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Catwomans prey I

en Sadomaso

Secuela del relato "La caida de Supergirl", aunque ahora es Batgirl la protagonista. El relato es original de Citizen Bane y apareció allá por el año 2000 en la página BDSM Library bajo el título de "Catwoman's prey" (La presa de Catwoman) haciendo un juego de palabras, supongo, con la serie de cómics "Birds of prey". A pesar de las evidentes similitudes con la serie anterior, tiene algunas situaciones bastante interesantes. Espero que la disfrutéis al igual que la estoy disfrutando yo. 

 

 

 

 

 

I

 

 

 

“Hmmm… Esto es muy interesante”,  se dijo Barbara Gordon dejando el periódico a un lado de su mesa. En los últimos meses, el aumento de los niveles de criminalidad de Metrópolis se había convertido en noticia nacional. Y antes de eso la también humillante derrota de Supergirl a manos de un grupo de torpes atracadores y su posterior desaparición.

Barbara había tenido la intención de investigar el hecho cuando escuchó la noticia por primera vez, pero sus propios problemas con el aumento de criminalidad en Gotham habían aplazado los planes de la joven para visitar Metrópolis.

Como Batgirl, su padre, el Comisionado Gordon, le había pedido en varias ocasiones que ayudase a hacer frente a la situación. Como Barbara Gordon, sabía muy bien porqué a su padre le preocupaba tanto la situación. Si bien era cierto que la tasa de criminalidad repuntaba de nuevo por primera vez en años, la verdadera razón era la presión a la que Frank Pattern, el alcalde de Gotham, lo sometía a causa de la cercanía de las elecciones.

A Barbara no le acababa de gustar del todo el alcalde. Para ser sinceros, lo odiaba. Convertía parques en áreas industriales, cerraba escuelas para construir urbanizaciones de lujo… en su mente, el alcalde no era más que un peón en manos de los inversores capitalistas. Pero no podía abandonar a su padre, así que, como Batgirl, trabajó muy duro junto con la policía para hacer frente a todo tipo de actividades delictivas, consiguiendo así reducir de nuevo las tasas de criminalidad y la reelección de Pattern.

“Ahora es el momento”, pensó Barbara, “para ayudar finalmente a una ciudad que lo necesita más que un insignificante político”.

Para su viaje a Metrópolis, pensó en un principio hacer algunos preparativos, como, por ejemplo, contactar con Batman o Superman, pero lo que leyó en el periódico del día le había hecho decidir ir de inmediato. Su vieja enemiga, Catwoman, había atacado de nuevo. Había robado todo el oro almacenado en el Banco Metropolitano.

Aunque como Batgirl se sentía satisfecha de haber contribuido con su labor a alejar a Catwoman de la ciudad de Gotham (o al menos eso era lo que creía), siempre le quedó el deseo de atraparla y meterla entre rejas. Y ahora se le presentaba la oportunidad. Por otro lado, había algo en la noticia que intrigaba a Barbara. De acuerdo con las declaraciones de uno de los guardias, Catwoman fue ayudada por “una mujer desnuda cubierta solo con una capucha de cuero negro”, y la razón de que no  hubiese saltado la alarma fue porque esa misteriosa mujer la desactivo ya que “volaba por el aire de manera que no se activaron los sensores del suelo”. Dado que durante el atraco, el guardia fue drogado por Catwoman, su declaración fue desestimada por la policía y consideradas como “alucinaciones provocadas por la droga”. Pero el instinto de Barbara le indicaba que debía haber algo más que simples alucinaciones. ¿Tendría esto algo que ver con la desaparición de Supergirl? Hasta ahora nadie había mencionado ninguna conexión entre estos dos hechos. Hmmmm…

Pensando que ella podría ser la justiciera que resolviese el misterio de la desaparición de Supergirl y capturase a la vez a Catwoman, Barbara podía sentir como se le disparaba la adrenalina. Inmediatamente  se levantó de su sitio y se dirigió al despacho del director de la biblioteca para solicitar una licencia de un mes, luego reservó un billete en el próximo vuelo con destino Metrópolis. A continuación llamó a su padre.

Sabiendo que iba a ser difícil explicarle su repentina partida y sabiendo que aun estaría en su oficina, decidió llamarle a casa y dejarle un mensaje en el contestador automático con la primera excusa que se le ocurrió. Menos de tres horas después, volaba ya rumbo a Metrópolis.

A su llegada, Barbara se registró en un hotel y, de inmediato, comenzó a planear la caza de Catwoman. Conectó su ordenador a los servidores de la policía de Metrópolis y descargó todos los archivos relacionados con crímenes que pudiesen estar relacionados con la villana cometidos en los últimos meses. Parecía que Catwoman había visitado las principales galerías de arte y museos de la ciudad y que, ahora, había comenzado su ronda por los bancos. “Esto va a estar chupado”, pensó Barbara mientras su equipo elaboraba una lista con los posibles objetivos de Catwoman.

Durante las noches siguientes, Batgirl se dedicó a vigilar bancos y joyerías. Probablemente alentada por sus éxitos, Catwoman había estado muy activa últimamente, dando casi un golpe por semana, así que Batgirl supuso que sólo era cuestión de tiempo dar con ella.

En su cuarta noche de vigilia, mientras estaba oculta frente a uno de los objetivos probables de Catwoman, escuchó a través de su radio una transmisión de la policía de la ciudad alertando que Catwoman acababa de asaltar otro banco. “¡Maldita sea!”, pensó Batgirl saltando sobre la motocicleta que Barbara había comprado nada más llegar a la ciudad.

*****

Desde la azotea de un edificio cercano, el Dr. Rancor observaba como la policía acotaba la escena del crimen. A pesar de su extravagante estilo, Catwoman era muy meticulosa en su trabajo. Todos sus atracos fueron perfectamente planeados, con las acciones de la policía cuidadosamente vigiladas y supervisadas. Después de contemplar durante un tiempo la escena, él y dos de los esbirros de Catwoman se deslizaron a través de una desapercibida puerta trasera del edificio hasta un callejón donde los esperaba una furgoneta.

- Vámonos. – dijo el Dr. Rancor.

A punto de subir a la camioneta, el doctor se percató de que el asiento del conductor se encontraba vacío.

- ¿Necesita ayuda, señor? –oyó decir a una mujer joven y su mandíbula casi se le desencajó cuando se dio la vuelta y vio a una figura femenina enmascarada enfundada en un ajustado traje con las manos apoyadas en la cintura.

- ¡Batgirl! – gritó sorprendido.

- ¡Sí, esa soy yo! – dijo la joven con orgullo.

- ¡Cogedla! – gritó el Dr. Rancor recobrando la compostura y conectando un dispositivo de señalización que llevaba en el bolsillo.

Los dos secuaces se lanzaron de inmediato al ataque, pero no eran rivales para la bien entrenada Batgirl y cayeron casi al instante.

- Bueno, quien quiera que usted sea, señor, - empezó a decir Batgirl mientras se acercaba cautelosamente al hombre – le sugiero que venga tranquilamente conmigo y me acompañe a buscar a Catwoman.

Justo en el preciso momento en que Batgirl estaba a punto de sujetar al Dr. Rancor, la joven oyó el sonido de un vehículo que se acercaba. Inmediatamente se giró para ver como otra furgoneta se detenía frente a ellos y cuatro hombres saltaban de ella. Creyendo que podía lidiar ella sola con ellos, Batgirl decidió no alertar a las unidades de policía que se encontraban en las cercanías. Sin problemas noqueó a los dos primeros hombres, pero entonces vio como el Dr. Rancor echó a correr hacia la parte trasera de la camioneta.

- ¡Quédese ahí quieto! – gritó la superheroína saltando sobre él y noqueándolo, pero no antes de que el doctor metiese la mano en la empuñadura de la puerta de la camioneta y la abriese.

En la penumbra del callejón, Batgirl apreció la figura desnuda de una mujer dentro de la furgoneta. Era una mujer que llevaba una capucha de cuero negro que cubría toda su cara a excepción de sus ojos y su boca, que ahora estaba totalmente abierta por la sorpresa. Batgirl pudo distinguir también como dos anillos brillantes coronaban los senos de la mujer.

- ¡Oh, no! ¡Es Batgirl! – exclamó la enmascarada.

- ¡Atrápala! – gritó otra mujer desde el interior de la furgoneta.

“¡Catwoman!”, pensó Batgirl mientras derribaba a otro de los esbirros con una patada hacia atrás.

- ¡No! ¡No puedo! ¡Es Batgirl! – oyó como se lamentaba la mujer desnuda.

- ¡Puta inútil! – regaño Catwoman a la mujer desnuda y, abriendo la puerta, saltó fuera de la furgoneta.

- ¡Bueno… mira a quien tenemos aquí! – ronroneó Catwoman enfrentándose a Batgirl. - ¡No sabes lo mucho que te he echado de menos, Batbimbo!

- ¡Y yo a ti también, Catwoman! – respondió Batgirl mientras derribaba al último de sus cuatro atacantes.

- ¡Ayúdame, por favor! – gritó la mujer desnuda.

Evaluando la situación, Batgirl decidió ayudar en primer lugar a la mujer. El Dr. Rancor seguía aun tendido en el suelo. Tal vez podría conseguir salir de allí con la mujer y el hombre, y quizás éste le condujese después hasta Catwoman.

Era hora ya de salir de allí, así que alargó la mano dentro de la furgoneta, agarró del brazo a la mujer desnuda y tiró de ella hacia afuera. Ahora pudo comprobar que la mujer no estaba totalmente desnuda, como supuso en un principio, sino que llevaba lo que parecía ser un tanga de cuero negro. Sujetando a la mujer del brazo con una mano, Batgirl lanzó una bomba de gas para ocultar su huída. Estaba ya a punto de agarrar al Dr. Rancor cuando la mujer enmascarada, de repente, se dejó caer sobre sus rodillas. “¡Mierda!”, pensó Batgirl al darse cuenta del retraso que en sus planes esto suponía. En ese instante, sintió que algo le tocaba la espalda y, de inmediato, una sacudida eléctrica recorrió todo su cuerpo.

- ¡Uhhh! – gimió Catwoman cuando su diafragma se contrajo involuntariamente expulsando todo el aire de sus pulmones. Luego, se desplomó sobre el suelo.

- ¡Sois un montón de mierda inútil! – regañó Catwoman a sus secuaces que aun tenían problemas para levantarse. Con la pistola aturdidora aun en la mano, se detuvo sobre la inconsciente Batgirl.

- ¡Pero también sois unos chicos con muuuuuuuucha suerte! – dijo antes de echarse a reír. – Os folláis todos los días a Supergirl y ahora, ¡tenéis también a Batgirl! No puede decirse que no cuide a mis empleados.

- ¡Y tú! – dijo enfadada encarándose hacia la encapuchada Supergirl. - ¡Casi lo echas todo a perder! ¡Definitivamente vas a pagar por esto!

*****

Barbara despertó amordazada y con los ojos vendados en el suelo de una de las furgonetas. Sus piernas estaban atadas juntas, con las manos atadas, también, a la espalda con los codos juntos, en una postura muy incómoda. No pudo dejar de gruñir bajo la mordaza.

Después de lo que parecieron siglos, la camioneta finalmente se detuvo. Barbara oyó como se abrían las puertas y sintió como varias manos la agarraban y la sacaban fuera del vehículo. Fue consciente de cómo se introducían en un edificio y de cómo se abrían y cerraban puertas a su paso. Finalmente la depositaron en el suelo y le quitaron la venda de sus ojos y la mordaza.

- ¡Bienvenida a mi nueva guarida, Batbimbo! – la saludó la voz de Catwoman mientras sus ojos se acostumbraban a la luz de la estancia.

Barbara se percató de que se hallaba en una habitación grande, posiblemente un almacén, rodeada por varios de los secuaces de Catwoman. De pie, detrás de ellos, se encontraban Catwoman y el hombre de mediana edad al que había sorprendido en la escena del atraco. Junto a Catwoman, una mujer joven permanecía arrodillada. Era la mujer desnuda que Batgirl había visto en la furgoneta, solo que ahora no llevaba la capucha.

- ¡Supergirl! – exclamó Batgirl.

Supergirl abrió la boca como si estuviese a punto de decir algo, pero luego miró con miedo a Catwoman y agachó la cabeza,  sonrojada por la vergüenza.

Aunque Batgirl había reconocido el rostro de Supergirl, apenas podía creer que se tratara realmente de ella. De su rostro había desaparecido toda señal de su habitual confianza y determinación, y su atlético cuerpo ya no estaba cubierto por su uniforme. En su lugar, se hallaba arrodillada y desnuda, salvo por el negro tanga de cuero, frente a estos criminales sin intentar, siquiera, cubrir su desnudez. Lo que es más, Batgirl podía ver claramente los dos plateados anillos que adornaban sus pezones así como el collar de cuero que ceñía su cuello.

- ¡Supergirl! ¿Qué te ha pasado? ¿Qué estás haciendo aquí? – exclamó Batgirl.

- Hmmmm… Parece que tu amiga tiene un montón de preguntas que hacerte, puta. – ronroneó Catwoman mientras, con la fusta que llevaba en la mano, hizo que Supergirl levantase la cabeza. - ¿Por qué no empiezas primero por decirle cómo te llamas?

- Yo… yo me llamo Super… Superputa. – contestó humildemente Supergirl, con la cara roja de vergüenza.

“¿Qué?” Batgirl no podía creer lo que oía.

- Ya ves. - dijo Catwoman con una risita – Supergirl se cansó de luchar contra el crimen y de salvar vidas y ha decidido dedicar sus poderes a objetivos más interesantes. Así que el Dr. Rancor y yo la hemos ayudado a convertirse en Superputa. ¿Por qué no le explicas a Batbimbo qué es exactamente lo que eres aquí?

- Yo… yo soy un ju… un juguete sexual. – respondió Supergirl cerrando los ojos ante el dolor y la humillación de tener que pronunciar esas palabras delante de una compañera en la lucha contra el crimen.

- ¡Eso no puede ser! ¿Qué le has hecho? ¡Eres malvada! – le espetó airada Batgirl a Catwoman.

- Tsk, tsk, no está bien que digas esas cosas, ¿no es cierto? – ronroneó Catwoman mientras se acercaba a ella. - Sobre todo si estás atada…

Sonriendo con malicia, Catwoman despojó a Batgirl de su batcinturón. Ésta solo pudo mirar, impotente, como uno de los guardias se llevaba su cinto con todos sus gadgets.

- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó Batgirl tratando de parecer valiente.

- Bueno, querida… - ronroneó Catwoman mientras acariciaba suavemente el inmovilizado cuerpo de Batgirl. – Tenemos algunos asuntos pendientes que resolver, ¿no? Planeaba hacerte una visita cuando acabase mi trabajo en Metrópolis, ¡pero parece que tú has decidido hacerme un regalo sorpresa! –terminó de decir Catwoman riendo.

- ¡No te saldrás con la tuya! – gritó Batgirl con rabia.

- ¿En serio? Observa.

Catwoman sacó un pequeño mando a distancia y pulsó un botón. Se oyó un ligero zumbido e inmediatamente Supergirl dejó escapar un gruñido. Batgirl vio con sorpresa como Supergirl cerraba los ojos y comenzaba a jadear mientras sus caderas se retorcían. Luego Catwoman apretó otro botón y Supergirl inmediatamente soltó un grito de frustración.

- Enseñádselo. – A la orden de Catwoman, dos de sus esbirros sujetaron a Supergirl de los brazos incorporándola.

A medida que, lentamente, le deslizaban hacia abajo el tanga,  Batgirl pudo comprobar como éste estaba unido a un vibrador que invadía el sexo de Supergirl y que, seguramente, era controlado por el mando a distancia que poseía Catwoman. ¡Eso fue lo que impidió que pudiese huir con ella! Aun así, Batgirl estaba totalmente asombrada de cómo Supergirl estaba bajo el yugo de Catwoman. Privada de su orgasmo, Supergirl estaba ahora tendida en el suelo, en posición fetal, gimiendo ligeramente, con sus muslos relucientes de sus propios fluidos.

- ¿Ves? – dijo Catwoman riendo triunfalmente. – Lo único que ahora quiere es correrse, ¿verdad, puta?

- S… sí, oh… oh… - respondió Supergirl como si estuviese en un sueño.

- ¡Llevaos a la puta a su celda! – ordenó Catwoman a sus secuaces. - ¡Y preparadla para su castigo!

A Batgirl no dejaba de preocuparle lo que iba a sucederle a Supergirl, pero ahora tenía otras preocupaciones más inminentes en su mente. Si Catwoman había sido capaz de convertir a Supergirl en una especie de esclava sexual, ¿qué era lo que iba a hacer con ella?

- ¿No es el tipo de reunión que esperabas?

Las palabras de Catwoman la sacaron de su ensimismamiento.

- No sé qué estarás tratando de hacer. ¡Pero no vas a salirte con la tuya! – exclamó Batgirl desafiante.

- ¡Bien! ¡Me gusta eso! ¡Vamos, chicos, preparadla!

Inmediatamente seis secuaces de Catwoman agarraron a Batgirl y la condujeron al centro de la habitación. La joven luchaba y se resistía desesperadamente, pero fuertemente atada, como se encontraba, no había nada que ella pudiese hacer. Antes de desatarla, tres hombres la sujetaron mientras un cuarto hombre le propinaba un fuerte puñetazo en el estómago que consiguió que, a causa del dolor, Batgirl se doblase sobre sí misma.

En ese momento de indefensión, los hombres aprovecharon para desatarla y esposar sus muñecas a dos esposas que colgaban del techo. Lo mismo le sucedió a sus pies, que quedaron presos de dos grilletes que estaban unidos al suelo. Batgirl se estremeció cuando los hombres tensaron las cadenas haciendo que su cuerpo se estirase. Tras hacer eso, los hombres se hicieron obedientemente a un lado mientras Catwoman se acercaba a la prisionera.

- ¡Dios mío! He estado esperando esto durante tanto tiempo… - ronroneó Catwoman mientras se colocaba delante de Batgirl levantando su mano derecha.

Horrorizada, la muchacha se percató de la afilada hoja metálica en forma de garra que remataba el dedo índice de  Catwoman. Ésta acercó la afilada hoja al cuello de Batgirl y procedió a cortar la parte superior del Bat-traje. Batgirl podía sentir como el metal se abría paso a través de su traje y, nerviosa, contuvo la respiración.

Sintiendo su miedo, Catwoman se echó a reír.

- ¿Está listo, doctor? Es hora de desenvolver el regalo. – dijo mientras, con un brusco movimiento de su mano, acababa de desgarrar el bat-traje de Barbara.

La parte delantera del traje de la superheroína ahora estaba abierta, y el canalillo de Barbara se podía ver claramente. Mordiéndose el labio, estaba decidida a no darles el gusto de verla llorar.  Cerró los ojos y ladeo, abatida, la cabeza cuando Catwoman hizo otro corte en su traje desde la muñeca derecha a la izquierda.

Agarrando por detrás el bat-traje, Catwoman tiró de él hacia abajo dejando el torso de Barbara totalmente expuesto. La muchacha se sonrojó avergonzada. Sus jóvenes y firmes senos estaban totalmente a la vista de todos aquellos rufianes.

- Hmmmm… ¡Adorables! – dijo bromeando Catwoman. - ¿Desea ver más, doctor?

- ¡Claro, por supuesto! – rió entre dientes el Dr. Rancor.

Catwoman hizo varios cortes a lo largo de las piernas de Batgirl y arrancó por completo el traje de su cuerpo. Batgirl estaba ahora completamente desnuda excepto por un tanga negro, la máscara, los guantes y las botas.

- ¡Oh! ¡Miren eso! – gritó  fingiendo sorpresa Catwoman y señalando el tanga de Barbara. - ¡Tenemos una chica traviesa!

Todos en la sala reían, lo que consiguió que la vergüenza de Barbara se transformase en ira.

- ¡Puedes reírte todo lo que quieras! – gritó airada. - ¡Nunca me rendiré!

- ¿En serio? Yo no estoy tan segura de ello. – bromeó Catwoman. – Pero eso ya lo averiguaremos más tarde. Lo que me interesa ahora es quien se esconde tras la máscara de Batgirl. ¿Y a vosotros, chicos?

- ¡No! – gritó consternada Batgirl.

Ante las protestas de la muchacha, los matones se pusieron a jalear a Catwoman que, estirando la mano, arrancó la máscara de la cara de Batgirl.

- ¡Oh, Dios mío, pero si es Barbara Gordon! – exclamó una sorprendida Catwoman antes de echarse a reír. - ¡Batgirl es Barbara Gordon!

- Así que, Sta. Gordon, - empezó a bromear Catwoman ante una cada vez más furiosa Batgirl. – ¿tu trabajo en la biblioteca de Gotham te resulta tan aburrido que tienes que andar saltando por las azoteas de la ciudad enfundada en unas mallas?

- Solo trato de ayudar a la gente, ¡deteniendo a los criminales como tú! – protestó airadamente Barbara.

- ¿En serio? – Catwoman se echó a reír de nuevo. – Para eso podías haberte unido a la policía, como hizo tu padre o como haría cualquier ciudadano. ¿Sabes qué? Creo que lo que realmente deseas es exhibirte. ¡Salir por ahí exhibiendo tu cuerpo en esos ajustados trajecitos tuyos, zorrita!

- ¡No! ¡Eso no es cierto…! ¡Auchhhh! – la airada protesta de Barbara se convirtió en un grito de dolor cuando Catwoman agarró su pezón derecho y se lo retorció cruelmente. Luego, la villana se agachó y cortó las finas tiras que sujetaban el tanga de Barbara, revelando un coñito bien recortado.

- Hmmmm… ¡precioso! –ronroneó Catwoman deslizando su mano sobre él.

Barbara cerró los ojos y ladeó, consternada, la cabeza.

- ¡Aparta tus sucias manos de mi, malvada! – gritó Batgirl.

- ¿Y qué harás si no lo hago, “Señorita Castidad”? – preguntó Catwoman mientras forzaba con un dedo el seco sexo de Barbara provocando que, en el rostro de la cautiva, apareciese una mueca de dolor. – Solo espera y verás, dentro de poco suplicarás que te lo haga.

- Iba a comenzar tu entrenamiento sin demora. – dijo Catwoman retirando el dedo. – Pero en vista de que eres una buena chica, lo pospondré hasta mañana. ¡Ahora solo voy a darte una pista de cómo va a ser tu castigo!

Sonriendo con malicia, Catwoman hizo un gesto a uno de sus secuaces que se acercó a ella portando un pequeño estuche de cuero. Del estuche, Catwoman sacó una jeringa y un frasco pequeño. Nerviosamente, Barbara observaba como Catwoman llenaba la jeringa con el contenido del frasco.

- No te preocupes. – dijo con una sonrisa Catwoman. – Pronto descubrirás lo que es.

Barbara no pudo evitar resistirse cuando Catwoman se acercó a ella con la jeringa en la mano.

- ¡Catwoman! ¡Pagarás por esto! – gritó desesperada.

- ¡Oh, no puedo esperar a que me atrapes! – susurró Catwoman mientras hundía la aguja en el brazo desnudo de Barbara y le inoculaba, a continuación, el contenido de la jeringa. – Éste es un cóctel de varias drogas nuevas con las que he estado experimentando. Pruébalo, estoy segura de que te va a gustar.

Presa de la ansiedad, Barbara esperó a sentir los efectos de la droga. Tras unos minutos, ésta aun parecía no estar haciéndole nada.

Transcurridos algunos minutos más, Catwoman, sonriendo con malicia, se inclinó hacia delante, sacó la lengua y lamió el pezón izquierdo de Barbara.

- ¡Ooooooh…! – la sensación de placer que sintió la joven fue tan intensa que Barbara sintió como si la golpease un rayo. Tomada por sorpresa, no pudo evitar lanzar un gemido.

- ¿Ves? Esta droga multiplica por cien la sensación de placer y, también, la de dolor. ¡Imagina todo el placer que puedes conseguir con ella! – dijo Catwoman mientras tomaba su fusta y se colocaba detrás de Barbara. – Pero hoy nos centraremos en la parte del dolor…

Con estas palabras, Catwoman dejó caer pesadamente la fusta sobre la espalda de Barbara.

- ¡Aaaaaaah! – el dolor hizo gritar a Barbara. Se esperaba lo peor, pero el dolor que sintió fue casi insoportable.

¡Swishhh!, golpeó de nuevo Catwoman.

- ¡Uuuuuuuurgh! – gimió Barbara apretando los dientes tratando de no gritar.

- Dime, ¿te gusta, eh? – preguntó Catwoman mientras volvía a golpear a Barbara una y otra vez. Pronto, la espalda de la muchacha quedó marcada por infinidad de líneas rojizas y Catwoman, poco a poco, empezó a dirigir sus golpes hacia el blanco y redondo culo de Barbara.

- Ughhh… ughhh…

Barbara reprimió varios gritos mientras Catwoman continuaba con su castigo.

- Hmmm… no está mal para una perra malcriada como tú. – dijo Catwoman deteniéndose y dando a Barbara algún tiempo para recuperar el aliento.

- ¡Veamos de que está hecha nuestra Batbimbo! – dijo la villana situándose delante de Barbara.

El castigo recibido había dejado a Barbara temblando. Su cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor y su pelo castaño se enmarañaba en su frente. Miró a Catwoman y se mordió el labio.

- ¡Toma esto, puta! – dijo Catwoman dejando caer la fusta sobre los senos de Barbara.

- ¡Aaaaaaaaaah! – Barbara lanzó un aullido de dolor cuando la fusta recorrió sus delicados pechos.

- ¿Qué? ¿No eres tan dura después de todo? – preguntó Catwoman mientras azotaba nuevamente a Barbara, esta vez golpeando sus pezones y arrancando otro grito de los labios de Barbara.

- ¡Ah, ah, ah… Aaaaaaahhhh!

Barbara gritaba y movía la cabeza de un lado a otro cada vez que Catwoman lanzaba la fusta contra su pecho. Catwoman la golpeaba una y otra vez, logrando que los blancos globos que eran los senos de Batgirl estuviesen ahora cruzados por infinidad de líneas rojas. Barbara ya no podía soportarlo más.

- ¡Por favor, para! – gritó. - ¡Por favor! ¡Tú ganas! ¡No puedo soportarlo más! ¡Ah! ¡Ah!

- ¿Perdona? ¿Qué has dicho? – preguntó Catwoman burlonamente mientras continuaba el castigo.

- ¡Dije que has ganado! ¡Por favor, para! – suplicó Batgirl, con los ojos anegados ahora de lágrimas.

- ¿Y qué quieres decirme con eso? – preguntó Catwoman golpeando una vez más a Barbara.

- ¡Ay! ¡Yo… yo haré lo que me pidas! ¡Simplemente deja de pegarme!

- ¿En serio? ¿Estás segura? – preguntó Catwoman.

- ¡Sí, p… por favor! ¡Te lo suplico! ¡Para! – rogó Barbara, jadeando, con una lágrima, finalmente, deslizándose por su mejilla.

- ¿Y si te pido que te folles a todos los hombres de la habitación? ¿Lo harías? – preguntó Catwoman.

- Y… y… yo… ¡Oh!

Barbara lanzó un grito de alarma cuando Catwoman levantó la mano con la fusta.

- ¡Oh, sí, sí! – respondió con mansedumbre, cerrando avergonzada los ojos.

- Bueno, chicos, ¡ya habéis oído a la señorita! ¡Bajadla!

Barbara seguía temblando cuando los hombres la descolgaron dejándola sobre el suelo. Ajustaron la longitud de las cadenas de forma que ahora la muchacha descansaba ahora arrodillada, aun con los tobillos encadenados y con las piernas bien separadas.

- Bueno, Dr. Rancor. – dijo alegremente Catwoman. – Como de costumbre, creo que debería hacer usted los honores.

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