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La abogada (Boss Lady) II

en Dominación

Durante los siguientes dos días, todas las veces que Vivian y Amy se encontraron fueron exclusivamente relaciones laborales. Incluso Vivian comenzó a usar ropa menos sugerente, negándole a Amy las vistas de costumbre. Cuando llegó el jueves, Amy estaba desesperada por recibir la atención de Vivian. Quería pedirle permiso para masturbarse, pero no se atrevía a dar ese paso sola. Sin embargo no le quedó más remedio que pasar a la acción. Preparó un montón de papeles y cintas para que las transcribiera su asistente y le ordenó a Vivian que le trajese un café a su despacho.

- ¿Es esto lo que querías? – preguntó Vivian con la humeante taza en las manos.

- Gracias.

- Vivian tomó un sorbo de la taza.

- No estoy segura de que sea café lo que quieres realmente.

- ¿Qué…?

- Creo que lo que quieres realmente en estos momentos es arrodillarte. ¿Verdad?

Amy negó con la cabeza de forma muy poco convincente.

- No me mientas – Vivian avanzó por la habitación. – Apuesto a que en estos momentos estás mojada pensando en lo mucho que quieres que te ordene arrodillarte.

- Yo…

- No, no te molestes en contestarme. – Vivian dejó la taza en la mesa. – No voy a ponerte las cosas fáciles nunca más. Si quieres algo, pídemelo. Puede que no te lo de, pero jamás lo sabrás si antes no me lo pides. – Hizo una pausa y viendo que Amy no respondía, sonrió.

- No te olvides de tu reunión con el fiscal auxiliar de distrito. El tráfico es malo a esta hora y debes salir pronto.

Amy se quedó mirando embobada la taza de oscuro líquido hasta que este se enfrió. “Fácil” pensó, “demasiado fácil he sucumbido al hechizo que ha tejido mi asistente”. El zumbido del intercomunicador la sacó de su embobamiento.

- ¿Sí? – respondió.

- Tienes que salir pronto.

Con una maldición ahogada, Amy metió los papeles del caso en su maletín y se dirigió a la puerta. Mantuvo la mirada fija en la alfombra y se sumergió en la complicada defensa de su cliente frente a varios cargos de fraude.

*****

 

 

 

Vivian aprovechó la ausencia de su jefa para hacerse la manicura y aplicarse su esmalte de uñas. Se preguntó distraídamente si Amy consentiría en hacerle las uñas de los pies. Sabía que tenía que seguir presionándola, pero le preocupaba cuan lejos llegaría y con que rapidez.

Soplando sus brillantes uñas, Vivian levantó la mirada a tiempo de ver como una alta mujer de mediana edad se acercaba a su mesa.

- ¿Te conozco de algo? Tu cara me resulta familiar.

Vivian miró a los ojos intensamente azules de la socia gerente del bufete. Los ojos intensamente azules que también pertenecían a una de las Dóminas más famosas de la ciudad.

- Nos conocimos el pasado año en la fiesta de verano de Sindulgences.

- Ah. – Su tono glacial no dejó translucir ninguna señal de alegría. Rachel Lankford siempre mantenía sus emociones controladas. Su autocontrol funcionaba estupendamente tanto ante una mesa de negociaciones como frente a una encogida sumisa. - ¿Y cómo te va por aquí?

- Muy bien.

- ¿Ah, sí?

- He encontrado lo que buscaba.

- ¿Aquí?

- Sí, es increíble lo que esconden los corazones de las abogadas.

- ¿Crees que voy a dejarte cazar a mi gente con total impunidad?

- No le estabas sacando partido.

- Sí, es cierto. ¿Cuál es exactamente tu papel en mi bufete?

- Estoy aquí de manera temporal, sólo para aumentar mi establo.

- ¿Y crees que aquí has encontrado algo?

- ¡Oh, sí! – Vivian sonrió y guardó unos documentos. – Verás, yo…

Las dos mujeres bajaron la voz. Amy regresaba de su reunión del ayuntamiento. Había intentado entrar sin molestar a su asistente y no esperaba ver a uno de los socios en su oficina. Vio sus miradas inquisitivas y, bajando la mirada, corrió a su despacho. Rachel se quedó mirando la puerta cerrada durante un instante.

- Ya veo. ¿Hasta donde has llegado?

- Bastante cerca de su entrega total.

- ¿Te apetece hacer negocios?

- No, no lo creo.

- Puedo hacer que valga la pena.

- Cuéntame.

- Tengo entradas para la fiesta “Bound for Pleasure” – Rachel sonrió. Sabía lo solicitada que estaba esa fiesta, y que una invitación para asistir era una puerta a otras muchas invitaciones. Era una tentación que esa agresiva mujerzuela sería incapaz de resistir.

- ¿Cómo quieres que lo hagamos?

- La pondrás en una situación comprometida en la que yo pueda pillaros. Por supuesto vas a ser despedida.

- Por supuesto, - Vivian se encogió de hombros. - ¿Cuándo?

- Anularé mi agenda mañana. Espérame después de las once. – Con un movimiento de cabeza, Rachel se dirigió a su oficina. No fue hasta ver la cara de sorpresa de su secretaria que se dio cuenta de que estaba tatareando. Encogiendo los hombros, se encerró en su oficina. Había mucho trabajo que hacer antes de poder disfrutar de su nuevo juguete.

Vivian tamborileó con los dedos sobre su mesa varios minutos después de que Rachel la dejara. Lamentaba haber perdido a Amy tan pronto, pero se consoló pensando que estar a la sombra de la más famosa de las Dóminas sólo podría traerle beneficios.

De repente, se levantó y entró en el despacho de Amy cerrando la puerta detrás de ella. Cuando la joven abogada levantó la vista de sus papeles, le dijo burlona:

- ¡Fuera de mi silla!

Automáticamente Amy obedeció. Se puso de pie detrás de su escritorio antes de que Vivian la hiciese a un lado. Casi se rozaron cuando la secretaria se sentó en el sillón de cuero.

- Quiero que anules todas tus citas mañana por la mañana. Creo que es hora de que tengas un refuerzo positivo.

- ¿Qué quiere decir? – preguntó Amy.

- Mañana conoceras el sabor del paraíso. – Vivian se reclinó en la silla.

El pulso de Amy se aceleró.

                - ¿El sabor?

                - Sí. Se que me deseas. Creo que es justo que yo te de la oportunidad de hacer un buen uso de tu boca. – miró a Amy. - ¿Qué dices?

                - Uh… ¿gracias?

- Me vale. – Vivian se echó hacia atrás en la silla durante un largo instante hasta que noto ansiedad en la mirada de Amy. – Por cierto, me encontré antes con tu gran jefa. ¿Qué opinas de ella?

- Me intimida un poco.

- ¿Más que yo?

- Uh… Señora… umm… - Amy primero palideció para luego ruborizarse. ¿Cómo iba a admitir que estaba enamorada de su dinámica jefa? Bajó la mirada y se encogió de hombros.

Vivian sintió un arrebato de ira a pesar de que el tono de voz no lo dejaba entreveer.

- No te preocupes, animalito. Me doy cuenta de que la persona que te firma los cheques tiene más poder sobre ti que yo. – Vivian se levantó de la silla. – Ya sabes, haz hueco en tu agenda para mañana. Digamos que entre las once menos cuarto y la una.

- Sí Señora.

- No tendré que decirte que nada de tocarse hasta entonces, ¿verdad?

Amy suspiró.

- No, Señora. Seré buena.

- Excelente. Hoy saldré temprano. Estarás bien sin mí, ¿no es así?

Asintiendo con la cabeza, Amy fue a sentarse en su sitio. Sentía un aleteo en el estómago al pensar en lo que el día siguiente le depararía. Miró a la pila de papeles que estaba sobre su mesa, suspiró y se centró en buscar una forma de convencer ala División Criminalde la oficina del fiscal del distrito de White Collar de que no procesara a su cliente.

*****

Amy no durmió bien esa noche y llegó temprano a trabajar. Se concentró en sus papeles y se sorprendió cuando su asistente entró en su despacho.

Vivian tiró su horario en la mesa.

- En primer lugar, firma esto.

- ¿Qué se supone que debo firmar? Se supone que solo debo firmar lo que yo he escrito.

- Quiero que lo hagas. Ah, y creo que deberías poner que he trabajado nueve horas diarias.

Por primera vez desde que ambas se habían conocido, Amy se negó. Estaba dispuesta a entregar su cuerpo a su atractiva ayudante, pero no iba a firmar un formulario que sabía falso.

- No puedo hacer eso. Solo trabajas ocho horas diarias y ayer te marchaste a mediodía.

Temiendo perder a Amy, Vivian contestó resoplando:

- Muy bien, no pongas eso.

Amy llenó con precisión el formulario.

- ¿Qué tenemos para hoy? No sé cuanto tiempo vamos a trabajar.

- ¿Por qué no lo dejas en blanco hoy?

- Vale por esta vez, pero en el futuro tendrás que dármelo al final del día.

- Lo recordaré – Vivian sabía que no volvería a entregar el horario. Tomó la hoja de asistencia firmada y la colocó en una silla cerca de la puerta para poderlo coger al salir. Una vez junto a la puerta, jugó con el pomo haciendo ver que cerraba con llave y a continuación se dirigió de nuevo a la mesa. Tiró unas esposas sobre la mesa cubierta de papeles.

- ¿Lista para jugar?

Amy tragó saliva. Estaba asustada y excitada, preguntándose que le deparaba el futuro.

- Creo que te prometí que saborearías el paraíso. Sin embargo, antes de eso, necesito asegurarme de que no te tomas “algunas” libertades.

- ¿Libertades?

- Sí, al igual me tocas con tus sucias manos de lesbiana.

Amy protestó.

- Pero… - Amy no sabía si era o no lesbiana. Lo que estaba ocurriendo entre Vivian y ella estaba más allá de lo que nunca había experimentado.

- De ahí la necesidad de las esposas. – Sonrió Vivian. – Vamos, ponte delante de tu escritorio.

Vivian esperó a que Amy obedeciese.

- Excelente. Ahora quítate la ropa.

Vacilante, Amy se llevó las manos al botón superior de su camisa.

- No, no. Puedes hacerlo de forma mucho más sexy. Hazme un buen show.

Amy la miró fijamente. Sosteniéndole la mirada Vivian salió de detrás de la mesa y se acercó a Amy, colocando sus manos en las caderas de ella. Poco a poco comenzó a transmitirle un ritmo que solo ella parecía oír. Mientras ambas bailaban, Vivian dijo:

- Relaja los brazos y los hombros. Muevete conmigo.

Poco a poco Amy empezó a sentir un ritmo interno que seguir. Vivian dio un paso atrás y Amy casi se detuvo hasta que vió la alentadora sonrisa de Vivian.

- Vamos, sigue bailando mientras te quitas la ropa.

Con más gracia que antes, Amy lentamente se quitó la ropa. Por un instante buscó la mirada de Vivian, pero el brillo depredador que en ellos se asomaba le hizo bajar rápidamente la mirada.

Cuando sólo le quedaba puesta la ropa interior, Amy dejó de contonearse al ritmo de la imaginaria música. Torpemente, se detuvo con los brazos colgando inertes a los lados.

- Así no, cariño. Si paras ahora jamás sabrás lo que te pierdes.

Amy se pasó la lengua por sus resecos labios. Al quitarse la ropa interior se sorprendió de la forma húmeda que se dibujaba en sus bragas. No entendía como podía haberse excitado en esa situación.

- Dámelas.

Amy le dio las bragas a Vivian. Se sonrojó cuando Vivian las examinaba.

- Creo que a alguien realmente le gusta este juego. – dijo Vivian mientras las tiraba por encima de su hombro cayendo sobre una pila de papeles del escritorio de Amy. – Me parece que estarías más cómoda de rodillas.

Amy se arrodilló, tenía que admitir que en esa posición se sentía un poco más natural. A medida que contemplaba a la todavía completamente vestida Vivian, se dio cuenta de cuan expuesta se encontraba. Vivian tomó las esposas y se colocó detrás de Amy.

- Pon las manos a la espalda e inclínate hacia delante.

Amy obedeció. El sonido de las esposas al cerrarse tuvo un extraño efecto entre sus piernas. Podía sentir la humedad resbalando entre sus muslos.

Vivian echó un vistazo a su reloj, sólo le quedaban unos minutos antes de que Rachel apareciese. Se puso frente a su prisionera y lentamente se subió su estrecha falda hasta los muslos. Sabía que si tenía que disfrutar algo hoy, tenía que hacerlo pronto.

- Inclínate hacia delante, puta. – Ordenó Vivian. – Te quiero a una nariz de mi divina femineidad.

Una vez Amy estuvo donde Vivian quería, ésta dijo con una sonrisa.

- Quiero que beses el vello de mi sexo. Te estoy dando la oportunidad de adorarme y de demostrarme tu respeto.

Amy obedeció. Sintió el cosquilleo que el hirsuto pelo hacía en su mentón. Inspiró profundamente para llenarse del aroma de Vivian, un aroma almizclado que le hacía la boca agua.

- Tienes que estar agradecida por lo que estás a punto de recibir. Sigue ahora besándome cada uno de mis muslos y luego mi clítoris. – continuaba Vivian dando instrucciones. – Ahora usa tu lengua para apartar suavemente los pelos de mi coño. Quiero que bebas todos mis jugos, ungete con ellos, que no se pierda mi esencia.

Vivian apoyó las manos sobre la mesa por detrás de ella y separó un poco más las piernas.

- Besa mis labios antes de metértelos en la boca. Chupa suavemente. Mmmmm… que bien lo haces.

A Amy se le escaparon unas lágrimas de alegría al saber que lo estaba haciendo bien.

- Mueve tu lengua a ambos lados de mis labios y alrededor de mi clítoris. Eso es… Más rápido… Muy bien, mira como se endurece… - la voz de Vivian estaba tensa. – Más rápido… ¡Oh, sí!... Así mi putita… No te pares ahora… No pares hasta que…

- Amy, tu secretaria no está en su mesa… - La voz de Rachel se desvaneció mientras contemplaba congelada el cuadro que se presentaba ante ella.

Vivian estaba recostada en el escritorio de Amy con la falda levantada enrollada alrededor de su cintura. De rodillas frente a ella y con las manos esposadas a la espalda estaba la joven abogada. Amy estaba desnuda y trató de acurrucarse en una pequeña bola.

Rachel estaba en la puerta tratando de ocultar una sonrisa y dijo señalando a Vivian con tono severo:

- Estás despedida. Quita tus cosas de la mesa y dirígete inmediatamente al departamento de recursos humanos.

- Pero…

- No digas nada, sólo márchate. – Rachel ni siquiera se molestó en ver como Vivian salía de la habitación, ni siquiera vió como recogía su parte horario. Sus ojos permanecían fijos en su acobardada abogada.

- ¿Qué voy a hacer contigo? – dijo a modo de reflexión.

Amy carráspeo tratando de aclararse la garganta para decir algo. Su jefa frunció el ceño.

- Tranquila, cuando quiera que uses tu boca para algo ya te lo haré saber.

Se sentó en el borde de la mesa, mirando a su abogada que permanecía arrodillada y con la cabeza gacha. Discretamente apretó sus muslos. “No importa lo que digan”,  pensó excitada contemplando a su presa, “cuanto más reticentes y aterrorizados mejor”. Por supuesto que de puertas afuera siempre diría lo de sano, seguro y consensuado, pero realmente lo que más le excitaba era el miedo de sus presas.

Tomando el teléfono marcó la extensión de recursos humanos.

- Con la directora Ness, por favor. – Hizo una pausa. – Soy Rachel. Necesito que vengas a la oficina de la señorita O’Reilly para documentar algo. Traete una cámara de fotos.

Rachel caminó alrededor de la mesa y se sentó en la silla de Amy. Desde esa posición Amy quedaba fuera de su línes de visión.

- Ven aquí, - ordenó – quiero mantener mis ojos fijos en ti.

Gimiendo por la vergüenza, Amy se movió. Era difícil hacerlo con las manos a la espalda y las rodillas le dolían desde el momento en que se había apoyado en ellas. Justo cuando pensaba que las cosas no podían empeorar, oyó como se abría la puerta de su despacho.

- ¡Por todos los santos! ¿Qué tenemos aquí?

- Parece que en este despacho han sucedido cosas que no están contempladas en el manual del personal.

- Esto es motivo de despido.

Rachel colocó un dedo bajo la barbilla de Amy levantando la cabeza de la joven abogada.

- Puede…, a no ser que lleguemos a un acuerdo.

Amy asintió con la cabeza. Haría cualquier cosa para que nadie se enterase de esto.

- Bien, - Rachel se volvió hacia Ellen Ness – haz varias fotos. Asegúrate de que queda bien claro que está en su oficina y en horas de trabajo.

Rachel se apartó para no salir en ninguna de las fotos. Se apoyó en un armario y admiró el rubor que teñía la cara, pecho y espalda de Amy. Durante un tiempo que a Amy le pareció eterno, los únicos sonidos que se oían en la oficina eran el zumbido de la cámara digital y la agitada respiración de la abogada.

- Bien, ya está todo. Desde las bragas en la mesa hasta la humedad de su entrepierna.

- Perfecto, dame la tarjeta de memoria.

- ¿Seguro? Puedo cuidarla por ti.

- No, tú ya buscarás la forma de arreglarte con la señorita O’Reilly. – Rachel agitó la pequeña pieza de plástico ante los ojos de Amy. – Voy a guardar esto en lugar seguro.

Ellen negó con la cabeza.

- Está bien, llámame si necesitas ayuda.

- ¡Oh!, no creo que vaya a darme ningún tipo de problemas en absoluto. ¿Verdad querida?

- No, Sra. Lankford.

- Haz lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga y conservarás tu trabajo y la mayor parte de tu dignidad. Por supuesto también tendrás que hacer lo que te pidala Sra. Nesssi quieres que mantenga la boca cerrada sobre lo que ha visto hoy aquí.

Ellen tomó la palabra.

- Tendremos que programar sesiones regulares de asesoramiento profesional. La pérdida de una secretaria debe tratarse con sesiones semanales de entrenamiento. – dijo sonriéndole a Rachel. – Estoy segura de que puedes tomarlas aquí.

- Gracias por tu pronta respuesta. Nos vemos más tarde.

- Dalo por hecho. – dijo Ellen a modo de despedida y salió del despacho.

Rachel se sentó en el borde de la mesa, imitando inconscientemente la postura de Vivian.

- Ya me has oído despedir a tu asistente. Tendrás que prescindir de una secretaria por unos días. ¿No será un problema, verdad?

- No, Señora.

- Agradable y educada. Me gusta. No puedo perder más tiempo contigo. Reúnete mañana temprano conmigo a las ocho y media. – dijo mientras dejaba las llaves de las esposas en el suelo frente a la mujer arrodillada.

Rachel se encaminó hacia la puerta. Una vez allí se volvió para mirara a Amy.

- Y ni se te ocurra pensar en masturbarte hasta que yo te lo autorice.

Amy tragó saliva y escuchó como se cerraba la puerta. A continuación se tumbó de espaldas tratando de recoger las llaves con sus atadas manos. Daba vueltas tratando de encontrar la manera de conseguir meter la llave en la pequeña cerradura. Por último, decidió balancearse sobre la espalda pasando los brazos por debajo de su trasero y alrededor de la parte delantera del cuerpo.

Cuando consiguió liberarse de las esposas, se apresuró a vestirse. Sus manos temblaban tanto que le costaba abrochar correctamente los botones. Se hundió en su silla y vió la mancha que sus bragas habían dejado en los documentos de su mesa. Cogió los papeles manchados y los lanzó a la papelera, luego dejó caer la cabeza entre sus manso. Este era, sin duda, el día más largo de su vida, ¡y ni siquiera era aun mediodía!

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