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Claveles para la eternidad (4)

en Control Mental

Luís tenía dieciocho años y siempre había ansiado en secreto a Laura. Como ella, procedía de una familia pudiente y se podría considerar un muchacho consentido. Por su cumpleaños recibió como obsequio un flamante Porsche Cayenne, aunque el hubiese preferido un 911 o un Boxer, su progenitor consideró que la seguridad que brindaba este, para un joven, le daba más garantías. Era un chico influenciable y tímido, y esa era la razón por las que jamás osó entrar a Laura o a su amiga Jennifer. Para el eran ninfas procedentes de otra galaxia totalmente inabordables. Cuando conoció al profesor Jonathan, este le subyugó, parecía tan seguro de si mismo y era tan accesible a los alumnos que entre ellos surgió una especie de extraña amistad. En ocasiones, tras las clases, lo invitaba a un bar cercano a la facultad donde departían temas de actualidad o cuestiones relativas a la docencia. Jonathan trabajo largamente aquella relación hasta conseguir que el chico se abriese por completo y le confesara intimidades que jamás le diría a nadie. La primera vez que lo invitó a cenar a su casa le presento a Lorena como a su secretaria y el joven pareció embobado ante la presencia de la chica. Lorena vestía un sinuoso y ceñido vestido de satén y su cabello, negro como el azabache, resbalaba por su espalda llegando hasta su cintura. Aquella fue una noche de confidencias en la que Lorena mostró su faceta mas abierta profesándole constantes insinuaciones al muchacho, hasta el punto de mostrar ante él su faceta más erótica.

—Pero vosotros estáis enrollados ¿no?

Jonathan sonrió.

—Digamos que mantenemos una relación abierta.

Lorena atuso su melena recogiendo su flequillo hacia la nuca.

—Aceptemos que es así, Luís. Si me apetece un tío me lo tiro y ya esta, pero dime: tú estás colado por alguien de la facultad, ¿no es cierto?

Vacilo sonrojándose.

— ¿Por qué lo dices?

—Porque se lo confesaste a John anteayer.

—Eso no es justo, me emborrachó.

—Te gustaría tirarte a Laura ¿verdad?

Jonathan interrumpió impidiendo que contestase.

—Para ello te falta mundología pequeño, deberías abrir tu mente, nutrirte de otras experiencias, mostrar entereza y resolución. A este tipo de chicas de cartel les sobran los “pringaos”.

Lorena entreabrió las rodillas para cruzarlas entre si, en un gesto inocente, de forma que Luís pudo observar con claridad diáfana su sexo rasurado.

—…Laura es una muñeca de porcelana. Mi muñeca intocable.

Jonathan lo observó de soslayo reclinando su torso en el brazo del sofá.

— ¿Porqué crees eso?

—Hace tres años que la conozco… Estoy seguro de que aún es virgen… Es una maldita puritana.

—Y Jennifer, ¿qué opinas de Jenny?

—Es de su escuela… además Jennifer me la trae floja ¿sabéis?

—Tal vez estés equivocado querido, yo creo que follan con cualquiera.

Luís hizo el gesto de levantarse pero Lorena lo retuvo sentándose junto a él y Jonathan encendió un televisor de plasma que se encontraba frente a ellos.

—Mira esto.

Las imágenes mostraban a Jennifer y a Laura  en el salón de una casa, ambas parecían ebrias y reían constantemente, tras unos minutos se besaron y la cámara las siguió hasta una habitación donde Jennifer se desnudo frente a Laura. Jennifer se acostó junto a ella y situó cabeza entre sus piernas. Laura gemía mientras contorneaba su torso fruto del placer. Los ángulos de imagen eran perfectos, hasta el punto de poderse distinguir en la pantalla cualquier peca o rasguño que hirieran su epidermis.

Luís no daba crédito a aquello, jamás había imaginado que su musa pudiese ser lesbiana, pero por encima de cualquier elucubración, verlas desnudas, amándose como gatas en celo, le excito sobremanera.

—Es un montaje.

Lorena y Jonathan se miraron con complicidad y ésta esbozo una enigmática sonrisa.

— ¿Lo crees de veras?

Había pasado el brazo sobre el hombro del muchacho y su pómulo rozaba su rostro.

—Pues si es así te la escenita te ha puesto muy cachondo.

Casi imperceptiblemente, ante la pasividad de Jonathan que observaba la escena sentado frente a ellos, Lorena rozó su entrepierna con la palma de la mano y busco sus labios para besarlo con inusitada pasión.

— ¿Quieres tirártela Luís?— La voz del hombre resonó en el cerebro del chico aun incapaz de reaccionar, —por mi no hay problema, es mas, os presto mi habitación, ¿qué te parece?

Lorena susurro en su oído con ternura.

—Aceptas Luís, será sólo el aperitivo, tendrás oportunidad de poseer a Laura, será tu esclava.

— ¿Sin comensales?, tú y yo solos, sin mirones— pronuncio aquello con vacilación.

—Claro querido, John permanecerá aquí abajo y yo te hare ver las estrellas.

Lorena asió el brazo de Luís instándole a levantarse y lo condujo por una amplia escalera hasta una amplia habitación y este se dejo llevar anonadado.

Lorena se desvistió frente a el y a Luís le pareció una diosa, con gestos cadenciosos le abrazó para besarle e introdujo su mano en la cintura de sus jeans para acariciar su pene.

—Tengo una especie de capricho, querido, quiero que te pongas esta venda en los ojos mientras lo hacemos, es mi fantasía.

No esperó respuesta y ante la aquiescencia del muchacho vendo sus ojos anudando un pañuelo de seda tras su nuca, después lo recostó y deslizo por la cintura los pantalones y los bóxers del muchacho descubriendo su pene erecto. En silencio, lo acarició con su mano desplazando la piel hasta hacer que el prepucio del chico asomase en su extremo y lo introdujo entre sus labios para adoptar una cadencia maquinal mientras lo lamia con fruición humedeciéndolo con su saliva. Varios minutos después Luís estaba en otros mundos, sentía el inminente orgasmo y la maestría de aquella mujer le subyugaba hasta el punto de desear no correrse, pero su resistencia se quebró cuando sintió como un hormigueo recorría su espalda para inundar todos sus miembros y eyaculo copiosamente en su boca, sin embargo aquella felación se prolongó aún más aumentando sutilmente la cadencia del vaivén y su orgasmo se eternizo hasta el punto de hacer que gimiera de placer rogándole, entre esténtores, que no se detuviera. Justo en ese momento alguien desató la venda que cubría sus ojos y Luis observo perplejo que el autor de aquella felación no había sido Lorena, que sujetaba su cabeza desde atrás, sino Jonathan, que perseveraba en ello imprimiendo un ritmo aún mas veloz.

Luis se enfureció y por un instante pugno por desasirse, pero la premura de correrse y el que Lorena forzase un beso lascivo impidió su reacción y el joven pareció rendirse a la evidencia del placer que le proporcionaba aquel hombre, sin mas, se corrió copiosamente y Jonathan retiró la boca de su pene para que Lorena lo asiese facilitando la eyaculación. Tardo varios segundos en reaccionar, estaba agotado y sus músculos agarrotados y se tendió sobre la cama. Observo a ambos con despecho.

—Malditos bastardos, ¿qué me habéis hecho?

Jonathan no se había desvestido y pareció sosegado.

—Darte placer Luís, un placer como el que nunca habías sentido… ¿es acaso incorrecto?

Luis parecía desorientado y vacilante.

—Yo no soy maricon ¿entiendes?

Lorena le observo sonriente.

—Bueno, eso es un cliché, sentiste placer, pedías a gritos que no cesase, te corriste como nunca lo habías hecho. No, no eres maricon… no temas, pero quien te proporcione el placer es solo una circunstancia, tampoco Laura y Jennifer son lesbianas, y sin embargo, como has visto, la experiencia les ha satisfecho gratamente, ahora son mucho más amigas, mas cómplices, y sin embargo siguen siendo ellas mismas sin mácula de rubor o de vergüenza, ¿comprendes?

—Si quieres puedes largarte de aquí muchacho— Jonathan elevo el tono de su voz, —pero si lo haces dejarás de formar parte de un juego que convertirá a tu amada Laura y un títere a tu merced, a Laura y a cualquiera que desees, ¿qué decides?

Luís se arredro sopesando aquella situación y Lorena lo beso tenuemente en la mejilla, había evitado ejercer su poder sobre el para conseguir la aquiescencia del muchacho por su propia voluntad y sabía que si finalmente optaba por marcharse debería hacerlo.

—No te vayas Luis, por favor… la noche es larga.

Por primera vez el chico abrazó a Lorena para recostarla junto a el y ella se dejó hacer, lentamente acaricio su vientre para descender hasta su sexo y hurgo con los dedos en el provocándole un súbito estremecimiento.

—No me iré, pero quiero que seas mía.

—No te arrepentirás, te lo prometo.

Aquella fue una noche eterna en la que Lorena ensayó toda clase de posturas imposibles, en la que los cuerpos de los tres se mezclaron sin ambages ni ningún tipo de pudor y en la que los tres llegaron varias veces al orgasmo hasta extenuarse por completo y en la que Jonathan sodomizó a los dos en repetidas ocasiones instándole a su vez a que el también lo hiciese.

El desayuna resulto frugal y ninguno parecía arrepentido o avergonzado. Lorena había preparado café y sirvió las tres tazas, todos parecían agotados Y Jonathan habló quedamente, como solía.

—Esta noche tenemos una fiesta.

—Lo sé, en casa de Laura, con Jennifer.

— ¿Quién son Pedro y Miguel?—Lorena parecía intrigada.

—Dos compañeros de facultad, son buenos tipos— sonrió pícaramente, —pero no se prestaran a nada.

— ¿Tú crees?

—Supongo que tendremos que drogarles.

—No será necesario— observo a Lorena sonriendo, — ¿verdad querida?

—Claro que no John— Lorena le devolvió la sonrisa.

CONTINUARÁ

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