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La reeducación de Bouddica

en Control Mental

Relato original de Lady Titania aparecido en la web "Erotic Mind Control". Como siempre, pido disculpas por los fallos que se encuentren en la traducción.

Gwynn Harris se paseaba por los pasillos de la oficina ofreciendo a todos la imagen de una vacía pero feliz secretaria. Con los primeros botones de su blusa desabrochados para resaltar su escote y su cabello negro escondido bajo una rubia peluca,  conseguía que todos sus compañeros de trabajo la tomasen por una de esas rubias tontas. Sin embargo, bajo ese aspecto, ella ocultaba un secreto, una responsabilidad mayor de la que ninguno de sus compañeros podría jamás entender. Por eso, a pesar de que le molestara ese juego, entró, como la superficial secretaria que pretendía ser, a la sala de descanso donde sus compañeros veían las noticias en ese momento.

- ¿Qué pasa? – preguntó sin dejar de mascar el chicle que tenía en la boca.

Con un suspiro, Lynn, la pelirroja gerente, trató de no mostrarse irritada. Gwynn se sentía mal por la farsa.

- Al parecer, ninguna de las chicas con las que contaba el fiscal va a declarar contra ese degenerado de Carl DuMarr. Da la impresión de que las está presionando de alguna forma.

- Vaya, eso suena muy mal. ¿Quién es Carl DuMarr?

- No importa, Gwynn… - contestó la pelirroja con otro suspiro.

Por supuesto que Gwynn sabía exactamente quien era Carl DuMarr. Ella había desarticulado su red de trata de blancas y cría haber dejado pruebas suficientes para incriminarle en el papel de su alterego, Bouddica, guerrera y protectora de Five Waters City. No esperaba que todos los implicados, incluyendo a las chicas, colaborasen con la justicia, pero creía haber convencido a uno o dos de ellos. Lynn debía de tener razón y DuMarr, de alguna manera, tenía que estar coaccionándolos a pesar de estar en prisión preventiva.

Tenía que averiguar que sucedía. Salió del trabajo diciendo que no se encontraba bien. Odiaba mentir, pero tenía que prepararse. Al llegar a casa, su madre ya la esperaba.

- Pensé que quizás quisieras salir – dijo la mujer de pelo blanco sonriendo sombríamente y sosteniendo una lanza en la mano izquierda.

- Sí, mamá. – contestó Gwynn quitándose la peluca. – Alguien debe hacer algo por esas chicas.

- Lo sé, querida. Tu padre te ha entrenado bien. - Pocos sabían, aparte de Gwynn y su madre, era que su padre había sido “El Sabueso”, un superhéroe de temática celta que, hace tiempo, había sido el protector de la ciudad. – Ten cuidado.

- Lo tendré, mamá.

Su madre la ayudó a trenzar su cabello y a ponerse el corsé que aplanaba considerablemente su pecho. Era incómodo, pero como Gwynn, sus grandes “activos”, suponían un genial disfraz. Nadie sospecharía que la curvilínea secretaria era la superheroína de pecho plano. Cogiendo la lanza, corrió a adentrarse en la noche. Sabía exactamente donde tenía que ir.

*****

Carl DuMarr poseía una casa en la orilla del lago. Ninguno de sus vecinos parecía prestar atención a los matones que custodiaban los muros o a los ruidos, a menudo estridentes, que salían de la casa. Quizás se podía atribuir al miedo que le tenían, pero Bouddica sabía que muchos de los acomodados vecinos de DuMarr también eran algunos de sus mejores clientes. La joven descendió por la pared del acantilado situado hacia el norte y saltó de techo en techo hasta encontrarse en la propiedad de DuMarr.

Tras el último encuentro, el hombre se había vuelto algo más precavido. Había dos guardas en el techo. Por supuesto que ninguno de ellos estaba a su altura, por lo que, a efectos prácticos, era como si no hubiesen guardas. Bouddica los despachó con rapidez y entró en la casa.

Encontró la resistencia esperada dentro de la mansión y se deshizo de ella con cuidado de no lastimar seriamente a ninguno de los hombres que la atacaba. Como era costumbre, uno o dos de ellos trataron de despojarla de la máscara tribal de cerámica que cubría su rostro consiguiendo solamente que les rompiera los dedos.

Transcurridos tres minutos desde que aterrizó en el techo de la casa, Bouddica se encontró en el estudio de Carl DuMarr. Allí la esperaban DuMarr, cinco matones y un extraño hombre con abrigo azul, bufanda púrpura y unas extrañas gafas con los cristales de diferente color: uno rosa y el otro azul. La puerta se cerró tras ella al entrar en la habitación.

- ¿De verdad crees que puedes atraparme, DuMarr? – dijo ella con acento burlón.

- Vaya, vaya… - canturreó el hombre del abrigo. – Es tan hermosa como me dijo, Señor DuMarr.

- No pensarás eso dentro de un minuto, desgraciado. – dijo le heroína dando un paso adelante para enfrentarse a los matones. Eran muchos y, como sospechaba, tuvo que emplearse con ellos. No lo hacían mal, tenían la misma oportunidad de vencerla que una bola de nieve en el infierno, pero eran mejores que los habituales matones de DuMarr.

Mientras luchaba, el villano y su extraño acompañante aprovecharon para escaparse por una trampilla disimulada en una librería en el lado opuesto de la habitación. Se agachó y saltó sobre sus atacantes, derribando a uno con una patada circular y dejando a otro de rodillas de un codazo en el estómago. Dos de los que quedaban en pie se abalanzaron sobre ella, pero, retrocediendo, logró esquivar y bloquear fácilmente sus golpes. El quinto la esperaba armado con un bate de béisbol.

Los dos matones que habían caído primero volvieron a levantarse mientras Bouddica terminaba con los otros dos. Con un golpe de suerte, consiguió golpearlos en las rodillas enviándolos gritando al suelo. Fue entonces cuando el Sr. Bate de Béisbol se involucró. Bajando el bate, golpeó a una botella que estaba cerca de ella.

La heroína soltó una carcajada y contraatacó con un golpe salvaje. Por un momento se preocupó al ver que su oponente no se movía, pero enseguida perdió el equilibrio y cayó al suelo. El alivio de saberse vencedora duró solo unos instantes, hasta el momento de sentir como se mareaba y un sabor extraño llenaba su boca.

- ¡Oh, no! ¡Gas! – dijo sin aliento tratando de llegar a la puerta olvidándose de que estaba cerrada.

Uno de los matones aprovechó para atacarla por la espalda, empujándola contra la puerta. Él la sujetó con fuerza obligándola a golpearle la nariz con la parte de atrás de su cabeza para liberarse. Esto solo hizo que su mareo empeorase y se acordase de la trampilla de la librería. A trompicones, se dirigió hacia ella sólo para ser atacada por otro de los matones que había en el suelo. Sentía como si en cada centímetro de su piel se clavasen alfileres y agujas, tenía dificultades para avanzar, se le doblaban las rodillas. Otro de los matones la sujetó de un tobillo y ella trató de liberarse con una patada. Solo pudo sentir como se le acababa de nublar la vista mientras caía de espaldas tras perder el equilibrio. Las luces del techo se fueron haciendo cada vez más y más difusas hasta que todo se fue tornando gris y, por último, negro.

*****

Cuando Bouddica despertó, se encontró sentada en una incómoda silla. Su brazo derecho se hallaba atado a uno de los reposabrazos mientras que el izquierdo, estirado en toda su longitud, estaba sujeto a una viga de soporte horizontal. El hombre extraño, acompañado de otros dos, se hallaba en la habitación con ella de pie a una distancia prudencial de ella.

- Eso es, querida. – dijo el hombre. – Es hora de despertar.

- ¿Quién eres? – preguntó Bouddica exigente con la boca aun pastosa.

- Soy el Doctor Twyst y estoy aquí para ayudarte.

- ¡No quiero tu ayuda!

- Por supuesto que sí, dices eso porque estás enferma. Estás enfadada, enojada, amargada, pero voy a ayudarte a ser feliz.

- ¡Mantente alejado de mí, maldito monstruo! – gritó asustada atragantándose al ver como el hombre se acercaba a ella con una jeringa en la mano.

- No te preocupes. – dijo uno de los matones atando una cinta de goma a su brazo izquierdo. – Solo es tu medicina.

- ¿Q… qué medicina? – preguntó aterrorizada.

- Oh, solo es heroína.

- ¡NO! ¡NO! – gritó mientras el doctor la pinchaba con la aguja y empujaba luego el émbolo hacia abajo. Luego le entregó la jeringuilla a uno de los matones desatando él mismo la cinta de goma. - ¡Por favor… detente…!

- Shhhhh… - dijo intentando tranquilizarla mientras le frotaba el brazo. – Ya está. Deja que actúe.

- ¡Nnnnoooo…! – se quejó con voz cada vez más débil.

- Eso es, siéntela.

- Tengo que… que… tengo que… - la respiración de Bouddica se hacía cada vez más lenta y su cabeza comenzó a sentirse ligera, relajada, feliz a consecuencia del chute de endorfinas liberadas por el opiáceo.

- Buena chica, no te resistas… - dijo el doctor mientras le quitaba la máscara. – Te sientes mejor ahora, ¿verdad que sí?

- S… síííí… - admitió ella débilmente, con una sonrisa boba.

- Mira, aquí vamos a ser todos amigos – dijo el doctor mientras uno de los sicarios se adelantaba portando unas tijeras.

- Nnnnnoooo… - dijo en un suspiro. – Ustedes son malvados…

- Oh, no somos tan malos. – dijo el Dr. Twyst tranquilizándola mientras su ayudante abría las tijeras y las colocaba en medio de su corpiño.

- P… pa… para… - murmuró ella mientras el hombre luchaba por romper aquel implemento de tipo industrial. – No… no… lo hagas…

- ¿Qué no haga qué? – dijo sonriendo el Dr. Twyst mientras su ayudante lograba finalmente vencer la resistencia de la prenda haciendo que los enormes pechos de Gwynn saltasen libres.

- ¡Mierda! – exclamó sorprendido el matón. – ¡Jamás pensé que fuesen tan grandes!

- ¡Paaaarrrraaad! – se quejó débilmente la capturada heroína.

- Pero si esto es solo el principio, querida. – dijo el villano mientras el segundo de los matones se acercaba a ella por detrás y comenzaba a acariciarle las tetas. - ¿No te gusta eso?

- Mmmmmm… sííí… - quiso negarlo pero no pudo.

- De verdad estás disfrutándolo, ¿no es así?

- No… su… suel… suéltame… Son… son… drogas… - dijo arrastrando las palabras mientras babeaba de placer.

- No lo creo, querida. Pero no te preocupes, ya te darás cuenta a su tiempo.

Durante lo que le pareció una eternidad, siguieron jugando con sus pechos hasta que se desmayó. Cuando despertó volvieron a inyectarle más droga. Repitieron varias veces el tratamiento. Jugaban con sus tetas hasta que ella perdía el sentido, inyectándole una nueva dosis de droga cuando volvía en sí comenzando de nuevo el ciclo.

Bouddica perdió la noción del tiempo, no sabía cuanto tiempo llevaba allí, aunque se daba cuenta de que había pasado muchas horas. Tenía ganas de comer, no recordaba la última vez que lo había hecho.

- P… por… fa… favor… - dijo en un quejido. – te… ten… go… hambre…

- ¿En serio, querida? – dijo el Dr. Twyst mientras le inyectaba más caballo en las venas. - ¿Y qué vas a hacer para ganarte la cena?

- No… no… entiendo… - contesto Gwynn mientras le desataban el brazo derecho.

- Bueno, - comenzó a explicar el cruel doctor mientras uno de los matones se bajaba la cremallera. – si ayudas a atender las necesidades de este hombre, bueno, quizás él se ocupe de atender las tuyas.

- No… no… no puedo… no puedo hacer eso. – dijo ella resistiéndose.

- Bien, entonces supongo que te quedarás sin comer.

- ¡Por favoooor…! – suplicó.

- Lo siento. Tienes que ser buena con nosotros si quieres que nosotros nos portemos bien contigo. – dijo el doctor burlándose de ella mientras el otro matón comenzaba de nuevo a acariciarle las tetas.

El ciclo volvió a repetirse varias veces más. El dolor del hambre le roía las entrañas de la misma forma que la heroína la hacía sentirse en la gloria. Los hombres, burlándose de ella, le pellizcaban los pezones, pero nunca iban más allá de trabajar sus pechos. Volvía a caer inconsciente para despertar aún más hambrienta. Finalmente, los retortijones en sus entrañas se hicieron insoportables.

- C… co… comida. – sus palabras apenas eran audibles.

- Entonces ya sabes lo que tienes que hacer, preciosa. – insistió el Dr. Twyst señalando a un hombre situado a su derecha.

- Es… está bien… - dijo ella levantando su debilitado brazo y agarrando apenas el hinchado miembro del hombre.

- ¡Eso es! ¡Buena chica! – elogió su torturador mientras ella acariciaba lentamente el miembro del hombre. El otro matón se acercó con una jarra y metió una cuchara en ella sacando una papilla de color naranja que ofreció a los caídos labios de la mujer. Ella se esforzó en comer mientras continuaba deslizando su mano libre débilmente arriba y abajo sobre la verga del primer matón. La comida resbalaba de su boca cayendo en sus tetas, pero el matón que la alimentaba la recogía y se la volvía a colocar en la boca.

- ¿Mejor así? – preguntó el doctor mientras Gwynn continuaba masturbando al hombre.

- Sí. – respondió ella.

- Eso está bien. Todos queremos cuidarnos unos a otros. ¿Verdad?

- Sííí…

- Y te sientes tan bien cuando cuidas de tus amigos… ¿no?

- Y… yo… sí. – asintió moviendo apenas la cabeza y volviendo a su trabajo manual.

- ¡Claro que sí! ¡Te hace muy feliz!

- N… no… dro… drogas… - contestó ella.

- No, no son las drogas. Eres tú, solo que aun no te has dado cuenta. – la corrigió como si ella hubiese soltado un taco. – Ha llegado el momento de que te dediques a ayudar a los demás.

- ¿Q… qué? – preguntó Gwynn girando la cabeza a tiempo de ver como el matón que le dio de comer se bajaba también la cremallera. – Oh…

Acarició uno a uno a todos los matones excepto al Dr. Twyst. Cayó inconsciente antes de que el último se corriese.  Mientras dormía, la desataron y movieron para evitar que le saliesen llagas, asegurándose de volver a colocarla en su posición antes de que volviese en sí.

Después de tres nuevos ciclos, volvió en sí. De forma automática, buscó una polla antes de pedir comida. Comió mientras masturbaba a dos hombres con sus dos manos, ahora libres, sin darse cuenta de que esta vez nadie le había inyectado nada en el brazo. Cuando terminó de comer, con las pollas de los dos hombres aun en sus manos, un tercer hombre se situó frente a ella con su erecto miembro a escasos centímetros de su cara.

- Ahora, - dijo el Dr. Twyst. – creo que deberías ayudar a este otro caballero con tu boca.

- ¿Qué…? ¿Cómo…? – Bouddica estaba confundida. – No… no… eso es asqueroso…

- Bueno, entonces supongo que no podremos darte tu medicina.

- D… di… dios… - murmuró. – N… no… no la necesito…

- Si tú lo dices. – dijo el doctor encogiéndose de hombros y alejándose de la mujer.

A Gwynn no se le ocurrió dejar su trabajo manual hasta que, finalmente, se volvió a desmayar.

Despertó presa de horribles dolores. Temblaba y sudaba, cada nervio de la pobre Gwynn deshilachándose. Sintió frió y su cabeza parecía a punto de estallar. El Dr. Twyst y sus esbirros se acercaron a ella. Los miró acercarse mientras apretaba los dientes con fuerza.

- ¿Qué me pasa? – preguntó con lágrimas corriendo por sus mejillas.

- Que necesitas tu medicina.

- ¡No, no la necesito! – gritó desafiante.

- Si tú lo dices.

El científico loco se alejó de nuevo llevándose a los matones con él. Desde el otro lado de la sala observaban como la mujer se retorcía y sacudía en la silla. Bouddica trataba de resistir, pero los espasmos que sacudían su espalda se lo ponía muy difícil. Después de un rato, que a ella se le hizo interminable, sollozaba en voz alta. Los sollozos dieron paso a un gemido y, finalmente, un grito de dolor salió de su abierta garganta.

- ¡Por favor! – Gritó - ¡Por favor, ayúdame!

- Claro que te ayudaré. – prometió el Dr. Twyst. – Te daré tu medicina si me prometes que nos ayudarás a nosotros. ¿Lo harás? ¿Usarás tu boca como te dije?

- Yo… ¡lo haré! – gritó.

- Bien, confió en ti. Te daré tu medicina, pero tienes que hacer lo que me has prometido o no te volveré a dar más. ¿Has entendido?

- Ssí…

- Está bien, entonces.

Los hombres prepararon la dosis de droga y se la inyectaron. En poco tiempo los temblores abandonaron su cuerpo y rió cuando el sentimiento de euforia se apoderó de ella. Cuando el primer hombre se situó frente a su sonriente cara, Gwynn recordó su promesa y lo que sucedería si no la cumplía. Torpemente se inclinó hacia delante tomando el miembro del hombre entre sus labios. Empezó a mover su cabeza hacia delante y hacia atrás hasta que su boca se llenó del semen del matón. Este se retiró, dejando caer algunas gotas de semen sobre el pecho de la cautiva, para dejar sitio al segundo matón. Finalmente se quedó dormida con el tercer hombre aun en su boca. Este último, con permiso del doctor, eyaculó sobre sus tetas.

Como ya era costumbre, el ciclo se repitió varias veces más. Gwynn se despertaba, masturbaba a los hombres mientras comía, le daban la droga y mamaba las vergas de los hombres hasta quedar dormida de nuevo. Y vuelta a empezar.

- Eres una buena chica. – la felicitó el Dr. Twyst mientras ella engullía la polla de uno de sus secuaces. - ¿A que te sientes mejor haciendo esto que si no lo hicieses?

- Mmmmmmhhhhh…  - gruñó ella mientras seguía balanceando su cabeza.

- Una buena chica. – le susurró ahora al oído de ella. – Te gusta que te digan que eres una buena chica, ¿verdad que sí?

- ¡Mmmmmhmmm! – gruñó a modo de asentimiento completamente entregada a su tarea.

- Pero ahora necesito que hagas algo más para demostrarme lo buena chica que eres, y luego dejaremos que tu misma te pongas tu medicina.

- ¿En serio? – preguntó ella mientras el hombre salía de su boca. Se echó a reír cuando el matón eyaculó en su cara.

- En serio. – le prometió el Dr. Twyst mientras observaba como sus hombres le ponían a la muchacha un camisón rosa claro y unas braguitas abiertas en la entrepierna.

- ¿Qué tengo que hacer? – preguntó mientras le colocaban unos zapatos, también, de color rosa y alto tacón. Ayudándola a ponerse en pie, la llevaron a una cama donde la acostaron con las piernas bien separadas.

- Tienes que dejarte follar por estos hombres.

- Yo… no se… - dudó ella. – Soy virgen. Nunca he hecho esto antes.

- ¿Y qué? Has dejado que te follen la cara todo este tiempo, ¿no?

- Sí.

- Y te gusta, ¿verdad?

- ¡Oh, sí, doctor! ¡Me encanta!

- No te preocupes, mientras dormías ya hemos usado algunos “juguetes” para romper tu himen y nos hemos asegurado de eliminar todo ese asqueroso pelo que tenías entre las piernas.

- ¿De verdad? – preguntó ella mirando hacia abajo y contemplando sus ahora suaves labios inferiores. - ¡Lo hiciste!

- Y si eres una buena chica y haces eso para nosotros, vamos a dejarte dormir en esta cama y que te pongas tu misma la medicina. ¿A que suena bien?

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Yo… yo voy a hacerlo!

Gwynn alzó un poco sus caderas para acomodar entre sus piernas y en su húmedo sexo a su primer hombre. Éste bombeaba con fuerza mientras ella, con los ojos bien abiertos, jadeaba de placer. Los jadeos se convirtieron en gritos de placer cuando los hombres, uno tras otro, tras taladrar su sexo, sacaban sus hinchados miembros para vaciarse en su cara.

Cuando todos hubieron acabado con ella, a excepción del doctor, éste le enseñó a administrarse su dosis de medicina así como un armario repleto de lencería y un cuarto de baño con ducha, todo para ella. Los matones volvieron a tomarla antes de que ella pudiese clavarse la aguja en el brazo.

*****

A partir de ese día, a Bouddica le daban comida de verdad para que se alimentase. Cada vez que se despertaba, se inyectaba la droga y se abría de piernas para los matones mientras el Dr. Twyst le recordaba lo buena chica que era. Eso la hacía feliz. De verdad deseaba ser una buena chica para el Dr. Twyst. Al cabo del tiempo, un día, se despertó y no encontró ninguna droga para ella. Eso la dejó confundida.

- ¿Es qué no he sido una buena chica, doctor? – preguntó haciendo un mohín.

- Por supuesto que lo eres, Gwynn. – aseguró el doctor. – Has sido tan buena chica que incluso me has revelado tu verdadero nombre.

- Entonces, ¿por qué no me da mi medicina?

- Porque ya no la necesitas más.

- ¿No?

- No, ya estás mucho mejor. Te has curado. De hecho llevas ya tiempo tomando un placebo, una medicina falsa.

- ¿De verdad?

- De verdad.

- ¿Significa eso que tengo que irme? – preguntó a punto de llorar.

- No, si realmente quieres ser una buena chica para mí. – dijo el doctor ayudándola a levantar y llevándola fuera de la habitación.

- ¿Y cómo puedo demostrarlo? – preguntó mientras él la conducía por un pasillo.

- Bueno, Gwynn, ¿sabes que realmente eres una chica muy guapa?

- Gracias.

- De nada. ¿Sabes que se supone que deben ser las chicas guapas, Gwynn?

- Ummm… no.

- Las chicas guapas se suponen que deben ser juguetes sexuales, Gwynn. En este sitio nosotros tratábamos de conseguir que muchas chicas guapas se convirtiesen en buenos juguetes sexuales, pero tú, Bouddica, siempre nos lo impedías.

- Yo… lo siento. – se disculpó ella agachando apesadumbrada la cabeza justo antes de llegar a la puerta en la que finalizaba el pasillo.

- Bueno, te perdonaré si ahora te portas bien conmigo. Has hecho un buen trabajo fallándote a los chicos, pero aun debes aprender a ser un buen juguete sexual. ¿Estás lista para ello?

- ¡Oh! ¡Claro que lo estoy!

- Muy bien. – dijo abriendo la puerta y entrando en una habitación con una enorme cama y llena de hombres desnudos. El doctor la acompañó a la cama, donde un hombre la esperaba recostado en ella mostrándole una enorme  y dura polla.

- Ahora, Gwynn, ¿sabes que es lo que debes hacer con este hombre?

- Creo que sí. – contestó ella mientras se ponía a horcajadas sobre el hombre colocando el erecto miembro a la entrada de su coño. Poco a poco fue dejándose caer sobre la polla emitiendo un gemido de placer.

- Eso ha estado bien. – la animó el Dr. Twyst. – Pero debes actuar un poco más sexy mientras lo haces. Un buen juguete sexual juega con sus tetas y se lame los labios mientras lo están usando.

- Oh, vale. – contestó ella agarrando sus grandes pechos para seguidamente comenzar a amasárselos.

- Y asegúrate de recordarle a tu pareja cuan grande es su polla.

- ¡Ohhh…! ¡Es enorme! – dijo riéndose mientras se movía arriba y abajo sobre el miembro del hombre.

- Escucha al hombre. Tienes que saber siempre cuando está a punto de correrse. A menos que el hombre te pida correrse en tu culo o en tu coño, un buen juguete sexual siempre tiene que tener la cara o las tetas llenas de semen.

- ¡Estoy listo! – gruñó el hombre. Gwynn rápidamente se separó de él para acercar su cara a la polla del hombre. Coquetamente le sonreía mientras, pegando su cara, esperaba la descarga.

- Ahora – le instruyó el Dr. Twyst, - trágate todo lo que puedas y pásate el resto por el rostro como si fuese maquillaje.

Ella obedeció y tan pronto como acabó el doctor la hizo dirigirse hasta un aparador. Le hizo colocar las manos sobre él consiguiendo así que tomase una postura en la que su culo aparecía ofrecido. Tan pronto como lo hizo, el miembro de otro hombre se introdujo desde atrás en su coño. Ella gimió cuando él agarró sus tetas y comenzó a bombear.

- No dejes de mover el culo en pequeños círculos mientras te folla. – le ordenó el doctor y ella inmediatamente obedeció.

- ¡Ooooohhhh! ¡Qué bien se siente tu polla dentro de mí! – Era cierto, y Gwynn quería que el hombre lo supiese.

- ¡Voy a correrme! – le avisó el hombre pasados unos minutos. Gwynn se acuclilló ante él y lo dejó correrse sobre sus tetas. Cuando acabó, las lamió hasta dejarlas bien limpias.

Otro hombre se acercó a ella.

- Creo que quiere follarte esa linda carita. – le dijo el doctor, a pesar de que ella ya lo había adivinado.

Durante horas, se ocupó de un hombre tras otro, a veces varios al mismo tiempo. Se la follaron en la postura del perrito, y también les hizo varias cubanas. Los masturbó y también les ofreció su culo. Cada hombre la tomó, al menos, tres veces. Al final, sentía que sus rodillas eran incapaces de sostenerla, pero se sentía tremendamente feliz por el trabajo realizado.

- ¿Lo hice bien, doctor? – preguntó con mirada ansiosa.

- Lo has hecho perfectamente. Ahora sólo nos queda una sola cosa por hacer.

*****

Stephanie Harris entró apresuradamente en el cuartel de policía. Habían transcurrido seis meses desde que había visto por última vez a su hija, y hacía mucho tiempo que no había noticias de la superheroína conocida como Bouddica.  Claro que ella sabía que conexión existía entre ambos hechos, pero tenía miedo de decírselo a alguien. Se sentó en la oficina del capitán, frente al monitor de su PC.

- Sra. Harris, tenemos noticias de su hija. – dijo el capitán.

- ¿Dónde está? – preguntó Stephanie claramente emocionada.

- Todavía no lo sabemos, Sra. Harris, lo sentimos. Pero lo que va a ver ahora puede producirle un fuerte shock. – dijo el oficial mientras hacía clic en su ratón y daba comienzo un video de Gwynn vestida con lencería de puta barata. Tenía sujetos por la polla a dos hombres. – Hemos recibido hoy este link, pero todos nuestros esfuerzos por localizar el origen han resultado infructuosos.

- Hola, soy Gwynn Harris. – anunció la muchacha mientras masturbaba a los dos hombres. – Antes solía ser la heroína conocida como Bouddica, pero ya no me dedico a eso. Un hombre muy agradable, el Dr. Twyst, me ha ayudado a convertirme en un buen juguete sexual, como se supone que deben ser las chicas bonitas como yo.

- Antes, - continuó – yo usaba mi poder para evitar que el doctor ayudase a otras chicas bonitas como yo, pero ahora sé que eso no estaba bien. Sé que lo que hago ahora es mucho mejor. Si alguna persona quiere follar conmigo, sólo debe encontrar al Dr. Twyst y sus amigos y pagarles. A los chicos que me metido en la cárcel, sabed que tendréis un buen descuento. Al fin y al cabo no debí hacerlo, eso no es propio de chicas bonitas como yo.

- Ahora ya no meteré más chicos en la cárcel. - dijo sonriendo coqueta. – Los ayudaré a que se corran como el buen juguete sexual que soy. – y tras decir eso, ella acercó su boca a la punta de uno de los miembros masculinos. El zoom de la cámara la siguió para ver como la polla estallaba contra su boca llenándola de semen. Gwynn miró entonces sonriente a la cámara, con hilillos de semen resbalando por su barbilla. La cámara se alejó entonces de ella para mostrar como se acariciaba las tetas. – ¡Llama pronto, porque quiero follarte de verdad!

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