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Catwoman´s Prey y VII

en Dominación

 

Última entrega de la serie de Citizen Bane "Catwoman´s Prey", aparecida origimalmente en la web BDSM Library. Espero que hayais disfrutadocon la traducción.

 

 

 

VII

Frank Pattern miró a la joven desnuda que se encontraba atada, con las piernas y brazos en cruz, sobre la cama. Su cuerpo estaba cubierto por una fina película de sudor y sus pechos se agitaban mientras ella jadeaba buscando resuello. Las pinzas de metal que había usado habían dejado unas tenues marcas rojas sobre el pecho de la chica que, a sus ojos, la hacían parecer aun más sexy. Ella lo miraba, y aunque la mascara cubría en gran medida el rostro de la mujer, Frank podía apreciar en los ojos de la chica no solo miedo, sino también lujuria.

- ¿Has disfrutado de las pinzas metálicas, Babs? Te quedaban tan bien… – dijo Pattern mientras rebuscaba dentro de la caja de juguetes que le había proporcionado Madame Duvall.

- S… sí, señor. Me… me ha gustado… - respondió sumisamente la joven.

- ¿De verdad? ¿Debería ponértelas de nuevo?

- Si… si lo desea, señor…

- ¡Buena chica! – dijo impresionado Frank Pattern. Como visitante habitual de la casa de Madame Duvall, y de otros locales similares, había conocido a muchas chicas, pero ninguna que lo excitase tanto como ésta. Su desvergüenza y su sumisión aderezadas con la manera lasciva en la que había reaccionado a sus abusos la hacían parecer, a la vez, tanto recatada como libertina, y él solo deseaba escucharla gemir y ver como se retorcía en sus ataduras.

- ¡Ah, mira lo que he encontrado! – exclamó Pattern sosteniendo en las manos dos velas.

Barbara miró asustada como Pattern las encendía. Aunque nunca las habían usado con ella, sabía muy bien cómo debían usarse. Lo que no sabía era lo mucho que le iba a doler...

En lugar de empezar la tortura inmediatamente, Pattern, sosteniendo las velas con una mano, tomó un vibrador y, poco a poco, lo introdujo profundamente en el húmedo sexo de Barbara.

- ¡Ah! ¡Aaaaaah! – Barbara no pudo reprimir sus gemidos cuando Pattern puso en marcha el aparato haciendo que todo su cuerpo se estremeciese de excitación. Sin embargo, sus gemidos de placer pronto se tornaron en gritos de dolor cuando Pattern acercó las velas a sus senos y las inclinó sobre ellos.

- ¡Ahgggggg! – gritó cuando la primera gota de cera caliente cayó sobre uno de sus erectos pezones. - ¡Ah…! ¡Ah…!

Barbara gemía tratando de zafarse, paro Pattern continuó hasta que sus pechos estuvieron cubiertos de cera seca. La imagen fue demasiado para el hombre y su polla estaba a punto de estallar dentro de sus pantalones.

- Mantenlas así para mí, por favor. – dijo riendo Pattern mientras colocaba las dos velas sobre los senos de Barbara. Esperó hasta que la cera fundida se secara manteniendo las velas sujetas a los pezones. Barbara, con miedo, contuvo el aliento. La gruesa capa de cera que recubría ahora sus pechos en realidad no le hacía mucho daño, pero tenía miedo de que las velas se cayesen y le provocasen un sufrimiento aun mayor.

Tras haberse desnudado, Pattern se subió a la cama. Sacó el vibrador del coño de Barbara arrancándole un gemido, y haciendo luego que gimiese de nuevo cuando lo enterró en el culo de la joven.

- ¡Ahora toma esto, zorrita! – gruñó el alcalde cuando penetró a Barbara con una embestida profunda. Luego quitó las dos velas de los senos de Barbara y comenzó a arrancar rudamente la cera que los cubría.

Barbara dejó escapar un grito de desanimo al ver que sus pechos estaban a punto de ser nuevamente torturados. Apoyándose en un brazo, Pattern comenzó a bombear al tiempo que dejaba caer, otra vez, cera caliente sobre los pechos de la joven.

Mientras Pattern la follaba, Barbara comenzó a gemir cada vez más y más fuerte, haciendo que el hombre se percatase de que aquellos gemidos eran gemidos de placer.

- Te gusta esto, ¿verdad putita? – preguntó el alcalde jadeando sintiendo como se acercaba su orgasmo.

- ¡¡¡S… sí…!!! ¡Ah… Ah… Ahhhhh…! – respondió Barbara moviendo sus caderas, tanto como sus ataduras se lo permitían, para acompañar cada embestida.

- ¡Puta! – gritó Pattern apretando cruelmente el pecho derecho de Barbara haciendo que se desprendiese, de nuevo, la cera seca.

- ¡S… sí! ¡Sííí! – respondió Barbara entre gemidos cuando Pattern la llenó con chorros de caliente esperma.

*****

- Ven aquí, puta. Límpiame. Aun tenemos tiempo para otro asalto. – dijo Pattern mientras liberaba a Barbara de sus ataduras.

Todavía jadeando, la muchacha se esforzó en incorporarse. Luego, inclinándose ligeramente, con una mueca, se sacó el vibrador del culo, como si se avergonzase de ello. Tal y como ya había hecho con los clientes precedentes, acompaño a Pattern al baño y se metió en la ducha. Tras abrir el agua, se enjabonó y le pidió a Pattern que entrase con ella en la ducha. El alcalde sonrió, cómodo, cuando Barbara empezó a enjabonarlo, sintiendo el roce de los senos de la muchacha contra su cuerpo.

- Estás haciendo un buen trabajo, Babs. – dijo. – Creo que volveré a visitarte muy pronto.

- G… gracias, señor. – respondió mansamente Barbara, aguantándose las ganas de vomitar. ¡Había hecho feliz a Frank Pattern! Y él la trataba como si de una prostituta se tratase, como si ella fuese a agradecerle el que abusase de ella nuevamente de esta forma.

- Ahora contéstame. – continuó hablando Pattern. - ¿Por qué llevas esa máscara?

Sorprendida por la pregunta, Barbara casi dejó lo que estaba haciendo.

- Er… Porque… me hace sentir se… sexy, señor. – respondió vacilante.

- ¿De verdad? Pero me gustaría ver que hay bajo ella. Seguro que debes ser muy guapa.

- ¡N… no, por favor, señor! – rogó Barbara presa del pánico. - Ma… Madame me ha dicho que la lleve. ¡Si me la quito seré castigada!

Pero sus palabras no disuadieron a Frank Pattern de sus intenciones.

- No te preocupes, puta. – dijo riendo. – Yo soy un viejo cliente. Estoy seguro de que Madame Duvall hará una excepción conmigo.

- ¡No, s… señor, por favor! – volvió a suplicar Barbara saliendo de la ducha, tratando desesperadamente de encontrar una excusa. – En… en realidad, es mi Ama quien me obliga a llevar esta máscara. Si me la quito ella no me permitirá volver de nuevo aquí. ¡Por favor!

- ¿De verdad? No me parece muy convincente.

- ¡Pero es verdad! ¡Señor, por favor!

- ¡Corta el rollo y haz lo que te digo, puta! ¡O te aseguro que te arrepentirás! – Exclamo impacientándose Pattern. - ¡Nadie osa desobedecerme! ¿Sabes quién soy yo? – dijo amenazadoramente mientras sujetaba con fuerza a Barbara por un brazo.

- ¡No! – Barbara se resistía frenética. Era consciente de que, a pesar del tiempo que llevaba cautiva, podía golpear fácilmente a Pattern y hacerlo caer. Además sabía que, eventualmente, Catwoman pretendía secuestrarlo de todas formas. Pero no estaba segura de las consecuencias que sufriría si lo intentaba. Lejos quedaba el tiempo en que ella era una audaz y osada luchadora contra el crimen. Ahora era una esclava sumisa con miedo a disgustar a su Ama.

Aprovechando ese momento de duda, Pattern la sujetó de las muñecas y unió sus muñequeras de cuero a la espalda. Luego, repitió la operación con sus tobillos.

Pattern llevó a una lloriqueante Barbara de nuevo a la habitación y la lanzó sobre el piso alfombrado.

- ¡Escucha, puta! – dijo enfadado mientras se sentaba a horcajadas sobre ella. - ¡Nadie me dice a mí que no! ¿Lo entiendes, verdad? – recalcó mientras apretaba cruelmente los pechos de la joven.

- ¡Ah! ¡Ah! ¡Sí, sí, señor, en… entiendo!

- Ahora, ¿vamos a ver como eres tras esa máscara? – preguntó burlonamente Pattern mientras trataba de soltar la hebilla que sujetaba la máscara. No obtuvo respuesta de la joven.

A Pattern le sorprendió lo totalmente sumisa que se mostraba ahora la muchacha cuando, momentos antes, había estado tan poco dispuesta a colaborar. Eso hizo que su curiosidad fuese en aumento.

- ¡Mierda! – maldijo cuando no pudo soltar la hebilla y, a continuación, sacó un pequeño, pero aparentemente afilado, cuchillo de uno de los bolsillos interiores de su chaqueta.

El hombre se echó a reír cuando vio la mirada que Barbara le lanzaba al cuchillo.

– ¿No es lo que esperas que porte un alcalde? Bueno, no puedo confiar todo el tiempo en mis guardaespaldas, ¿verdad? Y a veces esto puede resultar muy útil… - dijo riéndose mientras deslizaba la afilada hoja bajo las correas de la máscara.

Barbara se mordió el labio, las lágrimas pugnando por salir de sus ojos. Sabía que ahora era inútil suplicar. Pattern iba a enterarse de todo. Presa de la desesperación, cerró los ojos cuando la correa de su máscara se rompió y el hombre la apartó de su rostro.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Eres Barbara Gordon! – gritó Pattern para luego empezar a reír como un loco. - ¡Barbara Gordon! ¡Barbara Gordon es una puta! ¡Jajajajaja!.

Sujetándola de la barbilla, el hombre obligó a la muchacha a mirarle a los ojos.

- ¿Qué, señorita Gordon, acaso tiene hoy alguna campaña en mi contra? ¿O se trata de alguna nueva forma de salvar el medio ambiente?

- ¡No! ¡Suéltame! – gritó Barbara debatiéndose.

- ¡Así que esto es lo que realmente eres! – dijo Pattern sujetándola. - ¡Eres una puta! ¡Una hipócrita! ¡Igual que tu padre! – continuó hablando mientras se enfurecía más y más. - ¿Acaso crees que no lo sé? ¡Todos vosotros, todos los habitantes de Gotham, sois un grupo de estúpidos snobs! ¡No tendríais nada si no fuese por mí! ¡Todos pensáis que soy vulgar, pero todos deseáis mi dinero! Al igual que tu padre…

El hombre se detuvo al darse cuenta de algo.

- ¡Espera! Si tú eres Babs, eso significa que ¡aquella noche se la chupaste a tu padre! ¡Bien hecho, puta! ¡Tu padre debe de estar muy orgulloso de ti! ¡Espera a que se lo cuente!

- ¡Nooooo! – gritó Barbara.

De pronto alguien llamó a la puerta.

- Señor Pattern, ¿va todo bien? – preguntó Madame Duvall.

- ¡Sí, sí! ¡Márchese! – contestó Pattern de forma grosera.

- ¡Ayúdeme, por favor! – gritó Barbara.

- Lo lamento terriblemente, Sr. Pattern, pero debo… - dijo Madame Duvall mientras abría la puerta con su llave. Se detuvo en mitad de la frase cuando vio lo que estaba sucediendo. - ¡Señor Pattern! ¡No puede hacer eso! ¡Tengo un acuerdo con la propietaria de esta zorra! ¡Eh, necesito ayuda aquí!

Al tiempo que Madame Duvall se daba la vuelta para llamar a sus chicos, Frank Pattern dio un gran salto sujetándola.

- ¡Cállate, zorra! ¡Aquí soy yo el jefe, así que escúchame! – la pareja comenzó a forcejear, con Madame Duvall gritando de cuando en cuando. Durante la lucha, la cabeza de Madame Duvall golpeó contra la esquina de la chimenea y, luego, la mujer quedó inconsciente. Cuando Frank Pattern se apartó de ella, Barbara se percató de la mancha de sangre en la cabeza de la mujer.

- ¡Perra estúpida! – maldijo Pattern esforzándose por levantarse.

- ¡Por favor, suélteme! – suplicó Barbara. - ¡Tenemos que llamar a una ambulancia! ¡Ha ido demasiado lejos con esto!

- ¿En serio? ¡Estoy seguro de que, esta vez, el Comisionado de Policía estará de mi parte! – dijo Pattern riendo. – Y tú… - dijo mientras recogía en volandas a Barbara – tú serás mía, ¡serás mi juguete personal!

Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Barbara mientras Pattern la sacaba de la habitación. El alcalde la había amordazado con una mordaza de bola sacada de la caja de juguetes que Madame Duvall le había dejado en la habitación y, furtivamente, la sacó del club y la llevó a su coche.

Esa noche estaba solo. Por lo general, incluso cuando visitaba lugares como este, solía llevar a alguno de sus guardaespaldas de confianza con él. Pero esta noche, por alguna extraña razón, el Comisionado había destinado a su guardaespaldas a otra misión. “Tal vez no quería que nadie supiese que su hija estaba pluriempleada”, pensó riendo Pattern.

Pattern lanzó a Barbara dentro del maletero del coche y luego arrancó. La muchacha sintió como el coche se lanzó a toda velocidad, al principio, para luego aminorar algo la marcha. “Debe estar ya lo suficientemente lejos de la casa de Madame Duvall”, pensó Barbara. Justo cuando se preguntaba por qué Catwoman no aparecía, el coche frenó bruscamente.

La joven oyó algunos ruidos y gente gritando. En silencio, Barbara esperó a que Catwoman la sacase del maletero.

*****

Catwoman no estaba especialmente preocupada por el hecho de que Pattern conociese la verdadera identidad de “Babs”. Solo era una pequeña contingencia en un plan que, hasta el momento, marchaba a la perfección. De todas formas, lo más probable es que matasen al alcalde de todas formas.

Tras la desaparición del alcalde, la ciudad de Gotham se había sumido en un caos aun mayor, y, para celebrarlo, Catwoman había estado casi todos los días posteriores al secuestro celebrándolo. En estos momentos, la villana cabalgaba a uno de sus secuaces mientras otros dos, junto a ella, se encargaban de Barbara. En un rincón de la habitación se hallaba Frank Pattern, arrodillado y desnudo, con un collar de cuero ceñido al cuello.

- ¿Le gusta lo que ve, señor alcalde? – preguntó entre jadeos Catwoman.

El alcalde no respondió. No había comido en varios días y había sido golpeado un sinfín de ocasiones.

- ¿O acaso te gustaría participar? – continuó diciendo Catwoman. – Aunque parece que tu diminuta…

Catwoman fue interrumpida cuando la puerta de la habitación se abrió. Joe y algunos chicos más entraron en la estancia.

- Lo siento chicos, estoy algo ocupada ahora. – ronroneó Catwoman. - ¿No podéis volver más tarde?

- No, me temo que no, Catwoman. – contestó Joe con calma.

- ¡Oh, por Dios! ¿De qué va todo esto? – preguntó Catwoman de forma casual mientras se levantaba del muchacho al que cabalgaba. Tras ponerse su disfraz a toda prisa, colocó las manos descuidadamente sobre sus caderas, de tal forma que los hombres no viesen sus cuchillas en forma de garra.

Los dos secuaces de Catwoman que se ocupaban de Barbara también se apartaron de ella, que gruñó frustrada.

- Hola chicos, ¿cuál es el problema?

Catwoman se sintió aliviada al oír la voz del Joker en la puerta.

- Bueno, Joker. Parece que aquí el señor Pitcher tiene algo que discutir con nosotros.

- ¿Discutir? ¡Me encanta discutir, jajajaja! Vamos chico duro, siéntate. – dijo el Joker mientras acompañaba a Joe hacia una silla.

A Catwoman no le hacía demasiada gracia interrumpir ahora su pequeña fiesta, pero pensó que era mejor tratar ese asunto de inmediato. De todos modos, pronto llegarían algunos más de sus secuaces.

- Y tú también, Catwoman. Vamos a sentarnos y hablar de negocios, ¡jajajaja! – dijo el Joker alegremente extendiendo la mano y sujetándola del brazo.

Tan pronto como el Joker le tocó el brazo, Catwoman sintió como una poderosa descarga eléctrica recorría su cuerpo.

- ¡Eres un cabrón! – quiso gritar, pero antes de que pudiese pronunciar ni una palabra, cayó derrumbada al suelo.

*****

- ¡Urrrrrgh! – gruñó Catwoman al tiempo que apretaba los dientes mientras el Pingüino presionaba de nuevo su cigarrillo contra el pecho de la mujer. Estaba sentada en una silla, con las manos atadas a la espalda y los tobillos atados a las patas de la silla.

La parte delantera de su traje estaba abierta dejando al descubierto sus senos y su sexo. El cigarrillo había dejado ya varias marcas en sus senos, que también estaban lastimados por las rudas caricias del Pingüino.

- ¡Di que me obedecerás! – amenazó el Pingüino encendiendo otro cigarrillo.

- ¡Vamos, Catwoman, ahórranos tiempo! – agregó el Joker. Éste estaba sentado cómodamente en un sofá, contemplando el espectáculo. – Tus hombres están muertos. No hay nadie que pueda ayudarte.

- ¡Tú! – silbo entre dientes Catwoman. -¡Te dejo entrar en la banda…! ¡Y me traicionas!

- Bueno – contestó sonriendo el Joker. – Eso es porque nos lo has puesto demasiado fácil. ¡Estábamos empezando a obtener resultados, pero todo lo que haces es estar de celebraciones! Pues si tanto te gusta la fiesta, ¿por qué no te concentras en ella y nos dejas a nosotros la dirección de la operación?

- ¡Nunca… Urrrrgggh! – Catwoman sacudió la cabeza y lanzó un grito de dolor cuando el Pingüino la quemó de nuevo. - ¡Aparta tus manos de mí, jodido montón de grasa! – maldijo Catwoman.

- ¡Cállate, perra! – rugió enojado el Pingüino comenzando a patear el estómago de Catwoman, haciéndola caer junto con la silla.

Con la caída, la silla se rompió y Catwoman quedó tirada en el suelo, boqueando en busca de aire, medio asfixiada.

- ¿Crees que estoy gordo? ¿Eh? – preguntó el Pingüino colocándose sobre ella, bajándose la cremallera y restregándole la polla por todo el cuerpo.

- ¡Oh, vamos, Pingüino! ¡Hay trabajo que hacer! – dijo el Joker sacudiendo la cabeza.

- Bueno, ¿qué dices ahora, estúpida gata de mierda? – dijo el Pingüino mientras sacaba, minutos más tarde, su flácida polla goteante de semen.

- ¿podemos ahora volver a los negocios, por favor? – preguntó el Joker.

- Va… vale, tú ganas. – dijo Catwoman y el Pingüino se echó a reír. Con la frente baja, ni él ni el Joker pudieron ver la mirada de odio y determinación que se dibujó en el rostro de Catwoman.

- ¡Estupendo! – dijo alegremente el Joker. – Ahora vayamos directamente al grano, ¿de acuerdo? ¿Por qué no comienzas por enseñarnos tu sala de control.

*****

Catwoman esperaba pacientemente arrodillada junto a la que solía ser su gran cama. Estaba totalmente desnuda con excepción de su máscara y unos largos guantes de cuero negro que sujetaban con fuerza sus brazos detrás de su espalda. Sus pezones habían sido perforados y los dos anillos de oro que los atravesaban estaban unidos entre sí por una pequeña cadenita, también, de oro. Otro aro de oro, de aproximadamente un centímetro y medio de diámetro, perforaba su tabique nasal. Mediante otra cadenita, este aro se unía, también, a la cadena de su pecho. Hacía ya rato que la habían amordazado con una mordaza de bola y un gracioso hilillo de saliva le resbalaba desde la barbilla hacia su estómago.

Sobre la cama se encontraba Barbara. Su cuerpo desnudo estaba cubierto por largas marcas rojas. Los brazos los tenía esposados a la espalda y sus piernas bien abiertas gracias a las cadenas que unían sus tobilleras a los extremos de la cama. Frank Pattern estaba arrodillado entre sus piernas, penetrándola con rudeza.

- ¡Hmmm! ¡Hmmmm! – Barbara jadeaba pesadamente a través de su mordaza.

- ¿Qué? ¿Quieres más, puta? – preguntó, también jadeando, Pattern. - ¡Pues aquí tienes! – dijo mientras apretaba con fuerza los senos de la chica y, usándolos como asidero, comenzó a follarla con renovado ímpetu.

En un extraño giro de los acontecimientos, Pattern no solo había convencido al Pingüino de que le respetara la vida, sino también de que se uniese a ellos al frente de la ciudad de Gotham. Pronto sería liberado y, después de que reanudase su trabajo en la alcaldía, pasaría información al Joker y al Pingüino para optimizar el éxito de sus golpes y minimizar los riesgos con la policía. A cambio, los villanos ayudarían a Pattern con sus rivales políticos y con los ocupantes de cualquier pedazo de tierra que el alcalde desease.

Pattern se sentía muy bien. Siempre supo que tenía don de gentes. Todo el mundo tiene un precio y él poseía el talento para saber cuál era el precio de cada persona. Pronto estaría de vuelta en su despacho, y con la ayuda del Joker y del Pingüino, no tendría que preocuparse de perder las próximas elecciones. Cierto era que para ello había otorgado a esos dos licencia para que hiciesen lo que quisieran en la ciudad y mucha gente sufriría por ello pero ¿a quién le importa?. Tal vez, incluso, pudiese echarle la culpa de todo a James Gordon y así aprovecharía para destituirlo. O tal vez no… No era nada fácil encontrar a alguien tan débil como el viejo. Además, su hija follaba de miedo, así que quizás mereciese una recompensa por ello. Pattern no pudo evitar reírse mientras pensaba en todo ello.

- ¡Hmmm! ¡Hmmm!

Pattern volvió la cabeza y vio que Catwoman estaba tratando desesperadamente de decir algo.

- ¿Qué pasa, gatita? – preguntó riendo.

- ¡Hmmm! ¡Hmmm! ¡Hmmm…! – repitió Catwoman moviendo sus caderas.

- ¡Anda! ¿Acaso quieres unirte a la fiesta?

- ¡Hmm! – respondió Catwoman asintiendo nerviosamente con la cabeza.

- Bueno, ¿acaso no ves que ahora estoy ocupado?

- ¡Hmmm! ¡Hmmm!

- ¡Vale, vale! – contestó Pattern. De mala gana se bajó de la cama y abrió con su llave los guantes que sujetaban los brazos de Catwoman. Durante la semana que siguió a su caída, el Joker y el Pingüino habían violado y torturado a Catwoman de todas las formas imaginables hasta conseguir que la voluntad de ésta se quebrase. Tras eso, tanto ellos como sus hombres continuaron usándola de las formas más rudas posibles. Barbara también lo había pasado mal, al ser al mismo tiempo Batgirl y la hija del Comisionado de Policía. Aunque ahora Catwoman era casi tan sumisa como Barbara, el Joker y el Pingüino aun mantenían el guante inmovilizador como medida de precaución.

- ¡Vamos, gatita, sube y diviértete! – dijo Pattern terminando de quitarle los guantes a Catwoman.

La mujer gimió y se frotó los brazos cuando, finalmente, fue liberada. Inmediatamente después, separó sus piernas y comenzó a masturbarse como una loca, moviendo lascivamente sus caderas.

- ¡Esta bien! ¿Entretente mientras llega tu turno! – dijo riendo Pattern subiendo de nuevo a la cama y ocupando su lugar entre las piernas de Barbara. – Bueno, Batcoño, ¿por dónde nos habíamos quedado…?

Pattern estaba a punto de penetrar de nuevo a Barbara cuando Catwoman se acercó a él por detrás y rodeó el cuello del hombre con el guante de cuero.

Barbara contuvo la respiración observando como ambos luchaban sobre la cama. Pattern agarró el guante, tratando desesperadamente de quitárselo, mientras que Catwoman, obviamente debilitada tras su cautiverio, tenía problemas para apretarlo. Tras un rato, Pattern comenzó a agitar frenéticamente los brazos hasta que finalmente quedó inmóvil.

Catwoman permaneció en silencio aun después de quitarse la mordaza. Con la llave que tenía Pattern se quitó las muñequeras y luego procedió a liberar a Barbara.

- ¡A… Ama! ¿Está bien? – tras hacer la pregunta, Barbara se dio cuenta de que era la primera vez que lograba hablar con Catwoman desde que la traicionaron el Joker y el Pingüino y que la había llamado “Ama” de forma automática.

- ¡Vamos, Batcoño! – fue la única respuesta de la mujer empujando a Barbara hacia el armario. Luego, comenzó a sacar toda la ropa de su interior. Entre esas ropas, Barbara vio su nuevo uniforme de Batcoño.

Tras sacar toda la ropa, Catwoman se dirigió hacia el otro extremo de la habitación, donde se hallaba una estatua de una diosa griega. Tirando del brazo hasta que éste se rompió, Catwoman dejó al descubierto un botón. Al apretarlo, inmediatamente se abrió una puerta en el interior del armario. Además, la parte superior del tocador se movió a un lado para dejar al descubierto un panel de control.

- Esto no anulará la sala de control principal, pero haremos otra cosa. – Dijo Catwoman al notar que Barbara miraba el panel mientras ella pulsaba algunas teclas. – Márchate, Batcoño. Tienes diez minutos.

Barbara se sorprendió al darse cuenta de lo que significaban aquellas palabras. Ella sabía como reaccionar. Estaba tan acostumbrada a ser una esclava que había perdido ya la esperanza de salir de aquel lugar.

- ¿Y… y qué va a pasar contigo? – se atrevió finalmente a preguntar.

- Creo que tengo una cita con mis viejos amigos. – contestó con calma Catwoman. - ¡Vete!

Vacilante, Barbara entró en el armario. Antes de internarse en el pasadizo interior, se inclinó para recoger el traje de Batcoño. Al incorporarse, se dio la vuelta para mirar, otra vez, a Catwoman.

- ¡Vamos, Batcoño! – dijo otra vez Catwoman dándole, esta vez, un empujón.

Finalmente, Barbara dio la vuelta y se internó en el largo y oscuro túnel. Tras un tiempo que a Barbara se le hizo interminable, el túnel llegó a su fin. Barbara levantó la mirada y vio una escalerilla de metal que subía unos veinte metros y, al final de la cual, se vislumbraba una redonda escotilla también metálica. Tras embutirse en el traje de Batcoño, comenzó a subir.

Justo cuando había llegado a la escotilla, oyó como la voz de un hombre la llamaba desde abajo.

- ¡Babs! ¡Espérame! – era Frank Pattern quien la llamaba. ¡El hombre seguía vivo! Deteniéndose, Barbara miró hacia abajo.

- ¡Rápido! ¡Sr. Pattern, no puedo abrir yo sola la escotilla! – gritó la muchacha mientras trataba a ciegas de abrirla.

Pattern trataba de subir lo más rápido que podía.

- ¡Dese prisa, este sitio va asaltar por los aires! – insistió Barbara.

Agarrándose con fuerza a la escalera, Barbara le propinó una fuerte patada a Pattern en la cara cuando el hombre llegó junto a ella. El grito de Pattern todavía resonaba en el estrecho pasadizo aun después de que este se precipitara hacia el suelo. Luego, Barbara, dándose la vuelta, abrió con facilidad la escotilla y salió al exterior.

Afuera todo estaba oscuro y Barbara se encontró saliendo de un agujero en medio del bosque. Estaba en las afueras de Gotham y, vagamente, podía ver a lo lejos las luces de la ciudad. Tan pronto como salió, empezó a correr.

De repente, una tremenda explosión la sacudió. Todo el suelo se estremeció y Barbara cayó al suelo. Estaba tratando aun de levantarse cuando una segunda explosión la sacudió. Desde donde se encontraba, Barbara podía ver como del agujero por el que había escapado salían ahora humo y llamas. Secándose las lágrimas que surcaban sus mejillas, empezó a caminar hacia las distantes luces de la ciudad.

*****

- ¡Batgirl! ¿Dónde demonios has estado? ¡Te hemos estado buscando! ¿Acaso no has visto la batseñal? – preguntó el Comisionado Gordon. – ¿Y qué… qué le ha ocurrido a tu traje? Varias de las cárceles de Gotham fueron asaltadas por Catwoman y alguien que llevaba un traje similar, ¿no lo sabías?

- ¿Acaso no le gusta mi nuevo traje? – preguntó fríamente Batgirl mientras se erguía ante la mesa del comisionado. Ahora estaba cubierta por una capa, pero, debajo de ella, aun llevaba el traje que Catwoman le había dado. - ¿Le gustaría más si llevara un símbolo de murciélago tatuado en el culo?

- ¿Qué? ¿Qué has dicho? – dijo el comisionado saltando casi de su silla.

- Nada, sólo bromeaba. He estado lejos, investigando otro caso. Vine tan pronto como me enteré de lo de Catwoman. Di con su base secreta y, como usted ya sabe, todo el lugar explotó y quedó destruido la pasada noche.

- Pero… pero ¿y el alcalde? ¿Y… y mi hija? Mis hombres no han podido encontrar nada. – dijo el comisionado.

Gordon no había dormido nada desde que se enteró de la explosión. Ahora parecía mucho más viejo de lo que ya era, pensó Batgirl para sí misma. Suavizando el tono, decidió omitir ante él parte de los hechos.

- Hasta donde yo sé, el alcalde murió en la explosión. Pero su hija lo hizo mucho antes. – dijo Barbara con frialdad.

- ¡Oh, Dios, no! ¡Por favor, Batgirl! ¿Estás segura? – preguntó el comisionado. Su cara había palidecido.

- Sí, estoy segura. Adiós, comisionado. – dijo Batgirl girándose para marcharse. Tras ella, el comisionado comenzó a llorar.

*****

Madame Duvall se quedó muy sorprendida al ver a Barbara Gordon presentarse en su oficina.

- Bueno, Srta. Gordon, ¿qué te trae por aquí? ¿No has oído que nos mudamos? Después de lo sucedido con el idiota de Pattern nos hemos visto obligados a marcharnos. Espero que estés contenta. ¡Al final tienes lo que querías!

- No, Madame Duvall, ¡Por favor, eche un vistazo a esto! – dijo Barbara mientras le entregaba a Madame Duvall un sobre sellado. La mujer lo abrió.

“Querida Madame Duvall” – comenzaba la carta. – “Como usted bien sabe, tengo que abandonar Gotham durante una larga temporada. Durante ese tiempo, me gustaría que se hiciese cargo de mi puta, Barbara Gordon, o Babs a partir de ahora”.

“Por favor, entréguela a sus clientes más pervertidos y asegúrese de que sea usada y tomada de todas las formas posibles”

“Sinceramente suya, Catwoman”

La carta dejó desconcertada a Madame Duvall. No llevaba firma y Catwoman, generalmente, se hacía llamar a sí misma como “la gata”. Sin embargo, Barbara Gordon sería incapaz de escribir ella misma esa carta, a no ser, claro está, que se hubiese vuelto completamente loca, pensó Madame Duvall.

De todas formas, siguió pensando la mujer, si me traslado a otra ciudad, será mejor que tenga algo o alguien especial que atraiga nuevos clientes.

Cuando Madame Duvall levantó la vista de la carta, Barbara inmediatamente se abrió la gabardina que llevaba puesta. Bajo ella, iba completamente desnuda excepto por sus zapatos de tacón alto, un par de medias de seda negra y un liguero a juego. También llevaba una pinza metálica en cada uno de sus pezones, unidas entre sí por una cadenita de plata.

- Por favor, Madame. – suplicó mansamente Barbara. – Le ruego que me lleve con usted y me use como la puta que soy.

- Muy bien, muy bien... – Murmuró sonriendo Madame Duvall.

¿FIN?

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