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La abogada (Boss Lady) IV

en Dominación

Este relato es una traducción del original "Boss Lady" escrito por Euryleia Rider y aparecido en las páginas de BDSM library.

IV

 

 

 

El entrenamiento comenzó tan pronto como estuvieron de regreso en la mansión. Rachel le enseñó a Amy como debía sentarse, arrodillarse, presentarse e, incluso, como hacer sus necesidades, todo bajo la estricta vigilancia de su jefa.

Amy se esforzaba, pero aun le costaba hacerlo todo bien a la primera.

- Esto va a tener repercusiones inmediatas. Tu recompensa va a demorarse aún.

Amy levantó la cabeza, descubriendo la tempestad que se asomaba a los ojos de su jefa. Esta chasqueó los dedos y Amy, obediente, se arrastró hasta detrás del escritorio donde Rachel se sentaba.

- No me gusta la forma en que vacilas ante mis órdenes. – dijo Rachel mientras sacaba una fusta de uno de los cajones de su mesa. – Hay que dejar de pensar y empezar a obedecer. Créeme cuando te digo que es más natural de esta forma.

Amy dudaba si hablar o callar. Rachel le ordenó ponerse en pie. Recorrió con la fusta la piel entre las piernas de la joven abogada y luego llevó la húmeda punta de cuero ante cara de Amy.

- ¿Ves cómo tu cuerpo responde a mi control? Es obvio que esto te gusta.

Rachel presionó la fusta contra los labios de Amy.

- Límpiala bien y prepárate para sentirla en tu trasero.

Amy lamió delicadamente la punta de la fusta y luego se inclinó hacia delante, contra la ventana, como Rachel le había indicado. Desde su posición atinó a ver a dos obreros trabajando el el jardín. Preparada como estaba, recibió el primer golpe que empujó sus pechos sobre el frio cristal.

- Cuenta los golpes y no olvides darme las gracias.

- Sí Señora. Uno. Gracias, Señora. – Amy apretó los dientes al recibir el segundo golpe. – Dos. Gracias, Señora.

Para cuando el quinto golpe llegó a sus nalgas, Amy ya estaba llorando y luchando por no llevar las manos a su culo para protegerse de los golpes.

- Muy bien. Me complace que te hayas tomado tan bien tu castigo.

Amy se sintió feliz del halago que Rachel le había dedicado. Sollozó un poco y trató de dejar de llorar.

Rachel se acercó a ella y colocó sus frías manos sobre la caliente y enrojecida piel del culo de Amy. Luego la giró haciéndole apoyar su dolorido trasero sobre el cristal de la ventana y con una mano secó las lágrimas de Amy.

- No fue tan malo como parecía, ¿no es cierto, querida?

El agudo dolor que sentía se estaba convirtiendo en un soportable dolor sordo. Amy asintió con la cabeza.

- Lo siento. Voy a tratar de ser buena.

- Se que lo intentarás. Me tomo muy en serio mi responsabilidad de convertirte en un obediente juguete. Trabaja tan duro como yo lo hago y te ahorraras más de una lágrima.

Rachel se sentó de nuevo y chasqueó los dedos haciendo que Amy recuperase su anterior posición a sus pies.

- Por supuesto que eso no significa que no vayas a sentir dolor nunca más. A veces te azotaré simplemente por el gusto de ver esas marcas en tu trasero.

Amy tragó saliva. Quería responderle a Rachel que no quería esas inmerecidas palizas, pero la idea de su culo castigado sólo por capricho la excitó. Sus muslos estaban húmedos a causa de los azotes recibidos y de pensar en los que recibiría en el futuro.

- Bien, hemos tenido una mañana muy ocupada. Seguro que necesitas tiempo para pensar y reflexionar. – Rachel echó hacia atrás su silla. – Sígueme.

Rachel fue abriendo camino hasta llegar a un patio trasero. Cerca de la piscina había un par de tumbonas. Le indicó a Amy que se tendiese en una y aseguró las muñecas y tobillos de la joven abogada a las anillas dispuestas en la tumbona para tal fin.

- Permanecerás aquí hasta que vuelva. Tardaré una media hora.

Amy podía oír el ruido de las cortadoras de césped y como los jardineros se movían por el patio. Sus ojos grandes y marrones se volvieron suplicantes hacia Rachel. No creía poder soportar este tipo de exhibición. Rachel ignoró la callada petición de su sumisa y la abandonó allí, tendida al sol. Tendida como estaba, Amy pensó en todas las cosas que le habían sucedido desde que conoció a Vivian y un ligero sopor se apoderó de ella.

- ¡Despierta, mascota!

Sorprendida, Amy trató de incorporarse olvidando que se hallaba sujeta a la tumbona. No podía creer que se hubiese dormido.

- Me alegra saber que estás tan a gusto. – Rachel soltó las sujeciones de Amy de su posición. – Ahora date la vuelta, es hora de tostar tu espalda.

La dominante abogada volvió a sujetar a la pobre Amy a la tumbona.

- Te verás mucho mejor sin las marcas del bikini en la piel.

- Señora… - Amy se atrevió a preguntar. - ¿y que pasa con las marcas de las esposas?

- Oh, esas marcas de bronceado me parecen muy sexys. Por supuesto que deberás tener cuidado con quien te las ve, pero en mi opinión, valen la pena. – Rachel le dio unas palmaditas en el hombro. – Otros treinta minutos y luego quiero que hagas unos cuantos largos en la piscina.

Amy se movió con placer ante el breve pero cariñoso contacto de su jefa. Realmente deseaba gustarle a su jefa. Como estaba aprendiendo sobre si misma, deseaba entregarse a su jefa y que Rachel sintiese algo por ella también.

Cuando Rachel volvió, soltó a Amy y la hizo entrar en la fría piscina.

- Quiero que hagas ochenta y ocho largos. Si terminas antes de que yo vuelva, dejaremos por hoy tu entrenamiento y disfrutaremos de la cena y una película.

Amy realmente lo intentó, pero no era buena nadadora. Cuando finalmente completó la tarea, sus brazos estaban demasiado cansados para permitirle casi salir de la piscina. Cuando lo logró, se quedó jadeando en el patio. Se sobresaltó al escuchar la voz de Rachel.

- No esta mal, pero eso significa que vamos a tener más oportunidades de seguir hoy con tu aprendizaje. – Rachel agitó el hielo de su vaso vació. – Ve adentro y tráeme otra bebida. Hazlo en una bandeja.

- Sí, Señora. – Amy tomó el vaso y contempló el escaso líquido que quedaba en el fondo. - ¿Qué está tomando, Señora?

- Bourbon con cola.

Amy entró en la casa. Trataba de acatar la regla de no cubrir su desnudez con las manos, pero le costó mucho al llegar a la cocina, donde la criada y la cocinera estaban hablando. Sus brazos temblaban por la necesidad de ocultar su desnudez y sus orejas ardían oyendo sus apagadas risitas.

Por suerte, todo lo que necesitaba para preparar la bebida de su jefa se hallaba en el mostrador y pudo volver al patio con rapidez. Rachel la hizo colocarse con la bandeja a su lado mientras, poco a poco, se tomaba su copa.

- ¿Sabes por qué te hago actuar como mi mesa? – preguntó cuando el vaso estaba casi vacio.

- No, Señora.

- Estoy tratando de inculcarte un sentimiento de servicio. Debes encontrar placer en asegurarte de que mis necesidades, por pequeñas que sean, se cumplan. – Dejó el vaso en la bandeja. – Ahora, ve a prepararme otro y pregunta cuando se servirá la cena.

Amy volvió a la casa, pero esta vez sólo se encontró con la cocinera en la cocina. Balbuceando le preguntó cuando se serviría la cena.

- Dile a la Señora que el primer plato lo serviré en veinte minutos. Supongo que no tendré que preparar un lugar en la mesa para ti.

Amy se encogió de hombros. Había desayunado a los pies de Rachel, pero, sin embargo, había disfrutado de la cena de la noche anterior a su lado.

- Bueno, si tengo que ponerte el plato vuelve y házmelo saber.

Asintiendo con la cabeza, Amy se apresuró a salir. Durante los siguientes veinte minutos, mientras trataba de mantener correctamente la bandeja, trató de centrar sus pensamientos. ¿Qué más podía hacer por su jefa? Era incapaz de controlar la forma en que su cuerpo reaccionaba ante cada nueva situación. Tal vez, si se concentrara en Rachel, las cosas le resultarían más fáciles.

*****

 

 

 

Después de una cena tranquila, Rachel y Amy se dirigieron a la cómoda sala de estar. Allí Rachel se dispuso a ver un DVD con un corto de strap-on lésbico. Tras colocarlo en el reproductor, se sentó en el sofá con las piernas separadas y ordenó a Amy que se sentase entre ellas, frente a la gran pantalla del televisor.

- Agáchate y sujeta tu muñeca izquierda a la pata de ese escabel – ordenó Rachel – Ahora, colócalo entre tus piernas y rodéalo bien con ellas

Amy se esforzó en obedecer. Sus piernas todavía estaban cansadas tras el esfuerzo de la piscina y le costó mucho extenderlas tal y como Rachel le pedía.

Rachel levantó las piernas y puso sus talones en el escabel. Amy estaba rodeada por la carne de su jefa. Sentía sus mejillas frotando la sedosa piel de la cara interna de los muslos de Rachel.

- Así es suficiente. Ahora siéntate sobre la otra mano. Trata de colocar cada dedo sobre las marcas que te ha dejado la fusta. – Rachel puso en marcha el DVD. – Creo que vas a disfrutar del espectáculo.

Cuando aparecieron los créditos finales, Amy aún se encontraba en estado de shock. No podía concebir como un cuerpo humano podía encontrar satisfacción sexual en tener objetos tan grandes y variados insertados en ellos. Volviendo ligeramente la cabeza, le preguntó a Rachel:

- No pretenderá hacerme eso a mí, ¿verdad?

- No nos andemos con rodeos. Voy a tomar tu virginidad. El que lo haga con rudeza o con rosas y a la luz de las velas depende de ti. – dijo dando unas palmaditas en la cabeza de Amy. – Sólo obedece con ilusión y entusiasmo y ambas disfrutaremos de tu desfloración.

Esa noche Amy casi no durmió. En su mente sólo había imágenes de ardientes mujeres en celo. De nuevo, se encontraba inmovilizada en el suelo. Cada vez que se movía se despertaba y se hacía consciente de cual era su nuevo papel y posición en la vida.

*****

El domingo, ambas fueron juntas a trabajar. Amy se sorprendió de la cantidad de trabajo que fue capaz de realizar. Trabajaba con una inusitada claridad y el día se le pasó volando. Caía la tarde cuando Rachel llamó a su oficina para recordarle que se debían marchar.

Durante el viaje de regreso, Amy movía sus caderas sobre el dedo de Rachel que presionaba su coño.

- Parece que necesitaras algo.

- ¡Oh, Señora! Me siento tan bien…

- ¿Crees que te sentirías mejor si te corrieses?

- Sí. Sí, Señora. Por favor, ¿puedo correrme?

- Contrólate – Rachel movió el dedo y sonrió ante el ahogado grito de Amy. – Ni se te ocurra correrte antes de que yo te de permiso.

Cuando el coche llegó a la mansión, Rachel retiró el dedo del sexo de Amy y lo levantó para que esta se lo limpiase. Amy se estaba acostumbrando ya al sabor de su jefa así que obedeció sin dudarlo.

-  Sigueme al estudio. – dijo Rachel entrando en la casa.

Amy se detuvo en el pasillo. No había recibido la orden de desnudarse. Encogiéndose de hombros se despojó rápidamente de la ropa y la colocó en el armario de la entrada. Miró las muñequeras que allí estaban y decidió ponérselas. Rachel ya le ordenaría si se las quitaba o no. Tras colocárselas, se dirigió al estudio. Colocándose de rodillas, llamó a la puerta.

-  Adelante.

La palma de su mano estaba sudorosa y resbaló del pomo de la puerta al intentar abrirla. Respirando hondo para intentar calmarse, lo intentó de nuevo y logró abrir. En respuesta al chasquido que Rachel hizo con los dedos, se arrastró por el suelo hacia ella.

- Colócate ahí. – dijo Rachel señalando un punto de la alfombra bañado por la luz del atardecer que entraba por la ventana. – Quiero que empieces a tocarte. Comienza con tus senos. Ofrécemelos y masajéalos como desearías que te lo hiciese tu amante.

Amy se apresuró a obedecer. Sus manos se deslizaban sobre sus pezones, que se endurecían rápidamente ante el contacto y bajo la mirada de Rachel. Se los pellizcó hasta que le dolieron. Sus caderas se movían en el aire buscando quien las tocase.

- Desliza tus manos hacia abajo. ¡No!, no te toques aun el sexo. Desliza tus manos sobre tu piel. Acaricia el vientre y las piernas. ¿No es delicioso?... Ahora sobre tus nalgas. ¿Sientes aun las marcas de ayer? Bien. Ahora pasa a tus muslos. Estás mojada, ¿no es cierto?

- Sí, Señora. Llevo húmeda todo el día.

- Lo se. Ábrete para mí. Quiero ver cuan excitada estás.

Amy adelantó la cadera separando los labios de su sexo. Bajó la mirada y se sorprendió del tamaño que había alcanzado su clítoris. Sentía como palpitaba impaciente.

- Tócalo, pero déjalo abierto, expuesto, que yo pueda verlo.

Instantes después Amy suplicaba entre jadeos:

- Por favor, por favor… ¿puedo correrme?

- Todavía no.

Rachel observaba a su mascota. Esperó hasta ver como Amy se encogía con los músculos tensos de la desesperación.

- Ahora. - Fascinada, Rachel contempló como Amy se derrumbaba tras lograr su orgasmo.

- Continúa. – ordenó a pesar de que la joven mujer estaba satisfecha con el orgasmo obtenido. Quería comprobar la resistencia de Amy. Esta se corrió una vez y luego otra vez más, y Rachel seguía ordenándole que continuase. Amy hizo una pausa para recobrar el aliento.

- Por favor, permítame parar.

- Primero suplicas que te deje correr y ahora que pare. ¡Yo estoy al mando! Continúa.

Amy obedeció, perdiendo la cuenta de cuantos orgasmos alcanzó. Sólo era capaz de percatarse de que el delicado tejido de su sexo se estaba haciendo rápidamente demasiado sensible y que el placer que experimentaba estaba convirtiéndose poco a poco en dolor.

- Puedes parar, esclava. - Rachel se acercó a ella. – Recuerda la lección. Te estoy haciendo un favor al controlar tus orgasmos.

Temblorosa, Amy levantó la cabeza.

- No entiendo…

- ¿No fue tu primer orgasmo maravilloso?

- Sí, Señora.

- Eso es porque tuviste que esperar poe él. Los siguientes no fueron tan buenos. De hecho, algunos resultaron casi dolorosos, ¿verdad?

- No fueron tan buenos, - admitió Amy.

- No. Gracias a mi control, cuando te sueltas, tus experiencias serán más intensas. ¿Verdad que así es mucho mejor? Si te corres todo el rato el clímax no significa nada, como te sucedió con los orgasmos finales. – Rachel cosquilleo la nuca de Amy. – Deberías darme las gracias.

Amy se estremeció.

- Gracias.

- No hay de qué. – Rachel se inclinó hacia atrás en su silla y dio algunas palmaditas en su muslo.

- ¿No crees que deberías venir aquí y demostrarme lo agradecida que estás?

Los músculos de Amy aun temblaban como gelatina, pero aun así se movió rápidamente hasta colocarse entre las piernas de su jefa.

- ¿Sabes? – reflexionó Rachel. – Creo que voy a confiar en que realmente estés en perfecto estado de salud y no esperaré a los análisis. Quiero tu lengua en mi coño, así que vamos a hacer esto sin protección.

Amy respiró profundamente mientras se colocaba a apenas unos centímetros del cuerpo de Rachel y murmuró:

- Gracias Señora.

Era difícil estar tan cerca del deseado cuerpo de su jefa y no poder tocarlo, no sin una orden. Un gemido escapó de sus labios.

- Puedes empezar.

Amy besó el montículo de Rachel agradecida. Utilizaba sus labios y la nariz para abrirse camino hacia la fuente de la maravillosa esencia de su mentora y propietaria. Lamió los jugos y luego usó la lengua para penetrar más y más profundamente en el coño de Rachel.

- Sí, eso es. – Animó Rachel. – Usa la lengua en todos los rincones.

Vacilante, Amy abandonó el clítoris de Rachel y pasó a atender su ano. Cuando las piernas de Rachel se abrieron más, tensó la lengua y se aplicó sobre aquel capullo rosa de apretados bordes. El sabor era almizclado y no del todo desagradable. Estaba empezando a disfrutar de ello cuando una de las manos de Rachel agarró un mechón de su pelo.

- Deja de burlarte de mí, mueve tu pequeño culo, zorra.

Amy volvió a concentrar sus atenciones en el haz nervioso que coronaba el vértice de los muslos de Rachel. Sus mandíbulas y su lengua se estaban cansando, pero no dudó en lamer y golpear el clítoris de su dueña. Su cabeza se movía erráticamente entre los muslos de su dueña, pero su lengua se mantenía fija en su objetivo.

Amy podía oír la respiración de Rachel se aceleraba y sus músculos se contraían mientras ella seguía concentrada en la dura yema hasta que Rachel consiguió llegar al clímax.

A medida que Rachel se relajaba, Amy se concentró en limpiar los jugos que manchaban los muslos y el vello púbico de su jefa. Cuando notó que Rachel ya se había calmado, atacó de nuevo con suavidad el clítoris de Rachel. Rápidamente la excitación de Rachel volvió a crecer hasta que se corrió de nuevo.

Esta vez no dejó que Amy continuase con su labor de limpieza y apartó de ella la cabeza de su joven protegida.

- Por mucho que me apetezca averiguar cuanto podemos prolongar esta situación, llegaremos tarde a cenar si no nos movemos ya.

Amy se relamió los labios. A ella también le hubiese gustado permanecer entre las piernas de su jefa un ratito más. Aún no se creía cuan maravilloso era el sabor de Rachel. Era mucho mejor que el de Vivian y, por supuesto, mucho mejor que su propio sabor. No le hubiese importado seguir con su festín en el sexo de Vivian, pero los rugidos de su estómago le recordaban que no había comido nada desde el desayuno.

Durante la cena, Rachel daba de picar ocasionalmente a Amy algunos camarones con sus dedos. Ambas hablaron sobre los sucesos de actualidad. A Amy le pareció bastante surrealista hablar de políticas públicas arrodillada junto a la mesa. Mientras lo hacían, la cocinera servía los platos sin inmutarse ante la mujer desnuda.

- Cada mañana comienzo a trabajar a las cinco y media. Te unirás a mí en el gimnasio a esa hora. Después de ver como te desenvuelves con los ejercicios, estableceré para ti una rutina de trabajo. – Rachel se limpió la boca dándose unos golpecitos con una servilleta de lino. – Es hora de ir a la cama.

Amy se arrastró tras ella escaleras arriba y Rachel siguió la misma rutina de las noches anteriores. Se le permitió ducharse en la habitación de invitados y se colocó las bragas de látex antes de que Rachel le sujetase las muñecas a los tobillos.

Mientras Rachel encendía la luz de su mesita de noche, se volvió hacia Amy y dijo:

- Asegúrate de comunicarme siempre cuando estés lista para menstruar. Sólo te permitiré usar compresas, nada de tampones. Nada se insertará en tu sexo si no es bajo mi supervisión directa.

- Sí, Señora. – respondió Amy, resignada a perder un poco más de autocontrol y tratando de ponerse cómoda sobre la alfombra. La luz de la mesilla seguía encendida y oía el sonido de las páginas que Rachel pasaba al leer.

Mientras trataba de conciliar el sueño, Amy dedicó unos pensamientos a su cómoda cama en su vacío apartamento. Con un suspiro, admitió para si misma que nunca más volvería a dormir en una cama si eso significaba perder el placer de comerle el sexo a su jefa. El recuerdo del sabor y el aroma de Rachel consiguieron que su descanso se llenase de vívidos sueños.

Nota: Muchísimas gracias a pochocha, mamona viciosa, HombreFX, pele2006, nestor, RelatorDoom, Arumaki, adrianaabogada y Ketzer por sus ánimos y comentarios y, a todos, mil disculpas por no haber contestado los mensajes. Nos vemos en Septiembre, si no pasa nada, y quiero decirle a Adriana que el morbo no es que sean abogadas, sino el que son mujeres cercanas a los ambientes de poder, mujeres que suponiéndose dueñas de su destino y del de otra mucha gente, decide deshacerse libremente de su libertad, aunque suene contradictorio. Felices vacaciones a todos.

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