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Esclavas blancas de Madame Cong: III. Folladora...

en Dominación

Este relato pertenece a una recopilación en español de varios relatos escritos por Jackpot y aparecidos en la página BDSM Library, y que tienen en común la presencia, en mayor o menor medida, de Madame Cong, uno de los personajes secundarios aparecidos en “La Doctora en la Jaula”, también del mismo autor. Cada uno de los relatos puede leerse por separado.

No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran.

******

III. Folladora de ascensor

- ¿Es esa su decisión final?

El portavoz del jurado se limpió el sudor de su frente.

- Sí, Su Señoría, le damos la razón a la Sra. Sara James en su demanda contra Lili Cong, de Empresas Cong.

Yo estaba emocionadísima. “Otra victoria en mi carrera” – pensé- “pero voy a acabar con esa perra de una manera u otra aunque sea lo último que haga”.

Cuando se despejó la sala, me dirigí al baño. Me sentía una mujer segura, sabiendo muy bien que acababa de asestar un duro golpe a un gigante de los negocios. Nunca antes madame Cong había perdido un juicio y esta derrota había sido considerada improbable por mis colegas. Me refrescaba con agua fría cuando noté que alguien me hacía compañía.

- Bueno, debo felicitarla. – dijo la ultra chic y sexy dama oriental.

- Me sorprende que haya tenido agallas para aparecer por aquí, Madame Cong.

- No soy una mala perdedora, Sra. Young. ¿Puedo llamarte Bárbara?

- Claro, por qué no, Lili.

- Prefiero que me sigas llamando Madame Cong si no te importa, bárbara.

- Er… muy bien, Madame Cong. – dije rectificando y sorprendida de que ella siguiese tuteándome cuando no me dejaba a mi llamarla por su nombre de pila.

- Bárbara, eres una abogada excelente. Me gustaría contratarte como mi abogada personal.

- Lo siento, no podría pagarme lo suficiente. – dije con un gesto indignado.

- Pero ¿por qué no? – preguntó mientras se recolocaba el botón superior de su blusa. Lucía unas hermosas y largas uñas rojas que brillaban ante mi cara. No pude dejar de admirar sus exquisitos dedos, esbeltos y delgados. Estaba absorta en su imagen.

- ¿Ocurre algo, Bárbara? – me preguntó con una sonrisa.

- Eh… ah… no, nada. Como le iba diciendo, no podría pagarme lo suficiente.

- Estoy segura de que podría pagar bastante por sus servicios. – dijo sonriendo.

- No es por el dinero. Simplemente es que no confío en usted. Sigo pensando que tras su entramado empresarial se esconde una red de prostitución y trata de blancas.

- ¡Por el amor de Dios! No irá a creer ahora que un perfume haya conseguido que esa lamentable y pobre mujer saque a la luz sus deseos más espeluznantes, ¿verdad?

- Bueno, eso es lo que ha decidido el jurado – ahora me tocaba sonreír a mí, pero Lili siguió insistiendo.

- Los tribunales ven lo que los abogados quieren que vean. Has estado genial ahí fuera y es por eso que me gustaría tenerte a mi servicio.

- Jamás, Madame Cong. Y tengo la intención de algún día hacerla caer, así que será mejor que vigile su espalda. – contesté insolente.

- Siempre consigo lo que quiero, querida. Pero como veo que eres tan incrédula como Santo Tomás, ¿por qué no echas un vistazo tú misma a mis instalaciones antes de emitir un juicio? – dijo con toda la confianza de una serpiente a punto de abalanzarse sobre su desprevenida presa.

- Estoy segura de lo que quiero. – dije sonriendo.

- ¿Tienes miedo? – Dijo echándose a reír - ¿La gran abogada tiene miedo de un poco de perfume?

- No le temo a nada, ¡y menos a usted, Madame! – me volví hacia ella mientras tomaba un poco de agua corriente y la salpicaba sobre mis ojos.

- ¿Te arden los ojos?

- No, no, es solo que estoy un poco cansada. No he dormido muy bien últimamente, ¡gajes del oficio! – dije riéndome entre dientes.

Salí del baño y ella me siguió. Ambas nos dirigimos hacia el ascensor y, una vez dentro, apreté el botón del vestíbulo. Sólo había tres pisos hasta la salida, pero ¿a quién le apetecía caminar? Instintivamente ambas nos colocamos en la parte trasera del ascensor. Comenzó a moverse y ella pulsó de pronto el botón de parada.

- Tengo algo que es bueno para eso. – dijo Lili.

- ¿De qué está hablando? ¿Bueno para qué?

- Para el insomnio – metió la mano en su bolso y sacó una botellita de perfume. De inmediato di un paso atrás.

- ¡Dios mío, Bárbara! ¡Es sólo perfume! – dijo poniéndose suavemente unas gotas sobre los dedos. Me hizo un gesto.

- Huélelo solo un momento.

- ¿Por qué? – pregunté tímidamente.

- Mira, voy a olerlo yo primero. – y así lo hizo. - ¿Ves? No hay ningún problema, tonta.

Más tranquila, accedí.

- Muy bien, pero solo oleré un poco.

Madame Cong colocó su mano derecha bajo mi nariz muy lentamente y aleteó sus dedos con suavidad de una forma muy sensual. Se aseguró de que tomara una buena bocanada del perfume de sus delgados y sexys dedos. El aroma parecía saltar de sus aleteantes uñas rojas como si de un polvo mágico se tratase. Mis ojos estaban clavados en las puntas de esas hermosas uñas. De repente cerré los ojos y me sentí cansada. Sin embargo, a pesar de todo, me sentí de maravilla, suavemente relajada. De repente me sentí extrañamente sexy, incluso podía notar como mis pezones empezaban a endurecerse sin motivo aparente. Sacudiendo la cabeza salí de esa ensoñación.

- ¿Qué es eso? – dije sacudiendo la cabeza un poco más.

- Oh, sólo algo que se extrae en Borneo. ¿Te gusta?

- Bueno… - estaba empezando a tener problemas para concentrarme.

- Es muy relajante, ¿no?

- Ummmm… sí.

- Sííííííí… sí que lo es, ¿verdad? – sus palabras resonaban rítmicamente en mis oídos.

- ¿Quieres un frasquito? Puede ayudarte a relajarte y dormir por las noches.

- Ah… no, no, gracias. – mis instintos me pusieron en alerta.

- Es un regalo, piensa en él como una recompensa por tu victoria. – dijo echándose a reír.

Esperé a que dejara de reírse.

- Muy bien. – y ella lo puso en mi mano, cerrando con ternura mi mano con la suya.

- Te provocará dulces sueños. – Su voz sonaba sexy y soñadora a la vez. Me pregunté por qué me había mojado al oírla. “Tiene que ser el perfume, yo no soy lesbiana”. – me dije para mis adentros.

Empujo mi mano con el frasquito de perfume hacia mi nariz.

- Huele un poco más, Bárbara, toma una buena bocanada.

La sensación fue increíble. Estaba más relajada de lo que jamás antes lo había estado. Ella se apartó de mí.

- Ahora descansa los brazos y bájalos, Bárbara. – en su voz había algo a lo que no podía resistirme. Relajé los brazos, manteniendo la botellita en la mano derecha y la tapa en la izquierda.

- Se una buena chica y deja el perfume en el suelo.

Obedecí. Sabía que algo me estaba pasando, pero, en cierto modo, me sentía como una zombi. Su voz llegaba a lo más profundo de mi ser. Mi cuerpo ardía.

- ¿Alguna vez has oído hablar de las “folladoras de ascensor”, Sra. Young?

- ¿Qqqquuuéééé… es una folladora de ascensor? – apenas podía hablar.

- Es una perra a  la que he entrenado para excitar a hombres y mujeres de negocios importantes en los ascensores. Hacen de todo y a cualquiera después del entrenamiento adecuado.

Clavó sus ojos en mí mientras sonreía. “¿De verdad ha dicho perra?” – pensé. Me pregunté por qué no podía moverme. Mis bragas estaban empapadas en ese momento. Tuve miedo de que Madame Cong se diese cuenta de ello.

- ¿Por qué no te bajas los pantalones ahora para mí, Bárbara? – dijo con voz potente y segura.

- Y… yo… nnno, por favor…

- Claro que sí, Sra. Young. Has tenido un día muy duro y estresante. Sería gratificante bajarte los pantalones y enseñarle a Madame Cong ese precioso y húmedo coñito que tienes debajo de ellos, ¿no es cierto, Sra. Young?

- Yo no… Yyyyooo… emmmmmm… gratificante… - mi mente estaba en las nubes.

Comencé a bajarme los pantalones. Sabía que estaba mal y odiaba hacerlo, pero no podía detenerme. Me sentía como una marioneta y Madame Cong estaba manejando las cuerdas a la perfección. Una vez que me los bajé, me sentí ridícula allí, de pie, con los pantalones enrollados en torno a mis tobillos, esperando a que ella dijese algo más.

- Buena chica. Ahora se también una buena perrita y bájate también las bragas. Ya sabes lo bien que sienta dejar respirar a un coñito húmedo como el tuyo, Bárbara. ¡Vamos, abajo!

Daba las órdenes con tono severo e imponente y yo estaba muy húmeda y excitada, así que hice lo que me ordenó. Ahora mis bragas también estaban alrededor de mis tobillos y yo seguía siendo incapaz de moverme o de detenerla.

- ¡Separa las piernas! Esta va a ser tu primera lección estando a mi servicio.

Se acercó a mí y yo separé mis piernas para ella. Pensé que iba a caminar a través de mi cuerpo, podía sentir su voz, su aliento, en mi cara. Tomó su mano izquierda y, con el pulgar hacia arriba, la colocó justo bajo mi sexo. Me miró directamente a los ojos y pronunció una única palabra:

- ¡Fóllatelo!

Quería parar y salir. Tenía que hacerlo. Estaba mal. La odiaba y odiaba esto, pero no podía moverme y mi cuerpo ardía de deseo. Un deseo tan grande como nunca antes había experimentado. Comencé a follar. La follaba obedientemente como una muchachita excitada. Necesitaba sentir su pulgar en lo más profundo de mi ser. Quería correrme sobre su dedo.

- Eres una buena perita, Sra. Young. Eres una candidata perfecta para ser una de mis folladoras de ascensor. Mira como tu coñito se desliza sobre mi dedo. Está pidiendo a gritos correrse, esperando a llenar de tus jugos mi dedo. La pasión te embarga, puedo verlo en tus ojos, Bárbara. Quieres correrte. Quieres correrte sobre mi pulgar… y lo harás. ¡Córrete, Bárbara! ¡Córrete ahora para Madame Cong!

Me corrí sobre su pulgar. Como estaba sujetando su mano entre mis muslos, pude conseguir más de un orgasmo. Me follaba el pulgar arriba y abajo una y otra vez. Terminé doblando las rodillas y colocándome en cuclillas, sintiendo que podía estar así para siempre, pero finalmente, tras tres orgasmos, mis piernas empezaron a fallar. Madame entonces apartó el dedo de mi sexo y pronunció otra palabra:

- ¡Chupa!

Me pregunté si se detendría en algún momento. De nuevo me vi impelida a obedecer la orden de esa mujer aun en contra de mi voluntad. Mi cuerpo me estaba traicionando. Abrí la boca y saqué la lengua que se arremolinó sobre su dedo. Enseguida ella empujó el dedo al interior de mi boca. Golosa, comencé a chupar como si de un chupete o una pequeña polla se tratase mientras ella movía el dedo adelante y atrás en mi boca. Probé mi propio jugo, el fluido de mi coño. En mi mente veía a una polla descargándose en mi boca, pero sabía que lo que chupaba no se correría. Finalmente, sacó el pulgar de mi boca.

- Ya está bien limpio. Muy bien, Sra. Young. Has hecho una magnífica actuación. Serás una puta perfecta para tu nueva Ama.

“¿Realmente ha dicho Ama?”.- pensé.

- Ahora cierra los ojos y duerme, eso es, duerme. Cuando despiertes habrás olvidado que todo esto ha tenido lugar.

Podía sentir sus manos y sus dedos moviéndose a lo largo de mi cuerpo mientras ella volvía a colocar mis bragas y pantalones en su lugar apropiado. A pesar de ello no podía detenerla. Mientras me colocaba la ropa no dejaba de  decir:

- Duerme… cierra los ojos y duerme… duerme… cierra los ojos y duerme… duerme… cierra los ojos y duerme…

Cuando mi ropa ya estaba arreglada, Madame Cong metió la mano en su bolso de nuevo y sacó una tarjeta de visita que puso en mi mano.

- Toma. En caso de que cambies de idea y desees visitar mis instalaciones, simplemente llama a este número y concierta una cita para verme. Eres una abogada excelente. – dijo saliendo del ascensor pavoneándose.

Me sentí extraña, aturdida. Mis rodillas no me respondían, pero al final reuní fuerzas y salí del ascensor.

“¿Qué me pasa?” – pensé. – “Supongo que simplemente no he dormido lo suficiente estos días”.

Más tarde, cuando llegó la noche, después de darme una buena ducha me decidí a abrir la botella de perfume y aspirar un poco de él. “En realidad no puede dañarme” – pensé – “Simplemente es muy relajante y estoy segura de que esa bruja me lo dio a probar para tratar de que la deje en paz”.

Aspiré una buena bocanada de la fragancia y sentí un hormigueo por todo mi cuerpo. Mi mente empezó a vagar a la deriva y, por alguna extraña razón, no dejaba de pensar en los hermosos dedos de Madame Cong. “¡Maldita mujer! ¡Realmente voy a acabar con ella!” – pensé. De pronto sentí la imperiosa necesidad de llevar mis dedos bajo mis bragas. Masturbándome, me quedé dormida.

*****

La semana siguiente resultó ser otra semana agitada. Tuve nueve casos en total y gané cada uno de ellos. Sin embargo, los días pasaban y la tarjeta de Madame Cong continuaba sobre mi escritorio. Con el transcurso de los días, yo estaba cada vez más y más interesada en conocer lo que se cocía en sus instalaciones. Sería una manera perfecta para reunir más pruebas en su contra. Supongo que mis pensamientos se estaban volviendo como los de una niña, el saber que no debería hacerlo me hacía desearlo más y más. Por fin, el jueves, decidí llamar a la oficina de Madame Cong.

- Madame Cong Enterprises, al habla Sherry, ¿en qué puedo ayudarle?

- Hola, mi nombre es Bárbara Young y me gustaría hablar con Madame Cong, por favor.

- ¿Esperaba Madame su llamada, señora?

- Sí, así es.

- Un momento, por favor.

- Muy bien.

- Lo siento, Sra. Young, Madame Cong se halla en una reunión importante en este momento y no puede atenderla. ¿Puede dejarme su número para que pueda llamarle luego?

Le di a la chica el número de mi oficina.

- ¿Puede darme también el de su casa, Sra. Young? El asunto que está tratando Madame Cong en la reunión puede durar horas.

Dudé un momento.

- Eh… bueno, sí, sí, mi número es 555-……….. – Realmente no quería dar a conocer mi línea privada, pero me preguntaba si la “dama dragón” vería mi número de teléfono y no pensé en que lo llegase a usar.

Me senté durante todo el día esperando su llamada, y lo mismo hice durante la noche. Estaba inquieta, llevaba varias horas esperando, pero la llamada nunca llegó.

Al siguiente día, volví a llamar a la oficina de Madame Cong.

- Hola, soy Bárbara Young de nuevo. Me gustaría mucho hablar con Madame Cong, por favor. – dije bastante molesta.

- Lo siento, Madame Cong no se encuentra en la oficina en estos momentos. ¿Quiere dejarme su número de teléfono para que pueda llamarla en cuento vuelva?

- ¡Mira, jovencita estúpida! ¿Sabes quién soy? – dije muy enfadada.

- Sí, se quien es usted, Sra. Young… - bruscamente no dejé que Sherry terminase.

- Soy una de las mejores abogadas de la ciudad, así que ponme inmediatamente con Madame Cong. – le ordené.

- Lo siento, Sra. Young, pero ella no se encuentra aquí en estos momentos.

- Mira, jovencita, llevo dos días intentando comunicarme con ella.

- Madame Cong se pondrá en contacto con usted tan pronto como le sea posible, Sra. Young.

Colgué enfurecida. Como había sucedido el día anterior, esperé y esperé todo el día y toda la noche, pero no hubo ninguna llamada telefónica. Amaneció el sábado y me dije que no iba a quedarme en casa todo el día esperando una jodida llamada de teléfono, así que decidí salir a comprarme algo de ropa. Llegué a casa sobre las cuatro de la tarde y nada más dejar los paquetes en el suelo, revisé el contestador. Sorprendentemente había un mensaje de Madame Cong.

- Hola, Bárbara. He estado desaparecida, pero Madame Cong ya está aquí. He tenido una semana muy ocupada y me entristece el no haber podido atenderte hasta ahora. Como ya te dije, debes coger cita para verme, así que habla con Sherry el lunes y ella buscará un hueco para ti. Hasta pronto.

Estaba furiosa de nuevo. Tras todo lo que había pasado tenía que volver a hablar con la idiota de Sherry. “¿Quién coño se creé esa zorra que es?”. Me prometí a mi misma llamar al despacho de Madame Cong el lunes a primera hora.

El fin de semana transcurrió sin incidentes. Al no tener demasiados amigos, ya que el trabajo era mi vida, casi no tenía vida social. No tengo novio ni amantes de los que hablar y en cuanto a mi familia, sólo tengo un hermano perdido en algún lugar de Europa. El sábado seguí haciendo más compras y el resto del fin de semana lo pasé viendo la tele. El domingo por la noche me miré al espejo y me eché a llorar.

- Tengo una hermosa y larga cabellera negra, y una figura que no está mal… ¿por qué los hombres no se interesan por mí? – pensé. Luego me fui a dormir.

Fiel a mi palabra, a las nueve en punto de la mañana, llamé al despacho de Madame Cong.

- Hola, me gustaría concertar una cita para ver a Madame Cong, por favor.

- ¿Puedo preguntarle quien llama?

“¡Qué idiota eres, Sherry!” – dije para mis adentros.

- Sherry, soy Bárbara Young de nuevo.

- ¡Ah, sí, la Sra. Young! ¿Y cuando le vendría bien ver a Madame Cong?

- Hoy, si fuese posible.

- Lo siento, Sra. Young, pero Madame Cong estará ocupada un par de días. ¿Le vendría a usted bien el próximo miércoles a las diez de la mañana? – me volvió a enfadar, pero me lo tomé con calma.

- Bueno, tendré que consultar mi agenda y volverte a llamar. Tengo algunos casos por resolver…

- Señora Young, Madame no va a ser capaz de recibirla hasta la próxima semana si no acepta usted la cita del miércoles, así que si no desea esperar más, le sugiero que anule sus compromisos ese día. – dijo Sherry con suficiencia, casi como si estuviese tratando de vengarse de mí por la forma en que la había tratado la otra vez. “¡Qué zorra!” –pensé. Pero razoné que no podía dedicar más tiempo a este juego así que claudiqué ante Sherry.

- Uh…, bueno, déjame ver… Supongo que podré cancelar algunas cosas. Muy bien, hasta el miércoles entonces.

- Perfecto, Sra. Young, Madame Cong está deseando reunirse con usted. – y colgó.

Por dentro estaba furiosa, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Tenía que ver las instalaciones de Madame Cong. Decidí informar a mis compañeros de trabajo y a mi jefa del resultado del encuentro. Me sentía más como una reportera que como una abogada, pero es que a veces una abogada tiene que hacer un poco de espionaje si quiere tener una visión objetiva de los hechos. Quería desenterrar toda la suciedad posible que escondía la dama dragón y esa era mi gran oportunidad.

*****

El miércoles por la mañana me puse uno de mis mejores trajes negros y una bonita blusa de seda blanca y me dirigí, puntualmente, a las oficinas de Madame Cong.

- Hola Sherry, soy Bárbara Young. – “Sí, otra rubia tonta” pensé mientras miraba el largo pelo rubio de la secretaria. Era raro, pero me di cuenta de que todas las mujeres que había visto desde que entré eran rubias.

- Sí, la Sra. Young. Por favor, tome asiento. Madame Cong estará con usted en breve.

Me senté y me puse a ojear algunas revistas. Revistas de carácter sexy y, en muchos casos, bastante obscenas y denigrantes para las mujeres. La espera parecía eternizarse y, tras algo más de media hora, empecé a impacientarme.

- Mira, Sherry, no tengo el día. ¿Madame Cong va a reunirse conmigo sí o no?

- Lo siento, Sra. Young, pero Madame tiene muchos asuntos importantes que atender. No creerá que su cita es el único asunto ella tiene que atender hoy, ¿no? – me impresiono lo directa que había sido la respuesta de la zorra estúpida.

- No, pero quizás sí sea el más importante. – dije con confianza.

- Bueno, sea como sea, tendrá que esperar como hacen los demás. Ahora, ¿por qué no se comporta como una buena chica y va a sentarse y a leer revistas un poco más?

Yo estaba a punto de estallar de rabia. ¿Realmente me había dicho “buena chica”? Hubiese querido decirle cuatro cosas a esa fresca, pero había llegado muy lejos como para estropearlo todo ahora.

- Um… bueno, tal vez tengas razón, voy a sentarme de nuevo.

- Buena chica. – dijo con una sonrisa.

No sé porqué respondí tan tímidamente a Sherry. Quizás era algo en la forma en la que me miraba. Me sentí un poco estúpida ante su respuesta, pero volví a mi asiento. Tras otra media hora de larga espera, decidí que ya era hora de actuar.

- Esta bien, Sherry, ya he esperado suficiente. O me ve ahora o me voy. – dije en tono severo.

- Bien, ahí está la puerta, Sra. Young.

Eso fue ya el colmo. Estirando la mano le agarré el cuello de su blusa y tiré de ella hacia mi cara.

- ¡Mira, zorra, o me consigues ya la cita o esta bonita blusa va a verse muy fea en unos minutos! – ahora sí que me sentía bien. Había recuperado el poder.

 - ¡Quíteme de una vez las manos de encima o tendré que rompérselas! – Me dijo dejándome sorprendida y rápidamente aparté mi mano. Había algo en los ojos de esa mujer que no dejaba dudas sobre la veracidad de sus intenciones.

- Ahora vuelva a su asiento, Sra. Young, y no vuelva a molestarme de nuevo o no verá jamás a Madame. ¿Ha quedado claro?

- Pero… yo… umm… - Me encontraba en estado de shock, apenas podía hablar correctamente.

- He preguntado que si está claro. – Realmente esa mujer lograba aterrorizarme cuando se enfadaba. Ciertamente ahora no actuaba como la rubia tonta que supuse que era.

Carraspeé antes de contestar.

- Ummm… de acuerdo, Sherry.

- Creo que sería mejor que se dirija a mí como Sra. Towers de ahora en adelante, ya que ese es mi apellido.

- De acuerdo, Sra. Towers. – dije mansamente. Sí, ya sé que soy abogada, lo que significa que soy una luchadora, pero ese aspecto de mi personalidad lo reservo para el jurado y el tribunal. No soy  una luchadora y esta mujer parecía dispuesta a agredirme físicamente, así que enrosqué el rabo entre las piernas y volví a mi asiento.

Después de esperar otra media hora, hora y media en total, finalmente Sherry me llamó.

- Sra. Young, puede usted pasar.

- Bien, ya iba siendo hora. – dije echando chispas. Sherry me respondió con una mirada malvada.

La oficina de Madame Cong era un tanto extraña. No podía creer lo que veía colgado de sus paredes: fotos de mujeres en raras poses S&M. “Extraño material para una mujer de negocios” – pensé.

- Hola, Bárbara. Lamento haberte hecho esperar tanto tiempo, pero uno de mis envíos al extranjero me ha estado causando algunos problemas. ¡Oh!, te pido disculpas por mis raros gustos artísticos, sólo es un hobby, querida. Por favor, toma asiento.

¡Y tan raro que era! El mismo motivo de las fotos se repetía en las esculturas y alfombras. Todos consistían en imágenes extrañas, algunas con mujeres envueltas en enormes pollas propias que las rodeaban y penetraban en sus propios culos. Madame Cong vestía un sexy traje con una apretadísima minifalda roja. Tenía unas piernas suaves y aterciopeladas, y poseía unas hermosas curvas. El llamativo conjunto se acentuaba con sus maravillosas y largas uñas rojas. Era la única mujer, aparte de mí, en la empresa que llevaba el pelo negro.

- Bueno, parece que tienes aquí un sitio muy interesante, Lili. Es distinto de lo que cabría esperar para una mujer de negocios. ¿No crees? ¿Por qué no trabajan hombres aquí? – fui directa al grano.

- Ya te he dicho que me llames Madame Cong. Por favor, respeta mis preferencias.

- Bien. Pero, ¿por qué no me llamas a mí Sra. Young?

- Porque no querías que te llamase más que Bárbara, a menos que hayas cambiado de opinión, querida. ¿O es que acaso deseas copiarme? – era una maestra retorciendo los diálogos.

- Jamás te copiaría… - ella me interrumpió.

- Bárbara entonces, ¿no?

- S… sí. – dije sintiéndome derrotada otra vez. Su ingenio era soberbio.

- ¡Levántate, Bárbara!- ordenó Madame Cong de repente. De mala gana obedecí.

- Pero, ¿por qué? ¿qué pasa?

- Ven aquí. – Me puse de pié y me acerqué a ella. Puso uno de sus dedos en mis labios y comenzó a frotar. Corrió mi carmín hacia los lados frotando los dedos un par de veces sobre él.

- ¿Qué está haciendo? – pregunté sorprendida.

- ¡Oh!, lo siento, querida, pero tenías un pelo en los labios y quería quitártelo antes de que te lo tragaras. – dijo con una sonrisa.

- Ah… ah… gracias. – Creo que en ese momento me sonrojé. Había algo en Madame que no me gustaba, que me hacía desconfiar. Tuve una extraña sensación de debilidad cuando me tocaba los labios. Me mojé también. Me sentía avergonzada porque una mujer me hiciese sentir de esa manera ya que yo no era lesbiana. Intenté despejar mi mente sacudiendo mi cabeza. Sentía mis piernas débiles.

- ¡Pero mírate, querida! Por mi culpa se te ha corrido ese barato lápiz de labios. Lo siento, espera un segundo. – y Madame fue hacia su escritorio y sacó de un cajón un juego de pintalabios, acercándose de nuevo a mí.

- Quieta ahora. – y agarrándome de las mejillas aplicó de nuevo la barra de labios sobre mi boca. Todo pasó tan rápido que apenas me di cuenta de que estaba sucediendo.

- Así, de nuevo dulce y maquillada. – dijo Madame con una sonrisa.

- Um… sí… bien… gracias. – Mi cara estaba ya de un intenso color rojo.

- De nada, querida. Ahora deja que te lleve a visitar la planta.

- D… de acuerdo. – tartamudeé y comencé a caminar sobre mis temblorosas piernas. La odiaba por hacerme sentir de esa forma.

Madame Cong me llevó hacia el otro lado del edificio, al interior de las instalaciones, que estaban constituidas por una enorme construcción tipo almacén. Había mujeres de pelo rubio vistiendo batas blancas y mascarillas por todas partes. Había equipos de destilación por todas partes.

- Aquí es donde elaboramos todos mis maravillosos perfumes. – susurró Madame en mis oídos. Sus palabras parecían casi una brisa dulce.

- ¿Puede usarse esto para elaborar drogas con facilidad? – pregunté. Me sentía mareada y mis piernas cada vez estaban sospechosamente más débiles.

- Bárbara. El lugar ha sido pertinentemente inspeccionado. Llevo un negocio legal. – respondió con firmeza.

- Estoy segura de ello. – respondí esbozando una mueca cargada de cinismo.

- Tal vez te gustaría visitar mi planta de pruebas.

- Sí, me gustaría.

- Por aquí, está en el otro extremo del edificio. – dijo tirándome bruscamente del brazo y comenzó a alejarse.

Me costaba seguir el ritmo, pero después de un trecho, Lili comenzó a aminorar un poco. Me estaba haciendo correr por toda la planta y yo me esforzaba por seguir el ritmo de sus largas piernas.

- Vamos, vamos. ¿Estás cansada, querida? ¡Una mujer tan joven y ya cansada! – dijo con irónica sonrisa.

No me gustó el comentario, pero ella siguió caminando. Llegamos a la otra planta, un lugar grande y oscuro, con mujeres por toda la nave. “Rubias, por supuesto” – dije para mí.

Las mujeres estaban alineadas en filas, como un sembrado de coles. Todas llevaban auriculares y tubos que desembocaban en sus narices.

- ¡¿Qué demonios es todo esto?! – pregunté.

- Aquí es donde pruebo mis fragancias. Las chicas inhalan una pequeña cantidad de perfume y se relajan. La técnica de relajación se facilita a través del ruido blanco que escuchan en sus auriculares.

- ¿Y los ordenadores frente a ellas?

- Solo proyectan coloridas imágenes diseñadas para potenciar el efecto relajante.

- A mi me suena a lavado de cerebro. – dije sin ocultar mi desprecio.

- Tonterías. ¿Ves todos los electrodos conectados a sus cuerpos?

- Sí.

- Proporcionan impulsos de retroalimentación a los equipos para que podamos obtener un indicador de cómo las fragancias afectan a sus emociones. En este negocio es un dato muy útil.

Me puse a mirar una de las pantallas. Estaba llena de hermosos remolinos azules de tonos claros y oscuros alternados. Me sentí rara. Provocaba una sensación hipnótica.

- ¿Estás bien, Bárbara? ¡Bárbara! ¿Estás bien? – repitió Madame.

- Oh… eh… sí, quiero decir, no… me siento algo mareada. – dije llevándome la mano a la frente.

- Tal vez deberías sentarte. Hemos mantenido un ritmo muy rápido esta mañana y…

- No, no, estoy bien. Continuemos con la visita. – negué con la cabeza.

- Bien, aun nos queda mucho que ver, incluyendo un almacén lleno de perfumes y artículos cosméticos, incluyendo lápices de labios multicolores, pero creo que deberíamos ir primero al salón de Sherry. Debería encontrarse allí ahora.

- ¿Sherry? Creía que solo era su recepcionista.

- Lo es, pero también es una excelente peluquera. ¿Por qué no la dejas que te lave y peine el pelo? – sugirió. No me gustaba como sonaba eso, sobre todo después del encontronazo verbal que habíamos mantenido antes.

- ¿Qué le pasa a mi pelo? – contesté a la defensiva.

- Nada, querida. Pero creí que así tendrías la oportunidad de descansar un poco. Pareces muy cansada. Por cierto, es gratis. Eres mi invitada, dijo sonriendo.

- No lo sé, yo… - intenté resistirme.

- Vamos, será divertido.

- Bueno, supongo que sí. Me encuentro de repente tan cansada.

- Tienes que cuidarte más, querida. Y tomar más vitaminas. – Madame se echó a reír, pero yo me sentí insultada.

El salón era un sitio realmente impresionante. Era muy espacioso e incluso poseía una alfombra roja. Las sillas y lavabos incitaban a relajarse. Todo en el lugar hacía desear poner mi cuerpo en las expertas y relajantes manos de una esteticista. Me preocupaba que la esteticista fuese Sherry, pero aun así me encontré deseando sentarme en una de  aquellas lujosas sillas y olvidarme, al menos por el momento, de todo. Ya podría continuar después con mi investigación.

- Sherry, la Sra. Young ha decidido arreglarse el pelo. Te harás cargo de ella, ¿no?

- Sí, Madame. – Sherry me miró y sonrió, pero su sonrisa era una sonrisa felina.

- Ponte en sus manos, Bárbara. Volveré en unos minutos.

- Por aquí, Sra. Young. – dijo Sherry.

Estaba tan cansada que no veía la hora de sentarme en una de esas sillas. Desconfiaba de Sherry, pero estaba demasiado cansada como para preocuparme. Miré al resto de las clientes y me sorprendí de que todas fuesen rubias. Me puse algo nerviosa.

- Sherry, no te olvides que soy morena. – dije.

La joven se echó a reír.

- Por supuesto, Sra. Young. Sé que antes empezamos con mal pie, así que hagamos borrón y cuenta nueva. Sólo relájese y déjeme hacer a mí todo el trabajo en las hermosas formas de su cabello. Es muy bueno para relajarse dejar que alguien te lave el pelo para variar, ¿no es así?

- Oh, sí – dije hundiéndome más y más en un estado de relajación con cada pasada de las manos de Sherry por mi pelo. Cada vez me encontraba más y más relajada, y muy, muy cansada. La loción que aplicaba parecía seda deshaciendo todos los nudos de mi pelo. La forma en que aplicaba la loción con su mano me hacía sentir muy cómoda y segura. Estaba tan relajada que a cada momento temía quedar dormida, pero ella se esforzaba en mantenerme despierta. Tras un rato, empezó a trabajar en mi pelo.

Primero lavó y enjuagó mi pelo para luego aplicarle un acondicionador seguido de un colorante especial para mi cabello. Parecía muy intenso y brillante. Cuando se secó, lo peinó con un estilo diferente al que suelo llevar, mucho menos formal. Me vi verdaderamente sexy, aunque algo desaliñado. Estaba tratando de pensar en lo que me estaba haciendo y me di cuenta de que solo podía luchar por mantenerme despierta. Pero lo peor fue darme cuenta de que mi hermoso pelo negro ahora era rubio. ¡La zorra me estaba tiñendo de rubio!

- Relájate Barbie. – dijo empujándome hacia abajo para enjuagarme de nuevo. No tuve fuerzas para resistirme.

- Así, Barbie. Debes darte cuenta de que te estoy transformando en lo que Madame Cong desea para ti, ¡una rubia tonta! – sus palabras llegaron al fondo de mi alma.

 - Estoy segura de que la señora te hizo el truco del pintalabios, Barbie. – se podía decir que yo le respondía con mi mirada. – Sí, acuérdate, cuanto más te lamias los labios, Sra. Young, mayor cantidad de droga penetra en tu torrente sanguíneo. La droga fue diseñada para debilitar el cuerpo y hacerlo más vulnerable a mi control. – dijo con un inquietante tono macabro.

Sherry continúo haciéndome un retoque completo. Ahora mis uñas eran de un color rosa brillante. Mis labios también adquirieron un burbujeante tono rosa burbujeante. Mi cara fue lavada aplicó cera en mi labio superior y cejas. Igual tratamiento siguieron mis piernas. Sufrí una intensa sesión depilatoria de la cual solo se salvó mi sexo.

Cuando hubo terminado me desnudó y sustituyó mis ropas por otras mucho más atrevidas. Ahora vestía un brillante e iridiscente top amarillo y una minifalda verdaderamente corta de color rosa. Me puso unos altísimos tacones con una brillante sombra color rosa también. Mis párpados se remarcaron deliciosamente con un delineador de ojos y un claro tono de rosa aplicado con una brocha sobre ellos. Parecía tener diecisiete años en lugar de los veintisiete que realmente tenía. Antes ya era una sexy joven abogada, pero ahora era una sexy y joven puta. De repente me desmayé. La droga que había en la barra de labios que me aplicó Madame Cong finalmente me hizo dormir.

*****

Algunas horas más tarde:

- ¡Bárbara, despierta! ¡Bárbara! ¡Despierta, despierta, Bárbara! – Los gritos de Madame Cong resonaban en mis oídos. Gritó de nuevo y luego se alejó un poco de mí. - ¡Dios mío, Sherry! ¡Te has superado! ¡Sin duda una obra maestra!

- Gracias, Madame. – contestó Sherry mientras me sacudía intentando que de nuevo recuperase el sentido a pesar de que sabía que, a estas alturas, el efecto de la droga ya casi había desaparecido.

Me desperté aturdida, con la esperanza de que todo hubiese sido solo un mal sueño, pero no era así. Inmediatamente pude ver mi imagen en el espejo. De un salto me levanté de la silla y me encaré con Sherry.

- ¡Puta! – grité tratando de golpearla en la cara, pero ella era demasiado fuerte. Bloqueó mi ataque y, agarrándome de los hombros, me dio un fuerte empujón.

 - ¡Siéntate, Barbie! – me dijo empujándome directamente hacia la silla sujetando con sus propias manos mis brazos a la misma. Entonces se inclinó susurrándome al oído:

- ¿Quién es ahora la rubia tonta? – dijo liberando inmediatamente después su presa sobre mí.

- ¿Qué han hecho conmigo? – grité asustada.

- Te hemos retocado un poquito, Bárbara. ¿No te gustaría dejar tu trabajo como poderosa abogada y trabajar para mí como una de mis conejillos de indias en la sala de ensayos? – dijo cínicamente Madame Cong.

- ¡Maldita perra! – y salté sobre Madame. Logré sujetar el cuello de su blusa, pero ella, ágilmente me agarró la muñeca y la retorció con fuerza obligándome a postrarme de rodillas.

- ¡Owww! – grité. - ¡Suéltame!

- Di “por favor, Madame Cong, suélteme” ¡Dilo! – ordenó Lili.

- Por favor, por favor…

- Por favor, ¿qué?

- Por fav… por favor, Madame Cong… suélteme. – e inmediatamente ella me soltó.

- ¡Levántate, puta!

Lentamente me incorporé y masajeé mi retorcida muñeca. Mientras tanto, Madame se dirigió a Sherry.

- Ve a por Brenda y volved las dos.

- Sí, Madame. – dijo esta obediente.

Unos minutos más tarde, Sherry regresó acompañada.

- Esta es Brenda y, junto con Sherry, van a ser mis brazos ejecutores. Estás a punto de comenzar tu entrenamiento, Bárbara querida. – dijo Madame traspasándome con la mirada.

- ¡Todo el mundo sabe que estoy aquí! – estaba comenzando a desesperarme. - ¡No puede hacerme esto! La policía estará aquí dentro de poco. Mi jefa sabe que estoy aquí, y mis compañeros… incluso mi familia.

- Oh, eso crees tú, Bárbara. Bien, déjame decirte algo. Nadie va a salvarte. Soy la mujer más poderosa de esta ciudad y una de las más ricas del mundo. ¿Te has parado a pensar que yo podría ser la dueña de tu bufete de abogados, la jefa de tus compañeros? Así que ahórrate la esperanza en tu jefa y tus compañeros… además, Bárbara, sé que no tienes amigos y, en cuanto a tu familia, sólo tienes un hermano con el que hace diez años que no hablas. No hay escape, Bárbara. Estás completamente sola.

- ¡No te saldrás con la tuya! No voy a rendirme – me parecía difícil, pero en el fondo temía por mi vida. Recapacité sobre lo que me sucedía. “Estaba a punto de sufrir el mismo destino que el resto de las mujeres que se inmiscuían en los asuntos de Madame Cong? ¿Me convertiría en una esclava?” – pensé y comencé a sudar.

- Llevadla a mi habitación privada y prepararla. – ordenó Madame.

Sherry y Brenda me tomaron cada una de un brazo y me sacaron de la sala mientras yo gritaba cuanta obscenidad se me ocurría.

Me llevaron a un área completamente diferente del edificio situada en el duodécimo piso. El movimiento del ascensor era bastante extraño. No solo se limitaba a subir, sino que también se detenía en ocasiones y avanzaba en horizontal, como si se estuviese moviendo hacia algún compartimento secreto del edificio. Para evitar que siguiese gritando, Sherry me tapaba la boca mientras me retorcía un brazo tras mi espalda. Era tan dominante que Brenda casi no hacía nada más que abrir el camino. Al final llegamos a una habitación de suelo negro muy bien iluminada. Las paredes eran blancas y el techo, al igual que el suelo, de color negro. Había aparatos y dispositivos BDSM por toda la habitación, igual que en las revistas que había en la sala de espera cuando llegué esta mañana a las oficinas de Madame Cong.

Mientras Sherry me sujetaba, Brenda comenzó a desnudarme. Intenté soltarme pero Sherry era demasiado fuerte. Una vez me desnudó, Brenda sustituyó mi sujetador y bragas blancas por otras prendas de un color rosa brillante.

- Separa las piernas. - ordenó Brenda.

- ¡Vete a la mierda, puta! – contesté escupiendo a Brenda. Sherry inmediatamente me obsequió con una gran bofetada con la mano abierta.

- Haz lo que te ha dicho. ¡Hazlo, bimbo! – gritó.

Comencé a separar mis piernas lentamente. En ese momento parecían de gelatina. Brenda aseguró mis piernas a dos cadenas atornilladas al suelo. Las cadenas eran muy cortas, lo que limitaba el movimiento de mis pies. Me ordenaron también colocar mis brazos sobre mi cabeza y las chicas rápidamente sujetaron mis muñecas a las cadenas que había encima de mí.

Mis piernas se extendieron a ambos lados del suelo. Un botón en la pared junto a Sherry hacía que, a un toque de esta, el suelo se moviese mecánicamente. Cada lado del piso debajo de mi se movía en direcciones opuestas dejándome, cada vez, más y más separadas las piernas. En ese momento entró Madame Cong en la habitación, acercándose a mi lado.

- Bueno, bueno, ¿cómo le va el comienzo del entrenamiento a mi nueva perrita? – dijo sujetándome las mejillas con una mano.

- ¡Vete a la mierda! – le solté.

Madame Cong me abofeteó con el dorso de la mano.

- Ya que te empeñas en usar ese lenguaje tan soez, tal vez deba lavarte la boca con jabón. Brenda, tráeme la mordaza con el dispositivo especial. – le lancé a Madame una extraña pero aterrorizada mirada.

- ¿Qué va a hacer?

- Esta, querida, es una mordaza-pene especial. Te darás cuenta de que es hinchable y que lleva una manguera accesoria. El extremo de la manguera lleva también un falo, también hinchable, que se inserta en tu culo. Pondré agua jabonosa dentro de ese vientre tuyo. Ya ves, voy a hacerte un lavado completo, recirculando el agua. Vas a ingerir tu propia mierda jabonosa por la boca, llegará a tu estómago, luego al intestino y de ellos al tubo y de nuevo a tu boca, una y otra vez hasta que yo considere que tu boca está lo suficientemente limpia. Empezaremos con agua y jabón, pero luego pasaremos al semen y luego al jugo de coño. – dijo empezando a manejar el equipo acariciándome al mismo tiempo, poniéndome más y más nerviosa.

Puso sus sexys dedos a lo largo del tubo y lo conectó a la mordaza por un extremo y al pene en el otro extremo. Me di cuenta de que fue diseñado para ser insertado en el ano. A este tubo iba conectado otro que conectaba el tubo original con tres tanques.

- Por cierto, Bárbara, habrá que ponerte otro nombre. ¿Qué número tiene ella en la lista, Sherry?

- Tiene el 109, Madame.

- Entonces, Bárbara, tu nuevo nombre será Barbie Folladora 109. Repítelo para mí.

- ¡Qué te jodan, Lili! – recibí varias bofetadas por parte de Madame Cong a consecuencia de mis palabras. Fueron golpes duros y pesados debido al peso añadido de los guantes de cuero que llevaba y a la longitud de su brazo.

- Te dirigirás a mí como “Ama” de ahora en adelante, ¿ha quedado claro, guarra?

- Nunca… - recibí otra bofetada.

- Vamos, dime, ¿cuál es tu nombre? – volvió a preguntar.

- ¡Vete al infierno!

- Así que te crees una perra muy dura, ¿eh? Bien, creo que esta mordaza es justo lo que necesito para hacerte callar. ¡Abre bien la boca!

Apretó fuerte mis mejillas y me tapó la nariz para obligarme a abrir la boca. Luego metió la mordaza en mi boca y el sujeto con una correa alrededor de mi cabeza.

- Ummmmmph. – intenté decir algo.

- Ahora, Brenda, veinticinco buenos latigazos en su espalda. – ordenó Madame.

Los latigazos se sucedieron uno tras otro. Pensé que no acababan nunca. Mi espalda se llenó de hinchadas líneas de color rojo y lo único que yo podía hacer era retorcerme y tratar de gritar, pero la mordaza no me dejaba emitir ningún ruido.

- Quítale la mordaza, Brenda.

Mientras la muchacha lo hacía, regueros de baba resbalaban por mi barbilla y por mi pecho. El agotamiento hacía que mi cabeza colgase flácida. Madame continuó con el interrogatorio.

- Ahora, Barbie Folladora 109, ¿cuál es tu nombre? – preguntó Madame alzando mi cabeza.

- ¡Vete a la mierda! – dije. De inmediato, la mordaza fue de nuevo a mi boca.

- Treinta cinco latigazos más, Brenda.

- Noppppph… nddddosh… noehhh… - intenté gritar sin conseguirlo.

Los golpes se sucedieron de nuevo, cada uno más fuerte que el anterior. Cada golpe era un recordatorio de que el castigo podría continuar y continuar a menos que claudicase y me sometiese a Madame Cong, mi Ama. El sudor perlaba cada poro de mi piel. Casi me desmayé.

Una vez más, Madame Cong se acercó a mí y retiró la mordaza. Levantándome la cabeza volvió a preguntar.

- ¿Cuál es tu nuevo nombre, Bárbara?

- Por favor, por favor, no más, por fa…

- Dime cómo te llamas. – ordenó implacable Madame Cong.

- Bbbbarbie Fffolladora… - dije finalmente echándome a llorar.

- Así es. Eres Barbie Folladora 109. ¡Ahora repítelo clara y correctamente, putita!

- Yo… yo soy Barbie Folladora 109.

- Otra vez y más fuerte, bimbo.

- Soy Barbie Folladora 109, soy Barbie Folladora 109, soy…

- ¡Basta! Cállate ya, chochito. ¡Mírate! La altiva y poderosa abogada convertida en una esclava lloriqueando ante su nueva propietaria. No eres más que otro culo en mi cuadra, puta, mi más reciente bimbo. Sí, pronto, muy pronto, vas a hacer la calle para mí, pero eso será después de que hayamos agotado tus habilidades en los ascensores. – dijo Madame lanzando una risa malvada.

Seguidamente, Madame volvió a colocar la mordaza en mi boca y volvió a asegurarla. Se acercó a uno de los tanques y apretó un botón. Pude ver como el extremo del tubo conectado a él comenzaba a llenarse. De fondo se oía el rítmico ruido de bombeo. Un líquido blanco fluía por el transparente tubo que llevaba a mi boca.

- Eso te hará engordar un poquito, perra. Oh, no te preocupes, los otros tanques los controlo a través de mi ordenador. ¿Qué te parece? – dijo dándome unos golpecitos en el vientre – Una vez que estés bien cebada, y a intervalos hayas tomado de los tres tanques, la válvula a automática conectada al tubo de tu culo bombeará de nuevo todo el contenido de tu intestino de nuevo hacia tu boca y luego volverá a  comenzar el ciclo. Estableceré intervalos de cinco minutos entre las tomas de cada tanque. En esos cinco minutos de descanso la mordaza se hinchará dentro de tu boca para, pasado ese intervalo, deshincharse permitiendo que vuelva a entrar el líquido. Una vez hayas vaciado el contenido de los tres tanques, comienza el ciclo de bombeo desde tu culo y ese durara todo el tiempo que yo desee. Recuerda que el primer tanque contiene agua jabonosa, el segundo semen y el tercero fluidos vaginales, así que disfruta. No te olvides de tragar y tragar, Barbie, o de lo contrario podrías atragantarte y morir. ¡Vas a aprender a no volver a insultarme jamás, puta!

Tras decir esto, Madame abandonó la sala, acompañada de las dos chicas, y apagó las luces. Me quedé sola en la oscuridad, con el líquido comenzando a entrar en mi boca. Empezaba el primer ciclo.

Comencé a tragar. Tragaba para salvar mi vida. Podía saborear el amargo sabor del jabón y sentía los primeros calambres en mis entrañas, pero no podía dejar que el líquido saliese por el tubo insertado en mi culo. Finalmente pasaron los cinco minutos y llegó el descanso, con la mordaza hincándose en el interior de mi boca, y la espera del segundo ciclo.

Oí como la segunda bomba se ponía en marcha y mi mordaza comenzó a desinflarse. Pasaron unos instantes antes de que el líquido llegase a mi boca. Cuando al fin llegó, de nuevo comencé a tragar. El sabor ahora era salado, y la textura gruesa y pringosa. Sabía que continuaría entrando durante otros cinco minutos. Mi frente estaba perlada de sudor. En mi mente había un solo pensamiento: deseaba no haberme cruzado nunca en el camino de Madame Cong.

La ingesta de líquido hacía que la presión aumentase en mi vientre. Durante el tercer ciclo noté como mi barriga se dilataba. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que se convirtiese en un prominente bulto. El líquido del tercer ciclo también era salado, pero su consistencia era menos pringosa que el del segundo y tenía a la vez un regusto dulce y amargo al mismo tiempo. Los dolores en mi vientre empeoraban. El ciclo se detuvo y de nuevo se hinchó la mordaza, esperando el siguiente ciclo.

Una parte de mi deseaba que se vaciasen ya de una vez los tres tanques para así conseguir un poco de libertad, pero entonces, pensar que luego vendría el ciclo de la “mierda”, alejaba el deseo de mi mente. Me sentí impotente y sin esperanzas. Los ciclos seguían alternándose y mi vientre crecía y crecía. “¡Oh, Dios! ¿Cuándo parará?” – pensé.

Después de lo que pareció una eternidad, los ciclos cesaron. “¿Se habría agotado ya el contenido de los tanques?” – pensé, solo para sentirme decepcionada al oír de nuevo el sonido de una bomba. Realmente necesitaba evacuar un poco el contenido de mi vientre para tratar de aliviar el dolor que la presión me estaba provocando. Mi barriga seguía creciendo cada vez más, se dilataba como un globo, y aun así continuaba hinchándose. Después de un rato me desmayé.

Recobré el sentido sintiendo que me abofeteaban la cara.

- ¡Despierta, despierta, vamos Barbie, despierta! – era Madame Cong. – Bien, bien, bien, ya llevas dos horas de cebado. Bueno, en realidad una si descontamos los intervalos de descanso. ¡Mírate ahora, bimbo! Pareces una gigantesca vaca gorda. ¡Ahora eres mi vaca gorda preñada!

Dijo esto último dándome unos golpecitos en mi enorme y tenso vientre. Pensé que iba a explotar. Realmente parecía estar embarazada. Tocando un botón desinfló la mordaza y me la quitó de la boca.

- ¡Pppppor favor… no más, por favoooor! – suplicaba como si me fuese la vida en ello.

- Bien. Ahora, Barbie, ¿por qué no le dices a tu Ama que eres una vaca gorda? ¡Dilo puta! ¡Dilo, jodida bimbo! – gritó golpeando de nuevo mi vientre. En sus ojos brillaba el vicio, pero en este punto yo haría cualquier cosa para que acabase mi suplicio.

- Yo, emmmm… soy una vaca gorda, Ama. – dije bajando avergonzada la cabeza.

- Y tienes que parir, ¿no, puta?

- Sí… tengo que parir.

- Sí, tienes que parir porque eres una vaca gorda preñada. ¿No es cierto, puta? – parecía que quería humillarme hasta extremos inimaginables.

- Sssí…, tengo que parir porque… porque soy una vaca gorda y preñada.

- ¿Qué tal un mugido? – dijo Madame echándose a reír.

- Muuuuuuuuu… muuuuuuuu… - dije tan fuerte como pude.

- Buena chica. Ya es hora de que comience el último ciclo.

Casi sentí alivio de que acabase de humillarme, aunque sabía que era lo que venía a continuación. Madame volvió  a ajustarme y asegurar la mordaza. Después insertó algunas bombas de aire en algunas partes de los tubos.

- No tengas miedo, querida, es sólo para asegurarnos que la fuerza centrífuga no hace de las suyas y la mierda recircula correctamente por los tubos. – y se fue tras decir esto.

Sabía que tan pronto como las bombas comenzaran a funcionar, el líquido que abarrotaba mis intestinos volvería de nuevo a mi boa. Empecé a sudar aun más. La espera parecía no terminar nunca, aunque tan solo habían transcurrido diez minutos. Por lo visto las bombas estaban provistas de un temporizador. Tras otro rato de espera, por fin se activó la bomba conectada a mi ano. Sentí como me vaciaba poco a poco. La ley de la gravedad y el efecto de la bomba estaban logrando su objetivo y solo era cuestión de tiempo que el contenido de mi intestino llegase a mi boca.

A pesar de todo sentí alivio al ver como mi vientre comenzaba a deshincharse a medida que liberaba mis intestinos. Parecía un grifo.

Luego llegó lo inevitable. El líquido comenzó a manar en mi boca. El sabor era horrible. El sabor y el olor me producían arcadas, pero manaba tan rápido que lo único que podía  hacer era tragar y tragar la mierda. Jamás me había sentido tan humillada y asqueada en mi vida.

Lo peor de todo era que, con el proceso de recirculación, gran parte del líquido fue digerido y absorbido por mi organismo. En mi mente juré no volver a maldecir jamás a Madame Cong de nuevo. La horrible situación por la que estaba pasando me terminó de convencer de ello. Lentamente, al menos en mi mente, me estaba convirtiendo en la esclava de la dama dragón. Ya no me preocupaba mi trabajo, ni siquiera la idea de acabar con madame Cong, ahora sólo me preocupaba sobrevivir.

El ciclo de recirculación se prolongó, al menos, una hora más, aunque no hubiese podido asegurar el tiempo que había transcurrido. Mi vientre se deshinchaba para volverse luego a llenar de nuevo de los fluidos que había expulsado, era como un globo que se expandía y contraía una vez tras otra. Finalmente se encendió una luz y Madame Cong, junto con Sherry y Brenda, sus esclavas auxiliares, entraron de nuevo en la habitación.

- Soltadla. – ordenó Madame.

Cuando me soltaron caí pesadamente de rodillas al suelo y comencé a sollozar.

- Bueno, bueno, ya no volverás a mostrarte altiva y arrogante, ¿no es así, perra? – dijo Madame sonriendo ante su aparente victoria sobre mí. Por voluntad propia, gateé hacia ella, en un gesto que pretendía mostrarle a mi nueva Ama mi disposición a ser obediente. Incluso besé sus zapatos de tacón alto.

- Bien, no tendremos que volver a ensuciar esa boca tuya, ¿verdad puta?

- No, A… Amm… Ama. – tartamudeé.

- Buena chica. Ahora arrodíllate y metete los dedos en el coño para mí como la puta que en realidad eres. Enséñame como te masturbas en tu habitación por las noches, cuando no hay nadie alrededor. Apuesto a que mi perfume te ha tenido caliente toda la semana, ¿no es así, puta?

- S… sííí… Ama, caliente y húmeda. – Por la cuenta que me traía, comencé a tocarme el sexo. Lo más extraño de todo era que, a pesar de todo el horror que había sufrido, realmente me sentía caliente y húmeda. La sola observación del cuerpo y de las hermosas piernas de Madame Cong me incitaba a masturbarme. Mi cuerpo estaba especialmente sensible, tal vez por efecto de la “limpieza” recibida o por la forma en que me sentí tras liberarme de los tubos.

Sherry y Brenda también me observaban y eso me puso aun más caliente. Mientras me masturbaba me di cuenta de que no era más que una puta para ellas.

- Eso es, puta. Adentro y afuera… arriba y abajo… ¡Venga! ¡Más rápido! ¡Más! ¡Más rápido! ¡Enséñame como está ese coñito! Ahora las tetas… juega un poco con ellas. Llévatelas a la boca y muérdete los pezones… eso es… eso es… ¡Buena chica! ¡Muy bien mi pequeña Barbie Folladora! – sentía como la humedad y la excitación crecían en mí a medida que recibía las órdenes de Madame.

- Vas a hacerme ganar un montón de dinero, Barbie. Casi puedo ver ya el título: “Joven abogada convertida en puta”. Te estoy filmando incluso ahora, mi preciosa niña perra. Vas a acudir a todos las fiestas especiales que organice y servirás a mis invitados como yo crea conveniente. También serás llevada a mis particulares edificios con ascensores especiales en los que servirás a hombres y mujeres como mi más nueva folladora de ascensor. Si me canso de ti, te pondré a hacer la calle vigilada por un chulo. Por supuesto que me harás ganar una buena suma de dinero, pero aun necesitas mucho entrenamiento, Barbie Folladora 109.

- Por favor, Ama, ¡no me ponga a hacer la calle! Oh, sí, me encanta masturbarme para usted. – no podía creer que hubiese dicho eso, pero ahora me embargaban a partes iguales el ansia de supervivencia y la lujuria. Madame Cong había vencido. ¿Cómo podía excitarme tanto semejante humillación? Mis sentimientos me tenían completamente confundida ahora.

Madame se acercó a la pared y trajo un arnés con un dildo realmente enorme pegado a él. Las correas del arnés eran de brillante y negra piel. Se lo ató alrededor de su cintura y se acercó a mí.

- Chúpame la polla, chica guarra. Chúpala y lámela bien. Enséñame como trabaja una polla esa hermosa boquita tuya.

- No, Ama, por favor… yo nunca he chupado una… - me cortó con una sonora bofetada.

- ¿Vas a decirme que no? Vamos, chupa mi polla, puta cobarde. – jamás antes había chupado una polla y, mucho menos, una tan grande. – ¿Así que nunca antes te las has visto con una polla como esta? Pues estando conmigo te vas a hartar de chupar miembros como este. Y coños, también comerás muchos, muchos coños. – Los ojos de Madame parecían salirse de sus órbitas mientras me miraba tomar el descomunal falo entre mis manos.

- Eso es… chupa y lame… así, en toda su longitud. Ponla bien dura y húmeda para tu coñito. Estás empapada. Estás deseando que te la meta de una vez, ¿no es así Folladora? Pídeme que te joda. Pídeme que por favor te folle con mi polla. ¡Dilo guarra! ¡Dilo, bimbo!

- Jódame, por favor, Ama. Por favor, fólleme el coño con su enorme polla.

- ¡Qué puta eres, pero qué puta! Una vez fuiste la Sra. Young, gran abogada de éxito, y ahora no eres más que una pequeña chupapollas. ¡Metete los dedos para tu nueva Ama!... Así mi bimbo Barbie… Voy a tomar ahora tu culo… quiero que te sientes sobre mi polla… y quiero que te la folles… que te muevas arriba y abajo sobre ella… eso es… deja que mi polla entre. – comencé a moverme sobre el falo del arnés de Madame Cong.

- ¡Eso es… fóllatela! ¡Fóllatela como si jamás antes hubiese follado una como esta! ¡Fóllatela por tu vida, guarra! ¡Fóllatela por tu vida, guarra!

Follé. Follé como si me fuera la vida en ello. Estaba teniendo orgasmo tras orgasmo, todos como ninguno antes había tenido. Cuanto más me movía y retorcía en torno al consolador, más y más humedad brotaba de mi sexo. Y cuanta más humedad más caliente estaba. Periódicamente Madame pellizcaba mis pezones o amasaba mis tetas, incluso metió uno de sus enguantados dedos en mi boca y yo lo chupé. No podía parar y tampoco deseaba hacerlo. Estaba empapada en sudor, fuera de control. Un nuevo orgasmo salpicó de flujo el consolador de Madame Cong.

- Ya es suficiente, puta. ¡Basta ya! – dijo empujando mi culo lejos de ella. Insatisfecha me llevé los dedos al coño.

- ¡He dicho que ya basta! – y me detuve. – Tenemos que seguir entrenando a mi nueva puta. Sherry, llévala a la sala de pruebas y aplícale una programación adicional. Brenda, una vez que finalice prepárala para su transporte al establo.

Luego las chicas me asearon, me vistieron y me llevaron con ellas. Cuando llegamos a la sala de pruebas Sherry me colocó una serie de dispositivos cuyo fin era calibrar mi respuesta a los estímulos que veía en la pantalla del ordenador. Mientras veía las coloreadas espirales danzantes que aparecían en la pantalla, me hicieron inhalar varias de las fragancias especiales de Madame Cong. Estaban consiguiendo ponerme aun más caliente.

- Bueno, Barbie, ahora sólo debes escuchar las voces y los dulces sonidos de los auriculares y disfrutar del programa, sólo eso, niña. – dijo Sherry.

Entre las espirales pude adivinar imágenes parpadeantes de algunos animales. La duración de los destellos era variable y las imágenes representaban escenas de mujeres que realizaban actos sexuales con todo tipo de bestias.

Durante un buen rato, el único mensaje que oía a través de los auriculares era la orden de Madame Cong para que descansase, pero pronto el contenido cambió.

- Te encanta chupar y lamer porque eres una puta. Te encanta follártelo todo porque eres una puta. Tu nombre es Barbie Folladora 109 y vas a servir bien a tu Ama. Adoras follar con animales, eso te excita. Te follaras a cualquier cosa que te digamos siempre que te lo ordenemos. Tu única meta en la vida será ser la mejor folladora de ascensor que puedas llegar a ser, y eso significa entrenarte intensamente con montones y montones de animales, y tú adoras a los animales.

El mensaje se repetía una y otra vez y, yo, empezaba ya a repetir las palabras que Madame decía en el auricular. Yo amaba a los animales y necesitaba follármelos. Eso era todo lo que podía pensar mientras miraba  a la pantalla y seguía escuchando la hermosa voz de Madame Cong.

- Te encanta chupar y lamer porque eres una puta. Te encanta follártelo todo porque eres una puta. Tu nombre es Barbie Folladora 109 y vas a servir bien a tu Ama. Adoras follar con animales, eso te excita. Te follaras a cualquier cosa que te digamos siempre que te lo ordenemos. Tu única meta en la vida será ser la mejor folladora de ascensor que puedas llegar a ser, y eso significa entrenarte intensamente con montones y montones de animales, y tú adoras a los animales. – se repetía una y otra vez.

*****

Abrí los ojos y me encontré dentro de una especie de estrecha caja. Era como un ataúd. Asustada, empecé a gritar, pero una mordaza en mi boca me impedía emitir ningún sonido. Me di cuenta de que la mordaza tenía una especie de tubo por el que me suministraban aire para respirar. Largas correas me sujetaban al fondo y a los lados de la caja impidiéndome cualquier tipo de movimiento. Grilletes con cadenas sujetaban también mis muñecas y tobillos a la caja Insertado en mi trasero había también un artilugio que, supuse, serviría para evacuar mis excrementos. Pude notar en mis brazos la presencia de algunas cánulas para la administración intravenosa de sustancias y los eternos auriculares en mis oídos emitiendo música relajante. Entonces, del exterior, oí una voz.

- ¡He!, soy Brenda. Tu viaje va a durar cuatro días, así que relájate, Barbie.

Ninguna explicación más. Un rato después me quedé dormida.

*****

Una bofetada me hizo recobrar la consciencia.

- ¡Bienvenida, jodida puta! ¿Me recuerdas?

Era Sherry, y llevaba puesto un conjunto de dominatrix con altas botas de tacón y medias de rejilla. Su piel era muy hermosa. En su mano derecha portaba una fusta.

- Sherry… Sherry… qué… ¿dónde estoy? – estaba encadenada a una alta pared de madera.

- Te dirigirás a mí como Ama Towers a partir de ahora, folladora,  ¿está claro?

- Sí, Ama. – cualquier deseo de resistencia por mi parte hacía tiempo que se había extinguido.

- Bien, tenemos que continuar con tu entrenamiento aquí, en el establo.

- Pero… ¿dónde estamos? – como respuesta obtuve una fuerte bofetada y un golpe de fusta en mis muslos.

- ¡Silencio, folladora! No necesitas saberlo. Hoy tu entrenamiento de folladora comenzará con los perros. Mañana probaremos tu resistencia con los cerdos y pasado, finalmente, probarás los caballos. ¡Tienes mucho que follar, mi pequeña abogada! – dijo tomándome de la barbilla y sonriéndome con desprecio, observando como mis ojos parecían salírseme de las órbitas.

Extrañamente, la idea pareció excitarme. Quería follar con algunos animales, lo necesitaba, pero no sabía por qué.

Sherry salió para regresar, poco después, acompañada de un enorme pastor alemán. Me liberó de mis cadenas.

- Por si estás pensando en escapar, te diré que estás en medio de un desierto. Te informo también de que el collar que llevas puesto soltará una descarga eléctrica en el caso de que me pasara algo aquí o intentases salir corriendo. Ahora ponte a gatas, Folladora, estás a punto de ser montada. Eres una perra en celo y te encanta serlo, y si no es así, pronto aprenderás a hacerlo.

Con la fusta golpeó con fuerza mis nalgas, a lo que el perro respondió empezando a montarme. Sin duda había sido entrenado para eso. “Voy a ser montada por un perro” – pensé. Sherry, desde atrás, guió al animal hacia mi sexo. El miembro del perro no era grande, pero sí que se sentía extraño en mi interior. Era como tener un bulbo o un nudo. Podía sentir las profundas embestidas del animal y estaba empezando a disfrutar de ellas. Era el bulbo. Se adhería muy dentro de mí. Jamás había sentido nada tan extraño.

- Eso es, Folladora, lo estás haciendo muy bien. Ahora grita para mí: “¡Soy una perra en celo!”. Vamos Folladora, hazlo por tu Ama.

- Yo… ohhhhh… ehehhh… soy una perra en celo… ¡Soy una perra en celo!

- Y te encanta follarte perritos, ¿verdad perra?

- Y me encanta ffff… follar perritos. ¡Oh, Dios! ¡Fóllame, por favor, fóllame! – le gritaba a mi nuevo amante, aquel perro gigante.

Ama Towers trajo más perros. De todas las razas y tamaños. Algunos me dieron por culo y otros follaron mi coño. Lo peor era en mi culo, pues tenía que dilatarme el ano con el puño para que el bulbo pudiese entrar. Una vez dentro, ya el bulbo ayudaba a que no se saliese de allí.

No paraba de follar y follar. Pasado un tiempo ya no podía parar, se había convertido para mí en un acto reflejo.

- ¿Ves a esos perros, Folladora?

- Sí, Ama.

- Bien, pues vas a masturbarlos con tus manos hasta que se corran en tu cara. Quiero que te acostumbres al olor.

Hice lo que me ordenó. Había muchos perros y todos ya me habían montado. Comencé a masajearles sus miembros con mis manos hasta conseguir de nuevo que se pusiesen duros. Deseaba que eyaculasen sus húmedos jugos en mi cara. Finalmente, Sherry me ordenó chupar y tragar hasta lo más profundo de mi garganta.

- Eso es, Folladora, cómetelo todo. Métete esa gran y jugosa polla canina en el fondo de tu garganta de puta. Métetela bien adentro, Folladora. Eres una perra en celo y necesitas la polla de un perrito. ¡Para lo único que vales ahora es para follar y joder, Barbie! ¡Chupa la polla del perrito! Haz que se corra en el fondo de tu garganta. ¡Chupa, perra!

El Ama era muy cruel, pero yo estaba más caliente que nunca. Había disfrutado sin parar cada minuto que había estado con esos perros. Hace unas semanas yo era un pez gordo, una gran abogada, y ahora no era más que una folladora de perros. Pensar en eso me puso aun más caliente.

- Basta por hoy, puta. Mañana vendrán los cerdos ¡Oink, oink, oink! – dijo Ama Towers burlándose de mí y empujando mi nariz hacia a tras como si yo fuese una cerdita. - ¿Qué tal si gritas para mí como una cerdita? Vamos, Folladora, grita para mí.

- Weeeeeeeeeeee… weeeeeeeeeeeeeeeeeee… weeeeeeeeeeeeeeeeee… - grité tan fuerte como pude.

- ¡Muy bien, Folladora! Vaya, vaya, Sra. Young, difícilmente te reconocerías ahora, ¿a qué no? – dijo en tono de burla.

- Nnno… ehhh… no, Ama.

- Bien. Esta noche cenarás sólo pan y agua. Ya has tenido suficientes proteínas por hoy.

Sherry me llevó a un cubículo donde habían puesto algo de heno en el suelo. Esposó mis muñecas y las unió a mi collar. Con una cadena sujetó este último a una argolla del cubículo.

- Descansa bien, Folladora. Buenas noches. – y se fue.

*****

El día siguiente trajo más de lo mismo pero esta vez con los cerdos como protagonistas. Sherry tomó un cerdo y lo fijó entre mis piernas mediante un sistema de correas. El sistema constituía un efectivo arnés que no permitía al cerdo otra cosa que no fuese follarme. No sabía cuánto tiempo podía follar un cerdo, pero pronto descubrí que pueden seguir y seguir haciéndolo muchas veces, más que cualquier otra cosa que me haya follado nunca. El coño me estaba escociendo del bombear de los cerdos todo el día, aunque mi Ama, entre animal y animal, lubricaba mi sexo. Por fortuna, ninguno de ellos me folló el culo.

- Así me gusta, pequeña Folladora. Deja que este cerdito te follé bien profundo. Voy a enseñarte un nuevo truco, puta Barbie. Vas a abrir bien la boca y yo me voy a sentar en tu cara. Usarás  bien tu lengüita, Folladora, y te emplearás a fondo. Voy a follarte la cara y quiero que muevas bien la lengua. ¡Será mejor que hagas un buen trabajo en mi coño y logres que me corra!

Sherry se sentó a horcajadas sobre mi cara y comencé a lamer su sexo. Era la primera vez que hacía algo así a una mujer. Realmente me estaba convirtiendo en una puta, en una perra. Introduje profundamente mi lengua en su coño. A veces, ella se movía y era su culo el que recibía las atenciones de mi lengua. Y todo mientras un cerdo me follaba y se corría en mi interior. En mi cabeza resonaban las palabras de Madame.

- Tu única meta en la vida será ser la mejor folladora de ascensor que puedas llegar a ser, y eso significa entrenarte intensamente con montones y montones de animales, y tú adoras a los animales.

Pensar en ello hacía que intentase que el cerdo me penetrase más y más profundamente. Tuve más orgasmos de los que jamás antes había logrado. Finalmente, después de un día largo y agotador, fui conducida de nuevo a mi cubículo.

*****

El siguiente día era un día especial. Iba a graduarme con algo realmente grande, un caballo.

- ¿Estás preparada para esto, Folladora? – preguntó el Ama.

- Ssssí, Ama. Sólo deseo complacerle a usted.

- Bien, espero que puedas hacerlo. Hoy vamos a intentarlo y trataremos de romper algunas de tus limitaciones. Hoy lo intentarás con treinta centímetros y mañana con un poco más, hasta que encontremos cuál es tu límite máximo.

Me llevaron a otro cubículo donde me esperaba un gran semental, un magnífico caballo negro.

- Colócate bajo él. No tengas miedo, ha sido entrenado. Vas a acariciarle y sacudirle el miembro hasta que se la pongas dura. ¡Quiero que te metas tanto de ella como puedas en la boca, puta! ¡Empieza!

Coloqué mis manos alrededor de aquella enorme polla. Parecían una pulga en comparación. Tiré y masajeé de ella hasta que conseguí que se pusiera hermosamente dura. Me agaché y posé mis labios sobre su punta antes de meter tanto como pude en mi boca. Era tan grande que fácilmente podría desencajarme la mandíbula si no lo hacía con cuidado. Era una polla enorme. Nunca antes había visto un aparato como aquel en toda mi vida. “¿Cómo va a ser posible que consiga meterme esto en mi coño?” – pensé.

Tras un rato trabajando la polla del semental con mi boca y mis manos, el Ama tomó algunas cuerdas. Con ellas me ató debajo del semental, con mis piernas y brazos en cruz, lo suficientemente lejos del erecto miembro como para poder empujarlo dentro de mi coño. Finalmente me hallaba colgando bajo el vientre del semental, con mis brazos y piernas atados alrededor del caballo. Daba la impresión de que yo era una silla de montar a la que habían colocado al revés.

Sherry guió la polla del semental hacia la entrada de mi coño.

- ¡Tómala, puta! Vas a follarte todo lo que te diga y hoy toca este enorme caballito. ¿No eras una chica especial? ¡Fóllatelo! ¡Eso es, puta! Todo dentro de tu coño. Voy a dilatarte realmente bien hoy, perra. ¡Más adentro, más adentro! Quiero dentro de ti por lo menos treinta centímetros.

En esos momentos creía que me iban a desgarrar mis entrañas. Era lo más largo y grueso que jamás antes había entrado en mi coño.

- ¡¡Owwwweeee…!! ¡¡Ohhhhhh…, por favor, Ama, no más… no puedo aguantar más!! ¡¡¡Es demasiado grande!!! ¡¡Me está desgarrando!! ¡¡¡¡¡¡Por favooooooorrrr!!!!!! – suplicaba desesperada a Sherry para que se detuviese. Aquella polla era demasiado grande.

- ¡De ninguna manera, puta! Te creías tan arrogante y poderosa en mi oficina, Sra. Young, y ahora mírate, solo eres un coño para que se desahogue un caballo. ¡Jódetelo, Folladora! Será mejor que hagas un buen trabajo. ¡Fóllatelo, fóllatelo, puta Barbie! ¡Más profundo! ¡Más rápido… más rápido…! ¡Quiero ver tu coño desgarrado! ¡Folla, vamos, folla! ¡Fóllate a ese caballo como la completa puta que eres ahora!

- ¡¡¡Owwwwweee… owwwweeeeeee…!!! Voy a correrme, Ama… ¡¡¡Ohhhhhhhhhhhhhhh… no… no… no puedo aguantar más…!!! ¡¡¡Owwwwwwweeeee!!!

Y me corrí. Me corrí como nunca antes lo había hecho. Era como si mi cuerpo entero se hubiese transformado en un gigantesco orgasmo.

Cuando me recuperé, Sherry me dijo que mañana iba a tener una penetración aún más profunda y yo sentí que iba a desmayarme. También me dijo que el ciclo de perros, cerdos y caballos iba  a ser repetido durante algunas semanas más. Sólo pude balbucear un tímido “de acuerdo”.

*****

Tokyo, un mes más tarde.

Las puertas del ascensor se abrieron en el vestíbulo después de presionar el botón de llamada y una pareja entró en él. No me pidieron que los llevase a ningún piso en especial, por lo que les pregunté.

- Buenos días. ¿A qué piso les llevo, por favor? – dijo mientras se inclinaba en una reverencia.

- Piso doce. – dijo el caballero. – Queremos los servicios especiales.

- ¿Cómo te llamas? – me preguntó la señora.

- Mi nombre es Barbie Folladora 109, y estoy totalmente a su servicio, sean cuales sean sus preferencias. Estoy a su disposición tanto en el ascensor como en la sala especial.

Con un gesto coqueto me incliné levantándome la falda para mostrarles mi culo. La mujer se levantó la suya mostrando bajo ella un arnés con un dildo acoplado. El hombre me dio una nalgada.

- Pararemos en el piso doce. Usaremos el ascensor. – dijo el hombre con una malévola sonrisa.

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