lo necesito— tenía el rostro desencajado por el placer.

Raquel introdujo dos dedos en su sexo y sintió un hilillo de sangre brotando de el, fue consciente de que había roto su himen. Por un instante Alba sintió una punzada de dolor, pero sólo fue un instante, segundos después el vaivén de los dedos de Raquel dieron paso a un descontrolado orgasmo que se prolongó más de un minuto. Alba estaba completamente exhausta y sin embargo buscó el rostro de Raquel para besarla en los labios. Era presa de un agradecimiento extraño hacía ella y de alguna forma busco proporcionarle idéntico placer del que ella le había dado.

—Ayúdame Raquel, dime lo que tengo que hacer para conseguir que te corras.

Fijo su mirada en sus ojos con expresión de cariño.

—Haz lo que te ha gustado a ti que yo te hiciera, soy toda tuya Alba.

La recostó sujetándole los hombros y acarició sus pómulos con dulzura, se sentó sobre su ombligo y acaricio sus pechos haciendo que los pezones reaccionasen al tacto y se irguieran sobremanera, después los beso y los lamió con extrema profusión. Raquel sentía el roce del bello vaginal sobre su estomago e introdujo su mano entre sus piernas para acariciar su sexo.

La excitación hizo que ninguna de las dos se diese cuenta que la puerta había sido abierta por alguien. Andrés y José las observaban con absoluta impunidad, Andrés no daba crédito a la escena: su casta novia retozando con otra chica y, sin embargo, la situación le estaba excitando más de lo que nunca hubiese llegado a imaginar, aquel maldito potingue había hecho mella en el y lo que más deseaba en el mundo era unirse a ellas. José le abrazó tenuemente situándose a su espalda y mordisqueó el lóbulo de su oreja mientras acariciaba su pene erecto sobre la tela del pantalón.

— ¿Te gustaría que nos uniéramos a ellas Andrés?

Asintió con la cabeza incapaz de disimular su emoción. Estaba abotargado y confuso.

—Entonces, ¿es falso que Raquel sea tu hermana?

—Puedes pensar lo que quieras.

Ambas se habían situado en posición de tijera haciendo que sus sexos se tocasen entre si. Unos minutos después sintieron sendos y simultáneos orgasmos y se tumbaron juntas boca arriba, jadeantes, sin dejar de asir sus manos. Tras sufrir los primeros orgasmos de su vida producto de las caricias de Raquel, Alba se incorporó y vio a su novio y a José anonadados frente a ellas. Por un segundo se ruborizó, pero de nuevo, aquella increíble sensación de placer invadió sus nervios. Raquel gesticuló en clara intención de invitar a los chicos a unirse a ellas y estos lo hicieron. Muy lentamente desabotonó los pantalones de José y este permaneció inmóvil, cuando deslizó el pantalón por sus caderas el hilo del slip mostraba claramente su paquete y ella deslizó el elástico para asir su verga y masturbarla con tesón. Alba permanecía espectantante dejándose acariciar por un ensimismado Andrés que se había situado a su espalda para acariciar sus senos.

— ¿De verás es tu hermana, José?

—Pues claro, ¿qué te pensabas?

—No sabes el morbo que me da eso, chico.

—Pues espera a ver esto, cariño.

Sin pensarlo dos veces Raquel se metió en la boca el flácido pene de su hermano ante la mirada de Alba y Andrés. Alba no vaciló un instante en emular a su querida y nueva amiga y desnudó a su novio para practicarle una idéntica felación. Tardaron poco tiempo en correrse y Raquel y Alba se besaron de nuevo intercambiando las espermas con sus lenguas.

—Quiero probar algo nuevo chicos, venid aquí— Raquel se sentó en el borde de la cama y ellos obedecieron al instante. Asió cada una de sus vergas y se dispuso a excitarlas. —Ayúdame Alba, sino no terminaré nunca.

Los tres estaban expectantes y Alba eligió el pene de José para masturbarlo acelerando la cadencia gradualmente mientras lo observaba a los ojos fijamente.

—No dejes que se corra, ¿me oyes?

— ¿Y como voy a saber cuando lo hará, Raquel?

—Pues que te lo diga el, ¿no te parece?

Un gemido lastimero del muchacho fue la señal de parar. Raquel asió los dos penes con una sola mano y los introdujo entre sus labios ante la perplejidad de los tres, durante casi un minuto hizo que sus glandes se friccionaran entre ellos hasta rozar su paladar. Eyacularon prácticamente al mismo tiempo entre estertores y Raquel fue incapaz de mantener todo el semen en su boca. Alba lamió la comisura de sus labios admirada.

— ¿Crees que podré hacerlo yo también?

José había conseguido que Andrés consintiera en cualquier cosa y ellas les habían impuesto que si deseaban verlas amarse, ellos lo tendrían que hacer también. A ninguno de los dos les pareció sugerente el jueguecito, preferían verlas a ellas "tortilleando" que protagonizar ellos dos las escenas, pero estaba claro que de no acceder se acabaría el juego. Ambas tomaron asiento ante la cama masturbándose mutuamente expectativas y José procedió a lubricar el miembro de Andrés para facilitar que lo introdujera por su ano, cuando se corrió en el, fue Andrés el que le realizo la felación previa al coito. Pensó que le dolería y no le resultaría agradable, pero la excitación de su pene demostró lo contrario. Ellas habían disfrutado del espectáculo y les impusieron como última condición que se besaran. Diez minutos después ambas parejas copulaban y los cuatro retozaban sobre la cama entre suspiros y jadeos audibles desde cualquier punto de la casa, aunque a esas alturas ya no importaba.

Adriana y Laura habían iniciado un sugerente juego erótico y todos, se habían avenido a participar sin oponer objeción, excepto Friederik y una embarazadísima Miranda, que permanecían sentados frente a frente, ajenos a los demás. Tomaron asiento en círculo sobre el suelo y Laura aportó sendas barajas de poker.

—Es muy sencillo, chicos, se trata de conseguir el trío mas alto. El que lo obtenga deberá poner una prenda a quien lo haya sacado mas bajo, ¿entendéis?

Abel, el hermano de Laura dijo que si, y el resto asintió con la cabeza, todos acusaban cierto estado de algo parecido a la embriaguez y sudaban copiosamente. Soraya había pedido insistentemente que bajasen la calefacción pero su cuñada Laura le había dicho que parecía estar rota y que no conseguían apagarla. Las miradas que se cruzaban entre todos parecían expectantes, percibían sensaciones extrañas que afloraban en sus cuerpos a modo de escalofríos o pequeños tics nerviosos, pero les invadía una euforia inmensa, como si alguien hubiese manipulado sus mentes.

El Doctor observaba a Miranda y sostenía su mano gélida entre las suyas.

— ¿Cómo te sientes?, preciosa.

—Tengo calor… mucho calor— La chica tenía la mirada perdida y parecía aturdida.

—No pienses en ello, concentra tu mirada en mí.

Miranda sentía que el presente se disipaba en su mente. Friederik se incorporó para situarse junto a ella y besó tenuemente su mejilla. Ella se estremeció, pero no opuso resistencia, sentía el deseo oculto de que el extraño que tenía ante sí la poseyera y esto le provocaba humillación y miedo.

— ¿Quieres besarme?— hablaba en tono bajo directamente a su oído y ella sentía en su piel su tenue aliento. No dijo nada.

El Doctor llevó sus labios a los de ella acariciando su prominente vientre y Miranda cerró los ojos receptiva. Lentamente desabotonó su blusa para deslizarla por su espalda. Sentía aquellas caricias como punzadas de placer, entre abrió sus labios para permitir que aquel hombre la besara y Friederik la recostó sobre la espalda y deslizó sus bragas hasta dejarla en completa desnudez. Hizo ademán de ocultar sus senos y su sexo con las manos pero el apartó sus brazos y sostuvo sus muñecas un instante.

—Eres muy bella Miranda.

Su voz acompasada y suave quebró cualquier rechazo llevándola a la completa sumisión. Deseaba más que nada en este mundo ser poseída por Friederik ajena por completo a la presencia de su marido y los demás, a escasos metros de ellos. Nada importaba. El Doctor se había desnudado y su pene evidenciaba su absoluta excitación, acaricio sus turgentes pechos y lamió sus pezones haciendo que brotasen de ellos sendas gotas de leche y lentamente situó su cadera entre las piernas de Miranda procurando que su peso no descansara en su vientre. Cuando la penetró Miranda sintió un placer descomunal y estalló en una ristra de intermitentes gemidos ante la mirada atónita de los demás, que permanecían en silencio.

Adriana repartió las cartas tras barajarlas y ella obtuvo el trío más alto en detrimento de Laura. Sonrió a su amiga con dulzura.

—Lo siento Laurita, has perdido.

Laura expreso cierta contrariedad con la mirada.

—Quiero que escenifiques una escena de amor con su hermano Abel, que bailéis abrazados para nosotros.

Abel observó a su hermana y sintió un atisbo de rubor, pero la percibió de una forma diferente a como la había visto jamás, en su fuero interno ardió el fuego del deseo y se maldijo por ello. Laura se levantó en silencio y asió la muñeca de su hermano para instarle a ponerse en pié y Adriana fue hasta el moderno CD para elegir una melodía sugerente y lenta. Ella pasó sus brazos tras su nuca y sus pechos rozaron el torso de Abel. Todos observaban expectantes. Aquel roce corporal no tardó en hacer mella y Laura rodeó con sus brazos la cintura de su hermano presionando su cuerpo con el de ella y notó el pene erguido en su vientre. Ciñó sus caderas aún más para restregarse en el y Abel no consiguió reprimir un espasmo de contenido placer. Adriana interrumpió aquella magia.

—No he visto que os besarais. Estáis muy fríos.

Laura reaccionó al instante e introdujo su lengua entre los labios de Abel mientras contorneaban sus cuerpos.

Adriana repartió de nuevo las cartas mientras ellos persistían en aquel baile lascivo ajenos a todo el mundo y esta vez fue Soraya, la mujer de Abel, la que tuvo que pagar su prenda y Rubén el encargado de encomendar la tarea.

— ¿Cuándo fue la última vez que te acariciaste?, Soraya.

La chica reprochó su pregunta.

— ¿Qué quieres decir?

—Debes responder, princesa. Es el juego— la voz de Adriana sonó a reproche.

—Hace unos días.

—Bien, quiero que reproduzcas ese instante.

Soraya negó con la cabeza, pero la mirada inquisitoria de todos le hizo vacilar. De nuevo aquel furor, el hecho de contemplar a su marido bailando con Laura ensimismado, acariciando cada milímetro de su cuerpo le había excitado y lo peor es que era evidente para todos. Se desplazó al sofá cercano, se desnudo lentamente y se recostó en el con las piernas entre abiertas. Tenía el bello vaginal prácticamente rasurado y sus pechos, aunque pequeños, eran tersos y sugerentes. Quedamente, acaricio sus pezones e introdujo dos dedos entre sus labios vaginales. No tardo en sobrevenirle un prolongado orgasmo y su mirada ausente en el rostro desencajado de placer lo hicieron evidente.

La última mano de aquel juego hizo que Carlos, el futuro papá, fuese el afortunado y Rosa, la hermana de Rubén, la perdedora. La escasa imaginación de este hizo que la prenda consistiera simplemente en que Rosa consintiera en mantener con el una relación sexual, pero Carla y Paula, no estaban dispuestas a permitir una prueba tan sencilla. Las hijas gemelas de Friederik habían permanecido al margen, como meras espectadoras, pero era evidente que ellas también querían participar en la orgía. Adriana puso fin a aquel juego y tomo la iniciativa de desnudarse por completo, pocos segundos después, todos la imitaron. Abel y Laura hacía rato que habían dejado de bailar y follaban como animales en celo, entre bestiales embestidas, sin que la consanguinidad resultará óbice alguno y Miranda realizaba una larga felación a un Friederik exhausto. Raquel, Alba y los chicos habían bajado para incorporarse al grupo y el ambiente se había enrarecido hasta el punto que ya no importaba quien o donde.

Desde aquella noche las vidas de todos dieron un vertiginoso giro, ya nada volvería a ser igual. El placer carnal se convirtió en el único leiv motiv de sus existencias y el Dr. Friederik Malevich consiguió el reconocimiento de una comunidad sectaria y oculta que reunió más de doscientos adeptos que se reunían regularmente para realizar orgías y bacanales, para deleitarse con el sexo por el sexo sin necesidad de que existiera nada más. No negaré que a partir de ese punto se crearon vínculos afectivos, que en ocasiones las relaciones, heterosexuales o no, incestuosas o abyectas, destilaban verdadero amor, si es que amor se puede definir como esa magia de cariño y de deseo, pero se trataba de un sentimiento sin ápice de posesión, nadie pertenecía a nadie y todos eran libres de regalar sus cuerpos siempre que fuese libremente y sin coacción. La química de Friederik Malevich se hizo innecesaria y dejó paso a una nueva forma de sentir y de vivir la libertad sexual de cada uno.

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