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Prisionera en Marruecos (PARTE 4ª)

en Dominación

Mabel se recostó sobre la cama y extendió los brazos sobre su cabeza, Anna se sentó sobre su vientre y acarició sus costados recorriendo su cuerpo hasta enlazar sus manos con las de ella mientras inclinaba su torso sobre el suyo, las palabras pronunciadas por la niña mientras besaba su lóbulo con inusitada ternura resonaban en su oido; el dejé infantil y cadencioso de su voz la cautivaba.

—Quiero que te dejés llevar, Mavi…, que me dejes amarte, quiero que imagines que no soy yo, Tia Mabel…

Repudió la idea tratando de evadirse pero luchó porque Anna no debilitase sus malogradas defensas.

—No pienso hacerlo…, no voy ha hacerlo…

            Anna cambió de posición ladeando su cuerpo para situarse junto a ella y abrazarla. Mabel sentía los incipientes pechos de la niña rozar su piel y ésta descendió su brazo hasta rozar su sexo y acariciar su bello vaginal con sutiles movimientos circulares antes de introducirlo el índici hasta palpar su clitoris. Mabel extendió su cuello y su torso se tensionó entre estertores.

—Ya lo estas haciendo, tía Mabel… ¿recuerdas cuando me duchabas?... deseaba que admirases mi cuerpo, cada milímetro de mi piel… cuando me enjabonabas…

            Borrosas siluetas del cuerpo de su sobrina mientras ella enjabonaba su cuerpo en plena pubertad, desfilaron por su mente, provocando que el rostro sonriente de ella se solapase con el de Anna, y recordó como permitía que Raquel se infiltrase entre su cama, junto a ella, para holganzanear y apurar juntas hasta el primer fragor del alba entre las sábanas.

            Era algo así como si el propio diablo estuviese hurgando dentro de su ser, decenas de escalofrios recorrían sus nervios cada vez que Anna le susurraba a sólo unos milimetros de su oido mientras acariciaba su sexo y sus pechos con la máxima dulzura.

— ¿Qiuén soy, Mabel?, quiero que digas mi nombre mientras acaricias el orgasmo, estás mojada, mi mano está humeda, ¿quiéres que te bese…?

            Asintió enloquecida entre espasmódicos calambres, tenía la mirada perdida y sus facciones muy tensas.

—Hazlo…, hazlo ¡potr Dios!... besame…

—Pues llámame por mi nombre, Mabel…

            Anna besó fugazmente sus labios y se incorporó para situar su rostro entre sus rodillas entreabiertas y rozar el clítoris de Mabel jugueteando con su lengua. Una vez más un escalofrio recorrió su columna vertebral e inclino su cabeza hacía atrás provocándo que los musculos de su cuello se inflamasen y su cabello resbalase por su frente sudorosa.

—Hazlo Raquel, te deseo… te deso más que a nada en este mundo…

            Sus plabras entrecortadas se solaparon con sordidos jadeos.

            Magi y Paolo ejercian de atentos testigos sentados frente a la cama mientras la mujer masturbaba cadenciosamente el pene del muchacho. Mabel percibió las palabras de Magi en la lejanía sumida en sensaciones encontradas de desenfrenado placer.

—Lo vés Paolo, Mabel ya es uno de los nuestros.

            El muchacho sonrió presintiendo la inmediatez de su propio orgasmo.

CONTINUARÁ.

     

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