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El juego de Sherezade (2 de 3)

en Control Mental

SEGUNDA PARTE

Las personas que frecuentaban habitualmente a Sofía, en su entorno personal y laboral, percibieron en ella cierta inquietud, dos días después de recibir aquel e-mail no había tenido nuevas noticias y se preguntaba porqué. Lo cierto es que aquel hecho debiera tranquilizarla pero le habían dejado muy claro que abandonar su plan significaba llevar a cabo las horribles y criminales amenazas. Aquellos dos días, al regresar de su oficina había abierto las persianas del salón de su apartamento de par en par e incluso había redituado el sofá para permitir mejor visión de su persona a cualquier maldito voyeur. Superando su rubor, se había desnudado por completo y recostada frente al televisor, había llegado a fingir que se masturbaba a fin de dejar completamente claro al remitente que estaba dispuesta a doblegarse a sus deseos. La tarde del tercer día encendió nerviosa su ordenador en busca de su correo abrigando la esperanza de hallar un nuevo mensaje. El encabezado era idéntico y como el anterior no permitía respuesta ni re-envío:

“Supongo que estarás nerviosa ante la ausencia de noticias, pero debíamos estar seguros de tu aquiescencia: bienvenida a Sherezade”

Sintió un fuerte escalofrió pero siguió leyendo,

“parece que has captado a la perfección la idiosincrasia de nuestra organización, tu actitud demuestra que estas dispuesta a afrontar cuanto te ordenemos lo que satisface a nuestro cliente que nos ruega te transmitamos su mas efusiva enhorabuena. Debes entender que no se espera de ti una actitud sumisa e irreflexiva, sino que tus actos reflejen espontaneidad, debes ser tu misma aún cuando las circunstancias en que te encuentres te parezcan antinaturales e impropias, puedes imaginar, por ejemplo, que estás participando en un juego de rol o actuando como actriz en una obra teatral”

Sofía no acababa de asimilar todo aquello, pero la forma en que se expresaba el remitente, el modo en que destilaba cada palabra en aquel texto le infundía una mezcla de inquietud y de sosiego. Se sabía victima de un vil y criminal chantaje y sin embargo, aquella gente,  parecía querer ayudarla ofreciéndole una terapia en busca de un fin que ignoraba.

“La primera prueba se prolongará seis días, después de transcurrido este periodo y si como esperamos tu actitud responde satisfactoriamente a nuestras expectativas, recibirás un nuevo e-mail en el que te transmitiremos nuevas ordenes”

La intriga le corroía y prosiguió la lectura con avidez para saber al fin de que se trataba todo aquello y hasta donde llegarían,

“Tu actitud social refleja, como te dijimos al principio, cierta sensación de lejanía. Eres una mujer fría y mides cautelosamente tus palabras a fin de derogar cualquier ápice de frivolidad. Durante estos días cumplirás varios requisitos que harán que las personas como María y Andrés, Paco y Laura o cualquier otro amigo tuyo cambie la percepción de tu persona”

Como podían conocer todo aquello: María era su amiga de la infancia y se había casado con Andrés hacía un año después de más de ocho de noviazgo, ella amadrino la boda. No cabía duda que a raíz de aquel evento ambas se habían distanciado, aunque hablaban por teléfono con asiduidad y la confianza entre ellas era absoluta. Andrés siempre había representado un papel conciliador e incluso cariñoso, pero el carácter de Sofía hacía que no frecuentase la casa de su amiga como lo hacía antes. Paco y Laura también se habían casado civilmente hacía dos años, pero el carácter de el la había avergonzado en más de una ocasión y sus indiscreciones hicieron mermar considerablemente la confianza con el matrimonio.

“Durante este periodo tienes estrictamente prohibido utilizar sujetador, deberás vestir de forma atractiva y seductora de forma que consigas convertirte en objeto de deseo, suavizarás tus formas y reforzarás tu autoestima hasta límites insospechados. Sabrás si has superado la prueba en el momento que percibas deseo en la mirada de los hombres, pero para ello deberás prodigar tus salidas, cenar en casa de tus amigos, mostrarte sensual… Llevarás las conversaciones a terrenos excitantes, te abrirás a tus amigos revelándoles tus más íntimos anhelos, les sonsacarás sus secretos… cuando saludes a los hombres cordialmente lo harás humedeciendo sus mejillas con tus labios, prolongando unos segundos ese beso…”

¿Cómo diablos pretendían que hiciera eso?, nunca se había sentido atractiva ni ese era su estilo.

“Queremos que muestres tu faceta mas salvaje, que uses blusas anchas con cierta transparencia, que los demás intenten dibujar tu anatomía con sus miradas, que tus pezones erguidos coronen tus senos dibujándose exultantes sin que quepa duda alguna que no llevas ropa interior”

Vaciló un instante y se levantó para alcanzar un pequeño recipiente de la estantería en el que ocultaba un paquete de Marlboro semi vacío que había dejado allí hacía diez meses. Justo el tiempo en que no había vuelto a fumar nunca. El humo atravesó su garganta provocándole un acceso de tos y sintió un cierto vahído. Era imposible que pudiese superar aquella prueba, era inútil intentarlo siquiera. Por un momento albergó la idea de echarlo todo a perder, de suicidarse, pero sabía que no tenía valor para hacer cualquiera de las dos cosas. Al fin y al cabo serían sólo tres semanas y ya habían transcurrido tres días. Volvió a su ordenador con gesto derrotado.

“Bien, esta será tu primera prueba, mostrar a todos una personalidad distinta, jugar con ellos, hacerte objeto de deseo y convertirte en un icono sexual. Pero en este periodo no podrás mantener relaciones sexuales con nadie, solo despertar el deseo más lujurioso en las personas, rozar su moral más estricta hasta hacerlos enrojecer. Mucha suerte.”

La mera idea de insinuarse a los maridos de sus amigas, de que ellos llegarán a pensar que era accesible o simplemente a fantasear con la idea de estaban con ella mientras hacían el amor con sus mujeres le aterrorizaba, pero dentro de todo la prueba no resultaba excesivamente traumática. Sofía  había llegado a elucubrar con órdenes mucho más ignominiosas y vergonzantes. Se desnudó lentamente frente al espejo de su alcoba. A sus treinta y siete años conservaba un cuerpo esbelto y fornido. Observo el bello rizado y negro de su pubis, sólo se había rasurado los bordes en alguna ocasión para el verano, tampoco solía llevar tanga por lo que no hacía falta mucha más, instintivamente acaricio sus pechos y el roce izó que los oscuros pezones se irguiesen desafiantes,  observaba el reflejo de cuerpo con cierta candidez, no recordaba haber hecho toples nunca ni llevado ropa entallada. Su larga melena negra resbalaba por sus hombros para perderse en su espalda, jamás se había visto así. Retrocedió dos pasos para sentarse sobre la cama y después apoyo su espalda sobre el tupido edredón, casi sin darse cuenta deslizó la palma de su mano por su ingle para jugar con los pelillos enredados de su sexo, su mirada huidiza parecía contemplar algún punto sobre el techo, pellizcó sutilmente el oscuro pezón mientras introducía el dedo índice de su mano entre los labios vaginales. Hacía mucho tiempo que no se masturbaba así,  un escalofrío recorrió su columna vertebral.

Aquel día se levanto temprano, se alegró de su decisión de haber cogido las vacaciones estivales precisamente el mes de agosto, dado que evitaría tener que mostrar aquella maldita faceta de patética tigresa en su trabajo, al menos preservaría los chismes y cotilleos a que sin duda daría lugar aquello. Debía preparar concienzudamente cada sesión, aprender a comportarse del modo que siempre odió cuando lo advertía en otras chicas. La ducha helada le sentó de maravilla pero nada en su fondo armario cumplía los requisitos expuestos. Sobrios trajes anchos que ocultaban su talle, faldas largas y oscuras y en su mayoría jeans y otros pantalones que en absoluto resultaban sugerentes. Decidió acudir a la gran superficie más cercana para arreglar aquello y dos horas después prendas que nunca se hubiera puesto descansaban sobre su cama a modo de mostrador. Tal como le habían ordenado, optó por olvidarse del sostén y se vistió con una fina y amplia camisa de seda blanca y unos ceñidos tejanos azules. No llevar sujetador se le hacía incomodo pero la incomodaba aún más el que la sutileza de la tela transparentase sus senos ostensiblemente. Se veía incapaz de salir a la calle de esa guisa.

Aquella primera noche pidió a Maria que la invitarán a cenar y esta accedió encantada y sorprendida de que lo hiciera. Ni ella ni su marido dieron crédito a la imagen y el atuendo de Sofía. Era una persona muy distinta que destilaba exotismo. Cuando abrazó a Andrés lo hizo con inusitada vehemencia y este percibió de inmediato el roce de sus senos en su pecho, cuándo lo besó en la mejilla, ante la atónita mirada de Maria, cuidó de humedecer sus labios y dulcificar aquel gesto cuanto pudo hasta rozar la comisura de su boca. La velada se prolongó hasta el amanecer y sus amigos no se explicaban que había ocurrido, sin embargo Sofía se mostró abierta y exultante, parecía no preocuparla en absoluto que Andrés hurgase con su mirada, con vano disimulo, el amplio escote que mostraba el canalillo y más allá, la perfecta silueta de sus pechos. No ignoraba que aquello generaría una disputa más en la pareja y sin embargo sus percepciones, sus reflejos y sus gestos parecían traicionar a la Sofía de siempre, apocada y marginal.

Cuando el jueves invitó a la pareja a su casa vestía un ínfimo traje azul muy escotado, había alquilado en el videoclub más cercano varios videos, a cual más  provocador. La improvisada sesión se inició con el pase de la última versión de Nostradamus. María se acomodó en el sillón permitiendo que Andrés tomara asiento junto a ella en el sofá aunque no dejaba de controlar a su marido por el rabillo del ojo, aún desconcertada por la actitud de su amiga. Cuando la tensión y el suspense rozaban el clímax, Sofía aferraba el brazo de Andrés para sostenerlo firmemente junto a su torso llegando incluso a abrazar su cuerpo en los momentos más álgidos simulando terror. Los pantalones cortos de Andrés delataban su inconfundible excitación, pero Sofía ignoraba aquel detalle para dispensar a su amiga miradas de complicidad cargadas de inocencia. María aprovecho una dispensa de Sofía para acudir al servicio y fue tras ella, no sin lanzarle a su marido una mirada endiablada.

— ¿Qué coño te pasa Sofía?

—María, no pasa nada— entre Andrés y el habían consumido botella y media de Champán y el alcohol se hacía evidente en sus palabras arrastradas.

—Creo que es la mejor persona que hayas podido elegir, y además es muy guapo.

— ¿Estás ligándotelo?— Su mirada escrutadora la desarmó un instante.

—No seas absurda, eres mi mejor amiga, nunca haría eso.

—Pues da la sensación de que lo haces, ¿desde cuando no llevas sujetador? ¿Desde cuándo hablas de sexo abiertamente?— una lágrima surcó el pómulo de María, —no te entiendo Sofía, pareces otra mujer muy diferente.

— ¿Crees que a el le gusto más?

— ¿A que viene esto? ¿Qué importancia tiene esto?...

—Tal vez tu le estés privando de algo que el considera importante como el sexo y por eso busque en otras lo que tu no le das, ¿no te parece?

A pesar del evidente estado etílico de Sofía, María le propino una sonora bofetada que volteó su mandíbula.

—Quiero que te marches de mi casa ahora mismo, no quiero volver a verte nunca más, ¿lo entiendes?

Sofía la miró desafiante desnudándola con la mirada.

—Eres una maldita monja, una estrecha infestada de prejuicios y resquemores.

La noche anterior había cenado con Paco y Laura, también le había pedido a ella que la invitaran a cenar. Como María y Tomás se sintieron consternados cuando Sofía hizo su aparición estelar aquella noche. Ella sabía que ambos eran mucho mas liberales que María y su aburrido consorte, pero también que asumía un riesgo mayor porque a Paco le importaría menos que una mierda acostarse con ella siempre que su mujer no se enterará; por algo Laura era el sostén de la familia y la única que aportaba los ingresos suficientes para pagar el alquiler y poco más. La velada trascurrió con normalidad contenida pero el insinuante vestido elegido por Sofía para el evento resultó ser una especie de telón que se abría por la cintura cuando se sentaba o se movía, mostrando la ausencia de sostén y unas ridículas braguitas. Evidentemente, esto no pasó desapercibido para el hombre que no dejó de halagarle con veladas y deshonestas proposiciones a expensas de su impertérrita mujer. Aquello no le gustó en absoluto y supo de inmediato que el marido de su amiga no dudaría un instante ni albergaría ningún atisbo de remordimiento si ella se ofreciese a él cualquier instante.

El jueves se permitió reflexionar, ni siquiera salió de su casa para dedicarse a pensar. Por un lado odiaba todo aquello, posiblemente había supuesto la definitiva ruptura con su amiga de la infancia. Se veía como una prostituta vulgar a merced de proxenetas chantajistas dispuestos a abducirla con un fin que ni entendía ni quería comprender, pero lo cierto es que ahora, en su nueva vida, captaba realidades que antes ni siquiera hubiese podido sospechar, incomprensiblemente se había blindado de ese sutil manto que la religión y la costumbre hace que modifiques tu intuición sobre la realidad fehaciente para convertirla en frustraciones y carencias que ni siquiera ves así en tu entorno mas intestino. Ya no le molestaba prescindir del sujetador, sentirse deseada… en lo más íntimo de su ser había aprendido que la sensualidad despertaba el deseo y este a su vez, la fantasía.

El viernes, puntualmente, a las 18´16 H su mensajero editó el nuevo mensaje: Sofía se había desnudado y había abierto de par en par las puertas de terraza. Sostenía un cigarrillo entre sus dedos y parecía expectante.

“Hola princesa: Lo cierto es que te saltaste un día pero Sherezade no lo tendrá en cuenta, sobretodo porqué el viernes prodigaste tu persona en una fiesta que se prolongó hasta altas horas de la noche. Nos sorprende tu cambio de look y te felicitamos por ello transmitiéndote de nuevo el beneplácito de nuestro cliente. Uno de los motivos por los que te hemos impedido sostener relaciones sexuales este periodo, es, como sabrás, que justo en estas fechas has menstruado”

Sofía dibujó un rictus irónico en sus labios.

“La nueva prueba puede resultarte sorprendente pero a estas alturas creemos que te interesará. Recuerda que solo faltan dos semanas para que acabe tu suplicio.

Amaya es otra víctima de Sherezade, tiene veintiocho años y un hijo, vive en Bilbao y su marido y su familia ostentan una elevada posición social. Siempre fue un poco hippie por lo que nunca llegó a formar parte del entramado empresarial que su familia ostenta y sin embargo, llegó a formar parte del elenco de los más reputados cineastas y participó en numerosas series televisivas. Te remitimos algunas fotos de ella por si la pudieses reconocer”

Era increíble. Amaya Jáuregui aparecía en numerosos espots e incluso se le había relacionado con Almodóvar. Su imagen inocente y virginal, su talla menuda y discreta, su larga melena rubia y su sentido del humor… Era un icono de la pequeña pantalla.

“Como decíamos ayer… (Eso es broma), te llamará para que le des alojamiento una semana. Sabemos perfectamente que tú no eres lesbiana y ella tampoco, pero la aceptación sexual a los deseos puntuales de alguien puede generar una distinta percepción de la realidad y eso es lo que Sherezade espera de las dos, si alguna incumple las condiciones, ambas estaréis fuera del programa con las consecuencias que ello derive, si optáis por seguir el juego y consigues hacerlo a satisfacción de nuestro cliente, solo te quedará una prueba y te puedo asegurar que no será la más difícil”.

¿Lesbiana?, jamás se había sentido atraída por una mujer, alguna vez había fantaseado con acostarse con alguna, sin duda una mujer sabría con mucha más percepción lo que el cuerpo femenino podría esperar de las caricias, pero jamás se imagino a ella disfrutando con otra mujer. Parecía anti-natural.

Amaya era una mujer hermosa. Cuando sonó el porteo automático Sofía la recibió con cierto rubor. Cubría su desnudez con un albornoz semi-abierto hasta el cinto y tenía el pelo revuelto y anudado. Amaya vestía un traje amplio y sus pequeños senos bailaban alegremente mecidos por el tisú.

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