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La Doctora en la jaula VII

en Dominación

VII

 

 

 

¿En qué consiste exactamente el amor? ¿Es gozo, ternura, felicidad, tranquilidad, la alegría o es algo más? ¿Es la espiritualidad más alta o el más destacado de los sentimientos físicos? El amor toma muchas formas y aspectos diferentes. ¿Puede una persona solitaria, completamente sola, entender lo que significa el amor; o puede convertir ese sentimiento en amor por el arte, la ciencia, la historia y así sucesivamente? Incluso el amor puede convertirse en una adicción, o en avaricia, o, porque no, en un ejercicio narcisista. ¿Es el amor un intento de unión entre dos personas que aspiran a cuidar y compartir un sueño común? ¿Creará una comunión de emociones y caracteres hasta el punto de lograr uniformidad en sus deseos y sentimientos hacia los demás? Quizás estás cuestiones carezcan de respuesta.

También tenemos el amor al odio. ¿En que consiste? En la necesidad de poseer, controlar, manipular, dominar, destruir, torturar o cualquier práctica sádica que produzca placer, ¿algo a lo que podremos llamar amor enfermizo?

Tenemos también el enorme palcer proporcionado por la lujuria. Así como la cruzar la delgada línea que separa el amor del odio pueden conducirnos a la destrucción; el amor y la lujuria pueden entrelazarse tan bien que no podemos entender que es lo que está bien y lo que está mal. ¿Es la lujuria una necesidad imperiosa o, en última instancia, una adicción inalcanzable? Es posible hundirnos más y más en nuestras mentes buscando una respuesta a estas preguntas sin que lo consigamos.La Dra. Forbesluchaba por encontrar respuesta a estas y otras preguntas intentando decidir cual sería su próximo movimiento sin perder en él su cordura.

- Tim, necesito hablar contigo. – Lo cogió de la mano y ambos se sentaron en el sofá.

- Claro, cielo. ¿Cuál es el problema? ¿Vas a volver a dejarte de nuevo el pelo de negro? – Había una conexión mutua entre ellos, un momento de ternura, un breve reflejo de la unión que siempre habían tenido.

- Sí, bueno, sabes que es mi color natural. Estoy cansada ya del castaño. ¿Cuánto me quieres? – dijo con los ojos acuosos. Daba la impresión de que llevaba mucho tiempo meditando esta pregunta.

- Más de lo que podría expresar en palabras. Las chicas y tú lo son todo para mí.

- Estoy muy felíz de oir eso. – dijo dejando escapar una lágrima.

- ¿No eres feliz? – Su corazón latió con fuerza. Las lágrimas mostraban unos sentimientos muy profundos, sentimientos que no había visto en mucho tiempo. Ya no era la profesional fuerte y calculadora de siempre.

- Quiero que sepas que te quiero mucho. Siempre me has dado todo y más de lo que he buscado en un hombre.

- ¿Entonces estás diciendo que eres feliz conmigo?

- Sí, lo soy. Sólo quiero que comprendas que las mujeres tenemos necesidades que los hombres no entienden – Se alisó el pelo hacia atrás mientras lo decía.

- Mel, ¿Qué pasa aquí? ¿Qué estás tratando de decirme? Me estás asustando. – Un escalofrío recorrió su cuerpo. Notaba una presencia, algo ominoso en ese instante. – Acabas de decirme que te daba todo y más de lo que esperabas de un hombre… ¿no es cierto?

- En términos de amor, ¿no? – ella cerró los ojos durante unos pocos segundos tratando de borrar de su mente los perversos pensamientos que no podía alejar.

- ¿Qué otros términos hay, Melody?

- ¡Cosas!

- ¿Qué otras cosas?

- Sólo cosas, terribles y perversas cosas que la mayor parte de la gente ni siquiera se atreverían a imaginar. – Ella parecía abatida.

- Es el asunto de Tara, ¿verdad?

Ella bajó la mirada brevemente, pero él seguía mirándola alos ojos.

- Yo… la verdad es que… no se realmente quien soy yo.

- ¿Qué es eso de qué no sabes realmente quien eres? Eres Melody Forbes, una gran psiquiatra que a veces piensa más en sus pacientes que en su propia familia o en si misma; y que todavía es la persona más cariñosa y amante que conozco . – La atrajo hacia sí con la mano para abrazarla y ella se dejó abrazar. Necesitaba ese abrazo, necesitaba algo que la anclara a la realidad.

- Puedo estar cayendo en un pozo muy profundo, y puede ser uno del cual no pueda salir. Quero que siempre me recuerdes por lo que hemos tenido, por los maravillosos momentos que hemos compartido juntos. – un río de lágrimas comenzó a deslizarse por sus mejillas y Tim se dedicó a besar cada una de ellas.

- Eres mi esposa, mi amante, mi amiga. Eres mi corazón y mi alma. ¿Cómo puedes pensar otra cosa? – Él comenzó a derramar también algunas lágrimas.

- ¿Pensarías lo mismo de mí cuando otra persona posea mi cuerpo? – Las palabras lo sumieron en un estado de shock. Abrió la boca para cerrarla sin poder decir nada. Se hizo el silencio durante unos instantes. No podía creer lo que oía.

- Ella ha llegado hasta ti, ¿verdad? – el podía sentir como la rabia crecía en su interior.

- No sabía que existiesen las cosas que ella me hace sentir.

- ¡Jodida puta bastarda! La mataré con mis propias manos! – Melody jamás había visto a Tim enfadarse con esas ansias asesinas.

- ¡No hagas ninguna tontería, Tim! – suplicó.

- ¿Qué me habías prometido, Melody? – el la miraba directamente buscando lo más profundo de su alma.

- Que lo dejaría en el momento en el que sintiese que ella llegase a mi mente.

- ¿Y en que momento ha sucedido?

- Hace ya tiempo. – hablaba en voz baja, como si la dureza de sus palabras pudiese ser disimulada con la suavidad con que salían de sus labios.

- ¿Qué significa ese “hace ya tiempo”, Melody? ¿Has hecho algo con ella? – sus lágrimas de dolor estaban dando apso a una ira difícilmente reprimida que luchaba por asomarse a sus ojos.

- No lo entenderías. Ni siquiera yo puedo hacerlo.

- ¿Qué has hecho, Melody?

- Le he permitido tomar mi mente.

- ¿Sólo tu mente?

- Creo que se ha apoderado de mi alma.

- No me lo has contado todo, ¿verdad? – conocía lo suficientemente bien a Melody para saber como hacer palanca y romper sus defensas. Ahora Tim parecía el psiquiatra biscando una respuesta definitiva.

- Te amo demasiado para contártelo.

- ¿Qué has hecho?

- Deje que ella… que ella me acariciase. – dijo con dificultad

- ¡¿Te dejaste acariciar por una asesina?!

- Sí.

- ¿También te dejaste follar por ella? – dijo él con contundente severidad. Era una flecha lanzada directa al corazón de Mel.

- Fue sucia y desagradable conmigo, y yo lo disfruté. Tuve un orgasmo. – las palabras de ella lo cegaban impidiéndole mirarla a la cara.

- Me voy con las chicas a casa de mis padres. Tengo que pensar en todo esto.

- Tim, yo…

- No intentes consolarme, Melody. ¡Me has desgarrado el alma! No has sido la misma mujer desde que conociste a esa loca. Lo único que ha cambiado para mejor ha sido nuestra vida sexual, pero sospecho que, de alguna manera, esa malvada mujer ha tenido algo que ver. – el que Tim se hubiese dado cuenta de ello sorprendió a Melody.

- Nunca pensé que las cosas fueran a ser así. – fueron sus últimas palabras. Se levantó del sofá y fue a preparar sus maletas. Ella no lo volvió a oir decir nada más. Ella se levantó recuperando algo de su entereza. En el fondo de su alma sabía que era culpable de lo que había sucedido. Se encontraba en el momento más oscuro de su vida. Sabía que lo había perdido para siempre. Un breve momento de lujuria y degradación le había costado su matrimonio. En ese momento el amor abandonó su vida. Fue al baño y vomitó. A continuación se arregló el maquillaje y la sombra de ojos. Estaba lista para ir a trabajar.

*****

- Así que has tomado una decisión después de todo – dijo Tara después de quela Dra.Prichardcerrase la puerta.

- He arriesgado muchas cosas para estar aquí. – dijola Dra.Forbesdijo con voz temblorosa, ignorando quela Dra.Prichardpermanecía tras la puerta cerrada.

- En efecto lo has hecho, doctorcita. Siéntate por favor. Estaba empezando a desayunar. No seas tímida. – Tara también se sentó y comenzó a juguetear con sus copos de avena. Ambas mujeres quedaron frente a frente en la pequeña mesa.

- ¿Por qué no está atada y por qué viste de esa manera?

- ¿No te gusta mi indumentaria? Voy como tú, muy mujer de negocios. – sonrió.

- No entiendo.

- Estoy ahora en un programa de reahibilatción a través del trabajo.

- No he pedido ese tipo de programa para ti. – dijola Dra.Forbesmirando directamente a los ojos de Tara. Buscaba actuar con decisión.

Tara tomó con su cuchara de plástico una buena cantidad de copos de avena y los tiró a la cara de Melody.

- ¡No vengas aquí pretendiendo que tienes el control, Dra. Puta! – dijo mientras Melody cogia una servilleta de la mesa para limpiarse.

- Creo que deberías acompañarme a desayunar. – Rápidamente Tara se levantó hecha una furia tomando el tazón de avena y la cuchara con ella.La Dra.Forbestrató de levantarse y salir, pero de un empujón Tara la volvió a sentar. Se colocó de pie detrás de ella y le pellizcó la nariz obligándola a abrir la boca.

- ¡Abre la boca, zorra, estás hambrienta! – tiró el bol sobre la mesa escupiendo luego en los copos de avena. Tomó una cucharada y la metió dentro de la boca de la doctora. - ¡Vamos, come, mi hambrienta zorrita! – continuó metiendo cucharada tras cucharada en la boca de Melody.

 - ¡Eeeeeerrrrrmmmmhhh… ggghrrrl… para…! – gritaba  mientras tara continuaba haciéndole tragar la comida con su escupitajo en ella.

- ¿Esta buena, puta?  ¡No vuelvas a decirme otra jodida vez que es lo que tengo que hacer! ¿Me entiendes? – agarró a la doctora por la barbilla y la miró directamente a los ojos, luego la soltó y volvió a su sitio. Melody temblaba como una hoja. Pensó en levantarse e irse, pero el temor a que Tara la atacase si lo hacía la convenció de permanecer sentada.

- Creo que me debes una disculpa, ¿no crees doctorcita? – dijo Tara amenazante.

- Lo… lo siento, Tara. –la Dra. Forbesse sentía totalmente vencida.

- Disculpas aceptadas, doctorcita. Ahora, contestando a tu inacabada pregunta, el programa lo ha ordenadola Dra.Prichard.

- ¿Te das cuenta de que – Melody fue muy cauta con su tono de voz para no molestar a Tara – en última instanciala Sra.Plummerdebe aprobarlo?

- Por supuesto, y ya lo ha hecho. Voy a trabajar en su oficina. – resultaba increíble como Tara cambiaba de una disposición amenazante a otra de trabajo, incluso su voz sonaba ahora suave y serena.

-La Sra.Plummernunca lo aprobaría. Después de todo eres esquizofrénica. – Melody se removió inquieta en la silla esperando un nuevo ataque, pero no llegó ninguno.

- No creo que conozcas tan bien ala Sra.Plummercomo la conocela Dra. Prichard.Tiene algunos secretillos escondidos que nadie conoce, además, su exsecretaria acaba de despedirse. Nadie sabe porqué, por lo quela Sra.Plummernecesita urgentemente un auxiliar en su oficina. Ese alguien soy yo, ¿está claro perra? – sus ojos parecían querer salir de sus órbitas.

- Así que se despidió sin más. ¿Acaso influíste en ella de alguna manera?

- ¿Qué importa? Controlo la mente de todos los que están en esta instalación de todos modos.

- ¿Cómo lo consigues, Tara?

- Ya empezamos. Preguntas otra vez, doctorcita. Sí, tienes muchas preguntas sin respuestas. Entonces, has decidido aceptar mi desafio presentandote hoy aquí, ¿no es cierto?

- ¿No podemos simplemente ser sinceras y honestas la una con la otra ahora? – suplicó.

- Estás aquí en busca de respuestas y liberación sexual. No pretendas otra cosa. Dime doctorcita, ¿cómo de mojada estabas antes de entrar en mi celda? ¿Has pensado mucho en mí? Dime la verdad, doctorcita.

- Yo he perdido probablemente a mi marido por venir a verte hoy.

- ¿Y por qué?

- Se lo he contado.

- ¿Qué has hecho qué?

- Le he hablado de, bueno, de lo que ya sabes… de lo que me hiciste.

- Vuelvo a repetirlo otra vez. Realmente eres una puta estúpida, ¿no?

- ¿Es estúpido querer a alguien y preocuparse por él tanto que necesitaba ser sincera?

- Eres muy inocente en muchas cosas, Dra. Forbes. Será un verdadero placer ver como te corrompes. Ahora te lo pregunto otra vez. ¿Cómo de mojada estabas antes de entrar en mi celda?

- Estaba empapada, Tara. ¿Qué has hecho conmigo?

- ¿Qué te hace pensar que yo te he hecho algo?

- Tengo pensamientos sucios y pienso mucho en el sexo. Nunca antes me había preocupado con esos temas.

- He abierto tu mente a nuevas ideas. El resto te lo haces tu misma. Aparentemente esas cosas han estado ahí, reprimidas, y ahora luchan por salir. Siempre han sido parte de ti. Así que has destrozado tu matrimonio por ceder a tus deseos. ¿Estás dispuesta también a destruir a tu familia?

A melody no le gustaron esas últimas palabras.

- ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir que tienes dos preciosas hijas y quizás…

- ¡Nunca! ¡No se te ocurra acercarte a ellas! – Melody se levantó de su silla.

- ¡Siéntate!

- No, me voy de aquí. Eres vil y repugnante.

- ¡He dicho que te sientes! ¡Ahora! Si sales por esa puerta no vuelvas jamás. No volveré a dirigirte ni una palabra más. Piensa en eso Dra. Forbes. – Melody recapacitó y dándose de nuevo la vuelta volvió hacia la mesa.

- Buena chica. Realmente necesitas lo que te puedo dar y lo sabes. Al menos eres sincera en ese sentido. Apártate un momento.

- ¿Para qué?

- Sólo hazlo. – Melody dio un paso atrás.

- Quítate la chaqueta y lánzala sobre la cama- ella lo hizo. – Ahora quiero que te desabroches tanto como puedas sin que se te caiga. Quiero que la deslices por tus hombros dejándolos al descubierto y que tires hacia debajo de las copas de tu sostén para que saques tus senos. Quiero ver esas tetas y esos pezones duros para mí.

- Tara, por favor…

- Haz lo que te digo. Ya has renunciado a tu marido por mí, y ahora vas a hacer lo mismo con tu cuerpo.

Melody obedeció y sacó sus pechos por encima de las copas de su sujetador.

- Preciosas, me encantan tus tetas. Pequeñas y perfectamente redondas. ¿Qué sientes enseñándoselas a una criminal? ¿Cuánto hace que sabes que eres lesbiana, doctorcita? Vuelve a sentarte.

La Dra. Forbesse sentó de nuevo con sus pechos totalmente expuestos.

- Esto no significa que sea lesbiana.

- ¿Cómo lo llamarías entonces, doctorcita?

- No lo sé, pero yo … - Tara no la dejó acabar.

- Tú simplemente no entiendes por qué actúas como una zorra en mi presencia, ¿no es así?

- Sí, me siento perdida. – contestó abatida.

- Al contarrio querida, sólo acabas de encontrarte a ti misma. Probablemente nunca lo has sabido, pero esas necesidades homosexuales permanecían latentes desde hace mucho tiempo.

- ¡No me digas eso! – respondió indignada.

- El primer paso que debemos dar para solucionar un problema es reconocerlo, ¿no es cierto?

Melody se sintió derrotada otra vez. Tara estaba usando las mismas palabras que ella había empleado en múltiples ocasiones con sus pacientes.

- No soy homosexual. Nunca lo he sido.

- Bien, bien, querida, está bien. Ahora vamos a explorar tus tendencias lésbicas juntas. – Tara actuaba de manera presuntuosa. - ¿Cuántas veces has pensado en mí, doctorcita?

- No he podido dejar de pensar en ti desde el día en que nos conocimos. Estás constantemente en mi mente.

- Y eso te hace sentir caliente, sexy y cachonda, ¿no es así?

- Sí. De alguna manera te has metido en mi cabeza. Sospecho que también lo hiciste con todas las otras mujeres. Cuando te miro a los ojos me dan ganas de hacer todas esas cosas. Tus ojos pueden hacer que la gente te obedezca. Necesito saber como lo haces. ¿Qué eres?

- Dra. Forbes, ¿crees que los seres humanos son los únicos seres inteligentes del universo?

- Bueno, no existen pruebas válidas que sugieran otra cosa, pero no creo que en el universo no existan otras criaturas inteligentes aparte de nosotros.

- Es una respuesta sensata. Sí, existen otras inteligencias en el universo.

- Ok, ¿qué me estás intentando decir? ¿Estás diciendo que no eres humana? Porque si es así yo puedo ayudarte. He tenido muchos pacientes con ese trastorno obsesivo que se creían extraterrestres.

- No insultes ahora mi inteligencia, doctorcita. Quizás aún no estés preparada para obtener respuestas que me pides.

- No, Tara, por favor… por favor, dame algunas respuestas. – Suplicóla Dra. Forbes.Justo en ese momento la voz dela Dra. Pricharda través del interfono anunciaba su intención de entrar a la celda.

El pánico sacudió a Melody.

- ¡No, no, ella no puede verme de esta manera!

- ¡Quieta doctora! Si haes algún tipo de movimiento habremos acabado para siempre. – dijo Tara con tono autoritario.

- Por favor… no puedo permanecer así…La Dra. Prichardy yo no nos llevamos demasiado bien… Si me ve así hará que me despidan y habrá un gran escándalo. ¡Tara, por favor!

- ¡Te quedarás como estás! Mantendrás tus tetitas expuestas para mí. Recuerda, yo mando ahora, asi que… ¡quieta, doctorcita! – y como una niña buena, Melody permaneció sentada.

La Dra. Prichardentró en la celda y el guarda cerró la celda tras ella.

- ¡Vaya, vaya… si es la señorita fuerte y poderosa! No pareces tan altiva ahora, ¿verdad querida?

- Dra. Prichard, puedo explicarlo.

- Realmente no creo que pueda, Dra. Forbes. – Debra había esperado mucho tiempo la oportunidad de humillar a Melody.

- ¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? – Tara y ella se miraron. Ambas estaban disfrutando de la situación.

- Yo… bueno… yo se que esto parece realmente incorrecto…

- ¿Incorrecto dice? ¡Mirese! Es usted repugnante. ¿Una buena psiquiatra tiraría obscenamente de su blusa sacándose las tetas sólo para pasar el rato…?  ¿lo haría? – gritóla Dra. Prichardnoqueando aún más a Melody.

- No – respondió acobardada.

- No, ciertamente no. Así que tiene mucho que explicar, ¿verdad señorita? – la incansable voz de Debra seguía golpeándola.

- No se porqué lo he hecho. Ella puede conseguir que la gente haga cosas. –la Dra. Forbessentía nauseas a causa de la vergüenza.

- Ya te lo había advertido. Te advertí de la habilidad que tiene para tomar a mujeres bonitas como tú y convertirlas en putas. Te dije que podrías caer en una crisis nerviosa y has caído ¿no? – clavó sus ojos tan profundamente como pudo en los dela Dra. Forbes.

- Dra. Forbes, no sirve de nada mentir ala Dra. Prichard.– la dulce voz de Tara consiguió que Melody se sintiese realmente enferma.

- Sí, creo que estoy teniendo una crisis nerviosa. – contestó Melody.

- Bueno, ¿qué vamos a hacer contigo, querida? – la voz dela Dra Prichardse suavizó mientras colocaba sus manos en la cadera adoptando una pose de superioridad.

- ¿Por qué no se quita los pantalones, Dra. Prichard? Estoy segura de que esta zorra nunca ha aspirado un coño jugoso y caliente antes. ¿Lo ha hecho Dra. Forbes?

Melody se volvió rápidamente hacia Tara.

- ¡No!, ¡No voy a hacer eso! ¡No puedes obligarme a hacer eso!

Tara le devolvió la sonrisa ala Dra. Prichard.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Estás con ella!

La Dra. Prichardse desprendió de su bata de laboratorio y rápidamente bajó sus pantalones, dejando al descubierto un ajustado tanga de color negro. Se lo movió hacia un lado dejando sus sexo al descubierto.

- Creo que es mejor hacer lo que dicela Sra. White.Realmente es ella la que maneja las cosas en esta clínica. – se echó a reir.

Melody comenzó a sentirse realmente mal. Estaba en una precaria situación. Sabía que, tras haberla visto en esta situación, su trabajo dependía en última estancia dela Dra. Prichard.Miró hacia el sexo de su colega. Estaba húmedo, abierto, como si la hubiese estado esperando. Por un extraño motivo, deseaba pasar la lengua por él en vez de sentir rechazo. Nunca antes había saboreado a otra mujer. Nunca había sentido pulsiones lésbicas y, sin embargo, aquí estaba ahora, sentada con su blusa abierta, con sus pechos libres por encima de su sujetador y los ojos fijos en la caliente y húmeda vulva dela Dra. Prichard.Se sentía todos estos pensamientos jugaban con su mente. Entonces, sin que ninguna de las dos mujeres dijese nada, Melody se levantó de su silla, se arrodilló arrastrándose haciala Dra. Prichard.

- Eso es… arrástrate hasta mí y cómeme el coño, perra. – Melody obedecía. Debra le cogió la cabeza y la dirigió hacia su entrepierna enterrándole la boca en ella. Comenzó poco a poco, pero Debbie la obligó a aumentar la velocidad y meter la lengua más profundamente en su coño. Melody se afanaba en complacerla lo mejor que podía. Recordando la extraordinaria mamada que le había practicado a Tim, comenzó a trabajar el clítoris dela Dra. Prichardde forma rápida y eficaz. En poco tiempo Debbie se estaba follando con la boca de Melody. La visión de las piernas dela Dra. Prichardsobre la cabeza y boca dela Dra. Forbesconstituía una imagen obscena y lasciva. Ambas mujeres gemían y Tara comenzó a jugar también con su sexo mientras las doctoras seguían jugando entre ellas.

- ¡Así, puta! ¡Así… cómemelo todo…! ¡Quiero que te lo bebas todo… puta de mierda! ¡Ya te dije que te convertiría en una perra en celo…! Vamos putilla… ahí… ¡justo ahí…! ¡Oh… me voy a correr en tu cara, Dra. Forbes…! – y así lo hizo. Se corrió abundantemente en la boca de Melody y siguió frotándose contra la boca y la nariz de la doctora. A Melody no le quedaba más remedio que tragar todo lo que caía en su boca.

Después de haberse corrido, Debbie agarró a Melody por el pelo y la arrastró hacia los abiertos labios del coño de Tara.

- Haz un buen trabajo perra… igual que has hecho conmigo…

- Mmmmm… emmmm… ohhhhh… emmmm… -La Dra. Forbesenterró su boca y labios en la hendidura de Tara.

- ¡Ay, ay, ay… que puta más grande! ¿Qué vamos a hacer con usted, Dra. Forbes? – preguntóla Dra. Prichardmirando a Tara.

- Bueno, es obvio que no puede… emmmm… no puede seguir así, Dra. Prichard. Oh… mierda… sí… tiene que ingresar en la clínica de inmediato… Ella necesita… necesita auda… - atinó a contestar entre gemidos Tara.

- Claro que lo hará. Me ocuparé de inmediato de los trámites. Ahora vas a ser mi paciente, Melody. ¿No es agradable, Dra. Forbes? –La Dra Prichardtiró del pelo de Melody y la hizo mirarla a los ojos enloquecidos de sexo para luego volverle a hundir la cabeza en la raja jugosa y húmeda de Tara. Se colocó la ropa y tocando el timbre, salió de la celda.

Melody no entendía porqué no había entrado ningún guardia ni porque ni siquiera habían preguntado por lo que estaba sucediendo. Tara empujo su cabeza aún más profundamente en su sexo, como si quisiera engullirla dentro de su vientre. Se corrió varias veces en la cara y nariz de Melody, empapándole la blusa con sus fluidos. Melody parecía una verdadera puta ahora. Tara la tomó de la barbilla y le dijo:

- Así me gusta que sean mis putas, bonitas y desesperadas.

- Por favor Tara, dime como haces todo esto y por qué lo deseo tanto.

- Muy bien, te diré algunas cosas, pero nada de psicología de mierda ¿entendido perra? – apretó la barbilla con más fuerza – Recuerda, con un gran placer siempre viene un gran dolor. – luego se levantó y comenzó a hablar.

- No soy de tu planeta. Antes te burlaste de mí cuando traté de explicártelo.

- Lo siento, perdóname. Continúa, por favor.

- Somos de Theta, o de “El Colectivo”, que es como mejor se nos conoce en la actualidad. Hemos existido desde mucho antes de que aparecieran los seres humanos. Siempre hemos estado aquí, incluso antes de que la humanidad diese el salto a la inteligencia. Somos seres incorpóreos. Somos pura energía de pensamiento, una mente sin cuerpo. Flotamos libres y nos encarnamos en otros seres para ampliar nuestras vidas eternamente. Hicimos este descubrimiento cuando nos vimos obligados a venir a vuestro planeta huyendo de la destrucción del nuestro. Tu planeta estaba próximo y el viaje era corto. Nunca antes habíamos hecho viajes así porque no sabíamos como volver o como nos afectaría a nuestra forma incorpórea las partículas cósmicas o, incluso, si seríamos borrados en el viaje. Descubrimos que meternos en la mente de otro ser vivo nos mantiene vivos y nos fortalece de forma indefinida. También descubrimos que podíamos sentir en nuestra mente todas las experiencias físicas del individuo.

- Entonces ese cuerpo no es el tuyo propio.

- No, es el cuerpo de Tara White, pero hace mucho tiempo que yo lo tomé. Pero no me introduje en él. Nací dentro de él.

- Lo siento… no te entiendo.

- Flotaba y compartía la mente de un organismo sembrador. Cuando se quedó embarazada me transfirió a su descendencia. Hay diferentes niveles de “El Colectivo” entre ustedes, los humanos. Los que originalmente se infiltraron en las formas más bajas de vida y han sobrevivido como células. No hemos podido desarrollar nuestra personalidad en sus bestias. Por ejemplo los dinosaurios eran incapaces de distinguir entre el bien y el mal, así que hemos tenido que esperar y sobrevivir hasta que una mutación genética permitió el desarrollo de la humanidad. ¿Crees que sabes todo lo que hay que saber sobre el desarrollo de la vida en tu planeta? No es así. Somos el eslabón perdido. ¿Cómo crees que se dio el salto de los primates a los humanos?

- O estás completamente loca o me estás diciendo la verdad –la Dra. Forbesparpadeó incrédula unas cuantas veces.

- Puedes creer lo que quieras, doctorcita. Alguno de nosotros permanecen en las células de sus cuerpos como “clústers” que se destruyen al morir la mente humana. Los “clústers” nunca abandonan la mente humana ni saben lo que son. Se compenetran tan bien con la persona en la que está inmerso que ninguno de los dos sabe realmente que son dos entes separados. Otros como yo, los llamados “Iniciados” o “flotantes” podemos salir del cuerpo huésped y saltar a mentes diferentes, pero conservamos un cuerpo principal que necesitamos para realizar cualquier acción física o seguir existiendo. Somos conscientes de nuestra existencia y podemos abandonar el cuerpo que habitamos durante un tiempo. También tenemos un tercer grupo, los “Aprendices”. Ellos son conscientes de su existencia y de compartir un cerebro humano, pero están obligados a permanecer en él y a morir junto a él. ¿Crees que el bien y el mal aparecieron con la humanidad? No aparecieron mucho antes de que existierais, con nosotros.

- ¿Es esa la razón por la cual frecuentemente entras en coma?

- ¿A que te refieres, doctorcita?

- Me refiero a que, de acuerdo con la lectura de tus informes médicos, has entrado muchas veces en coma para luego recuperarte. ¿Ocurre eso cuando “flotas”, cuando sales de tu cuerpo?

- Muy bien, doctorcita. ¿Te has dado cuenta de que también he estado flotando en tu cerebro también?

- Sí, creo que ahora estoy empezando a entender.

- Y has disfrutado compartiendo tu mente conmigo, ¿no es así, doctorcita?

- Preferiría que continuásemos con nuestra discusión…

- No doctorcita. Vas a responderme ahora. ¿Te gusta compartir tu mente conmigo?

- Sí, Tara, lo disfruto. – Dijo Melody sintiéndose culpable, pero era verdad. Ella la hacía disfrutar.

- Sí, a pesar de que según vuestras leyes soy una criminal que ha atacado y matado a muchas mujeres, te encanta sentir mi decadente mente en el interior de la tuya, haciéndote objeto de desagradables trucos con tu cuerpo y mente, ¿verdad doctorcita?

- Sí. Debo estar loca. – contestó Melody con lágrimas en los ojos.

- Es por eso por lo que vas a ingresar aquí. Estás enferma y necesitas ayuda, igual que yo. ¿No es así doctora? – la voz de Tara nuevamente tiraba de su alma.

- ¿Qué pasaría si me negase a firmar mi ingreso? – Melody estaba asustada. No sabía si Tara la atacaría por ese comentario. Era muy inestable.

-La Dra. Prichardy yo podemos obligarte a hacerlo. Ya lo sabes.

- Sí, se que puedes.

Tara sonrió y dijo:

- No vamos a obligarte. Quiero que ingreses por voluntad propia. Si no firmas, eres libre de irte, pero no voy a hablar contigo nunca más y sufrirás las consecuencias.

- Parece una amenaza, ¿cómo es que entonces tengo libertad para rehusar? –La Dra. Forbestenía razón y Tara lo sabía.

- Puedes acceder a quedarte aquí o a marcharte, pero no puedo dejarte vivir con todo lo que sabes. También puedo llegar a tu familia. Estoy segura de que te das cuenta de ello – la voz de Tara no mostraba signos de compasión.

- Muy bien, entonces no parece que tenga elección.

- Quiero que hagas algo. Hoy saldrás de aquí como una mujer libre. Sin embargo, deberás ir a la dirección que escribo para ti. Te vestirás como una buscona e iras allí. ¿Me has entendido?

- ¿Por qué debo hacerlo?

- Porque quieres conocerte más a fondo. En cierto sentido has engañado a tu marido, como yo te dije, pero ahora vas a engañarlo realmente. Quiero que sepas lo que se siente al tener a otro hombre, aparte de tu marido, en lo más profundo de tu sexo.

- ¡Eres despreciable!

- Y sin embargo lo deseas. Lo deseas desde el momento en que te dije que ibas a engañar a tu marido. El deseo te quema por dentro ¿verdad?

La necesidad inmediata se reflejaba en la mojada entrepierna de Melody y no pasó desapercibida para Tara White. Vio en sus ojos que la buena doctora quería, necesitaba el contacto de otro hombre en su cuerpo. Le entregó la dirección.

*****

 

 

 

Colgando del techo, con los brazos asegurados a las vigas de madera y con el vientre hinchado por el peso de su propio cuerpo, Sharon Tyler se retorcía de dolor y excitación… en su propio dormitorio. Sus gritos eran ahogados por una mordaza de bola mientras su cuerpo giraba sobre si mismo como queriéndose soltar  inútilmente. Dos largas cadenas terminadas en pesas estaban sujetas con pinzas a sus pezones. Los pesos colgaban justo sobre la cama. Un consolador de diez pulgadas estaba alojado profundamente en su vagina y era mantenido allí gracias a la presión de las bragas que llevaba puestas. El final del consolador estaba unido a una cuerda y al final de la cuerda se hallaba Jeb Cutler que tiraba de ella y jugaba, por tanto con el consolador.

Sharon llevaba más de una hora colgando de esa manera, con Jeb jugando y manipulando la cuerda del consolador. Estaba agónica, con el sudor bañando su cuerpo. Había tenido múltiples orgasmos y necesitaba aún más. Jeb la había enseñado a pedir más y mejores orgasmos, la había convertido en una adicta. Mientras tanto, su esposo permanecía alos pies de la cama, masturbándose a su pesar. La escena estaba siendo filmada y transmitida en directo a la udiencia de internet. De repente sonó el timbre y todos permanecieron inmóviles. Jeb detuvo la filmación.

- Colgajito, ve a ver quien es e infórmame. No abras la puerta hasta que yo te diga.

- Sí, Señor. – Henry bajó corriendo la escalera y echó un vistazo por una de las ventanas de la casa. Era Susan, la hermana de Sharon. Volvió a informar al dormitorio.

- Es la hermana de mi esposa. – Sharon comenzó a gritar tras la mordaza. Jeb decidió retirársela.

- Una sola palabra de alguno de los dos y les rajo el cuello a ambos y a sus hijas… y atu hermana también… ¿Entendido Chochito? – ella asintió con la cabeza.

- Por favor, no meta a mi hermana en esto, déjela ir. Ella no tiene a nadie más que a nosotros. ¡No dirá nada a nadie! – susurró Sharon desesperada.

- Así que, señorita, ¿tu hermana no tiene más familia? ¿No esta casada? – la miró fijamente.

- No, nadie. Nosotros somos su única familia. – Sharon se dio cuenta que había sido un error decirle eso a Jeb.

- Bueno, gracias por la información. Quizás debería invitarla a jugar con nosotros. Puedo hacer mi número con sus dos coños. ¿Qué opinas?

- ¡No, por favor, no la metas en esto! – suplicó Sharon.

- Vale, Chochito. Colgajito vete a abrir y cuéntale algo… cualquier cosa, pero asegurate de que se vaya – Jeb volvió a amordazar a Sharon. Tiró un poco más de la cuerda del consolador y volvió a conectar la cámara. – Bien, ¿por dónde íbamos? ¡Ah, sí, estabas teniendo orgasmos múltiples!. Creo que te gusta que tire de la cuerda, ¿verdad Chochito?

- Ohhh… Mmmmm… - se quejó ella tras la mordaza cuando todo comenzó de nuevo.

- Estoy pensando… tu hermana está en la puerta mientras yo estoy jugando con tu coño. Si ella decide echar un vistazo… o siente curiosidad… le pasará lo que a ti. ¿No sería divertido? – Su mirada siniestra se sumó a sus frustantes orgasmos.

- Hola Susan – dijo Henry con una voz que pretendía ser alegre.

- ¿Qué pasa con ustedes? Hace días que trato de ponerme en contacto con vosotros sin éxito. He llamado a Sharon al trabajo y me han dicho que lo ha dejado. ¿Qué diablos pasa, Henry?

- Susan, por favor. No es un buen momento. – la voz de Henry cambió de la alegría al temor.

- ¿Qué quieres decir?

- Tu hermana ha estado muy stressada últimamente. Ha decidido que necesita un cambio en su estilo de vida… danos sólo unos días para arreglarlo todo. Te prometo que te lo explicaré con todo detalle más adelante… - puso una mirada sinceramente triste.

- Esta bien, Henry. Sólo unos días. – ella se despidió dándole un beso en la mejilla. Henry cerró la puerta y corrió escaleras arriba.

- ¿Te has desecho de ella? – preguntó Jeb.

- Sí.

- ¿Se mantendrá al margen?

- No lo creo. Ha dicho que volverá en unos días. – contestó abatido Henry.

- Ve y traeme la agenda de Sharon.

- Pero, ¿para qué?

- ¡No hagas preguntas, sólo haz lo que te digo imbécil de mierda!

Henry fue al cajón de la cómoda de su esposa y sacó un pequeño listín telefónico. Contenía los números de teléfono y las direcciones de amigos y familiares. Se lo entregó a Jeb.

- Enseguida vuelvo. De rodillas Colgajito, y no te muevas ni una pulgada. – Jeb se dirigió a las escaleras para usar el teléfono del salón.

Sharon miró a su marido desde su incómoda posición.

- ¡Errrr… emmmm…! – se quejó. Sabía que Jeb no planeaba nada bueno.

En el salón, alejado de oídos indiscretos, Jeb descolgó el teléfono y marcó un número que muy pocos conocían.

- Hola, necesito hablar con Madame Cong inmediatamente. Es un código rojo.

Esperó unos instantes.

- Al habla Madame Cong.

- Hola Madame. Soy Jeb Cutler.

- ¡Jeb Cutler… cuanto tiempo!

- Sí… Escuche, no hay tiempo. Necesito su ayuda inmediatamente.

- ¿En que tipo de problemas te has metido esta vez?

- Estoy haciendo un trabajito para su hija.

- Dejame adivinar. ¿Algo relacionado con Sharon Tyler?

- ¿Está al corriente de ello?

- Sí, ella me lo comentó. Creo que debías vigilar a la familia Tyler.

- Usted me ha dicho que habló con ella. ¿Fue una conversación “convencional”  o “especial? ¿Es usted una de ellos?

 - Veo que sabes entonces quienes somos. – consteó Madame Cong.

- Sí, lo sé.

- Muy bien, ella me comunicó sus intenciones. Sabes lo que te pasará si hablas, ¿verdad?

- Sí, se muy bien de lo que son capaces… Madame.

- Sí, lo sabes. ¿No es así? Recuerdo un poco de tu último castigo. Creo que estuviste atado y con pollones metidos en el culo durante toda una semana, ¿verdad?

- Sí, casi me desangro de las hemorragias. Lo recuerdo muy bien.

- Que no será nada comparado con lo que te pasrá si hablas. ¿Ha quedado claro?

- Muy claro, Madame.

- Bien, ahora, ¿cuál es el problema?

- La hermana de Sharon ha estado husmeando por aquí hace unos minutos. No va a dejarnos en paz y creo que alguien tendría que ocuparse de ella. Mi hermano no puede porque se está encargando de las hijas de los Tyler.

- Ya veo… bueno, habrá embalar y despachar a los Tyler. Dame el nombre y dirección de esa mujer. Creo que es hora de vender una alfombra.

- Perdone señora, le doy lsu nombre y dirección.

- No te preocupes. Voy a verificar primero sus antecedentes.

- No tiene más familia que los Tyler. Me lo confesó Sharon.

- Muy bien, pero voy a comprobarlo de todas maneras.

- Muchas gracias Madame Cong. Estoy a su disposición para lo que guste.

- Estoy segura de ello.

Jeb colgó.

*****

Se dice que no hay dos copos de nieve iguales. Se parecen en que se desplazan por los cielos como dos huellas digitales que flotan al viento. Ambos son, sin duda, diferentes y, sin embargo, coexisten y forman el manto de nieve que cubre la tierra. ¿Pueden dos seres que ocupan el mismo espacio ser considerados como uno? Cuando sumergimos nuestras manos en el mar del tiempo, en el preciso momento del contacto, ¿no se detiene el tiempo?  Nuestras entrañables creencias parecen desarrollarse cuando echamos un vistazo profundo en el espacio que ocupa el otro y establecemos allí una unión. Esta unión rompe los grilletes de nuestra propia culpa y los funde con la pasión en el ardiente molde de nuestras almas empujándonos a sitios en los que no hemos estado antes. Así, también, son los deseos de inmortalidad sexual. ¿Realmente pasará como con el cuerpo? ¿Puede la memoria derivada de una necesidad explicita ser el viento que arrastra los copos de nieve de la vida en una gasa infinita? ¿Qué atrae una mente hacia otra seduciéndola hacia su propio ser? Puede ser oscura y perversa y, sin embargo, acariciar un área rara vez tocada en sus separados caminos. ¿Una vez que la represión sale a la luz toma el control de su libertad o simplemente se le permite salir de la jaula? Dos muchachas se hacen estas preguntas. Una de ellas está confusa y desorientada, la otra está tratando de alimentarse de esa confusión y sacar a la luz sus propias perversas necesidades.

- ¿Crees que la separación de papi y mami va a durar mucho? – preguntó mientras se cepillaba el pelo mirándose en el espejo sobre la cómoda.

- Creo que necesitas enseñarme el culo – dijo Jennifer.

- ¿Cómo puedes pensar así en un momento como este? – preguntó Sharon.

- ¿Se supone que tenemos que empezar a actuar de diferente manera solo porque nuestros padres se hayan separado? – miraba al reflejo de su hermana en el espejo mientras se acostaba en la cama.

- ¿No te das cuenta de que algo va mal? Nunca se han comportado así. Jamás pensé que personas como ellos pudiesen separarse. Quizás sea que eres demasiado joven para comprender.

- ¿En serio? ¿Y también soy demasiado joven para patearte el culo? – se levantó sentándose en el borde de la cama.

- ¿Me lo vas a recordar todos los días?

- Te encanta que lo haga. Debe haber sido muy embarazoso para ti recibir una paliza delante de tus amigos del instituto. – Sharon sintió un cosquilleo. Cuando su hermana se ponía así ella sabía que acabaría en algo sexual.

- Fue humillante. Lo sabes. Era la primera vez que practicaba lucha libre. Tenías ventaja.

- ¡Pero yo solo soy una estudiante de primero y usted una feroz persona mayor! – replicó con sarcasmo Jennifer.

- ¡Basta! ¡Solo eres dos años más pequeña que yo!

- Y tú en un mes cumples dieciocho. Apuesto a que te sientes superior a mí por eso, ¿no?

- Sabes que no. – contestó sumisamente.

Jennifer se levantó de la cama y se colocó tras su hermana mayor.

- ¿Qué rea lo que decían? ¡Ah, sí, mira, la está azotando una novata! – se echó a reir. – Te hicieron abandonar de inmediato el club de lucha libre, ¿no?

Agarró la mano de Sharon y se la llevó a la espalda. El cepillo cayó al suelo.

- ¡Para! ¡Me haces daño!

- Te encanta que te haga daño. Sabes que puedo darte una paliza cuando se me antoje y te mojas pensando en ello. ¿No es verdad hermanita mayor?

- No… - el cuerpo de Sharon la estaba traicionando. Desde el fatídico día del combate en la clase de gimnasia, no podía controlarse. Su hermana menor había usado una rápida maniobra tirando de su pierna derecha hacia la lona. Entonces velozmente se colocó a horcajadas sobre su pecho. Lo peror era que lo había hecho con demasiada facilidad. Fue realmente muy humillante para Sharon. Fue el momento en que Jennifer descubrió que su hermana mayor era sumisa por naturaleza. Sharon también sintió ese momento de debilidad. No solo asumió la derrota, sino que también tuvo que someterse al control de Jennifer y, peor aun, a la excitación sexual que sintió cuando su hermana se sentó sobre su pecho y la humilló ante sus compañeros. Se dio cuenta de que una estudiante de primer año no debería haber sido capaz de golpear a una persona mayor con tanta facilidad y de manera tan eficaz.

Desde ese momento Jennifer supo que iba a ser capaz de contolar a su hermana cuando quisiera. Tenía una vena sádica que la hacía sentirse sexualmente excitada cuando dominaba a su hermana. Ambas estaban disfrutando de los beneficios de una relación de dominación-sumisión, pero Sharon se sentía culpable e inferior a su hermana. Quería luchar contra ella, pero era incapaz de combatir. Sus húmedos jugos siempre la traicionaban.

Jennifer le susurró al oido:

- Usa tu otra mano  para abrirte los vaqueros y déjalos caer hasta los tobillos. Enséñame el culo. ¡Quiero que te azotes para mí, hermanita mayor!

- ¿Por qué siempre me llamas así? – se soltó los pantalones dejándolos caer hasta los tobillos. Luego se bajó las bragas hasta los muslos y se golpeó las nalgas un par de veces.

- Lo hago porque creo que te gusta. Te recuerda que soy más joven y fuerte que tú. Mordió la oreja de su hermana y Sharon empezó a temblar, luego tomó su dedo índice y lo metió hasta el fondo del culo de Sharon. Repitió la operación un par de veces más.

- ¡Mmmmm…! – gimió Sharon.

- ¡Eso es, hermanita mayor! Te gusta que te folle el culo con el dedo, ¿no?. Te gusta sentirlo adentro de tu culo, ¿verdad?

- ¡Ah…! ¡Sí…! Me encanta…

- Suplícame que te siga follando el culo con mi dedo.

- Ohhh… mmmm… p… por… por favor… sigue follándome con el dedo. -  apenas podía hablar.

- Eso es, Sharon. Te sigo follando con el dedo. ¿Cómo te sientes siendo controlada totalmente por tu hermana pequeña? ¿Cómo es ese jodido sentimiento?

- Oh, Jen, por favor… no se porqué me gusta.

Jen retiró el dedo del culo de su hermana y la hizo girarse. Llevó el dedo a la nariz de Sharon.

- ¡Huele!

Sharon lo hizo.

- ¡Huelelo bien! Te encanta. Te encanta el aroma de tus intestinos en mi dedo. ¡Huelelo bien, mi pervertida hermanita! Sabes lo que viene a continuación – sonrió mientras acercaba el dedo a la boca de su hermana.

- Sabes que no me gusta en la boca.

- Se que no quieres, pero lo harás. Lo vas a hacer para que tu coñito se ponga caliente para mí. Se que te estás empapando, Sharon, sólo abre la boca y chupa.

- Emmmm… mmmm… - Jeniffer seguía metiendo y sacando el dedo de la boca de Sharon. El sonido de los chasquidos de su dedo mezclado con la saliva de su hermana entrando y saliendo de la boca de Sharon consiguieron que su sexo también se humedeciese.

Tras unos minutos de este mete-saca, Jennifer tiró a su hermana sobre la cama sentándose a horcajadas sobre su pecho, sujetándola con las rodillas y los muslos. Comenzó a botar su culo sobre el vientre de Sharon mientras que, de vez en cuando, se frotaba la vagina contra los senos de ella.

- Te encanta que rebote en tu barriga.

- Ehh… ehh… ehh… - cada vez que Jennifer rebotaba, Sharon dejaba escapar una exhalación. Era como si su propio espíritu estuviese siendo obligado a abndonar su cuerpo. Estaba extremadamente excitada y húmeda, tal y como le había dicho su hermana.

Jennifer agarró el súeter de su hermana y se lo subió hasta por encima del pecho, Le bajó el sujetador dejando libre los pechos, comenzando a frotar su mojado coño contra ellos. De vez en cuando subía más y obligaba a que Sharon a lamer su coño y su clítoris. Se detenía en su cara y luego volvía a deslizarse hacia abajo hasta los pechos de nuevo una y otra vez hasta correrse. Toda su humedad, sus jugos, acabaron en los pechos y pezones de Sharon. Se corrió de nuevo exprimiendo con sus muslos los pechos de Sharon. Su cuerpo se extremecía de placer.

Se tumbó sobre Sharon aún anhelante de más sexo y con sus pies, hizo que su hermana separase las piernas. Como si de un hombre se tratase, Jenni empezó a empujar con fuerza su coño contra la entrepierna de su hermana, golpeándola arriba y abajo. Cada vez aumentaba más el ritmo llevando a Sharon al borde del orgasmo.

- Ehh… ehh… ohhh… em… ehh… oh… joder… me voy a correr – gritó Sharon, pero justo cuando estaba apunto de conseguirlo su hermana se detuvo y se separó de ella.

- ¿Qué… qué… qué estás haciendo?. Estaba a punto de correrme. ¡No puedes dejarme así! – Su voz era tan débil en esos momentos como lo era su cuerpo.

- ¿Sabes lo que dice papá? Debemos hacer penitencia por cada pecado que cometemos.

- Mamá no comparte esas ideas.

- ¡Me importa un carajo, hermanita mayor!

Jennifer se acercó a una de sus maletas y sacó algunas medias. Aún no habían deshecho las maletas tras instalarse en casa de los abuelos. Ordenó a su hermana que se desnudase y colocó una de las medias en la cara y cabeza de Sharon y con otra le ató las manos a la espalda. Otra de estas prendas fue colocada en la entrepierna de Sharon, tirando Jennifer firmemente hacia arriba y anudándolos a las manos de su hermana. Col algunos pares de medias más envolvió el cuerpo de su hermana, atándole las piernas bien juntas y apretadas. Su hermana estaba inmovilizada, envuelta en medias de nylon. De un empujón la bajó de la cama y la escondió bajo la misma diciendo:

- Se una buena chica más o menos una hora, mientras me baño. Y no te atrevas a intentar masturbarte. Si te portas como una buena hermanita mayor, te dejaré correrte luego, ¿entendido?

- Por favor… una hora completa no… - murmuró a través de la media que cubría su cabeza – no aguantaré tanto tiempo… estoy muy mojada… necesito correrme. – suplicó.

- ¡Una hora, hermanita! – la terminó de meter bien bajo la cama, bien escondida. Sharon lloró un poco. Hacía calor, sudaba y sentía clautrofobia. No eran lágrimas de tristeza, sino de vergüenza. Su hermana había sido cruel con ella de nuevo pero no podía evitar mojarse por ello. Pensó en girarse, colocarse boca abajo, y así poder frotarse contra la alfombra, pero se le había ordenado no masturbarse.

Sharon no entendía como su hermana de dieciséis años podía ejercer ese efecto sobre ella… pero lo tenía. Cuanto más cruel era su hermana más se excitaba ella. Sharon estaba descontrolada y necesitaba liberarse. Cada vez que su hermana la llevaba a un nuevo nivel sexual, su cuerpo le pedía más y más. Su hermana jugaba constantemente con ella. Se estaba convirtiendo en una adicción desesperante.

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