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Stripclub Bimbos

en Control Mental

Hola de nuevo queridos lectores. Tras una prolongada ausencia debida a motivos laborales (cosa que, en el fondo, agradezco tras una larga temporada desempleado), traigo una nueva tradudcción. Esta vez cambio de autor y el cuento traducido "Stripclub Bimbos" pertenece a N. Trance. No puedo desciros donde se publicó originalmente pues he perdido la dirección web y no recuerdo desde donde lo descargué. No es un relato de una gran calidad literaria, pero la manera en que describe el proceso de bimboficación de la protagonista me pareció bastante excitante. Espero que lo disfruteis.

Beth, mi mejor amiga, era una joven periodista freelance con mucho talento. Se dedicaba a reportajes de investigación, a sacar trapos sucios la mayor parte del tiempo. Para su último trabajo había decidido visitar unos de los ruinosos clubs de striptease del Soho del cual había oído que, de alguna forma, estaba en secreto relacionado con una corporación multinacional gigante. Ambas cosas no le cuadraban. ¿Por qué una multinacional valorada en varios millones de libras perdería dinero en un cutre club enmarcado con luces de neón? Beth estaba dispuesta a hacerse pasar por una bailarina novata con el fin de descubrir cuál era la conexión entre ambos hechos. “Este podría ser el reportaje de mi vida”, me dijo la noche antes de entrar.

De eso hacía ya dos semanas. No he sabido nada de ella desde entonces. Se suponía que debía haber entregado sus notas hace tres días y se suponía que debía ponerse en contacto conmigo si pensaba que estaba en cualquier tipo de apuro. Pero no tenía ninguna noticia de ella. Nada. Ni siquiera me quedaba la opción de llamar a cualquiera de los diarios para los que trabajaba, pues Beth era freelance y solo contactaba con ellos cuando había completado sus reportajes. Este trabajo era algo que no había comentado ni planeado con nadie más. Por lo que sabía, la única persona que estaba al tanto de todo era yo.

Y entonces, la semana pasada escuché a Richard, un amigo común, decir algo desconcertante. Había visto a una mujer que, según sus palabras, “podía haber sido el doble de Beth”. Según me dijo, esa mujer estaba de pie fuera de uno de los stripclubs del Soho, vistiendo unas medias de rejilla, una minifalda muy corta y un minúsculo top intentando atraerlo hacia el interior del local. Realmente él no creía que aquella mujer fuese Beth. Sólo pensaba que se parecían increíblemente. Pensó que era una especie de chiste y quiso decírselo a Beth, pero no contestó a ninguno de los mensajes que dejó en su contestador.

Al principio pensé “Bueno, seguro que ha encontrado algo y quiere sumergirse en ello. Ya sabes, averiguar todo lo que pueda sobre lo que haya descubierto y tal vez no podía permitir que Richard la identificase, en caso de que fuera ella”. Pero cuanto más pensaba en ello, más me preocupaba. Si ese fuese el caso y hubiese realmente descubierto algún oscuro secreto, ¿por qué iba a intentar que Richard, un viejo amigo, entrase al club? Seguramente ella hubiese deseado alejarlo todo lo posible de ese lugar.

Pasé toda la noche en vela pensando en Beth y por la mañana me había convencido a mi misma de que algo le había sucedido a mi amiga. Supuse que debían haber descubierto que era una periodista y que la debían estar chantajeando o amenazando violentamente para mantenerla trabajando para ellos y así poder tenerla vigilada.

Debería haber llamado a la policía, pero tenían la reputación de tratar a las mujeres que trabajaban en aquellos sitios como trozos de carne que se habían buscado lo que les pasase. Así que después de mucho darle vueltas al asunto, decidí ir yo misma en su busca. No quería hacerlo, pero no podía pensar en otra cosa. Me puse un abrigo de piel largo y me maquillé exageradamente para, seguidamente, llamar un taxi. Yo no era periodista, así que no encontrarían nada en mí con lo que poder chantajearme. Tenía que encontrar con que amenazaban a Beth y luego llevar todas las pruebas a la policía. Solo deseaba sacar a mi amiga de aquel sórdido ambiente.

Cuando llegué allí no era Beth la que estaba en la puerta. Era una rubia tonta de mirada vacía sentada un taburete, con las piernas cruzadas, con el objetivo de que su minifalda no dejase nada a la imaginación.

Le conté que estaba buscando trabajo. Su expresión se mantuvo tan vacua como antes mientras se llevaba a sus labios de color helado de fresa una boquilla de fumar color marfil. Señalándome la puerta, me dijo que preguntase por Gloria.

Bajé con cuidado las oscuras escaleras y me acerqué bamboleante hacia la barra donde le pregunté a la camarera por Gloria. La chica, que tenía la misma sonrisa vacía que la mujer de la puerta no hizo nada por preguntarme el por qué la buscaba, simplemente desapareció tras una cortina y regresó momentos después, poniendo morritos y colocándose el pelo ante un espejo, diciéndome que Gloria me recibiría en unos instantes y que, mientras esperaba, podía tomar cualquier bebida que desease, que invitaba la casa.

Normalmente no bebo, pero estaba muy nerviosa. Nunca antes había hecho nada igual, así que un trago no me hará mal, pensé. Algo para calmar los nervios. Realmente no podía creer lo nerviosa que estaba. Este lugar era tan lúgubre y de tan mal gusto… y todas las chicas parecían estar tan aburridas. Aburridas o drogadas, que para el caso venía a ser lo mismo. Pedí finalmente un vodka con limón.

Eché un vistazo a mí alrededor con la esperanza de encontrar a Beth, pero no parecía estar a la vista. De hecho, todo parecía estar bastante tranquilo y solo se veía a un jugador solitario sentado en una mesa de la esquina mirando fijamente un colgante que pendía de una cadena ceñida a la cintura de una muchacha, balanceándose rítmicamente delante de su bien recortado sexo. Incluso él parecía aburrido.

Gloria apareció pasados unos cinco minutos.

- He oído que buscas trabajo. – me dijo.

- Sí, es cierto.

- Bien, tendré que echarte un vistazo. No puedo ver nada con ese abrigo.

- ¡Oh, sí! ¡Lo siento! – dije un poco desconcertada por sus bruscas maneras y me quité el abrigo.

Gloria me examinó de arriba abajo.

- Quizás… Aunque creo que tendremos que ponerte algo menos formal antes de que pueda hacerme una idea definitiva. Acaba tu bebida y acompáñame a los vestuarios. Estoy segura de que seremos capaces de encontrar algo apropiado para ti.

- ¡Claro! – dije sin pensar bien lo que decía.

Gloria debía de rondar los cuarenta años. Era una mujer delgada, dura, e imaginé que debía ser una stripper retirada. Lo supuse por la forma provocativa y vulgar que tenía de vestir. Seguramente era la forma en que este podrido y oscuro negocio te marcaba.

- ¿Cuáles son tus medidas?

- ¿Perdón? – pregunté terminando mi vodka.

- Tetas, cintura y cadera. – respondió bruscamente

No me gustó que me hablase con el tono con el que hablaba a aquellas bimbos estúpidas, pero tuve que recordarme a mi misma que estaba aquí para encontrar a Beth y que no podía hacer nada que me descubriese… y para ella, aunque en realidad no lo fuese, era una de sus chicas después de todo.

- 90B-70-90 – respondí.

- Bastante bien.

Se dio la vuelta y salió del bar. Me apresuré detrás de ella.

Mientras subíamos otra serie de desvencijadas escaleras sentí que mi andar se hizo ligeramente titubeante y tuve que sujetarme al pasamano. No estaba acostumbrada a usar tacones altos.

- Aquí estamos. – dijo ella abriendo la puerta del frío, húmedo y asfixiante vestidor.

Casi se me desencaja la mandíbula de la sorpresa. Beth estaba dando los últimos toques a sus labios rojo brillante, poniendo morritos ante el espejo y ahuecando su esponjoso cabello largo.

- Esta es Madeleine. – dijo Gloria.

- Hola Madeleine. – dije tratando de no descubrirme.

- Encantada de conocerte. – dijo Beth con un tono de voz muy femenino. – Llámame Maddie. No te doy la mano por que mis uñas aun se están secando.

- Soy Gemma. – le dije. Beth no daba señales de reconocerme. Al menos no delante de Gloria. Era la primera vez que veía a Beth en una investigación y tuve que admitir que era una actriz brillante.

- Maddie, quiero que arregles a Gemma y le des algo de ropa. Lo de siempre, barato, provocativo y vulgar. Y Maddie, quiero que esta tarde salgas a trabajar en la puerta, así que ponte algo que llame la atención sobre esas grandes y bonitas tetas tuyas, ¿vale?

- Sí, Sta. Stone. – dijo Beth con una tonta sonrisa.

Quedé impresionada. Entonces, una vez más, me sentí tambalear, pero esta vez estaba en pie y tuve que sujetarme del respaldo de una silla para no caer. “Deben ser los nervios”, pensé. Lo que si estaba claro era que el vodka había embotado la ansiedad que sentía cuando llegué a este lugar.

- Te veo abajo. – dijo Gloria cerrando la puerta al salir.

Esperé a oír cómo se alejaban sus pasos antes de dirigirme de nuevo a Beth.

- ¿Esto es algún tipo de actuación, Beth? – susurré. - ¿Qué haces aún aquí? He estado muy preocupada.

- ¿Beth? ¿Quién es Beth? – preguntó sonriendo distraídamente.

- ¿Qué? ¡Vamos, Beth! ¡Que soy yo, Gemma! No voy a dejarte aquí.

- Lo siento, no sé de qué me estás hablando. Ahora vamos a ver qué es lo que podemos encontrar aquí para ti, ¿vale cielo? – Beth se levantó, contoneándose sobre sus altos tacones de quince centímetros, y se acercó a un estante de ropas baratas que colgaban de un riel en una esquina de la habitación.

- Beth, deja de actuar ya... Oh, ya entiendo. – dije en voz baja. - ¿hay aquí micrófonos ocultos? – pregunté mirando a mi alrededor.

- ¿De qué hablas, cariño? – dijo Beth hablando a un volumen normal. - ¿Micrófonos?

Y fue entonces cuando me di cuenta de todo. Cuando se levantó y la luz le dio en pleno rostro. Sus ojos. Ella no actuaba. Sus ojos estaban tan vacios como los de las demás chicas.

Sentí que mis piernas fallaban. Era Beth, pero no lo era… Aquellos ojos… No era la misma Beth la que me miraba. No había en aquella mirada nada de la interesante e inquisitiva inteligencia que solía animar su rostro… Solo esa mirada plácida y vacía, solo aquella sonrisa suave que me dirigía mientras caminaba a lo largo del riel de ropa interior vulgar buscando algo provocativo para mí. Le habían hecho algo. Quizás drogado…

Me sentí físicamente mal…

Y de pronto me acordé del vodka que me tomé abajo y caí en la cuenta de que me había empezado a sentir titubeante desde que terminé mi copa. Mi corazón latía con fuerza. Tenía que salir antes de que hiciesen lo mismo conmigo.

Me giré y caminé hacia la puerta, sintiéndome mareada pero tratando desesperadamente de concentrarme y en esforzarme en colocar un pie delante del otro.

- ¿A dónde vas, Gemma? Todavía no estás vestida. – dijo Beth. – No puedes irte de esa manera.

Su voz de niña me asustó ahora que sabía que no estaba actuando, ahora que sabía que habían lavado su cerebro de alguna manera. Giré el pomo de la puerta.

- Ahí fuera está oscuro. – dijo Beth. – No puedes salir así.

Y por alguna extraña razón me quedé helada. Tenía miedo. Estaba en un ambiente extraño. No sabía que camino tomar. Tenía miedo de la oscuridad. Incluso, si bajaba al bar, no estaba vestida apropiadamente. Me di la vuelta y caminé de nuevo hacia el centro de la habitación, donde me sentía más segura.

- ¿Qué tal esto? – dijo Beth sosteniendo un pequeño picardías de color rosa con liguero colgante.

- Beth, escúchame, soy yo, Gemma. ¿No me recuerdas? – le supliqué. – Viniste a este lugar buscando un reportaje, para sacar a la luz una gran historia… eres periodista. Recuerda… No has venido aquí para convertirte en una stripper. Beth, tienes que escucharme… algo muy raro está sucediendo aquí. Tenemos que salir. ¿Hay una puerta trasera? ¿Una salida de emergencias? ¿Algo?

- ¿De qué hablas? ¿Una periodista? ¿Estás borracha o algo así? No soy una periodista. Soy una stripper. Llevo años haciendo esto y soy de las mejores.

- Beth, tenemos que salir de aquí.

- Mira cielo, sea lo que sea que te pase, compártelo conmigo. Mi nombre es Maddie y soy una stripper. Mírame. ¡Por el amor de Dios! ¿Qué otra cosa puedo ser con un cuerpo como el mío?

Era cierto que Beth poseía un gran cuerpo. Siempre lo tuvo. Realmente era muy voluptuosa. De hecho, a Beth le solía molestar que consiguiera más atención por su figura que por su trabajo académico. Por ello, siempre usaba ropa holgada para disimular sus curvas.

- Vamos a ver, ¿por qué demonios iba yo querer escapar? Este es el lugar más maravilloso del mundo. Siempre he querido ser stripper. Desde que era niña jugaba a disfrazarme con la ropa de mi madre. Bueno, ya sé que este no es el lugar más lujoso del mundo y por eso las chicas hemos acordado no cobrar. Estamos donando nuestros sueldos a La Organización. Queremos ayudar en todo lo que podamos.

- Beth, tienes una licenciatura, un máster en periodismo. Estás hablando como una bimbo cabezahueca.

- ¡Oh, no seas cruel! – dijo ella algo herida.

Entonces, otra ola me golpeó, casi haciéndome flotar sobre mis pies. Una cálida oleada de placer una sensación de escalofriante hormigueo recorrió mi espalda y se apoderó de mi coño. Esto se estaba volviendo cada vez más extraño. Tuve que admitir finalmente que aquella era Beth.

Había cambiado casi más allá de todo reconocimiento. Quería salir de allí, pero, como ya había dicho, estaba en territorio enemigo. No sabía que camino tomar y sentía como una cuestión práctica como esa iba drenando mi confianza.

Luego, otra ola me golpeó. Como si hubiese sido penetrada, me estremecí de placer. Me sentía caliente y excitada y comencé a preguntarme por qué estaba tratando de luchar contra esas sensaciones tan maravillosas.

- Creo que esto te sentará bien, Gemma. – dijo Beth mostrándome un pequeño vestido de piel de leopardo muy escotado.

Lo cogí pasando mi mano por la suave y aterciopelada tela. Era tan agradable su tacto. Lo acerqué a mi cara y acaricié con él mi mejilla sintiendo como si recibiese un suave beso.

- Pruébatelo, Gemma. – dijo Gloria entrando de nuevo en la habitación. Ahora sonreía, aunque era una sonrisa petulante, burlona.

- Vale – contesté sonriendo y una nueva oleada de cálido hormigueo se apoderó de mí. Me sentí emocionada y sin aliento. Prácticamente me arranqué mis ropas con las prisas de tener ese vestido abrazando mi cuerpo.

- ¡Oh, sí, muy bonito, Gemma! – dijo Gloria. – Estás muy sexy. Te hace muy atractiva. ¿No crees Gemma?

Tuve que admitir que tenía razón.

- Creo que esta es sin duda tu verdadero yo, Gemma. Aquí te sientes relajada. Te sientes libre de expresar tu verdadero yo. Tu verdadero yo, Gemma. ¿Acaso no eres ahora la persona que has querido ser durante todos estos años? La mentira en la que has vivido solo ha servido para mantener contenta a tu familia y a tus amigos. Pero esto es lo que eres. Una zorra. La zorra a la que le encanta bailar música provocativa. La zorra a la que le gusta coquetear con los hombres, seducirlos y atraerlos al club para La Organización.

Gloria me sentó ante un espejo rodeado de bombillas y comenzó a maquillarme.

Quizás ella tuviese razón. Nunca me había sentido tan sexy como ahora. Tan caliente y cómoda. Tal vez ese era mi verdadero yo luchando por salir. Mi verdadero ser que había ocultado porque era demasiado tímida y estaba demasiado asustada para mostrarlo. La exhibicionista. La zorra.

Maddie, sonriéndome en el espejo, me bajó el top y me ciñó un corsé que estrechaba mi cintura y empujaba hacia arriba mis tetas. Era maravilloso. Realmente nunca me habían mimado tanto como ahora. Estaba en la gloria. Vi como mi rostro cambiaba ante el espejo mientras gloria me aplicaba más maquillaje. Labios de color rojo brillante, largas pestañas postizas, pinceladas de rímel negro, un perfilador de ojos negro y una sombre de ojos de color oro metálico. Me cardaron el pelo y me lo rociaron con laca hasta que alcanzó el doble de su volumen habitual. Parecía una puta. Y lo más importante, me sentía como una puta.

Cerré los ojos y me estiré. Permanecí así durante un buen rato. No podría decir cuánto. Me sentía como flotando en una nube. Sin embargo, me pareció oír como Gloria explicaba cómo iba a ser mi nueva vida en La Organización.

- A partir de ahora, Gemma, La Organización será lo más importante en tu vida. La Organización está por encima de tu familia, por encima de tus amigos y por encima de cualquier aspecto de tu antigua vida. La Organización lo es todo. Tú no eres nada. La Organización lo es todo. Tú no eres nada.

Noté como mis labios se movían repitiendo sus palabras.

- La Organización lo es todo. Yo no soy nada.

- No vas a usar el dinero nunca más, Gemma. Deseas que La Organización se quede con tu dinero. Quieres que la Organización se quede todas tus propinas. No eres nada. Solo existes para hacer dinero para tu amada Organización. El sentimiento más gratificante del mundo es el donar todas tus ganancias para el bien de La Organización. Eres una bimbo, Gemma. Eres una puta. Sabes que eres un ser humano inferior. No serías nada sin La Organización. Lo único de lo que has sido capaz en tu vida es de desnudarte en público y estás muy agradecida a La Organización por permitirte usar tu talento en su beneficio. La Organización lo es todo. Tú no eres nada.

La voz de Gloria pareció desaparecer, pero su mensaje ya se había grabado profundamente en mi mente.

- Está perfecta, ¿verdad? – oí decir a Maddie cuando por fin abrí los ojos.

Gloria se inclinó sobre mi hombro y habló con el putón reflejo del espejo.

- Sí que lo está, Maddie. Simplemente perfecta. Ella ya es una de las nuestras, ¿no es cierto, cielo?

El tono de Gloria denotaba superioridad y sonaba triunfante, pero ya no me pareció mal que me hablase así.

- Sí, Gloria. – Mi voz sonaba de alguna forma diferente, más suave, más melosa.

- Y creo que tienes una deuda pendiente con La Organización por sacar a la luz tu verdadero yo, ¿verdad cariño?

- ¡Oh, sí Gloria! Por supuesto. Lo siento, no lo había pensado. ¿Cómo he podido ser tan estúpida?

Gloria estaba en lo cierto. Si no hubiese sido por La Organización quizás nunca hubiese descubierto mi verdadero yo.

- Pues lo primero que vas a hacer es permitirnos cambiarte el nombre. La Organización bautiza con nuevos nombres a todos sus miembros. Te ayudará a sentir que perteneces a este lugar y te distanciará de tu horrible y solitario pasado, de tus crueles padres y de tu desgraciada infancia.

- Olvídate de tu antigua vida. – dijo Maddie. – Hace maravillas para aumentar tu confianza.

- A partir de hoy, querida, tu nombre será Felicity Lovelace, ¿entendido?

- Sí, Gloria.

- Llámame Sta. Stone, Felicity. Después de todo, soy tu jefa.

- Sí, por supuesto. Lo siento Sta. Stone.

- Está bien, tranquila. Eso sí, que no vuelva a suceder de nuevo o me veré obligada a llevarte a nuestra ala de castigo, donde las putas como ustedes que no cooperan se convierten en las perreras en sirvientas de nuestros perros guardianes.

- Sí, Sta. Stone, lo siento Sta. Stone.

- Eso está mucho mejor, Felicity. Ahora acompaña a Maddie a través de la barra hasta la puerta. Quiero ver trabajar vuestros culos ahí fuera para la organización. ¿Entendido?

- Sí, Sta. Stone, a la perfección.

- Y no olvides que el sentido de tu existencia es hacer dinero para La Organización y reclutar nuevos miembros. Así que si un hombre te ofrece dinero por follar debes sentirte más que feliz. De esa manera, La Organización hace más dinero y tú tienes más posibilidades de persuadirle para que se una a nosotros. ¿Entendido?

- Sí, Sta. Stone.

- Tenemos varios métodos para atraparlos. Drogas, hipnosis, mensajes subliminales… Pero es tu primer día y solo quiero que salgas ahí fuera con Maddie y me enseñes cuántos hombres puedes atraer con tu pura descerebrada determinación. Las chicas más experimentadas ya se harán cargo de sus mentes. Pero no te preocupes, ya tendrás tú también oportunidad de hacerlo. Tienes un montón de tiempo para formarte. A fin de cuentas, estarás aquí el resto de tu vida.

Asentí sumisamente con la cabeza. Estaba decidida a trabajar más duro que ninguna y reclutar más nuevos miembros que nadie. No quería que La Organización se debilitase. Y quería, sobre todo, recompensar a Gloria por la fe que había depositado en mí.

Maddie y yo nos apostamos en la puerta riendo en nuestros pequeños y provocativos trajes, haciendo arrullos a todos los hombres que paseaban delante de nosotras. Tras solo un par de minutos, atraje la atención de uno de ellos que se acercó a hablarme. Usando todas mis armas de mujer, por así decirlo, lo atraje hacia adentro del club, a pesar de que podía notar que él no estaba realmente seguro de querer hacerlo. Era maravilloso. Sabía que las chicas le convencerían para que se quedara. Sabía que no tardaría en ser parte de la organización. Y sabía que nada más importaba para mí.

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