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La Doctora en la jaula VI

en Dominación

VI

- Bonita habitación. Así que aquí es donde tu maridito intenta complacerte con esa pollita. – Jeb tiró del brazo de Sharon- ¡Mírame cuando te hablo! Es aquí, ¿verdad?

- Sí. – respondió en voz baja-

- ¿Sí qué, Chochito?

- Sí, es aquí donde hacemos el amor.

- Así no, Chochito. Dilo como a mí me gusta – Jeb la cogió del pelo.

- ¡Hijo de puta! – rápidamente recibió un duro golpe en la parte posterior de la cabeza que la hizo caer a la cama.

- Será mejor que contestes como a mí me gusta, perra, o habrá un castigo. Incluso podría recibirlo alguna de tus niñitas.

- Sí, es aquí donde mi esposo trata de complacerme con su pollita. – Sharon no podía creer que estuviese diciendo eso, aunque esencialmente no era mentira después de todo. Henry tenía un pene pequeño y hacía años que no disfrutaba con su marido. Se preguntó si realmente había llegado a disfrutar con él alguna vez. Claro que habían tenido a las niñas, pero nunca se había tenido orgasmos reales con él.

La mente de Sharon Tyler se estaba empezando a quebrar. Ese hombre vil había tomado y degradado a su marido y, en breves momentos, haría lo mismo con ella. Hasta estos últimos instantes no se había dado cuenta de su falta de una vida sexual plena. Por algún extraño motivo, su corazón latía con fuerza. Se preguntó si se debía al temor, al miedo o la terrible lujuria que se estaba apoderando de ella. Aquel hombre se la iba a follar. ¡Y en su propia cama! No sabía siquiera si iba a disfrutar del acto, pero en lo más profundo de su alma sabía que así sería, aunque no pudiese explicarlo.     Quizás ayudaba a ello la forma ruda en que la trató, o la forma contundente en que controló a Henry. Se trataba de un hombre que sabía lo que quería y se sorprendió deseando en que él le permitiese tener un orgasmo. Ese orgasmo que casi le provocó al besarla. Lo deseaba, aunque también le repugnaba. Jeb era un hombre repugnante, pero su débil vagina estaba ya en llamas. Sharon estaba húmeda, muy húmeda.

- ¿Sabes? Me encanta esta habitación. Es muy amplia. Las vigas de madera del techo son todo un detalle. Me serán útiles más adelante. – dijo Jeb con una sonrisa.

- ¿Qué quiere decir con útiles?

- Que podré colgar todo tipo de cosas ahí, incluida tú, señorita.

- ¡Estás realmente enfermo! – Sharon recuperó de nuevo parte de la dignidad que había perdido.

- Tranquilízate, Chochito, si no quieres más bofetadas. Este teléfono tiene la misma línea que el de abajo.

- No, tenemos dos líneas telefónicas.

- Bien, creo que necesitaré de tu marido. Después de todo, le prometí que lo vería todo. – Carraspeó un poco de flema y entró en el cuarto de baño para escupir. Luego volvió a salir. – Coge el teléfono y dile que suba.

- Por favor… ¿es necesario todo esto? Tenemos algo de dinero y podemos pagar un rescate por las niñas.

- Realmente no has entendido nada, puta. Me trae sin cuidado tu dinero. Esto va de romperos a ambos y de tener algo de sexo divertido.

- Sexo enfermizo, querrás decir.

- Ummm… sexo enfermizo… “sick-sex”. Suena parecido a “succes”… éxito… Sí, me siento muy exitoso cuando tengo sexo travieso. – Jeb se rió de su propio juego de palabras.

- ¿Por qué haces esto?

- Por dos motivos: uno, me encanta romper parejas; dos, Tara White. – los ojos de Sharon se abrieron de par en par al oír el nombre.

- ¡Tara White! Pero si solo hace un par de días que la conozco.

- Exactamente. Le molestó mucho que la amenazaras. Hacía meses que ella me había encargado que te vigilase a ti y a tu linda familia. Sabía que estarías tratando de inmiscuirte en los asuntos de su hija y la señora Cong. ¿Acaso crees que la tomarías de sorpresa? Por cierto, he trabajado para Madame Cong y no sé quien es peor, la madre o la hija.

- Mira, si se trata de eso entonces puedes dejarnos en paz y decirle a Tara que doy marcha atrás, que dejo todo el asunto, que no volveré a tocar el tema. No voy a meterme más en su vida, de ninguna forma. No diré nada de esto a nadie ni denunciaré el asunto. Incluso volveré a la clínica y le pediré perdón en persona. Le diré que estaba equivocada y que nunca volverá a suceder. Tara White no sabrá jamás que existo. Te lo juro. Por favor… - imploró Sharon frenéticamente.

- No le des más vueltas, Chochito. Lo hecho, hecho está. Una gran cantidad de personas van a dejar de saber que existes después de que termine contigo. – el brillo sobrio en sus ojos la atemorizó. – Ahora coge el teléfono y llama a tu maridito. Dile a Colgajito que Jeb quiere que suba para que vea como un hombre de verdad se folla a su mujercita. ¡Vamos!

Sharon cogió el teléfono y marcó. Henry no sabía quien estaba llamando y, al principio, no quiso descolgar. Estaba nervioso. Sharon lo intentó de nuevo y finalmente Henry descolgó.

- Colgajito, sube. Jeb te quiere aquí para que veas como me folla un hombre de verdad. – luego colgó.

- Bien, Chochito. ¿Dónde está tu ordenador?

- Tenemos una habitación separada para el ordenador.

- ¡Fantástico! Una sala de ordenadores. No nos hace ningún bien allí. ¿Dónde está la sala?

- La segunda puerta a la izquierda del salón

- Voy a por él. ¡Oh, espera un momento! ¡Mira quien está aquí! Hola Colgajito.

- Hola Jeb

- ¡Esa no es la jodida forma de decirlo!

- Hola Amo Jeb, Señor.

- Buen chico. Toma las llaves de mi furgoneta y trae las seis cajas que hay dentro. ¡Y no tardes mucho, maricón!

- Sí Señor. – Henry asintió con la cabeza y bajó rápido la escalera. Sharon se sorprendió del control que Jeb tenía sobre su marido.

Mientras Henry se encargaba de las cajas, Jeb trasladó el ordenador a la habitación y comenzó a colocarlo sobre la cómoda. Tiró varios objetos de la cómoda al suelo con el fin de hacer sitio al equipo. Cuando Henry terminó de subir las cajas Jeb se dedicó a abrirlas todas. Tenía varios equipos electrónicos en ellos que conectó al ordenador configurándolos después. Conectó también al ordenador una cámara profesional para filmarlo todo y subirlo “online”. Otras cajas contenían diferentes juguetes sexuales y artículos menos agradables como las cuerdas que pensaba utilizar.

Tras unos interminables minutos preparando las cosas, encendió el navegador yendo a su sitio web mostrándoselo al matrimonio. La página era “Convertimos esposas en perras en celo”. En la web había imágenes y videos de sórdida temática sexual, unos en vivo y otros archivados.

- ¿Qué opinas de mi preciosa web, Sharon?

- Es asquerosa. – trató de sonar fuerte y convincente, pero en el fondo lo que había visto la había excitado. ¿Es esto lo que me va a hacer?, pensó, ¿me convertirá en una perra, en una puta y me sacará en su página web para que todos me vean?. Un escalofrío recorrió su espalda mientras crecía el calor de su entrepierna.

- Bien, Chochito, ponte de rodillas en la cama y mira directamente a la cámara. Te diré algunas cosas que quiero que repitas, ya lo editaré más adelante. Por ahora sólo enviaremos videos grabados al sitio. Más tarde, cuando ya hayas aprendido a ser una completa zorra frente a la cámara para mí, ya los haremos en vivo. Toma esta llave y quítale el cinturón de castidad a tu marido. Déjalo a un lado. Voy a demostrarte la imponente erección que tendrá tu marido mientras violan a su esposa. – Sharon abrió la boca anonadada. Iba a violarla.

Sharon movió pesadamente sus piernas. Se movía a cámara lenta. Apenas podía mirara a su esposo, había dejado de ser un hombre a sus ojos. Henry le disgustaba, pero también se sentía disgustada con ella misma. Sabía que estaba a punto de convertirse en una completa puta y, a su pesar, estaba completamente excitada.

Tras observar el cinturón de castidad, encontró la manera de abrirlo y quitárselo a su esposo. Esbozó una pequeña sonrisa mientras miraba el pequeño tamaño del pene de Henry. Luego volvió a la cama y se colocó de la manera que Jeb le había indicado.

- Colgajito, arrodíllate delante de la cama. Vas a masturbarte mientras tomo a tu mujercita en tu propia cama de matrimonio. ¿Está claro?

- Sí, Señor. – Henry tenía lágrimas en los ojos. Trató de mirar a su esposa y hacerle entender que estaban indefensos, pero lo único que logró ver en los ojos de ella era ira y algo que no supo identificar. El no sabía que era el brillo de la lujuria.

- Ok, ahora, Sharon, vas a mirar directamente a la cámara y pondrás una bonita sonrisa en tu cara, como si estuvieses disfrutando de esto. Si te veo tensa o forzada, vas a desear no haber nacido. ¿Entendido?

- Sí, Señor – dijo mientras empezaba a sonreír a la cámara.

- Eso es, Chochito, muy bien. Quiero que digas cual era tu trabajo. Asegúrate de indicar que era tu trabajo anterior y que ahora has decidido hacer algo más emocionante en tu vida y que quieres ser una puta de Internet. No te olvides de indicar que ya no quieres ser una esposa aburrida sino una perra en celo y agradar “online” a los hombres. Se creativa, zorra. ¡Es tu oportunidad de alcanzar el estrellato! – se echó a reír.

- Listo. ¡Acción! – y comenzó a filmar.

- Hola, mi nombre es Sharon, bueno, Sharon Tyler y yo… yo era trabajadora social.

- ¡Corten! – gritó Jeb –Dí que eras alguien importante, pero que ahora eso ha cambiado. Continua Chochito, ¡vamos!

- Hola, mi nombre es Sharon Tyler y era una persona importante, de buena posición. Era trabajadora social, pero ahora todo eso ha cambiado. Yo… bueno, estoy buscando una nueva profesión. Quiero complacer “online” a los hombres. Tengo que hacer algo más emocionante con mi vida. Estoy cansada de ser la esposa aburrida de un hombre al que no se le levanta. ¡Quiero ser una perra en celo!

- ¡Corten! ¡Muy bien pequeña, genial! ¿Has visto Colgajito? ¡Tu mujercita es una puta innata! Me encantó. Has hecho bien al meter a tu maridito en la presentación, ¡genial, puta! Puedo ver el montón de dinero que voy a ganar vendiendo tu culo en la red. – Henry no soportaba verlo, pero sabía que no podía evitarlo.

- Bien, eres buena, Chochito, pero debes asegurarte de decir exactamente lo que yo quiero que digas, para eso he traído esta pizarra blanca. Será tu referencia. Escribiré lo que quiero que digas y tú lo dirás directamente a la cámara. Que se te vea bien zorra y puta. Quiero que empieces jugando con tus tetas por encima de tu vestido. A continuación tira de él lentamente hacia arriba y te lo quitas. Solo quiero que te quedes con el sujetador y las bragas. Una vez lo hayas hecho, te vuelves a sobar las tetas por encima del sujetador y separa bien las piernas para que pueda tomar un buen plano de tu coño con la cámara. Separa luego las bragas para que veamos como juegas con tu coño como si no pudieses esperar a que te follen. A continuación te las bajas hasta las rodillas y llevarás de nuevo tus dedos a tu sexo. Humedécelos bien y te los llevas a la boca chupándolos. Estás muy húmeda y caliente. Bueno voy a empezar a escribir. – y así lo hizo. Tras unos minutos volvió a gritar:

- ¡Acción!

- Espero que puedas ver lo cachonda que estoy. – comenzó a acariciar sus pechos y gemir ante la cámara. Parecía estar disfrutando mostrándose así ente todo el mundo en la web, pero lo más importante es que deseaba que su marido se sintiese completamente humillado con lo que ese hombre le obligaba a hacer. En su mente se convirtió en una especie de venganza, pero una venganza dirigida y controlada por Jeb Cutler.

- ¿Te gusta cuando juego con mis tetas de esta forma? Estoy segura que sí. Tengo un nuevo nombre ahora, ¿sabes? A mi Amo no le gustaba Sharon así que me puso uno nuevo. Mi nuevo nombre es Chochito – tenía los ojos llorosos mientras lo decía. No le gustaba ser degradada hasta ese punto, pero pensaba en sus hijas. Poco a poco se quito el vestido y se lo sacó por la cabeza, como le había ordenado.

- Así está mejor, ¿verdad? Ahora puedes ver la verdadera puta que hay en mí. Me encanta jugar con mis tetas. ¿Te gusta cuando me las pellizco y las froto para ti? ¡Apuesto a que sí! ¡Oh, no puedo más! Tengo que jugar con mi jugoso y mojadito coño. ¡Quiero que todos lo vean! ¡Quiero que todo el mundo vea la puta caliente que soy! Y quiero que veas lo que es un coño caliente… el que tengo para ti. Espero que el zoom de la cámara te enseñe bien mi pequeño agujerito de perra. Voy a jugar con él y chuparme de vez en cuando los dedos. Espero que mi Amo saque un buen dinero de mi emputecimiento “online” – se pasó una y otra vez los dedos por su húmeda hendidura mientras arqueaba su espalda. Chupó sonoramente sus dedos ante la cámara, como si fuesen minúsculas pollas. Los chupó como si fuese una putilla. – No estaba actuando. La cámara y las soeces palabras de Jeb la habían excitado realmente. Estaba húmeda y caliente. Estaba jugando con su cuerpo por orden de un extraño que había tomado el control de su mundo y lo estaba disfrutando.

- Por favor, Amo Jeb, por favor, deme su verga. Por favor, enséñele a mi marido lo que me gusta una polla de verdad y fólleme en mi cama de matrimonio. Por favor, Amo Jeb, oh, por favor. Quiero que todos vean la completa zorra y puta que soy realmente. Ahora solo soy una perra en celo y quiero que todo el mundo admire mi nueva profesión. ¡Por favor, por favor, fóllame! Tengo una nueva posición en la vida y es ser una puta – Jeb dejó la cámara grabando y fue hacia la cama dispuesto a unirse a la fiesta. Sharon estaba a punto de ser follada delante de miles de hombres y mujeres que la verían “online”. Sabía que Jeb editaría el video y lo subiría a su página web. Estaba extremadamente caliente, excitada y Jeb Cutler estaba dispuesto a hacerla disfrutar. En pocas horas había tomado a una agradable pareja y los convirtió en putas. Tomo a una mujer profesional, inteligente, libre y rápidamente la había convertido en una perra hambrienta de sexo que deseaba actuar delante de todo el mundo. Había descubierto su interior y ahora iba a sembrar algo en él.

- Muy bien, Chochito. Bájame la cremallera y sácame la polla con la mano. Ahora sólo mírala. Apuesto a que nunca habías visto una de este tamaño ¿a qué no?

- ¡Oh, Dios mío! ¡Es enorme! – dijo Sharon admirando la longitud y grosor de la verga de Jeb. Él tiro de ella hacia su polla. Se la colocó en la boca y empezó a empujarla penetrándola hasta el fondo de su garganta.

- ¡Oh, sí… cómetela toda Chochito! ¡Mira que grande y jugosa, chúpala! Rodéala con tu mano y pasa la lengua de arriba abajo.

- Emmmmmphhhh… zzzellleeerrr… ggggghhhhhh… emmmmm… - Ella comenzó a sorber, de arriba abajo… metiéndosela cada vez más profundamente en su garganta.

- Así, así… Todavía lograré hacer de ti una buena mamadora. Mantén esas jodidas piernas separadas. Quiero que te sigas follando con los dedos para que prepares tu coñito para mi polla. Te vas a sentar en esta enorme y preciosa polla y te la metas en el coño para mí. Acércate, Colgajito, acércate para que la cámara pueda ver cómo te masturbas. Quiero que te corras al mismo tiempo que tu mujercita. Cuando me corra en su coño quiero que tu lechecita llegue a la cama. Vas a eyacular viendo a tu esposa follada por otro hombre. Eso es Colgajito, tócate fuerte y rápido. Tócate mientras el coño de tu mujercita es bombeado por la polla de un hombre de verdad.

- Oh… ohhhhhh… - empezó a gemir mientras su polla crecía viendo a Jeb tirándose a su mujer. No podía evitarlo. No podía controlarse durante más tiempo. Realmente estaba tratando de no tener una erección mientras veía el espectáculo. Sharon se estaba convirtiendo en una puta delante de sus propios ojos. De vez en cuando intercambiaban miradas, como si ambos estuviesen follando, pero no lo estaban. Al final su cosita se mostró ante la cámara mientras su mujer se abría el coño ante todo aquel que quisiera verlo en la red. Hombres y mujeres, lesbianas sobre todo, podían ver como esta inteligente mujer tiraba todo por la borda para convertirse en una puta.

- Oh, por favor, fólleme ya. La necesito en mi coño desesperadamente. – comenzó a suplicar Sharon.

- ¿Dónde la necesitas? – Jeb la seguía presionando.

- ¡La necesito en mi coño! Por favor, Señor, fólleme mi coño. Estoy muy caliente. Necesito abrirme de piernas y sentir como su pollón me penetra. ¡Quiero que me folle! ¡Qué me folle bien duro! Por favor, enséñele a mi marido y al mundo la puta cachonda que soy y lo mucho que necesito una polla de verdad.

- Sí, estás desesperada por tenerla dentro de ti, ¿verdad Chochito?. Dile a nuestros seguidores que es lo que necesitas.

- Necesito su pollón grande y duro en mi coño. ¡Fólleme ya, por favor! – Sharon estaba ansiosa por recibir la polla de diez pulgadas de Jeb en su interior. Nunca antes había visto nada semejante. Deseaba que Jeb la jodiera fuerte, rápido y muy profundamente. Sharon deseaba tener el orgasmo de su vida.

- ¡Separa esas jodidas piernas y manos a la obra! Siéntate sobre mi verga y déjate caer despacio, aprieta mi cintura con tus piernas. Ahora muévete suavemente arriba y abajo. Así, perra… vete empalándote poco a poco… Más adentro… siente como te voy desgarrando… ¡Siente como te estoy llenando! ¡Vamos, rápido!

- ¡Oh…! ¡Joder…! ¡Ohhhhhhh…. Síííí…! ¡Fóllame fuerte! ¡Oh, sí, dame duro…! ¡Soy un coño! ¡Fóllame duro…!

- ¡Síí… cabálgame perra! ¿A que tengo la verga mucho más grande que la de tu marido?

- ¡Oh… joder… Síííí…! ¡Muchísimo más grande! No puede compararse contigo. ¡Dios, me vas a a partir en dos! ¡No voy a poder aguantar más! ¡Necesito correrme! ¡Voy a correrme en tu maravilloso pollón!

- ¡Vamos, córrete perra! Quiero sentir las contracciones de tu útero ordeñándome la verga. Quiero sentir como vibra tu carne – Él seguía bombeando más y más fuerte. Sharon estaba empalada en una polla tres veces y media mayor que la de su marido.

- Prepárate Colgajito, prepárate para correrte al mismo tiempo que tu mujercita cuando le llene el coño de leche. ¡Ya viene, Colgajito, ya… oooohhhh… joder… estoy corriéndome en tu mujercita… la estoy llenando hasta el fondo… me estoy corriendo en el interior de esta jodida puta! ¡Tu esposa es mía ahora, Colgajito! ¡Me pertenece!

- ¡Oh… sííí… emmm… oh… sííí… ohhhhhhh…. Me voy….! ¡Puedo sentir como me llenas de leche! ¡Me cooooorrrroooo…! ¡Ohhhh… ssssíííííí…! – Sharon se entregó a un brutal orgasmo. Un orgasmo como nunca antes había sentido, y, arrodillado allí, en el suelo,  cerca de la cama y viéndolo todo estaba su marido. Henry también había eyaculado como atestiguaba la pequeña mancha de semen que había en una esquina del colchón. El mundo entero iba a verlo todo.

- Tu mujercita me pertenece ahora Colgajito, y tú me la vas a entregar, ¿verdad?

- Por favor Jeb, no me hagas esto.

- Esa no es la forma correcta de dirigirte a mí. Ahora dime, ¿qué vas a hacer?

- No puedo hacerlo, por favor, no puedo…

- Dímelo ya, Colgajito. ¡Dime de una puta vez que es lo que vas a hacer! – Jeb lo agarró del pelo mientras lo miraba directamente a los ojos.

- Yo… yo… te entrego a mi esposa. – Henry empezó a llorar

- Dilo otra vez alto y claro.

- Yo te entrego a mi esposa.

- Realmente resultas patético, Henry – dijo Sharon.

Rápidamente y sin previo aviso, Jeb se levantó de su posición. Agarró a Henry de su, ahora fácido, pene y lo arrastró a uno de los armarios roperos de la habitación. Cogió una de las cuerdas que había traído y ató juntos la pollita y los cojones de Henry. Pasó la cuerda por entre sus piernas y anudó todo alrededor de la cintura. A continuación le ató las manos a la espalda asegurándolas también a la cintura. Con otro pedazo de cuerda ato los tobillos a las manos y, haciendo un nudo corredizo, lo pasó después por el cuello de Henry. Aseguró todo el conjunto a una de las barras del armario. Por último introdujo una mordaza de bola en la boca del pobre Henry y la sujeto con fuerza alrededor de su cabeza.

- Bien, ahora vas a ser un buen chico y vas a dormir ahí esta noche. Ya hemos visto quien de los dos es el macho aquí. Tu mujercita ha preferido claramente mi pollón a tu cosita y, por tanto, ahora ella me pertenece. Voy a vender su cuerpo, a putearla, a otros hombres o mujeres, ya sea en persona o a través de la red. Pasaré el resto de la noche descansando en tu cama de matrimonio con tu mujercita. Quién sabe,  quizás me apetezca follarme a mi nueva puta algunas veces más. ¿No crees que lo pasaremos bien, Colgajito? Chochito – dijo señalando ahora a Sharon – hubiese deseado que el vídeo lo hubiésemos emitido en directo, pero no te preocupes, pronto lo editaremos y lo colgaremos en la web. Ahora vayámonos a dormir.

Sharon y Henry Tyler no volverían jamás a ser los mismos. Había empezado para ellos el descenso a la esclavitud sexual total.

*****

La Sra. PaulaPlummer, la siempre tan correcta y formal directora dela Clínica GraceThompson, vestía ese día un traje negro de corte ejecutivo, siempre fiel a su estilo. Este a veces variaba de color, negro o marrón, y solía combinarlo con blusas de color blanco, beige o azul. Sí, era repetitivo, pero era su estilo. A veces, como hoy, sustituía el clásico pantalón por una falda, pero no gustaba de muchas más variaciones en su indumentaria.

En este momentola Sra. Plummerse ajustaba la chaqueta y la falda mientras charlaba telefónicamente conla Dra. Prichard.

- Sí, puedo volverle a dar de nuevo esas pastillas tan fuertes, pero creo que realmente necesita que la vea para poder comenzar un tratamiento. Creo que si bajase a mi consulta yo podría ayudarla y rebajar, en gran medida, la tensión de su cuello.

- Sabe que no me gusta, ni deseo, mezclarme con el personal médico ni con los pacientes. Mi trabajo es estrictamente administrativo y puedo llevarlo a cabo desde mi oficina. – había un ligero temblor en la voz de la directora.

- Lo sé, Sra.  Plummer, pero no tiene de que preocuparse. Todos los pacientes están correctamente tratados y los más peligrosos debidamente confinados. Aunque si le asusta bajar… - dejo la frase sin acabar a propósito.

- No estoy asustada. Simplemente no me gusta el ambiente, eso es todo. – su voz dejaba translucir el temor que sentía.

- Tiene miedo. Vale. Si no baja no sé si podré seguir autorizándole esa medicación. Deberé seguir el reglamento al pie de la letra, como a usted le gusta. Ya he registrado sus problemas de stress y la administración de las pastillas.

- ¿Problemas de stress, registro? ¿Quién la ha autorizado a redactar semejante cosa? ¡No quiero que quede constancia escrita de lo que estoy tomando!

- Lo sé, Sra. Plummer, pero yo solo estoy siguiendo las reglas y recomendaciones del centro. ¿Por qué no trata de bajar? Si lo desea puedo esperarla en el vestíbulo y llevarla de la mano para que se sienta más segura. ¿De acuerdo? –la Dra.sonaba conciliadora.

- ¡No! ¡Escúcheme usted! No soy ninguna niña pequeña. Yo dirijo este establecimiento y creo necesario recordarle cual es su lugar aquí. Ya hemos tenido nuestros encontronazos antes y la única razón por la que usted está aquí es que estaba disponible para sustituir al Dr. Vance mientras se recupera de su súbita enfermedad, nada más.

- Perdóneme. Lo siento mucho Sra. Plummer. –La Dra. Prichardfalseo su voz para que sonase como una disculpa – Sólo trataba de hacerla sentir cómoda. Le emitiré otra receta si quiere, pero debo registrarlo.

- ¡Ni lo pienses! Yo decidiré lo que debe hacer. Voy a bajar a verla.

- ¡Estupendo! Estoy segura de que realmente puedo ayudarla. Y le prometo que no registraré ni el tratamiento ni ninguno de sus problemas. ¿De acuerdo?

- Um… sí… bien, vale. ¿Su oferta sigue en pie? ¿Me acompañará a su consulta? – su voz parecía la de un ratoncillo desvalido. Tenía miedo en su propia clínica.

- Sí, por supuesto, no se preocupe por nada. Me haré cargo de usted, Sra. Plummer.

Ambas colgaron sus respectivos teléfonos.

*****

Como había prometido,la Dra. Prichardla esperaba en el vestíbulo de la clínica con las tarjetas de seguridad ya preparadas. Le tendió la mano ala Sra Plummer, pero ésta la rechazó diciendo avergonzada:

- No creo que sea realmente necesario, ya soy mayorcita.

                - ¿Seguro? Este lugar puede ser duro para alguien que no esté acostumbrado. No me importa cogerle la mano si lo desea. – la doctora Prichard siguió avergonzando un poco más a la directora.

- No, estoy bien. Vamos.

- Bien, como guste.

La doctora tuvo que volver a registrarse para poder entrar en el hospital y obligó ala Sra. Plummera hacerlo también. Se acercaron a la puerta yla Dra. Prichardla abrió entrando ambas. Debra estaba entusiasmada con la idea de llevar a la adorable directora de visita turística por su institución.

- Normalmente le obligaría a colocarse una bata de laboratorio para transitar los pasillos, pero hoy no será necesario ya que usted viene como paciente. – dijo con una sonrisa traviesa.

- No es como si viniese a un chequeo o algo parecido, sólo es un dolor de cuello. Dijola Sra. Plummertratando de reír.

- Por supuesto. No dejo de entender como el stress puede afectarla. A veces la mente nos juega malas pasadas y creemos que vamos a perder la cabeza. Debe ser realmente muy duro dirigir este centro y conseguir que los números cuadren siempre. Siempre olvidamos que la parte administrativa puede sufrir incluso más stress que nosotros. ¿No lo cree?

- Sí, ciertamente es así. –la Sra. Plummerse sobresaltó cuando pasaron por delante de una de las habitaciones abiertas. En ella, un hombre pretendía hablar a través de un inexistente teléfono móvil con su madre.

- Sí, es un caso extraño. Es sorprendente lo que la aflicción puede hacerle a una persona. Cree que su madre aun vive. Su madre murió en un accidente de tráfico y él era el conductor del coche. Una semana después del suceso su cordura se rompió y piensa que puede comunicarse con su madre a través del teléfono. Está tan mal que no necesita de un aparato real para hacerlo y pretende que lo hace a través de uno imaginario, o quizás él crea que es real.

- ¿Cómo se está tratando a ese pobre hombre?

- Le estamos administrando una medicación especialmente diseñada para disminuir su ansiedad y su trastorno obsesivo compulsivo, pero su acción aún es lenta. También participa frecuentemente en nustras sesiones de psicoterapia.

- Veo que las puertas de algunas habitaciones están abiertas y otras cerradas. ¿Hay algún motivo para ello?

- Debemos mantener recluidos a algunos de nuestros internos sobre todo porque pueden lesionarse a si mismos o a otros de nuestros pacientes. Déjeme mostrarle a esta. – La doctora empujo ala Sra. Plummerhacia una de las puertas y abrió un pequeño ventanuco para que mirase dentro. – Lleva así dos semanas. Hemos tenido que colocarle una camisa de fuerza y colocarle pañales. Se niega a acatar normas y a hacer sus necesidades en el baño o en un cubo. Ama los excrementos y extenderlos por el suelo. Hemos visto como se revuelca en ellos e, incluso, se los come. Creo que tiene algún tipo de fijación sexual con ellos. Fíjese como tiene lleno ya el pañal. – Empujó aun más la cara de la directora al cristal.La Sra. Plummerestaba mareándose. Podía ver como los excrementos goteaban por las piernas de la mujer al rebosar el pañal. – No quisiera usted acabar en un sitio como este, ¿verdad Sra. Plummer?

- ¡Oh, no!, no, c… ciertamente – dijo tratando de despejar su cabeza y aclarar la garganta.

- Sígame, vamos Sra. Plummer. No debe rezagarse.

Kim apareció corriendo por el pasillo. La habían acogido después de que sus padres hubiesen fallecido carbonizados en un accidente doméstico del cual ella fue la única superviviente. Tras la muerte de sus padres, Kim parecía necesitar mucho, mucho cariño. Tenía veintidós años, pero el accidente parecía haberla revertido a la infancia. Le encantaba abrazar y besar con frecuencia a todo aquel con quien se encontraba y respondía con grandes rabietas si no era correspondida.

- Quiere que le de un beso y un gran abrazo, Sra. Plummer – la joven no estaba del todo aseada y en sus labios había costras. No era lo que más le apetecía hacer ala Sra. Plummery trató de evitarlo.

- ¿Puedo darle sólo un abrazo? – sugirió Paula.

- No. Debe usted entender que esto es parte de su rehabilitación. Observe como extiende sus brazos hacia usted. Quiere un beso grande y bonito y un abrazo. – Ms. Plummer se revolvía en su falda. La doctora disfrutaba de este momento.

- ¡Dame un beso! ¡Dame un Beso! ¿Por qué no quieres darme un beso? – repetía gritando cada vez más alto la chica.

- Ya se lo advertí. Ya empieza con su berrinche. Cumpla de una vez y dele su beso.

- ¿No deberían tratarla para que no tuviese esa necesidad?

- Claro que lo haremos, pero por ahora responde más fácilmente de esta forma. Ahora abrácela y dele ya un beso en los labios. Puede hacerlo, Sra. Plummer, sea una buena chica y hágale el gusto. –la Dra. Prichardquería humillar aun más Paula.

- Yo… bien, muy bien, ven Kim. Dame un abrazo. – Ella lo hizo. Los brazos de la joven rodearon ala Sra. Plummery la apretaron sosteniéndola. Juntó los labios con los de Paula dejándolos allí mucho más tiempo de lo que, posiblemente, a la directora le hubiese gustado. Los brazos de la joven seguían apretándola y Paula intentaba con dificultad aflojar la presión. El beso se estaba convirtiendo en un beso húmedo.La Sra. Plummerpodía sentir las costras de la joven en sus propios labios y, por unos momentos, estuvo a punto de vomitar. Entonces, de repente, Kim se soltó y se alejó alegremente por donde había venido.La Dra. Prichardpudo comprobar lo visiblemente afectada que había quedadola Sra. Plummerpor el largo, cálido y húmedo beso.

- ¿Ve? Al final no ha sido tan malo y, encima, ha hecho una buena obra con una de nuestras pacientes. Realmente besa usted muy bien, ¿lo sabe? –La Dra. Pricharddisfrutaba de la incomodidad y vergüenza que reflejaba la cara de la directora.

- Ummm… sí… ¿Falta mucho todavía?

- No. Mi oficina está a la vuelta de la esquina, a no ser que usted quiera visitar a nuestra paciente estrella, Tara White. Está justo al final de ese pasillo. También tenemos muchas más habitaciones que explorar. – La doctora comenzó a caminar en dirección a su despacho.

- No, eso no será necesario. No deseo verla. – sentía como el miedo se hacía más fuerte en su interior.

- Ya veo. Bien. – dijo la doctora haciendo notar que sabía del miedo que atenazaba a su compañera. Ambas continuaron hacia su oficina.

Una vez allí,la Dra. Prichardordenó:

                - Bien, siéntese en la camilla y quítese la chaqueta y la blusa.

                - ¿Para qué?

                - Porque no puedo trabajar si se deja la ropa puesta. Quiero investigar y ver si doy con el origen del problema.

               La Sra. Plummerse quitó la chaqueta y comenzó a desabotonarse la blusa. Bajo ella llevaba un sencillo sujetador blanco de algodón.La Dra. Prichardla observaba con deleite. Paula conservaba aun una hermosa figura y la doctora disfrutó de cada instante del proceso.

- ¡Perfecto! Ahora el sujetador.

- ¿Cómo? ¿Para qué tengo que quitármelo? – preguntó sorprendida Paula.

- Porque puede imposibilitar que relaje la musculatura e impedir que de con el problema. La necesito bien relajada para poder trabajar. Así que haga lo que le digo y quítese el sujetador. – Debra se dirigió a la directora como si ésta fuese una niña pequeña.

La Sra. Plummerse desprendió del sujetador tal y como la doctora le había indicado dejando a la vista un par de hermosos senos.

- Muy bien. ¿Puedo tutearla Sra. Plummer? Lo digo porque esta visita no es oficial.

- Claro, ¿por qué no?

- Bien. Ahora sube las piernas a la camilla. Si lo prefieres puedes ponerte a horcajadas. Voy a colocarme colocarme detrás de ti y voy a trabajarte el cuello. En ocasiones un buen masaje puede ser una buena terapia para problemas como el tuyo. – La doctora se colocó tras la directora muy pegada a ella. Se sentía excitada como una niña ante un juguete nuevo. – Eso es, Paula, ahora apoya la cabeza sobre mi pecho.

La Sra. Plummerestaba empezando a sentirse avergonzada y bastante incómoda. Estaba comenzando a sentir algo extraño, algo que jmás antes había sentido. Estaba excitándose sexualmente ante los toques de Debra y no quería ni admitirlo ni que ella lo notase. Estaba haciendo un verdadero esfuerzo por contenerse, por permanecer impasible, pero Debra sabía lo que pasaba por la mente de la directora, así que, casualmente, como si se tratase de un accidente, también masajeo los pechos dela Sra. Plummer.

- Bien, ahora respira hondo mientras sigo trabajándote el cuello. ¡A ver si consigo aflojarte todos los músculos! Por cierto, ¿has meditado mi propuesta?

- No puedes estar hablando en serio… Oh, sí… que bien… ummm… de Tara White.

- Completamente. Ha hecho muchos progresos desde que ingreso aquí y creo que es una buena oportunidad de continuar nuestro trabajo terapéutico asignándole alguna tarea.

- Ohhhhh… sííí… pero los trabajos son solo para aquellos internos que están en proceso de reinserción. ¡Tara es una maniaca homicida!

- Eso era antes. Es una mujer inteligente. Puede pserte de gran ayuda en la oficina. Tienes necesidad de un auxiliar administrativo para aliviarte un poco el trabajo.

- Mi secretaria realiza un trabajo muy eficiente… oh… sí… justo ahí…

- Ya lo se, pero tu misma me has contado que está sobresaturada de trabajo.

- Seguro, ¿y qué pretendes que haga cuando Tara decida atacarme o cortarme el cuello?

- No te preocupes por eso. Ya te he hablado del dispositivo del collar. Si ella intenta acercarse a tu escritorio por sorpresa el collar la noquea. Incluso si estás trabajando en otro lugar tienes el anillo contigo. Apretando el botón que lleva también consigues el mismo efecto si trata de atacarte. Tiene muchas ganas de trabajar, de ser útil. Se aburre en su celda.

- No. Está completamente loca y me pone nerviosa. Nadie en su sano juicio lo autorizaría. ¡Fin de la historia!

- Ya veo. – La doctora Prichard se separó de Paula levantándose de la camilla.La Sra. Plummerla imitó y cogió sus ropas con la intención de vestirse. - ¿Dónde crees que vas?

- Pensé que ya habíamos terminado.

- No hemos acabado aún. Voy a ir a buscar una toalla caliente. Necesitas un tratamiento térmico.

- No creo que sea necesario. Mi cuello está mucho mejor ahora, gracias.

- ¿Estás tratando de decirme como hacer mi trabajo?

- No… yo no… por supuesto que no. – Paula parecía confundida.

- Vuelve a la camilla, eres mi paciente. – Debra sonrió y fue a otra habitación a buscar la toalla que tenía preparada.

Mientrasla Dra. Prichardpreparaba la toalla,la Sra. Plummerpasó dos dedos de su mano por su entrepierna. Estaba húmeda y no quería que la doctora se diese cuenta de ello. El masaje en el cuello y la espalda, acompañado por los ocasionales toques en sus pechos, habían secretamente excitado a Paula. Estaba a punto de alcanzar un orgasmo cuando Debra la dejó para ir a buscar la toalla y quería alcanzarlo antes de que ella volviese.

Paula no estaría masturbándose si supiese que el espejo del despacho de Paula era bidireccional que usaba en ocasiones para observar a sus pacientes mientras las enfermeras les administraban la medicación en la consulta. El espejo también estaba equipado con una cámara que le permitía filmarlo todo. En este momento Debra se encontraba estudiando detenidamente ala Sra. Plummery observaba encantada como ésta jugaba con su propio cuerpo. Luego decidió interrumpirla saliendo por sorpresa con la toalla.

- ¿Qué esta usted haciendo, Sra. Plummer? – dijo levantando la voz.

- Oh, yo solo… oh, nada… - empezó a decir Paula.

- ¿Seguro? A mi me pareció que estaba usted masturbándose.

- No… oh no… le aseguro que no… Estaba… bueno… estaba… sólo estaba colocándome bien las bragas. – buscaba las palabras sin saber muy bien que decir.

- Sí, ya veo. Una podría llegar a pensar que usted es algún tipo de pervertida sexual si hubiese estado masturbándose. Pero usted no tiene ese tipo de problemas, ¿no es cierto Sra. Plummer? –la Dra. Pricharddisfrutaba enormemente de la forma en que Paula enrojecía de vergüenza.

- No, por supuesto que no los tengo. – volvió a subirse a la camilla avergonzada.

- Eso es bueno, Paula, porque de lo contrario tendría que mantenerte aquí para una inspección. ¿Sabes lo que eso significaría para ti? – dijo Debre con su tono de voz más serio.

- No por favor Dra. Prichard. Sólo estaba colocándome las bragas… se lo juro. – la pobre mujer estaba aterrorizada.

- Espero que me estés contando la verdad. Esta institución no tolera ni pervertidos ni delincuentes sexuales entre sus trabajadores y algo como eso podría costarte el puesto. – La doctora seguía metiendo el dedo en la llaga.

- Lo entiendo, y no Dra. Prichard. Le juro que no soy una delincuente sexual. Créame, por favor. Se que parecía otra cosa… -la Sra. Plummercomenzaba a suplicar. Casí sentía ganas de llorar al ver comola Dra. Prichardiba rasgando su autoconfianza.

- Muy bien, te creo. Pero creo que tendré que vigilarte un poco más de cerca. – dijo mirando directamente a los asustados ojos de Paula haciéndole encogerse de vergüenza. – Vamos, déjame colocarte la toalla en el cuello.

- ¡Oh, sí… que bueno…! Aunque está un poco caliente.

- Como debe ser, Paula. Quiero que el calor penetre bien en tu cuello y ayude a aliviar y relajar la presión. – lo decía con su voz más seductora. Sabía que así Paula se humedecería aún más. A horcajadas sobre la camilla era visible la húmeda mancha que se formaba en la tela de sus bragas. Debra decidió que había llegado la hora de poner en marcha su plan.

- Hoy voy a ponerte una inyección en vez de hacerte tomar las pastillas. Con eso conseguiremos suavizar el problema y te sentirás mucho mejor durante unos días.

- ¿Qué tipo de inyección? – preguntó.

- Es sólo un antiinflamatorio. No suelo usar ese remedio con frecuencia, pero en tu caso puede ser de una gran ayuda. Vuelvo enseguida. – Otra vez volvió a salir de la consulta, pero no fue a buscar ningún antiinflamatorio. En su lugar cargó la jeringa con una potente droga hipnótica. Volvió a entrar con la jeringa preparada y dijo:

- Ok, dame tu brazo y relájate. – clavó la aguja en su brazo.

- Emmmm….

- Bien, ahora tomate un descanso y relájate. Quiero que intentes algo conmigo. Vas a fijar tu atención en mi brazo derecho y voy a elevarlo lentamente arriba y abajo. Quiero que hagas lo mismo con tu brazo izquierdo, que es desde donde se extiende el dolor hacia tu cuello. Vas a seguir mi dedos arriba y abajo. Debes hacer lo mismo que yo con tu brazo izquierdo y así intentaremos liberar la musculatura. ¿Lista Paula?

 - Sí – dijo en voz baja. Estaba comenzando a sentir los pesados efectos de la droga que le habían administrado.

- Buena chica. Ahora mírame fijamente, Paula. Mi brazo se eleva lentamente y vuelve a bajar muy despacio. Vuelve a subir lentamente. Repite conmigo.

- Sube lentamente y vuelve a bajar muy despacio.

- Eso es. Se eleva lentamente y vuelve a bajar muy despacio. Sigue manteniendo la mirada fija en mis dedos, Paula. Concentrate en mis dedos, como se elevan lentamente y vuelven a bajar muy despacio. Es curioso, pero cuando los miras fijamente comienzas a sentir cansancio. Quieres mantener tu vista en mis dedos que se elevan lentamente y vuelven a bajar muy despacio, pero cada vez te resulta más y más pesado hacerlo. Te sientes pesada, muy cansada, te estás durmiendo pero debes mantener tu vista fija en mis dedos que se elevan lentamente y vuelven a bajar muy despacio. ¿Lo sientes, Paula? – la relajación provocada por la inyección combinada con la voz lenta, melódica y sensual dela Dra. Prichardestaban produciendo el efecto deseado enla Sra. Plummer.Tenía muchas dificultades para mantenerse despierta.

- Lo sientes, ¿verdad Paula? Quieres dormir ahora. Contestame, paula.

- Sí, me gustaría dormir

- Mira mis dedos como se elevan lentamente y vuelven a bajar muy despacio. ¿Quieres que te permita dormir ahora, Paula?

- Sí.

- Pídeme que te permita dormir ahora, Paula.

- Por favor, déjame dormirme ahora.

- Muy bien Paula, si insistes. Ahora cierra tus ojos y duerme. Paula, duérmete para mi. Cada vez que cierres los ojos y duermas para mí serás capaz de seguir oyendo mi voz. De hecho, en unos instantes vas a abrir tus ojos pero permanecerás dormida, ¿me has entendido?

- Sí, he entendido.

- Buena chica. Vas a hacer todo lo que te diga. Cada orden será obedecida al pie de la letra. ¿Entendido?

- Sí, al pie de la letra, entendido.

- Voy a hacerte una serie de preguntas y vas acontestarlas todas. Voy a darte órdenes y tu las cumplirás todas. Ahora abre los ojos.

Paula Plummer abrió los ojos. Era capaz de ver y oir lo que pasaba a su alrededor, pero estaba sumida en un profundo trance. Su intimidad estaba a punto de ser invadida e invadida. En su despacho Paula era una mujer fuerte, segura y capaz de controlarlo todo, pero aquí, parecía solo una niñita indefensa a punto de descubrir un nuevo mundo. Paula había sido pillada con la guardia baja. Su mente estaba siendo abierta e iba a convertirse en la cosa que ella siempre había odiado: un juguete. Sólo que ahora iba a convertirse en el juguete no de un hombre, sino de una mujer. Una mujer impulsada por alienar los impulsos y necesidades sexuales ajenas. Una mujer cuyo único propósito en la vida era hacer aflorar los deseos sexuales más ocultos.

- Bueno, aquí estás Sra. Plummer, cómoda y sexy. Realmente antes no te estabas ajustando las bragas, ¿no es cierto?

- No, no lo hacía.

- Dime, Sra. Plummer, ¿Qué estabas haciendo antes con tus dedos?

- Me estaba masturbando.

- Ya veo, tocándote como una niña traviesa. Parece que tenemos aquí a una pervertida sexual. ¿no crees?

- Sí Dra. Prichard.

- ¿Sí qué, Sra. Plummer?

- Sí, soy una pervertida sexual, Dra. Prichard.

- Mira al espejo mientras contestas a mis preguntas, Paula. Ahora. ¿Con qué estabas jugando, Sra. Plummer?

- Estaba jugando con mi vagina.

- No, estabas jugando con tu húmedo y caliente coñito. Contesta, ¿con qué estabas jugando?

- Estaba jugando con mi húmedo y caliente coñito.

- Tienes un coñito húmedo y caliente y creo que quieres enseñármelo, ¿verdad que sí?.

- Sí.

- Adelante, Sra. Plummer, muéstramelo. Quiero que te quites esas bragas. Hazlo para la doctora Prichard.

- Sí Dra. Prichard. – ella se desprendió de la prenda y la dejó sobre la camilla.

- Quiero que empieces a acariciarte como lo hacías antes, como la niña traviesa que eres. Necesitas frotarte el coñito, ¿no es cierto?

- Oh, sí, necesito frotarme el coñito – gimió Paula. Con un dedo comenzó a acariciarse su clítoris arriba y abajo, introduciendo ocasionalmente el corazón y el índice en su húmeda hendidura. Quería tener un orgasmo. Necesitaba un orgasmo.

- Eso es, acarícialo para mí. Está tan húmedo y caliente. Te encanta hacerlo. Adoras masturbarte. No puedes parar de hacerlo. Desde este momento vas a sentir que eres una pervertida sexual. Vas a sentirlo con tanta frecuencia que vas a verte obligada a buscar ayuda en tu propia clínica. Vas a necestitar un tratamiento porque de lo contrario perderías tu trabajo. ¿No es cierto Sra. Plummer?

- Sí, debo someterme a tratamiento sino quiero perder mi trabajo – dijo casi sollozando.

- Y tú no deseas perder tu trabajo.

- No, por favor Dra. Prichard, no diga nada de ello. ¡No quiero perder mi trabajo! – Paula se encontraba ya completamente rota.

- Muy bien, Paula, será nuestro pequeño secreto. Sólo debes recordar que desde ahora eres mi paciente y deberás hacer todo lo que yo te diga para superar esa desagradable perversión tuya.

- Sí, doctora.

- Recuerda, eres una reprimida puta pervertida, ¿verdad Sra. Plummer?

- Sí, solo soy una reprimida puta pervertida… ohhhhh… sííí… mmmm… - seguía jugando con sus labios vaginales.

- Dime lo que eres. Di “yo, Paula Plummer, soy una reprimida puta pervertida”

- Yo, Paula Plummer, soy una reprimida puta pervertida.

- Continúa acariciándote el coñito, Paula, acaricia tu húmedo y caliente coñito para mí. ¿Te gustan mis tetas Paula? – la doctora se abrió la blusa y se desprendió del sujetador, dejándolas libres para Paula. Se las colocó frente a sus ojos.

- Sí, me encantan sus tetas Dra. Prichard.

- Sabía que te gustarían. Creo que ya te habías fijado en ellas antes de que empezases a tocarte. Eres una puta, ¿no es cierto? Estás siempre en tu despacho haciéndole ver a todo el mundo lo mucho que trabajas cuando, en secreto, sólo eres una putilla pervertida que etá constantemente acariciándose el coño, ¿no es verdad, Sra. Plummer? –La  Dra. Prichardsembraba estos pensamientos en la mente de la directora. La estaba excitando y programando al mismo tiempo.

- Sí, soy una putilla pervertida que se acaricia el coño todo el tiempo.

- Sí, te gusta jugar a escondidas con tu coño todo el tiempo. Y continuarás haciéndolo. De hecho no podrás quitártelo de la cabeza, y pensarás todo el día en acariciarte en todo momento a partir de ahora. ¿De acuerdo?

- Sí, pensaré en ello todo el día.

- Bien. Te sentirás una ninfómana desde ahora y me necesitarás. Me necesitarás mucho… ¡Vaya, Sra. Plummer, eres una reprimida puta pervertida! ¡Realmente necesitarías ser internarte tú misma, ¿no es cierto?

- Sí.

- Sí, sientes deseos de ingresarte a ti misma en la clínica que diriges, ¿correcto?

- Sí, siento deseos de ingresarme a mi misma en la clínica que dirijo.

- Buena chica, pero ya nos ocuparemos de eso más adelante. Ahora voy a acercarme a ti y vas a chuparme los pezones. ¿Vas a ser una niña buena para mí? ¿verdad que vas a hacerlo, Sra. Plummer?

- Sí, seré una niña buena y le chuparé los pezones.

La Dra. Prichardse sentó en la camilla y la atrajo hacia su pecho. Paula comenzó a lamerlos, besarlos y mordisquearlos ávidamente. Cogiéndola de nuevo de la cabeza le dio un profundo beso introduciéndole profundamente la lengua en su boca. Ambas lenguas se tocaron y acabaron enroscándose la una en la otra. Debra metió dos dedos en su húmedo sexo y, sacándolos, los llevó a la boca de Paula meténdolos y sacándolos una y otra vez. Cada vez que lo hacía le ordenaba a Paula “Chúpalos”, y Paula los chupaba con placer. Saboreaba con entusiasmo el jugo que Debra ponía en su boca. Era como si estuviese deleitándose con una sexy piruleta. Cada vez que colocaba los dedos en la boca de Paula, se llevaba los de la otra mano a su coño. Decidió pasar entonces a lamer arriba y abajo los senos de Paula, su cuello y espalda.

Debra la agarró del pelo mientras la seguía acariciando. Jugó con él y después tiró de él hacia atrás. Sujetó a Paula por la barbilla haciéndole levantar la cabeza. Mordisqueó sus labios con inesperada ternura. Luego volvió a deslizar su lengua arriba y abajo por el cuello dela Sra. Plummer.Lo repitió una vez más e invitó a Paula aque hiciese lo mismo con ella.  “Observa e imítame” decía Debra. Sus coños entraron en contacto y comenzaron a deslizarse uno contra otro arriba y abajo. Cada roce provocaba un gemido, y cada gemido producía un orgasmo. Ambas mujeres cada vez se entrelazaban más y más hasta parecer fundirse una con la otra. El acto sexual cada vez era más frenático, cada vez más fuerte, más y más caliente.

La Dra. Prichardtumbó a Paula en la camilla y se sentó a horcajadas sobre su cara, envolviendo su cabeza con sus muslos. Frotaba su coño contra la cara de la directora hasta que ésta comenzó a llenarse de la humedad que fluía de la doctora.La Dra. Prichardcontinuaba follando cada vez más fuerte la cara de Paula hasta que alcanzó el clímax corriéndose en múltiples orgasmos en el interior de la boca de Paula.

La Sra. Plummerapretó sus labios al coño de la doctora y sorbió con ansias los jugos que de allí manaban hasta que no quedó nada. Paula también se había corrido con los dedos de la doctora mientras ésta le follaba la boca. Ambas mujeres estaban exhaustas, sudorosas.

Debra se incorporó y sacó los dedos que tenía en el coño de Paula.

- Chupa, quiero que limpies bien mis dedos, putilla. Chupa todos mis jugos y mírame el coño mientras lo haces. Quiero que te fijes en mi coño y que lo adores a partir de ahora, Paula.  No podrás hacer nada por evitarlo y muy dentro de ti sentirás la imperiosa necesidad de adorarlo y masturbarte cuando nadie te vea. ¿Verdad que vas a adorar mi coñito Paula?

- Sí… lo adoraré. – Paula volvió a envolver los dedos dela Dra. Prichardcon sus labios, lamiéndolos como si de pequeñas y jugosas pollas se tratasen. Los sorbía y chupaba como si estuviese haciendo una mamada, pero sin apartar los ojos del coño de Debra. Sus ansías estaban saciadas de momento, perola Dra. Prichardhabía colocado una semilla, la semilla de eterna insatisfacción.

- Vístete y acuestate en la camilla. – ordenóla Dra. Prichard.– Quiero que mires como mi brazo y mis dedos se elevan lentamente y vuelven a bajar muy despacio.

El movimiento del brazo comenzó de nuevo.

- Cada vez que alguien eleve lentamente el brazo y los dedos lentamente y los vuelva a bajar muy despacio entrarás en un profundo trance. Seguirás mirando como el brazo y los dedos suben y bajan lentamente durante unos instantes y luego caerás en un prpfundo trance y dormirás. Recuerda, cuando el brazo se eleve lentamente y vuelva a bajar muy despacio.

- Sí… cuando el brazo comienze a elevarse lentamente y vuelva a bajar muy despacio - comenzó a decir antes de entrar en trance y cerrar los ojos.

- Así se hace, Sra. Plummer, sólo cierra los ojos y escucha mi voz.  No recordarás nada de lo que ha sucedido hoy aquí más allá del hecho de que tu cuello ha mejorado sensiblemete y que te he atendido adecuadamente. Sin embargo, recordarás todas las sugerencias que te he hecho: la necesidad de masturbarte cuando estás a solas pensando en cuanto adoras mi coño. Pensarás que eres una pervertida sexual y que sólo yo puedo ayudarte. Sólo yo puedo asegurarte tu puesto en la clínica. Esos pensamientos te los guardarás para ti misma. Eso hará que te sientas nerviosa y tensa, pero te los guardarás para ti misma. Te los guardarás para ti misma a excepción de la necesidad de recibir tratamiento por mi parte, ya que soy la única que conozco tu perverso secretillo. No sabrás porque ahora tienes tendencias llésbicas, pero vas a darte cuenta de que realmente eres lesbiana.

- Ahora, tengo una nueva orden para ti. Te gusta la idea de que Tara White trabaje en tu oficina.  De hecho deseas y necesitas que lo haga. La idea cada vez toma más fuerza en tu mente y no vas a posponerla mucho tiempo más. Vas a permitir a Tara White trabajar en tu oficina. ¿Qué es lo que tienes que hacer?

- Permitiré a Tara White trabajar en mi oficina

- Buena chica. Ahora quiero que duermas durante un rato y que cuando despiertes te encuentres relajada y nuy animada. Despuésde unas cuantas horas de sentirte tan maravillosamente bien, comenzarás a manifestar tisis los anhelos que te he dicho. Recordarás repugnantes perversiones sexuales y comenzarás a masturbarte.  Tendrás la imperiosa necesidad de complacerte. ¿Has entendido?

- Sí, he entendido.

- Muy bien, ahora duermete un ratito.

- Sí.

- Eso es, mi pequeña mascota.

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