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De tal madre, tal hija

en Dominación

Este relato es una traducción del original escrito por Jacobmerriweather aparecido bajo el título "Like Mother, like daughter" en la web Literotica. Espero que lo disfruteis.

Maureen Clemons tarareaba una cancioncilla para sí misma mientras ordenaba la casa. Estaba completamente sola. Su esposo, James, se había ido el día anterior. Era contable de una empresa internacional y con frecuencia pasaba semanas enteras trabajando fuera de casa, dejándola sola con los chicos.

Pero los chicos estaban creciendo. Jason acababa de empezar su segundo año en la universidad y no volvería a casa hasta el puente de Acción de Gracias y Lainey, liada con su último año de secundaria, hacía un par de semanas que había cumplido los dieciocho y ahora, más que nunca, pasaba la mayor parte del tiempo con sus amigos y compañeros de clase.

Sin embargo a Maureen eso no le importaba, sabía que era lo mejor para ellos y ella ya tenía sus propios planes, por lo que tener la casa para ella sola era verdaderamente conveniente.

Mientras iba del comedor a la cocina, se vio reflejada en el espejo y se detuvo ante él, sonriendo. Era de baja estatura, un metro sesenta, y aunque era relativamente pequeña, tenía unas curvas bastante bien puestas. Era el epítome de mamá sexy del vecindario: cabello negro corto, tetas grandes, un cuerpo apretado con curvas perfectas y un culo grande y redondo que rebotaba de un lado a otro cuando andaba. Se admiró a si misma. Llevaba un vestido corto a rayas que se ceñía con fuerza a su cuerpo, un delantal de lino color crema, con volantes y finas tiras ajustadas alrededor de su delgada cintura.

- Nunca he visto un espejo que no te gustase, ¿eh? - preguntó una voz calmada y ella dio un gracioso salto mientras se volvía hacia las puertas francesas que daban al patio trasero. Ben, el mejor amigo de su hijo, estaba apoyado contra el marco.

- Oh, Ben, me asustaste. - suspiró ella viendo esa sonrisa lasciva que se dibujaba en el rostro del muchacho, la sonrisa a la que se había acostumbrado.

El joven era alto, con cabello ondulado y descuidado y con una mirada penetrante. Siempre había sido un niño guapo, pero ahora era un hombre apuesto y en forma.

- ¿Perdona? - preguntó Ben y ella bajó la vista al tiempo que sus manos tomaron la posición que les correspondía tras su espalda.

- Lo siento, Señor. Buenos días, Señor. - murmuró mientras él caminaba hacia ella, cerrando la puerta tras él. - No le esperaba hoy, pensé que tenía clase, Señor.

- No te preocupes por mí. - sonrió Ben.

Ben había sido el mejor amigo de su hijo Jason desde que eran niños y habían sido inseparables mientras crecían. Sin embargo, él había elegido quedarse en la ciudad para ir a la universidad local en lugar de salir del estado tal y como hizo Jason.

- Entonces me pregunto, si no me esperabas, ¿todavía sigues cumpliendo mis órdenes? Veamos si has sido una buena puta hoy. - le dijo Ben mientras la sujetaba del pelo, llevándola hasta la mesa del comedor mientras ella luchaba débilmente por mantener el ritmo, para luego, reclinándola sobre la mesa, levantar su vestido y encontrar su culo desnudo expuesto para él.

- Bien, sin ropa interior. - dijo el muchacho sonriendo, extendiendo la mano entre las piernas de la mujer para inspeccionarla, frotando su carne, sus dedos tanteando su culo y presionando su clítoris.

- No, Señor, las putas inmundas no pueden usar bragas. Las putas inmundas deben estar preparadas para ser folladas cuando su dueño lo desee. - contestó ella, cerrando los ojos mientras Ben introducía dos dedos dentro de su estrecho coñito y su ansioso cuerpo los aceptaba, perdiendo por un momento el aliento cuando él retiró los dedos y la obligó a darse la vuelta para que lo mirase y llevase los dedos, empapados de sus jugos, hacia la boca de ella.

- ¿Y qué más hacen las putas inmundas? - preguntó Ben mientras ella abría su boca y lamía y sorbía ansiosamente sus propios jugos de los dedos del joven mientras desviaba la mirada, sonrojándose.

- Las putas inmundas se tragan las corridas de sus amos, las putas inmundas son castigadas cuando son malas y se las follan si son buenas, las putas inmundas hacen lo que se les ordena. - recitó Maureen, tomando pequeños descansos para lamer y sorber los dedos del joven, diciendo las palabras que ella sabía que él quería escuchar.

- Buena chica. Me gusta el delantal. Quítate el vestido y déjate puesto el delantal. Solo eso. Eso es todo lo que se te permitirá usar el resto del día. - dijo Ben tomando una silla y sentándose a mirarla.

- Pe… pe… pero Señor, estoy esperando un paquete. - dijo ella tartamudeando al tiempo que se daba la vuelta para evitar su mirada.

- Mejor aún, suena como si el hombre que te lo entrega obtuviese una recompensa. - bromeó Ben.

Maureen gimió un poco, se desabrochó el delantal y se lo quitó. Luego se despojó de su vestido y volvió a ponerse el delantal, acomodando, tanto como pudo, sus grandes senos en su interior, pero, incluso así, sobresalían a los lados. Su culo se mostraba completamente desnudo.

Se quedó inmóvil allí por un momento, mirando al suelo y respirando hondo mientras Ben la observaba y sonreía.

- Buena chica, ahora prepárame el desayuno, puta, estoy hambriento. - Le espetó él y ella salió corriendo hacia la cocina, apresurándose en sacar el tocino y los huevos, haciendo estallar el pan en la tostadora. No hubieron pasado más de quince minutos antes de que ella tuvo frente a él listo el desayuno con el café, el zumo y la comida.

- Perfecto, ahora ya puedes obtener tu recompensa. - le dijo Ben mientras acercaba su silla a la mesa y ella asentía mordiéndose el labio.

- Sí, Señor. - dijo ella en un susurro y cayendo sobre sus rodillas gateó hasta colocarse bajo la mesa.

Ben sintió como Maureen le bajaba la cremallera de su pantalón y, alargando la mano, liberaba su polla dura como una piedra. Luego la escuchó jadear un poco mientras la besaba y lamía, frotándola suavemente mientras su respiración se volvía más profunda y rápida.

- Métetela hasta la garganta, estúpido y pequeño juguete sexual. - le ordenó Ben mientras daba buena cuenta de su desayuno, gimiendo un poco al sentir la cálida y afectuosa boca de la mujer engullir su polla, escuchando como ella se atragantaba y sofocaba al tiempo que se movía arriba y abajo sobre su polla.

- ¿Qué dices, puta? - preguntó él y ella lanzó un gemido como respuesta.

“Gracias por su polla, Señor”, era lo que Maureen había intentado contestar, pero con aquella polla a medio camino de llegar a su garganta, solo pudo emitir un gemido compuesto por gorgoritos y palabras a medio terminar.

- De nada, puta. - dijo sonriendo Ben, echándose hacia atrás, bebiendo su café, mientras ella seguía sorbiendo y balanceando arriba y abajo su cabeza.

- ¿Lista para tu desayuno? - preguntó Ben y ella gimió, sacando la polla del joven de su boca lo suficiente como para susurrar un “sí, Señor” antes de volver a introducir de nuevo aquella polla en su garganta.

Ella comenzó a acariciar con una mano aquella barra de carne mientras que con la otra se dedicó a masturbarse mientras chupaba y se atragantaba con aquella polla, acariciando frenéticamente su coño hasta que comenzó a oírlo gemir.

- Eso es. Justo así. - gruñó él, sujetándola de la cabeza y empujando su polla hasta el fondo de la garganta de la mujer, follándose su boca mientras ella se atragantaba y babeaba por todas partes hasta que, finalmente, derramó su semen en la garganta de ella, ráfagas de esperma caliente disparado directamente al vientre de la mujer mientras gemía, soltándola una vez hubo acabado.

Maureen retrocedió y comenzó a sollozar a causa del mal trato, tan sobreestimulada y degradada que se acabó quebrando, como solía hacer siempre, gimoteando, llorando a lágrima viva y, sin embargo, completamente incapaz de dejar de masturbarse.

- Aparta tu mano de ese coño, aún no te he dado permiso para correrte. - le ordenó Ben, empujando su silla hacia atrás para poder verla sentada sobre su trasero, con las piernas abiertas y con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras jugueteaba consigo misma.

- ¡Por favor, Señor! ¡Por favor! He sido una buena puta, ¿no? - suplicó ella.

 - Absolutamente no. - respondió él agarrándola del pelo y sacándola de debajo de la mesa, abofeteándola y escupiéndola, viendo como sollozaba y se sorbía los mocos en silencio.

 - ¡Pe… pe… pero Señor! – resopló ella, sabiendo que no debía limpiarse la saliva de la cara, con su maquillaje corrido y las mejillas enrojecidas. - Por favor, Señor, por favor, permita que me corra.

- No. Primero necesitas ser castigada. - respondió él y ella se mordió el labio, moviendo la cabeza de un lado a otro.

- ¡Pero he sido una buena puta! - protestó ella cuando él la levantó y la colocó sobre sus rodillas, con el culo levantándose hacia el cielo, frotándolo y tanteando su carne mientras ella se recomponía, gimiendo en voz baja.

- Las buenas putas deben ser castigadas a diario, ¿no crees? - preguntó Ben y ella asintió.

- Las buenas putas necesitan saber cual es su lugar. - recitó, aceptando su situación.

Ella tomó aire y cuando exhaló comenzaron los azotes. Él la golpeó con fuerza, azotándola bruscamente, tanteando y apretando, golpeando y dando palmadas, hasta que el culo de Maureen tomó un color rojo intenso y ella lo sintió ardiendo en carne viva, formándose bajo su rostro un pequeño charco originado por todas sus lágrimas.

- ¿Qué eres? - preguntó Ben mientras continuaba castigando el culo de la mujer.

- Una puta, Señor. Su puta. - jadeó Maureen, rechinando los dientes y tratando de no forcejear.

- ¿Quién es tu Dueño? - preguntó Ben.

- Usted, Señor.

- ¿Y de quien es la culpa de eso?

- Mía, Señor. - respondió ella tal y como había hecho muchas veces antes, mirando hacia otro lado mientras lágrimas de vergüenza corrían por sus mejillas.

Cuando Ben finalmente dejó de azotar aquel culo, apartó a la mujer de su regazo y, poniéndose en pie, se dirigió hacia la nevera para coger una jarra de agua fría. Llenó con ella un vaso y bebió lentamente mientras veía como la mujer, secándose las lágrimas, se componía.

- Ahora, voy a darte a elegir y ni siquiera quiero que me digas cuál es tu respuesta. Si deseas que te folle como a una puta y me corra dentro de ti, entonces levántate, inclínate sobre la mesa y presenta tu coño para mí. Si prefieres que me vaya de aquí ahora, todo lo que tienes que hacer es levantarte y marcharte. Sube a tu habitación y para cuando decidas bajar te prometo que ya me habré ido.

Maureen lo miró fijamente, con los labios entreabiertos y los ojos muy abiertos, insegura al principio de si aquello era una trampa, pero cuanto más pensaba en ello y cuanto más lo miraba sonriendo, indicándole que no lo hiciera, más segura estaba de que no se trataba de una trampa.

Ella podría irse ahora y él la dejaría sola el resto del día. ¿Y quién sabe? Tal vez la elección se repetiría otro día, y quizás otro más. Tal vez algún día él la liberaría y nunca más se vería obligada a someterse al mismo abuso, a la misma humillación que sufría día tras día.

Lentamente, se levantó, agarró una silla y la apartó de su camino. Luego inclinó su cuerpo sobre la mesa del comedor, irguiendo su gran y apretado trasero y separó ligeramente sus piernas, mostrando los labios de su coño brillando con sus jugos. Su respiración se hizo entrecortada, como un débil susurro chirriante.

- Te encanta ser una putilla asquerosa, ¿verdad? - dijo Ben riendo, mirándola temblar y sollozar en silencio.

- No, no, no quiero serlo. - gimió ella cerrando los ojos y presionando su cara contra la dura superficie de la mesa de madera. - ¡No quiero ser una puta!

- Entonces, ¿por qué sigues aquí? - preguntó Ben en voz baja y ella jadeó, sollozando y gimiendo, temblando mientras él se acercaba a ella, agarrándole una nalga de su culo e introduciendo su polla dentro de su coño palpitante y húmedo.

- ¡Joder! - escupió ella, levantando la cabeza y ahogándose. Su saliva roció la mesa cuando Ben aceleró el ritmo.

- Eso es, así. - gruñó Ben.

El muchacho manoseó el culo de Maureen, sopesando su carne, usándolo como asidero para moverla de un lado a otro mientras su pulgar, lentamente, empujaba contra la entrada del ano de la mujer. Ben dejó caer un gran chorro de saliva de su boca que bajó lentamente por la hendidura de las nalgas de la mujer antes de frotarla con su pulgar contra el orificio y luego presionó hasta introducirlo dentro.

- ¡Oh, Dios! ¡Sí! ¡Joder! ¡Gracias, Señor! - exclamó ella, gimiendo y jadeando como un animal salvaje en celo.

- ¡Por favor, Señor! Por favor, ¿puedo correrme? - preguntó ella, volteando la cabeza para ver como él se la follaba con los ojos cerrados.

- Conoces las reglas. - le respondió Ben, viendo como la cara de la mujer se llenaba d eplacer y se volvía de un rojo más brillante.

- ¡Pero! ¡Pero! ¡Pero Señor, por favor! -suplicó ella cerrando los ojos.

- ¿Cuál es la regla? - preguntó Ben mientras ella se mordía el labio tratando de no correrse.

- Las putas inmundas solo se corren cuando les están dando por culo. - gimió ella y Ben retiró su polla del coño de la mujer.

- ¡No, por favor! ¡Sigue follándome! - suplicó ella y Ben presionó la punta de su polla contra su estrecho culo.

- ¿La quieres en tu culo?

- ¡No! - sollozó ella negando con la cabeza.

- La quieres, ¿no es cierto? - la incitó Ben azotándole el culo. - No eres más que una puta asquerosa que quiere correrse, ¿verdad?

- ¡No! - sollozó ella, volviendo a negar con la cabeza, pero, finalmente, su resistencia se acabó rompiendo. - ¡Sí! ¡Sí! ¡Soy una puta asquerosa! ¡Tan solo una tonta e inútil puta que necesita correrse! ¡Fóllame por cualquier lado! ¡No me importa! ¡Sólo déjame correrme!

Ben agarró el culo de la mujer y separó sus nalgas, forzando la entrada de su polla en aquel culo. Ella gruñó y gimió mientras él la empalaba lentamente con su polla, moviéndola de atrás a adelante.

- ¡Oh, joder! ¡Oh, jjjjjj…! - gruñó Maureen a voz en grito al tiempo que gemía y su mano derecha buscaba el camino hacia su coño, frotando su clítoris e introduciéndose dos dedos en su interior.

- ¡Oh, Dios! - volvió a gemir ella volviéndose hacia Ben.

- ¡Por favor, Señor! ¡Por favor, deje que me corra!

- Hazlo. - gruñó Ben y ella lanzó un gemido. Su inminente orgasmo se estaba aproximando hasta que no quedó nada para detenerlo y, finalmente, la alcanzó.

- ¡Oh, Dios! - sollozó ella mientras su coño explotaba, con sus jugos chorreando y goteando por sus piernas, rociando el suelo al tiempo que ella lloraba.

- Joder, eres repugnante. - se burló Ben y ella lanzó un gemido, mordiéndose el labio y lloriqueando.

- ¡Lo soy! ¡Soy una puta estúpida y repugnante! - exclamó ella llorando. Su orgasmo seguía golpeándola en oleadas. - ¡Solo soy una puta sin ningún valor!

Ben se echó a reír mientras ella seguía esforzándose, rebotando y follándose el coño con los dedos, gimiendo y sollozando hasta que él no pudo contenerse más y, sujetándola del cuello, bombeó su semen dentro del culo de Maureen.

- ¡Gracias! ¡Gracias, Señor! - gimió ella cuando sintió que él la llenaba con su semen. Luego el joven se apartó de ella y se dejó caer en una de las sillas del comedor.

Maureen permaneció en la misma posición, sollozando en silencio mientras Ben se relajaba. Luego, se arrodilló lentamente sin dejar de mirar fijamente al muchacho. Su delantal estaba hecho un desastre. La parte superior estaba empapada con una mezcla de lágrimas, saliva y maquillaje. La parte inferior estaba empapada con sus jugos. Por un momento se quedó sentada en el suelo para después acercarse a Ben y apoyar la cabeza en su regazo.

- ¿Soy una buena puta para ti? - susurró, con lágrimas en los ojos, y Ben acarició su despeinado cabello.

- Eres aceptable. - contestó él sonriendo y ella asintió con la cabeza, luego agarró la polla flácida del muchacho y comenzó a limpiarla a lametones, chupando sus propios jugos antes de continuar su camino hasta sus bolas.

- Buena chica. - dijo Ben con un suspiro acariciando el cabello de la mujer y ella, cuando terminó de lamerlo, sonrió y se sentó.

De repente, sonó el timbre de la puerta y Ben sonrió maliciosamente.

- Justo a tiempo, ¿eh? - dijo riendo y Maureen se echó hacia atrás asustada, con los ojos muy abiertos y la mandíbula caída, negando con la cabeza.

- Por favor, Señor, por favor, no me obligue a abrir la puerta de esta manera. - suplicó jadeante ella, pero Ben se limitó a negar con la cabeza.

- Ni una palabra más, puta. - dijo y, sonriendo, señaló hacia el frente de la casa y chasqueó los dedos. - Contesta a la jodida puerta.

*****

Max llevaba trabajando en UPS algo más de cinco años y ese día era un día increíblemente agradable mientras se dirigía hacia la última casa antes de la hora de almorzar. Era un hombre negro de mediana edad, calvo y bien formado, con un poco de tripa. Un hombre decentemente guapo. Aparcó la camioneta de reparto y caminó por la acera hacia una casa grande y hermosa con el césped bien cuidado, con viejos robles y arbustos, y un porche sombreado.

Había un coche aparcado en la entrada, pero cuando llamó, nadie respondió durante un buen rato. Estaba a punto de llenar un pequeño recibo de entrega perdida cuando la puerta se abrió levemente y una hermosa mujer, de treinta y tantos años asomó su cabeza a través de la pequeña abertura, sonriendo nerviosamente. Luego, abrió la puerta un poco más.

Aquella mujer era un espectáculo digno de contemplar. Hermosa y pequeña, con grandes ojos redondeados y el cabello corto y oscuro. Su maquillaje estaba desecho, pero aun así se veía increíble. Y cuando los ojos de Max bajaron un poco, descubrió que solo un pequeño delantal con volantes, apenas capaz de contener sus tetas, la cubría dejando sobresalir sus redondeadas carnes por todos lados.

Por la forma en que ella estaba de pie, encajada tras la puerta ligeramente abierta, Max no podía decir si ella se cubría con algo más, pero inmediatamente dudó de que lo estuviera.

- ¿Maureen Clemons? - finalmente preguntó Max después de aclararse la garganta y ella asintió.

- Firme aquí, por favor. - dijo él y ella sonrió, extendió la mano hacia el lápiz óptico de plástico que Max le tendía y firmó la pantalla electrónica que él sostenía en su mano.

- Está bien, aquí tiene. - dijo él entregándole la caja.

- Gracias. - susurró ella mansamente, mirando hacia otro lado, y Max sonrió.

- De nada. - respondió Max mirando a la mujer de arriba abajo. - Que tenga un buen día.

Pero antes de que él pudiera darse la vuelta, ella abrió la boca, como para decir algo, y un jadeo silencioso escapó de sus labios, mientras lo miraba fijamente. Max se quedó allí, perplejo mirándola mientras ella tragaba saliva, miraba hacia un lado, luego al otro y, finalmente, se dejaba caer sobre sus rodillas, sonriendo un poco antes de abrir la boca y sacar la lengua.

La mandíbula de Max se aflojó mientras la miraba mantener la posición, mirándolo fijamente a los ojos, como si le estuviese implorando que él le metiese la polla por su garganta.

- ¡Guau! - gruñó él, pero ella no se movió y, por un momento, él se perdió en sus pensamientos.

Pensó en su esposa, a quien amaba profundamente. Pensó en su hijo, en su matrimonio y en que, durante los casi quince años que llevaba casado, jamás había engañado a su mujer.

Pero esto apenas podía considerarse como una infidelidad. Él no había buscado esto, ni lo había pedido, ni siquiera era resultado de un flirteo. Maureen estaba arrodillada ante él como si no fuese nada más que un agujero. Todo lo que tenía que hacer era meterle la polla en la boca y follársela hasta que se corriese. Realmente, no era un gran dilema.

Max se guardó la Tablet de las firmas y se bajó los pantalones. Su polla ya estaba rígida y dura cuando se la sacó. Miró por encima de sus hombros, pero no había nadie por los alrededores e, incluso, el porche estaba ligeramente cerrado y había un montón de vegetación que bloqueaba la visión desde la calle.

- ¡A la mierda! - resopló Max cuando agarró la cabeza de Maureen y forzó su polla dentro de la boca de la mujer.

Ella no forcejeó ni se retorció, simplemente se quedó allí sentada mirándolo fijamente, abriendo su garganta y dándole la bienvenida a su enorme polla.

- ¡Joder! - gruñó él comenzando a follarle la boca a la mujer. Tras un momento o dos, mientras la follada se volvía más ruda, ella comenzó a atragantarse y sofocarse, pero Max no le prestó ninguna atención en absoluto. Apenas podía pensar en ella como una persona, la forma en que cayó de rodillas le gustó. Ella era una puta, una zorra inmunda, simple y llanamente, y en la ardiente lujuria de Max solo la veía como un trozo de carne, un agujero cálido y suave.

- Así, así. - gimió él, sujetando la cabeza de Maureen con sus dedos grandes y gruesos, forzando su polla hasta la garganta de la mujer, con sus bolas golpeando la barbilla de ella mientras él se follaba su cara. Inclinándose sobre ella, él le miró la espalda, confirmando que no llevaba ropa tras el delantal, solo su culo desnudo sobresalía.

- ¡Joder! - gritó él finalmente cuando sus bolas se vaciaron y de su polla salieron disparados borbotones de semen.

- ¡Mmf! ¡Mmf! - Maureen se atragantó cuando los chorros de esperma impactaron contra su garganta forzando el reflejo de las náuseas. Al atragantarse, parte del semen escapó de sus labios, goteando por su barbilla mientras ella luchaba por tragar su carga. Finalmente recuperó la compostura, se tragó el semen y respiró profundamente mientras Max sacaba la polla de su boca y se la colocaba dentro de sus pantalones.

- Joder, gracias. - resopló Max, volteándose y marchándose rápidamente de allí.

Maureen se dio la vuelta y cerró la puerta, recogiendo el semen de su barbilla y sus tetas, y lamiendo el dulce sabor salado de aquella carga que aún permanecía en sus dedos mientras se volvía hacia Ben, que estaba sentado sonriéndole.

- ¿He sido una buena puta para ti? - susurró ella y Ben asintió.

- Sí, pero has desperdiciado un poco de mi semen. - le dijo a la mujer señalando hacia un lugar del piso de madera junto a la puerta, justo donde había estado arrodillada y donde se encontraban un par de gotas de semen.

- Se salieron de tu culo mientras te atragantabas. Limpia ese desorden. - ordenó él y ella asintió. Dejándose caer sobre sus rodillas, extendió los dedos para limpiarlo.

- Sin manos. Lámelo. - exigió Ben y ella, mirándolo y sonrojándose al mismo tiempo, retiró la mano. Ben se echó a reír.

- Eso es, quiero que me mires a los ojos. - dijo él sonriendo al tiempo que sacaba su teléfono móvil y encendía la cámara de vídeo.

- Sí, Señor. - contestó ella agachándose aún más, con el culo en pompa y acercando la cara al suelo, mirándolo mientras lamía los pegajosos pegotes de semen.

*****

- Ben, Señor, por favor. - gimió Maureen débil y agotada cuando el joven la ató a una silla de madera, sentada del revés para colocar sus tetas sobre el respaldo de la silla, con las piernas abiertas y atadas a las patas de la misma mientras que los brazos los ató a su espalda.

Estaban en su habitación y era viernes por la noche, habían pasado semanas desde el encuentro con el hombre de UPS.

- Por favor, Señor, no puedo esperar más. - suplicó ella. Estaba hecha unos zorros, con el maquillaje corrido, el pelo desordenado y con el cuerpo cubierto de verdugones, hematomas, sudor, saliva y semen.

Pero Ben ni siquiera le hizo caso y continuó ignorando sus súplicas mientras continuaba asegurándola a la silla, lo que finalmente la empujó más allá de su punto de ruptura logrando que se quebrase y comenzara a sollozar.

- ¡Por favor, Señor! ¡Por favor, deje que me corra! ¿Por qué no deja que me corra? ¿Por qué no deja que me corra? - sollozó y Ben, finalmente se volvió hacia ella.

El muchacho le acarició el rostro y le enjugó las lágrimas, haciéndola callar. Ella sonrió y bajó la mirada cuando él se echó hacia atrás y le propinó una fuerte bofetada en la mejilla izquierda.

Ella se estremeció y cerró los ojos cuando empezó a sollozar de nuevo. Pero tan pronto como abrió la boca para gritar, Ben forzó una gran mordaza de goma dentro de su boca. Tan grande que sus labios y sus dientes se encontraban estirados a su alrededor y los únicos ruidos que podía emitir eran los de su respiración o cualesquiera otros que saliesen de su nariz.

Aún así, continuó sollozando mientras Ben terminaba su trabajo, empujando un vibrador con control remoto en forma de U dentro de su coño. Este dilató ampliamente su sexo, dándole algo de consuelo mientras se calmaba.

Ben había pasado la mayor parte del día torturándola, usándola, abusando de ella y follándola sin parar, y ni una sola vez le había permitido que se corriera. Trató de no pensar en lo mucho que ansiaba la liberación orgásmica, trató de concentrarse en cualquier otra cosa, buscando en la habitación algo que la distrajera cuando sus ojos se posaron en el reloj de la pared de su dormitorio.

- ¡Mmm! ¡Mmm! ¡Mmm!

Maureen comenzó a moverse y retorcerse de forma frenética, pero Ben había hecho un excelente trabajo atándola. No iría a ninguna parte.

Ben la miró luchar, sonriendo mientras sacaba la mordaza de su boca.

- ¡Ben! ¡Son las tres en punto! ¡Laney llegará en cualquier momento! - dijo ella jadeando y los labios de Ben se curvaron en una sonrisa maliciosa.

- Estoy bien enterado de ello. - dijo el joven, tomando el teléfono móvil de Maureen de la mesita de noche. - Dile que saldrás con unas amigas esta noche. Que ya han pasado a recogerte.

Antes de que Maureen tuviera la oportunidad de replicar, él le acercó el aparato a la oreja. Estaba sonando.

- Hola mami, estoy a una o dos manzanas de casa en este momento, ¿qué pasa? - Saludó Lainey y Maureen tomó aire.

- Hola cariño, solo quería que supieras que salgo con unas amigas esta noche, no te quedes despierta hasta muy tarde. - dijo Maureen con su voz más serena.

- Ah, vale. ¿Te veré cuando llegue a casa? - preguntó Lainey.

- No, ya me recogieron, la “happy hour” acaba a las cinco.

- Bueno, está bien, pero no estés fuera hasta muy tarde ni te metas en problemas, jovencita. - bromeó riendo Lainey y la cara de Maureen se puso roja.

- Oh, ¡ja!, muy graciosa. - le regaño sonriendo débilmente. - Buenas noches, cariño.

- Buenas noches, mami. - respondió Lainey, y Ben colgó el teléfono.

- ¿Qué significa todo es…? - comenzó a decir Maureen, pero Ben volvió a colocar la mordaza en su lugar y la sujetó con firmeza.

- Tranquila, puta. - soltó él y ella regresó de su momentáneo descanso en el que había dejado de ser su puta, mirando al suelo mientras la vergüenza la inundaba una vez más.

Cuando levantó la vista, Ben estaba sacando un portátil de su mochila y enchufándolo para después colocarlo sobre la cama y encenderlo, justo frente a ella. De pronto, el teléfono del joven comenzó a zumbar.

- Oh, mira quién es. - dijo sonriendo Ben enseñándole a Maureen la pantalla del móvil. El número de Lainey apareció en ella.

- ¡Mmmm! - Maureen forcejeó contra sus ataduras, retorciéndose ante él.

- Tranquila, puta. - le espetó respondiendo al teléfono y encendiendo el altavoz.

- Hey. - respondió despreocupadamente.

- Hola. Mi madre acaba de decirme que estará toda la noche fuera, ¿quieres pasarte por aquí? - preguntó Lainey en voz baja.

- Claro, terminaré en media hora. - le contestó Ben, viendo cómo se esfumaba la vida de los ojos de Maureen.

- Ok, genial. ¿Seguro que no puedes decirme de qué va todo esto? - preguntó ella nerviosamente.

- No, pero confía en mí, es extremadamente importante. - dijo él, luego colgó.

- Bueno, será mejor que me vaya. No te preocupes, no te dejaré atada toda la noche. - le dijo Ben, agarrando el plug más grande que tenía y arrojando lubricante sobre él, dejándolo listo para su uso.

- Solo para que te quede claro, si luchas demasiado y te caes, nadie va a venir a recogerte. Y es posible que, además, te lastimes gravemente. Así que si fuera tú, me quedaría quieto y no intentaría nada estúpido. - dijo él. Y tras propinarle una nalgada, lentamente forzó el plug dentro de ella.

- Ah, y tan pronto como el vibrador se encienda, puedes correrte tanto como quieras. - señaló él riendo, dándole otra nalgada mientras agitaba ante el rostro de la mujer el control remoto. Luego cogió sus cosas y salió por la puerta de la habitación.

Maureen trató de encajar las piezas de lo que estaba sucediendo cuando levantó la vista hacia la pantalla del portátil y se percató de que mostraba una imagen de la habitación de Lainey.

Miró atentamente la pantalla antes de escuchar cómo se abría y cerraba a lo lejos la puerta principal, luego oyó los pasos de su hija subiendo las escaleras y. cuando volvió a mirar la pantalla del portátil, vio a Lainey entrar en su habitación y dejar en un rincón su mochila.

- ¡Mmm! - gimió, dándose cuenta de que iba a presenciar una transmisión en directo. Gotas de sudor se formaron en su frente. Lainey estaba en apuros y se retorció desesperada, tratando de librarse de sus ataduras cuando la silla comenzó a balancearse hacia delante y hacia atrás y apenas pudo contrarrestar el movimiento antes de que la silla cayese al suelo.

El teléfono de su hija comenzó a sonar y las lágrimas comenzaron a fluir por su rostro mientras veía a Lainey levantar su teléfono y contestar.

- Oye, ¿estás ya aquí? - preguntó la joven. Luego colgó y se alejó de la cámara.

*****

Ben aguardaba sonriendo en el porche mientras observaba como Lainey abría la puerta principal.

- Hey. - saludo Lainey desviando la mirada.

- Hey. - Ben la miraba, evaluándola.

Lainey era más alta que su madre, más flaca también. Con el cabello castaño más claro que fluía en ondas y unas gruesas cejas marrones. Poseía un cuerpo delgado con tetas grandes y hermosas y un culo pequeño y apretado. Ella representaba a la típica “vecinita de al lado”, una Emma Watson con, quizás, una pizca de Riley Reid.

- ¿Te importa si entro? - Ben finalmente rompió el silencio, empujando la puerta y ella lo siguió escaleras arriba en silencio, sin saber que decir.

- ¿Cómo te enteraste de lo mío con Carly Peterson? - preguntó la joven finalmente cuando entraron en su habitación. - ¿Ha estado ella diciendo algo sobre eso por ahí?

Ben se echó a reír, sentándose en la cama de Lainey.

- ¿De verdad crees que la pequeña hija de un predicador le diría a alguien las cosas que le hiciste? - preguntó sonriendo Ben y Lainey casi se atragantó.

- ¿Qué… qué fue lo que le hice? Solamente estábamos… estábamos nosotras dos… - balbuceó la joven mientras su rostro se enrojecía.

- Vamos, déjalo ya. Lo vi todo.

Ben hizo callar a la joven, sacó un sobre color vainilla y se lo lanzó a Lainey, cuyo rostro se volvió de un blanco fantasmagórico cuando lo abrió y vio las fotos que contenía.

Mientras tanto, sin que Lainey lo supiera, su madre se encontraba a tan solo un par de habitaciones de distancia, completamente atada y amordazada, observando cómo se desarrollaba toda aquella terrible experiencia al tiempo que las lágrimas corrían por sus mejillas.

Ben había logrado hacerla caer de la misma manera que a ella. Había instalado cámaras ocultas en su habitación meses atrás, un fin de semana en el que ella se encontraba fuera de la ciudad junto a su marido visitando a Jason y la había atrapado en el mismo tipo de telaraña.

Maureen había estado sola mucho tiempo, y aunque nunca antes había engañado a su esposo, se cruzó en su vida un hombre, su instructor de yoga. Había pasado por allí para dejarle un libro sobre el que ella se había interesado y lo siguiente que recordó Maureen fue que él se corrió dentro de ella después de un par d estocadas dejándola en la cama, culpable y avergonzada.

Pero nada pudo prepararla para la vergüenza que sintió una semana o dos más tarde, cuando Ben apareció con las fotos y los videos. Su vida estaba en sus manos y sólo había una cosa que él desease: su completa sumisión.

Y allí estaba ella ahora sentada, viendo como su hija pasaba por la terrible experiencia que ella había sufrido meses atrás, viendo como Ben tomaba lentamente el control sobre ella.

- ¿Cómo has conseguido esto? - exclamó Lainey con la vista clavada en las fotos. - ¿Dónde? ¿Cómo has logrado poner cámaras en mi cuarto?

Lainey casi gritaba, su cara era de un color rojo encendido, pero Ben se limitaba a sonreir tranquilamente, dándole palmaditas a la cama junto a él.

- Sí, no te preocupes. Las he eliminado todas, tengo lo que necesito.

- ¿Lo que necesitas para qué? - exclamó Lainey y Ben se encogió un poco de hombros.

- ¡No! ¿Sabes qué? ¡No puedes hacer esto! ¡Ahora mismo voy a llamar a la policía, esto es ilegal y te vas a meter en un problema muy gordo! - dijo Lainey poniéndose en pie y dando pisotones en dirección a la puerta.

- Oh, no, dudo mucho que lo hagas. - dijo sonriendo Ben y ella aminoró la velocidad y respiró hondo.

- Si vas a la policía, todos los habitantes de la ciudad sabrán la sucia puta que eres, todos verán cómo convenciste a la pobre Carly Peterson para que se desnudase en tu dormitorio para que pudieses jugar con ella y hacerle un dedito, y entonces todos podrán ver cómo te ahogabas cuando ella se sentó sobre ti. No, no creo que quieras que eso suceda.

- Aunque claro que podrías ir a la policía, - continuó diciendo Ben - y sí, probablemente pasaría algunos meses en la cárcel, pero me limitaré a mentir y decir que fuiste tú quien me pidió que instalase las cámaras. Diré que querías una grabación de como sedujiste a la hija del predicador. Será mi palabra contra la tuya. Y seguramente, después de que vean el video, incluso podrían creerme e inculparte como cómplice.

Lainey permanecía inmóvil, con la mandíbula caída, sacudiendo la cabeza.

- ¡Cabrón! - exclamó la joven abalanzándose sobre Ben, pero él la agarró de un brazo y lo giró alrededor de su espalda forzándola a caer boca abajo sobre la cama, con su pequeño culo regordete en pompa.

- Lainey, déjame hablar un segundo, escúchame. - dijo Ben mientras ella se retorcía intentando zafarse de su presa.

- ¡Qué te den! - gruñó ella y él lanzó un suspiro al tiempo que sacaba una cuerda de uno de sus bolsillos y le ataba a la joven las dos manos a la espalda. Luego levantó el vestido de la joven, notando como ella se quejaba mientras le quitaba las bragas.

- ¡No, no! - intentó protestar ella cuando él le metió la prenda interior en la boca amordazándola.

- Ya está, así está mucho mejor. - dijo Ben sonriendo mientras se ponía en pie, dándole un buen golpe en el trasero mientras caminaba alrededor de ella observándola.

- Ya vi lo que hiciste, apuesto a que ya lo habías hecho antes, ¿verdad? - preguntó Ben y Lainey negó con la cabeza.

- No me mientas. - ordenó él azotándole el culo y haciendo que ella botase sobre la cama retorciéndose y gimiendo.

- Voy a sacarte las bragas de la boca y vas a responder a todas mis preguntas con un “sí Señor” o un “no Señor”, ¿me has entendido? - preguntó él azotándola de nuevo y ella asintió.

Él se inclinó hacia adelante y agarró las bragas, sacándolas de la boca de la muchacha, y ella jadeando un poco, desvió la mirada.

- Esta no es la primera vez que le dices a una de tus amigas que te haga correrte, ¿o sí lo es? - preguntó él y ella se mordió el labio.

- Bueno, yo… - comenzó a decir ella y él le propinó otro azote en el trasero. - No, no Señor, no es la primera vez.

- ¿Alguna vez antes has estado con un tío? - preguntó Ben y ella tomó aliento.

- Sí, Señor.

- ¿Te gustó?

- Sí, Señor.

- Pero seguiste haciendo que tus amiguitas jugasen a las putas contigo, ¿verdad?

- Sí, Señor.

Lainey se había calmado bastante, respirando profundamente mientras Ben pasaba la mano por sus piernas, manoseando su carne, provocándola, los dedos apretando cada vez más cerca de su coño.

- También te vi autoestrangulándote mientras te corrías. Te gusta que te maltraten, ¿verdad?

- Yo… Sí, Señor. - susurró, atrapándose a sí misma.

- ¿Alguna vez has estado con un hombre que sepa cómo ser rudo contigo? - preguntó Ben, azotándole el trasero y ella se estremeció, sacudiéndola cabeza.

- N… no, Señor. - dijo perdiendo el aliento.

- Pero eso es lo que quieres, ¿no? Un hombre que sepa como tratarte. Que sepa como castigarte y dominarte, y que sepa follarte como la sucia putilla que eres.

Lainey abrió la boca para hablar, pero ninguna palabra salió de ella. Solo se giró mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

- ¿No me contestas? Bueno, ya lo averiguaré por mí mismo. - dijo sonriendo Ben al tiempo que presionaba dos de sus dedos contra el coño de la muchacha, sintiendo su calor húmedo envolviéndolos mientras los deslizaba dentro de aquel sexo. Ella estaba empapada.

- Eso es exactamente lo que pensé. - dijo de nuevo Ben sin dejar de sonreír. Luego agarró a la joven y la puso en pie delante de él, desatándole las manos.

Ella se quedó allí, inmóvil, frotándose las muñecas, mirándolo, mordiéndose el labio, callada como un ratón.

- Tienes dos opciones, Lainey. Puedo salir de aquí ahora mismo, y ambos podemos lidiar con la jodida tormenta que comenzará una vez que estas imágenes y videos se hagan públicos, o… -, hizo una pausa que parecía estar mostrando como giraban los engranajes en su cabeza. - o puedes arrodillarte ahora y dejar que te enseñe lo divertido que es ser una buena esclava para mí.

Boquiabierta, Lainey se quedó mirándolo fijamente, sin decir una palabra. Luego lo observó mientras él se bajaba la cremallera y sacaba su enorme y dura polla, más grande que cualquiera que hubiese visto antes, y casi comenzó a babear.

Lentamente, desconcertada y temblando, se dejó caer primero sobre una de sus rodillas y luego sobre la otra, mirándolo nerviosa. Finalmente, abrió la boca.

A un par de habitaciones de distancia, Maureen contemplaba como su hija se arrodillaba, aceptando su destino como la nueva puta de Ben. Estaba totalmente sofocada a causa de las emociones que la embargaban: miedo, tristeza, ira y, sobre todo, culpa. Mientras observaba a su hija balancear la cabeza arriba y abajo sobre aquella polla, deseó ser ella la que chupase la polla que su hija babeaba.

De repente, mientras Lainey seguía ocupada chupando y sorbiendo su polla, Ben sacó un pequeño control remoto, guiñó un ojo a la cámara que había escondido en el escritorio, y presionó un botón.

Casi instantáneamente, el coño de Maureen comenzó a vibrar, y cada emoción que había sentido anteriormente fue reemplazada por la lujuria. Había olvidado lo mucho que había querido correrse, cómo él había pasado todo el día atormentándola, follándosela y castigándola, y ahora todo se precipitaba sobre ella.

Maureen luchó contra ello, trató de no tener un orgasmo mientras veía a su hija haciéndole una mamada a Ben. Nada de lo que él le había hecho hasta ahora la había hecho sentirse tan avergonzada y culpable como lo que le sucedía ahora, gimiendo silenciosamente mientras se balanceaba hacia delante y atrás, su coño chorreando, escupiendo burbujas de saliva a través de la mordaza que resbalaban por su barbilla.

- ¡Mmm! - gimió. Las lágrimas brotaban de sus ojos.

- ¡Aparta tus malditos dientes de mi polla! - espetó Ben abofeteando a Lainey y cogiéndola del pelo. La joven hizo una mueca, lanzó un quejido y se atragantó levemente. Un reguero de saliva salió volando de su boca y comenzó a resbalar por su barbilla.

- ¿Era esto lo que deseabas? - preguntó Ben sacándole la polla de la boca a la muchacha. Maureen vio como las lágrimas resbalaban por el rostro de su hija.

- Sí, Señor. - susurró Lainey.

- Te gusta esto, ¿no es cierto? - volvió a preguntar Ben abofeteando la cara de la muchacha con su polla y ella tragó saliva, ruborizándose intensamente, desviando avergonzada la mirada.

- Sí, Señor. - gimió Lainey antes de que Ben le metiese la polla hasta la garganta, dejando que la joven balancease adelante y atrás la cabeza.

Y mientras Maureen veía a su hija obligada a complacer a Ben, su culpabilidad parecío desvanecerse convirtiéndose en hambrientos celos. Anheló la polla de Ben, babeó mientras veía a Lainey recibir la polla que sentía que debería ser legítimamente suya, las lágrimas corrían por su rostro cuando se dio cuenta de que su propia lujuria era alimentada por la hipocresía, y ella se corrió.

Fue orgasmo espasmódico, que aplastó completamente su cuerpo, un orgasmo como nunca antes había sentido, un orgasmo que se extendía a través de su cuerpo como un fuego salvaje, embriagándola, corriéndose, chorreando babas y jugos de su coño, un orgasmo que la sacudía en oleadas dejándola temblorosa y estremecida.

Cuando todo hubo pasado, Maureen no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado. Miró al monstruo y vio a su hija a cuatro patas, con el culo en pompa mientras Ben, detrás de ella, le frotaba el clítoris y le comía el coño, su lengua probando su culo, al tiempo que le apretaba y manoseaba las tetas.

- ¡Oh, Dios! ¡Oh, joder! ¿Oh, por favor, Señor! ¡Por favor, deje que me corra! - gimió ella y Ben se echó hacia atrás, dándole una nalgada mientras ella respiraba profundamente.

- ¿A quién perteneces? - preguntó Ben azotándola de nuevo antes de agarrar las nalgas de la muchacha y separarlas todo lo posible.

- ¡A usted! ¡A usted, Señor! ¡Le pertenezco a usted! Haré lo que usted desee, ¡siempre que usted lo desee! ¡Le pertenezco! - gritó Lainey al tiempo que gemía sacudiendo la cabeza.

- ¿Eres mi asquerosa putilla tragasemen? - preguntó él y ella se estremeció.

- Sí, soy su puta tragasemen, ¡soy su puta! - jadeó Lainey y Ben, agarrando sus caderas, enterró su cara en el coño de la joven.

 - Córrete. - dijo él y Lainey comenzó a gritar.

Maureen estaba empezando a tener un nuevo orgasmo, celosa de ver a Ben comiéndole el coño a su hija, algo que nunca le había hecho a ella. Ahora lloraba abiertamente, incapaz de contener el orgasmo mientras se retorcía y luchaba nuevamente por liberarse. Finalmente, otra ola de liberación orgásmica la golpeó.

- Oh Dios, oh Dios, oh Dios… - gimió Lainey sacando a Maureen de su estupor. Cuando levantó la vista vio a su hija botando sobre la gran polla hinchada de Ben.

- ¡Su polla! ¡Oh, Dios, su polla! - gimió Lainey agarrando sus tetas y mirando, sin saberlo, a la cámara. - ¡Es perfecta! ¡Es taaaan grande! ¡Oh, Dios!

- Vas a ser una buena esclavita de mi polla, ¿no es cierto? - preguntó Ben y la joven dejó escapar un gemido.

- Seré la mejor esclava de su polla, Señor. Haré cualquier cosa que me pida, ahora le pertenezco, usted es mi… - la joven comenzó a gruñir y chillar - ¡Oh, Dios! ¡Por favor, Señor! Por favor, ¿puedo correrme?

- Córrete para mí, putita. - gruño Ben y Lainey explotó, gritando y gimiendo, apretando su cuerpo y su chorreante coño entre Ben y la cama antes de, finalmente, colapsar.

- Oh Dios, oh Ben… - gimió ella y Ben, sonriendo, se inclinó sobre ella.

- Sshhh…, está bien, descansa. - le dijo y ella se acurrucó entre las mantas, junto a él.

Ben permaneció sentado allí, sonriendo a la cámara. Luego se levantó y cogió algo, el control remoto.

Los ojos de Maureen se abrieron como platos cuando vio al muchacho ajustar la vibración al máximo.

*****

Maureen escupía y se ahogaba mientras sufría un nuevo orgasmo, otra ola de placer la cayó sobre ella en una procesión interminable que parecía no tener fin. ¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Horas? ¿Días?

Había perdido la noción del tiempo, y cada vez que levantaba la mirada, veía a su hija en el monitor, acurrucada contra su torturador, su amo, y la sonrisa tortuosa de Ben, sus ojos mirándola, aunque sabía él que no podía verla.

Pero cuando levantó la vista esta vez, Ben había abandonado ya la habitación de Lainey.

- ¿Pasándotelo bien? - preguntó Ben en voz baja, entrando en la habitación.

- ¡Mmmmf! ¡Mmmmmmmf! - gimió Maureen, luchando de nuevo contra las ataduras y logrando que el joven se echase a reír.

- ¿Cuántas veces te has corrido observando como convertía a tu hija en una putilla? - preguntó Ben propinándole una nalgada y ella lanzó un quejido al tiempo que desviaba la mirada.

- Eso mismo pensé yo. - dijo el joven sonriendo al tiempo que apagaba el vibrador y comenzó a desatarla lentamente a Maureen. Cuando finalmente la hubo liberado, Ben le retiró la mordaza y ella lo miró, con la boca abierta.

- ¿Cómo… cómo ha podido? - dijo ella sollozando y luego apartó la mirada.

- ¿Cómo he podido qué? ¿Corromper a tu dulce e inocente hija? ¿Convertirla en mi puta, como a ti? - dijo Ben burlándose de ella, pero Maureen le dio la espalda.

- ¿Cómo ha podido reemplazarme? - sollozó ella, cayéndose de la silla y acurrucándose en el suelo. Ben sonrió amablemente y negó con la cabeza.

- Oh, no te he reemplazado, pequeña puta estúpida. - dijo riéndose al tiempo que la cogía del pelo obligándola a levantarse. Luego la colocó en el borde de la cama y presionó su cuerpo entre las piernas de ella. Maureen lo rodeó con sus brazos y piernas y ambos se fundieron en un apasionado beso. Las lágrimas aun corrían por el rostro de la mujer.

- Ahora estoy contigo. - aseguró él y ella lanzó un suspiro.

- Bien. Tu hija no consiguió que me corriese, así que tu trabajo es acabar lo que ella comenzó. - susurró Ben mordisqueándole la oreja a Maureen.

La mujer jadeó y sus temblorosos labios lentamente se curvaron en una amplia sonrisa.

- ¿Qué agujero deseas que te folle? ¿El culo o la boca? - susurró Ben y ella se estremeció de placer como si aquellas preguntas fuesen la cosa más bonita que nadie le hubiese dicho nunca.

- Mi boca, por favor, Señor. - susurró ella y él se apartó, observando como Maureen se dejaba caer sobre sus rodillas.

Una vez arrodillada, la mujer tomó entre sus manos aquella polla aun hinchada y pegajosa.

- Lámela y déjala bien limpia, saca de mi polla todos los jugos de la puta de tu hija. - le ordenó Ben y ella se abalanzó hacia delante, tragándose toda su polla de una vez, agarrándolo de las caderas y hundiendo febrilmente aquel trozo de carne hasta lo más profundo de su garganta, mirándolo. De sus ojos, parpadeantes, seguían brotando lágrimas, pero estaba decidida a demostrar que era la puta con más talento.

- Joder, ahí vamos. - gruño Ben, sujetando la cabeza de la mujer y comenzando a follarse aquella boca mientras ella se ahogaba y babeaba.

- ¡Joder! - gimió él finalmente al tiempo que su polla explotaba lanzando un cálido y pegajoso borbotón de semen a través de la garganta de ella haciendo que se atragantase.

- Ya está. - gimió Ben sacando, finalmente, la polla de la boca de Maureen. - Vamos a tener que enseñarle a tu hija como se come una polla, ¿no es cierto?

Tan pronto como la mujer hubo logrado tragarse, sin derramar nada, toda aquella corrida, inusualmente abundante, ésta asintió.

- Sí, Señor.

*****

Maureen permanecía sentada desnuda sobre la suave alfombra, totalmente inmovilizada, atada, amordazada y con un plug insertado en el trasero. Sus piernas estaban separadas, dejando a la vista un coño desnudo, palpitante e insatisfecho y observaba, a través de las rendijas de las puertas de su vestidor, como, sobre su propia cama, Lainey era embestida sin piedad.

- ¡Sí!, te gusta que te follen como a una puta sobre la cama de tu madre, ¿verdad? - masculló Ben azotando el culo de la joven mientras empujaba su polla cada vez más adentro del coño de la chica.

- ¡Oh, jjjjjjoo… uh! ¡Joder! ¡Joder, sí! ¡Sí, Señor! ¡Usa a tu putilla donde quieras! ¡Mi coño te pertenece! - gimió ella con los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza y babeando sobre las sábanas de Maureen.

- ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! - volvió a exclamar Lainey. Luego comenzó a gritar, sollozando y riendo a la vez, ahogándose mientras su coño explotaba con un orgasmo que manchó toda la cama.

- ¡Fffffuhhhhh! - gimió finalmente, sin aliento, y Maureen gimió con ella.

Maureen había pasado la última semana viendo cómo Ben rompía la voluntad de Lainey, empalándola sin piedad, corrompiéndola gradualmente, transformándola por completo en  la desenfrenada puta que era ahora.

Pero Lainey no disfrutaba únicamente siendo el nuevo juguete de Ben, existía en ella un hambre casi insaciable en su depravación. Se reía después de que él le follase la garganta, gemía de placer cuando Ben le planteaba la posibilidad de chantajear a sus amigas para montar un trío y le suplicaba que le dejase tocarlas mientras él se las follaba delante de él. Incluso le preguntó si podía unirse a él en los castigos.

Maureen no pudo evitar sentirse avergonzada al darse cuenta de que Lainey era algo más que la sumisa de Ben. Lainey era su igual, su compañera. Lainey igualaba su brutalidad animal, ansiaba el mismo poder degradante que él ejercía, disfrutando de sus fantasías compartidas de chantajes y tríos violentos casi tanto como disfrutaba siendo usada y follada sin piedad por Ben.

"No tengo ninguna posibilidad", pensó, observándolos, enferma de envidia mientras estaba allí sentada, incapaz de apartarla mirada de la escena que tenía delante.

Y de alguna manera, Maureen tenía razón. Lainey era joven, delgada y más ágil, era hermosa y su cuerpo era perfecto, flexible y suave, núbil. Era una joven coqueta y alegre y Maureen era, simplemente, la puta gastada, el modelo más viejo. Claro que ella también era hermosa a su manera. Su cuerpo estaba más moldeado, con más curvas. Sus tetas eran mucho más grandes y su culo era una burbuja gigante, pero viendo como Ben se follaba a su hija, besándola febrilmente mientras estiraba su apretado coñito de adolescente, sus brazos enredados en un abrazo apasionado, resultaba obvio que formaban una pareja perfecta, perdidos el uno en el otro.

A ella, Ben nunca la besó cuando se la follaba.

Demonios, Ben raramente usaba su coño, prefería su trasero.

No importaba que él siempre buscase un momento para encontrarse con ella después de follarse a Lainey, no importaba que la polla de Ben no pareciese cansarse nunca de usar tanto a la madre como a la hija. Maureen no podía competir.

- Date la vuelta, quiero sentir como se dilata ese pequeño culito estrecho alrededor de mi polla. - le dijo Ben a Lainey, tirándola sobre la cama. La muchacha gimió cuando el joven la puso boca abajo y levantó su trasero mientras enterraba su cara en una pila de mantas.

- Por favor, papi, por favor, se delicado. - suplicó Lainey.

- Claro que sí, gatita, solo tenemos que dilatar ese culo para mi polla, ¿entiendes?

- Sí, papi, todo lo que me pida, Señor. - gimió Lainey y luego lanzó un quejido cuando la polla de Ben presionó lentamente contra su esfínter y, lentamente, comenzó a introducirse en él.

Los ojos de la joven se abrieron de par en par y enterró aún más su cara contra las mantas.

Maureen miraba y escuchaba mientras Lainey sollozaba, perdiéndose en sus pensamientos.

La noche anterior había sido muy parecida a ésta, con Ben jugando y usando abiertamente a su hija en el salón mientras ella les preparaba la cena, teniendo que actuar como si no escuchase a su hija haciéndole una mamada al joven en la habitación contigua, evitando acercarse a ellos para evitar cualquier confrontación.

Y tras la cena, Ben la había seguido hasta su habitación, empujándola sin decir una palabra sobre su cama y, levantándole el camisón, dándole por culo el tiempo suficiente para conseguir que ella llegase al borde del orgasmo.

- Por favor, Señor, por favor. - le había suplicado ella. - Por favor, deje que me corra.

Pero Ben se había reído de ella y, azotándola, le negó el orgasmo.

- No. - dijo él y ella emitió un quejido. - No me parece lo más correcto, ya que fue tu hija la que hizo todo el trabajo hoy. No puedes correrte ni una sola vez esta noche, ¿has entendido?

Maureen se mordió el labio, luchando por contener su orgasmo. Momentos después, con un gruñido, Ben derramó su simiente dentro del culo de la mujer, llenándola antes de retirarse y guardarse la polla en el pantalón.

Fue entonces cuando ella estalló, cerró la puerta y agarró su vibrador, saltando sobre la cama para satisfacer sus necesidades, para darse la atención que merecía, la atención que Ben había descuidado desde que su hija se unió a ella como propiedades del joven, empujándolo profundamente dentro de su coño y girándolo mientras extendía la mano y acariciaba su ano.

- ¡Ohhh! ¡Ohhhhhh! - gimió, sin importarle nada el que él le hubiese prohibido masturbarse. Se sentía herida, dejada de lado, abandonada, culpable y avergonzada por envidiar la relación que mantenían su hija y su atormentador, su chantajista. Se sentía confundida por sus sentimientos.

Volvió a gemir, follándose violentamente el coño con el vibrador, mientras se acercaba cada vez más al orgasmo. El semen de su dueño chorreaba de su culo y se pegaba a sus dedos, cubriéndolos, y ella se los llevó a los labios, lamiéndolos antes de enterrarlos de nuevo en su culo y volver a cubrirlos de semen, saboreando el sabor de su desobediencia.

Finalmente, logró llegar al borde del ansiado orgasmo, con el cuerpo tenso listo para aliviarse, pero por más cerca que se encontrase, por más que se masturbase, el alivio no llegaba. Estaba muy cerca, lo ansiaba, pero no podía alcanzarlo.

Ella no podía correrse sin el permiso de Ben.

Después de más de media hora de infructuosos esfuerzos, Maureen se dio por vencida. Arrojó su juguete a un lado y cayó, derrotada, sobre su cama. En silencio, gimió y sollozó, aceptando resignada lo que acababa de pasar. De alguna manera, el control que Ben ejercía sobre ella era mayor de lo que nunca podría haber imaginado.

- ¿Estás bien, gatita? - le preguntó Ben a Lainey pasado un rato, rompiendo la ensoñación de Maureen y devolviéndola a la realidad. Él saco su polla del culo de Lainey y ella se quedó tendida sobre la cama, temblando, durante unos instantes antes de que pudiese mirarlo a la cara.

- S… s… sí… Señor - tartamudeó Lainey, sorbiéndose los mocos y sollozando en silencio. - Estoy bien, se lo ju… juro. Por favor, Señor, no deje de darme por culo.

- Shhh… estate ahora tranquila - dijo Ben, besándola en la frente mientras la acunaba entre sus brazos. - No pasa nada si aún no estás preparada para manejar mi polla en tu culo. Nos lo tomaremos con calma por ahora.

- G… gracias, papi. - sollozó Lainey, abrazándolo y hundiendo su cara contra su pecho, besándola mientras jadeaba y respiraba quedamente.

Pasó un rato antes de que ella se sentase en la cama y luego, cautelosamente, se liberó del abrazo de Ben y se dejó caer sobre sus rodillas.

- Por favor, papi, tengo tantas ganas de tu semen. - susurró Lainey agarrando la dura y pringosa polla del muchacho y comenzando a lamerla de arriba abajo. - ¿Le darás a tu princesita tu carga viscosa y caliente?

Ben se echó hacia atrás, gimiendo, cuando Lainey comenzó a sorber y chupar su polla. Las pequeñas manos de la chica se deslizaron por aquella verga hasta llegar a sus bolas, acunándolas sin apretar, mientras gotas de lubricante saliva resbalaban por su polla.

- Claro que sí, cariño, aunque vas a tener que ganártelo. - dijo Ben con una sonrisa, acariciándola y ella comenzó a tragarse todo lo que pudo de aquella polla, pero solo pudo llegar hasta la mitad del camino antes de atragantarse y ahogarse.

- ¡Uh! - gimoteó ella a punto de vomitar, respirando profundamente y obligándose de nuevo a tragar.

- ¡Ggggh! - gimoteó asfixiándose, dilatando su garganta y mirándolo con ojos enrojecidos. Su maquillaje estaba manchado de lágrimas y saliva.

- ¡Ggggh! - volvió a quejarse la joven, y Maureen pudo comprobar como su hija se ahogaba y se atragantaba ferozmente con la gran polla de Ben antes de que él la hiciese levantar.

- Ya es suficiente, gatita. Quiero que dejes de forzarte por ahora y que te vayas a tomar un buen baño caliente. Deseo que te relajes esta noche. - le dijo Ben a Lainey, besándola, y ella, desviando la mirada, se sonrojó.

- ¿Pero que pasa contigo, papi? Es trabajo de tu putita hacer que te corras. - gimió mimosa Lainey acercándose al joven.

- Ya has hecho mucho por hoy. Estoy muy orgulloso de ti. - sonrió Ben y ella, sonrojándose, se alejó. - Estaré bien, recogeré esto y me ocuparé yo de mí mismo. Y tal vez me corra sobre alguna de las braguitas de la putilla caliente de tu madre.

Maureen se quedó sin aliento, conteniendo la respiración mientras veía a Lainey sonrojarse ante la idea de que el coño de su propia madre se mojase con el semen de su nuevo "novio".

- Oh, joder, tal vez debieras… - ronroneó riendo Lainey - Tal vez algún día podamos engañarla para que se monte un trío con nosotros. Así podré vengarme de ella por todos los azotes que me propinó mientras crecía.

Ben sonrió, acompañándola hasta la puerta.

- Eso no me parece una mala idea. - dijo él riendo y, juntos, salieron de la habitación.

*****

La puerta del vestidor de Maureen se abrió y Ben se quedó en pie frente a ella. La silueta de su dura polla sobresalía a través de sus pantalones.

-¿Disfrutaste el espectáculo? - preguntó mientras se inclinaba sobre la mujer quitándole la mordaza de bola que cubría su boca y tirándola a un lado antes de ponerse a soltar el nudo que mantenía unidas las manos de la mujer a su espalda.

- UH huh - asintió ella con la cabeza, sin cerrar la boca, manteniéndola abierta y con su lengua sobresaliendo de ella.

- Creo que Lainey se está convirtiendo rápidamente en una verdadera putilla, ¿no crees? - preguntó Ben burlándose de ella. Y cuando ella no respondió de inmediato, él se agachó, mirándola fijamente mientras ella permanecía con la mandíbula caída.

- ¿Qué haces? - preguntó Ben y Maureen sonrió, lamiéndose los labios.

- Mi dueño no se ha corrido en la puta de mi hija, solo busco estar lista para que use mi garganta para satisfacerse, Señor. - sonrió Maureen, y luego bajó la mandíbula otra vez.

Ben se sonrojó. Le había tomado por sorpresa aquella táctica de tácita obediencia y sumisión hacia él. Estaba tan acostumbrado a verla suplicar y suplicar su misericordia, a degradarla y a ver la feroz batalla que se libraba dentro de ella mientras se obligaba a someterse a él como su esclava; que verla ofreciéndose a él de inmediato, pidiéndole abiertamente que la usase, había trastocado un poco sus sentidos.

- Bueno, yo… ¡Sí! ¡Sí, tienes razón! - exclamó él, sacándose su dura polla y empujándola directamente hacia la garganta de la mujer.

Con sus brazos y piernas aun inmovilizados, Maureen no tenía forma alguna de resistir y Ben gimió cuando la cálida, acogedora y húmeda garganta de la mujer se tragó la totalidad de su polla. Ella se ahogó y se atragantó, pero no se echó atrás. Simplemente lo miró, con los ojos muy abiertos, manteniendo el contacto visual mientras él le devolvía la mirada y notaba como las bolas del joven golpeaban, una y otra vez, su barbilla.

Finalmente ella se retiró, acariciándose febrilmente, mientras tomaba una buena bocanada de aire y, tan pronto como abrió de nuevo la boca, Ben volvió a hundir su polla en ella y sus testículos se tensaron mientras comenzaba a disparar carga tras carga de semen en la garganta de Maureen.

El muchacho disfrutaba de los sonidos que provocaban las náuseas y arcadas de la mujer mientras luchaba por tragar todo el semen. Finalmente, soltó a la mujer que cayó hacia atrás, apoyándose contra el marco de la puerta.

Maureen, observando a Lainey, se había dado cuenta de que nunca podría competir con su hija por el afecto de Ben, nunca podría esperar que él la tratase como trataba a Lainey. Pero cuando vio a su hija luchando por tomar la enorme polla de Ben en el culo o como le costaba cmamársela,  Maureen se percató de que, tal vez, no necesitaba competir por el afecto de Ben, sino que debería demostrar su valía ante sus ojos, no como su novia, gatita o princesa, sino simplemente como su puta chupapollas, como su orificio follable, como su esclava.

- ¿Le gustaría, Señor, darme también por culo? - preguntó Maureen tan pronto como se hubo repuesto.

- No usaré ropa en la cama. - informó mientras recuperaba el aliento. - Mi culo estará listo para usted, por si necesita usarme como a un inútil trozo de carne.

Ben se echó a reír en silencio, todavía en estado de shock, mientras se inclinaba y continuaba desatando los brazos de la mujer.

- Sí, puta, creo que es una gran idea. - dijo y ella sonrió.

- Gracias, Señor. - le dijo ella, besando su cuello expuesto. - Le estaré esperando.

*****

- ¿Qué quieres decir con que no puedo salir esta noche? - exclamó Lainey clavando la mirada en su madre.

- Mañana tienes clases, cariño. - respondió Maureen mientras se frotaba el brazo y desviaba la mirada.

Habían transcurrido ya un par de semanas desde que vio cómo su hija era seducida y convertida en una esclava chupapollas y en una sucia puta, al igual que le había ocurrido a ella.

- ¡Eso antes nunca había sido un problema! - se quejó Lainey, pero Maureen se mantuvo firme.

- Bueno, pues esta noche sí que lo es. - respondió Maureen encogiéndose de hombros para después darle la espalda alejándose.

- ¡Uf! ¿Qué te pasa últimamente? - casi gritó Lainey apretando los puños, pero Maureen ya había desaparecido por las escaleras.

Maureen lanzó un suspiro una vez estuvo sola en su habitación. Cerró la puerta y se sentó en la cama, echándose hacia atrás mientras sacaba su teléfono.

- Hola, Señor. He hecho lo que me ha ordenado. - le dijo a Ben en cuanto éste descolgó el teléfono.

- Perfecto, serás recompensada por ser una esclava tan obediente. - respondió la voz del muchacho y el corazón de la mujer se hinchó de orgullo, ruborizándose antes de calmarse.

- Gracias, Señor. - sonrió ella antes de colgar.

Maureen no era ninguna lumbreras, pero no había que ser exactamente un científico espacial para descubrir lo que estaba pasando. Ella estaba actuando según las instrucciones que él le había dado, endureciendo las normas que Lainey debía cumplir, haciendo valer su autoridad, obligándola a llegar a casa más temprano y regañándola continuamente por la ropa que se ponía.

Y hoy Lainey, finalmente, había estallado ante ella.

En cierto modo, Maureen tenía que admitir lo brillante que resultaba todo. Lainey aún no tenía ni idea de que su madre era tan propiedad de Ben como ella, pero a Maureen no le cabía ninguna duda de que aquella situación no duraría mucho. No podía estar segura de cómo o cuando Ben se lo haría saber, pero si sabía que no tardaría mucho.

Maureen sonrió, levantando su vestido y dejando expuesto su coño desnudo y empapado, pero sabía que no debía tocarse sin el permiso de su Dueño.

Cuando su teléfono emitió una señal de mensaje, ella dio un respingo.

“Ponte los pantalones cortos más cortos que tengas”, leyó, “y esa camiseta sin mangas que apenas contiene tus tetas”.

“Sí, Señor”, tecleó rápidamente, sabiendo muy bien cuál era el atuendo del que hablaba Ben.

*****

- ¡Oh! ¿Qué demonios te pasa, mamá? - exclamó Lainey cuando su madre cruzó la sala de estar.

Maureen llevaba puesto unos pantaloncitos cortos de spandex que no dejaban nada a la imaginación, y que resaltaba su gran culo redondo cuando rebotaba y bamboleaba al caminar, y una pequeña camiseta sin mangas, que era más sujetador deportivo que cualquier otra cosa, que había recortado para que se le saliesen las tetas.

- ¿Qué te ocurre, cariño? - preguntó Maureen mientras Lainey movía negativamente la cabeza.

- ¿Cómo puedes enfadarte conmigo por la ropa que me pongo y aparecer tú vestida así? - le espetó Lainey y Maureen respondió encogiéndose de hombros.

- Bueno, tan solo me he puesto cómoda para preparar la cena, no es como si fuese a salir así.

- Bien, ya que no me vas a dejar salir, he invitado a cenar a un amigo, mi… eh…, Ben, vendrá dentro de un rato. - dijo Lainey sonrojándose y desviando la mirada.

- Ah, ¿en serio? - preguntó Maureen levantando inquisitivamente una ceja mientras Lainey mantenía la mirada apartada de ella. - Los dos habéis estado pasando bastante tiempo juntos últimamente.

- Y va a venir a cenar, así que, por favor, ponte algo más de ropa. - insistió la joven.

- Oh, vale, aunque estoy segura de que a él no le importará. - dijo sonriendo Maureen mientras se encogía de hombros y se dirigía a la cocina.

Lainey gruñó, inclinándose hacia atrás. Luego, sonriendo, salió corriendo hacia su habitación.

Cuando bajó de nuevo a la sala de estar, llevaba puesto el vestido más corto que tenía, apenas una pequeña funda rosa que se ceñía a su trasero y que difícilmente lo contenía. Había decidido no ponerse un sujetador bajo el vestido para que sus duros pezones se marcasen contra la tela del vestido. Se había colocado pestañas postizas, se aplicó una sombra de ojos oscura y ahumada y un lápiz labial rosa brillante. Daba más la impresión de ir a un club que de quedarse en casa a cenar. Sonriendo diabólicamente, se dirigió a la cocina, tomando un vaso y llenándolo con agua fría de la nevera.

- ¡Lainey! ¿Por qué vas vestida así? - la regañó Maureen, apartándose de la cocinilla, tan pronto como la vio.

- ¿Qué pasa? Tampoco es que vaya a salir así esta noche. - contestó sonriendo Lainey y la cara de Maureen se puso roja de celos viendo cuan provocativa se veía su hija, más delgada, más joven e, incluso, más hermosa que ella.

- ¿Y qué pasa con Ben? ¿Acaso no va a venir? - preguntó Maureen de malas maneras, pero Lainey simplemente se encogió de hombros.

-  Oh, estoy segura de que no le importará. - sonrió traviesa la joven y Maureen lanzó un suspiro, derrotada.

De repente, el teléfono de Lainey sonó.

- Oh, ese debe ser él. - y de un salto, Lainey salió corriendo a abrir la puerta.

La joven sonrió cuando lo vio y se arrojó en sus brazos, riendo mientras él la abrazaba.

- Hola, Señor. - le susurró al joven, besando su espalda y mejillas una y otra vez, acariciando su cara contra su pecho.

- Hola, gatita. - le sonrió Ben, pasándole los dedos por el pelo. - Estás increíble.

- Sí, bueno, mi madre… - se quejó Lainey. - Pero no te preocupes, vamos, entra, la cena casi está lista ya.

- Suena bien. - dijo sonriendo Ben, dejando que la joven la guiase a través de la casa hacia el comedor.

- ¡Oh, Ben! Me alegro de verte. - dijo Maureen, recibiéndolo con una sonrisa.

- Lo mismo digo, Maureen. - respondió Ben y Maureen se sonrojó, inclinándose para indicarle al joven su lugar a la mesa, empujando sus grandes tetas sobre la cara del muchacho.

- ¡Mamá! - gritó Lainey quedándose sin aliento. Maureen aprovechó la ocasión para girarse y, “por accidente”, golpear su cuchillo que cayó al suelo.

- ¿Sí, cariño? - preguntó Maureen mientras se inclinaba, mostrándole a Ben su redondo culo.

- ¡Uf! ¡Nada! - gimió Lainey antes de saltar enfurecida a tomar las cosas de la cena. Tanto ella como su madre se turnaron para traer y servir los platos de comida y las bebidas hasta que la mesa estuvo lista.

Lainey saltó sobre el regazo de Ben, pasando ambos brazos alrededor de él y apresándolo en un apretado abrazo. Su faldita se le subió haciendo que su culito quedase a la vista mientras besaba a Ben de forma voraz.

- Vuelvo en seguida. - dijo soltando una risita y miró a su madre mientras se dirigía al baño.

Maureen y Ben, durante unos segundos, se miraron el uno al otro.

- Lo estás haciendo muy bien. Creo que ya está lista. - sonrió Ben y Maureen se sonrojó.

- Cualquier cosa por usted, Señor. - dijo, sonriendo también, Maureen.

- Bien, ahora colócate bajo la mesa. - ordenó Ben.

- Sí, Señor. - asintió ella, mordiéndose el labio.

Lainey lanzó una enojada mirada a su alrededor una vez regresó al comedor.

- ¿A dónde ha ido mi madre? - preguntó y Be contestó encogiéndose de hombros.

- Se asustó un poco después de que te fuiste. - dijo sonriendo mientras tomaba algo del asado que había ante él.

- Ah, bueno. Últimamente se está comportando como una zorra. - dijo Lainey encogiéndose de hombros y sentándose frente a él al tiempo que también se servía lgo de comer.

- ¿Sí? Tal vez deberíamos castigarla. - ofreció Ben. Sin apartar siquiera la vista de su comida y sin dejar de comer.

- ¡Jodser! ¡Sí, por favor! - exclamó Lainey, mientras parpadeaba ante la idea. - Me encantaría ver como usa sus agujeros mientras yo la castigo. No entiendo por qué se ha estado comportado como una auténtica zorra.

- Hmmmm, probablemente porque esté celosa de que ahora tu seas mi nueva esclava y que te aprecie mucho mientras que ella se está convirtiendo en una puta usada a la que puedo olvidar.

Lainey se quedó boquiabierta ante las palabras del joven y, bajo la mesa, Maureen se sonrojó mientras chupaba en silencio su polla.

- ¿podrías pasarme la sal? - preguntó Ben sonriendo y Lainey lo miró fijamente, sacando fuerzas suficientes como para tomar el salero y dárselo.

- Espera, ¿qué? - tartamudeó la joven, pero Ben continuó comiendo.

- No, de ninguna manera. La maldita mojigata de mi madre no haría eso, ella no es así. - negó Lainey con la cabeza, casi riendo.

- ¿Quién? ¿Tu madre? Oh, sí que lo haría. Es una putilla asquerosa, más que una esclava. Haría cualquier cosa por mi polla, incluso si eso significa luchar contra su propia hija por ella.

La indiferencia con la que Ben hablaba no era forzada y apenas levantó la vista de su plato para ver como el color desaparecía de la cara de Lainey.

- No, ella no puede… - apenas susurró Lainey.

- Oh, sí, todo el rato. Aunque tienes razón, realmente deberíamos castigarla por haber sido tan perra contigo. No es culpa tuya que seas más que una sumisa para mí. Eres la niña de mis ojos, la mujer a la que pertenece mi corazón.

Lainey lanzó una exclamación al tiempo que se sonrojaba, bombardeada por todas aquellas revelaciones y sorprendida por como Ben había admitido sus verdaderos sentimientos hacia ella. Mirándolo enamorada, sus ojos casi se llenan de lágrimas.

- ¿De verdad lo soy? ¿Realmente lo dice en serio? - gimió ella y Ben asintió.

- ¿Y mi madre? ¿De verdad que es una puta? ¿Tu puta? - volvió a preguntar la joven y Ben volvió a asentir.

- Ahora mismo está debajo de la mesa y me está haciendo una mamada. - contestó riendo Ben.

Lainey agachó la cabeza para mirar debajo de la mesa y descubrió la nuca de su madre justo en frente suyo, su cabeza balanceándose arriba y abajo sobre la polla del joven.

- ¡Ben! Yo… yo… - tartamudeó Lainey excitándose al ver como su madre se masturbaba.

- Ven aquí. - le ordenó Ben soltando su tenedor y echando su silla hacia atrás.

Lainey se levantó lentamente, y caminó hacia él. Sus piernas temblaban como si estuviesen hechas de gelatina. Mientras rodeaba la mesa, el rostro de su madre quedó ante su vista, y ella apenas le dirigió una mirada antes de volver a chupar la polla de Ben.

- Siéntate en mi regazo, de espaldas a mí. - le ordenó Ben y ella, obediente, levantó una pierna sobre su madre y se sentó sobre él. Su coñito casi tocaba la dura polla que su madre chupaba ansiosamente.

- Dile a Lainey que lamentas haber sido un coño tan celoso. - exigió Ben.

- Lamento haber sido un coño tan celoso. - dijo Maureen dejando de chupar lo justo para pronunciar esas palabras antes de abalanzarse de nuevo sobre la polla del joven.

- No pudiste evitarlo, ¿acaso hubieses podido, puta? Ver como me enamoraba de ella y la trataba como a una primcesa mientras a ti te descuidaba. - bromeó Ben y la mujer asintió.

- No pude. - admitió Maureen babeando sobre la polla. - No pude evitarlo al sentirme en segundo puesto.

Ben se echó a reir al tiempo que le propinaba un fuerte bofetón. Luego la agarró del pelo y la obligó a descender sobre su polla.

- ¿En segundo puesto? ¡Ni siquiera te acercas a mi pequeña esclava, puta! - le corrigió Ben mientras besaba el cuello de Lainey. - Tan solo eres un par de tetas y tres agujeros.

-Mhhm… - asintió Maureen, sosteniéndose sobre aquella polla mientras miraba el coño de Lainey.

La joven estaba empapada. Sus jugos bajaban por la entrepierna de Ben y se mezclaban con la baba de Maureen.

- Coloca mi polla en el coño de Lainey. - ordenó Ben y Maureen obedeció a regañadientes, sacando su boca de la polla del joven y sujetándola.

Por su parte, Ben agarró las piernas de Lainey y las levantó para que Maureen pudiese colocar la polla en el coño de la muchacha, empujándola mientras Ben la dejaba caer.

- ¡Oh! ¡Oh Ben!  - gimió Lainey, jadenado mientras se balanceaba arriba y abajo.

- ¿Te gustaría que tu madre te coma el coño mientras te follo?  - preguntó Ben y Lainey miró a su madre.

- Suplícale que te permita lamer su clítoris. - ordenó Ben, y Maureen obedeció.

- Por favor, Lainey, por favor. Déjame servirte, déjame lamer tu pequeño y húmedo clítoris. Señorita, por favor déjeme darle placer mientras te follas la polla de mi amo. - gimió Maureen, y Lainey asintió.

- Sí, sí…, puta, cómeme el coño. - dijo Lainey viendo como su propia madre se abalanzaba sobre su coño, lamiéndole su clítoris y babeando por todo su sexo, bajando la cabeza para sorber y babear tanto sobre las bolas de Ben como hundiéndose en el apretado coñito joven de Lainey.

- ¡Oh, papi! - gimió la muchacha.

- Está bien, gatita. Puedes correrte. - dijo Ben y ella, gimoteando, se tapó la boca mientras su coño explotaba en un volcan de jugos, casi expulsando la polla de Ben, mientras Maureen sorbía aquel desastre, lamiendo a su hija mientras se corría.

- Tu madre es solo una esclava para mí, una puta.  - le susurró Bena Lainey al oído mientras ella se estremecía por efecto de su orgasmo. - Tú eres mi gatita, mi princesa, mi corazón te pertenece y cualquier otra mujer que pueda tener mi polla nunca jamás podrá competir contigo.

El corazón de Lainey se aceleró cuando Ben le ofreció su amor, su corazón y su orgullo.

- Me perteneces y yo te pertenezco. - susurró y ella, al instante, volvió a correrse, gimiendo mientras su madre continuaba comiéndole el coño y sorbía sus jugos.

-  ¡Oh, papito! ¡Oh, Ben! - sollozó amorosamente ella, jadeando mientras se aferraba al cuello del joven, clavándole las uñas en la piel.

Ben apartó a Maureen y levantó a Lainey, girándola para que ella pudiese abrazarse a él mientras la llevaba a la sala de estar. Maureen gateaba detrás de ellos.

Los dos jóvenes se dejaron caer sobre el sofá y Lainey, inmediatamente, volvió a agarrar la dura polla de Ben y la introdujo dentro de su húmedo coñito, gimiendo de placer mientras lo cabalgaba vigorosamente, propinándole dulces besos humedecidos con sus lágrimas en la cara y cuello del joven.

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Gracias papito! ¡Gracias, Señor! - gimió ella mientras otro violento orgasmo la atravesaba haciendo que se desmadejase, separándose de su dura polla y dejándose caer al lado del joven, acunándose contra el cuerpo de Ben sin dejar de jadear.

Poco a poco, Lainey se recuperó y levantó la cabeza. Vio a Ben sentado a su lado, abrazándola, con su dura polla erguida y a Maureen sentada sobre sus manos y rodillas, con la boca abierta y la lengua asomando de ella, como si fuese un perro.

Lentamente, la joven se sentó y agarrando la polla de Ben, comenzó a acariciarla lentamente mientras miraba a su madre y una sonrisa traviesa se dibujaba en su cara. Luego, frunció el ceño.

- ¿Qué demonios haces ahí sentada, mamá? - gritó la joven, extendiendo la mano y agarrando a Maureen del pelo. - ¡Haz algo útil, esclava estúpida, hazle una mamada a papito!

Lainey obligó a su madre a moverse hacia adelante, forzándola a bajar la cabeza sobre la polla de Ben, observando como el miembro del joven se abría camino a través de la garganta de su madre, atragantándola y haciéndola babear. Sin embargo, una vez engullida, Maureen no hizo nada por retirarse.

- Es buena haciendo esto. - susurró Lainey volteándose hacia Ben para besarlo.

- De tal madre, tal hija. - respondió Ben soltando una risita.

- No, no soy tan buena como ella. - replicó Lainey con una risita y, cuando Maureen se detuvo para tomar aire, la joven se inclinó sobre ella y le propinó una bofetada.

- ¡Las putas no necesitan respirar, las putas solo necesitan polla! - exclamó Lainey sujetando a su madre del pelo y empujando la cara de la mujer contra la entrepierna de Ben. Luego, poniéndose en pie, la joven se paró sobre Maureen mientras la seguía sosteniendo del pelo, forzando arriba y abajo la cabeza de su madre sobre la polla de Ben.

- Oh, cariño, oblígala, sigue así.

- Realmente es tu esclava, ¿verdad? - preguntó una sonriente Lainey, inclinándose hacia delante para besar a su papito.

- Sí, y ahora es la tuya también. - contestó con una sonrisa Ben y Lainey soltó una carcajada.

- Creo que puedo acostumbrarme a esto.  - dijo sonriendo Lainey, obligando a su madre a balancearse sobre la polla de Ben, viendo como el joven se follaba la boca de Maureen, viendo como se atragantaba, viendo como babeaba, viendo como sollozaba.

- Pero si quisiste decir lo que dijiste, si realmente me perteneces, necesito reglas para que esto funcione. - insistió la muchacha, permitiendo, finalmente, tomar aire a su madre para luego empujarla para que cayese al suelo.

Lainey tomó entonces con una mano la polla de Ben, resbaladiza a causa de las babas de su madre, y se la introdujo dentro de su sexo.

- Cualquier cosa que desee mi gatita. - dijo sonriendo Ben y Lainey comenzó a cabalgarlo, haciendo caso omiso del sudoroso revoltijo cubierto de escupitajos en el suelo en el que se había convertido Maureen.

- Tu polla es mía. No más esclavas secretas para ti. Y no follarás con otras sin que yo lo sepa. - dijo sonriente la joven, dejándose caer sobre la polla de Ben y lanzando un gemido antes de aferrarse con fuerza a él.

- Hecho. Ella es mi única esclava. - dijo él y la joven clavó sus uñas en el cuello del chico.

- Vale. Y nunca te la follarás por el coño, a menos que yo esté presente y te de permiso, ¿vale?

Maureen lanzó un pequeño gemido de queja, pegando la cara al suelo de madera.

- Eso es fácil de cumplir. ¿algo más? - preguntó Ben.

- Sí, otra cosa. - gimió ella, cabalgando salvajemente sobre su polla.

- Cualquier cosa. - gimió ben, tomando los pequeños senos de la joven y apretándolos mientras el orgasmo se abría paso a través de ella.

- Dime que me amas. - susurró y él la sujetó con fuerza y la atrajo hacia sí, follándose su coño tan violenta y profundamente que los ojos de Lainey se movieron hacia atrás en sus órbitas al tiempo que comenzó a correrse.

- Te amo, gatita. - gimió Ben, uniéndose a la joven en la dicha orgásmica mientras le llenaba el coño de semen.

Lainey lo cabalgaba, gritando y llorando hasta que, finalmente se dejó caer sobre él.

- Yo también te amo, papito. - gimió ella, dándose la vuelta y apoyándose contra él, separando las piernas y frotándose el clítoris.

- Ven aquí y lame la corrida de mi papito de mi coño, puta. Estoy muy lejos de haber acabado contigo. - ordenó Lainey y Maureen sonrió, arrastrándose hasta el coño de su hija, enterrando la cara en su sexo mientras chupaba, y sorbía los restos del semen de Ben, lamiéndolo felizmente.

- ¡Joder! - gimió Lainey. – creo que podré acostúmbrame a esto.

*****

Lainey estaba sentada en la mesa de la cocina, mordisqueando unos huevos y pan tostado mientras le enviaba un mensaje de texto a su amiga Carly.

“Sí, deberías venir y pasar la noche aquí, aunque Ben también podría pasarse por aquí”, escribió sonriendo malévolamente mientras enviaba el mensaje.

“Claro”, respondió Carly, completamente ajena a la noche que Lainey le tenía reservada.

Había transcurrido ya una semana y media desde que la joven descubrió que su madre era una esclava y sonrió cuando se percató de que había sido una de las mejores semanas de su vida. Dejando el teléfono sobre la mesa se echó hacia atrás, observando a su madre desnuda a cuatro patas, lamiendo obedientemente su coño.

- Pon tus dedos aquí, puta. - exigió Lainey. -Y en el culo también. Tengo un largo día por delante y necesito relajarme un poco antes de empezarlo.

Maureen se sentó y se puso a trabajar mientras Lainey levantaba las piernas y le presentaba sus agujeros a su madre esclava. La joven gimió cuando Maureen comenzó a jugar con ella y la penetró con sus dedos hasta conseguir que se corriese salpicándole la cara con sus jugos. Luego la joven, recostándose, recuperó la compostura.

- Levántate e inclínate sobre la mesa. - ordenó Lainey y Maureen asintió.

- Sí, Señorita. - contestó con una sonrisa, besando primero a su hija en los labios, sosteniéndola por un breve momento, en un tierno abrazo, antes de darse la vuelta e inclinarse obedientemente sobre la mesa.

Lainey tomó algunas cuerdas y comenzó a atar a su madre a la mesa, tendida sobre ella y con el culo sobresaliendo. Primero le ató los brazos y luego las piernas, dejándola completamente inmóvil.

- No tengo tiempo para satisfacer hoy a papito, así que en una o dos horas vendrá a usar tu culo. - dijo sonriendo Lainey propinándole algunas nalgadas a Maureen antes de coger un enorme plug de la encimera. Escupiendo sobre él, lo forzó dentro del culo de su madre dilatándolo.

- Sí, Señorita. Gracias, Señorita. - gimió felizmente Maureen.

- Dice que quiere que estés chorreando de tanto correrte, así que vas a tener que ser una buena puta y tener tantos orgasmos como puedas antes de que él llegue. - Lainey soltó una risita mientras empujaba el vibrador en forma de “U” dentro del coño de su madre. - No debería costarte mucho.

La joven encendió el vibrador y vio como su madre ponía los ojos en blanco, sonriendo mientras lo colocaba en el nivel medio de vibración y colocaba el control remoto sobre la mesa, fuera del alcance de Maureen.

- Ah, y los jardineros deberían estar aquí sobre el mediodía, ¿verdad? - preguntó Lainey y Maureen asintió.

- Pensándolo bien, Ben cree que es hora de darles una buena propina por todo el trabajo duro que han realizado. - dijo sonriendo Lainey azotando el culo de Maureen.

La mujer gimió, sabiendo muy bien a que se refería su hija.

- Le dije a Ben que tenía mi permiso para ofrecer tu coño. - se rio Lainey tomando su bolso y colocándose bien la falda para estar presentable. - Pero solo si te están dando por culo y follando la boca a la vez.

Maureen gimió cuando su primer orgasmo se acercó, girando la cabeza para ver a su hija alejarse.

- Adiós, mami. - se despidió Lainey cerrando la puerta al tiempo que su madre se corría esperando ansiosamente a los pollones que atendería hoy.

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