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Perversión facultiva (2)

en Control Mental

Friederik se acomodó en el sofá. Había venido solo y había sorprendido a Adriana y a Laura en plena visita de Raquel y de José. Cuando sonó el telefonillo y supieron que se trataba de el un halo de terror cruzó sus mentes. Recordaban vagamente el último encuentro con el doctor y sabían que este durante, una indefinida sesión, había llegado a poseer sus mentes y las había obligado a realizar actos obscenos. Ambas sabían que no existía otra alternativa que franquearle el paso y Laura urgió a sus hermanos a que se marchasen a toda prisa utilizando la escalera, mientras Friederik subía en el ascensor, pero fue tarde, cuando el Friederik abrió las puertas del ascensor, los chicos aún estaban en el rellano, y obligo a los tres a entrar de nuevo en la vivienda, cerrando la puerta tras de si bajo la expresión de odio y de terror de Laura, que había permanecido sentada frente al televisor. Se dirigió a Raquel.

— ¿Quién eres tu princesa?

La niña pareció desconcertada y no respondió. Pero la mirada de este la subyugo provocándole cierta repulsión.

—Es mi hermana, sólo tiene dieciséis años.

—Es una belleza— se dirigió a ella y le beso en la mejilla — ¿Y tú muchachote?, ¿cómo te llamas?

—José— masculló tímidamente.

—Yo me llamo Friederik, soy amigo de vuestra hermana y de Laura, ¿verdad chicas?

—Iban a marcharse— Adriana estaba muy nerviosa.

—Deja que nos hagan compañía un rato. Adriana ve con Laura a la cocina y preparad algo de comer, yo tengo que hablar con los chicos.

Lo hicieron vacilantes, entrando de nuevo en esa sugestión que recordaban y Friederik ordenó a los chicos que tomaran asiento frente a el.

—Muy bonita tu hermana— alzó la voz para que la frase fuera audible para Adriana.

—Déjala marchar y haré lo que quieras, lo que tu ordenes— Adriana alzó la voz desde la cocina adyacente, sendas lagrimas humedecieron sus mejillas y su voz se entrecortaba.

— ¿Qué van a pensar tus hermanos?, claro que los dejare marchar— por un instante se sintió aliviada, —pero antes deberás hacer algo por mi— fue hasta la cocina y le susurró al oído, —quiero que hagas algo por mi.

— ¿Pídeme lo que quieras, pero que ellos no vean nada?

—Quiero que les seduzcas, que provoques su primer orgasmo.

— ¡Por Dios! Friederik, no me hagas esto, son mis hermanos— ahora lloraba desconsoladamente.

Laura le increpó con inusitada violencia,

—Eres un maldito enfermo Friederik.

—Si no lo haces tú lo haré yo, y entonces dudo que les resulte placentero.

—No puedes obligarle ha hacer eso, se llama incesto, ¿sabes?

De nuevo ignoró las palabras de Laura.

—Yo te ayudaré, es muy fácil, solo es cuestión de sugestión… de ofrecerles ternura.

Obligo a Adriana a sentarse junto a él, frente a sus desconcertados hermanos y ordeno a Laura que permaneciese en la cocina. Adriana obedeció y este pasó su brazo sobre su hombro dejando que su mano se posara sobre el pecho.

—Tenéis una hermana preciosa— la besó en los labios pero Adriana volteó su rostro para susurrarle al oído.

—Por Dios, delante de ellos no.

—Colabora, princesa, sino le tocará a ella.

Adriana buscó sus labios y entreabrió los suyos avergonzada y Friederik introdujo su mano entre la tela de la blusa para palpar ostensiblemente su seno, mientras observaba a los muchachos de soslayo.

Friederik ordenó a Laura que trajera cinco vasos y esta obedeció de inmediato. Fue hasta el mueble-bar y escogió una botella de ron añejo proveniente del lote navideño de Adriana. Escanció el líquido hasta la mitad de ellos e introdujo un polvillo blanco que se diluyo en el líquido.

—Quiero que os lo bebáis de un sorbo, pero antes brindad, queridos.

Los cuatro asieron los vasos con el pulso tembloroso. Sus actos no respondían a su propia voluntad. Lo ingirieron y el ardor en sus paladares les provocó arcadas.

—Raquel, ¿sabes bailar?

La niña pareció desconcertada y ladeo su rostro con evidente nerviosismo.

—Dile a tu hermana que baile para nosotros Adriana.

—Hazlo Raquel— no podía disimular su incipiente llanto

—O aún mejor, enciérrate en tu cuarto con tu hermanito y con Laura, ya os avisaré yo cuando podáis salir, ¡ah! Y dejad los móviles a la vista, no quiero que vengan invitados.

—No lo hagas Friederik— posó su mano en la entrepierna del joven y beso sus labios —te lo suplico, deja que se marchen con Laura y tu y yo nos divertiremos de verdad, seré tu esclava… tu perra— su voz sonaba entrecortada y suplicante.

—Puede que tu oferta me interese, pero lo tendrás que demostrar.

Ordeno a Laura a encerrarse en el cuarto con los chicos y Adriana y él se quedaron solos en la estancia.

—Vamos puta, ya puedes empezar.

— ¿Qué quieres que haga?

—Quiero que te desnudes, que te sientes frente a mi y que te masturbes con más pasión de lo que lo hayas hecho jamás. Si percibo el más leve fingimiento, si tu mirada y tu expresión no delatan deseo, asistirás al espectáculo más sórdido que hayas presenciado en toda tu vida, y puedes adivinar quienes serán los protagonistas de la escena.

De nuevo llanto contenido, pero Adriana no era dueña de si misma, aquella droga confundía sus sensaciones y, como al resto, le hacía perder la noción de la realidad. Secó sus mejillas con el puño de la camisa y procedió a desnudarse lentamente. Se dijo que sería incapaz de excitarse lo más mínimo pero también que debía intentarlo. Abrió las piernas frente a él separando ostensiblemente las rodillas, en la más impúdica desnudez, y rozó su clítoris con la yema de los dedos mientras, con la otra mano, pellizcaba tenuemente su pezón, tratando de imaginar alguna situación que le hubiese excitado en el pasado. Tuvieron que transcurrir varios minutos, pero logró concentrarse al máximo y aquellas indeseadas sensaciones comenzaron a aflorar. Friederik la observaba con lujuria, se había desnudado y masturbaba su pene quedamente intentando evitar que eyaculase.

—Quiero que me mires mientras te acaricias, princesa, que me hables de lo que sientes.

Aquella nueva humillación le cogió desprevenida, pero Adriana se doblegó a sus designios obligándose a mirarlo fijamente.

—Me gusta…— hablaba entre susurros, —voy a correrme, necesito hacerlo.

Había introducido hasta tres dedos en su sexo tras humedecerlos con la lengua y disminuía o aceleraba la cadencia a fin de que hollasen en el con la máxima suavidad posible. Sintió un profundo orgasmo y estallo en entrecortados jadeos hasta que se relajó y, poco a poco, recobró la respiración. Maldijo el hecho de haber sentido aquello delante de aquel monstruo.

—Ven Adriana, ahora es mi turno.

Fue hasta Friederik y éste le obligo a introducir su pene en su boca, asiéndole la nuca con inusitada violencia. Solo tardó unos segundos en correrse y Adriana intentó vanamente zafarse a fin de que no eyaculara en su garganta, pero fue inútil, porque la presión sobre su nuca inmovilizaba su cara. Sintió arcadas de nuevo.

—Quiero que te lo tragues todo. Si cuando saque mi polla de ahí resbala una sola gota por tu cara lo pagarán tus hermanitos, ¿entiendes?

Relajó la presión sobre su cuello y ella retiró su boca cerrando los labios, lentamente, la oscilación de la epiglotis en su cuello, delató que ingería aquello a pesar de la inevitable repulsión.

—Te has portado muy bien princesa, ahora vamos a ver lo que hacen los demás.

Acaricio su rubio cabello y clavo su mirada en sus ojos.

— ¿No me has oído, querida?

Adriana se incorporó pesadamente y cubrió su desnudez con una mullida toalla roja temiendo que Friederik se lo impidiera, pero este no lo hizo y fue tras el hacia la habitación. Estaba llorando de nuevo.

Raquel se había colocado en una esquina, tenía un cuerpo esbelto y cierto parecido físico con Adriana. Vestía el uniforme escolar con falda y peto de estampado escocés y una amplia blusa blanca abotonada hasta la nuez. Como su hermana, tenía el cabello laso y rubio y su pálida epidermis resaltaba sus finos labios y su perfecta dentadura. Parecía muy asustada e inquieta. Friederik fue hasta ella y acarició su mejilla. Laura y el chico permanecían inmóviles junto a ella

—Eres preciosa muñeca, ¿has estado alguna vez con un muchacho?

Negó con la cabeza con gesto vacilante, sin atreverse a articular palabra alguna.

—Algún día tenía que ser la primera vez. ¿Te apetece que sea ahora?

Raquel rompió a llorar y el tapó su boca con la mano.

—No grites preciosa, si lo haces tus hermanos sufrirán las consecuencias, ¿me entiendes?

Asintió de nuevo y Friederik apretó su torso contra el de ella abrazándola con cierta fuerza.

—Por Dios, Friederik, déjala en paz— Adriana hablaba conteniendo el llanto Y Laura la secundo pasando el brazo por su hombro en un vano intento de consolarla.

—Deja a los niños en paz. Eres un cerdo.

Friederik ignoro a ambas y se llevo a la niña al salón ordenándoles que no se les ocurriera salir de la habitación.

—Háblame cariño, ¿te gustaría que fuese ahora…? ¿Conmigo?

Sendas lágrimas surcaron sus mejillas.

—Señor, por favor, déjeme marchar.

—Escucha cariño, voy a entrar a ver a tus hermanos, cuando salga quiero que estés sentada en el sofá esperándome y preferiría que estuvieses en ropa interior, sólo con el sujetador y las braguitas, ¿entiendes?, quiero que estés receptiva y alegre, que bromees. No te preocupes, haré que pases la mejor…— se interrumpió y la observo con mirada inquisitiva, —o la peor tarde de tu vida, tú elijes, princesa.

Friederik entró en la habitación y observo a Adriana y a su, hermano sentados uno frente al otro, mirándose en silencio junto a Laura.

— ¡Vaya!, veo que no habéis entendido nada: quitaros la ropa, ahora— pronunció esta última palabra elevando considerablemente el tono.

Adriana temblaba y solo mascullaba las palabras. Pero de nuevo aquellas mensajes hicieron que sus gestos ignoraran su propia voluntad.

—Friederik, por favor, no me hagas esto.

—He dicho ahora, ¿entendéis, perras?

Ambas se levantaron con torpeza y Laura hizo el gesto de sacarse el jersey pero el joven la detuvo.

—No, tu no: que lo haga Adriana.

Adriana fue hasta Laura y lo hizo evitando rozarla, entre gestos temblorosos.

Friederik se había sentado y observaba las escenas, complacido.

—Tu muchacho, ¿a que esperas?, desnúdate también. José deslizó sus pantalones y se deshizo del suéter.

—También los boxers muchacho, a ver como la tienes de grande.

Obedeció completamente azorado.

Era un muchacho fuerte de aspecto nórdico. Como sus hermanas tenía el cabello rubio y los ojos azules. Sintió que las palabras de Friederik debían ser obedecidas y no albergó ningún tipo de reacción contraria. Laura y su hermana evitaron mirar aquella escena pero Friederik les instó ha hacerlo y estás observaron avergonzadas como josé se desnudaba con torpeza. De algún modo le sorprendió a ambas la envergadura del pene aún estando completamente flácido.

—Ahora consuela a Adriana, Laura, haz que deje de llorar.

Laura estaba completamente desnuda y abrazó a Adriana evitando que sus rostros se tocaran.

—Cuando vuelva a entrar aquí quiero que estéis desnudos sobre la cama, los tres, y que la poya de José presente la erección más potente que haya visto, espero por vuestro bien que sea así.

Cerró la puerta de un portazo tras de si y volvió al salón. Raquel se había desnudado, aunque mantuvo la ropa interior, tal como le había ordenado Friederik, y aguardaba en el sofá con el cuerpo hecho un ovillo y con una inusitada expresión de horror en su mirada esquiva.

Laura miró a José y acarició su corto cabello rubio.

—Lo siento, cariño, está loco— se dirigió a la chica, —permanece al margen Adriana, entra en el aseo si quieres, yo intentaré satisfacer las perversiones de ese monstruo.

Su amiga se sintió aliviada pero permaneció ante ellos por temor a las represalias de Friederik si era desobedecido.

Laura abrazo al chico en silencio esquivando su mirada y se recostó junto a el. El pene de José estaba flácido y el sabía que su estado emocional le impediría cualquier excitación.

—Tienes que excitarte de algún modo José.

—Es imposible Laura, estoy nervioso, —el chico también lloraba.

Lentamente acarició su torso para deslizar su mano hasta su pene en una interminable caricia. El muchacho parecía tenso y sin receptividad alguna.

—Escucha José, cuanto antes acabemos con esta pesadilla será mucho mejor, tienes que relajarte y pensar que soy una mujer deseosa de amarte, olvidar que tú hermana esta aquí.

Fue un ejercicio psicológico difícil de digerir pero José intentó relajarse y abandonarse a las lascivas caricias de la chica. Tardó varios minutos, pero por fin sintió que la excitación le inundaba y la sangre bombeaba sus testículos hasta producirle la erección.

Friederik había obligado a Raquel a ingerir varios vasos de ron y la niña estaba completamente ebria. La recostó y sobó sus pequeños pechos sobre la tela del sujetador para después, desabrocharlo por la espalda y deslizar por su cadera, sin oposición alguna de la niña, las infantiles bragas de algodón. Su sexo carecía de bello púbico y la definición de sus labios cerrados hacía evidente su virginidad. Ella estaba aletargada, semi inconsciente, y el acercó su boca para introducir su lengua tenuemente entre sus labios vaginales, provocando que la chica reaccionara con un involuntario espasmo. Asió su mano y la ayudo a incorporarse sosteniéndola por las axilas para conducirla a la habitación.

Los tres estaban desnudos sobre la cama, tal como les había ordenado Friederik, pero considerablemente separados y Adriana levantó su torso. Cuando observó el estado de su hermana profirió un grito de lamento.

—"Maldito hijo de puta", ¿qué le has hecho a Raquel?

—Baja la voz, estúpida; aún no la he tocado y siguieres que siga así no me insultes—se dirigió al chico —haber muchacho, date la vuelta.

José obedeció pesaroso y a Friederik le Complació verlo en estado de erección. Sonrió sardónicamente.

— ¿Cómo lo has conseguido?..., ¿tú solito?

El chico negó con la cabeza.

—Entiendo, a sido Laura… serás puta.

Se sentó frente a ellos colocando a la niña sobre sus rodillas y deslizó su mano hasta asir la aureola de su pezón amenazando con pellizcarlo.

—Adriana, sitúate entre las piernas del chico y hazle una felación.

—Friederik por favor, no me obligues ha hacer eso, es mi hermano.

Todo fue inútil, sin mediar palabra retorció el pezón de la niña y está gritó dolorida.

Adriana superó su pudor; aquella maldita droga encarecía sus sensaciones, haciendo que un simple roce se convirtiera en una indeseada y placentera caricia. Asió el pene de su hermano y lo introdujo en su boca mientras acariciaba sus testículos. José parecía asustado y sus músculos estaban en la máxima tensión.

—Bésalo zorra, haz que participe o tu hermana pagará las consecuencias de tu incapacidad.

Adriana cesó la felación y se deslizó sobre el pecho de su hermano sin cesar de masturbarle.

—Haz lo que dice, José.

Rozó sus labios con los suyos y asió su muñeca para obligarle a acariciar su pecho. Friederik acariciaba suavemente el sexo de Raquel deslizando sus dedos con cautela y está parecía haberse abandonado.

—Ahora sitúate bajo el, que su cadera quede entre tus piernas.

Adriana no daba crédito, sentía placer, pero también repulsión y asco. Hizo lo que le ordenó Friederik e instó a José a acoplarse en aquella posición. Ambos albergaban un pudor indescriptible.

—Ayúdale a penetrarla Laura.

La chica asió el pene erecto de Friederik para introducirlo entre los labios vaginales de Adriana y sujeto sus caderas para obligarle a sostener una cadencia. El pene entró sin dificultad alguna y Friederik sintió una especie de pre orgasmo. Adriana cuchicheo en su oído.

—No soy yo, José… piensa que no soy tu hermana.

—No pareces excitada— El tono de su voz denotó una orden.

Adriana aceleró la cadencia y sintió el prepucio de su hermano dentro de ella. Sintió una ola de calor precedida de una especie de calambre que le produjo un escalofrío. Gimió inaudiblemente pero José no pudo contener un alarido. Sus músculos se habían relajado y ahora sus caderas imprimían un ritmo mucho más violento. Adriana realizaba movimientos espasmódicos cuando sentía aquel falo introducirse y aquellas sensaciones obnubilaron su rechazo.

—Sigue José, no pares… continua.

El joven no pudo contener su orgasmo y se corrió eyaculando dentro de ella y Adriana gimió sonoramente arqueando su espalda en el instante en que un formidable orgasmo helaba sus venas.

Cuando separaron sus cuerpos, cubrió su rostro con las manos, y se levantó para dirigirse al aseo. Lloró frente al espejo odiándose a si misma, culpándose de lo ocurrido, pero se precipito de nuevo a la habitación temiendo por lo que aquel "hijo de puta" pudiese hacerle a su hermana. La visión la dejó helada: Friederik estaba obligando a José a lamer el sexo de Raquel y esta yacía inerte sobre la cama en la más absoluta desnudez, mientras obligaba a Laura a masturbarle a él.

—Están aprendiendo mucho esta tarde, ¿no te parece, querida?

—Voy a matarme y relataré todo en una carta— el odio se reflejaba en su mirada —morirás en la cárcel y espero que sufras como has hecho sufrir a los demás.

—Mala política, Adriana, si haces eso ningún miembro de tu familia saldrá indemne y además nadie creerá las palabras de un difunto que se ha prostituido con sus propios hermanos.

De nuevo cubrió su rostro con las manos y explotó a llorar.

—Ven pequeña, acuéstate junto a ellos y haremos el amor.

Adriana parecía una zombi, casi por mero instinto se recostó y abrió sus piernas para mostrarse ante Friederik y este se situó sobre ella. La penetró mientras la obligaba a observar a sus hermanos. José se había sentado sobre las caderas de Raquel y acariciaba sus incipientes pechos con tesón, ella parecía adormecida pero aquellas caricias erectaron sus pezones e hicieron que su blanca y tersa piel se salpicase de pequeñas erupciones capilares.

José susurró algo inaudible para ella, al oído de Raquel y esta entreabrió sus rodillas permitiendo que colocase su cabeza entre ellas. Cuando lo hizo la asió con las dos manos presionando su nuca y sintió como su lengua se introducía entre sus labios vaginales con fruición. Laura los observaba ensimismada mientras Friederik penetraba a Adriana lentamente, oscilando sus caderas. Minutos después las dos parejas copulaban y los jadeos de los cuatro se confundían en el ambiente. José condujo a Raquel al primer orgasmo de su vida y esta se contorsiono entre gritos entrecortados al mismo tiempo que Adriana, junto a ella, lo alcanzaba también entre espasmódicos gestos.

Friederik apartó a José de su hermana y lo obligó a tomar asiento en el sofá, frente a la cama, junto a él. Pasó su brazo sobre el hombro desnudo y lo besó en la boca mientras acariciaba su miembro ante la mirada absorta de sus hermanas y de Laura, que se habían incorporado sobre el catre. El pene del muchacho se había relajado por completo y no obstante José sentía una incontrolable excitación desconocida.

— ¿A que esperas Adriana?, ¿es que no quieres a tu hermana?

Como poseída por un anómalo ente, acarició el pelo de su hermana apartando los cabellos de su frente y abrazó su torso desnudo haciendo que sus pechos se masajearan los de ella. Raquel estaba inerte, sin oponer resistencia alguna y dejándose llevar.

—Quiero que la hagas enloquecer, ¿recuerdas?

José sintió una oleada de placer y su pene creció entre las manos de Friederik.

—Mira al chico, parece que os está imaginando en pleno orgasmo, ¿a que esperas?, dale a Raquel lo que le distes a Laura.

Ya no era dueña de sus actos, estaba bajo el dominio absoluto de aquel hombre. Obligo a Raquel a que aceptara un beso lascivo y prolongado mientras recostaba su cuerpo sobre las sábanas entre incesantes caricias. Friederik había introducido en su boca el pene de José y el parecía agradecerle aquello. Ordenó a Laura a que formase parte de aquel trío y esta beso a Adriana con lascivia mientras acariciaba el torso desnudo de Raquel.

Continuará.

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