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Esclavas blancas...: IV. El número de desaparición

en Dominación

Este relato forma parte de una recopilación en español de varios relatos escritos por Jackpot y aparecidos en la página BDSM Library, y que tienen en común la presencia, en mayor o menor medida, de Madame Cong, uno de los personajes secundarios aparecidos en “La Doctora en la Jaula”, también del mismo autor. Cada uno de los relatos puede leerse por separado.

No soy un buen traductor, y menos escritor, así que pido disculpas de antemano por los defectos que en el relato se encuentran.

 

 

 

IV. Ms. Calypso y el número de la desaparición

Los altos tacones de Ms. Calypso transportaban sus esbeltas piernas por el suelo como si caminase sobre un satinado terciopelo barrido por la suave brisa. No era la primera vez que lo hacía. Siempre caminaba segura, confiada, sabiendo siempre cuales iban a ser los resultados de sus acciones. Llevaba más de seis meses planeando lo que iba a hacer. La oficina estaba vacía y sabía que no iba a tener que esperar demasiado.

Para la ocasión se había puesto un ajustadísimo vestido negro que remarcaba la curva de sus muslos y nalgas. Para hacer más impresionante su entrada, también llevaba una larga capa, provista de capucha, de color negro y, también, una máscara del mismo color. Los contornos de la máscara, aunque ineludiblemente femeninos, eran lisos y ocultaban perfectamente su rostro a cualquiera que desease mirarla. Arrastraba tras de ella, con la ayuda de unas ruedas que hacían más fácil la tarea, un baúl bastante grande, al parecer parte de su espectáculo de magia. El formidable objeto, también de color negro, tenía un tamaño considerable.

Ms. Calypso se acercó con gracia y aplomo a la recepcionista.

- Hola, tengo una cita a las dos con la Sra. Grayson. – sus ojos parecían titilar.

- Sí, debo decirle que su disfraz de demonio es realmente bueno ¿Señora? – dijo Carrie mirándola de arriba abajo.

- Ms. Calypso – dijo sonriendo bajo la máscara.

- Ya veo, por favor, tome asiento. No tiene porqué tener puesta aquí la máscara si no lo desea. Hace mucho calor aquí dentro.

- No, querida, así está bien. Siempre la llevo puesta.

- Muy bien, como desee. – Ms. Calypso se sentó y Carrie miró el reloj. Una de sus tareas era la de hacer esperar siempre a los clientes potenciales, al menos, quince minutos, pero Ms. Calypso no tenía prisa. Hacía mucho tiempo que había planeado esto.

Claudia Grayson dirigía una importante y poderosa firma de abogados y consultores. Durante los últimos años, había ganado muchos clientes. Su habilidad para escoger a sus amigos y contactos la había colocado en una posición de enorme autoridad. Era lista e inteligente. Con estos credenciales era lógico que su firma destacase sobre las otras. Su mejor táctica era una mezcla de confianza y seguridad en sí misma con la experiencia adquirida en los años de trato con la gente. Su mejor virtud, su capacidad de comunicación. Curiosamente, Claudia poseía una única debilidad. Su sobrina de nueve años, Christy.

La Sra. Grayson era una mujer exigente, siempre puntual y siempre vestida para el trabajo. Incluso de sport, rara vez bajaba la guardia y, a menudo, llevaba un traje y una falda. “Una nunca sabe de dónde vendrá el próximo negocio”, decía a menudo autosuficiente.

Tenía el pelo cortado a la altura de los hombros y de color rubio, además de unos bonitos ojos verdes. Su metro setenta y cinco de estatura ayudaba, además, a intimidar al resto de las mujeres que, generalmente, siempre quedaban por debajo de ella. Pero a pesar de la baja estatura de Ms. Calypso, disimulada por sus altos zapatos de tacón,  no era ésta una mujer que pudiese ser intimidada. Con su negro pelo azabache y sus verdes lentillas, las miradas iban a estar a la misma altura. Sin duda esta iba a ser una reunión interesante, al menos para una de las dos.

Una vez transcurridos los quince minutos de rigor, Carrie apretó el intercomunicador y dijo:

- Sra. Grayson, Ms. Calypso está aquí. ¿Es ella la maga con la que concertó cita?

- ¡Oh, sí! Dile que pase, Carrie.

- Muy bien, Sra. Grayson, aunque tiene un aspecto bastante excéntrico. – dijo frunciendo el ceño.

- Eso está bien, después de todo, es una maga. Anda, dile que pase.

- Sí, señora. Ms. Calypso, puede usted pasar.

- Gracias, querida. – dijo mientras, arrastrando su baúl, pasaba al despacho de la Sra. Grayson.

- Encantada de conocerla al fin, Ms. Calypso. – Claudia le tendió la mano. Le resultó desalentadora la visión de la máscara de la artista. Ms. Calypso parecía mirar a través de ella de una forma intimidante.

- ¡Oh, no, querida! El placer es todo mío. – contestó devolviendo el apretón de manos.

- No tiene por qué dejarse la máscara puesta. Ya he visto el efecto que produce. – dijo Claudia sonriendo.

- Oh, pero soy de la opinión de que un artista debe permanecer dentro del personaje. Dime, querida, ¿qué ves cuando miras mis ojos y mi máscara? – ambas mujeres tomaron asiento y Ms. Calypso le entregó su tarjeta. “Ms. Calypso, Ama de la magia. Elígeme bajo tu responsabilidad”.

Claudia levantó la cabeza de la tarjeta.

- Su visión de sí misma parece algo elevada, ¿no creé?

- ¡Oh, es una especie de broma! Cuando era más joven y acababa de empezar, era muy torpe con mis números, por lo que se convirtió en una broma de mal gusto. Es algo así como “cuidado con lo que te encuentras si contratas a esta maga” – dijo echándose a reír.

- Ya veo. En fin, ya tenía la tarjeta que me había dado mi sobrina.

- Ah, entonces perdona por haberte dado otra.

- No, no, está bien.

- Aún no has respondido a mi pregunta, querida. – dijo mirando a Claudia con sus penetrantes ojos.

- Ms. Calypso, preferiría que me llamases Sra. Grayson o Claudia. – contestó tratando de ejercer su poder.

- Muy bien, querida, Claudia si te empeñas. Ahora dime, ¿qué ves cuando miras mis ojos y mi máscara?

- Yo… algo frío… como hielo… - Claudia se sentía incómoda.

- Y cuanto más profundamente me miras, mayor es el frío y la gelidez que sientes. ¿No es así? – su voz sonaba calmada y suave. Claudia parpadeo un momento para aclarar sus ojos y dijo:

- Ummm… Sí. ¿A qué viene eso?

- Oh, nada, Claudia, sólo quería que me respondieses honestamente a mi forma de mirar.

- ¿Tienes algún nombre por el que pueda llamarte?

- No, querida. Claudia, creo que debes seguir llamándome Ms. Calypso. – su voz era dura y firme, imprimiendo cierto ritmo al decir Calypso.

- Ya veo, Ms. Calypso. Le prometí a mi sobrina que trataría de encontrarte trabajo entre nuestros clientes, pero realmente no creo que tengamos nada parecido en estos momentos. – Fue un movimiento táctico. A la Sra. Grayson no le gustaba ser llamada “querida” o Claudia cuando, ni siquiera, podía llamar por su nombre a la mujer que se encontraba frente a ella. Devolviéndole la tarjeta, se puso en pie.

- Sin embargo, su sobrina es una buena chica. Le di mi tarjeta con la esperanza de encontrar algún trabajito entre sus amiguitos. Realmente no esperaba una reunión como esta, de todas formas.

- Bueno, ¿y cómo es que ella conoció ese número de magia suyo?

- Oh, sólo hacía algunos trucos en la calle pero a ella le parecieron lo suficientemente buenos como para dejar de jugar con su columpio y acercarse a mí. Le dije que les preguntase a sus padres si me dejaban hacerle un espectáculo y lo hicimos en su patio trasero. Fue algo bastante improvisado, pero a pesar de todo fue un gran éxito.

- Sí, lo sé. Ella me lo contó. Así que realmente eres una maga que se está abriendo camino, ¿no?

- Me temo que así es. Ahora mismo necesito todo el trabajo que pueda conseguir.

- Realmente siento decepcionarte… - la maga la cortó.

- Tonterías, querida mía, ni siquiera has visto mi número aun.

- No es necesario. Estoy muy ocupada hoy.

- Sí, ya vi a todas las personas que la esperaban en la sala de espera. – dijo con un no disimulado sarcasmo, ya que en la salita de espera sólo había estado ella.

- Tengo uh… otras cosas que hacer. – mintió.

- Ya que he venido hasta aquí, lo menos que puedes hacer es ver mi actuación y luego decidir. Dame una oportunidad, Sra. Grayson. – dijo con un tono que súbitamente se había vuelto desesperado.

Claudia se sentó de nuevo.

- Bueno, está bien. ¿Qué número vas a hacer?

- ¡Voy a hacerte desaparecer! – contestó Ms. Calypso con energía.

- Muy graciosa, ¿y cómo pretendes hacerlo? – preguntó Claudia cínicamente.

- Bien, primero quiero hacerte un truco de cartas. – metió la mano en su baúl y sacó una pequeña maleta y algunas cartas. Tras barajarlas, se las tendió a la Sra. Grayson.

- ¿Se supone que debo elegir una? – preguntó Claudia desganada.

“¡Realmente eres una perra estúpida!” – pensó para sí misma Ms. Calypso.

- Sí, Claudia. Por favor, elige una carta, cualquier carta. – y así lo hizo la Sra. Grayson. – Ahora dale la vuelta.

Claudia obedeció y quedó sorprendida. La carta no era un vulgar naipe. Esta mostraba a una mujer ataviada con un largo vestido negro y un látigo en la mano. Bajo ella, de rodillas, había otra mujer encadenada. En la parte inferior de la carta podía leerse: “Reina Esclavizadora”

- ¿Qué tipo de carta es esta? – preguntó Claudia confundida.

Ms. Calypso tomó la carta de su mano y la miró antes de devolvérsela diciendo:

- Oh, lo siento mucho, traje el mazo equivocado. Este es de un espectáculo que, periódicamente, realizo en Las Vegas. Tengo varios mazos para diferentes espectáculos. Pero no importa, coloquemos de nuevo la tarjeta en el mazo y barajaremos para encontrar la carta adecuada para ti.

Claudia volvió a colocar la carta en el mazo y Ms. Calypso barajó cuidadosamente el montón de cartas. Luego tomó la primera de todas y dijo:

- Esta es tu carta. – una gran sonrisa se dibujó bajo la máscara.

Claudia tomó la carta que le ofrecía Ms. Calypso y le dio la vuelta. No podía ser la tarjeta correcta. Representaba a una mujer desnuda, encadenada en cruz a una pared, y en la parte inferior se leía “Esclavitud para siempre”. Aun más confusa, miró a la maga.

- Pero… ¿qué significa esto?

- ¡Oh, querida, hoy estoy realmente desconcentrada! Prueba con la segunda. – Esta vez sí fue la carta correcta.

 - Con errores como ese no vas a hacer muchos progresos. – dijo Claudia sintiendo que, en el mejor de los casos, la situación era grotesca.

Ms. Calypso movió el baúl hacia el centro de la habitación, permitiendo a la Sra. Grayson tener una clara visión del mismo. Claudia se inclinó para echar un vistazo a su interior.

El baúl estaba relleno con gomaespuma de tal forma que una persona arrodillada podía permanecer cómodamente arrodillada en su interior, aunque el resto del cuerpo debía inclinarlo un poco para quedar bien encajado. También había en su interior una serie de correas destinadas a sujetar las muñecas y los tobillos, así como también para los muslos, del inquilino y hacer que permaneciesen bien sujetos.

- No creerás que voy a meterme ahí dentro. – dijo Claudia con aprensión.

 - ¡Pues claro que sí, querida!, ya te dije que te voy a hacer desaparecer. – dijo levantando las manos y los brazos como si estuviese lanzando un hechizo.

- No lo creo. Me daría un ataque de claustrofobia si me metiese ahí dentro. No hay discusión sobre eso.

- Pero mi ayudante no ha podido acompañarme hoy y necesito que alguien me ayude con este número.

- ¡Olvídalo! Creo que ya hemos ido suficientemente lejos. – dijo la Sra. Grayson agarrándose con fuerza a su silla.

- Tengo algo que puede ayudarte a relajarte antes de entrar en el baúl.

- No, realmente creo que no. – Claudia deseaba en ese momento acabar con esa situación, pero Ms. Calypso, acercando su pequeña maleta, sacó de ella una rueda de cartón de color rojo y blanco. La rueda estaba unida a un soporte retráctil unido a ella que facilitaba su montaje. Las franjas rojas y blancas se alternaban formando una especie de remolino.

Ms. Calypso terminó de montarla y la colocó sobre el escritorio de la Sra. Grayson apretando un pequeño botón. De forma lenta, la rueda comenzó a girar.

- ¡Ya he tenido suficiente, Ms. Calypso! – Dijo Claudia comenzando a ponerse en pie.

- No… espera, aguántame sólo un poquito más, por favor. Necesito el trabajo de veras. Esto solamente te ayudará a relajarte… sólo vuelve a sentarte, por favor.

Claudia se sentó de nuevo, dispuesta a soportar un poco más a esta mujer.

- ¿Hablas en serio? ¿Con este estúpido truco hipnótico de salón? – dijo con una mueca de desagrado.

- Relájate, querida, mira el remolino. Cuanto más lo miras, más relajada te vas a sentir.

- ¡Bahhh! ¡Esto es una estupidez! No me extraña que seas una maga fracasada. – dijo Claudia mientras, a pesar de todo, seguía mirando como giraba la rueda.

- Eso es, sólo sigue mirando girar la rueda y respira hondo.

Claudia seguía obedeciendo.

- Estoy segura de que ahora te sientes mucho mejor. Sigue respirando profundamente para mí y no apartes la vista de la rueda. Fíjate en los hermosos remolinos blancos y rojos a medida que van girando… mira como cada vez lo hacen más y más rápido. – la velocidad de giro aumentó ligeramente a un toque de Ms. Calypso. – Eso es… así… no mires hacia otro lado, solo a los remolinos y relájate… eso es… respira hondo y relájate.

La Sra. Grayson se sintió caer en el remolino. Su mirada se hizo más intensa y su respiración mucho más profunda, tal y como Ms. Calypso le había sugerido. Sus ojos estaban cada vez más fijos en el objetivo, la atracción hipnótica del remolino la atrapaba cada vez más.

- ¡Maravilloso, querida! El remolino te va atrapando cada vez más… es tan relajante dejarse llevar por él… siente como cada vez tira más y más de ti… Nota como tu cuerpo no puede moverse. Tus brazos y piernas ahora son muy pesados, casi como si fuesen parte de la silla. Deseas moverlos, pero no puedes… tus miembros están tan pesados y relajados ahora… Fíjate ahora como el remolino atrapa tu mirada, no puedes mirar hacia otro lado, no puedes apartar la mirada de él… todo lo que quieres es mirar fijamente al remolino… cuanto más lo miras más pesado y relajado está tu cuerpo… ¿no es así, querida?

- Sí… - contestó Claudia con voz más bien monocorde. Cada vez se hundía más y más en el remolino. Sentía como tiraba de su cuerpo hacia abajo cada vez más, haciéndolo cada vez más pesado.

- Así es, te sientes muy pesada, querida. No puedes moverte, incluso aunque lo quieras… te sientes taaaan pesada. Sin embargo ahora estás muy relajada y tranquila. Cuanto más miras al remolino, más y más relajada te sientes… sigue haciéndolo para mí, mira más atentamente al remolino… eso es, nota como tu cuerpo está cada vez más y más relajado… así, así… respira hondo… Puedes notar como ahora tus párpados también se vuelven pesados, muy pesados, tienes que cerrar los ojos, tienes tanto sueño… Te sientes tan relajada y con tanto sueño… Sientes tanto sueño… tanto sueño… no puedes aguantar más despierta…

Los ojos de Claudia luchaban por no cerrarse, tenía dificultades para permanecer despierta. Finalmente se rindió y quedó dormida.

- Muy bien, querida, vas a tener un buen descanso. Te sientes tan pesada… pero todavía puedes oír mi voz. Mi voz te calma y relaja tanto… pronto no vas a tener que mirar el remolino, puedes sentir como mi voz penetra profundamente en tu subconsciente… me vas a permitir entrar en él y obedecerás todo lo que te ordene hacer… No puedes moverte… tus brazos parecen unidos a los de la silla… los sientes uno con la silla… Tus piernas también te pesan… también se han fundido con las patas de tu silla… te resulta imposible moverte, pero deseas profundamente fundirte con la silla, ¿verdad, querida?

- Sí.

- Eso es, te fundirás profundamente con ella. Cuando diga la palabra “pesada”, te fundirás con la silla y entrarás en trance. Recuerda, cada vez que diga “pesada”, te fundirás con la silla y entrarás en trance para mí. ¿Cuál es la palabra que te hará fundir con la silla para mí?

- “Pesada”.

- Muy bien, la palabra es “pesada”. ¿Y qué harás cuando la oigas?

- Me fundiré con la silla.

- Eso es, querida, desearás fundirte profundamente con la silla. Sin embargo, cuando yo diga la palabra “abierto”, de inmediato te sentirás totalmente despierta y alerta y dejarás de estar en trance. Dime, ¿cuál es la palabra que rompe el trance?

- La palabra es “abierto”.

- Eso es, querida, la palabra es “abierto”. Cada vez que oigas esa palabra se romperá el trance y estarás completamente despierta. Ahora voy a contar desde el cinco hasta el uno. Cuando llegue a uno, abrirás los ojos y te sentirás fresca y relajada, pero seguirás sin poder moverte, fundida con la silla. De hecho, es como si ahora fueses la silla. A pesar de todo, podrás mirarme y hablarme, serás consciente de tu situación y de todo lo que sucede a tu alrededor, pero no podrás moverte. ¿Lo has entendido, Claudia?

- Sí, entiendo.

- Muy bien, ahora respira hondo y relájate. Estás a punto de despertar. Voy a empezar a contar. Cinco, te sientes distendida y relajada. – dijo apagando la rueda. – Cuatro… tu mente está saliendo de su letargo. Tres… abrirás los ojos y empezarás a ser consciente de tu entorno. Dos… te sientes maravillosamente, como si hubieses salido de un agradable sueño. Uno… estás bien despierta, sintiéndote renovada pero incapaz de moverte. Ya estás despierta, Claudia.

- Me he quedado dormida. – contestó esta suavemente.

- Sí, así es.

Claudia se dio cuenta horrorizada de que no podía moverse. Presa del pánico gritó.

- ¿Qué has hecho conmigo? ¡No puedo mover los brazos!

- Relájate, querida. – dijo Ms. Calypso sacando una pistola de su maleta. Esta llevaba colocado un silenciador. Se acercó a la mesa de Claudia y saltó sobre ella, quedando de rodillas sobre la superficie de la mesa. Apuntó directamente a Claudia diciendo:

- Si gritas te pego un tiro en la cabeza y, luego, saldré y dispararé sobre tu secretaria también. ¿Me has entendido?

- Sí… ¿qué es lo que quieres? ¿Por qué no puedo moverme?

- La hipnosis puede ser muy eficaz, ¿no te parece?

- ¿Qué quieres de mí? – de nuevo la Sra. Grayson trató de moverse, pero le era imposible. Parecía que estuviese fuertemente atada a la silla.

Ms. Calypso desabotonó su capa y la dejó caer al suelo. Sacudió la cabeza dejando que su largo pelo negro cayese libre sobre su espalda. Luego, lentamente, se quitó la máscara tirándola en la maleta abierta y descubriendo así su rostro. A Claudia los ojos casi se le salen de las órbitas y se le desencaja la mandíbula cuando se dio cuenta de con quien se encontraba.

- ¡¡¡Cong!!!

- Sí… Madame Cong para ti, querida. – Lili Cong sonrió como un depredador antes de atacar a su presa.

- Por favor… ¡Sé porqué estas aquí! – dijo Claudia aterrorizada.

- Así que te acuerdas de lo que me hiciste.

- Nunca pensé que Bárbara pudiese ganar el caso. Durante días me había estado dando la late con ello, no pensaba echarse atrás.

- Así que mandaste a tu mejor abogada para que me humillase.

- ¡No, te lo juro! ¡Sólo era cuestión de negocios! – contestó desesperada.

- Esto también es cuestión de negocios, querida. ¿Creías que no me enteraría de que fuiste tú la responsable de mi humillación?

- ¿Cómo lo supiste?

- Mi organización tiene muchas ramas. Fue una tontería por tu parte creer que podrías cruzarte en mi camino y salirte con la tuya. Como ya te imaginas, Bárbara Young no lo consiguió.

- Sí, lo sé. Nadie ha vuelto a saber nada de ella.

- Como, de hecho, te sucederá a ti. Nunca nadie vuelve a saber de mis “chicas”. Echa un buen vistazo a tu alrededor, Claudia, porque será el último vestigio de una vida normal que vas a tener.

- Por favor, no me hagas esto. Nunca la he buscado desde entonces, ni  siquiera lo he pensado… - Suplicaba la Sra. Grayson atenazada por el miedo.

- No lo has hecho porque tenías miedo, miedo de lo que está a punto de sucederte a ti.

- No… yo…

- Te sientes “pesada”, Claudia, muy “pesada”.

Los ojos de la Sra. Grayson comenzaron a aletear como si quisiera dormir. El detonante del trance había funcionado a la perfección.

- Cierra los ojos ahora, Claudia. – La Sra. Grayson obedeció y entró de nuevo en trance. – Voy a permitir que te muevas, Claudia. Cuando salgas del trance comprobarás que todas tus funciones motoras funcionan perfectamente. Cuando diga “abierto” despertarás y te sentirás, otra vez, completamente normal.

Al oír la palabra “abierto”, Claudia abrió los ojos. Miró directamente a los ojos de Madame Cong y por su mente pasó la idea de atacarla.

- No seas tonta, querida. No creo que seas más rápida que una bala. Ahora, levántate y ve a cerrar la puerta. – Madame se apartó del escritorio permitiendo que Claudia se dirigiese a la puerta.

- ¿Por qué no la cierras tú misma?

- Porque quiero que sientas cada uno de los pasos que, voluntariamente, tomas para quedarte encerrada aquí conmigo. Si intentas desobedecerme, te mato. La elección es tuya.

Poco a poco, la Sra. Grayson se dirigió hacia la puerta. Cada paso que daba le producía la impresión de que se iba hundiendo en arenas movedizas. Tenía una oportunidad, una única oportunidad de escapar; ¿la aprovecharía o no? Su destino quedó sellado cuando, obediente, cerró la puerta. Madame Cong aplaudió.

- Muy bien, Claudia, ya sabía yo que no tenías madera de héroe. Tu vida es demasiado preciosa para ti.

- ¿Entonces no vas a matarme?

- Tengo otros planes para ti. ¿Hasta qué hora sueles quedarte trabajando?

- A menudo suelo quedarme hasta las siete o las ocho de la tarde, pero mi secretaria sale a las cinco.

- Perfecto, creo acabaremos mucho antes de las cinco. Vamos, vuelve a tu mesa y dile a tu secretaria que no debe molestarte en las próximas dos horas. Si intentas algún truco, si noto que te tiembla la voz… voy a ponerte una bala en la cabeza. ¿Has entendido, perra?

- Sí.

Claudia llegó hasta su escritorio y pulsó el intercomunicador.

- Carrie, no quiero que nadie me moleste en las próximas dos horas.

- Muy bien, Sra. Grayson.

- Bien, Claudia. Ahora siéntate otra vez. Te sientes “pesada”, Claudia, muy “pesada”.

La Sra. Grayson se sintió de nuevo invadida por una oleada de pesadez y entró en trance.

- Buena chica. Al igual que antes tus brazos están pesados e inmóviles. No puedes mover las piernas. Toda tú vuelves a estar fundida con la silla. Cuando despiertes te sentirás normal, salvo que no podrás moverte de la silla. Ahora despierta, Claudia, ¡abierto! – y Claudia abrió los ojos.

- Por favor, déjame ir. ¡Jamás contaré a nadie que estuviste aquí! ¡Jamás!

- Me encantaría atender a tus súplicas, querida, pero me temo que no es posible. – dijo colocando la pistola sobre la mesa y arrodillándose delante de la indefensa Claudia. Madame Cong comenzó a subirle la falda.

- ¿Qué estás haciendo?

- Oh, nada. Sólo vamos a divertirnos un poco antes de marcharnos, perra. Apuesto a que nunca antes otra mujer ha jugado con tu coñito, ¿verdad?

- ¡No, basta, basta…! – Claudia trataba de mover sus brazos y piernas sin resultado. Trató de apretar sus muslos para evitar la invasión de los dedos de Madame Cong, pero toda resistencia era inútil. Los dedos de su captora se deslizaron bajo sus bragas y, avanzando hacia su clítoris, comenzaron a jugar con él.

- ¡Adoro torturar así a mis chicas! – dijo pasando un dedo alrededor del clítoris de Claudia para después frotarlo, tratando de exprimirlo. Lo frotaba de arriba abajo, para luego estirarlo con sus dedos. Tras un rato de este juego, Madame Cong apretó juntos sus labios vaginales y se dedicó a tirar de ellos una y otra vez. Luego, volvió a frotar, pero esta vez con la palma de su mano. Tras unos minutos, el tratamiento comenzó a surtir efecto en Claudia.

- No… oww… para… por favor, detente…

- ¿Te gusta la forma en la que juego con tu pequeña y dulce perlita? Apuesto a que tú también juegas con ella. Siempre me sorprende la cantidad de jugos que libera una mujer cuando es suficientemente estimulada. ¡Los jugos brotan de todas partes! ¿Te estás mojando para mí, querida? ¿Estoy sacando a la luz la puta que llevas dentro?

- Ohhhhh… deja… deja de tocarme… - comenzó a suplicar Claudia.

- Creo que estás empezando a disfrutar de esto, zorra. ¡Estás empapada! Me parece que necesitas algo dentro de ese coño, ¿a que sí? – dijo sujetando a Claudia por la barbilla y obligándola a mirarle directamente a los ojos.

- Yo… no puedo… ¡Para! ¡Para de una jodida vez!

- ¡Suplícame! ¡Suplícame que te meta algo en el coño! ¡Vamos, perra, hazlo!

- ¡No! ¡Vete a la mierda! – respondió Claudia con un grito.

- Será mejor que no me vuelvas a levantar la voz, perra, o tendré que callarte para siempre.

Madame Cong continuó manipulando el clítoris y el coño con sus dedos. Claudia intentaba acercar más la entrepierna a los dedos de Madame. Se estaba excitando y no podía parar.

- Sabes lo que tienes que hacer… ¡Suplícame, perra! Quiero oírte decir “por favor, por favor, Madame Cong, métame algo en el coño”. ¡Vamos, perra! ¡Pídemelo… pídeme que folle tu coño!

- Ohhhhh… ummm… ohhh… - Claudia notaba el efecto de los dedos de Madame sobre ella. – Por favor… oh… por favor… méteme algo en el coño…

Madame fue hacia el escritorio y cogió de él un rotulador marcador grueso. Lo colocó ante la boca de Claudia y ordenó:

- ¡Chúpalo!

- ¡Vete al diablo!

Madame abofeteó a la Sra. Grayson en la cara y volvió a repetir la orden. Lentamente, Claudia abrió la boca y dejó que Madame le metiese el marcador en ella, empujando dentro y fuera como si le estuviese haciendo chupar una pequeña polla.

- ¡Eso es, puta! Déjalo bien húmedo para tu agujerito. Quiero que esté goteando de saliva.

- Mrrrrph… putttthhhz… emmmm… - Claudia seguía chupando y el marcador estaba cada vez más húmedo.

- Dime, querida, ¿adónde va a ir este marcador?

- No…

- ¡Dime dónde va a ir este marcador, perra! – dijo Madame presionándola un poco más.

- Oh… va… va a ir a mi agujerito…

- ¿Dónde va a ir? – volvió a preguntar haciéndole sorber el marcador un poco más.

- Va a mi agujero… oh… joder… ¡va en mi agujero! – La Sra. Grayson parecía otra. En esos momentos sólo podía sentir su entrepierna en llamas. Madame Cong retiró el marcador de la boca de Claudia y lo metió en su húmedo sexo dejando fuera el clip de su extremo superior.

- ¿Por qué hiciste eso? – preguntó la desesperada y húmeda mujer.

- Puedo conseguir más de él en tu interior de esta forma. – y tras contestar, empezó a desabotonar la blusa de Claudia.

- ¿Qué… qué haces?

- Voy a jugar un rato con tus tetitas, querida.

- No… - Claudia trató de luchar inútilmente. Madame Cong le abrió completamente la blusa y luego, poniéndose tras ella, volvió a arrodillarse susurrándole al oído:

- Eres una putita muy caliente y sexy. Vas a quedar muy bien en mis establos, aunque creo que aun debes abrirte un poco más a mí, puta. ¡Abre tu corazón y tu alma a tu nueva Ama!

Claudia, incrédula, asintió con los ojos bien abiertos. Madame apretó sus pechos desde atrás y empezó a juguetear con sus pezones, estirándolos y frotándolos un par de veces antes de mordisquearlos con sus dientes y su boca. Luego, tomando el marcador con una mano, volvió a susurrarle al oído.

- Pop, pop, dentro y fuera… pop, pop, dentro y fuera… Oh, querida, eso es… ¡Oh, Dios mío, eres una putita…! Eso es… vas a correrte… vas a correrte follada por este agradable marcador… ¡Vamos zorra! ¡Fóllate al Sr. Marcador y échale un buen polvo! Pop, pop, dentro y fuera… pop, pop, dentro y fuera…

Madame Cong no dejaba de susurrar una y otra vez estas palabras a Claudia mientras bombeaba el marcador en el húmedo y abierto coño de su presa. Los susurros se acompasaban a los movimientos de su nuevo juguete sexual.

Claudia ardía de excitación, a punto de correrse en cualquier momento, cuando Madame abandonó sus tetas y se colocó de nuevo frente a ella. Poco a poco, se levantó la parte inferior de su vestido y se colocó a horcajadas sobre los brazos de Claudia, que estaban pegados a los de la silla. Apartando a un lado la tela de sus bragas, dejó al descubierto su sexo y acercándolo a la cara de la Sra. Grayson lo señaló con un dedo mientras le ordenaba:

- Ahora lame, perra.

La Sra. Grayson no pudo contenerse por más tiempo. Desesperada, se puso a lamer el sexo de Madame como si fuese néctar divino. Incluso trató de follarle el coño con sus tetas. Deslizaba su lengua arriba y abajo sobre la hendidura del sexo de Madame para luego mordisquear su clítoris. Excitada por este tratamiento, Madame la agarró de la cabeza y comenzó a moverla arriba y abajo una y otra vez hasta que tuvo un increíble y húmedo orgasmo. Mientras tanto, Claudia aun no había logrado correrse y el marcador seguía dentro de su coño ya que Madame había dejado de jugar con él. Tras correrse, Madame se levantó de su incómoda posición.

- Te sientes muy “pesada”, puta, muy, muy “pesada”. – Claudia de nuevo se sintió aturdida y, de repente, cerró sus párpados. – En unos minutos vas a decir adiós a esta vida y vas a entrar en un nuevo mundo. Jamás volverás a ser la poderosa princesa que eras, pero aprenderás a disfrutar de tu nuevo papel en la vida. Renunciarás a todo por mí. Pronto despertarás de nuevo. Recordarás todo lo que ha sucedido y tus brazos y piernas volverán a funcionar con normalidad. Ahora,  ”abierto”, puta, ¡“abierto”!

Inmediatamente Claudia abrió los ojos y se sintió de nuevo normal, salvo por el incendio que había entre sus piernas. Miró directamente a los ojos de Madame Cong.

- Por favor, Madame Cong, no me hagas esto. Piensa en todas las ventajas de disponer de mi como tu esclava personal. Puedes apropiarte de mi firma y ganar muchísimo dinero con ella. – pedía y suplicaba lo mejor que podía.

- Me parece que no quieres entenderlo, querida. No necesito tu dinero. Ya soy lo bastante rica y, en cuanto a utilizarte como mi esclava, es lo que voy a hacer en mi propio beneficio.

La vida perfecta, la brillante carrera de Claudia Grayson estaba a punto de ser completamente destruida. Nuestros actos pasados siempre acaban pasándonos factura. Ahora todo parecía fruto de un sueño o, mejor dicho, de una sangrienta pesadilla. Ignoramos, quizás a propósito, si cada uno de nuestros actos causa más mal que el anterior. Ahora, una mujer de su pasado está a punto de apresarla para el resto de sus días.

Claudia comienza a tener remordimientos por la naturaleza de sus actos. Sabe que ha pisado a mucha gente y que ha tenido que empujar y deshacerse de mucha otra para llegar a donde ahora está, y, en estos momentos, está a punto de ser desplazada por alguien aun más fuerte y malvada que ella. ¿Por qué no ha seguido el camino recto durante toda su vida? ¿Por qué ha hecho tanto mal movida solo por sus ansias de dinero y posición social? Había hecho mucho mal en su vida y, en el fondo de su mente, sabía que estaba a punto de pagar por su peor error. Un error que, por una vez, no había cometido por maldad o malicia, pero había sido, sin lugar a dudas, un terrible error: Se enfrentó a la mujer equivocada. Y estaba a punto de pagar con su libertad, con su vida, con su existencia. Desesperada, se dio cuenta de que no hay dinero en el mundo que te pueda sacar de un aprieto si el que te quiere fuera de su camino es alguien más rico que tú.

- ¿No hay nada que yo pueda hacer para que cambies de opinión? – dijo Claudia en un último intento por salvarse.

Madame tomó la pistola de la mesa y le apuntó con ella.

- No, querida, nada, pero podrás consolarte en el hecho de que ahora me vas a hacer ganar algo de dinero, aunque no de la forma en que me lo has ofrecido, ¿no es irónico? Lo harás como puta, serás una puta de verdad y trabajarás para mí, al igual que todas mis niñas. Ahora basta ya de charlas y ponte en pie.

Claudia obedeció.

- Vamos, acércate al baúl. Quítate la falda y la blusa. Puedes dejarte el marcador en el coño, puta. De hecho, creo que necesitarás otro más para que te sientas completamente a gusto. En seguida me ocuparé de ello. Colócate bien las bragas, no queremos que se caiga ahora el que ya tienes, ¿verdad?

Madame le acercó el sujetador a la desgraciada Sra. Grayson.

- Póntelo, quiero tus bonitas tetitas húmedas durante el viaje. Vas a pasar mucho calor dentro del baúl. Vamos, arrodíllate sobre esas dos hendiduras en el fondo.

- Por favor, Madame… ¡Se lo suplico! – dijo la pobre mujer con lágrimas en los ojos.

- ¡He dicho que te arrodilles, puta!

Claudia obedeció y colocó sus rodillas donde Madame le había ordenado quedando éstas agradable y perfectamente ajustadas al mullido acolchado. Madame rápidamente ajustó las correas a los muslos y tobillos colocándolas en su lugar. Luego, agarrándola del pelo, la hizo inclinar hacia atrás todo lo que pudo. Aseguró los brazos con correas en la parte posterior de la cabeza. La Sra. Grayson estaba inmovilizada en el baúl, en una postura en la que su sexo sobresalía obscenamente y sus pechos reclinados, también, hacia atrás con su espalda formando un delicioso arco.

Tras sujetarla bien, Madame fue hacia su maleta y sacó una mordaza de bola. La esfera de la mordaza poseía un agujero en el centro para permitir que a su través pasase un tubo. Le colocó la mordaza y conectó esta a un tubo unido por una válvula a una bombona.

- Voy a tener que gasearte un poco para ayudarte a dormir mientras emprendemos nuestro camino.

Tras asegurar bien la mordaza, cogió unas tijeras del escritorio de Claudia y con ellas hizo un corte en la entrepierna de sus propias bragas.

- Espero que te guste el sabor de los flujos de mis braguitas, querida. ¡Las he mojado sólo para ti! – y las colocó en la boca de Claudia, bajo la mordaza. – Que no te den arcadas, puta, si no, puedes morir ahogada por tu propio vómito. Te aplicaré oxígeno directamente a la nariz para ayudarte a respirar. – y tras decir esto introdujo dos pequeños tubos directamente en las fosas nasales de la Sra. Grayson.

- No quiero perder ahora a mi puta por falta de oxígeno, ¿verdad? – dijo dándole unas palmaditas en la cabeza. - ¡Oh, casi me olvido!

Madame volvió al escritorio y tomó dos marcadores más de él.

- Será bueno usar más de un color, ¿no crees, puta? Vamos, se una buena niña y ábrete bien para mí. – dijo señalando el coño de Claudia y bajándole las bragas.

Madame lamió los extremos de los marcadores dejándolos bien húmedos. Con mucho cuidado, los introdujo en el sexo de Claudia y volvió a colocarle las bragas en su lugar.

- Emmmmrrrrrphh… - intentó gritar Claudia a través de la mordaza cuando entraron los dos marcadores en su coño.

Madame volvió a su maleta y sacó de ella un poco de cinta adhesiva que colocó alrededor de la boca y cabeza de la Sra. Grayson sin preocuparse del bonito pelo de ésta. Claudia le lanzó una mirada de enfado.

- El pelo va a ser la menor de tus preocupaciones a partir de ahora, querida. Te lo aseguro. – dijo Madame riendo y dando un paso atrás para ver su obra. – Ya casi hemos terminado. Sólo faltan un par más de cachivaches.

Madame volvió a la mesa de la Sra. Grayson y, junto con otros elementos, guardó la pistola en la maleta. Miró a su alrededor en busca del bolso de Claudia y lo encontró en un armario. Junto con la ropa de su presa, vació su contenido dentro del baúl.

- Vaya, vaya… parece que estás incómoda. Pero no te esfuerces, querida, no conseguirás salir de ahí.-  dijo acariciando sensualmente el vientre y pecho de la indefensa cautiva. Observaba admirada la forzada posición arqueada. Era una obra de arte sexual.

- Mira, sólo falta un cuarto de hora para las cinco. ¡A veces hasta yo misma me sorprendo! - ¡Oh, no! Parece que este baúl no cierra bien. – y jugueteando con Claudia presionó con fuerza la tapa sobre los muslos de Claudia. – Así mejor. Incluso puedes follarte el coñito contra la manivela cuando estés caliente. Está justo sobre tu entrepierna, ¿a que soy muy considerada?

- Emmm… eh… errrmph… - era lo único que pudo decir la Sra. Grayson.

- Piensa en lo divertido que será sacarte de tu oficina y pasar por delante de la mesa de tu secretaria. ¡Ella no tiene ni idea de que estás en el baúl! ¿Te moja la idea? – dijo frotando suavemente con la palma de su mano la mejilla de Claudia mientras la miraba a los ojos. - ¡A mí me pone a mil! Ah, por cierto, voy a enviarte a Bangkok.

Claudia abrió de par en par sus ojos aterrorizada.

- ¿A qué va a ser divertido? Vamos, es hora de seguir nuestro camino. No te preocupes, ya te aplicaré el gas más tarde. Quiero que gimas y te retuerzas ahí dentro mientras te saco de tus oficinas inadvertidamente para todos. ¡Ya te dije que te iba a hacer desaparecer! – exclamó agitando los brazos como si de un número de magia se tratase antes de bajar la tapa del baúl y cerrarlo con fuerza.

Madame recogió del suelo su máscara y su capa y volvió a colocárselas. Agarró el asa del baúl y tiró de él de forma que pareciese que apenas pesaba. Abrió la puerta del despacho bloqueando la cerradura para que no pudiese abrirse desde fuera. Luego, tras salir y cerrar, se dirigió hacia la mesa de Carrie, la secretaria.

- Ha sido una reunión bastante larga. ¿Salió todo bien?

- Sí, Carrie, gracias. La Sra. Grayson y yo hemos charlado largo y tendido. Creo que va a disfrutar trabajando para mí. – dijo haciendo una teatral pausa. Claudia gemía más fuerte dentro del baúl, pero los gemidos apenas eran audibles fuera.

- ¿Trabajando para ti? – preguntó sorprendida Carrie.

- Oh, lo siento, quise decir trabajando yo para ella. Después de un rato trabajando detrás de esta máscara ya no sé lo que me digo.

- ¿Qué es ese extraño ruido que se oye dentro del baúl? Parece casi un gemido. Se escucha muy débilmente.

- ¡Oh, sí…! No te preocupes, querida. Tengo una pequeña máquina de risas y, a veces, se atasca en la posición de  encendido al chocar contra los otros aparatos que llevo dentro. La verdad es que es un juguete muy extraño. – Madame Cong sonrió bajo la máscara. – Bueno, fue agradable ver que… ¡Oh!, por cierto, la Sra. Grayson me dijo que te dijera que no quiere que nadie la moleste durante, al menos, una hora más. Tiene una llamada privada de un cliente. Así que dice que puedes cerrar y marcharte.

- Gracias por decírmelo. A veces me hace trabajar horas extras. ¡Tengo unas ganas de salir ya!

- Apuesto a que sí – dijo Madame con otra siniestra sonrisa bajo la máscara. Si tan solo Carrie pudiese verla.

- Entonces, ¿cuál fue el truco de magia que le hiciste?

- Oh, sólo un número de desaparición, querida. ¡Hasta luego!

- Hasta luego. Adiós.

Madame continuó tirando del baúl hasta salir de las oficinas y, por último, del edificio. Le quedaba un largo viaje por delante. Con cuidado, cargó el baúl en su furgoneta negra, cerró la puerta, se metió en la cabina y arrancó. Mientras lo hacía, mentalmente se felicitó por otro trabajo bien hecho.

La Sra. Claudia Grayson jamás volvió a ser vista.

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