miprimita.com

La Doctora en la jaula IV

en Dominación

                Este relato es una versión en español del relato  “Doctored into a cage” escrito por Jackpot y aparecido en la página BDSM Library en noviembre del 2008. Por su temática, me pareció interesante traducirlo y compartirlo con ustedes. No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran

IV

                Había algo palpable en su interior. Podía notarlo. Tenue, como el aire a su alrededor, flotaba en el ambiente como un aroma y podía olerlo. Sabía que debía terminar lo que había empezado. Terminó de retocarse los labios dándoles forma con movimientos precisos del pintalabios. Se había vestido igual que siempre, pero por una extraña razón sentía como si unos ojos la mirasen, o era quizás su propia mente la que la hacía verse hoy de manera diferente, ajena a ella, como si se estuviese viendo en una pantalla de cine, actuando de una forma agradablemente sensual. No estaba segura de porqué le sucedía eso. En las dos semanas transcurridas desde que conociese a Tara White su cerebro estaba perdido en una especie de niebla continua.

                Se ajustó el sujetador debajo de la blusa blanca y durante unos segundos algo extraño le sucedió. Miró hacia la ventana y luego de nuevo al espejo viéndose de perfil. Notó el reflejo del sol sobre su blusa haciendo que ésta se transparentase un poco. “Si no llevase sujetador se me notarían los pezones debajo de la blusa” pensó. Se preguntó porqué habría pensado en eso.

                - ¿Vas a volverla a ver? – era más una afirmación que una pregunta.

                - Sabes que tengo que hacerlo, Tim. – ella lo miraba desde el espejo.

                - ¿Por qué? – El la giró para mirarla de frente. La atrajo hacia sus brazos y le dio un cálido y agradable beso. Ella se apartó.

                - Para, vas a estropearme el maquillaje.

                - No te preocupes por eso. Dime, ¿por qué tienes que volver? No has vuelto a ser la misma persona desde que la conociste. Reconócelo. – Dijo acariciando su hermoso pelo negro.

                - He empezado ya mi estudio y sabes que cuando empiezo algo siempre lo termino.

                - ¿Es solo curiosidad o hay algo más?

                - ¿Por qué dices eso?

                - Estás empezando a obsesionarte con el caso. Las obsesiones pueden llegar a ser muy peligrosas y conducirte por un camino que no hará más que destruirte.

                - Cielo, por favor, estás haciendo una montaña de un grano de arena. No es más que otra paciente. Deja de preocuparte.

                Incluso en su intento de acabar con los naturales temores que los que estaba sumida, se sentía inquieta. No había estado tan segura de algo en toda su vida. Existían dos sentimientos luchando en su interior. Uno le obligaba a dejar el caso y seguir adelante, desvincularse de su investigación y no regresar más a la clínica. El otro la llamaba, la atraía, le insistía en que volviese y entrase en la guarida de Tara una vez más. Era más que una necesidad intelectual y algo más que curiosidad. Estaba ardiendo por dentro y su naturaleza sexual estaba tomando el control de su mente. Trataba de ocultarlo, de mantenerlo controlado, pero ahí estaba. Volvería a verla y pensando en esto se dio cuenta de que su vida no volvería jamás a ser la misma.

*****

                - ¡Tara White! ¡Dichosos los ojos!

                - ¡Dra. Prichard, como me alegro de verte! Supongo que el Dr. Vance no va a volver durante un tiempo.

                - Tendría que haber imaginado que tuviste algo que ver en ello. –  sonrió.

                - ¿Por qué nadie cree en mi inocencia? – se abrazaron. Era un signo de verdadero afecto, no era un falso sentimiento.

                - El Dr. Vance necesita una prolongada baja para que su boca se cure correctamente. 

                - ¿Y la enfermera Hamilton? Había otra enfermera diferente esta mañana haciendo la ronda.

                - Sí. Parece que ha estado como una zombi últimamente y sospechan que se está drogando.

                Tara soltó una carcajada.

                - ¡Dios mío! Pobre chica…  y con una posición tan respetable nada menos. – los ojos de Tara decían otra cosa.  

                - Bueno, puede pasarle a cualquiera, ¿no es así, Tara?

                - Sí, así es. Entonces, ¿eres la sustituta del Dr. Vance?

                - Sí. Estaré aquí hasta que esté lo suficientemente recuperado como para volver. Estaba  tratando de conseguir algún trabajo, a que surgiera algo y aquí estoy. No tendrás nada que ver con esto, ¿verdad?

                - Ummmm…. quizás… - dijo en voz baja.

                - ¿Por qué no te doy las gracias adecuadamente? – se acercó más a Tara.

                - Ahora no, Debra.

                - Pero sabes lo caliente que me pone tu puño. Lo necesito tanto.

                - Ya habrá tiempo para eso, puta. Ahora céntrate. Efectivamente fui yo quien le sugerí al Dr. Vance que te recomendase a la directora.

                - Ya sabes que no le gusto. Ya hemos trabajado juntos antes.

                - Sí, lo sé. Parece que no sabe apreciar tu maravillosa y sádica forma de tratar con los pacientes. – ambas rieron.

                - Sí, esa es la razón por la que me marché la última vez. No imagino como habrá podido convencer a la Sra. Plummer.

                - No te preocupes por eso. Él y yo mantenemos una relación muy especial aquí.

                - Apuesto a que sí. ¿Sabe también quién y qué eres?

                - No, y así seguirá por ahora. Mantén tus preciosos labios cerrados o te los cortaré de inmediato, Deb. ¿Entendido?

                - ¿Es esa forma de hablar a una colega del “Colectivo”?

                - Eres parte del colectivo y tienes que estar agradecida de ser consciente de ello. La mayoría de los otros no lo son. Ten en cuenta de que eres una “Aprendiz” y no una “Iniciada”, así que no corramos riesgos innecesarios.

                - Nunca lo hago. Ya lo sabes. Espero que puedas proporcionarme algo mi diversión habitual, ¿verdad?

                - Por supuesto que la tendrás, Dra. Prichard. Estoy deseando que la tengas. De hecho estoy tratando de ingresar aquí a la esposa del Dr. Vance. ¡Quiero a esa perra! – de repente la tierna mirada de Tara se tornó en enojo.

                - ¿No te estás arriesgando demasiado?

                - Siempre consigo lo que quiero, además ahora tengo un poder casi ilimitado.

                - ¿Y piensas que ella va a venir aquí y se te va a entregar sin más?

                - No, pero me gusta el engaño y, quizás, su marido me pueda ayudar en esa empresa.

                - Ya veo. Espero que lo logres. Quisiera un poco de carne fresca e inocente para moldear y controlar.

                - La tendrás. También voy a asegurarme de que continúes aquí. Tengo mis métodos.

                - Bueno, retomamos entonces nuestra relación.

                - Suena como un brindis.

                - Sí, si tuviésemos unas copas y vino.- antes de que ella pudiese decir una palabra más, en sus manos aparecieron dos copas de Chardonnay.

                - Me sigo olvidando de lo poderosa que te has vuelto.

                - Sí son algunas de las ventajas de ser una “Iniciada”

                - Tonterías, estás demostrando las facultades de un “Guía”, los “Iniciados” no pueden hacer eso.

                - Cierto, pero mantén el secreto.

                - Sabes que los “Guías” no están permitidos aquí.

                - Sí. He hecho la transición por mi cuenta. En cierta medida mis poderes son aun limitados.           - Estoy segura de que tus poderes mentales tienen un mayor alcance.

                - Sí – Tara le dirigió una tranquilizadora sonrisa.

                - Bueno, aparte de venir a verte estoy aquí para traerte a alguien.

                - ¿En serio? ¿Quién?

                - Nunca la he visto antes. Es una trabajadora social bastante entrometida. Tiene algunas preguntas que hacerte. ¿La mando a paseo y le digo que en estos momentos estás enferma?

                - No, llévame hasta ella.

                - Muy bien. Como quieras.

*****

 

 

 

- Hola, Tara White, 696.

- Ellos prefieren que se dirijan a nosotros por nuestros nombres solamente – dijo refiriéndose a los médicos – Es parte del proceso de rehabilitación en un intento de que nos traten como a seres humanos y no como a cabezas de ganado como hacen en la mayor parte de las cárceles y manicomios. – Tara se sentó con cuidado. Tenía cadenas alrededor de sus muñecas y tobillos.

- Ya veo. Mi nombre es Sharon Tyler, de Servicios Sociales. Tenemos que discutir una cuestión muy importante. – Vestía un traje ejecutivo azul bien planchado. Colocó su maleta marrón sobre la mesa y sacó algunas fotos y documentos. Un oficial de policía se encontraba a su lado.

- ¡Ahhh! ¿Y qué es eso tan importante, Sra. Tyler? – Tara pretendió no conocer nada acerca de ella o los motivos que la llevaban allí, pero se hacía una idea.  Había pedido cita para verla meses atrás.

- Usted tiene una hija. ¿No es así, Sra. White?

Tara fingió sorpresa.

- ¿De qué diablos está hablando?

- Vamos, vamos querida. Su nombre es Sara – Le pasó algunas fotografías.

- Nunca antes he visto a esta chica. – le arrojó de nuevo las fotos.

- ¿Entonces por qué su madre se está haciendo cargo de ella?

- Mi madre, yo no tengo madre.

- Sí la tiene, su nombre es Lili Cong. He hablado con ella y se ha comprometido a cuidar de la niña. Encontramos a Sara en una casa de mala reputación.

- ¿Quién le ha dicho que es mi hija?

- Varias personas, incluyendo a su madre, la Sra. Cong.

Tara se llevó la mano a la barbilla.

- Madame Cong no es mi madre.

- Así que admite que la conoce – dijo la Sra. Tyler con una sonrisa socarrona.

- Mire, puede que me haya concebido, pero no es mi Madre, y su mente cambió al concebirme. – a Tara empezó a despertársele su apetito de cazadora.

 - Su mente cambió al concebirla. ¿De qué está hablando? – preguntó confusa.

- No escuche nada de lo que esta mujer diga, Sra. Tyler. Es una lunática – dijo el oficial de policía.

- Él tiene razón. Todos aquí creen que estoy rematadamente loca. Debería andarse con cuidado, Sra. Tyler, no sea que me apodere de su alma. – dijo mirándola fijamente con su mortal mirada.

- No trate de asustarme. No está tan loca como dicen. Sólo eres una criminal encarcelada que está usando la locura como una excusa para eludir la cárcel. Con una simple prueba de ADN puedo saber si ella es o no su madre, y lo mismo para saber si Sara es hija suya.

- Necesitará una orden judicial para eso.

- Si tengo que conseguir una, no dude que lo haré. Debe saber que si la Sra. Cong no es su madre la niña debe ir a una casa de acogida. ¿Quiere eso para ella? – su voz era suave, pero el tono de amenaza era evidente.

- Uno siempre hace lo que debe, Sra. Tyler, pero recuerde que siempre hay consecuencias.

Sharon bajó un poco la mirada. Era la primera vez durante toda la conversación que sentía algo de miedo. Se levantó tras guardar de nuevo las fotos y los documentos.

- Volveremos a vernos, Sra. White. – se giró dirigiéndose a la puerta.

- Seguro que sí, Sra. Tyler. Pero no como usted piensa. – La Sra. Tyler la miró por sobre su hombro y luego siguió adelante.

- ¡Tengo que ver a la Dra. Prichard de inmediato, por favor! – Gritó Tara con furia.

La Dra. Prichard regresó y con ayuda de algunos guardias se llevó a Tara de regreso a su habitación.

*****

 

 

 

                - Contacta con Jeb Cutler.

                - No es uno de los nuestros – dijo la Dra. Prichard.

                - Lo sé. Pero ya ha trabajado anteriormente para nosotros.

                - ¿Estás segura? ¿No es una imprudencia con lo que sabe?

                - Estuvo a punto de ser asesinado en mi lugar por la “Sembradora” hace muchos años. De todas formas no nos cruzaremos. Además ya está vigilando desde hace meses a la Sra. Tyler y su familia. Sólo dile que continúe.

                - ¿Por qué has hablado de la “Sembradora”?

                - Esa asistenta social está haciendo peguntas sobre ella y mi progenie.

                - ¿Cuánto sabe?

                - Lo suficiente como para causar problemas si se acerca demasiado a Sara. Ha sido un acierto que la Sra. Cong sea uno de los nuestros.

                - Una “Aprendiz” como yo, ¿verdad?

                - Sí, es consciente de ello. ¿La has sentido en el “Colectivo”?

                - Sí, la he sentido. Sabes lo que realmente siento por los clústers. Nunca sabrán quién o qué son.

                - No, pero son parte del “Colectivo” y éste está en sus mentes. Eso los empuja a mantenerse lejos de Star.

                - ¿Tenemos que pelear siempre con Star?

                - Sí. Star lo quieres así y debemos estar siempre preparados para la lucha. Ellos también están dentro.

                - Qué vida más triste tienen los clústers.

                - Sólo los “Guías” pueden liberarlos de ese estado, como han hecho con nosotras. Si no siempre permanecerán como clústers.

                - Por favor, ¿puedes meter el puño en mi coño ahora? – Debbie comenzó a mendigar.

                - ¿Por qué eres tan puta, Dra. Prichard? Nunca estás satisfecha, ¿verdad?. Estás tan unida a ese cuerpo humano…  – Tara sonrió.

                - Sí, ¿acaso tú no lo estás también?

                - Sí… son tan divinos y decadentes. Ahora, ven aquí puta.

*****

En su sala de estar, mirando el teléfono, se encuentra una mujer atemorizada. Su mente ha cambiado bastante en los últimos meses, más recientemente tras una serie de llamadas telefónicas. No entiende lo que está pasando. Su apreciado mundo se está colapsando sobre ella y está a punto de ser engullida por una fuerza desconocida. Siempre se había sentido segura, tanto que hasta el atisbo de un leve cambio le producía pánico. Los días pasaban lentamente y cada uno de ellos se le clavaban el alma como puñales. No recordaba la última vez que había tenido relaciones sexuales con su marido o su frecuencia, o desde cuando tiene la necesidad de usar su vibrador. Había tratado de estimularse pero fue en vano. Era como si alguien hubiese tomado posesión de su mente y de su cuerpo y la hubiesen echado fuera para siempre. Quiere defenderse, está ansiosa por encontrar un culpable. Si lo encontrase al menos podría ponerle cara a su enemigo. La reacción de su mente al dolor que está sufriendo no puede compararse a lo que el futuro le depara. Por el momento su salud mental está intacta, pero poco a poco está comenzando a caer en una espiral de nervios, de terror. No entiende sus nuevas necesidades sexuales por eso no entiende la falta de deseo de su marido, o eso piensa.

- Estás perdiendo la razón – dijo el Dr. Vance.

- ¿Por qué? ¿Por qué estoy esperando de nuevo la llamada de tu puta, Peter?

- Linda, ya te dije que no pasa nada. La compañía telefónica localizó sin éxito la llamada y el FBI no puede estar aquí para siempre. Nadie te llamó cuando intentamos rastrear al acosador – estaba tratando de calmar a su mujer, pero sin embargo estaba empezando a creerle. Vio la mano de Tara en ello.

                - ¿Por qué se van tan pronto? Podrían quedarse un mes más.

                - Nadie va a estar esperando un mes entero aquí.

                - Lo que creo es que no quieres que nadie sepa nada de tu putita.

                - Linda, eso es una tontería. ¿Cómo pudiste decirle a la policía que las llamadas venían de la clínica?

                - Ya te lo dije, Peter. Ella dijo que era una enfermera.

                - No, tu le dijiste a ella que era una enfermera. ¿Por qué te estás inventando esta historia? ¿Es para vengarte de mí?

                - ¿Te refieres a tus preciosas sesiones con la Señorita Colchón? – Linda estaba hablando como la mujer del teléfono. Se ruborizó cuando dijo:

                - Lo siento Peter, no quería decirlo de esa manera.

                Él se sentó a su lado y levantó las manos diciendo:

- No estoy seguro de lo que me está sucediendo, cielo, pero te prometo que buscaré ayuda para solucionar este problema. Voy a ver a un profesional – En sus ojos había sinceridad. Era como si de repente las sesiones con Tara no hubiesen sucedido nunca, como si no estuviese teniendo una aventura. Después de todo no era su culpa, ella se había apoderado de su mente. No iba allí a hacer el amor con ella, iba como un zombi para que lo follase de las maneras más humillantes. No había manera de poder detener o controlar lo que estaba haciendo. Ella lo había amenazado y él se había condenado por su debilidad y falta de control. Estaba avergonzado de corazón, pero lo peor estaba aún por llegar.

- ¿En qué piensas cuando piensas cuando tienes esos sueños, Peter? – ella lo miró directamente a los ojos.

- Te he dicho que no lo se. Es sólo como una especie de voz.

- ¿Estás teniendo una aventura, Peter? – de nuevo volvía a preguntar ella.

- No, ya te lo he dicho. No tengo una aventura. Es sólo un sueño. – Hizo todo lo posible para seguir mirándola a los ojos.

- ¿Quieres el divorcio? ¿Es eso lo que quieres? – ella lloraba porque sabía que él estaba mintiendo.

- Por supuesto que no, Linda. Te dije que voy a buscar ayuda.

- ¿Y qué me dices de las llamadas telefónicas?

- No se nada acerca de ellas. Dime, ¿por qué nunca llama esa mujer cuando estoy en casa?

- No lo se. Parece saberlo siempre, de alguna manera. Sabe cuando estoy sola.

- Linda, escúchate. ¿Cómo va a ser eso posible?

                - No se, pero lo sabe.

                - ¿Y qué te dice?

                - Cosas, Peter, cosas guarras. Sabe de tu problema en la cama y de nuestra falta de relaciones maritales. Me dice cosas repugnantes y sucias. Pone imágenes en mi mente y me asusta. ¡Quiere internarme, Peter! Me dice que necesito que me internen. Tengo miedo… pero aún hay más – ella lo miro con un sentimiento de culpabilidad asomando a sus ojos.

                - ¿Qué más?

                - Bueno, yo a veces… ella a veces…

                - Ella a veces… sí, vamos, sigue.

                - Ella a veces logra que me excite. – apartó la mirada de su marido. Él sólo atinó a abrir la boca.

                Peter sabía que la mente de Tara podía conseguir cualquier cosa que se propusiese. No sabía que decirle a su esposa así que se puso a la defensiva con la esperanza de que ella desviara su atención de los actos cometidos por él.

                - ¿Y tú crees que estoy enfermo por follar con un colchón? ¡Estás imaginándote voces al teléfono!

                - ¡Vete a la mierda! ¡Esto no son imaginaciones mías! – gritó ella.

                - Cierra tu sucia boca. Voy a salir un rato.

                - Peter, ella también sabe lo que te pasó en la boca. – gritó ella cuando él cerró la puerta. ¡Peter, no me dejes sola! ¡Peter, por favor…! ¡Peter, va a llamarme ahora! ¡Llama cuando te has ido!

Corrió hacia la puerta, la abrió y gritó:

¡Peter, Peteeeeerrrrr…!

*****

 

 

 

                - Encantada de conocerla, Dra. Forbes – la Dra. Prichard apretó cálidamente la mano que su colega le ofrecía.

                Melody vestía un fino traje ejecutivo color lila con unos brillantes zapatos negros de alto tacón. Su fina blusa blanca destacaba su perfecta figura. Su pelo negro brillaba resplandeciente. Parecía más una abogada que una psiquiatra con la excepción de que había sustituido el clásico maletín por un bloc de notas.

- El placer es mío, Dra. Prichard. He oído que va a sustituir al Dr. Vance durante algún tiempo.

- Sí, así es. Pero sólo hasta que se recupere. – sonrió - ¿Le importa acompañarme unos minutos a mi oficina antes de ver a la paciente?

- No, en absoluto.

- Dios, necesitará una bata de laboratorio.

- Prefiero no llevarla. Prefiero un enfoque menos formal con mis pacientes.

- Ya veo. Sígame, por favor.

Entraron a la oficina y ambas mujeres se sentaron. Las dos cruzaron las piernas. La Dra. Prichard sintió calor y se despojó de la bata colgándola de una pequeña percha en la pared lateral de la parte trasera de su escritorio. Se miraron a los ojos y cada una estudió detenidamente a la otra. Melody levanta un poco su pie derecho y lo mueve alrededor de su tobillo., ansiosa por seguir su trabajo, mientras Debie, más calmada, se toma unos minutos en estudiar a su colega como si sus ojos fuesen cámaras que quisiesen retener la figura de la Dra. Forbes con mal disimulada alegría.

Debie se atusó su pelo castaño rojizo empujándolo hacia atrás mientras saca hacia delante su llamativo busto. Vestía un vestido largo de color negro, elástico que se ceñía a su cuerpo y brillaba con tonos plateados con cada movimiento de su portadora. Ambas mujeres se mostraban fuertes y confiadas.

- Entonces, ¿de qué desea hablarme, doctora? – preguntó Melody.

- En primer lugar, doctora Forbes, me gustaría que adoptase un enfoque más serio en su trabajo en estas instalaciones. Como profesional es muy importante que respete las formas y adopte una indumentaria más apropiada, ¿no le parece?

Melody se sorprendió ante esas palabras.

- ¿Qué problema hay en cómo voy vestida?

- Ninguno querida. Es sólo su actitud frívola y su insistencia en no ponerse bata lo que me preocupa. Después de todo estamos en una clínica, por si no se ha dado cuenta. – La Dra. Prichard la atacaba en busca de puntos débiles.

- Le agradezco su consejo, pero soy nueva en esto y mi forma de vestir es sólo asunto mío.

- Bien, ¿y por qué tanto interés en nuestra interna estrella?

- Creo que alguien debe ayudarla – Melody dejó escapar esas palabras pero… ¿no había otra razón?

- Necesitará un vigilante armado con usted, como ya debe saber. Tara White es una interna extremadamente peligrosa.

- Está bien doctora, el Dr. Vance ya me ha aleccionado sobre ella. Me gustaría ver a mi paciente ahora.

- Su paciente. Vaya, parece que ya han establecido un lazo muy profundo, ¿verdad?

- No exactamente, pero parece que he sido la única que le ha ofrecido algo de ayuda estos días.

- ¿Está segura que tiene clara su lista de prioridades? Una mujer sexy, vibrante como tú podría ser influida por la mente sucia y seductora que ella posee. – abrió los labios y movió su lengua en un sensual gesto antes de volver a cerrar su boca.

- Veo que habla por experiencia, Dra. Prichard.

- He coincidido con ella antes en otro psiquiátrico. Le gusta rodearse de chicas lindas como tú y enredarlas en sus juegos. Debe ser muy fuerte aquí, Dra. Forbes. – se inclinó sobre el escritorio y clavó sus ojos en los de Melody como para subrayar sus palabras. Todo era parte de su actuación.

- Con respecto a eso, Dra. Prichard, soy una chica grande y puedo cuidar de mi misma.

- Y además bella y elegante. – Su mirada se suavizó en los ojos de su colega.

- Dra. Prichard, si no supiera que no es cierto, diría que me está dando un repaso – Debbie le hizo un guiño inocente y se retiró hacia atrás.

                - Espero que no sea usted lesbiana, querida. A ella le encantaría introducirla en su feo mundo de mujeres lujuriosas, por lo que debe tener mucho cuidado con ella. ¿Es usted ese tipo de mujer, Dra. Forbes?

                - No, lo siento. Sólo estaba bromeando. Por supuesto que no soy lesbiana. Tengo marido y dos niñas.

                - Mis disculpas. Fue la forma en que coqueteó conmigo lo que me hizo pensar lo contrario. Verá, la tensión de este trabajo puede, a veces, llegar a afectarle y quiero que sepa que siempre estaré aquí si necesita alguien que la escuche si en algún momento su tarea se vuelve difícil. Se que es complicado admitir que  nuestra posición puede ser muy ardua en ocasiones y sentir la necesidad de abrirse a alguien y evitar que esas sensaciones queden reprimidas. Siempre puedo tomar otro paciente. – su tono era suave, astuto, temible.

                Por un instante la Dra. Forbes quedó sorprendida. Casi se había dejado seducir como si hubiese estado en un trance hipnótico, con los mirada perdida a consecuencia de la voz de la Dra. Prichard, pero volvió pronto a la realidad.

                - Ummm… no me sucede nada malo, Dra. Prichard, y no tengo intención de convertirme en paciente de esta institución. Espero retire sus comentarios. – se tranquilizó.

                - No debe mostrarse tan arrogante conmigo, Dra. Forbes. Dirijo esta clínica y nunca se sabe si puede convertirse en mi paciente. He visto muchos casos de colapso en médicos y estoy segura de que no son excepcionales. Solo le estoy dando un consejo razonable. Estos sitios no son fáciles y ojeando su currículum veo que no tiene una experiencia abundante con pacientes de este tipo.

                - No puedo creer que me esté diciendo esas cosas a mí. Hola, soy una psiquiatra, no un a paciente. Tal vez la que necesite poner en orden sus prioridades sea usted. – Melody le devolvió el golpe.

                - Muy bien, doctora – hizo hincapié en la palabra – es tiempo de ver a nuestra paciente.

                Las dos mujeres se pusieron en pie y la Dra. Prichard se colocó de nuevo su bata en un gesto de desafío a la actitud informal de la Dra. Forbes, luego se dirigieron a la celda de Tara.  A medida que avanzaban por el corredor, la Dra. Prichard hizo pasar a Melody delante provocándole la sensación de que la empujaba más y más dentro de las entrañas del manicomio. Se dio cuenta de que sentía aprensión hacia la Dra. Prichard. Decididamente no le gustaba.

                Cuando llegaron la puerta se abrió y Melody entró. Su colega cerró la puerta detrás de ella dejándole la sensación de que la Dra. Prichard la había encerrado como a una paciente más. Era una sensación nueva para ella.

                Miró hacia la cama de Tara y se sorprendió de que ella no estuviese allí. De repente, alguien la agarró por detrás y le dijo:

                - Eso es, apóyate en mí. Te gusta esta sensación, ¿verdad que sí? – el susurro provenía de Tara White y se clavó profundamente en la cabeza de la Dra. Forbes. Tara tenía sus manos sobre el cuello de la doctora. Le puso una mano en la garganta y la acarició suavemente.

                - Ahora saca pecho para mí, quiero ver como se te marcan esos adorables pezones. – Melody no pudo resistirse a hacer lo que Tara le ordenaba y Tara comenzó a acariciar sus senos con movimientos circulares para luego juntarlos ligeramente. Melody no sabía si esa mujer iba a matarla o a otra cosa. Se sentía terriblemente excitada, pero antes de que su cuerpo se abandonase al disfrute de esas sensaciones, Tara la soltó apareciendo como por arte de magia sobre su cama. Melody casi cae de espaldas pero pudo mantenerse en pie en el último momento.     

                - ¡Bueno!, ¿crees que voy a follarte cada vez que vienes a verme? – dijo Tara con una astuta sonrisa.        

                La buena doctora se estremeció visiblemente y le preguntó:

                - ¿Q… qu… qué eres?

                - Tantas preguntas, Dra. Forbes… Y yo tengo todas las respuestas.

                - ¿Cómo eres capaz de hacer algo como esto? ¿Y de dónde has sacado esas ropas? – Melody señalaba el precioso vestido rojo que Tara vestía. Daba la impresión de ser un demonio vestida de rojo brillante.

                - Para ti es muy importante comprender lo que pasa, ¿verdad doctorcita?

                - Sí, mucho, y me gustaría que me lo explicara ahora.

                - Si quieres respuestas vas a tener que ganártelas, doctorcita.

                - Quiero saber por qué mataste a esas mujeres y cómo es posible que hagas las cosas que haces.

                - Tal vez sólo sea una ilusionista.

                - He pensado en eso, pero creo que lo que ha estado haciendo va mucho más allá.

                - Ya te he dicho que puedo hacer aparecer cosas.

                - Sí, me lo dijo, pero pensé en que se trataba de algún tipo de truco.

                - ¿Y ahora? ¿Qué crees ahora?

                - No se qué creer

                - ¿Te han gustado mis caricias en tus pechos?

                - No te hagas ilusiones. ¡Sigues siendo una asesina! – el rostro de la Dra. Forbes se tiñó de rojo por la rabia.

                - La primera regla que debes observar conmigo, doctorcita, es que no permito que me mientan. No me gustan los mentirosos. Si quieres que te de respuestas veraces antes me las debes dar tú a mí. Ahora te lo vuelvo a preguntar. ¿Te han gustado mis caricias en tus pechos?

                Melody quería respuestas y odiaba admitir las peticiones de este demonio, pero no podía mentir si quería respuestas. Sí, lo disfruté. Fue muy vibrante y emocionante. Todo lo que Tara parecía hacer era sexualmente perverso y enfermizo, y, sin embargo, había algo de sutil erotismo en todo ello. Sacudía su mundo. Así que, sin apenas dedicarle un pensamiento pasajero, soltó con su voz más tierna:

                - Sí. – su voz era tan suave como una mariposa revoloteando en el viento y, sin embargo, era una afirmación.

                - Sí, ¿qué? – Tara la empujó un poco más.

                - Sí, lo disfruté. – Melody miró hacia el suelo al decirlo para no establecer contacto visual con Tara ya que se sentía avergonzada.

                - Así que admites que te gusta que otra mujer te acaricie, aunque esté tan enferma como yo.

                - ¡No insista, Tara! – trataba de recuperar la compostura.

                - Si no quieres responderme simplemente date la vuelta y márchate, pero entonces no obtendrás respuestas.

                - Usted sabe que yo no tengo por qué estar aquí. Puedo irme cuando quiera y dejar que otro profesional se ocupe de tratar su locura. En realidad sólo he venido aquí con la esperanza de poder ayudarla. – Tara no la dejó continuar.

                - No, eso no es cierto. Puede que lo fuese en un principio, pero ahora hay algo diferente. ¿Me equivoco? ¿Disfrutaste de tu estancia en los baños del restaurante? Sabes que puedo arreglarlo para que una chica bonita como tú trabaje de limpiadora en los baños de un buen establecimiento. Conozco un buen local en Japón. Allí tendrías que limpiar las pollas de los hombres después de que hubiesen orinado. – sus palabras hicieron estremecer a Melody hasta los huesos.

                La Dra. Forbes era incapaz de mirar a los ojos de Tara y mentirle. Una vez más la mujer parecía escavar en lo más profundo de su alma.

- De acuerdo. Admito que hay algo más que me interesa aparte de su rehabilitación. Necesito respuestas. ¿Cómo sabe lo de los cuartos de baño?

- Entonces necesitas mi ayuda.

- Sí, por favor ayúdeme. - ella hubiese querido volverse atrás, pero sus palabras sonaron sinceras y honestas.

- Por fin algo de verdad por parte de la pervertida Dra. Forbes.

                - Por favor, no me llame así.

                - Entonces, ¿cómo lo llamarías, doctorcita? – Una vez más metía el dedo en la llaga

                - Yo diría que sí, que es una perversión – admitió.

                - Admites entonces que te gusta que te acaricie otra mujer, aunque esté tan enferma como yo.

                - Sí.

                - ¡Dilo!

                - Me gusta que me acaricie otra mujer, aunque esté tan enferma como usted. – Sus propias palabras la abofeteaban mientras eran pronunciadas. Se estaba hundiendo y lo sabía.

                - Bueno, ya estamos haciendo progresos. Tome una silla, doctora. – señaló una silla de madera pintada de blanco que se hallaba cerca de su cama y de la mesa.

                Melody Forbes acercó lentamente la silla y se sentó en ella.

- No entiendo cómo es posible que tenga una silla y una mesa en la celda tras su intento de suicidio.

                - Bueno, la mayor parte del tiempo que estoy sin vigilancia me encuentro atada.

                - Está bromeando. Apenas estaba sujeta el día que la conocí y, bueno, ahora no lo está. Esto es irreal.

                - ¿Sí? ¿Y qué crees que es real?

                - No lo se, pero tengo una pregunta que hacerle.

                - Vamos, adelante.

                - En primer lugar, si usted es capaz de hacer todas esas cosas y nadie puede notarlo,  ¿ entonces  por qué está encerrada aquí?

                - Muy buena pregunta, doctorcita.

                - Entonces responda, por favor.

                - ¿Qué te hace pensar qué no salgo de aquí?

                - ¿Está diciendo que lo hace?

                - Estoy diciendo que si quisiera podría, así que tal vez lo hago.

                - ¿Qué significa eso?

                - Significa que estoy aquí porque quiero estar aquí.

                - ¿Por qué elegir estar aquí en vez de ser libre?

                - Tal vez porque disfruto estando aquí. Tal vez mi poder emane de aquí.

                - ¿Qué poder podría hacer eso posible?

                - El poder del miedo. Ciertos seres viven y sobreviven de él.

                - ¿Por qué dice seres? Parece una declaración de desapego, como si estuviese fuera, como si hablase desde un punto de vista objetivo.

                - ¿Cree en el diablo, Dra. Forbes?

                - ¿Estás diciendo que lo eres?

                - Te he hecho una pregunta.

                - Creo que existe el bien y el mal en la naturaleza humana.

                - ¿Por tanto crees que sólo nosotros somos responsables de nuestros actos y nada más?

                - Sí, sólo tenemos que observar el espíritu humano para encontrar la mayoría de las respuestas.

                - Hablas valientemente, pero yo te hablo de cosas más allá del dominio humano.

                - ¿Qué cosas?

                - ¿Qué pasaría si te dijese que mi poder crece en este lugar y que salgo de vez en cuando si lo deseo o lo necesito?

                - Diría que toda esta conversación es una locura. Estoy loca por estar aquí y todo lo que me ha pasado desde que la conocí es una locura. Estoy perdiendo la cabeza.

                - No te vengas abajo ahora, doctorcita. Lo único que quiero decir es que tu mundo no es lo que parece ser.

                - ¿Mi mundo no es su mundo también?

                - El mundo humano no lo incluye todo.

                - ¿Me está diciendo que no es humana?

                - Tantas preguntas y tantas necesidades, vas a trabajar muy duro si quieres que te conteste a eso.

                - Pensé que ya lo estaba haciendo.

                - Ni siquiera hemos empezado. – Tara sonrió ligeramente. Era una sonrisa astuta, llena de promesas de fatalidad.

                - ¿Qué significa eso entonces?

                - Significa que tendrás que hacer exactamente todo lo que te digo si quieres tus respuestas.

                - Está jugando conmigo de nuevo. Creía que ya habíamos pasado por eso.

                - Siempre estamos jugando, Dra. Forbes, y tú jugaras al mío.

                - ¿Qué le hace estar tan segura de eso?

                - Porque quieres respuestas… y porque has tenido el placer de conocer otras cosas – se refería a la parte sensual.

                - A lo mejor quiero respuestas pero no me convence el precio.

                - ¿Seguro? Ahí tienes la puerta.

                - ¿Qué es exactamente lo que quiere de mí?

                - Quiero explorar tu cuerpo.

                La Dra. Forbes miró directamente a Tara y luego, brevemente, a si misma para devolver de nuevo la mirada a Tara.

                - No puedo entregarle mi cuerpo. Tengo un marido y una familia maravillosa y no pienso tirarlo todo por la borda por algunas palabras seductoras.

                - Un día de estos haré que engañes a tu marido.

                - ¡Vete a la mierda!

                - Ese tipo de lenguaje es poco profesional, doctorcita. Te digo que si quieres respuestas de mí tendrás que engañar a tu marido.

                - Me voy

                - Muy bien, doctorcita, pero no vuelvas a menos que estés dispuesta a hacer exactamente lo que te diga. Te daré tiempo para que pienses en ello. Si no vuelves lo tomaré como un no. Sin embargo, si regresas, no habrá vuelta atrás y me pertenecerás. – la confianza que había en la voz de Tara envió escalofríos a la columna vertebral de Melody. Apenas podía moverse y sin embargo sabía que tenía que salir, escapar de esa mujer, pero en algún lugar recóndito de su alma, la idea de volver no le permitía moverse. Incluso cuando tocó el timbre para salir de la celda, aun con las piernas temblorosas, algo la hizo estremecer. Algo que la quemaba.

Mas de SteveRogers

Bimbo o Billonaria

Querido diario

Religión comparada

De tal madre, tal hija

Chantaje a un ama de casa hetero

Una buena chica cristiana

Autobús hacia la esclavitud

Eva al desnudo

Escuela para Jóvenes Precoces II: Inspección

BimboTech: Help Wanted

Stripclub Bimbos

BimboTech: Habla con tu hija sobre BimboTech

Escuela para Jóvenes Precoces I: Educación

Catwoman´s Prey y VII

Catwoman´s Prey VI

Catwoman´s Prey V

Catwoman´s prey IV

Catwomans Prey III

Catwomans Prey II

Catwomans prey I

La caída de Supergirl y IV: La transformación

La caída de Supergirl III: El entrenamiento

La caída de Supergirl II: La iniciación

La caída de Supergirl I: La Captura

BimboTech: Una amiga en apuros II

BimboTech: Una amiga en apuros I

BimboTech: Bonos regalo

BimboTech: La recepcionista

BimboTech: Bajando

El caso de la joven detective desaparecida y III

El caso de la joven detective desaparecida II

El caso de la joven detective desaparecida I

Total Transformation Salon & Spa II

¡Apuesta tu Cerebro!

Total Transformation Salon & Spa

Bubblegum

Propiedad de Oni

La abogada (Boss Lady) y VII

La abogada (Boss Lady) VI

La abogada (Boss Lady) V

Diario de una chica perfectamente normal

La reeducación de Bouddica

La puta de la seguridad social

Esclavas blancas...: IV. El número de desaparición

Esclavas blancas de Madame Cong: III. Folladora...

Esclavas blancas de Madame Cong: II. El Sujetador

Esclavas blancas de Madame Cong: I. Las vacaciones

La abogada (Boss Lady) IV

La abogada (Boss Lady) III

La abogada (Boss Lady) II

La abogada (Boss Lady) I

La Doctora en la jaula X

La Doctora en la jaula IX

La Doctora en la jaula VIII

La Doctora en la jaula VII

La Doctora en la jaula VI

La Doctora en la jaula V

La Doctore en la jaula III

La Doctora en la jaula II

La Doctora en la jaula I