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Víctima de un pervertido (3)

en No Consentido

—Son encantadores  ¿verdad? Se llaman Patricia y Héctor y son los hijos de una turista descuidada que esta en el calabozo. No tienes que saber nada más. Parece que jamás han tenido un orgasmo, tenemos que remediar esto querida, primero te ocuparas del muchacho, saca lo mejor de él, quiero que se corra en tu boca y después hagáis el amor desenfrenadamente, ¿Has entendido muñeca?

       Helena lloraba desconsoladamente y sus palabras se hacían incomprensibles entre sollozos.

—Son unos niños. Eres un maldito monstruo.

—Por eso quiero que sean felices, consigue que el mucho te idolatre ante su hermana o serán pasto de las fieras —se dirigió a una de las chicas —Desnudadles.

Ambas procedieron a ello ante la total inertica reacción de los dos, parecían drogados. Helena observó la escena abatida, el cuerpo de la chica era el de una mujer en plena pubertad y sus incipientes pechos estaban coronados por un pequeño embolo rosáceo sin  rastro alguno de pezón y su sexo carecía de bello alguno. Observó el pene del chico, avergonzada, también sin bello y sin rastro de fimosis, por lo que el pellejo sobresalía considerablemente del prepucio.

—No lo haré

—Muy bien, ya sabéis lo que tenéis que hacer con ellos. Sacadlos de aquí. La princesa los ha condenado a muerte.

       Helena pareció desmayarse pero se repuso al instante, detuvo a las mujeres antes de que cruzasen el umbral con los menores y habló en malasio.

—Esperad, haré lo que dice el depravado— Pareció recuperarse por momentos.

—Buena decisión Helena, Ahora acuesta al chico sobre la cama.

       Fue hasta él y asió su mano con suavidad para conducirlo a esta sin que opusiera la más mínima resistencia y lo recostó boca arriba en la más impúdica desnudez.  Maquinalmente alargó su mano para asir el pene, pero Hassan la detuvo.

—No tan deprisa querida, primero bésalo, excítalo, acarícialo, deja que sobe tus pechos, abre tu coño para el… ponlo a cien… ya tendrás tiempo de mamársela.

Helena no daba crédito pero se doblegó a sus órdenes. Se recostó junto al chico y acarició su pómulo con la yema de su dedo mientras retiraba un mechón de su cabello rubio de su frente. Lentamente acercó sus labios a los de el para rozarlos entre ellos con la máxima sinuosidad. Héctor parecía aturdido y ajeno a todo aquello y su pene no daba muestra alguna de excitación. Helena asió la barbilla del muchacho obligándole a entreabrir los labios e introdujo su lengua entre ellos y posó la mano del chico sobre su pecho. Le alivió percibir una ligera reacción e introdujo aún más su lengua en la de él. Los pezones de Helena se excitaron al tacto y el chico pareció percibirlo con inusitada curiosidad, pero acentúo aquellas caricias e intentó torpemente que su otro pezón reaccionase acariciando el pecho de Helena con su otra mano. Por primera vez Helena sintió un atisbo de excitación que le avergonzó en lo más profundo de su ser, pero no se detuvo, se recostó aún más y dirigió el brazo del chico a su sexo obligándole con tenues gestos a acariciarlo ante su impasividad. El rostro del chico adquirió una inusitada pigmentación, aquello parecía intrigarle y por primera vez jugueteó con la lengua de Helena y ella sintió su aliento etílico procedente de lo que, se dijo, le habían obligado a ingerir, y no obstante se sentía despreciable por llevar a cabo aquella violación pederasta.

Helena deslizo su mano hasta el sexo del chico y le contrarió su flacidez. Sabía que si no conseguía excitarlo Hassan lo mataría. Observo al hombre con mirada suplicante y este le autorizó a que realizase al fin la felación. Con la máxima sutilidad estrechó sus testículos entre su mano y procedió a pasar su lengua por la rugosa piel del pene lentamente, mientras la tensaba entre sus dedos en armonioso vaivén a fin de provocar que esta se lubricara hasta asomar el prepucio. Héctor dio un respingo y Helena sintió algo parecido a una oleada de maldito placer que se descargó en su columna vertebral cuando notó que había introducido el dedo en su vagina.

Los espectadores parecían muy excitados y la hermana dormitaba junto a ellos sin mostrar reacción alguna.

Varios minutos después aquel prepucio rojizo asomo sobre el falo y la piel de este adquirió un aspecto terso marcando la vinosidad y Helena lo introdujo en su boca sin cesar de acariciar sus testículos con fruición. Ahora el muchacho había cesado de masturbar a Helena y permanecía rígido sobre la cama, ávido de aquellas sensaciones que aquella desconocida le estaba provocando abandonándose a sí mismo. Helena sintió como el falo se humedecía por momentos destilando liquido pre seminal y alteró la cadencia entre los entrecortados gemidos de placer que profería aquel chico. Sólo unos segundos después exploto entre los labios de Helena como un volcán en erupción pero la voz de Hassan le interrumpió.

—Recuerda querida.

       Bastaron las palabras y Helena se esmeró en ingerir aquel semen cuyo sabor, a diferencia del de Hassan, le pareció más dulce y no le provocó arcada alguna. Por primera vez habló al muchacho.

— ¿Te ha gustado Héctor?

El chico esbozaba una sonrisa de felicidad y respondió en un cultivado inglés.

—Si señorita… Pero no se lo que me pasa, es como si necesitara algo mas…

—Lo sé muchacho, para nuestra desgracia esto aún no ha acabado.

       Beso de nuevo sus labios y esta vez el chico correspondió a aquel gesto con inusitada pasión mientras asía su flácido pene preguntándose que había pasado, pero Helena apartó su mano y la sustituyo por la de ella para acariciarlo de nuevo con comedido ímpetu y este tardó solo unos segundos en adquirir de nuevo rigidez. Cuando lo hizo Helena se recostó sobre la cama y abrió sus piernas ante el chico que la observaba excitado y expectante.

— ¿Qué debo hacer?

—Sitúa tu cintura entre mis piernas y deja que fluyan tus instintos, te gustará —se odio así misma por la última aseveración.

       Héctor obedeció de inmediato y se situó sobre ella, el roce de sus pechos le causaba una terrible desazón  pero su pene parecía querer abrirse paso entre los labios vaginales de Helena y a la chica parecía no importarle por lo que no opuso esfuerzo alguna para que penetrase entre ellos. Helena sintió como el prepucio se internaba en su sexo lubricado como nunca lo había estado y no pudo reprimir un acallado gimoteo, pero cada envestida se hacía mas salvaje y Helena no consiguió por más tiempo acallar los gritos de placer que se mezclaban con los del muchacho sin el menor atisbo de pudor. Helena no era ella misma, deseaba aquello mas que nada en el mundo y cuando sintió la corrida del joven en su interior estallo en incontables multi orgasmos que se solapaban entre sí, a cual mas placentero, y le hacían contorsionarse entre gritos suplicantes rogándole que no parase. De repente, el chico observo el rostro compungido de Helena que trataba vanamente de ocultar su desnudez y para su sorpresa este la beso de nuevo, pero esta vez no se trataba de un beso lascivo, sino de un beso fraternal, de un beso agradecido.

—No doy crédito princesa, has estado sublime… magistral…

       Helena observó a Hassan fijamente.

—Eres un maldito enfermo —su voz denotaba una insólita seguridad en si misma, como si no hubiese precisado armarse de valor para pronunciar aquello.

— ¿Lo crees de de veras? Juraría que has disfrutado como una perra en celo.

—Fingí.

—Eso es mentira y tu lo sabes, deseabas mas que nada en el mundo la poya de ese niño y te has corrido ante nosotros como nunca en tu vida lo habías hecho, has disfrutado cada instante…

       Helena lo observó con altivez consciente de que el “maldito hijo de puta” estaba en lo cierto.

—Pero eso no es lo que espero de ti, lo que quiero es que seas mi puta… mi puta occidental que saciara mis deseos más ignotos y, cuando lo hagas, no hallarás perversión en tus actos sino solidaria complicidad.

—Jamás seré tu esclava— Se había arrodillado sobre la colcha y lo observaba sin esquivar su mirada ni un instante y sin preocuparle su desnudez.

—Serás mucho más que esto: serás mi sierva, mi puta rastrera que mendigará mi compasión… —se interrumpió —a no ser que no cuestiones mis deseos y te vuelques en mí.

       Héctor  escuchaba todo aquello estremecido y con el cuerpo acurrucado tras el torso de Helena y está sintió como temblaba y asió su mano tras la espalda de forma que aquel gesto quedaba oculto a Hassan.

—Tu incompetencia la pagarán otros, las personas que más quieres en tu vida.

       Hassan y sus dos acompañantes habían permanecido en el sofá, observantes, y la niña pareció despertarse. Observó a Hassan con cierto deje de terror en su rostro y después oteo la estancia hasta distinguir el rostro de su hermano tras el hombro de Helena, le inquietó su propia  desnudez y la de todos y convulsivamente saltó del sofá para protegerse tras Helena y tras su hermano.

—Bueno querida— su voz emanaba lascivia —tienes una nueva víctima. Recuerda, se trata de que aprenda a disfrutar con ambos.

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