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La Doctora en la jaula I

en Dominación

                Este relato es una versión en español del relato  “Doctored into a cage” escrito por Jackpot y aparecido en la página BDSM Library en noviembre del 2008. Por su temática, me pareció interesante traducirlo y compartirlo con ustedes. No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran

 

 

I

- Esa mujer lleva encerrada más de doce años, Melody – le dijo Timothy Forbes a su esposa mientras bebía un poco más de vino de su copa

- Sabes que eso no representa un problema para mí, Timothy – respondió ella con una mueca en la cara.

- Es una psicópata y una asesina. No quiero que te acerques a ella. ¿Entendido?

- No, el que no parece entenderlo eres tú, cielo. Sabes que es mi trabajo, que necesito ayudarla. Ayudar a aquellas personas cuya mente está rota, que necesitan de una reparación.

- Melody, escucha. – Timothy tomó la servilleta y se frota la comisura de la boca - Esa mujer ya ha asesinado a nueve mujeres y, mientras ha estado encerrada,  ha destruido psicológicamente a cinco enfermeras y casi mata a otra. ¿Por qué te empeñas en ponerte a tiro de esa loca?

- Cielo, su caso representa todo un reto para mi. Nadie ha sido capaz de ayudarla y creo que aprendería mucho intentando profundizar en su mente. No te preocupes querido, hay medidas de seguridad para impedir que ella se pueda acercar a mí.

- Mamá, ¿Podemos tomar una copa de vino como papá y tú? - preguntó en ese momento Jennifer, la hija de ambos.

- No, no podéis.

El perfecto pequeño mundo de Melody siempre estaba bajo su control y no tenía miedo a ejercer su autoridad.

- Pero tenemos casi dieciocho años – contestó Sharon, la segunda hija del matrimonio, con el ceño fruncido.

- Como si son veinte. Y ahora deja que termine de beber esta copa con tu padre

-  ¿Pero por qué papá y tú pueden beber? – volvió a insistir Jennifer.

- Jenny, cariño. Hoy mamá y yo celebramos nuestro aniversario. Sabes que no acostumbramos a tomar alcohol.

- Exacto chicas. Cuando seáis mayores de edad podrán hacer lo que quieran, pero mientras estéis en casa, acatareis nuestras reglas. ¿Entendido?

- Sííí…. mamá,  como siempre, tú ganas. – Dijo Jennifer mientras empujaba un poco de lechuga en su boca.

Las dos jóvenes se sonrieron entre ellas como si fuesen a decir: “espera que ya nos llegará la hora”.La Dra. Forbes, debido a su educación conservadora y rígida, desconocía realmente como era la vida de sus hijas, a donde iban y que hacían. Si hubiese dedicado más tiempo a su familia que a su profesión, se hubiese dado cuenta de la farsa en que vivían y de que las jóvenes iban ya un paso por delante y, entre otras cosas, ya bebían. Pero parala Dra. Forbesesta era la familia perfecta ¿o acaso no lo era?.

- Ahora, de vuelta a lo que estaba diciendo – Tim parecía inflexible – No quiero que vallas allí.

- Se como te sientes, cariño,  no valdría como psiquiatra si no diese un paso más. Vas a tener que aceptar esto como algo que debo hacer – dijo Melody intentando tranquilizar a Tim.

- ¡Pero por el amor de Dios!. ¡Volvió a sus enfermeras ninfómanas!

La Dra. Forbesse echó a reir.

- Bueno querido, es obvio que hizo presa en sus débiles mentes y las manipuló de alguna manera. Nadie puede convertir a nadie en ninfómana a no ser que ya exista una predisposición para ello.

- ¿Cómo explicas entonces que eso les ocurriese a cinco enfermeras? ¿Estás diciendo que todas estaban dispuestas a perder la cabeza por el sexo? – Las dos hijas del matrimonio rieron.

- ¡Las dos a su habitación! Vuestro padre y yo estamos teniendo una conversación de adultos. Pueden llevarse los platos si quieren.

- Vamos mama, nunca nos  dejas escuchar nada jugoso – dijo Sharon haciendo un mohín de disgusto.

- Sigamos con el tema – Volvió Timothy a retomar la conversación.

- Ahora ya sabes porqué tengo que hablar con ella y profundizar en el conocimiento de su mente. Para mi es sorprendente, y casi imposible de creer, el que haya podido hacer algo así con cinco mujeres.

- No, no veo porqué tienes que hacerlo. Después de todo, ella mató a otras nueve – dijo nerviosamente – Dime al menos que tendrás contigo a un vigilante mientras hables con ella.  

- No será necesario. Ella estará inmovilizada y no podrá acercarse a mí. Además, ¿cómo podré entrar en su mente con un guardia presente? Ella no se abrirá a mi entonces.

- Melody… ¿Estás segura?

- Claro que sí querido.

- No me refiero a eso. ¿Estás segura de esa mujer? Si llega a ti física o mentalmente… ¿estarás absolutamente segura? – La miró directamente a los ojos.

- Sí mi amor. – afirmó ella -  No he sido psiquiatra más de veinte años para nada. – se aseguró de mirar directamente a los ojos de su marido para disipar las preocupaciones de éste.

- Ok, entonces tenemos un trato

- Cariño, sabes que no estoy haciendo un trato contigo – dijo de forma forzada.

- Lo harás si quieres que siga siendo tu marido – su respuesta la sorprendió.

- ¿Me estás amenazando, Tim?

- No, pero debo decírtelo aquí y ahora. En el momento que sientas que ella está llegando a ti, quiero que abandones. ¿Lo harás por mí? Por favor, mi amor, hazlo por mí. – su voz se tornó suave, mendicante, casi como un susurro.

- Muy bien cariño, si lo que tienes es miedo por mi vida, te lo prometo.

- Bien, creo que ahora entran en el orden del día algunos besos apasionados en el sofá – apuntó Tim con picardía.

- ¿Eso crees? – Ella sonrió – Yo también.

******

La Clínicade Gracie, como era conocida, no fue diseñada para asesinos psicópatas.La Clínicade Grace Thompson había abierto sus enormes puertas a muchos pacientes, pero ninguno de la talla de Tara White. Durante un tiempo inentaron mantenerla con una camisa de fuerza, pero cada vez que trataban de ponersela, la paciente sufría ataques de rabia y acababa golpeándose la cabeza. Una de las veces lo hizo tan fuerte que estuvo a punto de dañar su cráneo y terminar con su vida con una contusión.

Con el tiempo se diseñó un nuevo sistema. La ataban a su cama para dormir por la noche, pero para aliviar las úlceras por presión y mantener su cuerpo lo suficientemente activo,  se la dejaba salir un rato y luego se la ataba a un poste de metal con correas de metal unas horas todos los días. Esta medida era necesaria ya que nadie quería estar en la habitación con ella y estaban seguros de que intentaría algo tortuoso si se quedaba sola y libre.

Nadie quería admitirlo, pero tenía esa extraña habilidad de manipular las mentes, incluso desde la distancia. Los médicos la habían estudiado antes y la mayoría quedaban perplejos por su aparente capacidad mental. Aunque todos los estudios arrojaban resultados no concluyentes, todavía mostraba una gran habilidad para influir en las mentes de la gente de alguna manera.  Era demasiado extraña para infundir seguridad a sus cuidadores, y a menudo se reía en su cara mientras les decía que podría suicidarse golpeándose la cabeza el poste, pero por alguna razón no lo hacía, y esto también desconcertó al personal.

Debido a todo ello, se vieron obligados a mantener la vigilancia sobre ella en todo momento. Siempre había alguien observándola a través de una cámara y un micrófono que se instaló en su celda.

La Dra. MelodyForbes se dirigió, como era su propósito, a la clínica. Vestía un traje bien planchado, de color verde oscuro, con una falda larga y blusa de color canela.

Se reunió con el Dr. Vance al cual explicó en detalle la necesidad de estar a solas con su nuevo paciente. Sin cámaras ni micrófonos que pudiesen cohibirla.

Melody convenció al Dr. Vance, sin embargo no dejó de apreciar una mirada de preocupación en el rostro de su colega.

- Tenga mucho cuidado, Dra. Forbes. Esta mujer es muy peligrosa y sabe cómo asustar y destruir vidas. Le suplico que tenga cuidado en todo momento con ella. ¡Qué Dios la ayude!.  - La mirada de terror en su rostro fue suficiente para decirle a Melody que realmente sus advertencias iban en serio. Ella no estaba dispuesta a bajar la guardia, al menos eso es lo que pensaba. La referencia a Dios también le sorprendió, ya que rara vez en su profesión había escuchado esa expresión.

- Muy bien Dr. Vance, así lo haré. Ahora, por favor, ábrame la puerta y permítame bajar hasta su celda.

                - Un guarda la acompañará y permanecerá fuera de la celda en todo momento. Si tuviese algún problema o algo le preocupase, no dude en pulsar el botón del timbre y acudiremos en su ayuda. Estaremos vigilándola a través de nuestros monitores todo el tiempo por si necesita asistencia. – Vaciló un momento tras decírselo a Melody, como si guardase un oscuro y profundo secreto.

                - Muy bien, vamos allá – zanjando con su tono de voz autoritario la conversación del doctor y empezó a bajar las escaleras junto con el guarda y el Dr. Vance.

                Llegaron a la celda uno-once y el guardia procedió a abrirla. Melody entró en la habitación y una punzada de miedo recorrió su cuerpo cuando oyó que la puerta se cerraba detrás de ella. Allí estaba Tara White.

                La paciente estaba sujeta con dos correas de metal, una que pasaba por encima de su pecho y otra que rodeaba su cintura, y ambas estaban sujetas a un poste metálico situado a unos metros de su cama, cerca de una esquina de su acolchada y blanca celda. El vestido blaco y rosa que llevaba, junto con las correas metálicas, formaban un conjunto chocante.

                La Dra. Forbes se acercó con cuidado a la silla que habían colocado en la celda para ella, manteniendo las distancia. Se sentó en ella, miró a la mujer unos minutos y por fin dijo:

                - Debe ser inhumano encontrarse en esa posición – dijo la doctora mientras abría su libreta de notas.

                - Realmente no es tan mala. Solo permanezco así unas dos horas. Luego me sueltan y puedo caminar por la celda o sentarme en mi cama durante otra hora. Pasado ese tiempo vuelvo a esta posición a no ser que esté muy cansada. Entonces me atan a la cama y me dejan dormir.

                Los enormes ojos verdes de Tara, abiertos de par en par, se clavaron en los ojos de la Dra. Forbes. Melody se sintió incomoda bajo esa mirada y bajo su vista hacia la libreta de notas. Mientras lo hacía, pensó extrañada que era raro que estuviese sujeta por el pecho y caderas pero que sus brazos y piernas permaneciesen libres.

                - Entonces, está satisfecha con su internamiento – retomó la conversación la Dra. Forbes.

                - ¿Eres una puta estúpida o solo lo pareces? – fue la seca respuesta de Tara.

                - ¿Cómo? – dijo Melody levantándose de su silla.

                - ¡Siéntate!

                - Prefiero seguir de pie, gracias – respondió Melody con tono seguro.

                - Doctora Forbes, ¿es así?

                - Sí, soy la Dra. Forbes.

                - Sólo una perra estúpida pensaría que estoy contenta con mi alojamiento. Enjaulada y pácticamente encadenada. ¿Por qué diablos iba yo a estar satisfecha de mi estancia aquí?

                - Lo siento, no fue mi inteción molestarle. Sólo pensé que... – Tara no la dejó acabar la frase.

                - Sólo pense que... Sólo pensé que... Ustedes los psiquiatras siempre piensan y nunca entienden nada. Admite que tu pregunta es estúpida.

                - Vale. Sí, tal vez era algo estúpida.

                - Así que admites que a veces eres algo tonta, ¿verdad?

                - No veo la necesidad de que sigamos por este camino. ¿Por qué no me dice...? – de nuevo Tara la cortó.

                - No doctorcita, sin distracciones. Quiero una respuesta sincera por tu parte. Si buscas respuestas de mí entonces vas a tener que responder también a mis preguntas. Ahora, se honesta, a veces eres estúpida ¿verdad? – Los ojos de Tara seguían calvados en los de Melody que en ese momento era incapaz de apartar la mirada. Le preocupaba que Tara notase la debilidad que se apoderaba de sus piernas y aun no habían transcurrido ni cinco minutes desde que entrara en esa habitación.

                - Bueno, a veces digo alguna estupidez sin haber pensado antes en ello.

- Sí, lo haces Dra. Forbes. Así que ¿Por qué no dices la frase completa para mí: “A veces soy estúpida”? – continuó Tara implacable y Melody lo hizo.

- Sí, a veces soy estúpida. – Melody parecía triste y deprimida por este reconocimiento y que era exactamente lo que quería Tara.

- Bueno, ahora sí que estamos avanzando. Continúa y toma asiento. Me encanta la honestidad en una mujer.

Se sento obediente, casi como una niña, y dijo:

- Bien, me alegro que podamos seguir. Espero que no vaya a cuestionar cada cosa que digo.

- ¿Por qué no? Acaso no es lo que esperas hacerme a mí. – fue la petulante respuesta de Tara

- Puedo hacerte las preguntas adecuadas, pero no avanzaremos si me cuestiona cada vez que diga algo fuera de lugar. ¿Podemos seguir?

- Ese no es mi problema. No me gusta la estupidez y tú has admitido que a veces lo eres. Si quieres continuar debes afinar, ¿o acaso tienes miedo de que tu estupidez se manifieste más de lo que quieres? – sonrió Tara.

- Vamos al grano, ¿de acuerdo? – respondió la Dra. Forbes.

- Oye, que aquí la tonta no soy yo. ¿O lo soy ahora?

- Creo que eso es discutible, ya que no soy yo la que está encarcelada por matar a nueve mujeres.

- Doctorcita, a eso no lo llamaría estupidez sino genio.

- Por lo tanto, ¿me está diciendo usted que se necesita genio para matar a otra persona?

- No necesariamente, pero se necesita talento para seducir a alguien hasta el extremo que desee morir.

- ¿Me está diciendo que querían morir?

- Sí, de hecho, me suplicaron que las matara.

- Mi primera pregunta sería… ¿por qué?

- Un momento doctorcita, ahora es mi turno. Tengo una pregunta para ti.

- Adelante.

- ¿Estamos siendo observadas, doctorcita?

- Por supuesto. ¿No le parece una pregunta idiota?. Usted puede ver la cámara. – Tara brevemente desvió sus hojos hacia la cámara y luego volvió a clavarlos en los de la Dra. Forbes.

- No tienes ni idea de mis poderes, ¿verdad? – sonrió.

- Está diciendo que posee poderes especiales.

- Así es. Seguro que has leído que he tratado de matarme golpeando mi cabeza contra el piso o las paredes, ¿no es cierto?

- Sí, lo leí en su expediente.

- Pero estoy segura que no sabes que estaba bajo vigilancia mientras ocurrió y, sin embargo, no hay grabaciones de ello aunque me estaban monitoreando.

- ¿Qué quiere decir? – Melody parecía perpleja.

- Que puedo hacerles ver o escuchar lo que yo quiera. Que puedo alterar las imágenes y sonidos de la grabación para que sean como yo quiera que sean.

- Eso es imposible.

- ¿Lo es? Cierra los ojos durante unos segundos.

- ¿Por qué?

- Estarás segura. Estoy perfectamente sujeta, como puedes ver. – Tara lanzó su cebo.

- Muy bien. – Melody cerró los ojos.

- Bien, ahora relájate y mantén tus ojos cerrados. Eso es todo… simplemente relájate y escucha los latidos de tu corazón. Late bien y rápido, te sientes viva. Escúchalo y relájate Dra. Forbes.

Melody sentía su corazón latiendo ahora más rápido. Se obligó a permanecer consciente, a no permitir que esa mujer le hablase de cualquier cosa.

- Bien, simplemente relajarse… ahora, ¡abre los ojos! – dijo Tara bruscamente.

                La doctora abrió los ojos sólo para entrar en estado de shock. Su boca se abrió de golpe. Tara ya no tenía su vestido rosa y blanco. Estaba completamente desnuda, pero las correas se hallaban en su lugar. El vestido estaba ahora sobre la cama. Melody permaneció callada y miró a la mujer.

                Tara era una mujer delgada pero sexy. Sus formas se fijaron a su mente de la misma forma que las correas al cuerpo de Tara. Una se mantenía debajo de su ombligo y la otra por encima de sus pechos menudos y respingones.

                Debajo de su ombligo sus caderas perfectas acababan en unas bien torneadas piernas. Era sexy y despampanante, con su pelo negro y largo cayendo sobre sus hombros y aquel par de penetrantes ojos verdes.

                - ¿Co... Cómo? ¿Es algún tipo de truco? – preguntó Melody.

                - ¿Cúal es el problema, doctorcita? ¿Nunca has visto un cuerpo de mujer joven y sexy como éste antes?

                El comentario no pasó desapercibido a Melody. Tara se conservaba relativamente joven. Había cometido los asesinatos a los diecinueve y ahora tenía treinta y un años.

                - Me preocupa más como ha logrado quitarse la ropa.

                - Ya te dije que puedo manipular las cosas. ¿Me crees ahora?

                - ¿Realmente está desnuda ahora o me está hacienda ver que lo está? – preguntó Melody aun aturdida.

                - ¿Importa? ¿No te excita verme así? Puedes decirmelo. ¿Por qué no te lo quitas tú también la ropa?

                - Yo... yo solo... No entiendo...

                - Estoy segura de ello. Apuesto a que ahora hay una pequeña y bonita mancha húmeda entre tus piernas. Oh, puede que te hayas meado de miedo un poquito... ¿o serán jugos de tu coño?. Creo que es lo segundo ¿verdad doctorcita?

                - No estoy segura de pode continuar hoy con esto – Melody se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta.

                - Impresionante. ¿Cúal es el problema, Melody? ¿Tiene la doctora mala una manchita húmeda para Tara? ¿Es eso?

                - ¿Cómo sabe mi nombre? No le he dicho cual es mi nombre de pila.

                - Oh, pero yo se muchas cosas acerca de tí, doctorcita. Estás casada con Timothy Forbes y tienes dos hijas, Sharon y Jennifer. Tienes cincuenta y un años y el cincuenta y cinco. Debo decir que te mantienes en exquisita forma, querida. Deberíamos explorar ese cuerpo juntas.

                - ¡Pare! ¡Pare inmediatamente! Se que ha convertido a cinco enfermeras en ninfómanas así que no voy a caer en sus trucos.

                - ¿Te da miedo admitir que tienes un ligero cosquilleo en tu coño, Melody? – Tara sonrió y sacó su lengua comenzando a moverla de forma lasciva.

                Melody solo pudo mover confusa su cabeza y dijo:

- Usted debe dirigirse a mí como Dra. Forbes, por favor.

Aún siendo una orden directa, Melody lo pidió con un “por favor”

- Deberías sentarte de nuevo, doctorcita. Veo que tus piernas están temblando. ¿Te ha excitado mi lengua? ¿Te gustaría que me acercase más y que mi lengua te recorriese entera? ¿Quieres doctorcita, quieres? – Tara volvió a sacar su lengua y a moverla lascivamente otra vez. Ahora también extendia sus manos como si quisiera abrazar a la Dra. Forbes, como si la estuviese llamando a su lado.

- Ven conmigo, doctorcita. Lo deseas, acercate y deja que te abrace... ven deja que te toque como nunca lo ha hecho tu marido... siente mi cuerpo... ¿deseas que te rodee con mis brazos?... necesitas abrazarme, sentir mi tacto... mira mi cuerpo, te está llamando... Ven a mí, doctorcita... – Tara repetía estas palabras una y otra vez, en voz baja, susurrantes, sugerentes, de una forma casi hipnótica. Melody no podia soportarlo más. Se quedó mirando fijamente a los brazos abiertos de Tara y algo en ellos la hizo temblar. Se encontró acercándose a ellos presa de un ansia que no había sentido nunca antes. Esos brazos, extendidos, esperándo para envolverla... No podia resistirse y cada vez se encontraba más cerca de ellos.

- Por favor, pare - rogó.

                - No, debes acercarte más, querida... mucho más cerca. Ven a mi y deja que te abrace... lo necesitas.

                La Dra. Forbes no pudo resistirse mucho más.  Las palabras de tara se grababan en su mente y en su alma. Antes de que pudiese pararse, se hallaba entre los brazos de Tara.

                - Ya te tengo. ¿Te gusta doctorcita? – Tara abrazaba a la Dra. Forbes como si esta fuese una niña en busca de Consuelo.

                - Sí, abrázeme por favor, lo necesito – La voz de Melody sonaba frágil, como si estuviese abrazada a su propia madre y no a una asesina, y sin embargo allí estaba ella. En los brazos de una psicópata que ya había asesinado a nueve mujeres y que podría matarla a ella con la misma facilidad. El miedo y la emoción la excitaron.

                Tara la abrazó y la apretó contra su pecho para luego, bruscamente, tirarle hacia atrás del pelo y gritarle:

                - ¡Abre bien la boca, puta! ¡Vamos, ahhhhh, bien abierta! – ordenó y Melody obedeció. Con un carraspeo Tara sacó un esputo que escupió certeramente en la boca de Melody. Después movió sus dedos sobre los labios y mandíbulas de Melodyi para cerrar su boca.

                - Así doctorcita. Déjalo en tu boca un rato. Una parte de mi cuerpo está ahora dentro de tí y te lo vas a tragar con cuidado, sientelo como una parte de mí... y ahora ¡traga perra, traga mi escupitajo de mierda! – dijo tara mientras frotaba la garganta de la doctora para hacerlo bajar.

                - ¡Gggggrrrrhhhh....! – gorgoteaba Melody esforzándose en tragar.

                - ¿Que sientes al llevar mis flemas en el estómago? – Tara atrajo hacia sí la cara de Melody sacando su lengua y acariciando con ella los labios de la doctora.

                - Chúpala puta, chupa la lengua de tu asesina... métela en lo más profundo de tu boca y chúpala. Podría matarte ahora doctorcita. Podría estrangularte hasta la muerte. ¿Cómo te sientes al estar tan impotente y caliente? – Tara comenzó a frotar sus tetas contra el pecho de la Dra. Forbes para después empezar a pellizcar los pezones de la Dra. Forbes sobre su ropa. Poco a poco, Tara quitó a Melody su chaqueta y su blusa. Subio hacia arriba el sujetador de la doctora y dejo sus pechos al descubierto. Siguió jugando con sus pezones.

                - ¡Te encanta, puta!

                - Nnnnooooo.... por favor, o Dios, por favor, pare. Esto está mal. Pareeeee.... – Gritó Melody mientras Tara metía una pierna entre los muslos de ella provocándole un increible orgasmo que llenó de humedad sus bragas y la parte interior de sus medias.

                - ¡Mira que tetas tan hermosas! Mira como se ponen para mí, como apuntan a su nueva amante. ¡Mírame puta!, mírame a los ojos y siente como me voy a apoderar de tu cuerpo.

                - Mírame más profundo, perra. Soy dueña de tu alma. – entonces, repentinamente, empujó a la doctora hacia atrás, lejos de ella, haciéndola caer al suelo.

                - Levántate perra ¿o acaso no te dejan tus piernas? ¿qué te pasa doctorcita? ¿qué le va a decir la doctorcita mala a su marido esta noche? ¿Vas a decirle que chupaste la lengua de una asesina y que te tragaste sus escupitajos mientras ella te quitaba la ropa apretándote con fuerza las tetas y el coño? ¿qué te corriste así, doctorcita?

                La doctora se levantó lentamente. Todo su cuerpo temblaba del placer que acababa de obtener. Toda la culpa fue de su mente. Acababa de sucumbir ante una asesina, una psicópata y se avergonzaba de ello. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. No podia mirar a Tara.

- Es usted malvada – confesó en un susurro.

- Sí, y disfruto cada momento de ello. Apuesto a que esta noche te apresuraras a follarte a tu marido mientras piensas en mí.- Melody miró al suelo. – Sí, vas a follarte a Timothy esta noche mientras piensas en mí. En este momento te estás diciendo que no volverás a verme nunca más pero se que vas a volver. Te estás empezando a convertir en adicta, adicta a mí. Tu esclavitud forzada ha comenzado, doctora. Puedes sentirlo. Quizás con mi saliva te haya preñado y consiga que tu vientre se parezca al de una puta gorda y preñada jajajajajaja.

- ¿No hay más preguntas, doctora? ¿No quiere saber por qué nadie ha venido a salvarla? Recuerde que ellos no han visto nada de lo que ha sucedido aquí y si les dices algo van a pensar que te falta un tornillo. La próxima vez vamos a profundizar más. Quién sabe, tal vez te convierta en una puta y te haga joder con otros hombres, ¡ahora lárgate, perra! – gritó esto ultimo Tara con fuego en sus ojos.

La Dra. Forbes se ajustó la falda, el sujetador y la blusa... y luego corrió hacia el timbre. Sentía que se ahogaba, quería salir, quería corer y arrastrarse a esconderse en algún lugar. Pero... ¿volvería?

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