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BimboTech: Bonos regalo

en Control Mental

Continuamos con una nueva entrega de la versión española de BimboTech. Les recuerdo que el autor, John Blade (The Sympathetic Devil), agradece cualquier comentario que le querais hacer llegar a su correo (thesympatheticdevil@hotmail.com). Su trabajo original lo podréis encontrar, entre otros, en la web "Erotic Mind Control".

Quiero dar también las gracias a todos los lectores que han valorado y comentado mi trabajo de traducción y que con su apoyo me animan a seguir traduciendo. Sin más, os dejo con este nuevo capítulo de la serie esperando que tenga tan buena acogida como los anteriores.

 

 

 

III.- Bonos de regalo

- Esto va a ser muy divertido. – dijo Valerie mientras esperaban el ascensor. – Me cuesta creer que a los chicos se les ocurriera esta idea por si mismos.

- Sí, el pasado San Valentín le deje caer a Rob un sinfín de pistas pidiéndole unos pendientes de diamantes. ¿Y que hizo Rob? El muy hijo de puta me regaló estos malditos pendientes e plástico y una bata de andar por casa. – dijo Tracey. – Supongo que dejarlo todo un mes sin sexo le enseñó a pensar más y a gastar más dinero este año. Al menos eso espero. En realidad jamás he oído hablar de un sitio que se llame “Princesa Mimada".

La mujer volvió a mirar el bono que llevaba en la mano. “Día del Spa en la Princesa Mimada” . Especial con todos los tratamientos incluidos.

- Yo tampoco he oído nunca hablar d este sitio, pero, al menos, el edificio es bastante bonito. – comentó Valerie. – Y si al final resulta una mierda, siempre podemos irnos. A fin de cuentas, no hemos pagado por ello.

Las dos amigas se echaron a reír y en ese momento llegó el ascensor.

- ¿A qué piso, Señoras? – preguntó el viejo ascensorista. A las chicas les sorprendió de que aun hubiese ascensoristas en estos días.

- Ummm… ¿Día del Spa en Princesa Mimada? – preguntó Valerie una vez hubieron entrado. – Suite 321.

- ¡Ahá! ¡De verdad que son Señoras con suerte! Piso treinta y dos, Princesa Mimada. – dijo el ascensorista pulsando el botón correspondiente.

El ascensor se puso en marcha.

- Entonces, ¿es un buen sitio? – preguntó Tracey.

- Y tanto. Solo les diré que nunca he visto salir de allí a una mujer sin una gran sonrisa dibujada en su cara. – dijo el hombre con un guiño.

Llegaron al piso treinta y dos y el anciano les abrió la puerta del ascensor con una reverencia.

- Prepárense para ser mimadas, princesas. – dijo el hombre a modo de despedida.

- ¡Dios! Qué tipo más extraño. Daba repelús, ¿verdad? – comento Tracey tras cerrarse las puertas.

- Bah, solo era un viejo tratando de pasar el rato en lo que debe ser el trabajo más aburrido del mundo. – contestó Valerie.

- ¡Te estuvo mirando las tetas todo el tiempo! – señaló Tracey.

- ¿Y? No era nada probable que se pusiese a mirar las tuyas.

Tracey se puso colorada de vergüenza y enfado al mismo tiempo tras oír las palabras de su amiga. Su poco pecho era un tema delicado que la acomplejaba desde sus tiempos en la secundaria, cuando Valerie repentinamente desarrollo unos hermosos senos y ella se quedó con apenas dos botoncitos. Valerie, inmediatamente, se arrepintió de sus palabras.

- Mira, lo siento. No nos peleemos. Nuestros novios se han gastado una pasta en nosotras para que nos mimen, para pasar un relajante y agradable día y no hay nadie con quien yo prefiera pasarlo más que con mi mejor amiga.

Tracey suspiró y esbozó una tímida sonrisa antes de hablar.

- Espero que eso significa que me das el visto bueno a “simplemente no me gusta el viejo”

- Bueno, quizás. Vamos, pongámonos en marcha. – dijo Valerie. – No sé que lleva el tratamiento, pero será mejor que incluya un largo masaje.

- ¡Oh sí! – secundó Tracey. – Por un escandinavo buenorro.

Ambas se echaron a reír y se dirigieron al Spa con sus bonos en la mano.

- ¡¿Qué?! – exclamó Valerie cuando llegó a la puerta. - ¿BimboTech? ¿Qué demonios es eso? Vamos a ver, aquí pone Suite 321, como en el bono. Como esto sea una broma, Peter se puede dar por muerto.

- No puede ser. – dijo Tracey. – El viejo del ascensor nos dijo que “Princesa Mimada” estaba en esta planta. Debe ser un error de imprenta.

Las dos amigas echaron a andar por el pasillo mirando las otras puertas, buscando algún indicativo de donde estaba “Princesa Mimada”, pero el resto de las puertas estaba sin etiquetar y cerradas con llave. Volvieron de nuevo frente a la puerta de BimboTech.

- Deberíamos entrar y preguntarles si saben dónde está “Princesa Mimada”. Si han emitido un montón de bonos regalo con un error de imprenta, ellos sabrán algo. – sugirió Valerie.

- No, no creo que debamos entrar. Creo recordar que mi hermana me ha hablado de esta empresa. No sé muy bien a que se dedican, pero llenaron el campus de folletos con una foto de una bimbo de tetas enormes diciendo “El lugar de una mujer es estar de rodillas”.

- ¡Dios, eso es horrible! – exclamó Valerie. - ¿Cómo pueden hacer eso? La Universidad debería demandarles. Bajemos entonces a la recepción a ver si tienen un directorio.

Regresaron junto al ascensor y pulsaron el botón de llamada. Esperaron y esperaron. Volvieron a pulsar el botón. Y lo volvieron a hacer otra vez. Y otra. Esperaron cada vez más nerviosas.

- ¿Por qué demonios no hay una escalera? – gritó Valerie tras la tercera llamada. – ¡Va en contra de la normativa antiincendios!

- Ha sido el viejo. – dijo Tracey. – ¡Él nos ha dejado atrapadas aquí!

Valerie, frustrada, se llevó la mano a la frente.

- Solo nos queda entrar ahí, - dijo refiriéndose a la oficina de BimboTech. – y preguntar si hay otra salida. ¡Tiene que haberla! ¡Esto es una locura!

Tracey suspiró. Estaba de acuerdo con su amiga. Abrieron la puerta con el logo de BimboTech Inc. y entraron. Detrás del mostrador de recepción les esperaba una mujer negra con unas enormes tetas operadas. La mujer vestía un minivestido ceñido de microfibra de un color amarillo brillante con un escote que llegaba, casi, al nacimiento de su ombligo. Grandes aretes de plástico amarillo colgaban de sus orejas y el color de su lápiz labial y de su esmalte de uñas también hacían juego con el color de su vestido. La mujer se estaba mirando las uñas cuando las dos amigas entraron, pero, al verlas, bajo las manos y les dedicó una enorme y estúpida sonrisa de bienvenida.

- ¡Hola! Bienvenidas a BimboTech. Mi nombre es Tittiefuck. ¿En qué puedo ayudarlas?

Las dos amigas se miraron horrorizadas. El impacto producido por la apariencia de la mujer y su improbable nombre hicieron que, por unos instantes, ambas se olvidaran de la situación en que se encontraban. Valerie fue la primera en recuperarse.

- Mira, sólo queremos salir de aquí y el ascensor no funciona. Necesitamos que nos digas como bajar.

- ¡Pero si acabáis de llegar! – se opuso la recepcionista mirándolas confundida.

- No queríamos venir aquí para nada. – explicó impaciente Tracey.- Queríamos ir a un Spa.

- ¡Oh! – exclamó la recepcionista. - ¡Pero si aquí tenemos un Spa! ¿Sois Princesas Mimadas?

Con creciente disgusto, las chicas miraron los bonos regalo que llevaban en las manos.

- ¡Meter, estás muerto! – dijo Valerie. – Escucha lo que te digo, Tracey. Cuando lo pille le voy a dar una buena patada en las pelotas.

La recepcionista rió al escucharla.

- Las pelotas no son para eso, tonta. – dijo Tittiefuck. – Las pelotas para lamerlas. ¡Ya aprenderás en el Spa todas las cosas que puedes hacer con ellas! Esperad un segundo y le diré al Sr. Lorenz que estáis aquí.

- ¡Condenados hijos de puta! – exclamó Tracey. – Mira, bimbo estúpida…

Tittiefuck alzó la mano y con una sonrisa las hizo callar mientras descolgaba un enorme teléfono plástico y oprimía uno de los botones de brillantes colores de su escritorio.

- Hola, Tittiefuck. – se oyó decir claramente al otro lado del teléfono. Los enormes aretes plásticos de la recepcionista le impedían acercarse mucho el auricular a la oreja. - ¿qué tienes para mí?

- Dos princesas mimadas, Señor. – dijo la bimbo de color mientras sus ojos saltaban de una a otra de las indignadas jóvenes.

- ¡Un par de princesas! ¡Perfecto! ¡Tráemelas de inmediato!

- El Sr. Lorenz está listo para la sesión. Síganme, por favor. – dijo la mujer levantándose de su silla tratando de mantener el equilibrio sobre unos zapatos de imposibles plataformas de color amarillo brillante que desafiaban todas las leyes de la física. Valerie pensó que no se caía porque era demasiado estúpida para saber como hacerlo. Con el movimiento, el enorme busto de la recepcionista no dejaba de bambolearse.

- ¡A la mierda! – dijo Valerie. – El ascensor tendrá que subir en algún momento.

Y dándose la vuelta se dirigió a la puerta por la que habían entrado momentos antes.

- ¡Cabrones hijos de puta! – gritó apartando con rapidez la mano del pomo de la puerta.

- ¡Valerie! ¿Qué te ocurre? – preguntó Tracey asustada.

- ¡Hay una jodida aguja en el pomo de la puerta! Y… y…

- ¿Y qué? – preguntó Tracey a su amiga que parecía tambalearse sobre sus piernas, sin mirarla a ella, sino más bien a algo detrás de Tracey.

- ¡Ay! – gritó Tracey girándose para ver como la recepcionista sacaba el extremo puntiagudo de un palo de su trasero.

- Jejejeje… - rió Valerie y Tracey se volvió hacia ella invadida de una repentina rabia.

- ¡No es gracioso, Val! Esa perra me ha pinchado con… con…

Tracey sentía rara su cabeza, como si estuviese rellena de algodón, como si sus pensamientos estuviesen nadando contracorriente en un río de melaza. Se sintió inicialmente molesta, pero una vez que se acostumbró a esa sensación, empezó a sentirse bien. En verdad muy bien. Tracey comenzó a reírse. Valerie también reía. La recepcionista las acompañó en las risas.

- Así se está mejor, ¿eh? – dijo Tittiefuck.

Las dos chicas le sonrieron, sin entender lo que la mujer les decía, pero sin que les preocupase lo que había dicho.

- Ok, princesas, ¡prepárense para ser mimadas! – exclamó Tittiefuck y, tomando a las chicas de la mano, las llevó al Spa. Mientras caminaba, recitó un trabalenguas que conocía.

- Peter Piper poked a pair of pampered princesses with his polished purple pecker.  (n. del. T.: viene a ser algo así como “Peter Piper pinchó a un par de princesas mimadas con su polla púrpura brillante”) – ¡Venga, intentadlo vosotras!

Las chicas rieron con la divertida y amable señora cuyas tetas rebotaban delante de ellas y cuyo redondo culo ondulaba dentro de aquel minivestido amarillo tan ceñido. La recepcionista las acompañó hasta una puerta roja y presionó un botón del mismo color. Tras unos instantes, la puerta se abrió y un hombre bajito con una gran cabeza se puso delante de ellas.

- ¡Ah!, gracias, Tittiefuck. Dos princesas mimadas apropiadamente pinchadas y en su punto. ¡Perfecto! – dijo el hombre. - ¡Candyass!, ven aquí y ayuda a Tittiefuck a desvestir a nuestras dos princesas mientras yo me ocupo de sus formularios de pedido.

Mientras el hombrecillo tomaba los bonos regalo que Tracey y Valerie aun seguían sosteniendo en sus manos, apareció tras él una mujer rubia. Calzaba unas zapatillas de deporte y unos calentadores de un color rosa chillón, un tanga remarcando sus caderas y un top tubo de spandex que luchaba por contener los enormes melones que eran sus pechos.

- ¡Hola, soy Candyass! – exclamó girándose brevemente para mostrar la barra de caramelo que llevaba tatuada en el brazo derecho. – Yo seré vuestra instructora y guía para que, una vez hayáis conseguido tetas, convertiros en las mejores bimbos que podáis llegar a ser.

Con cada sílaba que Candyass pronunciaba, sus hombros se sacudían levemente enviando ondas de movimiento a sus enormes senos haciendo que estos permaneciesen en un caótico estado de movimiento casi constante. Las chicas drogadas reían ante esta nueva y extraña mujer.

Candyass comenzó a desvestir a Valerie mientras Tittiefuck hacía lo propio con Tracey. Mientras lo hacían, el Sr. Lorenz pasaba los bonos regalo de las chicas por un escáner apareciendo en la pantalla de su ordenador la información relativa a las jóvenes.

- ¡Dios! ¿Por qué las chicas listas llevan tanta ropa? – exclamó Tittiefuck mientras luchaba por desabrochar el sujetador de Tracey.

- Es para esconder esas tetitas tan feas, creo. – contestó Candyass. – Cuando mis pechos eran así de pequeños, yo también me ponía un montón de ropa. Pero el Sr. Lorenz las ayudará y luego van a estar mucho mejor.

- ¡Sííí…! – gritó Tittiefuck cuando por fin logró desabrochar el sujetador.

- ¡Perfecto entonces! – exclamó el Sr. Lorenz una vez que las dos mujeres estuvieron desnudas. – Todo parece estar en orden. Los caballeros tienen gustos clásicos. A la morena hay que ponerle más de volumen del habitual en el trasero, pero eso será fácil de solucionar. Gracias por tu ayuda, Tittiefuck, vuelve ahora a tu puesto en recepción.

El hombrecillo dio una palmada en el trasero de la recepcionista y le vió dirigirse riéndose y balanceándose hacia la puerta.

- Candyass, ayúdame a meter a nuestras dos princesas a las cámaras de remodelado mientras aun están colocadas. Vamos a cambiar sus cuerpos antes de ponernos a trabajar con sus mentes.

El hombre y la bimbo rubia trasladaron a las chicas hasta una fila de extraños bancos y con suavidad colocaron a las mujeres boca abajo sobre dos de ellos. Cada banco disponía de oquedades para acomodar el rostro, los senos y el coño de su ocupante. Eran muy cómodos y las drogadas jóvenes lanzaron un suspiro de placer cuando las colocaron en ellos. Ellas apenas se movieron cuando el hombrecillo se dedicó a colocar serpenteantes y engrasados tubos en sus culos, gargantas y coños.

Ocultas paredes se desplegaron alrededor de los bancos con un zumbido formando un contenedor alrededor de cada chica que comenzó a llenarse con un fluido verde, espeso y caliente. Las chicas eran capaces de respirar cómodamente aun sumergidas en el fluido, pero, drogadas como estaban, esto no pareció extrañarles. La droga trabajaba lentamente en su sistema nervioso, aunque, sin embargo, de vez en cuando algún pensamiento tomaba forma en la melaza en que se habían convertido sus mentes. Tracey imaginaba que realmente se encontraba en un Spa, tendida sobre una mesa de masajes recibiendo el masaje que tanto anhelaba. Sentía como docenas de fuertes y suaves manos amasaban sus músculos, frotaban su piel y le aliviaban la tensión. Varias partes de su cuerpo comenzaron a temblar: pechos, nalgas, coño, boca, cabeza… Era una extraña aunque agradable sensación. Las dos chicas lanzaron al unísono sendos suspiros y grandes burbujas serpentearon a través del verde fluido estallando al llegar a la superficie.

Transcurrido un tiempo, el fluido verde comenzó a drenar y Candyass y el Sr. Lorenz ayudaron a las chicas a ponerse en pie y las acompañaron a la ducha. El agua caliente corrió sobre los cuerpos de las dos muchachas limpiándolas y despertando a sus perezosos cerebros. Mientras parpadeaban, librándose de los últimos restos del fluido verde, las dos amigas se miraron la una a la otra asombradas.

- ¡Dios mío, Tracey! ¡Tus tetas! ¡Son enormes!

Y así era, en efecto. Unas tetas enormes, en forma de melón, que sobresalían orgullosas.

- ¡Como las tuyas! – dijo Tracey.

Los nuevos pechos de Valerie eran igual de grandes, pero de una apariencia más natural, caídas por efecto de su peso. El culo de Tracey había sido, además, ligeramente redondeado. El de Valerie, sin embargo, había crecido casi tanto como su pecho.

Valerie bajó su mirada hacia su nuevo pecho y extendió las manos para tocarlos. Sus ojos se abrieron de par en par.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Son enormes! ¡Y tan… tan…!

- Sí. – asintió Tracey que también tenía la mirada puesta en sus nuevas tetas, apretando sus duros pezones entre sus dedos. De nuevo le costaba concentrarse, pensar, pero era una sensación diferente a la que le había embargado con la droga. El placer que le adormecía la mente la estimulaba. La abrumadora sensación que le produjo acariciarse los senos la obligaba a continuar acariciándoselos, creando un circuito de retroalimentación positiva de excitación y placer desenfrenado.

En un momento dado, una de las manos de Tracey abandonó el pecho para dirigirse hacia su sexo.

- ¡Oh, Dios mío! – exclamó. - ¡Oh, Valerie! ¡Prueba tu clítoris! ¡Es increíble!

La mano de Valerie comenzó a deslizarse por su cuerpo en dirección a su entrepierna, pero se detuvo de golpe. Alguien se había reído. La muchacha levantó la vista para ver como Candyass y el Sr. Lorenz disfrutaban del espectáculo que las dos amigas ofrecían en la ducha. La rubia tonta con vacuo deleite y el hombre con una mueca de satisfacción. Horrorizada, volvió en sí.

- ¡Tracey! ¡Para! ¡No te toques! ¡Es una trampa!

- Pero es tan bue… buenooooo…. ¡Oh, Dios! ¡Sí! – gritó Tracey presa del mayor orgasmo de su vida.

- ¡Noooooo…! – gritó Valerie, sujetando de la mano a su amiga para evitar que continuase masturbándose. La muchacha, que aun no se había acostumbrado al tamaño de sus nuevos pechos, calculó mal las distancias y las tetas de ambas mujeres chocaron entre sí enviando olas de placer que contribuyeron a hacer perder de nuevo la concentración a Valerie. Para empeorar la situación, mientras sujetaba la mano de su amiga, Tracey trató de liberarse con la otra y se aferró a uno de sus hinchados pezones.

- ¡Ohhhh! – gritó Valerie. - ¡Para ya, Tracey! No podemos… no podemos… ¡Oh, Dios, que bueno…! pero…

- Pero nada. – dijo una voz masculina tras ellas al tiempo que la mano del Sr. Lorenz serpenteaba alrededor del nuevo clítoris de Valerie. – Piensas demasiado, Valerie. ¿Acaso no te gusta lo que sientes? Déjate llevar como tu amiga.

La consciencia de Valerie se disipaba a medida que las sensaciones provenientes de su sexo se apropiaban de su mente dejándose llevar por las caricias del hombre. En la ducha, el agua había dejado ya de manar y una cálida corriente de aire secaba sus cuerpos y esponjaba sus cabellos. El de Tracey se había convertido en una larga y salvaje melena rubia platino, mientras que Valerie lucía unas espectaculares mechas rubias manteniendo las raíces oscuras.

Valerie vagamente tomó consciencia de cómo la rubia tonta tomaba a Tracey al mismo tiempo que el hombre la agarraba a ella. Pensó en que ambas deberían tratar de escapar, pero sus rodillas apenas la sostenían y su mente estaba confusa. Se tambaleó y tropezó varias veces mientras el hombre  y la rubia las llevaban a unas sillas donde a ambas, a poca distancia una de la otra, las sentaron y sujetaron firmemente con unas correas.

Una vez atadas a las sillas, imposibilitadas de masturbarse, jadeando, Valerie y Tracey fueron capaces de nuevo de pensar con un poco más de claridad. En vano, trataron de liberarse de sus ataduras.

- ¡No pueden hacernos esto! – gritó Valerie. - ¡Es un secuestro! ¡Y agresión! ¡Y muchos más delitos graves! Soy abogada. No solo van a ir todos ustedes a la cárcel, sino que voy a demandarlos a ustedes y a su empresa hasta que pierdan hasta el último centavo que tengan! ¡Será mejor que nos suelten ahora y nos lleven a un hospital donde puedan remediar lo que nos han hecho y quizás así sea capaz de lograr un acuerdo con el fiscal para que pueda salir de prisión antes de que cumpla los ochenta años!

- ¿Vas a demandarnos? ¡Ohh! – exclamó el Sr. Lorenz. – Me temo que vas a tener que esperar tu turno. Candyass ya presentó una con anterioridad. La primera.

- ¿Lo hice? – preguntó confundida la rubia.

- Sí, justo antes de que nos apropiásemos de la compañía. Nos demandaste a la compañía y a mí por acoso sexual. Dijiste que te negué un ascenso porque no quisiste chuparme la polla.

Candyass se rió ante una idea tan absurda.

- ¡Pero si se la chupo a todas horas!

- Hmmmm. Tal vez por eso abandonaste la demanda. Bueno, por eso y porque tu abogada decidió convertirse en una lap-dancer.

Candyass se echó a reír.

- ¿Puedo comerle ahora la polla? – preguntó esperanzada.

- No, pero puedes comerte el coño de Valerie mientras me dedico a trabajar con Tracey.

- ¡Yuppie! – exclamó la bimbo saltando sobre la inmovilizada morena.

- ¡No! – gritó Valerie cuando la rubia se lanzó sobre su sexo. - ¡No! ¡Para! ¡No….! ¡Par… aaaa…! ¡Nooo… Ohhhh…! ¡Ohhhhhh…..! ¡Ohhhhooooo…!

Valerie se retorcía sobre su silla, con los ojos en blanco y con la cabeza caída hacia atrás, estremeciéndose de placer mientras Candyass lamía su coño con el ritmo de un turbocompresor.

- ¡No pares! – suplicó. - ¡No pares!

Sin duda Valerie era consciente de todo lo que le sucedía, especialmente del cunnilingus que, entre sus rodillas, la bimbo le practicaba. Tracey miró con horror como la voluntad de su amiga se desvanecía en una espiral de lujuria. La sensación de horror se agravó al notar lo caliente que le ponía la escena. Su coño se contraía celoso de las atenciones que recibía el sexo de Valerie. Tan absorta estaba en lo que le sucedía a su amiga y en sus propias reacciones ante lo que veía que no se dio cuenta de que el Sr. Lorenz accionó un interruptor de su silla y un zumbido leve empezó a vibrar en la base de su cráneo. La escena que se sucedía ante ella pareció congelarse y su cerebro comenzó a zumbar al tiempo que sus pies. Cruzo sus largas piernas y cerró los ojos intentando evitar la vibración. No sirvió de nada, pero aún así mantuvo la postura.

- Valerie actúa como una puta, ¿verdad Tracey? – preguntó el Sr. Lorenz.

¿Qué era lo que le sucedía a Valerie? Sin duda ella no estaba bien.

- No. – objetó Tracey. – Ella no es ninguna puta. Le has hecho algo, nos has hecho alguna cosa…

- Sí, la verdad es que sí. Les he hecho un par de cosas. Pero aun así, es obvio que ella está disfrutando de la comida de coño que le está haciendo mi bimbo y eso que apenas se conocen. ¿No crees que una chica que tiene sexo oral con alguien a quien acaba de conocer es una puta? No es que la esté juzgando ni nada por el estilo. Es solo… es solo una cuestión de definiciones. De conceptos. De llamar a las cosas por su nombre. ¿No estás de acuerdo? ¿No te parece que una mujer que disfruta del sexo oral con una desconocida es, por definición, una puta?

Tracey no podía negarlo.

- Bueno, sí… - dijo Tracey al tiempo que en su cerebro estallaba una brillante explosión de estrellitas brillantes y arco iris.

- ¡Whoa…! – exclamó.

- Bien. Volvamos a Valerie. Acabas de admitir que ella es una puta, ¿no es cierto?

- ¿Eh? Bueno, en realidad no… Quiero decir… ¿Qué significa eso?

- No mucho, la verdad. Pero has admitido que Valerie ha hecho algo que solo hacen las putas, ¿no es cierto?

- Bueno, sí. Pe… - de nuevo el estallido arco iris.

- Así que Valerie es una puta.

- ¿Eh? Oh, sí…

De nuevo el arco iris y las brillantes estrellitas.

- Dilo para mí, ¿vale? Valerie es una puta…

- ¡Valerie es una puta! – gritó Tracey y, de nuevo, un estallido de color, más intenso que en las ocasiones anteriores,  inundó su cerebro haciéndola sentir llena de felicidad.

- ¡Oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Oh, Dios, sí! – exclamó Valerie.

Así que en realidad no la estoy traicionando, pensó Tracey. La misma Valerie lo acababa de admitir. Aunque tal vez su exclamación era resultado de las atenciones que Candyass le dedicaba a sus pezones mientras seguía lamiendo su sexo.

 - ¿Y tú, Tracey? ¿Qué hay de ti? – preguntó el Sr. Lorenz. – Has permitido que Candyass te acaricie y la has dejado que te ate desnuda a una silla. ¿No crees que tú también te comportas como una puta?

- ¿Yo? – replicó Tracey. – No, yo no soy… Yo solo…

- Tú solo miras como le comen el coño a tu amiga. A mi me parece que eres una puta. Y añadiría también que una pervertida.

Tracey estaba confundida.

- Yo… yo… yo…

- Déjame ponerte un ejemplo. – dijo el Sr. Lorenz. – Si te dijese ahora mismo que te voy a meter un gran consolador negro como este y que voy a hundirlo profundamente en tu coño, ¿te gustaría que lo hiciese?

- ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, mierda, sí! – exclamó Tracey al tiempo que el hombre cumplía su palabra, empujando la negra barra dentro del empapado coño de la muchacha.

- Te gusta lo que hago, ¿verdad? – preguntó el hombre mientras enterraba aun más el dildo en las entrañas de Tracey.

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Oh, sí! – gritó Tracey y de nuevo las tililantes estrellas y el arco iris se unieron a las sensaciones que nacían de su coño.

- Y eso te hace una puta, ¿no es cierto? – continuó diciendo el sr. Lorenz con lógica aplastante.

- ¡Sí! – gritó la muchacha y en su cabeza las estrellas se hicieron más brillantes y el arco iris aun más colorido.

- Dime “Traci es una puta”. – insistió el hombre.

- ¡Traci es una puta! – gritó la muchacha. - ¡Traci es una puta zorra!

Tras estas palabras el cerebro de Tracey estalló en una fantasía de luz y color y se corrió como nunca antes lo había hecho.

Jadeante, Traci parpadeó y sonrió. Miró al Sr. Lorenz que le devolvió la sonrisa. Rió. Se sentía bien cuando le daba la razón al Sr. Lorenz. Deseaba que él le dijese más cosas para poder darle de nuevo la razón.

- Eso es bueno, Traci. – elogió el hombre. – Muy, muy bueno. Ahora eres una pequeña bimbo feliz, ¿no es cierto?

- ¡Sí! ¡Soy una pequeña bimbo feliz! – dijo y su cerebro la recompensó. ¿Por qué había tratado de resistirse a ese hombre? ¡Era tan inteligente! ¡La comprendía tan bien! Ella era una pequeña bimbo feliz.

- Vas a disfrutar de tu nueva vida, ¿verdad Traci? Antes estabas tan amargada, con tus pequeñas tetas y tantos problemas en tu cabeza… Ahora posees un bonito y sexy cuerpo y de lo único que tienes que preocuparte es en estar siempre sexy y ser una putita. Porque te encanta follar, ¿no es así, Traci?

- ¡A Traci le encanta ser una puta! – dijo Traci mostrándose de acuerdo con el Sr. Lorenz. - ¡Traci es una puta!

- ¡Bien, Traci! ¡Bien!

Traci se echó a reír con una risita tonta.

- Seguro que a partir de ahora harás cualquier cosa que te pida tu novio, ¿verdad Traci? – continuó hablando el hombre. – Después de todo, él es al que te ha dado este regalo que te ha permitido convertirte en la rubita tonta que siempre quisiste ser.

- Ajá… - asintió Traci.

El Sr. Lorenz continuó adoctrinándola sobre un montón de cosas que Traci desconocía sobre si misma, pero se sentía feliz de aprenderlas. Los arco iris y las estrellitas de felicidad estaban siempre ahí y ella podía verlos cada vez que cerraba los ojos.

- Basta ya, Candyass. Creo que Valerie ya ha tenido suficiente por ahora. – dijo el Sr. Lorenz acariciando la cabeza de la mujer.

Valerie jadeó y se estremeció cuando la rubia dejo de torturarla con su lengua. Parpadeó tratando de concentrarse para finalmente reconocer al paciente Sr. Lorenz que la esperaba junto a su bimboficada mejor amiga ahora libre de ataduras y con una enorme sonrisa dibujada en su cara.

- ¡Tracey! ¿Qué… qué ha pasado?

- Candyass te comió tu bonito coño. – contestó Traci. – Eres una puta.

- ¿Qué? Dios, Tracey, ¿cómo puedes decir eso?

- Eso está bien. Yo también soy una puta. El Sr. Lorenz me lo explicó. Después, si quieres, yo puedo comerte el coño.

- ¡Oh, Dios, Tracey! – exclamó Valerie. - ¿Qué te han hecho? ¡Te has convertido en una rubia tonta!

Traci emitió una risita tonta.

- ¡Lo sé! ¿No es genial? ¡Mira que tetazas me han puesto!

- No, Tracey. Te han hecho algo en el cerebro. ¡Esa no eres tú! ¡Tú eres una mujer inteligente, independiente y con clase!

Traci rió ahora con más fuerza.

- No, tonta. Yo no soy así. El Sr. Lorenz me lo ha explicado. Solo soy una pequeña y caliente putita. Me encanta que me miren y que me follen. No quiero pensar en otras cosas, solo en aquellas que hagan que los chicos me deseen follar. ¡Me encanta follar!

- ¡Oh, Dios mío! – sollozó Valerie. - ¡Tienes que luchar contra lo que nos están haciendo!

- ¿Por qué? – preguntó Traci con los ojos muy abiertos presa de la confusión que le provocaban las palabras de su amiga. – Siempre he querido ser una rubia tonta, una bimbo.

- ¡Y seguro que lo serás con creces! – afirmó el Sr. Lorenz. – Ve con Candyass para que te de algo de ropa apropiada para una bimbo como tú. Puedes preguntarle cualquier cosa acerca de ser una bimbo, es toda una experta.

Candyass se sonrojó ante el cumplido.

- Yo me quedaré aquí para explicarle algunas cosas a Valerie. Parece que aun está un poco confundida.

- Ok. – dijo Traci antes de alejarse junto a Candyass dejando a su atada amiga.

- ¡Tracey, no! – gritó Valerie. – No te vayas… no me dejes sola…

- Pero si no estarás sola, tonta. – contestó Traci. – El Sr. Lorenz se queda contigo. Y es un hombre muy simpático, y muy listo y me dijo que más tarde a lo mejor me folla.

Traci dijo esto último acompañado de una risita tonta, marchándose después y dejando a Valerie sola. A solas con un monstruo.

- Tu amiga se equivoca, por supuesto. – dijo el hombre una vez las dos mujeres se hubieron marchado accionando al mismo tiempo un interruptor situado en la silla de Valerie. – Estás sola. Completamente sola e indefensa. Débil. Impotente.

Todo alrededor de Valerie pareció detenerse en un instante. Sabía que no podía rendirse ante las palabras de aquel hombre, no quería hacerlo. ¿Pero como resistirse? Estaba tan cansada después de sufrir el ataque de la lengua de Candyass. Cada vez le costaba más pensar con claridad.

- No… - fue la única protesta que la mujer pudo articular.

- Sí, Valerie. – dijo el Sr. Lorenz. – Lo acabas de admitir, Valerie. No quieres estar sola. Eres débil. Sin duda necesitas un hombre. ¿Quieres pertenecer a un hombre? Si un hombre hubiese estado a  tu lado jamás te hubieses encontrado en esta situación.

- ¡Y una mierda! – La sola mención de Peter había hecho aflorar de nuevo su rabia. - ¡La culpa es de Peter! ¡Todo esto es culpa suya!

- Claro que no, Valerie. Peter solo busca lo mejor para ti, para vosotros. Él sabe que eres débil. Todos lo sabemos. Tú eres la única que no quieres darte cuenta de ello.

- No… yo… soy… fuerte… - dijo con voz débil.

- Valerie, Valerie, Valerie… - repitió el Sr. Lorenz con aire compungido. – Tú no sabes aun lo que eres. Sin duda eres voluntariosa, pero no eres muy lista. Ni siquiera sabes lo que quieres. Necesitas a alguien que piense por ti. Para eso estás aquí… Para saber quién eres y lo que quieres.

- Pero… pero…

- Sí. Veamos, voy a ponerte un ejemplo perfecto. Según consta en tu expediente, tu piensas que no te gusta el sexo anal, ¿no es cierto?

- No… Quiero decir que sí… quiero decir que no me gusta.

- No, solo piensas que no te gusta cuando es obvio para cualquiera que tenga dos dedos de frente que adoras que te den por culo.

- ¡No… Ohhh! – gritó Valerie cuando el hombre tiró de una palanca y sintió algo duro, caliente y resbaladizo salir de su asiento y presionar contra su culo. La repulsión inicial inmediatamente fue sustituida por una oleada de placer similar al que sintió con las atenciones de Candyass sobre su sexo.

- ¡Ahhh… ahhhh… ahhhh…! – exclamó cuando el objeto comenzó a palpitar y a introducirse en su interior.

- ¿Me equivoco al pensar que estás disfrutando de cómo la barra penetra en tu culo?

Ella lo miró asombrada, con los ojos bien abiertos, sin comprender del todo lo que el hombre le decía.

- Me gusta. – dijo ella. - ¡Me gusta!

- Claro que sí, Valerie. Ya lo ves, yo sé lo que te gusta. Sé lo que le gusta a Valerie mejor que ella misma.

- Me gusta… Oh… Me gusta… - dijo Valerie de nuevo. Era cierto. A ella le gustaba. Le gustaba mucho. Él lo había sabido y ella no. Él lo sabía todo.

- Sí, te gusta. De hecho te encanta decir “me gusta”. Son tus palabras favoritas. Esas y “fóllame”, por supuesto. Eres como una de esas pequeñas y estúpidas pueblerinas, ¿verdad que sí, Valerie? Claro que sí. De hecho creo que deberías cambiarte el nombre. Deberías llamarte Valie. Valie la bimbo. Valie la puta.

- Valie la puta. – repitió la mujer. – Me gusta… fóllame…

- ¡Sí, Valie! ¡Sí! – la animó el Sr. Lorenz. - ¡Ahora sí que lo estás haciendo bien! Estás notando lo a gusto que te sientes cuando te liberas de la ilusión de que tú tienes el control, ya te has dado cuenta de lo que es mejor para ti. Ahora ya entiendes que necesitas de un guía. De alguien que te marque el camino. Y vas a conseguirlo, Valie querida. Vas a conseguirlo gracias a tu novio, a mí y a todas las personas que trabajamos en BimboTech. Estás muy agradecida, ¿no es así?

- ¡Sí! ¡Agradecida! ¡Me gusta… gracias! Lo veo todo tan claro ahora. – contestó Valie.

Estaba agradecida. Muy agradecida. Se sentía tan bien abandonándose, cediendo, convirtiéndose en la bimbo que todo el mundo quería que fuese que deseó convertirse en ello. Decidió escuchar atentamente todo lo que aquel inteligente hombre le iba a descubrir sobre ella misma.

El Sr. Lorenz acababa de terminar de explicarle cuanto le gustaba el sabor del semen cuando Traci entró taconeando de nuevo en la sala. Llevaba un ajustado top rojo de tubo tensado alrededor de sus enormes tetas y una ceñidísima falda negra estampada con multitud de pequeños corazones rojos y que apenas cubría la curva de su culo. Calzaba unas sandalias de vinilo rojo con un altísimo tacón que dejaban ver los pequeños adornos en forma de corazón rojo que cubrían cada una de las uñas de sus pies. Los tacones y la laca con la que se había arreglado el pelo la hacían parecer, al menos, diez centímetros más alta. Las uñas de sus manos estaban pintadas de un color rojo brillante y dos grandes corazones de plástico rojo colgaban de sus orejas. El conjunto se completaba con una cinta de seda negra que rodeaba su cuello y de la que colgaba un corazón de plástico rojo cuyo vértice apuntaba directamente al escote de la mujer y en el cual destacaba la palabra “BIMBO” impresa en él.

- ¡Me gusta! ¡Oh, Dios mío, Traci! – Exclamó Valie -  Te ves… te ves tan podidamente sexy… ¡Me gusta…! ¡Estoy celosa…!

Traci rió y se giró para que su amiga la viese bien, tambaleándose fuera de control.

- ¡Guauuuu! – gritó mientras Candyass y el Sr. Lorenz la ayudaban a estabilizarse. Tras pararse, empezó a reírse tontamente de su torpeza.

- Se necesita práctica para aprender a caminar en zapatos de este tipo. – dijo Candyass. – Pero vale la pena hacerlo porque te hacen sexy y los chicos quieren follarte.

- ¡Eso me gusta! ¡Mola! – dijo Valie. - ¿Puedo ponerme yo unos? A mi me gusta… ¡me gusta follar!

- ¡Claro que sí, tonta! ¡A todas nos gusta follar! – respondió Candyass echándose a reír. - ¿Ya está lista, Sr. Lorenz?

- Sí, creo que ya lo está. – contestó el hombre. – Aunque la prueba con la que sabremos lo buena puta que es esta bimbo es la de la succión. Después de un trabajo tan duro tengo la polla dura como el acero. Veamos lo buena puta que eres, Valie. Vas a chuparme la polla, ¿verdad que sí?

El hombre apretó un botón y, de pronto, Valie se vio libre de sus ligaduras. El rostro de la mujer se iluminó de alegría.

- ¡Oh, Dios mío! – exclamó. - ¡Me gusta! ¿De verdad puedo?

- Demuéstrame lo buena que eres, Valie. No nos hemos pasado todo el día preparándote para entrar en un convento.

La muchacha emitió una alegre risita e inmediatamente salto de la silla para arrodillarse frente al Sr. Lorenz, luchando con su bragueta para liberar su hinchado miembro.

- Auuuu… - se quejó Traci. - ¡Yo también quiero chupar polla!

- No te preocupes, Traci. Tu novio estará aquí dentro de poco. – contestó el hombre.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Me gusta! ¡Es… es magnífica! – Exclamó Valie cuando al fin pudo liberar el erecto miembro del Sr. Lorenz.

- Deja de hablar, puta estúpida – dijo el hombre y sujetandose la polla con la mano, aplastó esta contra la nariz de Valie. - ¡Chúpala!

Con una risita, Valie inmediatamente envolvió el miembro entre sus labios y engulló de golpe el miembro masculino.

- Mmmmmmngggg… mmmmgggghu… - era el único sonido que escapaba de su boca.

El Sr. Lorenz la agarró de su cardado pelo y comenzó a bombear en su boca, golpeando con su pubis la cara de la muchacha. Ella lo estaba disfrutando, tal y como el Sr. Lorenz le había dicho que sucedería. ¡Nunca se equivocaba el Sr. Lorenz! A Valie le encantaba ser tratada como la puta barata que era. Cuando por fin el Sr. Lorenz se corrió en su boca, se alegró de descubrir que el sabor del semen era tan delicioso como el hombre le dijo que sería.

- Ya es suficiente, coño estúpido. – dijo el Sr. Lorenz tras haberse corrido limpiándose la polla en las mejillas de Valie. –Candyass, búscale a Valie algo de ropa. Algo que la haga parecer vulgar y cachonda, como quiere el cliente. Voy a llamarlos para que vengan a recogerlas.

- Enseguida, Dr. Lorenz. – replicó eficiente Candyass.- Vamos, Valie. Vamos a buscar algo de ropa para ti.

Valie, aun de rodillas, mostraba una mueca estúpida en su cara manchada de semen.

- ¿Qué? ¿Cómo? Sí… voy. – atinó a contestar al fin.

- ¡Yo también quiero chupar polla! – volvió a quejarse Traci.

- La tendrás pronto, bimbo. – respondió el Sr. Lorenz. – Anda, ve con ellas. Estoy seguro que Candyass tiene aun muchas cosas que enseñarles sobre como ser una bimbo. Tu novio estará aquí muy pronto.

Al pensar en Rob, Traci empezó a dar saltitos alegres, tal y como el Sr. Lorenz le dijo que hiciera. Riéndose, siguió a Candyass y a Valie, contenta de que el Sr. Lorenz también hubiese podido ayudar a su amiga, con lo mal que se había portado al principio.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Me gusta! – exclamó Valie cuando Candyass le mostró el vestuario lleno de ropa de puta.

- Sí. – rió Traci tontamente. - ¿No es genial?

- Siip. – agregó Candyass. – Siempre estoy aquí cambiándome de ropa, me gusta, todo el tiempo. A veces el Sr. Lorenz me confunde con otra chica y… ¡logro que me folle dos veces!

A Candyass se le escapó una risita tonta tras decirlo. Las chicas acompañaron sus risas y empezaron a deambular entre las perchas y estantes, eligiendo ajustados top, minifaldas y ceñidos pantalones, y un montón de accesorios en cuero, encaje y PVC.

- Hey, me gusta… ¿qué tal esto? – dijo Valie sosteniendo una minicamiseta de algodón blanco con unas grandes letras rojas sobre el pecho. – Luce vulgar, como yo, ¡una puta vulgar!

Traci trató de leer las letras de la camiseta.

- P… U… T… A… ¡PUTA! ¡Hey, Valie, pone puta!

- ¡Me gusta! ¡Oh, Dios mío! ¡Soy una puta! Me gusta, y aquí lo dice… ¡Puta! Eso es, me gusta, mola.

- ¡Póntela! ¡Póntela! – le animó Traci.

Valie se la puso. La camiseta se ajustaba perfectamente a sus enormes tetas dejando ver, claramente transparentados, sus enormes pezones oscuros a través de la fina tela blanca.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Dios, me encanta, me gusta! – exclamó Valie al verse en el espejo.

- Sí, luces muy vulgar. – dijo Candyass – Sin embargo no se donde vamos a buscar algo para tu parte baja. ¡Tu culo es enorme!

- Sí, me gusta, me gusta tener un gran culo gordo. – admitió Valie. – Espero que Meter quiera follármelo.

Candyass se echó a reír tras decir eso y se puso a buscar faldas elásticas y ceñidas. Finalmente consiguió una de color rojo brillante hecha de spandex. Con esfuerzo, las tres bimbos consiguieron ponerle la falda por los brazos a Valie y, a continuación, tirar de ella para cubrir la sobresaliente retaguardia de Valie hasta casi conseguir tapar las nalgas. Solo unos cuantos oscuros pelos púbicos asomaban de la parte inferior de la falda. Luego le calzaron a Valie unas sandalias blancas similares a las que llevaba Traci y terminaron pintándole pequeños corazones rojos en las uñas de los pies. Como complementos, Candyass eligió para ella unos grandes aretes de color rojo para sus orejas y unas pulseras y tobilleras a juego.

- Estás lista. – dijo por fin Candyass – Lo único que falta es ir a la peluquería y ya estarás lista para follar.

- ¡Yupiie! – gritaron al unísono las nuevas bimbos poniéndose a aplaudir.

El eco del taconeo de las tres mujeres resonaba por el pasillo, con Traci y Valie tratando de acostumbrarse aun a su nuevo calzado. Al llegar al final del pasillo, Candyass abrió una puerta con la imagen de una tijera sobre ella. En la sala, una bimbo asiática con unas enormes tetas falsas embutida en un ceñido vestido color verde y otra bimbo pelirroja con un top de plástico rosa sin mangas a juego con un pantaloncito corto del mismo color.

- ¡Hola Poontang! ¡Hola Muffy! – saludó al entrar Candyass.

- ¡Hola Candyass! – exclamaron las dos mujeres al verla. - ¿Nos traes a otra bimbo para que la pongamos guapa?

- ¡Síp! Es Valie. – dijo presentándolas.

- ¡Hola! ¡Me gusta! – dijo Valie. - ¿Puedes hacerme más guapa para que mi novio quiera follarme y hacerme cositas?

Poontang rió y asintió con la cabeza.

- Ah… há… - añadió Muffy y con un chasquido de dedos guió a Valie a una de las sillas.

Poontang se arrodilló junto a Valie y comenzó a trabajar con las uñas de sus manos mientras Muffy sacaba espuma y laca para el pelo y comenzaba a estirar del cabello de Valie tanto como este daba de sí. Cuando todo estuvo al gusto de las dos bimbos encargadas del tratamiento estético, ambas comenzaron a aplicar sobre la cara de Valie una generosa cantidad de colorete y un carmín de un color rojo oscuro.

- ¡Tachaaaán! – Exclamó Poontang sosteniendo un espejo ante Valie.

- ¡Oh! ¡Me gusta! ¡Guauuuu! ¡Parezco una puta total! ¡Mola! – exclamó a su vez Valie.

- ¡Oh, Dios mío! – dijo Traci. – De verdad que lo pareces.

- ¿Creen que Meter querrá ahora follar conmigo? – preguntó ahora Valie angustiada.

- ¡Oh, sí! – dijo Traci. - ¡Claro que sí! ¡Cualquier tío quisiera follar contigo! ¡Eres toda una puta!

- Creo que Traci y Valei deberían joder, ¿verdad chicas? – sugirió Candyass.

- ¡Sí! – la secundó Poontang.

- Totalmente. – corroboró Muffy.

Traci lanzó una risita tonta.

- ¿En serio? – preguntó.

- Oh, definitivamente. – dijo Candyass. – Deserareis constantemente comeros el coño la una a la otra para que vuestros novios os vean, ¿no? Eso los pone muy calientes y querrán follaros inmediatamente. ¡Así que deben practicar para hacerlo muy bien!

- Está bien. – dijo Traci. - ¡Valie, ven a comerle el coño a tu amiguita!

Valie lanzó una risita tonta.

- Vale. – dijo. Y levantándose de la silla de peluquería se arrodilló ante el coño de Traci. – Me gusta. Me gusta comer coños.  Es como me dijo el Sr. Lorenz. Pero me gusta más si me ven los chicos hacerlo.

- Solo estamos practicando, tonta. – dijo Candyass empujando el rostro de Valie sobre el sexo de Traci.

- Mmmmmm…  - exclamó Valie al sentir su primer contacto con el sexo de otra mujer.

Traci emitió un gemido de placer y se apretó sobre la cara de su mejor amiga. Las otras tres bimbos, más experimentadas, se dedicaron a dar consejos a las dos chicas.

- ¡Agárrala del pelo, Traci! – dijo Muffy - ¡Restriega tu clítoris sobre su nariz!

- Usa también los dedos, no solo la boca. – le recomendó Poontang a Valie. - ¡Métele un dedo! ¡Un dedo es más largo que la lengua!

Al final, Traci y Valei acabaron rodando por el suelo haciendo un sesenta y nueve,  con Traci encima de su amiga, pero las veteranas aun no estaban satisfechas con la técnica empleada. Las instrucciones verbales resultaron ineficaces, por lo que decidieron pasar a la práctica. Pronto, las tres veteranas se encontraron, junto con las dos novatas, rodando por el suelo lamiendo y chupando sus sexos, riendo y gimiendo en una orgía de bimbos.

Habían perdido ya la noción del tiempo que llevaban así cuando se percataron de que el Sr. Lorenz se hallaba en la sala mirándolas con divertida exasperación.

- Hola, Sr. Lorenz. – habló Candyass levantando la cara de entre los muslos de Traci. - ¿Quiere follarnos?

El Sr. Lorenz lanzó un suspiro antes de contestar.

- No hay tiempo para eso, bimbo tonta. ¡Hace ya quince minutos que los novios de estas dos están esperando por ellas!

Al oír esto, Valie y Traci sacaron la cabeza de los sexos que estaban lamiendo.

- ¿Van a follarnos? – preguntó Traci.

- Bueno, mueve tu dulce culo si quieres averiguarlo. – contestó el hombre.

Las cinco bimbos se pusieron inmediatamente de pie y lucharon por adecentar de nuevo a Valie y Traci. El espectáculo hizo que el Sr. Lorenz riese para sus adentros.

Luego, el hombre acompañó a las dos nuevas bimbos por el pasillo que, horas antes,  cruzaron con Tittiefuck sin saber que su vida cambiaría para siempre. En la zona de recepción las esperaban sus novios. La recepcionista se encontraba arrodillada ante ellos, con una polla en cada mano, frotando ambas con la parte inferior de sus desnudos pechos.

- ¡Peter! – exclamó Valie.

- ¡Rob! – chilló Traci.

Las dos muchachas corrieron dando graciosos botes hacia sus novios, cayendo frente a sus rodillas, tomando su lugar donde antes estaban las tetas de Tittiefuck.

- ¡Me cago en todo! – exclamó Rob sorprendido.

- ¡Sacre Bleu! – dijo también sorprendido Peter.

- Confío en que hallan encontrado nuestros servicios satisfactorios, señores. – dijo alegre el Sr. Lorenz.

Los dos hombres levantaron la mirada de sus bimboficadas novias y, con una enorme sonrisa, asintieron.

- Y nuestras dos bimbos más nuevas también están muy satisfechas con el trabajo que hemos hecho con ellas, ¿verdad chicas?

- Mmhmmm… - dijeron al unísono las chicas ocupadas con las pollas de sus novios. Tittiefuck lanzó una risita tonta. El movimiento de las muchachas le hacía cosquillas.

- ¡Este ha sido el mejor regalo de San Valentin que he tenido nunca! – exclamó Traci tras abandonar su boca la polla de Rob para sustituirla por sus manos y poder lanzarle a su novio una mirada de profunda adoración. - ¿Quieres correrte en mi boca? Tu leche es tan sabrosa y me pone taaan caliente…

- Como a mí, ¡oh, Dios mío, Peter! – dijo después Valie. – Y a mi… Me gusta… ¡Casi me olvido de preguntarte! ¿Puedes darme por culo? ¡Me gusta! Como tengo un enorme culo gordo hecho para recibir tu dura polla, para que me taladres con ella. ¡Por favor! ¡Por favor, métemela por el culo! ¡Me gusta!

- Uh… ¿seguro? – preguntó atónito Peter.

Los dos hombres miraron al Sr. Lorenz.

- Bueno, ya casi es hora de cerrar, así que si lo desean pueden probar aquí, en la sala de espera, sus nuevos juguetes. – dijo y sacando un teléfono móvil de su bolsillo hizo una llamada.

- Jimmy. Soy el Sr. Lorenz. No hay más clientes por hoy. Si viene alguien que no es un cliente habitual déjalo en el piso señuelo… ¡Oh! No hay de qué. Salió de aquí adorable, ¿no es así? Avísame si necesitas otro favor. Eres un miembro muy valioso del equipo, ya lo sabes… Muy bien. Nos vemos mañana.

Mientras el Sr. Lorenz hablaba por teléfono, los satisfechos clientes no habían perdido el tiempo. Cuando el hombre colgó, pudo ver a Valie inclinada sobre una silla, con una sonrisa de placer dibujada en su pintada cara, gimiendo al ritmo de las embestidas que Peter lanzaba sobre su culo. Por otro lado, la rubia cabeza de Traci se balanceaba frenéticamente entre las rodillas de Rob. El Sr. Lorenz sonrió de satisfacción ante otro trabajo bien hecho.

- Tittiefuck, te mereces un premio. Inclínate sobre tu escritorio.

Y pronto la recepcionista estuvo tan feliz como los clientes.

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