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Total Transformation Salon & Spa

en Control Mental

Relato original de Tabitha Jones aparecido con el mismo título en la página "Erotic Mind Control". Espero disfruten de la traducción. El relato en sí no es muy bueno, pero me gustaba la situación en que se desarrollaba.

 

 

 

 

 

I

 

 

 

Christine había conseguido toda su fortuna “por la vía rápida”. Creciendo sin nada, consiguió casarse con el hombre adecuado y, cuando este murió, heredó su dinero. Pero junto con la fortuna heredó también el creerse, sin serlo, el genio financiero que su difunto marido había sido.

Desde siempre había sido una mujer muy materialista, tanto en la vida como en cuanto a las inversiones, siempre ávida de ganar más y más dinero. Por eso, cuando se encontró en su escritorio la oportunidad de invertir en la cadena “Total Transformation Salon & Spa”, se apresuró a concertar una reunión con la propietaria.

                Total Transformation había comenzado siendo un pequeño salón de belleza situado en las afueras de la ciudad. Este pequeño salón experimentó un repentino éxito que originó que se abriesen tres locales más a lo largo de toda la ciudad, cada uno de ellos más elegante que el anterior. La clientela era mayoritariamente femenina, pero a medida que el negocio y su fama crecían, el número de hombres que pasaban por sus puertas también aumentaba. Quizás también porque las profesionales que trabajaban en Total Transformation eran atractivas jóvenes ligeras de ropa.

                Christine entró en las oficinas corporativas de Total Transformation, situadas en el segundo piso de su nuevo local. En la recepción fue recibida por Kimmy, por lo menos eso era lo que ponía en su placa identificativa. “¡Qué tonta!”, pensó Christine mientras miraba a la recepcionista, una rubia sexy de tetas enormes, grandes ojos azules, demasiado maquillaje y ropa demasiado corta y ceñida, al menos para sus conservadores gustos.

                - Hola. Soy Christine y tengo una cita con Brianne. – dijo con tono condescendiente. Su impresión sobre Kimmy no mejoró en absoluto cuando ésta le contestó con una chillona voz de rubia tonta.

                - Claro que sí, cariño. Voy a decirle que está usted aquí. Puede tomar asiento allí. – dijo señalando un sofá de cuero en la esquina de la recepción. - ¿Puedo ofrecerle algo de beber?

- No, gracias. – respondió Christine tras sentarse.

- Está bien. – dijo Kimmy riéndose mientras tecleaba un mensaje para su jefa indicándole la llegada de su cita.

Desde su asiento, Christine se dedicó a observar y juzgar a Kimmy mientras esperaba ser atendida. “¿Cómo puede una mujer querer parecer una putilla?”, pensó. “Debe ser la fantasía erotica de cualquier chico, pero venir vestida asía al trabajo no tiene sentido…” Desviando la mirada con desdén de la recepcionista, Christine cogió un ejemplar de Cosmo y se puso a ojearlo.

- Hola Christine, soy Bri. Es un placer conocerte. – Christine levantó la vista de la revista para ver a Brianne, de pie, frente a ella con la mano extendida. Bri era una hermosa y alta treintañera de pelo largo y oscuro, vestida de manera muy sobria adornada solo con un collar y unos pendientes de perlas.

- Hola Brianne. – contestó Christine levantándose y tendiéndole también la mano a su anfitriona.

- Por favor, llámame Bri.

- Es un placer, Bri.

- Vamos, entremos en mi despacho.

Christine entró en el despacho de Bri, tan sobriamente decorado como la belleza de su dueña. En lugar de sentarse tras su mesa, Bri se sentó del otro lado de su mesa indicándole a Christine que se sentase a su lado.

- Bri, me intriga tu negocio y su rápida expansión. Estoy interesada en invertir en varios salones como este, pero el tuyo me ha llamado la atención por su… bueno, más bien a sus increíbles márgenes de beneficios. – Bri se acomodó más en su silla y se acercó aun más a Christine mientras esta sacaba de su cartera sus informes sobre Total Transformation Salon & Spa. Christine continuó hablando.

- Aquí pone que has inventado y patentado una solución capilar que hace que tus clientes se sientan más relajados y más susceptibles a comprar tus productos.

- Entre otras cosas. – comentó Bri con una risita leve.

- ¿Qué quieres decir? ¿Realmente se puede convencer a la gente para que haga lo que no quiere? – preguntó Christine.

- No, no. No hay nada de eso. – contestó Bri. – Sólo aplicamos lo que denominamos “solución TTSS”. Funciona igual que la hipnosis, no puedes conseguir que nadie haga lo que realmente no desea hacer. Pero, sin embargo, sí que crea un condicionamiento con el cual el cliente alcanza un profundo sentimiento de comodidad con la situación y el especialista que lo atiende. Todos nuestros tratamientos comienzan con un masaje capilar con nuestra loción patentada. Por si misma, se convierte ya en una experiencia muy relajante y erótica el que una hermosa joven te lave la cabeza mientras te encuentras recostado con los ojos cerrados. Pero aquí lo llevamos un paso más adelante. No es solo el champú, es un verdadero masaje en el cuero cabelludo. Así que de pronto nuestro cliente tiene a esa bonita y caliente chica pasando sus largos dedos por tu piel, frotando y masajeándole la cabeza. Como cada salón dispone de cubículos independientes para cada una de nuestras profesionales, el cliente no es molestado por el típico ruido de fondo de otros establecimientos similares. Mientras el masaje progresa, atenuamos también las luces y aumentamos ligeramente la temperatura de la silla de nuestro cliente. Luego, tras el champú, empieza el masaje con nuestra loción especial. No puedo contarte cuáles son sus ingredientes, pero uno de ellos es el eucalipto. Este produce una sensación de calor-frío, cuando lo trabaja una de nuestras profesionales, que resulta muy erótica.

Christine, escéptica, se echó hacia atrás en su silla. Bri continuó hablando.

- Después de unos cinco minutos, el cliente es ya susceptible a las sugerencias que nuestras profesionales quieran introducirles.

- ¿Pero y si yo no quiero aceptar las sugerencias del servicio extra que me ha “introducido” la especialista? Creí que habías dicho que el proceso no puede convencerme de aceptar nada que no quiera. – apuntó Christine.

- Bueno, no del todo. Pero nuestro tratamiento va eliminando inhibiciones a través de pequeños pasos y sugerencias. Podemos llevar a un cliente por cualquier camino que queramos. – contestó Bri.

- ¿Cualquier cosa? – preguntó Christine sorprendida.

- Cualquier cosa. – contestó tajante Bri inclinándose más sobre Christine.

Christine lentamente se inclinó, aun más, hacia atrás en la silla tratando de no perder el contacto con los ojos de Bri.

- Me cuesta creerte. – respondió finalmente.

Brianne se levantó y caminó hasta colocarse tras su escritorio. Abrió un cajón y sacó una carpeta. Con ella en la mano volvió a sentarse junto a Christine. Tomó una foto de la carpeta y se la entregó a Christine.

- ¿Conoces a esta joven? – le preguntó.

Christine miró la foto. Era la de una chica bastante corriente. Pelo castaño, un poco de sobrepeso y una apariencia algo descuidada.

- No, no lo creo.

- Hace un momento que lo has hecho. Su nombre era Kimberly, aunque ahora se hace llamar Kimmy. Es mi recepcionista y una de mis clientes en las que probé la versión final de mi solución capilar. El uso de la versión definitiva de la solución ha convertido a Kimmy en lo que es hoy en día. – dijo Bri entregando una segunda foto a Christine. – Esta es una foto profesional reciente de Kimmy. Con el físico de una bailarina exótica.

- Esto no puede ser cierto… - dijo Christine estudiando las fotos. Sí, existía un vago parecido, pero la transformación era realmente sorprendente.

- Kimberly llegó a nosotros siendo una joven aburrida. – empezó a explicar Brianne mientras estudiaba las notas de su carpeta. – Estudiante universitaria de sobresalientes recién licenciada, descontenta de su físico y con su vida social. Heterosexual, sin haber salido jamás con un hombre. Acudió a nosotros buscando un cambio radical. Al sentarla en la silla y aplicarle el masaje descubrimos que Kimberly reprimía pensamientos eróticos sobre ser… como decirlo… más suelta sexualmente. Así que la reconducimos por ese camino.

- Bri. – interrumpió Christine. - ¡La diferencia entre estas dos fotos es más que la de una joven que quisiera soltarse un poco! Kimberly no era más que una desaliñada chica pechiplana de cabello oscuro, y  Kimmy, por otra parte, es una bomba sexual rubia de enormes pechos y la erótica y seductora sonrisa de una bailarina de striptease.

- Sí, es increíble, ¿verdad? -  contestó Bri con una sonrisa.

- Pero, ¿qué le has hecho? – preguntó Christine.

- Prácticamente todo lo que ves en la segunda fotografía.

- Pero esto es mucho más de lo que puede hacerse en un salón de belleza como el tuyo. ¡Esto no es solo un corte de pelo y maquillaje!

- Casi. – respondió Bri. – Como has visto en el informe, entre otras cosas buscamos ampliar el negocio hacia otras áreas de mejora estética y capacidad de transformación.

- Sí, lo leí. Pero, ¿realmente quería Kimberly todo esto?

- ¿Kimberly? Tal vez ella no, - contestó Bri – pero Kimmy realmente lo deseaba. Como ya te he comentado, podemos dirigir a nuestros clientes por el camino que deseemos. Hacemos que se sientan cómodos con su situación y creen lazos de confianza con la profesional que los atiende. Luego rompemos sus inhibiciones y los ayudamos poco a poco a sentirse cómodos sin ellas. Una vez conseguido eso, estamos listos para dar un paso más allá, y luego otro, y así sucesivamente. En el caso de Kimberly, aprovechamos sus reprimidas fantasías para crear a Kimmy, una personalidad con la que ella era capaz de abrirse. A partir de ahí, el vínculo entre Kimmy y la profesional que la atendía llegó a ser tan profundo que no había ninguna diferencia entre las sugerencias de la especialista y los deseos de Kimmy. Y este es el resultado. – dijo Bri golpenado con el dedo la foto de Kimmy.

- Pero esa chica de la recepción no puede ser una licenciada con sobresalientes. – objetó Christine. Bri se rió.

- ¡Oh, claro que no! Mira, Kimberly asociaba su inteligencia a su desgraciada vida social, así que ahora es bastante tontita. ¡Dudo mucho que ahora pudiese entrar en ninguna universidad!

- ¿Y cómo puedes lograr eso?

- De dos maneras. – explicó Bri. – Una de ellas es a través de la sugestión y la represión. Kimmy quería ser tonta, así que, por tanto, se convirtió en tonta.

- ¿Pero tanto?

- No, no era tan estúpida como lo es ahora. – continuó Bri. – Para llegar a este estado hemos ensayado un nuevo tratamiento con algunos fármacos… ¿te acuerdas de aquel anuncio de la tele, aquel que decía “que es terrible perder la mente”?

- Así que esto es permanente. – dijo Christine.

-Sí, bastante. – contestó Bri. – Ni siquiera creo que Kimmy recuerde haber sido Kimberly alguna vez. Aunque los cambios físicos son reversibles, los cambios mentales de Kimberly son permanentes.

- ¿Y ella les ha permitido hacer eso? – preguntó Christine sin salir de su asombro. Bri se inclinó aun más sobre ella.

- Más que eso, Christine, ella nos pedía información sobre cada uno de los pasos que íbamos a seguir con ella.

- No puedo creerlo. – replicó Christine sin dejar de mirar a Brianne.

Bri se inclinó sobre la mesa y apretó una tecla de su teléfono.

- Kimmy – dijo.

- ¿Sí, Bri? – le contestó la chillona voz de bimbo de Kimmy.

- ¿Puedes venir un momento a mi despacho?

- Sí, Madame. – contestó Kimmy.

La puerta se abrió mostrando la imagen física de la caliente rubia que aparecía en la foto de Kimmy. La vista de Christine saltaba desde la foto de Kimberly hasta la presencia de la exuberante y caliente bimbo Kimmy sin dar crédito a lo que veía.

- Kimmy, ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para mí?

- Ummmm… no estoy segura. – respondió la rubia con una risita tonta. - ¿Unos dos años o así?

- Exactamente, Kimmy, poco más de dos años. – contestó Bri. - ¿Y te gusta esto?

- Sípppp… ¡Me encanta! Trabajo aquí por el día y por la noche bailo.

- ¿Bailas? – preguntó Christine.

- Síp. Soy la mejor de las bailarinas del Club Cheetah. Consigo más propinas que todas las demás. – respondió Kimmy riendo.

Christine miró incrédula a Brianne. Esta se acercó al oído de Christine y le susurró:

- Fíjate ahora, carece de inhibiciones. - Y dirigiéndose de nuevo a su recepcionista le dijo - Kimmy, ¿por qué no nos enseñas tus pechos?

Kimmy inmediatamente se despojó de su blusa y de su sujetador. Sus pechos eran enormes en comparación con los de las otras dos mujeres de la habitación. Por lo menos una doble D, con unos pezones y areolas también de gran tamaño. Los pezones de Kimmy se endurecieron como rocas nada más quedar al aire.

- Ahora, Kimmy, - continuó diciendo Bri – enséñanos, por favor, como bailas en el Club Cheetah.

Kimmy comenzó a ejecutar un baile lento y exótico alrededor de la habitación. Apoyándose en el respaldo de la silla de su jefa, levantó su pierna derecha en dirección a Christine que pudo comprobar que la bailarina no llevaba bragas… ¡y que su cítoris estaba anillado! Kimmy continuó bailando y, usando ahora ambas sillas para sus movimientos, Christine se percató de que el sexo de la bailarina comenzaba a brillar.

- Kimmy, ¿te gustan las chicas? – preguntó de nuevo Bri.

Con la falda remangada, Kimmy colocó su dedo índide derecho entre sus piernas y lo sumergió profundamente en su sexo. Con un ligero y sexy gemido, retiró el dedo y se lo llevó a la boca donde empezó a lamerlo.

- ¡Oh, sí! – jadeó. - ¡Sí! ¡Me encantan las chicas!

- Creí que dijiste que era heterosexual. – le comentó Christine a Brianne.

- Kimberly lo era, ni siquiera se le había pasado por la cabeza la idea de que podía ser lesbiana. – contestó Bri. –Pero decidimos que Kimmy fuese bisexual, aunque ahora a ella le gustan un poco más las chicas que los chicos.

Christine seguía observando atentamente las evoluciones de Kimmy, bailando y masturbándose delante de su jefa y de una potencial inversora. Estaba asombrada.

- Es suficiente por ahora, Kymmy. Gracias. – dijo Bri pasado un rato.

- Cuando quieras, Bri. – contestó Kimmy recogiendo su ropa y besando a su jefa en los labios.

Kimmy se dirigió hacia la puerta sin que Christine pudiese dejar de mirarla con incredulidad. No sabía que la asombraba más, si la espectacular transformación o el espectáculo que le acababa de hacer.

La puerta se cerró tras Kimmy y la atención de Christine se volvió hacia Brianne que se retocaba con el lápiz de labios en un pequeño espejo de mano.

- Discúlpame. Quizás te haya resultado esto un poco… como decir… incómodo. – dijo lamiéndose los labios al terminar.

- Bri. – comenzó a decir Christine. – Me intrigaba mucho tu plan de expansión cuando lo leí por primera vez, pero no me cría lo que tu solución Total Transformation Salon & Spa podía lograr. Tengo que admitir que, después de ver el historial de Kimmy y lo que has conseguido, me has convencido, pero no creo que puedas conseguir que los clientes llegen a los extremos a los que ha llegado esa chica. Kimberly abiertamente deseaba esos cambios antes de caer en tus manos. La mera sugerencia no pude hacerla llegar a esos extremos.

Brianne se recostó en su silla antes de contestar.

- Christine, Kimmy fue uno de nuestros primeros clientes. Con nuestras actuales instalaciones y los ensayos realizados, las transformaciones que podemos conseguir en nuestros clientes son casi ilimitadas. En el fondo, todo el mundo desea cambiar. Nosotros aprovechamos y explotamos esos deseos a nuestro favor.

- ¿Pero porqué una brillante licenciada universitaria como Kimberly desearía ser una bailarina de streptease lesbiana de poco cerebro y enormes tetas? – preguntó Christine.

- No, Christine. No funciona así. Kimberly empezó por querer arreglarse un poco el pelo y aprender a maquillarse para intentar reconstruir su vida social y, con un poco de suerte, conseguir una cita. – respondió Bri. – Pero tan pronto como nuestro producto comenzó a hacer efecto, Kimberly nos dijo que estaba dispuesta a más. Con la solución y con la confianza en la profesional que la llevaba, comenzó a aceptar nuestras sugerencias, como por ejemplo el pelo rubio para empezar.

- ¿Sin amenazas? – preguntó Christine. - ¿Kimberly gozó siempre de libre albedrío para decidir si continuar o no?

 - ¡Absolutamente! – contestó Bri.

- ¿De rubia pasó luego a tetona, bailarina exótica y lesbiana tontita? – cuestionó de nuevo Christine.

- En esencia, sí, Christine.

 - ¿Y cómo has logrado todos los cambios físicos?

- Tenemos una relación con un especialista en cirugía estética en ultramar. – empezó a aclarar Bri. – Estuvo de acuerdo en venir para aplicar su magia en estos temas con el fin de recaudar el capital necesario para abrir una gran cadena Total Transformation Salon & Spa a nivel internacional. Kimmy fue su primer trabajo para nosotros.

- Todo esto me resulta muy difícil de creer. – dijo Christine tras una larga pausa. – No pongo en duda el sentido y el efecto que la solución TTSS pueda tener, pero tengo serias dudas éticas sobre la extrema naturaleza de lo que puede ser percibido como una transformación forzada.

- Nada es forzado, Christine. Nada. – contestó Bri sentándose recta en su silla y mirando fijamente a los ojos de Christine continuó hablando.

- La solución TTSS es tan eficaz y revolucionaria como parece. Necesito capital para llevar nuestro programa a cotas mucho más altas. Y me gustaría que tú fueses parte de esto, Christine. – dijo Bri mientras colocaba una de sus manos sobre las rodillas de Christine.

- Lo siento, pero no acaba de convencerme. No creo en el proyecto. – respondió Christine.

Brianne retiró la mano de las rodillas de Christine. Tras una pausa añadió.

- ¿Me dejarías proponerte algo?

- ¿El qué? – preguntó Christine.

- Que bajes conmigo al salón de belleza y experimentes el tratamiento por ti misma. – y antes de que Christine pudiese responder, Bri continuó hablando. – Te prometo que no haremos nada que tu no quieras que te hagamos. Absolutamente nada que tu no nos hayas pedido antes. Y te prometo que pararemos en cuanto tú lo pidas.

Christine se relajó en la silla mientras Bri seguía hablando.

- No tienes nada que perder. Si tras probarlo no te convence el tratamiento, puedes marcharte sin ningún compromiso. Pero si lo haces, habrás encontrado la inversión de tu vida. – Bri se inclinó hacia delante. - Por favor, dame una oportunidad de demostrártelo.

- ¿Si yo digo basta, se acabó? – preguntó Christine.

- Instantáneamente.

- ¿Y no me harás nada a menos que yo te lo pida?

- Nada de nada.

- ¿Quién formará parte de esto?

- Yo estaré supervisando, - dijo Bri, - por lo que solo seremos una de mis especialistas, tú, por supuesto, y yo.

- ¿Sin obligaciones de ningún tipo? – preguntó Christine.

- Ninguna.

- ¿Me lo puedes poner por escrito? – preguntó de nuevo Christine.

- Por supuesto. Nuestro formulario estándar de descarga de responsabilidades cubre eso y mucho más.

Cuando Christine hubo acabado de leer y firmar el formulario, Brianne le dijo:

- Vamos a hacerte lo que quieras y sólo aquello que quieras de forma totalmente gratuita. Lo único que te pido es que si el tratamiento te convence, inviertas en mi empresa.

Christine le entregó el formulario ya firmado y le tendió la mano a Brianne.

- Hemos hecho un trato, Bri.

- Excelente, Christine. Vamos, voy a convertirte en una creyente.

 

 

 

 

II

 

 

 

Bri acompañó a Christina escaleras abajo hasta llegar a la zona de recepción al público de Total Transformation Salon &Spa. En el mostrador de recepción les esperaba una hermosa joven llamada Cassie, o al menos eso indicaba su placa identificativa. Era otra rubia, pero no tenía la apariencia de puta de Kimmy. Pelo largo y rubio, penetrantes ojos azules, un sutil maquillaje que acrecentaba su natural belleza y un modesto busto. Impecablemente vestida con una chaquetilla que realzaba la parte superior de su cuerpo, una falda roja que le llegaba hasta las rodillas y botas de cuero negro de caña alta. Sin duda era una de las mujeres más bellas que Christine había visto en su vida.

- Hola, Cassie. – dijo Bri.

- Hola Sta. Bri. – respondió Cassie poniéndose en pie y fijándose en Christine le dijo: - Hola y bienvenida a Total Transformation Salon & Spa, mi nombre es Cassie.

Christine le tendió la mano.

- Es Christine, la inversora de la que te hablé. – dijo Bri.

- Es un placer conocerte. – dijo Christine. Bri continuó hablando.

- Christine y yo hemos estado hablando arriba, pero sigue siendo teniendo dudas sobre nuestro tratamiento. Le he ofrecido una demostración gratuita.

- ¡Oh, Christine! ¡Te va a encantar! – dijo Cassei. – Quedarás realmente asombrada.

Cassie dijo esto último haciendo un gesto con ambas manos como si fuese a hacer un “tachánnn” al final de un número cirquense. Christine se preguntó si la joven también había sido una de las clientes de la casa, y si así hubiese sido, como habría conseguido esa belleza. Tal vez esto funcione después de todo, pensó.

- Me gustaría que la atendiese Julie. – dijo Bri. – Y yo me quedaré para supervisar y asegurarme de que Christine es tratada como ella desea.

- Sí, Madam. – replicó Cassie. – Julie está lista para usted en la sala de tratamientos número cinco.

Las dos mujeres se dirigieron a la sala número cinco. El pasillo por el que avanzaban estaba lleno de fotos de hermosas mujeres, al parecer clientes todas, que causaban verdadera impresión.

Bri llamó a la puerta de la sala número cinco y seguidamente abrió. De pie, en el interior, estaba Julie, una morena de casi metro ochenta e increíbles ojos verdes. Julie vestía una bata blanca de laboratorio, pero la sencilla vestimenta era incapaz de ocultar el increíble cuerpo de la muchacha.

- Julie, quiero que conozcas a Christine. Christine, esta es Julie, la especialista que va a tratarte.

- Es un placer conocerte, Christine.

- Lo mismo digo, Julie.

Christine echó un vistazo a su alrededor mientras Bri cerraba la puerta tras ellas. En el centro de la habitación había una silla de peluquería que parecía ser muy cómoda enfrentada a un elaborado fregadero para lavar el pelo. Rodeando al lavabo se encontraba un aparador cubierto de innumerables frascos y botellas. En la pared opuesta, en unos estantes se alineaban multitud de tipos de productos de belleza. El resto de las paredes estaban cubiertas de armarios y cajoneras de color blanco. La habitación poseía además tres puertas. Una, por la que habían entrado; otra, entreabierta, parecía dar a un vestuario o sala de descanso; la tercera, al fondo, estaba cerrada. Una entrada para el personal, pensó Christine.

Julie rompió el silencio.

- Christine, usa nuestro vestuario si no te importa. En el armario ropero encontrarás un albornoz y unas zapatillas. Desnúdate y póntelos para que te sientas más cómoda.

Christine desapareció en el vestuario. Abrió el armario que Julie le había indicado y encontró un conjunto unisex blanco de un material muy sedoso y suave al tacto. En su interior encontó también unas chanclas. Christine se despojó de toda su ropa salvo la interior. “No hay que quitarse más de lo necesario”, se dijo.  Se puso la bata, cuyo tacto en la piel era maravilloso, y las chanclas, luego colgó sus ropas en las perchas dispuestas para ello, abrió la puerta y volvió a la sala de tratamiento.

Mientras ella se cambiaba, Julie dejaba correr el agua por el lavabo. Esta salía de un alto grifo de estilo futurista y al caer producía un sonido muy relajante. Bri había tomado asiento en un sillón de cuero dispuesto en un lateral de la sala.

- Por favor, siéntate. – dijo Julie cuando Christine volvió a entrar en la sala señalando la silla de tratamiento.

- Julie. – comenzó a decir Christine. - ¿Te ha informado Bri de nuestro acuerdo?

- Sí, Madam. – contestó ella.

- ¿Y te comprometes a hacer solo las cosas que yo te pida que me hagas y a parar en cuanto yo te lo pida?

- Por supuesto, Madam. La Srta. Bri ha sido bastante tajante en ese aspecto. Aun así, estoy segura de que disfrutarás del tratamiento.

Una vez todo aclarado, Christine se sentó en la silla y Julie comenzó a manipularla para que su cabeza quedara al nivel del lavabo. Julie apretó un botón en un lateral de la silla y dos apoyabrazos, muy cómodos según la opinión de Christine, surgieron de la misma. La silla estaba caliente, a la temperatura corporal, y era muy, muy cómoda.

Julie empezó a mojar el pelo de Christine, empezando de arriba hacia abajo. Christine llevaba el pelo corto, muy cómodo para una mujer de negocios como ella. Julie tomó un poco de champú y empezó a masajear el cuero cabelludo de Christine.

- ¿Cómo te sientes, Christine? – preguntó Julie en voz baja.

- Ummmm, Julie. De maravilla. – dijo Christine relajándose y comenzando a disfrutar del tratamiento. El masaje hacía que la cabeza de Christine se calentase. Julie continuó masajeándola durante unos minutos.

- Por favor, Julie. Avísame cuando me vayas a poner la solución capilar TTSS. – dijo Christine bajito.

- Te lo puse casi desde el principio, Christine, ¿acaso no te sientes de maravilla?

- ¡Oh, no me di cuenta! – susurró Christine. – Sí, realmente me siento de maravilla.

Julie continuó masajeando un par de minutos más. Masajeaba y acariciaba la cabeza de Christine. Esta estaba completamente relajada. La temperatura de la silla se había ido incrementando gradualmente durante el proceso.

- ¿Alguna vez te habías sentido tan bien, Christine?

- No, nunca.

- ¿Quieres que me detenga?

- No, Julie. Por favor, no pares. Me encanta esto.

- Sí, Madam, como quieras. – Bri y Julie se lanzaron una rápida mirada acompañada de una sonrisa, pero Christine no se percató de ello. Bri le hizo una señal a Julie, sin decir ni una palabra, para que esta siguiera adelante con el tratamiento.

- Christine. – susurró Julie.

- ¿Sí?

- ¿Disfrutó de su reunión de hoy con la Srta. Bri?

- Sí, Julie. Pero no tanto como lo que estoy disfrutando ahora.

- Bien, Christine. Bien. Yo también estoy disfrutando contigo. ¿Sabes que eres una mujer hermosa, Christine?

- Gracias Julie. Tú si que lo eres. Y muy sexy. Me siento afortunada de haber estado rodeada hoy de mujeres tan bellas.

Julie le lanzó una mirada a Bri y esta inclinó la cabeza diciéndole “sí”.

- ¿Alguna vez has… ya sabes… estado con una mujer, Christine? – preguntó Julie.

Julie notó como Christine se tensaba ligeramente. Se inclinó junto a su oído y le susurró. “No te preocupes, Christine. Me lo puedes decir… puedes contarme cualquier cosa. Confías en Julie”. Christine volvió a relajarse de nuevo, pero ésta vez más profundamente.

- Sí. – susurró. – Te puedo contar cualquier cosa…

- ¿Alguna vez has estado con otra mujer, Christine? – volvió a preguntar Julie.

- Una vez.

- ¿Cuándo?

- En la Universidad, con mi compañera de cuarto.

- ¿Te gustó?

- Fue, como decírtelo…, diferente. Pero prefiero los hombres.

Julie se acercó a la parte delantera de la silla y se inclinó sobre Christine, tan cerca que esta podía oler claramente el suave perfume de la especialista.

- ¿Te gusta este perfume, Christine?

- Sí, es encantador.

- ¿Quieres que pare, Christine?

- No, Julie.

- Bien. ¿Estás cómoda?

- Sí, pero me está dando un poco de calor.

- Tal vez deberías abrirte el albornoz, Christine. – sugirió Julie.

- Sí, creo que lo voy a hacer.

“ ¿Quieres que Julie te abra el albornoz? “ sugirió de nuevo Julie susurrando al oído derecho de Christine.

- Julie, ¿podrías abrirme el albornoz? – pidió Christine.

- Por supuesto, Christine. – dijo Julie apartando una de sus manos de la cabeza de Christine y desatando con ella el albornoz. Expertamente deslizó hacia los lados los bordes de la prenda del cuerpo de Christine dejando a la vista su ropa interior. Christine tenía unos hermosos, aunque pequeños, senos. Julie volvió a masajear con ambas manos la cabeza de Christine.

- ¿Christine?

- ¿Sí, Julie?

- Me gustaría aplicarte más loción TTSS en la cabeza. ¿Te parece bien?

- Sí, Julie. Adelante.

Julie apartó las manos de la cabeza de Christine. Con rapidez, se despojó de la bata que vestía quedando cubierta solamente con un conjunto de lencería de color negro. Después tomó más loción TTSS y volvió a masajear la cabeza de Christine. Esta no sentía otra cosa más que una sensación de completa felicidad. Julie podía sentir como esa sensación de relajación se apoderaba cada vez más profundamente de Christine. Julie continuó masajeando la cabeza de Christine durante uno o dos minutos más. Luego, quitando las manos de la cabeza de Christine, se las lavó y fue a ponerse frente a ella.

- ¿Estás todavía aquí, Christine?

- Sí, Julie.

- Mantén los ojos errados, ¿vale?

- Vale, Julie.

- Sólo escucha mi voz, Christine.

- Sí.

- ¿Crees que soy hermosa, Christine?

- Sí, Julie. Eres una belleza.

- ¿Te gusta mi pelo?

- Sí.

- ¿Mi largo y sedoso pelo negro?

- Me encanta.

Julie se inclinó de nuevo sobre el oído de Christine y susurró a su oído.”Quieres tener un pelo más largo, un pelo como el de Julie”.

- ¿Christine? – preguntó Julie, ahora separada ya de ella.

- ¿Sí Julie?

- ¿Te gusta tu pelo?

- Me gustaría tenerlo más largo, como el tuyo.

- ¿Cómo el mío?

- Como el tuyo. Creo que eres preciosa.

- Si lo deseas, puedo colocarte unas extensiones, Christine. Y también puedo teñirte el pelo para que se parezca al mío.

- Sí, por favor. Hazlo, Julie. Ponme las extensiones y tíñeme el pelo para que se parezca al tuyo.

Julie se dedicó la siguiente media hora a colocarle a Christine las extensiones y a teñirle el cabello. No pasó mucho tiempo antes de que la rubia de pelo corto luciese una melena morena similar a la de Julie. Durante todo ese tiempo, Christine permaneció en silencio, disfrutando del proceso.

Cuando terminó el proceso, Julie le dijo a Christine:

- Tu cabello aun está húmedo, pero ¿te gustaría ver como ha quedado?

- ¡Oh, sí, Julie! – contestó Christine suavemente con una sonrisa.

Julie se inclinó de nuevo sobre el oído de Christine pera susurrarle más indicaciones. “Quieres parecerte a mí”.

Julie enderezó un poco la silla en la que Christine había estado reclinada y le dio puso un espejo detrás de la cabeza.

- Ya puedes abrir los ojos, Christine. ¿Qué te parece?

Christine abrió los ojos y se vio en el espejo, con la cabeza y hombros de Julie justo detrás de ella.

- ¡Mi pelo está como el tuyo! – dijo emocionada.

- Sí, Christine. Como el mío. ¿Te gusta?

- ¡Oh, sí! ¡Quiero parecerme a ti, Julie!

Julie se incorporó y Christine se percató de que ahora la joven estaba en sujetador.  Por primera vez reparó en los perfectos y grandes pechos de la joven. Christine bajó ligeramente la mirada.

- A mí también me estaba dando calor. – dijo Julie. - ¿Te importa?

- No, en absoluto. – Los ojos de Christine no podían dejar de mirar a los encantadores senos de Julie.

- Tengo que aclararte el pelo, Christine.

- Vale.

Julie volvió a susurrar al oído de Christine. “Quieres quitarte el albornoz”.

- Julie. – preguntó entonces Christine. - ¿Te importa si me quito el albornoz?

- Para nada, Christine. Deja que te ayude. – Las expertas manos de Julie deslizaron la prenda hacia abajo y fuera de los brazos de Christine, para después deslizarlo por debajo de ella. Luego volvió a reclinar el respaldo de la silla para lavarle el pelo.

Mientras lavaba el exceso de color del pelo de Christine, Julie se mantuvo cerca de su oído susurrándole cosas. Christine se limitaba a absorberlas. “Quieres parecerte más a Julie. Julie es hermosa. La mujer más hermosa que has visto. ¿Quieres ser como yo? ¿Quieres ser como Julie?”, repetía una y otra vez la joven mientras Christine iba asimilando todas esas indicaciones y sugerencias.

- ¿Quieres que pare, Christine?

- No, Julie. Por favor, no te detengas.

- ¿Te acuerdas de tu encuentro con Bri esta mañana?

- Sí. Me gusta Bri.

- Ahora que lo has probado, ¿qué te parece el tratamiento TTSS?

- Estoy muy contenta con él, Julie.

- ¿Quieres más?

- Sí.

Julie caminó hasta colocarse delante de Christine. Por primera vez esta la vio de cuerpo entero, mostrándose solo en ropa interior. Christine se quedó mirándola fijamente.

- ¿Qué te gustaría que te hiciese ahora, Christine?

A Christine le costó trabajo comprender lo que la muchacha le decía. Trató de pensar en que hacer a continuación. ¡Lo quería todo! ¡Ella quería ser como Julie!

Julie, coquetamente, se pasó las manos por su vientre y, agarrando la cinta elástica de sus braguitas, tiró de ellas hacia abajo mostrándole a Christine su rasurado sexo, coronado su monte de Venus por una fina banda de pelo de apenas unos centímetros de anchura. Christine lo miró fijamente.

- ¿Quieres que te rasure el sexo, Christine? ¿Quieres que te lo deje como el mío?

- Sí, Julie. Por favor, arréglamelo.

Julie se arrodilló ante Christine y le despojó de sus bragas, separándole las piernas a ambos lados de la silla.

- Christine, tengo que ponerte los pies en los estribos de sujeción y reclinarte un poco más. ¿Te molesta?

- No, Julie. Haz lo que quieras.

Julie sacó de la base de la silla un par de estribos, del tipo que se usan en las mesas de exploración ginecológicas, y colocó los pies de Christine en ellos. A continuación, con unas correas de cuero, fijó los pies en esa posición.

- ¿Estás bien, Christine?

- Ajá.

- Bien. Voy a rasurarte ahora. Empezaré poniéndote un poco de gel TTSS en el vello púbico y en toda la zona que voy a rasurar, excepto en una pequeña banda para que quede como el mío.

Christine gimió placenteramente cuando Julie aplicó el gel por todo su sexo. Julie sacó luego una navaja y empezó a trabajar hasta conseguir que el vello del sexo de Christine quedase reducido a una fina banda como la suya.

- Christine.

- ¿Sí?

- Aparte de mi banda de pelo, el resto de mi sexo está completamente libre de vello. ¿Te gustaría que eliminase todo el vello del tuyo?

- Sí, como el tuyo. – susurró Christine.

Cuando Julie acabó de trabajar en el sexo de Christine, susurró una nueva orden en su oído. “Necesitas hablar con Bri. ¡Tienes que decirle que amas el tratamiento TTSS! Tienes que contarle que vas a invertir inmediatamente en la compañía. Quieres que Bri redacte ya los contratos”.

Retirándose del oído de Christine e incorporándose, Julie preguntó:

- ¿Cómo te sientes, Christine?

- ¡Increíble!

- ¿Quieres que me detenga, Christine?

- No, Julie. Pero necesito hablar con Bri.

- Voy a llamarla, Christine.

Un segundo después Bri se levantó del sillón desde el cual había estado siguiendo todo el proceso y se acercó a Christine.

- ¿Qué opinas ahora de mi tratamiento Total Transformatión Salon &Spa, Christine? – preguntó Brianne.

- Supera a todas mis expectativas más optimistas, Bri. Quiero invertir todo lo que tengo en tu empresa. ¿Podrías redactar ya los contratos?

- Por supuesto, Christine. De hecho, ya los había preparado por si pasaba esto. ¿Quieres leerlos?

Julie susurró al oído de Christine “Bri es de tu total confianza. Es innecesario que los leas”.

- No, Bri. No será necesario. Déjame que los firme.

Momentos después Christine firmaba los documentos en los que traspasaba toda su fortuna a las manos de Brianne.

- Por favor, Julie, sigue adelante con el plan trazado. – dijo Bri, inclinándose sobre el cuerpo de Christine para darle un apasionado beso a Julie.

III

 

 

 

Christine continuaba tendida en la silla, con los pies firmemente sujetos a los estribos, las piernas abiertas y elevadas, desnuda a excepción de su sujetador.

- Sigo teniendo calor. – dijo Julie. – Voy a quitarme el sujetador. ¿Te importa, Christine?

Desde el feliz lugar en que su mente se encontraba, Christine solo atinó a susurrar:

- No, Julie. Por favor, quítatelo.

Julie se situó a la vista de Christine y deslizando sus manos hacia su espalda, desabrochó los cierres de su sujetador dejando que este resbalara por sus brazos hasta el suelo. Los perfectos senos de Julie quedaron así expuestos a la mirada de Christine.

- ¿Te gustaría que te ayudase a quitarte el tuyo, Christine?

- Sí, Julie. Me apetece estar desnuda como tú.

Julie levantó un poco a Christine y le desabrochó el sostén. Tras quitárselo, la volvió a recostar.

- Mucho mejor.

- Sí. – corroboró Christine que seguía contemplando fijamente el cuerpo de Julie.

- ¿Quieres que nos detengamos ahora, Christine?

- No.

- ¿Qué más deseas que hagamos?

- Quiero que me hagas más como tú, Julie.

- Puedo hacerte la manicura. ¿Te gustaría tener unas largas uñas postizas de color rojo como las mías?

- Sí, Julie. Quiero unas uñas como las tuyas.

- Tendré que sujetarte los brazos en los reposabrazos. ¿De acuerdo, Christine?

- Sí, Julie.

Julie ató los brazos de Christine a la silla y luego, sentándose en un taburete, comenzó a trabajarle las uñas. Le limpió y acondicionó  las uñas naturales antes de pegar las largas uñas postizas en cada uno de los dedos de Christine. Luego aplicó a cada una tres capas de un brillante esmalte de color rojo, el mismo color que ella llevaba.

Mientras trabajaba en las uñas de Christine, Julie comenzó a decir:

- ¿Sabes, Christine? Cuando estoy sentada en este taburete me imagino que la barra bajo el asiento es un enorme consolador. Me encantaría tener un enorme consolador invadiendo mi coño en estos momentos. Cada vez que lo pienso me pongo más y más húmeda.

Christine, aun atada como estaba, comenzó a  retorcerse sobre la silla. Julie continuó hablando.

- Me mojo toda con solo pensar en ello. – dijo empezando a jadear cerca del oído de Julie.

- ¿No te pasa a ti lo mismo, Christine? – continuó diciendo Julie mientras deslizaba su mano por el vientre de Christine y por encima de su recién afeitado coño hasta sentir los jugos que salían de él. - ¿No te gustaría tener ahora ahí dentro un enorme consolador, Christine? ¿Un consolador como el que quiere Julie?

- ¡Oh, sí! – gimió Christine.

Julie pulsó un botón del panel de control de la silla y una pequeña compuerta se abrió entre las piernas de Christine. Un enorme consolador sujeto a una varilla salió de ella para insertarse en el coño de la mujer. El aparato comenzó a vibrar y a moverse lentamente de dentro a afuera. Christiné suspiró, perdida, de placer.

- Te gusta que te follen, ¿no es cierto?

- Sí. – dijo Christine casi sin voz.

- ¡A Julie también le encanta que se la follen bien!

Julie volvió a deslizar su mano sobre el vientre de Christine parándose ahora en el ombligo. Susurrándole al oído le dijo: “Deseas tener un anillo en el ombligo como Julie”.

- ¿Quieres que pare, Christine? – preguntó tras alejarse de la oreja de la mujer.

- ¡No!

- ¿Y qué quieres que te haga ahora entonces?

 - Me gustaría que me perforases el ombligo y me colocases un anillo como el que tú llevas.

- ¿Te gustaría que te pusiese el mio, Christine?

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Quiero tu anillo!

Julie sacó un par de pinzas quirúrgicas con los extremos perforados. Pellizcó con ellas la piel de la parte superior del ombligo de Christine. Sacando luego una aguja, procedió a perforar la zona seleccionada. Dejando la aguja en la piel, Julie se puso en pie y se quitó el anillo de su ombligo.

Empujando la joya contra el extremo de la aguja, la pasó a través de la perforada piel de Christine y lo insertó en su vientre. Tras quitar las pinzas dijo:

- Ahora ya llevas mi anillo en tu ombligo.

Christine miró hacia su ombligo. Una lágrima de placer acudió a sus ojos.

- ¿Quieres que me detenga ya, Christine?

- No, Julie. ¡No! ¡No pares, por favor!

Julie se inclinó sobre Christine y le habló en voz baja.

- ¿Te das cuenta de todo lo que te está pasando?

- Sí. – susurró Christine tendida de espaldas.

Julie continuó hablando.

- Estás desnuda, atada a una silla de tratamiento. Hasta el momento te hemos cambiado el pelo para que sea como el mío según nos has pedido. También me pediste que te pusiese un piercing en el ombligo y tienes mi anillo puesto en él. También me pediste que te rasurase y depilase el coño. Te he puesto unas sexys uñas postizas rojas. Y estas con las piernas abiertas siendo follada sin parar por un enorme consolador. Te ves igual que Julie y te están haciendo las cosas que a Julie le gustaría que le hicieran. ¿Y quieres más aún?

- Quiero más.

- ¿No quieres que pare?

- No.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que deseas, Christine?

- Quiero ser como Julie.

- ¿Cómo yo?

- Sí.

- ¿En cuerpo y mente?

- Sí. Como Julie. En cuerpo y mente.

- ¿Estás segura, Christine? ¿No deseas que me detenga?

- No. ¡Por favor! ¡No!

- De acuerdo, Christine. Voy a contártelo todo sobre mí, y cuando haya terminado, si aun sigues deseándolo, te haré a mi imagen. ¿Me has entendido?

- Sí.

Julie se inclinó sobre la oreja de Christine y comenzó a hablar.

- Soy una puta caliente. Me encanta que me follen, pero nunca estoy satisfecha. Todo el tiempo estoy caliente. Me gusta que me follen el coño. Me gusta que me enculen. Adoro chupar pollas y tragármelo todo. Y sobre todo me encanta hacer las tres cosas al mismo tiempo. ¿Quieres ser una puta caliente como yo, Christine?

Mientras Julie hablaba, Christine se movía en la silla intentando que los embates del consolador fueran más profundos. Entre gemidos, Christine sólo atinó a decir:

- ¡Sííí…! ¡Quiero ser una puta caliente como Julie! ¡Ohhhhh….!

- ¿Te gustaría tener otro consolador en el culo, Christine?

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Méteme un consolador que me folle el culo!

Julie pulsó otro botón del panel de control de la silla y, al igual que sucediera antes, desde otra pequeña compuerta bajo el culo de Christine, brotó otro consolador casi tan grande como el que ya invadía su coño. Christine lo recibió con un grito de dolor y placer al mismo tiempo.

- Julie trabaja en un salón de belleza. Sólo hago lo que me ordena mi Ama Brianne. ¿Quieres ser como Julie? ¿Deseas que Brianne sea tu Ama al igual que lo es de Julie?

- Sí, quiero ser como Julie. ¡Quiero ser como Julie!

- Pero Christine, este no es trabajo para una mujer tan inteligente y poderosa como lo eres tú.

Christine guardo silencio unos instantes.

- Para hacer lo que yo hago deberías ser mucho menos inteligente. ¿Acaso quieres ser estúpida, Christine?

- Sí. No quiero ser inteligente y poderosa nunca más.

- ¿Por qué, Christine?

- Estoy cansada de ser así. ¡Es todo fachada! ¡Lo odio! – exclamó Christine. – Nací sin nada. ¡Nada! Y era feliz. Pensé que quería salir de esa situación… quería dinero… Sin embargo, ¡sólo he conseguido miserias! Odio en lo que se ha convertido mi vida. ¡Mi vida es una farsa!

Christine rompió a llorar desconsoladamente, dejando salir todo el dolor que llevaba dentro.

- El dinero y esa falsa vida… nada más que tristeza y dolor… Quiero volver a la nada. Volver a ser lo que era. Sin dinero. Sin responsabilidades. ¡Sin dolor! ¡No podré aguantar más!

Christine continuó desahogándose.

- Bri ha encontrado una forma de ayudar a la gente. Así que si todo mi maldito dinero puede hacer que ella continúe ayudando a los demás, tal vez algo bueno haya hecho con él, después de todo.

Julie miró a Christine, sorprendida hasta tal punto que no sabía que decir.

- ¡Por favor, Julie! ¡Por favor, ayúdame! ¡Por favor, haz que desaparezca este dolor! – dijo Christine casi fuera de sí.

- ¿Estás absolutamente segura, Christine? Si lo hago no va a haber vuelta atrás. Puedo ayudarte, puedo hacerte estúpida, pero es un proceso irreversible.

- La riqueza, la inteligencia, sólo me han hecho desgraciada. Así que, por favor, hazme estúpida. Quiero ser una bimbo tonta y zorra. Sin nada por lo que preocuparse. A partir de ahora sólo el placer de la carne. No más dolor… - dijo Christine llorando.

Julie se dirigió hacia uno de los armarios y sacó un pequeño vial. Destapándolo, le dijo a Christine:

- Esto tienes que hacerlo tú. Esta droga va a devastar tu mente. Después de que te lo hayas bebido, tu coeficiente intelectual se reducirá drásticamente. Una vez que lo tomes, ya no hay vuelta atrás. Serás una tonta y, muy pronto, habrás olvidado que alguna vez fuiste Christine.

Soltándole brazos y piernas, Julie puso el vial en la mano de Christine. Pulsando el panel de control de la silla, detuvo el movimiento de los dildos retirándolos.

- No hay ninguna influencia externa, Christine. El efecto de la solución TTSS ha desaparecido en gran medida. Este es paso más grande que vas a dar. A partir de aquí ya no hay marcha atrás.

Christine clavó su mirada en el desnudo cuerpo de Julie, era tan hermoso. Estaba harta de ser Christine. Quería ser una bimbo, una chica tonta, una zorrita sin preocupaciones y sin tener que mostrarse con una máscara ante el resto del mundo. ¡Estaba harta de ser Christine! ¡Le enfermaba ser Christine!

Se acercó el vial a los labios y lo derramó en su boca. Con convicción, se lo tragó todo. Se lamió los labios y se quedó sentada en la silla con una contenida sonrisa dibujada en su rostro. Mirando a Julie, habló por fin.

- Gracias, Julie. Ahora que voy a ser estúpida… Por favor, conviérteme también en una bimbo caliente.

A medida que la droga hacía su efecto en la mente de Christine, su rostro fue perdiendo expresividad. La personalidad de Christine se estaba desvaneciendo para ser sustituida por la de una estúpida niña esperando a ser reeducada.

Julie continuó con la transformación, susurrándole al oído “quiero ser una putilla tonta”.

- Una putilla tonta. – repitió sin pensar Christine.

- Te encanta vestirte como una puta. Con prendas ajustadas… muy cortas…

- Quiero vestir como una puta. Soy una puta. – repitió Christine.

- Sí, eres una puta. Una zorra estúpida y caliente que solo piensa en follar todo el tiempo.

- …follar todo el tiempo. – repitió Christine con voz monótona.

- Una putilla tonta, una bimbo, no tiene un nombre como Christine. Creo que deberías llamarte Kristie. ¿Te gusta ese nombre?

- Sí. Yo soy Kristie. Soy Kristie, Kristie, Kristie… - repetía ella en voz baja.

- Las putillas como tú tienen unas tetas enormes. ¿Quieres tener unas tetas grandes?

- Sí. – dijo Kristie. – Kristie quiere tener unas tetas grandes y bonitas como las de Julie. Unas tetas enormes con las que poder jugar. ¡Y pezones enormes!

Tras decir eso, Kristie empezó a jugar con sus modestos senos.

- Son demasiado pequeños para Kristie. Kristie quiere unas tetas más grandes que las de Julie. Kristie quiere unas enormes tetas de puta.

- Las putillas también tienen grandes labios carnosos. – continuó diciendo Julie.

- Sí, enormes y sexys labios para pintar con un lápiz de labios rosa. ¡Unos buenos labios de chupona para Kristie!

- Y las putillas también tienen que tener unas grandes y redondas nalgas, Kristie. – añadió Julie.

- Sí, Kristie quiere un culo grande y redondo. Para que me den bien por culo. – Gritó Kristie mientras empezaba a girar en su silla divertida. - ¿Puede Julie volver a ponerme los consoladores?

- Claro que sí, Kristie. ¿Te gustan los de antes o los prefieres mayores?

- ¡Oh, sí! – me encantan los consoladores y las pollas lo bastante grandes como para que sobresalgan de mí. ¡Dámelos realmente grandes!

Julie volvió a manipular el panel de control de la silla. Los antiguos consoladores fueron sustituidos por otros nuevos, de mayor longitud y calibre, que rápidamente asaltaron los agujeros de Kristie. La mujer aulló de placer y comenzó a moverse al ritmo de los consoladores como una verdadera perra en celo.

- ¿Cuándo conseguirá Kristie sus nuevas tetas y labios de puta? ¡Ah, y mi gran culo redondo! – preguntó Kristie riéndose estúpidamente mientras continuaba el asalto a su coño y su culo. – Weeeee….

Julie miró a la rota mujer que yacía en la silla. Su personalidad había desaparecido, su dinero estaba en las manos de Bri para ampliar la franquicia Total Transformation Salon & Spa. Ahora solo quedaba un caliente y estúpido trozo de carne para ser follado. Levantando el auricular del teléfono, marcó la extensión de Bri.

- Christine es de ahora en adelante Kristie, Ama. Está totalmente rota. Ahora es solo una puta descerebrada. Estoy a punto de mandarla a la sección de cirugía estética para que le cambien las tetas, el culo y los labios. ¿Desea hacer algo más con ella, Ama?

- ¿Qué aspecto tiene, Julie? – preguntó Bri.

Julie sonrió riéndose entre dientes.

- Bueno. Gracias al programa que le aplicamos, ella se parece mucho a mí, al menos hasta que caiga en manos del doctor.

- Vamos a sacar fuera su faceta lésbica. Conviértela en bisexual. Antes hablo de una experiencia en la Universidad. Por favor, haz que te coma antes de enviarla a estética. ¿De acuerdo, Julie?

- Creo que me gusta eso. Será como correrme sobre mi propia cara. – respondió Julie sin perder la sonrisa.

- Hazlo como te parezca, Julie. Te lo has ganado.

- Gracias, Ama.

- ¡Ah! Y no olvides inyectarle en sus pechos el nuevo suero para la lactancia. Quiero ver lo que una putilla lechera puede hacer por nosotros.

- Como ordene, Ama.

Julie colgó el teléfono y, volviendo al panel de control, desconectó los consoladores.

- ¡Oh! ¡A Kristie le gustaban los consoladores! – dijo decepcionada Kristie. - ¿Puedes ponerlos otra vez?

- Tengo que hacerte un par de cosas más antes de mandarte a cirugía estética. – dijo Julie mientras se dirigía a un armario para regresar instantes después cargada con dos grandes jeringuillas llenas de un extraño líquido azul.

- Tiene un color muy bonito, Julie. – comentó Kristie. - ¿Qué es?

- Esta sustancia va a hacer que tus pechos comiencen a dar leche. Grandes cantidades de leche.

- ¡Eso suena divertido! ¿La gente podrá beberse mi leche?

- Claro que sí. A las bimbos calientes, las enormes tetas llenas de leche, se las chupan todo el tiempo, Kristie.

- ¡Ah! ¡Entonces ponme mucho de eso que quiero dar mucha leche! ¡Me encantan las tetas grandes!

Julie tomó la primera jeringuilla y pinchó con ella el pecho derecho de Kristie, justo debajo del pezón. Luego empujó el émbolo inyectando el líquido azul en su interior. Luego repitió el proceso con el pecho izquierdo.

- ¿Sientes algo? – preguntó Julie.

- Solo calor. – dijo Kristie riéndose.

- ¿Te gustaría lamerme el coño, Kristie?

- ¡Oh, sí! Me encantaría por todo lo bueno que has hecho hoy por mí.

Julie alejó la silla del lavabo y se coñocó a horcajadas sobre el cuerpo de Kristie. Lentamente se movió hacia arriba colocando las rodillas a ambos lados de la cabeza de Kristie. Esta miró golosa el coño de Julie y se relamió los labios. Julie miró de nuevo a la cara de Kristie, una cara que era el reflejo de la suya propia y bajó su coño hasta la altura de la boca de la mujer. Empezó a mover las caderas al tiempo que Kristie chupaba y lamía su sexo.

- Siempre he querido hacérmelo con una chica. – dijo Kristie en un momento en que Julie se había separado un poco de su boca. – Creo que una vez lo hice, pero no logro acordarme.

Kristie lanzó una risita antes de continuar hablando.

- Julie ha hecho de Kristie una putilla caliente y estúpida, ¿pero puede hacer que a Kristie también le gusten las chicas? Me gusta comer coños.

- Creo que ya lo he hecho. – contestó Julie mientras volvía a colocar su chorreante coño sobre la boca de Kristie.

Una vez que Julie acabó, una auxiliar entró por la puerta trasera de la sala.

- Ama Bri me ha dicho que le mujer ya está lista para ir a estética. – dijo tras entrar.

- Sí. Está lista. – corroboró Julie. – Tetas grandes, por lo menos una doble D, labios gruesos y carnosos y un enorme y redondo culo. Supongo que no deseas que paremos ahora, ¿verdad, Kristie?

- ¡No! Kristie es una puta estúpida y ahora quiero parecer una. – y levantando la vista hacia la auxiliar, continuó diciendo. – Y por favor, que mis tetas sean lo más grande que se pueda para que pueda dar mucha leche y que todo el mundo me las quiera chupar.

-Gracias, Julie. – volvió a decir Kristie mientras la auxiliar se la llevaba en una camilla. – Gracias por lo que has hecho por mí.

Kristie le lanzó un beso desde la camilla y luego llevó sus manos a su empapado y caliente coño para comenzar a masturbarse.

- Kristie va a ser una gran puta tonta. – fue lo último que Julie escuchó mientras se llebaban a Kristie.

IV

 

 

 

A través de la puerta trasera, Kristie regresó a la sala de tratamiento número cinco. Julie y Bri la estaban esperando. La auxiliar le colocó de nuevo sobre la silla de tratamiento, pero esta vez estaba totalmente desnuda.

Nadie sería capaz de reconocer ahora a la nueva Kristie. En los últimos siete días, todo su cuerpo se había transformado. Lo que había empezado como una simple y dulce copia del peinado de Julie se había transformado completamente en una bomba sexual. Ahora lucía unas enormes tetas, al menos una doble D, y Julie pudo comprobar como unas pequeñas gotas de blanco líquido rezumaban de los pezones de la mujer. Obviamente la droga había hecho su efecto. Los pezones, a juego con el tamaño de las tetas, también eran enormes y, aparentemente, erectos de forma permanente.

Los labios de Kristie tenían ahora el doble de su tamaño original y estaban pintados con un lápiz labial rosa muy sexy. Su nuevo y redondeado trasero se veía delicioso, con la forma y el tamaño perfecto para una puta caliente como Kristie.

Y, además, los doctores habían rehecho también su sexo. El clítoris de Kristie era ahora bastante mayor, sobresaliendo de entre sus labios al sentarse. También había aumentado el tamaño de sus labios vaginales. Julie sabía que también, aparte de esos cambios físicos, los médicos habían incrementado la sensibilidad del coño y del clítoris para que actuasen al unísono con las ideas que previamente habían introducido en su mente.

- Hola, Kristie. ¿Te acuerdas de mí? – preguntó Bri.

- Creo que no. – respondió esta con una risita.

- ¿Y de mí? ¿Te acuerdas de mí? – le tocó ahora a Julie preguntar.

- ¡Oh, sí! ¡Kristie se acuerda de Julie! ¡Kristie quiere a Julie! ¡Kristie quiere ser como Julie!

- ¿Y confías completamente en mí, Kristie? – volvió a preguntar Julie.

- Sí. Kristie confía comple… com… com… - se echó a reír. – Kristie no puede decir palabras tan grandes. – y diciendo eso volvió a reirse tontamente.

- ¿Y harás todo lo que te sugiera, Kristie?

- Sí, Julie. Kristie quiere hacer lo que tú digas.

- Kristie, esto es muy importante. ¿Lo entiendes? Muy importante. – le susurró Julie al oído.

- Sí.

- Bri es el Ama de Julie. Kristie quiere ser como Julie. Ahora Bri es el Ama de Kristie también.

- Bri es el Ama de Kristie. – repitió la mujer con voz monótona, con la mente en blanco absorbiendo todo lo que Julie le decía.

- Kristie hará todo lo que Bri le diga.

- Todo lo que Bri me diga… - repitió Kristie.

- Kristie confía en Bri.

- Kristie confía en Bri… - repitió de nuevo Kristie.

- Bri es el Ama de Kristie.

- El Ama de Kristie…

- Kristie obedecerá lo que Bri le diga.

- Todo lo que Bri diga…

Bri se adelantó hacia donde estaban las dos mujeres.

- Julie, ¿nos dejas un momento a solas?

- Por supuesto, Ama Bri. – contestó Julie saliendo por la puerta por la que antes había entrado Kristie cerrándola tras salir.

Bri centró su atención en Kristie ahora.

- Kristie, soy Bri.

- Ama Bri. – respondió Kristie con adoración.

- ¿Cómo te sientes, Kristie?

- Caliente. – dijo Kristie entre nuevas risitas.

- Sí, ya me doy cuenta. – Bri miró, primero, las gotas de leche que ahora goteaban de las tetas de Kristie y, después, la humedad abundante que brillaba e su coño.

- ¿Te gusta el sexo, Kristie?

- Sí, Ama Bri. A Kristie le encanta el sexo. ¡Le encanta tener sexo todo el tiempo!

- ¿Y con quien prefieres tener sexo? ¿Con hombres o con mujeres, Kristie?

- ¡A Kristie le gusta con los dos!

- Estupendo, Kristie. Dime, ¿te gustaría que yo te proporcionase una forma de tener más sexo a todas horas, Kristie?

- ¡Oh, sí, Ama Bri! Kristie quiere tener sexo todo el tiempo. ¿Le gustaría a mi Ama Bri follar conmigo?

- En este momento no, Kristie. Pero me gustaría hablarte sobre tu nuevo trabajo.

- ¡Bien! ¡Kristie hará lo que diga el Ama Bri!

- Kristie, quiero que hagas la calle. Que seas una prostituta.

- Ooooooo… ¡Kristie es una tonta y estúpida puta! ¡A Kristie le encantaría hacerlo!

- Kristie, ¿sabes como has llegado hasta aquí? ¿Recuerdas quien eras antes?

- Creo que Kristie ha sido siempre una caliente y estúpida bimbo.

- Sí, ¿pero tu nombre ha sido siempre Kristie?

- Creo que sí. – respondió Kristie dejando que su mirada vagase por el techo de la habitación en busca de una respuesta.

- ¿El nombre de Christine significa algo para ti? – volvió a preguntar Bri.

- Ummmm… no… pero suena bonito. ¿A Christine le gustaría follar conmigo? – contestó Kristie.

- No, no… - dijo Bri con una sonrisa. – Creo que Christine ahora está completamente jodida. – y se echó a reír sonoramente.

- Eso es malo. – dijo Kristie sin entender. – A Kristie le gustaría estar complee… com… co… co… ¡oooooo! ¡correrse! ¡Esa si es una palabra divertida! ¡A Kristie le gusta correrse! – su personalidad anterior había desaparecido definitivamente.

- Y ahora Kristie va a ser una puta callejera. – dijo Bri.

- Kristie solo quiere sexo todo el tiempo. Sexo con chicos y chicas. ¡A Kristie le encanta el sexo! Gracias por dejarme ser una puta callejera. ¡Seré la mejor de las putas callejeras, Ama Bri!

- Estoy seguro de ello, Kristie. Estoy segura de que serás la mejor. Tienes un talento muy especial, Kristie, ¿sabes cual?

- Ummmmm… ¿qué mi clítoris es grande y está sensible todo el tiempo por lo que Kristie solo quiere follar y follar todo el rato?

- Bueno, eso también, Kristie. Pero me refería a tus tetas.

- ¡Kristie tiene las tetas grandes!

- Sí, así es, Kristie. Tus tetas son especiales, Kristie. Muy especiales. ¿Sabes por qué?

- Ummm… ¿por qué son grandes y están llenas de leche?

- En efecto, Kristie. – contestó Bri. – Porque son grandes y están llenas de leche.

Kristi dirigió sus manos a sus tetas  y empezó a acariciarlas, deteniéndose, sobre todo, en los  enormes pezones y areolas. El juego provocaba que apareciesen aun más gotas de leche.

- ¿Te gusta tener las tetas grandes, Kristie?

- ¡Oh, sí, Ama Bri! ¡A Kristie le encantan sus tetas enormes! Me hacen sexy… y  caliente. – contestó Kristie echándose a reír.

- ¿Y te gusta que estén llenos de leche, Kristie?

- ¡Sí, Ama Bri! ¡Con las tetas llenas de leche todo el mundo me las quiere chupar! A Kristie le encanta que le chupen las tetas. A Kristie le encanta que la ordeñen como a una vaca. Ahora tengo las tetas llenas de leche. Ama Bri, ¿le gustaría probar la leche de Kristie?

- No, gracias Kristie. Quizás en otro momento. Pero necesito que me ayudes a que tus tetas estén llenas de leche en todo momento.

- ¡Oh, sí! ¡Kristie quiere tener las tetas llenas siempre!

- Bueno, Kristie. En primer lugar hay que ordeñarte con frecuencia. Si nadie se bebe tu leche, dejarás de producirla. – explicó Bri.

- Está bien, Ama Bri. – respondió Kristie. – Eso es fácil porque a Kristie le encanta que le chupen las tetas.

- Excelente. – dijo Bri tomando algunos viales del líquido azul de un armarito junto a algunas jeringuillas. - ¿Ves esto, Kristie?

- Sí. – contestó Kristie mirando estúpidamente los viales y las agujas.

- Kristie, cada mañana debes pincharte esto en cada una de tus tetas, bajo el pezón. ¿Entiendes?

- Sí, Ama Bri. Todas las mañanas. El color azul es muy bonito. – dijo entre risitas Kristie. - ¿Qué hace?

- Es una droga muy especial Kristie. Hace dos cosas. En primer lugar, aumenta la producción de leche…

- ¡Ooooo…! ¡Qué bueno! – interrumpió Kristie contenta. - ¡A Kristie le encanta tener las tetas llenas de leche!

- En segundo lugar, – continuó Bri – añade a tu leche una droga muy adictiva que hace a la persona que la bebe muy susceptible a la sugestión.

- ¿Sugesqué…? –preguntó Kristie.

- Eso quiere decir que tan pronto alguien se beba tu leche, tu vas a poder decirles cosas y ellos van a querer hacer lo que tu les has dicho. – explicó Bri.

- ¿Cómo vuelve y fóllame más? – preguntó Kristie riéndose.

- No, Kristie. Ellos querrán volver a follar contigo porque la droga en la leche es muy adictiva. Pero lo que te voy a decir ahora es muy, muy importante Kristie. ¿Entiendes?

- Muy importante. – repitió mecánicamente Kristie.

- En tu nuevo trabajo de puta cayera, cuando alguien beba tu leche, tienes que susurrarle al oído que venga aquí, al Total Transformation Salon & Spa. ¿Podrás hacerlo, Kristie?

- ¡Sí, Ama Bri! ¡Todo el mundo estará feliz  cuando venga aquí! – volvió a reír Kristie.

- ¿Te gustaría inyectarte ya este producto azul en las tetas Kristie? Y así te enseño como has de hacerlo. – preguntó Bri.

- ¡Sí!

Bri tomo una jeringuilla y le mostró a Kristie como debía llenarla.

- Ahora, Kristie, toma la jeringuilla e inyéctatela en el pecho derecho, justo bajo el pezón. – dijo Bri poniendo la jeringuilla en las manos de la mujer.

Kristie la cogió con su mano derecha y, sujetándose el pezón con la izquierda, empujó la jeringuilla hasta clavar la aguja en el sitio indicado.

- Perfecto. – la animó Bri. – Ahora inyéctatelo.

- ¡Weeeee…! – dijo Kristie mientras vaciaba el líquido en su teta. - ¡A Kristie le gusta!

- Excelente. Ahora la teta izquierda.

Kristie repitió el proceso inyectándose el suero de lactancia TTSS en su pecho izquierdo.

- Kristie, vas a tener ahora un agradable y nuevo hogar en una de nuestras casas, en la Calle 5. Vas a vivir allí y a trabajar en el barrio como haciendo la calle.

- Follada todo el rato. – completó Kristie.

- Sí, follada todo el tiempo, Kristie. Y tendrás un suministro completo del líquido azul y de jeringuillas para que puedas ponértelo en las tetas todos los días.

- ¡Suena divertido!

- ¿Y qué vas a susurrar en el oído de cada uno de tus clientes después de que se beban la leche, Kristie? – preguntó Bri.

- Les voy a susurrar que… - de nuevo una risa tonta se escapó de los labios de Kristie. - … que vengan a Total Transformation Salon & Spa y así serán felices.

- Así es, Kristie. ¿Quieres preguntarme algo antes de que regrese Julie?

- ¿Cómo voy a conseguir que todos se beban mi leche? ¿Y si no les gusta? – preguntó ahora Kristie preocupada.

- Cualquiera que vea estas pequeñas gotas de leche alrededor de tus pezones, – dijo Bri tocando la rezumante areola izquierda de Kristie – se sentirán atraídos por ellas. Van a querer probarla. Tomar leche de un pecho es una necesidad humana básica. Muy erótica, tanto para hombres como para mujeres. Y tu leche es altamente adictiva, Kristie. Una vez que alguien la pruebe, no va a querer dejar de tomar más y más. Beberán hasta dejarte seca.

- Y entonces Kristie les susurra que vengan aquí.

- Exacto Kristie. Los mandas a todos aquí.

- ¡Lo haré, Ama Bri! ¡Todos estarán tan contentos cuando vengan aquí!

Bri se dirigió hacia la puerta de servicio y la abrió. Julie esperaba fuera. Haciéndole una señal, Bri le indicó que entrase de nuevo en la sala. Una vez en ella, le dijo:

- Prepárala y mándala al burdel de la Calle 5, por favor.

- Sí, Ama Bri. – respondió Julie.

Bri se percató de que Julie miraba fijamente las nuevas tetas de Kristie. Sonriendo, se acercó a Julie.

- ¿Te apetece hacértelo con ella antes de que nos deshagamos de la puta, Julie? – Julie se sonrojó al tiempo que sonreía. – Es tuya, Julie. – Y diciendo esto Bri salió de la habitación.

Desde su silla, sonriendo como la tonta en que ahora se había convertido, Kristie también miraba a Julie.

- ¿Julie quiere follar con Kristie? – preguntó la mujer. – Mis tetas están llenas de leche. ¿Le gustaría a Julie chupárselas y después follarse a Kristie? - Dijo Kristie separándose los labios de su coño y empezando a masajearse el clítoris.

Julie se arrodilló junto a la silla de tratamiento y acarició el enorme pecho izquierdo de Julie. Increiblemente, al contacto, el pezón se endureció aun más y más leche comenzó a brotar de él. Julie puso su boca sobre él y empezó a chupar. Un gran chorro de leche caliente fue su recompensa. Sin perder el contacto con el pezón, para no perder nada del precioso líquido, Julie se incorporó para, separando sus piernas, sentarse a horcajadas sobre el cuerpo de Kristie.

Beber de la teta de Kristie estaba siendo la sensación más erótica que Julie había tenido en su vida. Y las tetas de Kristie eran enormes. Y estaban llenas de tanta leche como Julie fuese capaz de beber. Julie se dejó llevar por la situación. Lo único que le importaba ahora era beber y beber hasta dejar secas las tetas de Kristie.

Kristie se sacó los dedos de su coño para ponerlos en el de su compañera.

- ¡Kristie quiere follarle el coño a Julie con los dedos mientras chupa y se bebe mi leche!

Julie gimió de placer cuando los dedos de Kristie alcanzaron su objetivo y le enterró dos dedos en el húmedo coño. Lo único que Julie podía hacer ahora era agarrar con ambas manos la enorme teta izquierda de Kristie y seguir bebiendo de la embriagadora y adictiva leche de la mujer.

- ¡A Julie le gusta la leche de Kristie! – dijo esta mientras Julie seguía chupando y chupando. – Julie quiere chupar hasta dejarme la tetita izquierda seca y luego vaciar la otra también!

Todo lo que Julie podía hacer en ese momento de éxtasis adictivo era asentir con la cabeza ligeramente y murmurar “mmm… mmmmhhh…” sin perder el contacto con las maravillosas tetas de Kristie.

De vuelta en su oficina, Bri observaba la escena en un monitor con una gran sonrisa dibujada en su rostro. El ver a Julie completamente cautivada con las tetas de Kristie y su leche, confirmó su sospecha de que el suero de lactancia TTSS era un éxito total. No solo aumentaba de forma casi infinita la producción de leche, sino que era evidente que, además, era completamente adictivo para cualquiera que probase la leche producida por él. Si Julie era incapaz de quedar satisfecha, seguro que sucedería lo mismo con los futuros clientes de Kristie.

“Sin duda el burdel de la Calle 5 va a ser muy rentable ahora que Kristie va a estar allí”, pensó mientras seguía viendo a las dos mujeres en la pantalla. “Y después todos vendrán aquí”. Bri se echó a reír.

Apagando el monitor, Bri volvió al trabajo.

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