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Una buena chica cristiana

en Dominación

Esta es una traducción del relato "A Good Christian Girl" escrito por Jacobmerryweather y aparecido originalmente en la web "Literotica". Por su temática me pareció excitante y aquí lo comparto. Espero lo disfrutéis.

*******

 

 

 

El día empezó como cualquier otro sábado. Me desperté con algo de resaca, me metí en la cocina y preparé un café. Eran ya cerca de las diez de la mañana y fuera el día era radiante. Lentamente me vestí y me preparé un pequeño desayuno, encendí mi portátil y comencé a enviar algunos correos que había descuidado el día anterior.

Así estuve aproximadamente una o dos horas hasta que repentinamente llamaron a mi puerta. Levanté la cabeza de mi ordenador, perplejo y me dirigí lentamente hacia la puerta, escuchando de nuevo los golpes sobre esta.

- ¡Ya voy, ya voy! - grité algo molesto. Sin embargo, al abrir la puerta, estuve a punto de que me diese algo.

De pie, en mi porche, se encontraba una pequeña joven rubia. No podía medir más de metro y medio, y dudo que pesara más de cuarenta kilos. Llevaba una blusa blanca con botones y una falda color rosa con calcetines blancos altos. Incluso llevaba una bonita y pequeña banda rosa a modo de diadema sujetándole el pelo. En su cara destacaban sus ojos azules y una gran sonrisa que dejaba ver sus brackets.

- ¡Buenos días, señor! - dijo con su sonrisa radiante.

Miré más allá de donde ella se encontraba, seguro de que alguno de los cabrones de mis amigos me estaba gastando una broma.

- Uh, buenos días. - respondí, mirándola de arriba abajo. Tenía unas tetitas pequeñas, tal vez una copa b, pero por poco.

- Lamento molestarle, pero voy de puerta en puerta vendiendo revistas para recaudar fondos para el viaje misionero juvenil que organiza mi iglesia. - dijo ella con energía.

- Ah, sí, caridad, ¿eh? - sonreí. - ¡Qué calor hace ahí fuera! - exclamé riendo.

- Oh, sí que hace calor. - corroboró ella con una risita.

- ¿Quieres entrar? Estás dejando salir todo el aire frío. - le dije dejando la puerta abierta y caminando de regreso a la cocina. - Podemos hablar sobre tus revistas o lo que sea dentro.

No me paré a ver como vacilaba, sólo volví a mi sala de estar y, pronto, ella entró, echándole un vistazo a mi casa, cerrando lentamente la puerta tras ella y siguiéndome.

- ¡Guau, tiene una casa preciosa! - exclamó soltando una risita.

- Gracias, siéntate. ¿Quieres un poco de agua? - pregunté y ella asintió con la cabeza, impaciente.

- ¡Oh, sí, por favor! - dijo sin dejar de sonreír, sentándose en el sofá y colocando su mochila frente a ella. Sacó un gran catálogo y, cuando volví, comenzó a revisarlo.

- Tenemos todo tipo de revistas a elegir, Life, Time, Rolling Stones… - dijo sonriendo mientras tomaba el vaso de agua que le tendí y se bebía su contenido.

- ¿Te obligan a salir a vender revistas en un día tan caluroso como el de hoy? - pregunté mientras me sentaba a su lado. Ella se mordió el labio.

- Bueno, no. No me obligan. - dijo desviando la mirada, casi avergonzada. - Pero es que mis padres no pueden permitirse el lujo de pagarme el viaje y deseo tanto ir.

Fruncí el ceño, haciendo un movimiento negativo con la cabeza.

- ¿Y la única forma de recaudar dinero es vender suscripciones a revistas? - pregunté y ella asintió.

- ¿Cuánto necesitas recaudar? - pregunté y ella levantó la mirada.

- Bueno, solo he logrado vender tres suscripciones en los últimos dos días, y a este paso no lo lograré. - dijo ella frunciendo el ceño y entonces vi mi oportunidad.

- Bueno, ¿Cuánto dinero necesitas? - volví a preguntar.

- Casi trescientos dólares, lo que en suscripciones son como… - comenzó ella a decir, pero yo hice un movimiento negativo con la cabeza.

- Mira, yo no leo revistas. Ya nadie lo hace y es probable que nunca ganes ese dinero. - le dije y ella, abatida, desvió de nuevo la mirada.

- Sí, yo también estoy empezando a pensar lo mismo. - murmuró y entonces coloque mi mano sobre su rodilla.

- Relájate. Pareces una buena chica, tratando de recaudar dinero para una causa noble. Podría darte cuatrocientos dólares ahora, ¿sabes? - dije y sus ojos se iluminaron.

- ¿Realmente lo haría? - preguntó ella encogiéndose de hombros.

- Bueno, podría. Quiero decir que podría dártelos, pero no voy a dártelos a cambio de nada. Tendrás que ganártelos. - contesté deslizando lentamente mi mano por su muslo.

Sus ojos se abrieron de par en par y me miró fijamente, con sus labios separados, mostrando sus bonitos brackets y, finalmente, movió negativamente su cabeza.

- Oh, no señor, lo siento. Creo que se ha hecho una idea equivocada. - respondió sin dejar de negar con la cabeza y poniéndose en pie.

- No, cariño, cálmate. Creo que eres tú quien se ha hecho una idea equivocada. - dije riendo al tiempo que tiraba de ella sentándola de nuevo a mi lado.

- ¿Cómo te llamas? - pregunté y ella sonrió de nuevo.

- Lilly. - borboteó.

- ¿Y cuántos años tienes, Lilly? - pregunté con una sonrisa.

- Dieciocho. Los cumplí el mes pasado.

Agradecí silenciosamente a las estrellas la suerte que había tenido.

- Ok, bueno Lilly, piensa en todo el bien que podrías hacer en ese viaje misionero. - dije sonriendo y ella asintió con la cabeza.

- Sí, es la voluntad de Dios el difundir nuestra fe a través de buenas obras. - recitó, mirándome como un inocente corderillo.

- Exactamente. Y no quiero mucho a cambio, pero soy un hombre con deseos carnales. Te propongo algo, si te desnudas para mí ahora mismo y me dejas ver tu cuerpo, te daré el dinero, y podrás ir al viaje. - Le dije y ella se mordió el labio.

- No sé. - murmuró y yo me encogí de hombros.

- ¿No te ha visto nunca nadie desnuda? - pregunté riendo.

- Bueno, las chicas de mi instituto en el gimnasio. - murmuró desviando la mirada.

- Ok. Entonces será como en el gimnasio, salvo que esta vez te pagarán por ello. A mí me parece un trato fácil. - dije sin dejar de sonreír.

Ella permaneció sentada junto a mí, con los brazos cruzados, sopesando la idea en su cabeza. Finalmente me miró.

- ¿Todo lo que tengo que hacer es solamente dejar que me veas desnuda? - preguntó mirándome con aquellos grandes ojos azules de gacela.

- Sólo eso. - dije con una sonrisa y ella se puso en pie.

Se apartó de mi lado y, lentamente, comenzó a desabrochar su blusa dándome la espalda.

- Date la vuelta. Quiero verte. - la interrumpí con un carraspeo de mi garganta.

Ella se volvió hacia mí, tratando de mirar hacia otro lado mientras, uno por uno, iba desabrochando los botones de su blusa. Luego sujetó su falda, preparándose para quitarse la prenda, pero la detuve con un movimiento negativo de mi cabeza.

- Aún no. - sonreí. - Date la vuelta y levántatela. Déjame echar un pequeño vistazo.

La chica se sonrojó y pegó su cara contra su hombro, tratando de ocultar una sonrisa y se giró. Se inclinó un poco hacia delante y, lentamente, se subió la falda. Centímetro a centímetro, su diminuto y pequeño, pero a la vez redondeado y respingón, trasero quedó a la vista.

Sus bragas eran de color rosa brillante adornada con pequeños lacitos.

- Quítate la falda. - le dije y ella, soltando los cierres, la dejó caer al suelo. Luego se dio la vuelta, mirándome con la cara roja como una cereza.

- ¿Tengo que quitarme también las bragas? - susurró y yo asentí.

- Sí. - contesté y ella obedeció.

Ella permaneció en pie, inmóvil, ocultando torpemente su rostro.

- Déjate llevar. - le dije y ella se quitó su diadema. Su brillante cabello rubio le caía sobre los hombros.

Sonrojada, se quedó así. Su piel pálida, su rostro y su pecho estaban ruborizados. Sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

- ¿Ya está? ¿Puedo vestirme ya? - preguntó ella y yo hice un movimiento negativo de cabeza.

- Te diré algo. Si dejas que te dé un beso, te daré cien dólares extra. Para gastos de viaje. ¿Qué te parece? - pregunté y ella volvió a desviar la mirada.

- ¿Sólo un beso? - tartamudeó, manteniendo sus manos frente a su pecho.

- Sí, sólo un beso. - le dije y ella me sonrió.

- Bueno, supongo que no me va a doler. Y sí, necesito un poco de dinero extra. - dijo con una sonrisa. - Está bien, pero solo eso y habré terminado, ¿verdad?

- Claro, te lo prometo. - le dije y ella se acercó a mí. Sentándose a mi lado, pasó uno de sus brazos sobre mi hombro y, cerrando los ojos, se inclinó lentamente sobre mí.

- ¡Eh! ¡Frena un poco! - dije echándome a reír empujándola un poco hacia atrás. - No quiero besarte en los labios.

Ella se irguió y me miró, confundida. Yo me dejé caer sobre mis rodillas frente a ella. Separé sus piernas y ella entrelazó sus dedos frente a su pecho como si rezase al tiempo que negaba con la cabeza.

- ¿Ahí? ¡No puedo dejar que me beses ahí! - exclamó ella, pero yo la hice callar.

- Relájate. Es solo un beso, como en cualquier otro lado.

Sonreí y ella asintió lentamente.

- Vale, vale, vale. - dijo levantando las piernas en el sofá y separándolas.

- Eres bastante ágil. - bromeé y ella se ruborizó.

- Umm, gracias. Ballet, supongo. - susurró mientras yo me inclinaba hacia adelante.

Lentamente besé su coño, acariciándolo al mismo tiempo con mi pulgar hasta lograr que su clítoris quedase expuesto. Ella gimió, temblando un poco mientras mi lengua golpeaba contra él. Todo su cuerpo se cubrió de rubor.

- ¡Oh! ¡Oh! - bufó ella sacudiendo la cabeza. - Vale, ya basta, ¡ya basta! - gritó ella pero yo negué con la cabeza.

- No, cielo, aún no he acabado. - dije sonriendo. Los jugos de su coñito cubrían mi cara.

- Vale, pero por favor, no mucho más, estoy… - su pesada respiración se detuvo.

Agarré sus piernas y las sostuve hacia atrás, lamiendo vorazmente su clítoris mientras ella se estremecía y se retorcía tratando de liberarse de mi presa.

Creo que supe que estaba llegando al orgasmo incluso antes de que ella lo supiera. Su respiración se entrecortó y su cuerpo se arqueó. Entre jadeos, comenzó a gemir.

- ¿Qué… qué…? - gritó, pero yo continué lamiendo hasta que empezó a temblar y a empujar su sexo contra mi cabeza.

- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué… qué me está pasando? ¿Qué…? ¡Oh! ¡Ohhhhhh! - gritó mientras yo la sujetaba aún más fuerte mientras alcanzaba el clímax. Finalmente, sentándome, dejé que se relajase.

La joven jadeaba y temblaba. Gotas de sudor corrían por su cara y su pecho.

- ¿Qué… qué ha pasado? - jadeó ella.

Yo me limité a mover la cabeza, apesadumbrado.

- ¡Oh, Dios! ¡Oh, no, Lilly, lo siento mucho! - frotándome la cabeza, me levanté y me alejé de ella, fingiendo estar en estado de shock.

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

- ¿no sabes lo que acabas de hacer? - pregunté y ella me respondió con un movimiento negativo de su cabeza, con el miedo asomando a sus ojos.

- ¡No! ¡Dígamelo, por favor!

- Bueno, - comencé a decir frunciendo el ceño al tiempo que me volvía hacia ella - te pagué para que me permitieses besarte y tú me lo permitiste. Y encima acabas de tener un orgasmo. Eso significa que ahora eres una puta. - volví a fruncir el ceño, frotándome el puente de la nariz. - No quise hacer que te corrieses, lo siento mucho.

Ella jadeó, agarrando su ropa tratando de cubrir su cuerpo desnudo.

- ¿Qué? ¡No soy…! ¡Usted me obligó! - gritó ella y yo negué con la cabeza.

- Yo no te he obligado a hacer nada. Solo quería un beso y tú dejaste que yo pagara por él. Y además tuviste un orgasmo como una putilla guarra cuando te lo di. ¡Oh, Dios! ¡Esto es tan malo!

- Pero… pero… ¡Nadie tiene porque enterarse! - gritó - ¡Por favor, señor, no le lo diga a nadie!

Me dediqué a pasearme por la habitación, moviendo negativamente la cabeza.

- No, eso no servirá. Tendré que llamar a tu iglesia, ¿qué clase de hombre sería yo si dejo que una prostituta como tú haga un trabajo de misionera?

Lilly jadeó, llevándose las manos a la boca, con los ojos muy abiertos.

- ¡No, por favor! ¿No podré hacer trabajo misionero? - susurró ella y yo asentí.

Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho. No podía creer que esto estuviera saliendo tan bien.

- Sí, tendré que decírselo a tu pastor. Y una vez que lo sepa, se asegurará de echarte. ¡Oh, Dios!, lo siento mucho. - murmuré al tiempo que vi como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

- Pe… pe… pe… pero… - tartamudeó, mordiéndose un dedo y sollozando en silencio.

- Bueno, a menos que… - dije encogiéndome d ehombros, haciendo todo lo posible para ocultar mi sonrisa.

- ¿A no ser qué? - jadeó ella.

- No, no podría hacerte eso. Sería demasiado duro para ti. - dije con un suspiró alejándome de ella.

Al instante siguiente, ella se aferraba a mi pierna izquierda, arrastrándose por el suelo, desnuda.

- ¡Por favor! ¡Lo que sea! ¡Cualquier cosa! - me suplicó. Las lágrimas caían por sus mejillas. - ¡Haré lo que sea! - gritó.

Respiré hondo y la miré fijamente.

- Bueno, si realmente quisieras, podría castigarte por lo que has hecho. - le dije y sus ojos se iluminaron esperanzados. - Entonces nadie tendría porqué saber nada, pues lo habrías compensado con una penitencia y, estoy seguro, habrías aprendido una lección.

Lilly se mordió el labio, apartó la mirada y, finalmente, asintió.

- Vale, está bien, puedo hacerlo, estoy lista. - susurró.

Agarrándola del pelo, la obligué a levantarse y la forcé a caminar hacia la mesa de mi sala de estar. La hice inclinarse sobre ella y extendí sus brazos hacia delante.

- Esto no va a ser fácil. - le dije y ella lanzó un pequeño gritito.

- ¿Qué… qué va a hacerme? - preguntó y yo, levantando la mano, le propiné un azote en el culo, muy suavemente.

- ¡Oh! - exclamó ella dando un respingo, mirándome con un ingenuo terror asomando en sus ojos.

- Puedes irte cuando desees, Lilly. - le dije acariciándole el culo, pero ella se limitó a cerrar los ojos y sacudir la cabeza a modo de negativa.

- No, por favor. Siga, necesito esto. - suplicó.

Le propiné un nuevo azote, está vez más fuerte. Sus pequeñas y redondas nalgas se enrojecían con rapidez. Ella se retorció un poco sobre la mesa, equilibrando su peso, y luego me miró.

- Por favor, sigua adelante. Sé que me lo merezco. - murmuró y le propiné otro azote, y otro, y otro…

Transcurrido un tiempo, me separé de ella para admirar mi trabajo. Lilly sollozaba y jadeaba silenciosamente, con la cara humedecida por sus lágrimas, roja de vergüenza. Ella me miró. Había miedo en sus ojos.

- ¿Es… es… es suficiente? - susurró, pero yo negué con la cabeza.

- ¿Crees que has sido suficientemente castigada? ¿No te sientes aún sucia y avergonzada?

Ella jadeó, asintiendo. Ahora las lágrimas caían ininterrumpidamente de sus ojos.

- ¡Sí! ¡Me siento peor! Me acerqué tanto al orgasmo mientras me azotaba, yo… yo… - comenzó a tartamudear entre sollozos.

Honestamente, apenas si podía contener mi alegría. Ella estaba temblando, mordiéndose el labio, mirándome preocupada.

- Esto es peor de lo que pensaba. - le dije frotándome la barbilla y sacudiendo la cabeza.

- ¿Qué? ¿De verdad? - gritó ella, cubriéndose la cara sollozando. - ¡NO era mi intención! ¡No quiero ser una sucia putilla!

- Tengo una idea. Estate quieta ahí. - le dije antes de dirigirme a mi habitación para volver después con una larga cuerda.

Me acerqué a ella y le sujeté los brazos, uniéndolos y atándolos a una de las patas de la mesa para que no pudiera levantarse.

- ¿Q… qué va a hacer? - susurró ella. Yo negué con la cabeza.

-En realidad, ya he oído antes hablar de esto, Lilly. Y la mejor manera de tratarlo es azotarte y jugar contigo hasta que te corras. - dije sonriendo. Luego, inclinándome hacia delante, le levanté la cabeza por la barbilla y la besé. Trató de mirar hacia otro lado, pero yo la sostuve, inmóvil, y ella me devolvió el beso, aunque débilmente.

- Si logras correrte mientras te azoto, tu cuerpo asociará el orgasmo con el dolor, y dejarás de disfrutarlo tanto. Puede llevar un tiempo, pero he oído hablar de este tipo de terapia usado para curar a las putitas traviesas de sus impulsos sexuales. Sin embargo, va a ser duro, y tu cuerpo puede obligarte a parar a mitad de camino. Necesitarás la cuerda para mantenerte tendida sobre la mesa y puedas completar la terapia.

- Sí, sí, eso tiene mucho sentido. ¡Por favor, necesito su ayuda! - suplicó ella, levantando su culo hacia mí.

- También voy a penetrarte con el dedo al tiempo que juego con tu coño. Lo mejor que puedes hacer es no tratar de resistirte, ¿de acuerdo? Córrete tantas veces como puedas, y cada vez que tengas un orgasmo, quiero que declares tu vergüenza diciendo que eres una puta sucia o una puta sin valor, cosas así. De esa manera, puedo azotarte más fuerte cuando te estés corriendo, quizás incluso te ahogue. Pero puedes estar segura, estás en buenas manos. Estás a salvo conmigo. Haré todo lo posible para ayudarte a deshacerte de tus demonios para que puedas volver a ser una buena niña. - dije sonriendo y ella asintió vigorosamente con la cabeza.

- Sí, oh Dios, muchas gracias, señor. No puedo creer que esté tan dispuesto a ayudarme. Dios le bendiga. - dijo entre sollozos. Luego miró al frente y cerró los ojos.

- ¿Estás lista? - pregunté mientras mi mano bajaba por su espalda y palpaba su trasero.

- Sí, señor. Por favor, estoy lista. - asintió, mordiéndose el labio.

Deslicé mi mano entre sus piernas, empujándolas para separarlas, y lentamente froté los labios de su sexo. Estaba empapada. Sus jugos lubricaban su pequeño coñito. Masajeé suavemente el clítoris, apenas rozándolo, durante diez segundos antes de que ella comenzara a retorcerse.

- ¡Oh, Dios! ¡Está pasando! ¡Está pasando de nuevo! ¡Me estoy corriendo! - gritó ella jadeando y sacudiendo la cabeza.

Me quedé allí, inmóvil, en estado de shock, viendo como se había corrido casi instantáneamente, temblando y jadeando, arqueando su espalda y luego derrumbándose sobre la mesa.

Di un paso atrás, sin dejar de mirarla, boquiabierto.

- ¿Por qué no… señor, por qué no sigue…? - jadeó, mirándome.

- Esto va a necesitar de bastante trabajo. - le dije, azotando de nuevo su culo. Ella, resoplando un poco, asintió con la cabeza.

- Sí, por favor, no importa cuánto tarde, ¡quiero ser una buena chica de nuevo! - gimió al tiempo que meneaba un poco su culito.

- No puedo creer que te hayas corrido con tanta rapidez. - comenté riéndome un poco y la volví a azotar.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Usted me dijo que me dejase llevar, que no me resistiese! - dijo llorando, enterrando la cara entre sus brazos.

- No. Tienes razón, no debes resistirte, pero no proclamaste tu vergüenza. No olvides la próxima vez decirme la sucia putita que eres. - le indiqué y ella volvió a asentir.

Comencé a pegarle de nuevo, cada vez más fuerte. Luego, lentamente, introduje mi dedo dentro de su coñito, sin poder creer lo que estaba notando.

Tenía el agujerito más pequeño y estrecho que jamás había visto. Incluso mi dedo era demasiado grande para ella y, al notarlo en su interior, se estremeció y se retorció, separando las piernas y arqueando la espalda mientras yo, suavemente, lo empujaba dentro de ella, azotándola sin parar.

- ¡Oh Dios! - comenzó a gritar finalmente tras unos instantes. - ¡Oh Dios! ¡Oh! ¡Soy una puta! ¡Oh, Dios, soy una puta! ¡Soy una puta inmunda! - gritó ella y yo le propiné una palmada tan fuerte que mi mano comenzó a arder.

Ella sacudía la cabeza, negando, luego se volvió hacia mí, suplicándome con sus ojos.

- ¡Oh, por favor! ¡Más fuerte! ¡Soy una puta!

Le di una nueva palmada y ella hizo una mueca de dolor, retorciéndose, gritando y temblando, todo su cuerpo sacudido por un obvio placer. Finalmente, se calmó. Saqué mi dedo de su pequeño coño y caminé hacia la parte delantera de la mesa.

- Buena chica. Lo estás haciendo muy bien, Lilly. - le dije y ella sonrió, resoplando entre sollozos. - Pero mira mi dedo. Está lleno de tus jugos. Eso solo pasa si estás disfrutando.

Ella negó con la cabeza, poniéndose aún más roja que antes.

- Lo sé, lo sé, ¡no puedo evitarlo! ¡Es una sensación tan buena! - exclamó llorando, rompiéndose y escondiendo su rostro.

Cogiéndola del pelo, la obligué a levantar la cara.

- ¡Abre la boca! - le ordené.

Y su boca se abrió. Sus pequeños y lindos brackets brillaban hacia mí. Metí mi dedo dentro de su boca y ella comenzó a retorcerse y a sacudir la cabeza.

- Prueba tus jugos, prueba lo puta que eres. Quiero que me los quites del dedo.

Poco a poco, dejó de resistirse y comenzó a chuparme el dedo. Me sorprendí de lo profundo que podía introducirlo en su boca sin que se atragantase.

Tras un rato, saqué mi dedo de su boca y volví a colocarme detrás de ella, separando sus piernas con un ligero toque en la cara interna de sus muslos. Con un pequeño grito, ella separó sus piernas todo lo que pudo, con los pies tocando aun el suelo, prácticamente de puntillas.

Comencé a acariciar su coñito al tiempo que la azotaba de nuevo, cambiando de mano para poder prestarle más atención a su nalga izquierda, y ella gimió y se sacudió, tirando de sus ataduras. Finalmente, su cuerpo comenzó a estremecerse y ella empezó a temblar.

- ¡Soy una sucia putilla! ¡Soy una puta inmunda! ¡Oh Dios! ¡Soy una puta! - jadeó ella y yo comencé a azotarla con más fuerza, acariciando su clítoris con mis dedos e introduciendo mi pulgar dentro de su sexo.

Lilly sacudió la cabeza de un lado a otro, sin dejar de jadear mientras yo la azotaba más y más fuerte.

- ¡Oh Dios, oh, por favor! ¡Soy una puta! ¡Soy una puta! - gritó, cerrando los ojos y sin dejar de temblar. La acaricié más vigorosamente y ella comenzó a sollozar.

- Creo… ¡Oh Dios! ¡Creo que está pasando otra vez! ¡No puedo pararlo! - chilló.

- Deja que suceda, sigue corriéndote. ¡Eso es exactamente lo que necesitas! - le grité y ella asintió, levantando su culito.

- ¡Dios! ¡Soy una sucia puta! ¡Soy una puta repugnante! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! - gritó, llorando y temblando, su respiración se aceleraba rápidamente.

- ¡Di que eres una puta estúpida! ¡Di cuán inútil e idiota eres! - grité quitándome el cinturón y usándolo para azotar su culo.

- ¡Oh! ¡Sí! ¡Soy una putilla estúpida! ¡Soy una putilla tan idiota! ¡Oh! ¡Oh Dios! Sí, por favor, merezco que me castiguen, ¡soy una pequeña puta traviesa! - gritó antes de volver la cabeza hacia mí, sudando y jadeando.

- ¡Oh Dios, está pasando otra vez! - dijo llorando.

- Deja que pase, sigue corriéndote. - dije y ella, mordiéndose el labio, asintió con la cabeza y volvió la cabeza al frente, enterrando la cara entre sus brazos.

- ¡Ohhhhhh! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! - gritó. Yo me erguí y envolví con mi brazo izquierdo su cintura, de modo que mi mano izquierda frotase y acariciase su clítoris. Con mi mano derecha, agarré su garganta.

- ¡Oh por favor! - jadeó ella. Luego apreté tan fuerte con mi mano que ella ya no podía respirar. Podía sentir como se retorcía y luchaba por liberarse de mi presa, como su cuerpo se arqueaba, desplomándose luego, alcanzando una y otra vez el clímax y, cuando finalmente solté su garganta, ella dejó escapar un grito casi ensordecedor mientras su cuerpo se convulsionaba. Luego, su coño explotó liberando, una y otra vez, chorros de sus jugos, que resbalaban por sus piernas, empapando mis pantalones.

La solté y ella gimió, con los ojos en blanco, retorciéndose lentamente, rodando de un lado a otro de la mesa, jadeando sin parar.

- ¿Qué ha…? ¿Qué he hecho?  ¿Qué ha sido eso? - susurró.

Yo moví negativamente la cabeza antes de contestar.

- Oh, Dios, Lilly, acabas de eyacular. No muchas chicas pueden hacer eso, solo las más putillas más sucias y traviesas pueden lanzar chorros así.

Ella, entre temblores, comenzó a sollozar de nuevo.

-¡Oh Dios! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No pude evitarlo! ¡Se siente tan bien! - gimoteaba, llorando y mirándome impotente.

- Francamente, nos estamos quedando sin opciones. - comenté mientras ella se derrumbaba frente a mí.

- ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¿qué puedo hacer? - preguntó sin dejar de llorar.

- Espera, tengo algo que quizás pueda ayudarnos. - le dije alejándome de ella en dirección a mi dormitorio. Allí abrí mi armario y saqué mi pequeño cofre de tesoros. Saqué de él una mordaza de bola, dos rollos más de cuerda, un látigo y un consolador vibrador pequeño y delgado. Tomando sus braguitas de la mesita de café, volví a su lado.

Ella seguía llorando y gimoteando, susurrando para sí misma cuando regresé.

- No quiero ser una puta, no puedo ser una puta - sollozaba.

Le di un toque en la espalda y luego coloqué la mordaza de bola y el látigo al lado de ella.

- ¿Qué es lo que va a hacer…? - empezó a decir, pero yo la mandé a callar enseñándole el vibrador.

- Esto va colocado dentro de tu coño y vibra. Va a hacer que te corras sin parar. Y mientras te estás corriendo, voy a azotar tu espalda. Probablemente sea lo más doloroso que vayas a pasar nunca y tendrás ganas de gritar. Para eso está la mordaza. ¿Entiendes?

Ella asintió. Me coloqué entonces frente a ella y, tomando la mordaza de bola con una mano, la sostuve frente a su cara.

- Abre. - ordené y ella abrió la boca.

La mordaza le quedaba algo ajustada, pero pronto estuvo bien acoplada a su pequeño rostro y Lilly quedó completamente amordazada. La bola de madera cerraba casi completamente su boca.

Aseguré los cierres de la mordaza alrededor de su cabeza y luego tomé sus braguitas e introduje el vibrador dentro de su coñito. Aun forzándolo, sólo logre introducirlo apenas nueve o diez centímetros. Su estrecho coñito no admitía más. Para que no se cayese el artilugio, lo mantuve sujeto en su lugar con las braguitas, que le coloqué a continuación.

Ella emitió algunos ahogados sonidos, pero yo seguí con mi trabajo.

Agarré las cuerdas y las usé para atar cada una de ellas a sus tobillos y luego sujetarle estos a las patas de la mesa, obligándola a mantener separadas las piernas, Pronto estuvo completamente atada sobre la mesa, incapaz apenas de moverse unos centímetros, con las piernas abiertas, su carne expuesta, su coño moviéndose lentamente de un lado a otro.

- ¿Estás lista? - pregunté pasando las tiras de cuero del látigo por su espalda. Ella se estremeció y pude ver como se le erizaba la piel de sus brazos y piernas.

- Mhhh mhhhh - asintió,

Y como yo estaba seguro de que aquello era una afirmación, metí las manos entre sus piernas y puse en marcha el vibrador.

El zumbido del vibrador hacia juego con el aliento de Lilly, que jadeaba sin parar mientras un reguero de baba chorreaba por su barbilla hacia la mesa. Gemía y chillaba bajo la mordaza al tiempo que su cuerpo se estremecía sin dejar de temblar.

Vi que estaba a punto de llegar al clímax y fue entonces cuando mi mano se alzó y dejé caer un azote, terriblemente fuerte, justo en medio de su espalda.

- ¡Oh! ¡Mmmmhhh! ¡Mhhh!

Ella babeaba y yo supe que era presa de un orgasmo. Se doblaba sobre la mesa, gimiendo, sollozando mientras la azotaba una vez tras otra.

Un momento después me saqué la polla del pantalón y comencé a acariciarla. Estaba rígida, dolorida y muy, muy dura. Me seguí acariciando mientras ella seguía retorciéndose bajo mis azotes, hasta que su espalda se convirtió en un revoltijo de verdugones y carne enrojecida.

Durante todo ese tiempo, no creo que ella dejase de correrse. No estoy seguro de si tuvo un orgasmo largo o una serie de orgasmos encadenados, pero ella se siguió corriendo, una y otra vez, con sus jugos empapando sus bragas y el resto resbalando por sus piernas.

Debí haberla azotado durante casi una hora. Para cuando terminé, no quedaba ni un solo centímetro de su piel que no estuviese roja, ni siquiera sus piernas.

Solté el látigo y me dirigí a la cocina, de donde cogí unas tijeras antes de regresar con ella.  Le ajusté el pelo y me acerqué a su rostro, desabrochándole las correas de la mordaza y quitándosela de la boca.

El vibrador aún continuaba encendido y ella seguía corriéndose, sollozando, sin parar de jadear mientras me miraba.

- No puedes evitarlo, ¿verdad? - pregunté y ella negó con la cabeza.

- ¡No, no puedo! -  respondió llorando. Luego su mirada se clavó en mi polla dura y erecta. ¿Qué estás…? - comenzó a preguntar, pero yo la corté con una bofetada.

- Creo que solo queda una cosa que pueda hacer. - le dije y ella me miró a los ojos.

- ¡Por favor! ¡Cualquier cosa! ¡Lo que sea para que sea vuelva a ser buena! ¡Oh!  - dijo haciendo una mueca, cerrando los ojos cuando estuvo a punto de llegar a un nuevo orgasmo. - ¡Oh Dios! ¡Soy una puta tan asquerosa!

Agarré mi polla y la blandí contra su cara.

- Voy a tener que echarte el polvo más fuerte, más rudo y más degradante de tu vida, y con suerte nunca querrás pensar otra vez en el orgasmo.  - dije, acariciándome lentamente el miembro.

Ella sacudió la cabeza negativamente, las lágrimas fluían de nuevo incontroladas.

-¡No! ¡Por favor! ¡No puedo! Yo soy… Yo soy… ¡Oh Dios, me estoy corriendo de nuevo! - gritó ella apretando los dientes, luego, con una sacudida, recobró el aliento. - ¡Me estoy reservando para el matrimonio!

Lanzando un profundo suspiro, me froté la barbilla.

- Nadie va a querer casarse con una sucia putita como tú. - le dije con un movimiento negativo de cabeza. - Pero si esto funciona, te curaras y nadie necesitará saberlo.

Ella lanzó un gemido, sacudiendo su culito, mirándome, intentando pensar.

- ¿Me lo jura? ¿Nadie? ¡Oh! ¡Oh! - bufó.

- Si puedo curarte, no habrá nada que contar. Ya no serás una prostituta - dije con una sonrisa, acariciando su mejilla, y ella asintió.

-¡Sí! ¡Por favor! ¡Fólleme! ¡Fólleme tanto que no quiera volver a follar en mi vida! ¡Oh! ¡Oh Dios! - suplicó antes de correrse, temblando de placer.

Cogi las tijeras y corté sus braguitas haciéndola jirones que cayeron al suelo formando un húmedo montón de tela. Luego le saqué el vibrador dejándolo a un lado de la mesa.

- Pide mi polla. - le ordené con un azote en el culo.

- ¡Oh! ¡Oh Dios! ¡Por favor, déjeme tener su polla! ¡Por favor! ¡Soy una puta inmunda! ¡Necesito que me folle hasta que me convierta de nuevo en una buena chica! ¡Por favor!

Escupí en mi mano y froté mi polla hasta que estuvo húmeda, luego lentamente la empujé dentro de su coño.

 Aunque estaba chorreando su coñito era increíblemente estrecho. Mientras conducía mi polla lentamente dentro de ella, podía sentir como su pequeño himen cedía.

- ¡Oh! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Es demasiado grande! - chilló, moviendo negativamente la cabeza, pero yo continué follándomela. Solo pude meterle los primeros nueve o diez centímetros de mi polla, así que agarré sus nalgas y, lentamente, comencé a embestir con mi polla en su interior, penetrando cada vez más profundamente con cada embestida.

- ¡Oh! ¡Oh! ¡Dios, que bueno! ¡Fólleme más fuerte! ¡Haga que duela! - me suplicó, así que enterré todo mi miembro en su sexo.

Ella lanzó un grito, mordiéndose el labio y gimiendo, jadeando, mascullando en un indescifrable galimatías, como si estuviese hablando en lenguas muertas. Luego me devolvió la mirada, esa intensa mirada mezcla de rabia y placer animal y sus ojos comenzaron a ponerse en blanco mientras sacaba la lengua y comenzaba a jadear.

Agarré con fuerza sus nalgas mientras la embestía desde atrás, abandonándome a un eufórico placer.

- ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Voy a volver a correrme! ¡Señor, por favor, azóteme, estrangúleme! ¡Hágame odiar esto! - me suplicó y yo no pude evitar complacerla.

Le propiné una nalgada mientras ella gritaba y, finalmente, cuando supe que estaba a punto de correrse, agarré su garganta embistiéndola con embates fuertes y profundos, sacando casi por completo mi polla para luego forzarla en su interior una y otra vez.

Ella no había eyaculado en ningún momento, yo pensé que se había secado, pero cuando llegó al clímax, pude notar como de nuevo sus jugos salían disparados empapando de nuevo mis pantalones.

Entonces, no pude evitarlo. El placer fue demasiado intenso. Con un gruñido, mi caliente carga salió disparada a borbotones hacia el interior de su coñito, llenándola de mi semen.

- ¡Oh Dios! ¿Usted… usted acaba de correrse dentro de mí? - exclamó ella cuando me retiré de su coñito, dejándome caer sobre una de las sillas del comedor.

- Dios, sí, no pude evitarlo. - comenté riendo mientras me quitaba lentamente la ropa.

- Pero… pero… ¡Yo no uso ningún método anticonceptivo! - exclamó entre lágrimas y yo me encogí de hombros.

- Entonces mejor que te tomes una de esas “píldoras del día después”, ¿no crees? - dije riendo. Luego me levanté de la silla y la desaté.

Ella lloraba en silencio mientras la liberaba de sus ataduras, y cuando al fin estuvo libre, se acurrucó sobre la mesa en posición fetal, abrazándose las piernas.

Cogí el consolador y luego la obligué a levantarse, llevándola a mi habitación. Allí, la forcé a arrodillarse frente a mí. Ella me miraba confundida mientras yo agitaba mi polla ante ella.

- ¿Crees que ya has acabado? - pregunté riendo, abofeteando su rostro. - Abre la boca, no he terminado aún contigo.

Su boca se abrió y yo empujé mi polla dentro de ella. Daba la impresión de que Lilly no sabía que hacer a continuación, así que la cogí del pelo y la obligué a mover su cabeza hacia delante y hacia atrás.

- Chúpala, como si fuese una gran piruleta. - le dije y ella empezó a sorber y lamer. Incluso con sus brackets puestos, era una mamada bastante decente y en apenas un minuto o dos, mi polla estaba de nuevo dura como una roca.

La miré fijamente. La pequeña e inocente chupapollas movía su cabeza hacia adelante y hacia atrás sobre mi polla, mirándome con aquellos enormes e inocentes ojos. Me incliné sobre ella y comencé a darle nalgadas, luego la agarré del pelo y comencé a follarme su boca.

Ella se atragantó y trató de apartarme, intentando sacarse mi polla de la boca, pero la sujeté de los brazos colocándoselos a la espalda, sosteniéndole el cráneo con una mano mientras la azotaba con la otra.

Ella balbuceó, se atragantó y tosió, sofocándose y babeando sobre mi polla. Un hilillo de baba caía por su barbilla hacia su pecho.

Finalmente saqué mi polla de su boca y ella cayó acurrucada sobre mi alfombra.

- Por favor, señor, no creo que pueda soportarlo más. - sollozó.

- Bien, parece que finalmente vamos progresando. - dije sonriendo mientras la ayudaba a levantarse y la acompañaba hasta mi cama.

Ella se tendió sobre ella e, instintivamente, separó las piernas. Yo la monté, forzando de nuevo mi polla en el interior de su apretado coñito, tomando una de sus manos y colocándosela sobre su clítoris.

- Juega contigo misma. - le dije. Luego, tomando el vibrador, lo encendí dándoselo después.

- Sí… Oh Dios… Sí… ¡Así… así…! - gimió ella acogiendo la totalidad de mi polla en su interior, retorciéndose y mascullando, jadeando como un animal. Su mirada pasó rápidamente de mi cara a mi polla y empezó a frotar el vibrador sobre su clítoris al tiempo que sacudía la cabeza temblando.

- ¡Oh Dios! ¡Soy una sucia puta! ¡Soy una puta estúpida! - comenzó ella a gemir, así que la agarré de la garganta y comencé a abofetearla una y otra vez. Ella jadeó, abriendo la boca de par en par para formar en su cara una gigantesca sonrisa que no era de este mundo.

- ¡Sí! ¡Dios, sí! ¡Por favor! ¡Castígame! - me suplicó sin dejar de frotar su clítoris con el vibrador, estrangulándose a si misma con la mano libre.

Yo continué follándome su coñito mientras ella se corría una y otra vez, jadeando como un animal hasta que, como una pequeña muñeca de trapo, se desplomó sobre mi cama.

En ese momento le di la vuelta, colocándola sobre sus rodillas, con el culo en pompa y su cara enterrada en mis almohadas, y le coloqué sus manos entre sus piernas.

- Sigue tocándote el clítoris. - le ordené al tiempo que le propinaba una nalgada y ella asintió comenzando a acariciar su coñito.

Forcé mi polla en su interior mientras ella se masturbaba. Yo ya estaba perdiendo rápidamente la resistencia, pero aún me quedaba un poco más de vida, así que tomé el vibrador, lo encendí, escupí sobre él y luego lo empujé lentamente dentro de su culito.

- ¡Oh! ¡Oh, no! ¡Por favor, por ahí no! - me suplicó, pero tan pronto como el vibrador entró un par de centímetros, pude sentir como su coño a contraerse una y otra vez sobre mi miembro.

- ¡Oh Dios! ¡Sí! ¡Sí! ¡No lo saques! ¡Sí! - gritó, alcanzando de nuevo el clímax y cabalgando sobre las olas de su orgasmo durante algún tiempo.

Finalmente, me salí de ella, tendiéndome a su lado, apoyado en las almohadas.

- ¿Ha vuelto a correrse dentro de mi coño? - me susurró ella, mirándome, pero negué con la cabeza.

- No, me la vas a chupar hasta que me corra sobre tu cara y tus tetas. Luego vas a lamerlo y tragártelo todo. - le dije y ella asintió, moviéndose sobre mi cama, lenta y dolorosamente, hacia abajo.

Apoyada sobre su estómago, agarró mi polla y la uso para abofetearse un par de ves la cara. Luego se la metió en la boca hasta que llegó a su garganta.

Su cabeza comenzó a balancearse arriba y abajo al tiempo que ella se ahogaba y sorbía. Sentí como si transcurriese una eternidad, pero finalmente comencé a gemir, sintiendo que comenzaba a correrme.

- Sácatela, sácatela, ¡quiero que mi corrida te cubra la cara! - gruñí, y ella obedeció.

Mi caliente carga salió disparada hacia su cara, un chorro tras otro, hasta que estuvo cubierta de pegajoso y blanco esperma.

Aunque tenía los ojos pegados a causa de mi semen, hizo todo lo posible por mirarme.

- ¿Debería lamerlo ahora? - me preguntó y yo me reí un poco.

- Sí, pequeña. - le dije.

Ella se pasó un dedo por la cara, recogiendo el semen y depositándolo dentro de su boca. Cuando terminó, se acurrucó a mi lado, apoyando la cara en mi pecho y me quedé dormido.

Cuando desperté, era ya por la tarde y ella me miraba, jugando con el vello de mi pecho, con una sonrisa en su cara.

- Oh, bueno, ya está despierto. - dijo chispeante acariciándose la cara con mi nariz.

- Lo siento, no quise quedarme dormido. - refunfuñé y ella soltó una risita.

- No pasa nada, yo también me quedé dormida. - dijo sonriendo, luego desvió la mirada y la sonrisa se desvaneció de su rostro.

- ¿Funcionó? ¿Cree usted que ya estoy curada? - me preguntó, mirándome con sus grandes y brillantes ojos. - ¿O piensa que…? - entonces su voz se apagó.

- Bueno, Lilly. - dije respirando hondo al tiempo que me encogía de hombros. - ¿Crees que querrías volver a ser follada de esta manera otra vez? - pregunté y ella miró hacia otro lado.

Cuando volvió a mirarme, las lágrimas asomaban a sus ojos.

- ¿Honestamente? - gritó tratando de contener las lágrimas.- Sí, sí, claro que me gustaría. ¡Oh Dios!

Ella ocultó su rostro en mi pecho, y pude sentir como sus lágrimas corrian por su rostro y acababan sobre mi cuerpo. Acaricié su suave pelo.

- Shhhh… - traté de calmarla mientras sollozaba. - Shhhhh… No pasa nada.

Ella me miró, esperanzada, y yo le sonreí.

- ¿No? - preguntó secándose las lágrimas.

- No, pequeña. Tan solo tendremos que seguir trabando eso un poco más. - le expliqué y en su ceño fruncido apareció una pequeña sonrisa que, evidentemente, trataba de evitar.

- ¿De verdad? ¿Haría usted eso por mí?

Me reí, tendiéndome en la cama mirando al techo.

- Sí. Una vez por semana debería ser suficiente. - le dije. - Y mientras sigas viniendo e intentando curarte, no veo razón alguna por la cual alguien necesite enterarse de esto.

Sus ojos se iluminaron y me regaló una sonrisa. Luego, deslizándose hacia arriba por mi costado, comenzó a besarme una y otra vez el cuello y la mejilla.

- ¡Sí! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Dios mío! ¡Muchas gracias! ¡Oh, no sabe usted cuánto aprecio esto! - dijo restregando su cara en el ángulo que formaban mi cuello y hombros, acariciando mi cuerpo con su mano. Luego, se sentó a horcajadas sobre mí, presionando su caliente y húmedo coñito contra mi estómago.

- Pero señor, yo ... yo no estoy segura. - dijo mordiéndose el labio, desviando la mirada mientras frotaba su coño contra mi cuerpo.

La miré fijamente. Mi corazón latía con fuerza, esperando contra toda esperanza que no se percatara de todas las mentiras que le había contado.

- ¿No estás segura de qué? - pregunté. Mi polla se estaba endureciendo mientras la veía pellizcarse los pezones, jugueteando con sus tentadoras tetitas.

- No estoy seguro de que una vez a la semana sea suficiente.

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