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La Doctora en la jaula IX

en Dominación

Este relato es una versión en español del relato  “Doctored into a cage” escrito por Jackpot y aparecido en la página BDSM Library en noviembre del 2008. Por su temática, me pareció interesante traducirlo y compartirlo con ustedes. No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran.

 

 

 

IX

 

 

 

- Ella ya está en la esquina.

- ¡Al fin!, se ha decidido. Dame tus pensamientos.

- Tenías razón, es exquisita. Demasiado bonita para trabajar mis calles.

- En gran medida está bajo mi control. Haría casi cualquier cosa por los sentimientos de lujuria que tiene hacia mí. Recuerda Shana, tenemos que estar en sintonía en el momento adecuado. Ve a buscar a Eduardo antes de que ella se meta en problemas en esa esquina.

- ¿Seguro que quieres que él sea el primero? Ya tiene setenta y dos años.

- Cierto, pero su pollón mide al menos doce pulgadas.

- Sííí, ese chico blanco sabe follar.

- Exacto, ahora sigue mis órdenes.

- Sí, pero recuerda, después podre jugar un ratito con esa perra.

- Ok, no te preocupes por eso.

- ¿Y con cuantos clientes la pongo?

- ¿Cuántos?

- Estoy segura de que cuando haga correr la voz podemos llegar a treinta o cuarenta.

- No, son muchos, dale sólo veinte. Sólo busca engañar a su marido, no te olvides.

- Como quieras, Tara.

Era una esquina muy sucia, con papeles volando por todos lados. Si la sordidez pudiese rezumar, seguro que lo haría por entre las grietas del hormigón. Incluso la basura depositada en el callejón parecía más atractiva que los residuos que llegaban rodando hasta sus pies. No era lugar para una psiquiatra, era lugar para una prostituta.La Dra. Forbesparecía estar viviendo en un sueño. No sabía por que estaba allí y tardó en tomar la decisión, pero al final había acudido a la dirección que Tara le dio. Constantemente sus pensamientos iban y venían a su marido. Lo había dejado para estar allí, en aquella esquina, como una prostituta callejera. Sin que supiera por qué, su excitación crecía por momentos, cada vez estaba más y más húmeda. El viento se metía debajo de su estrecha minifalda negra. Llevaba un top rojo brillante,  medias de rejilla y unos zapatos de tacón demasiado alto. Con un pequeño bolso colgado de su mano apoyada en la cadera como una puta de verdad, esperaba a su primer cliente. Se sentía como una perra en celo, una puta a la caza, cualquier cosa menos una dama. De repente un coche se detuvo ante ella. El conductor bajó la ventanilla y dijo:

- ¿Cuánto?

- Yo… bueno, ¿Cuánto sueles pagar? – preguntó como haría una novata.

- Diez por una mamada y cincuenta dependiendo de que más me des.

- Ya veo.

- ¿Ya ves, Madam? ¿Y no te das cuenta de que yo podría ser un poli? – sus ojos no se aprtaban del top rojo.

- Um… sí… desde luego… - ella se sonrojó sin saber aun porqué estaba allí.

- Nunca hables del pago de forma tan directa. Sólo las perras estúpidas lo hacen. – se pasó el dedo por el bigote.

- Perdóname. ¿Puedo preguntarte algo?

- Vale, adelante.

- Pareces un poco… bueno… un poco mayor. ¿Está bien de salud, Señor?

- Definitivamente eres nueva en la calle, ¿verdad Madam?

- ¿Tanto se nota, uhmm?

- Resulta evidente. No se puede decir que has sido follada hasta que no has tenido dentro de ti el monstruo de Eduardo, querida.

- Ya veo, es sólo que… bueno, nunca antes lo he hecho con alguien de tu edad.

- Entonces todavía no has vivido. Vamos, sube al coche.

- No estoy segura de querer hacerlo. – Se estaba poniendo nerviosa y la idea de der marcha atrás se dibujaba claramente en su mente.

- A una belleza tan adorable como tú no debería faltarle nada en la vida – sus palabras parecían educadas y honestas.

- Bueno, soy novata como dijiste, así que no quiero decepcionarte. – su curiosidad había vuelto.

- Eres injusta contigo misma. Todas las mujeres tienen unas necesidades básicas que deben ser satisfechas. Sólo tengo que enseñar mi miembro para que todas saquen la zorra que llevan dentro. – parecía demasiado confiado al hablar.

- Todavía puedo irme si quiero – habló como una joven colegiala.

- Por supuesto, querida, pero una vez mis grandes manos estén por todas partes, en tus tetas y en tus dulces pezones, dudo que quieras volverte atrás, especialmente si mi enorme polla está frotándose contra tu cuerpo. ¡Entra en el coche, puta! – Esas palabras produjeron efecto enla Dra. Forbesque comenzó a mojarse. Con piernas temblorosas se metió en el coche. Se dirigieron a un sórdido motel próximo, él la ayudo a bajarse del coche y la llevó al motel agarrándola por su codo derecho. Melody se sentía guiada, casi a cámara lenta, hacia sus ansiados deseos de lujuria, y sin embargo, su mente no le pertenecía, pertenecía a una mujer llamada Tara White, la mujer que controlaba su mente y su cuerpo. Recordó aquella vez que le habló de engañaría a su marido. Ya lo había hecho, manteniendo relaciones lésbicas y ahora iba a dar este paso.

Se la hacía extraño. Iba a tener relaciones sexuales con un hombre que podría ser su padre.La Dra. Forbesestaba a punto de renunciar a toda su inteligencia y sentido común para ser una puta y descubrir los placeres de la sumisión.

- Dame la habitación de siempre, Margaret. – pidió Eduardo.

- Muy bien, señor. – dijo en tono familiar la huesuda chica de recepción. Parecía demasiado joven para trabajar tras la mesa de un establecimiento de ese tipo. Los acompaño a una habitación que, obviamente, necesitaba un buen remodelado. La suciedad manchaba las paredes que pedían a gritos una mano de pintura. Eduardo fue enseguida hacia la cama y le pidió a Melody que se situase en frente de él.

- No querida, así no. Vas a hacerlo muy despacio. Quiero que imagines que eres una bailarina de barra (pole dancer) y te muevas con la música. Acaríciate el cuerpo con tus manos, arriba y abajo, despacio, dejándolas después en las caderas… eso es, buena chica.

Eduardo la miraba con sus penetrantes ojos. No había música en la habitación pero Melody podía sentir como el ritmo aparecía en su cabeza, una mezcla de saxofón y batería que sonaba persistente en su cabeza. Sus movimientos se tornaron lentos, Eduardo la iba guiando.

- Despacio, cielo, sobre tus tetas. Quiero que te las acaricies por sobre el top y que te las juntes… Ponlas al alcance de mis manos y de mi cara… Estrújalas como la putilla que siempre has querido ser. – él comenzó a acariciarse el miembro por encima de sus pantalones. Se adivinaba enorme y duro. Melody estaba empapada y poco a poco comenzó a acariciarse sus labios vaginales bajo su estrecha falda.

- No te toques el coño. Llévate los dedos a la boca. Quiero que chupes tus propios jugos y los saborees. – Obedeció y se llevó dos dedos a la boca, lamiéndolos como si de dos pequeñas pollas se tratasen. Saboreó sus propios fluidos y le gustó el sabor. En lo más profundo de su mente se asombró de lo lejos que había llegado. Ella sólo buscaba resolver un puzle y, con suerte, ayudar a una mente enferma, pero ahora toda su formación, su profesión, carecía de sentido. Sus deseos la habían perdido. Ni siquiera se preocupaba por ayudar a Tara, sólo quería seguir y obedecer cada uno de los enfermos pensamientos de Tara.La Dra. Forbesse había convertido en una marioneta y Tara era la reina titiritera.

Melody continuaba acariciándose para el anciano y extraño, pero a pesar de todo sexy, caballero. Él parecía saber más sobre sexo que su marido. Ella había tenido un orgasmo sin que él siquiera la tocase. Sus palabras hicieron que pensase en Tim. Su marido jamás había logrado nada igual. Eduardo era viejo pero experimentado y su polla estaba empezando a penetrar en su mente viéndolo allí sentado, como si tuviese un pepino entre sus piernas. Melody gemía con cada movimiento, dejando que el deseo penetrase más y más en su cuerpo.

- Ven aquí, puta. Súbete a la cama y arrodíllate con las piernas bien abiertas en frente de mí. Quiero que sientas mi polla. Frótala por sobre mis pantalones, siente lo dura que está. Es grande y larga. ¿Tu marido tiene una como la mía o es como la de un mariquita que trata de compalcerte sin conseguirlo? – Más que una pregunta parecía una afirmación. Ella se sorprendió de que él supiese que estaba casada, pero se acordó que no se había quitado el anillo de boda. Intentó quitárselo.

- No, no te lo quites Dra. Forbes. – ordenó tajante.

- ¿Cómo sabes tanto sobre mí?

- He sido informado, doctora. La señorita Shana me lo ha contado todo. Quiero que te dejes puesto el anillo como un recordatorio constante de que estás traicionando a tu marido. Sí, mírate. Eres una mujer elegante y culta. No te falta dinero y, sin embargo, aquí estás, puteándote a ti misma en la calle sólo por cambiar de aires. Es una situación muy humillante. Para el caso eres más inteligente que la mayoría de los hombres y mujeres que conozco, pero en esta situación no eres más que una baratija y mucho más estúpida que cualquier otra puta callejera.  Vas a ser controlada por gente muy inferior a ti y a tus educadas maneras. Van a dominarte y a degradarte y los amarás por ello, ¿verdad puta?

- Emmmmm… sííí… - gemía y continuaba jugando con su propio cuerpo – pero, ¿quién es Shana?

- Pronto la conocerás. Será tu chulo. Tiene sólo diecinueve años y le traspasé el negocio cuando cumplió los dieciocho. Ahora ven aquí y desabrocha mis pantalones. Quiero que saques mi polla, que la cojas con las manos y la mires bien. Quiero que la mires y la adores. Quiero que en tu mente empieces a suplicar por ella.

Melody bajó la cremallera de los pantalones de Eduardo y liberó la polla más grande que jamás había visto. Empezó a rodearla con sus dedos y comenzó a bombearla muy despacio. Le ordenó lamer desde la base hasta la punta. Era enorme y estaba tremendamente dura. Esa polla la estaba hipnotizando.

- Ahora dime mi sucia Dra. Putita, ¿tiene la polla de tu marido este aspecto o es la de un maricón? – Vio como los ojos de ella seguían clavados en su miembro. Su voz parecía diferente. Era como si Tara hubiese tomado el control de los pensamientos de Eduardo. “¿Era Tara? ¿lo habría poseído?” pensó ella.

- Mmmmmm… ohhhh… mmmm… la de mi marido es mucho más pequeña, pero es un buen amante.

- Seguro, pero su polla comparada con la mía parece la de un mariquita, ¿verdad?

- Mmmmm… sí… sí que lo parece… - estaba empezando a chupar y lamer cada vez más fuerte.

- Dímelo puta, ¿qué parece la polla de tu marido?

Melody escupió las palabras.

- Elelrlemph… Parec.. emmmmm… parece la polla de un mariquita… oh, la polla de mi marido es la polla de un mariquita… - gimió disfrutando de la nueva polla que había encontrado.

A Eduardo le encantó esa muestra de sumisión. Ardiendo de deseo le arrancó la blusa y el sujetador. Ambos senos cayeron directamente a sus manos. Los frotó y los apretó, los lamió y chupó. Su lengua jugaba alrededor de sus pezones y acabó por morderlos y tirar de ellos con los dientes. Melody estaba a punto de lograr otro orgasmo.

- Ponte a horcajadas sobre mi polla y métetela hasta el fondo de tu coño. Quiero que tu agujero sólo desee mi largo y gordo pollón. No usas protección. Me pregunto si la píldora te ayudará o no? ¿Te estás tomando la píldora, puta?

- Ohhhhhh… ummmm… no… ya no la tomo… - ella saltó sobre su tronco y se deslizó sobre él dejando que la penetrase profundamente. Era como dejarse caer sobre la polla perfecta. Era larga, dura y la penetraba profundamente. Oleadas y oleadas de dureza presionaban sobre su carne.La Dra. Forbesse iba abriendo. La polla de Eduardo era una serpiente viva que la hacía temblar y vibrar. La absorbía poco a poco y se sintió a gusto, pensaba que siempre debería tenerla allí, en movimiento, en el interior de su cuerpo. Fantaseaba con la idea de que ese tronco la atravesase de parte a parte y acabase saliendo por su boca. Las imágenes se sucedían sin descanso en su mente mientras el miembro de Eduardo se acomodaba en el interior de Melody.

La Dra. Forbeslo montó y cabalgó. Se sentía una vaquera salvaje e indómita en un rodeo montando un toro. Cada vez se movía más rápido, más fuerte, empalándose aún más profundamente, siempre arriba y abajo sobre el pollón, una vez tras otra. Eduardo tenía un gran autocontrol. Cada vez que estaba a punto de correrse se retiraba un poco hacia atrás logrando aguantar para otro embate. Melody estaba sudando. Se había corrido ya varias veces y cada vez que pensaba que Eduardo también lo iba a hacer, éste comenzaba a follarla de nuevo. Su cuerpo brillaba por el sudor y empezó a suplicarle a Eduardo que se corriese ya.

- Ohhhh… por favor… por favor… córrete dentro de mí. No puedo seguir más… Necesito que te corras ya… por favor… córrete ya…

- Vale Coño, suplícame que lo haga, suplícame que eyacule en tu puto agujero… suplícame. – otra vez su voz sonaba como la de Tara.

- Oh, sííí… emmm… fóllame duro… por favor, córrete muy dentro mío… lo necesito… necesito que me llenes de tu corrida… lléname con tu semen caliente… necesito que mi cuerpo rebose de tu jugo cálido… lléname… ¡Oh, Dios!... Eduardo, me estás rompiendo el coño… Más adentro… fóllame… oh, sííí… más, más… fóllame duro… lo necesito ya…

- Dime que te follo más profundamente de lo que jamás ha hecho tu marido.

- Ohhh… me follas… me follas más profundamente de lo que jamás ha hecho mi marido… por favor, por favor… más adentro Eduardo…  fóllame bien el agujero del coño.

- Sí, ahora no eres nada más que un agujero de coño, ¿verdad? – empezó a soltar su cálida carga muy dentro del cuerpo de Melody.

- Mmmmm… joder…. Síííí… no soy más que un agujero de coño… ohhh… sííí… no pares ahora… que rico… mmmm…

- Sí, mucho mejor que con la cosita de tu marido.

- Sí… mmmmm… muchísimo mejor. – se dejó caer sobre la cama momentáneamente satisfecha sintiendo como un agradable calor llenaba su cuerpo y alcanzaba su alma. Justo en ese momento alguien abrió la puerta de la habitación y entró. Era una mujer vestida con una minifalda de cuero negro, largas medias negras y un liguero. Completaba su atuendo una altas botas de tacón, también negras y una corta camiseta dorada sin mangas. Un montón de joyas de oro realzaban el rico tono negro de su piel. Sus labios eran gruesos y oscuros y sus ojos grandes y marrones. La mujer echó un vistazo a la cama y sacó una foto con su teléfono móvil.La Dra. Forbestrató rápidamente de cubrirse.

- ¡Estate quieta, perra! – dijo la mujer. – Eddy, has hecho un gran trabajo como siempre. La has abierto bien abierta. Estará perfecta para lo que queda de noche. – Eduardo se levantó listo para irse. Melody lo fue a imitar pero la mujer le ordenó que permaneciera en la cama.

- No, no. Tú no, agujero de coño.

- ¿Quién eres tú?

- Mi nombre es Shana y ahora eres de mi propiedad. Vuelve a poner tu blanco culito en la cama, ¿lo harás perra? – Sacó una navaja y la doctora se dejó caer en la cama acurrucándose.

- Pero… pero si no puedes tener más de dieciséis años.

- Puta estúpida. Cumplí diecinueve hace unos meses. Llevo en las calles desde los catorce. Conozco más trucos de los que tú, en tu remilgado mundo, puedas imaginar. Ahora sonríé para mí. Una sonrisa bien grande. Quiero una bonita foto para Internet. ¡He dicho que sonrías, puta! – dijo colocando la hoja de la navaja en el bajo vientre de Melody. La doctora rápidamente puso su mejor sonrisa.

- Perfecto – dijo sentándose a horcajadas sobre el pecho de Melody. Cogió el cuchillo y lo colocó entre el nacimiento del pecho de Melody, junto a su garganta de tal forma que el propio peso del cuchillo hacía que se le clavase

- No… no… no me hagas daño.

- Por supuesto que te haré daño, bebecita. Eres débil, no eres más que una debilucha. Haz un falso movimiento y te rajo. No te muevas demasiado o conseguirás otro coño. – Le agarró por las mejillas con la mano que tenía libre apretándoselas muy fuerte, dejando impresa la roja marca de sus dedos. Luego empezó a bajar la mano sobre el pecho de la doctora, lentamente, haciendo lo mismo también con el cuchillo. El filo del arma dejó algunas marcas en el cuerpo de Melody. Cada vez que usaba el cuchillo lo hacía más lentamente y dejando marcas aún mayores que aumentaba el dolor que sentía Melody. Finalmente, con un estilo lento y laborioso, metió el cuchillo en el fondo de su ombligo. La doctora sudaba de miedo mientras el peso de la cuchilla hacía que esta se hundiese cada vez más en el ombligo, haciendo que el dolor fuese cada vez más fuerte. Shana seguía dejando que el cuchillo se hundiera y Melody comenzó a gritar de dolor.

- Por favor… para… duele mucho… eweee, por favor… para ya…

- A ver si lo entiendes, pedazo de mierda blanca, ahora trabajas para mí y estaré orgullosa de chulear tu culo blanco en estas calles.

- No necesitas ser racista. Puedo ayudarte… eeehhhhhh… - Shana dejó caer el cuchillo sobre el ombligó haciendo que la sangre brotase de una pequeña herida. Luego tapó con la mano la boca y la nariz dela Dra. Forbesimpidiéndole tomar aire.

- ¡Cierra la puta boca! ¡Eres mía! – dijo. – Los blancos nos han estado maltratando durante toda la historia. No tienes ningún derecho de mierda a no ser que te lo ganes. Me importa una mierda si eras o no médico. Ahora eres mi perra y, entiéndelo bien, ahora trabajas para mí. Follarás cuando y con quien yo te diga. Vas a trabajar como una puta guarra todo el día y toda la noche si a mi me parece. No me importa que tu profesión esté bien pagada. Ahora tienes un trabajo nuevo y eventualmente saldrás de tu cómoda y agradable posición para trabajar como prostituta mal pagada. Ahora me darás algunas respuestas o te sigo rajando. – retiró la mano de la boca y nariz de Melody  y esperó a quela Dra. Forbeshablara.

- Sí, Shana. -  gimió con delicada voz. Shana pellizcó sus pezones.

- Dirás sí, Srta. Shana. Habla con propiedad a tus superiores.

- Oww… oww… sí, Srta. Shana. – Melody se frotó las tetas después de que Shana le quitase las manos de encima.

- Voy a hacerte algunas preguntas y vas a responderme de la manera correcta, ¿verdad puta?

- Sí señorita Shana.

- ¿Quién es tu jefe?

- Usted, Srta. Shana.

- ¿Cuál es tu trabajo?

- Aparte de ser psiquiatra yo…

- ¡Alto ahí! – cortó Shana. – tus días como doctora han acabado y es sólo cuestión de tiempo de que nos encarguemos de que los olvides. Ahora eres una prostituta. Repito la pregunta, ¿cuál es tu trabajo?

- Yo… umm… yo soy una prostituta. – contestó Melody sintiéndose totalmente destruida.

- Así no, perra. En voz alta y con orgullo. Este teléfono tiene cámara de video. Lo estoy grabando todo.

- Yo soy… yo soy una prostituta.

- Muy bien, buena chica. Ahora vete a ese armario y ponte las ropas que encuentres allí. Vuelvete a poner el sujetador y las bragas.

Lentamente Melody se dirigió hacia el armario y se sorprendió al encontrar un bonito traje ejecutivo dentro. Se giró hacia Shana asombrada.

- Pero estas ropas son como las que suelo llevar a trabajar. ¿Cómo sabe mi talla?

- He sido bien instruida, Dra. Melody Forbes, o debería decir “señorita-aspirante-a-buena-samaritana” – Shana tenía un brillo extraño en la mirada… algo que ya había visto un par de veces en los ojos de Tara White. ¿también estaría poseída por ella?, pensó.

- Como ves, quiero que estés muy bien vestida para las fotos que colgaremos en la web. Es increíble lo que pueden hacer los teléfonos móviles hoy en día. Mira directamente a la cámara y dile a todo el mundo lo que eres. Espera, tengo una idea mejor. Una vez que estés vestida dirás: “hola, soyla Dra. MelodyForbes y soy una prostituta”. Pon una alegre sonrisa a juego con tus finas ropas. Queremos que todos sepan que es una gran médico. Entonces te quitas la ropa y te quedarás en bragas y sujetador mientras dices que quieres dedicarte a la prostitución y hacerme ganar mucho dinero. Voy a mandar este material a mi e-mail y, si eres buena chica, quizás no lo cuelgue en mi web “Las Putas de Shana”. Será como en esos anuncios de antes y después. ¿A que será divertido?. –La Dra. Forbesse puso a llorar como colofón a su total hundimiento.

- Vamos, arréglate el rímel, perra. Mis chicas no lloran. Cuando termines de vestirte nos pondremos en marcha. Tengo veinticinco tíos haciendo cola para joderte esta noche, pero no sabes cobrar, cielo; yo ya me ocuparé de eso. Cien cada uno, y puesto que aun sigues siendo una doctora, haré un buen negocio contigo esta noche pues todo el dinero será para mí. Más adelante ya llegaremos a un acuerdo cuando dejes tu actual trabajo. Ahora prepárate para tu segundo trabajito de hoy. Tres tios a la vez, puta. Espera un momento. Dame ese anillo. - Melody se quitó su anillo de casada y lo puso en la palma abierta de Shana.

- ¿De quién es el anillo ahora, perra?

- Suyo Srta. Shana. Ahora es su anillo.

- Bien, gracias querida. ¡Ahora a trabajar!

 

 

 

*****

 

 

 

La Sra. Stoneseguía inquieta las idas y venidas los intervalos de asfixia conteniendo la respiración. Apenas tuvo tiempo de recuperar la respiración antes de que los dedos, que hacía un momento habían salido, volviesen a ocupar su garganta. La maniobra la había hecho vomitar ya varias veces y ahora sólo le producía arcadas, aún así había mejorado el reflejo yla Dra. Prichardpodía ya meter más profundamente los dedos en la garganta.

- ¿Ves querida? Mucho mejor. Hace unos días no hubiese podido llegar tan adentro. – de nuevo sacó sus dedos.

- No por favor… más dedos no… necesito un descanso… más no, por favor. ¿Dónde está mi hija?

- No te preocupes por ella. Está muy bien atendida.

- No quiero estar aquí. – dijo frenética. – En el fondo no creo que le preocupe mi bien.

- Entonces no haber firmado tan alegremente los formularios de admisión. Sólo estoy tratando de ayudarte. Por el momento he terminado contigo, no tendrás más reflejo de vómito y estoy segura que ya podrás cumplir todas esas necesidades sexuales tuyas reprimidas. –La Dra. Prichardsonrió.

- Ya le dije que no tengo problemas sexuales. No puede retenerme aquí. Quiero llamar a mi marido.

- Ah, pero como ves, no puedes querida. Yo soy tu psiquiatra y se lo que es mejor para ti. Tú marido llama a diario desde que estás aquí. ¿Por qué debemos pasar por esto todos los días?

- Pe… pe… pero el dijo que iba a llamar todos los días para ver como estábamos.

- Y lo hace. Así que he dado instrucciones a mi personal para decirle que tu hija y tú aún no están preparadas para las visitas, y que ya se le comunicaremos cuando llegue el momento. Aunque podrían pasar meses. – La sonrisa de la doctora era malvada.

- ¡Mala perra, déjeme salir de aquí! ¡No firme para esto! – los nervios estaban agotando ala Sra. Stone.

- Estás atada a la pared así que puedo acceder a las áreas de tu cuerpo que yo desee. Ahora abre bien esa boquita como una niña buena. – La obligó a aceptar en la boca un dildo de seis pulgadas y se lo hizo chupar. Empujó más y más profundo en su garganta.La Sra. Stonecomenzó de nuevo a asfixiarse. - ¡Vamos, vamos! Lo estabas haciendo mucho mejor hace unos minutos. ¿Quizás es demasiado grande para ti ahora? Es mucho más largo que los dedos, pero vas a tener que tragártelo todo. Cuanto antes aprendas antes podemos pasar al de ocho pulgadas. ¡Venga, a chupar!

- Mmrrrrrppphhhh… ggggggrrrrrghghg… eememm… pare… pare esta pesadilla… no pue… no puedo… ggggrrrrhhhhllll… más. – Ala Sra. Stonese le hacía cada vez más difícil alojar las seis pulgadas de polla de caucho. Empezó a babear por todas partes como un perro ante un hueso. Debbie lo dejó en la boca y comenzó a trabajar el sexo de Janet con sus dedos. Quería que se humedeciese tanto como su boca. Cuando Janet escupió el consolador al suelo, la doctora simplemente lo volvió a recoger y lo dirigió de nuevo hacia su boca.

- ¡No escupas! Ahora vamos a tener que empezar de nuevo. ¡Vamos, Sra. Stone!, humedece bien esta polla para mí. – y el proceso se repitió de nuevo, una y otra vez.La Dra. Prichardquería atender a un nuevo paciente y quería tener la boca de Janet bien preparada lo antes posible. Lo que Janet no sabía es que el nuevo paciente era alguien muy querido y cercano a ella.

 

 

 

*****

 

 

 

- ¡Vamos Coño! ¡Más rápido! Vete de polla en polla, es como un círculo. Shana quiere que te llenen todos los agujeros, pero antes tienes que ponerlas bien duras. ¡Vamos, espabila!

- Mrppphhh… voy… mmmm… emmmm… elll… - dando vueltas y vueltas, como sila Dra. Forbesfuese las manecillas de un reloj, llevaba trabajándose a esas pollas más de veinte minutos, haciendo todo lo posible por mantener excitados a estos tres hermanos que habían pagado cien dólares cada uno por tener la oportunidad de tirársela.

- ¡Ponlas bien duras, puta! Mis hermanos hace tiempo que no han disfrutado de un buen pedazo de carne.

- ¿Qué edad tienen esos dos? – preguntó y recibió como respuesta una bofetada en la cara. Luego le volvió a poner la cara sobre su polla.

- Escucha Coño, hablas demasiado. A tu culo no debe preocuparle la edad de mis hermanos. Sus pollas son más que suficientes para llenarte tu jodida boca.

- Síí… mmmm… no quería decir nada. – Pero en verdad Melody si que lo hacía. Los dos muchachos no parecían tener más de dieciséis o diecisiete años a lo sumo y ella se sentía culpable, muy culpable. Sus planes de autodegradación no incluían a menores, pero aquí estaba, mamándoles ávidamente la polla, raspando sus manos y rodillas contra el alfombrado piso dando vueltas y vueltas tratando de seguir el ritmo. Hacía tiempo que ya había dejado de marearse. Casí se había desmayado dos veces sólo para que una bofetada la hiciese volver a su trabajo y cumplir con su deber. Esta erala Dra. MelodyForbes, una marioneta actuando como un trozo de carne para algunos jóvenes. Ni toda su educación, su formación como psiquiatra habían podido salvarla de sus propias y egoístas necesidades eróticas. Había sido follada por una extraña psicópata y ahora la estaban humillando tres jóvenes adolescentes. Mientras iba mamando de polla en polla, empezó a masturbarse con los dedos y se sintió inmersa en una especie de hipnótica niebla. Las enormes y duras pollas que se iban alternando en su boca empezaban a aparecer desdibujadas, su mente parecía sentir la presencia de un indefinido vacío, un vacío que le impedía pensar. Todas sus emociones, sus sentimientos se aplicaron a su actual desempeño. Se había convertido en una verdadera puta en todos los sentidos de la palabra. Cada vez que uno de los adolescentes gritaba, ella aumentaba el ritmo como si no pudiese soportar el hecho de que se sintiesen decepcionados. Necesitaba complacerlos para obtener ella misma su placer. Melody entonces lo vio claro. No solo parecía una puta, sino que se esforzaba en ser la puta que todos querían que fuera.

Finalmente las puso tan duras como para llevárselos a la cama. Dos de los muchachos se colocaron en la cabecera de la cama y empujaron profundamente sus polla en la boca dela Dra. Forbes.El mayor le separó las piernas y le hundió la polla en su coño. Cada vez que una de las dos pollas de su boca empujaba hacia adelante, la otra salía de ella para volver a entrar cuando la otra se retiraba. Uno de los adolescentes no pudo aguantar mucho y el semen empezó a brotar de la punta de su miembro. Se corrió en la boca de Melody, en su cara y en el pelo. Era una corrida enorme, potente, larga como sólo la de un joven puede ser.

- Recuerden, ella dijo los tres agujeros. Jimmy, me he corrido en el coño, tú puedes hacerlo en su culo. Espero que mi hermano te la meta bien profundo y duro, jodida puta. – dio una palmada en sus nalgas y su polla se puso otra vez dura. Empezó a masturbarse.

- Ohhhhhh… sííí… te lo juro… fóllame bien hondo… Por favor, fóllame fuerte y rápido. – El más joven comenzó a joder a Melody con movimientos rápidos y profundos. Se sentía llena con esa polla de ocho pulgadas en su interior y no podía pensar más que en disfrutar del caliente torrente a punto de ser disparado en su culo. Empezó a gritar cuando llegó al clímax.

- Ohhhhhhhh… jódeme… sííí… así… oh sí, sí, sí… más fuerte, sííí… Ehhhh… ehhhhh… ohhhhhhhhh… eeeeeeeemmmmm… - siguió gritando rítmicamente. El chico seguía con sus movimientos hasta que finalmente eyaculó en el fondo de su culo. – Ohhhhhhhhhhhh Dios…. Síííí… oh así se folla… que polvo tan caliente… emmmmmmm.

- ¿Han follado bien hondo y fuerte los chicos a esta mamá cachonda? – preguntó el mayor de ellos.

- Emmmmm… ¿Cómo sabes que estoy casada?

- Shana nos enseñó el anillo que le diste antes de venir aquí. También nos dijo que eras médico. No habíamos encontrado nunca antes a una bonita doctora que quisiera follar con nosotros.

De repente las lágrimas llenaron sus ojos. Había tenido otro orgasmo y aun quedaban más de veinte hombres pendientes de follársela. La mención del anillo la había devuelto a la realidad. Tenía dos niñas y un marido maravilloso. Su vida tenía un sentido. Era una profesional que tomaba decisiones racionales y perfectas y, sin embargo, en esta última decisión no había racionalidad en absoluto. Era pura pasión, pura necesidad básica. Había revertido a un estado primitivo. La cuidadosa, astuta y exitosa psiquiatra se había convertido en prostituta… y quería más. Incluso a través de todas sus lágrimas, de su sentido de culpabilidad, se sentía más viva que nunca. Era como si hubiese abandonado su mente y su cuerpo hubiese tomado el control de todas sus acciones, pero la mente se alimenta del cuerpo, incluso del que está enfermo.

La Dra.Forbes apenas pudo tomarse un respiro antes de que llegase su siguiente servicio. Era un hombre de tamaño gigante. Le pidió que se quedase en la cama.

- Me gustaría que te tocases un rato mientras me preparo. – dijo mientras se sacaba la polla de los pantalones. No era una polla grande, y después de lo que Melody había visto hasta ahora, casi le entraron ganas de reír, pero se mordió la lengua y comenzó a frotarse las tetas emitiendo falsos gemidos para el gigante de polla corta. La noche apenas había comenzado y el futuro de su propia mente seguía siendo frágil en el mejor de los casos.

 

 

 

*****

 

 

 

- Hola. – contestó al teléfono

- Hola, Dr. Vance. – la voz sensual había regresado.

- Mi mujer está bien. Fuiste tú todo el tiempo.

- Tu esposa es patética. ¿Sabías que se masturba para mí un buen rato al teléfono? Creo que está tan eferma como tú, doctor.

- Nadie está enfermo aquí salvo tú, Tara.

- Jajaja… - rió. – no te pongas celoso ahora, recuerda que tu tienes realmente sólo una cosita y no es justo que ella se contente con lo poco que le da mi pequeño mariconcito.

- No soy marica.

- La gente no lo verá de esa forma cuando te vean atado como un cerdito para mí, ¿o lo has olvidado?

- ¿Por qué no puedes dejarnos a mi esposa y amí en paz de una vez?

- Vuestros culos me pertenecen. Si deseas tener la mínima oportunidad de librarte de mí será mejor que te sientes y escuches el sonido de mi voz como siempre lo haces, - ella hizo una pausa – pero no ahora, no es el mejor momento. Apuesto a que tu pequeña cosita quiere prestarme atención incluso ahora mientras hablamos.

Su silencio le dijo a ella todo lo que esta necesitaba oír.

- ¿Por qué no eres un niño bueno y sacas esa patética cosita que llamas polla y empiezas a masturbarte igual que hace tu mujer para mí.

- ¿No puedes entender que esto ya se ha acabado? Ya no trabajo ahí. Eres malvada. No quiero volver a soñar contigo jamás.

- Ahora escuchame tú bien, hombrecito. Vas a volver a soñar de nuevo conmigo ¿está claro?

- Lo sabes.

- Bien, sigue adelante. No dudes ahora.

- Yo… sí… lo haré.

- ¿Sorprendido?

- ¿Por qué me sigues diciendo que me mantenga alejado de mi mujer?

- Porque eso es exactamente lo que vas a hacer.

- ¡No podré hacer tal cosa!

- Oh, pero lo harás. Tengo el plan perfecto para ello.

- No voy a destruir a mi esposa.

- Vas a destruir a tu esposa y a ti mismo si es necesario también. No querrás que esas jugosas cosas tuyas y las fotos salgan a la luz y seas incapaz de escapar de la humillación pública. Así que ¿ahora vas a hacer exactamente lo que te diga o necesitas que te haga una prueba de lo que te puede pasar? – otra vez se hizo un tenso silencio. – Tomaré eso como un sí.

Tara respiró profundamente a través del teléfono.

- ¿Por qué no haces las cosas fáciles para ti? ¿Por qué no sacas tu patética cosita y te corres para mí mientras yo te digo como vamos a destruir a tu esposa? – Ella pudo oir como él bajaba la cremallera de sus pantalones. Su voz siempre prendía fuego en la mente de él. Una vez más su voz lo había cautivado y hundido profundamente en la sumisión una vez más. – Buen chico, ahora tu esposa va a ingresar por su propia mano en la clínica y yo te diré como.

 

 

 

*****

 

 

 

- Mucho mejor ahora, mírate. Te dije que podías mejorar. Tienes las diez pulgadas bien adentro de tu garganta e incluso puedes tragar con eso ahí. -  frotó la garganta dela Sra.Stonepara probarlo y ella tragó de nuevo. – Fíjate, no vomitas. ¡Qué niña tan buena! Y las niñas buenas tienen su recompensa, ¿no crees?

- Errrrllllleeemmmm… Síírrrrr… - murmuróla Sra.Stonecon el enorme consolador en su boca. Estaba exhausta.La Dra.Prichardle dio un golpecito en la mejilla.

- Aunque no te vayas a dormir en los laureles, Sra. Stone. Ahora, para demostrarte que no soy despiadada, voy a renunciar a trabajar con el dildo de doce pulgadas por este otro de diez. Voy a sujetarte este bien a la cabeza con estas correas. – sacó el antiguo dildo de la boca de Janet para sustituirlo por el nuevo asegurándoselo bien con las correas. – Así, ahora sabes para que servía el entrenamiento. Hubieses sido incapaz de mantenerlo tan adentro sin mi ayuda.

Debbie sonrió de forma petulante.

- ¡Celadores!, ya pueden venir. – gritó la doctora y cuatro fornidos hombres entraron a la celda. – Vas a entender el porqué me gustan las camas bien altas en las habitaciones. Señores, llevénsela a la cama y asegúrenla bien.

Esas palabras bastaron para sacar a Janet de su ensimismamiento rápidamente. Los cuatro hombres la levantaron y la llevaron a la cama en volandas. Dos de ellos la sujetaban mientras los otros dos la ataban con cuerdas. Las manos quedaron aseguradas arriba mientras las piernas abajo bien abiertas.

Una vez atada,La Dra. Prichardcogió unas tijeras y fue cortando el vestido de Janet hasta dejarla completamente desnuda. De forma premeditada se acariciaba los pechos haciendo que los pezones se le pusiesen erectos. Continuó envolviendo en cuerdas la barriga, muslos y tobillos de su víctima. Completó el trabajo añadiendo otro consolador, con una base en su extremo final, en el interior del coño de Janet asegurándolo también con más correas.

- Esto hará que te sientas un poco incómoda y claustrofóbica, pero es lo que hay. Los muchachos te dejarán ahora debajo de la cama, boca abajo, y pasarás una agradable y tranquila velada allí, bueno, no tan tranquila. Lo mejor lo dejaremos para más adelante. Voy a dejar que las sábanas queden colgando para que nadie pueda ver que estás ahí. –La Sra. Stoneempezó a gimotear. Estaba tratando de decirle que parase.

- Nnnnnnnnnoooo… ppppooorrr…. Ffffffaaaaavvvvoooor… mmmmmmmmrrrrrrggg…

- No trates de hablar, cielo. No puedes con eso apretado tan fuerte en la boca. Si intentas gritar más tarde, cuando una de nuestras pacientes como recompensa se esté tirando a tu hija encima de este colchón, vivirás para lamentarlo. Creo que necesitas relajarte así que, porque no intentas moverte arriba y abajo sobre el dildo que te he metido. Veo que no te gusta la idea de que oir a tu hija follando con otra mujer en tu cama, pero confía en mi. A Laura le va a encantar. Vamos señores, pónganla en su sitio.

Los hombres obedecieron yla Sra. Stonenotó como su propio peso hacía que el dildo penetrase en ella, como si ella lo estuviese montando.

- Así. – dijola Dra. Prichardasomándose debajo de la cama. – Pienso que te dejaré media hora o así para que pienses en todo esto. Después traeré aquí a Laura. Espero que te sientas bien húmeda entonces.

Apagó las luces y la oscuridad se hizo cargo de la sala.

 

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