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Claveles para la eternidad 2

en Control Mental

Jennifer había notado algunos cambios en su amiga Laura, aunque no le había atribuido mayor importancia. Las últimas semanas había descuidado su proverbial puntualidad en la asistencia a las clases y había variado su forma de vestir, últimamente prescindía de llevar sujetador y utilizaba provocadoras mini faldas que acaparaban  la atención de todos sus compañeros. Cuando ambas acudían al gimnasio, Laura se desnudaba en los vestuarios, ante sus compañeras de clase, sin ningún tipo de rubor, cuando hacía solo unas semanas se parapetaba tras la taquilla para ocultar su desnudez, Jennifer observó que había sustituido sus otrora pueriles braguitas  blancas por minúsculos y sinuosos tangas y su apostura, en general, parecía haberse relajado. Pero Jennifer pensó que algo había cambiado en la rutina de Laura sin que aquello le preocupara lo más mínimo, sobretodo porque le parecían positivos para Leny.

Aquel fin de semana los padres de Laura habían decidido pasarlo en un lujoso Hotel parisino y está le había pedido a Jennifer que se trasladara a su casa con la escusa de sentirse acompañada. A Jennifer le pareció soberbia la expectativa y no vaciló un instante en aceptar aquella oferta. Laura le sugirió cuarto de invitados pero ambas decidieron ocupar la habitación de ella. Parecía mucho más divertido dormir juntas y poder cotillear hasta el amanecer sin que nadie las molestase.

Jennifer llegó a la casa sobre las cinco de la tarde de aquel viernes y coincidió con los padres de Laura, al que les esperaba en la puerta un ostentoso Rolls Royce conducido por un encopetado chofer y ambos saludaron a Jennifer efusivamente.

—Caray Jenny, estás guapísima— Marta poseía una belleza natural y tenía un carácter resuelto.

—Tu también Marta, pareces más joven que yo ¡coño! — Se mordió la lengua avergonzada y los padres de Lorena estallaron en una sonora carcajada.

—No digas tonterías, preciosa. Nos vamos o perderemos el avión, Lau te espera dentro… Sed buenas y no hagáis nada de lo que os tengáis que arrepentir, ¡Vale!

Jennifer entró en la casa cerrando la puerta tras de sí y subió las escaleras hacía la habitación de su amiga para abrirla de par en par.

—CúCú!, ¿Quién soy?

Laura corrió hacia su amiga y ambas se abrazaron para proferirse sendos besos en las mejillas.

—Ya era hora, ¡pendona!, pensé que no llegarías nunca.

—Son las cinco, quedamos a las cinco, ¿recuerdas?

—Son las cinco y diez, pero bueno, te perdono, nos lo vamos a pasar “Guay”, ¿No crees?

En otro punto de la ciudad Lorena y Jonathan observaban la escena en sendas pantallas de plasma. Jonathan se había sentido fascinado por Jennifer desde la primera vez que la vio. Su cabello oscuro, su cuerpo atlético, su piel tersa y cobriza, su avezada expresión… todo en ella le cautivaba. Observo a su secretaria con dulzura.

 — ¿Crees que lo hará, Lory?

La mujer deslizó por su nariz la montura de sus gafas, como solía, y le devolvió la mirada.

—Ella lo intentará, es su amiga la que me preocupa, no nos consta que exista un atisbo de lesbianismo en su historial y parece de carácter muy fuerte.

—Dime algo que me guste oír.

—Llevo semanas sometiendo a Laura a una terapia de choque, hubiese sido infinitamente mas sencillo inclinarla a una relación etero, pero si consigo eso hará cualquier cosa que le ordenemos y además podre acceder a Jennifer a través de ella—Dibujo una pérfida sonrisa en sus labios y Jonathan la observó ensimismado —Creo que he conseguido despertar en ella una sincera pasión por su amiga, ayer, sin ir más lejos, visionó viejos videos en que ambas pasaban sus vacaciones en la playa y jugaban con ahogadillas y chapoteos y mientras los veía la induje telepáticamente a acariciarse sobre la cama fijando en su mente la imagen de su amiga. No te puedes imaginar hasta que punto llegaron sus orgasmos.

—Eres un genio, Lory.

—Falta saber si será capaz de seducirla, si no lo consigue, probablemente se distanciaran y su amistad se irá al garete.

—Crucemos dedos.

Jonathan pasó un brazo sobre el hombro de Lorena y ambos se fundieron en un beso eterno y lascivo.

Laura no había reparado en gastos y ahora estaban sentadas junto al televisor dando cuenta de dos suculentas langostas, canapés de caviar iraní e ingentes cantidades de salmón ahumado. Jennifer observaba a su amiga con cierta admiración. Ambas habían optado por ponerse los pijamas para cenar.

—Que chulo es ser rica, ¿No te parece Lau?

Laura levantó su copa de Moët para estrellarla contra la de su amiga.

—Es fantástico, sobretodo si tus padres no sospechan que sabes donde guardan la llave de la alacena.

Ambas rieron estentóreamente.

—Menuda bronca te va a caer, amiguita.

—No van a darse cuenta, creo que solo de botellas como esta hay trescientas.

—Nos llegará para el “finde”.

Ambas se carcajearon de nuevo.

Tras la cena una botella de champan estaba seca, otra aún contenía un resquicio y la expresión de las dos denotaba cierta embriaguez. La insípida conversación que mantenían hacía que estallaran en constantes y divertidas carcajadas alzando la voz y gesticulando constantemente para acompañar los chistes. Laura se levantó torpemente para dirigirse a un amplio sofá e invito a Jennifer a sentarse junto a ella mientras accionaba un mando a distancia. La acompasada voz de Leonard Cohen sonaba alternativamente en cada uno de los altavoces del moderno Bang & Olusen. Jennifer se demoró para servir dos espectaculares Dray Martini´s y se sentó junto a ella.

—Quiero proponer un juego Jenny, ¿Estás de acuerdo?

— ¿Qué clase de juego?— Adopto una expresión de fingida seriedad.

—El juego de la verdad.

Lorena y Jonathan se habían desnudado y contemplaban absortos aquella escena. Estaba desencadenado.

— ¿Qué quieres que te diga Lau? Lo sabes todo sobre mí.

—Nunca se sabe todo sobre nadie, princesa.

—Esta bien, pero no contestaré a preguntas torticeras ni envenenadas…

—…Si no es en presencia de tu abogado, lo sé.

Ambas rieron de nuevo. Sus ojos chispeaban y Jennifer reparó en que su amiga la observaba fijamente.

— ¿Quién empieza?

—Tú misma Jenny, pregunta lo quieras.

Sorbió una generosa cantidad de Dray Martini antes de hablar.

— ¿A que se debe tu cambio de actitud estas últimas semanas, Lau?

—No sé a que te refieres— Pareció esquiva

—Sabes perfectamente a lo que me refiero, amiga, tú has cambiado, te has vuelto… ¿cómo lo diría?...más casquivana.

De nuevo risas.

— ¿Casquivana?, ¿qué pasa?, ¿es que antes era una puritana?

—Algo así, y recuerda, no me mientas.

—Está bien: creo que he sufrido algunos cambios, creo que tienen algo que ver con el sexo— sus pómulos se pigmentaron y Jennifer pareció ruborizada.  —Me toca—

Había pasado un ángel y ambas permanecieron unos instantes pensativas.

— ¿Cuándo hiciste el amor por primera vez, Jenny?

Jennifer se sonrojo a pesar de su cutis cobrizo y vaciló de nuevo.

—Nunca lo he hecho.

—Estas mintiendo ¿No es cierto?

Adopto una expresión orgullosa.

—No, nunca lo he hecho, mi turno, ¿a qué te refieres con que tu cambio se debe al sexo.

Dibujó una tímida sonrisa entre sus labios.

—Bueno… a despertado en mi una insaciable curiosidad por el, hace varias semanas que me masturbo constantemente y siento el deseo de ser observada, de sentir que levanto pasiones…

Hubo un instante de tensión y tras este una carcajada unísona y divertida.

— ¿Tú te acaricias en la intimidad?

Jennifer respondió divertida tras ingerir un nuevo trago.

— ¿Y quién no?

Laura pellizcó el brazo de su amiga con ternura.

—Vamos, sabes que no puedes responder con otra pregunta.

—Pues claro que me masturbo, lo que pasa es que no tan a menudo como tú ¡cochina!

De nuevo risas.

—Laura, ¿En quien pensabas cuando lo hiciste por última vez?

El rostro de la chica adquirió una tersura inusual y sus facciones se tensaron. Pareció que cualquier atisbo de etilismo abandonase su cerebro y sintió en el una orden tajante que a su vez le transmitió deseo. Un deseo irrefrenable de poseer a aquella chica. Su voz sonó firme y fijo su mirada en los ojos de Jennifer.

—En ti Jenny, nunca había querido y deseado a nadie como a ti, lo siento. Dos lágrimas surcaron sus mejillas y Jennifer la observó compungida.

—Creo que hemos ido demasiado lejos Laura, sabes perfectamente que no soy lesbiana y lo que has confesado me parece una sucia traición a nuestra amistad.

—Preferirías que lo mantuviese en secreto, que sufriese por dentro cada vez que me cruzo contigo o me cuentas tus más íntimas confidencias, ¿No es eso Jennifer?

—Escucha Lau— pareció tranquilizarse —yo no puedo hacer nada a este respecto, te quiero y me pareces atractiva, pero no pienso acostarme contigo ¿lo entiendes?

—Solo te pido una cosa más y jamás volveremos ha hablar de ello: razónamelo.

Jennifer vaciló un instante.

—Es un problema de atracción, de genes, la química de cada persona es distinta— observo el llanto de Laura, ahora desconsolado y no pudo evitar abrazarla fraternalmente para besarla en la frente con cariño, olvida todo eso, Lau, es algo intrascendente y pasajero que olvidarás muy pronto.

Casi sin que Jennifer pudiese reaccionar, Laura deslizó sus labios en busca de los de ella. Jennifer volteó su rostro con inusitada violencia pero solo un instante después fue ella quien beso a Laura y mientras acariciaba su rostro tenuemente susurro unas cadenciosas palabras en su oído.

—Escúchame bien Laura, esta noche dejaré que hagas conmigo lo que quieras y mañana lo olvidaremos todo, es mi única condición.

Laura frotó sus ojos con los puños y sonrió tímidamente.

—Gracias Jenny, siempre te estaré agradecida por esto.

—Ahora subamos a tu cuarto, ¿vale?

Lorena y Jonathan no daban crédito a la escena y cambiaron los monitores para no perder detalle de lo que iba a ocurrir. Jonathan no podía contener la profunda admiración que le infundía su secretaría. Estaba anonadado por el éxito y veía cada vez más cerca el desenlace. Varios millones de euros compensaban todo aquello.

CONTINUARÁ  

    

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