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La atracadora de bancos IV (cruzando la frontera)

en Sexo con maduros

El viaje estaba siendo muy agradable.  Brad era un hombre culto y de fácil conversación.   Tenia 35 años, era director comercial de una pequeña empresa importadora de neumáticos traídos desde Corea y su vida consistía en viajar alrededor del país visitando distribuidores locales.  Según me decía tenia que tirar mucho de coche por qué tenia demasiados puntos dispersos que visitar como para volar a ellos.

Comimos en un agradable restaurante de carretera.  Brad me comentó que solía comer en restaurante decentes, solía manejar una web sobre restaurantes de carretera decentes a lo largo de América.  Dormía en hoteles aceptables que sacaba de la misma web.  No le importaba conducir una hora más si era para encontrar algo decente y no la mierda habitual.  También me comentó que no era raro que en el destino de llegada si tenía tiempo,  fuese a un topless.  Era sitios donde nunca había líos y podía matar el tiempo viendo de vez en cuando bellezas como yo.

El hotel donde paramos no estaba nada mal.  Estábamos aun a 5 horas de Great Falls, pero al día siguiente Brad debía de ver a un cliente y teníamos que parar ahí.

Era un poco tarde cuando llegamos para ir al spa que es lo que a mi me hubiese apetecido, por lo que nos duchamos al llegar al hotel.  En estas situaciones, nunca sabes si pasearte recatadamente en toalla por la habitación o andar en pelotas por ella sabiendo que quien te acompañaba te había visto abierta de piernas hacía unas horas y seguramente te iba a volver a ver en esa situación unas horas después.

Me puse un vestido de gasa casi de verano cubierta por mi ya casi familiar abrigo plumífero.  Cenamos realmente bien.  Gilette era una ciudad de mierda pero por lo menos tenia un agradable restaurante francés.  Comimos muy bien, bebimos mejor y yo calenté a Brad todo lo que pude.  Esa noche tenía ganas de sexo.  Ayer me había follado de lo lindo y una es ante todo, una mujer muy sensual.

Habíamos tomado un par de copas cuando entramos en la habitación.  Brad entró en el baño y yo despojándome de mi abrigo y bajándome las bragas hasta los tobillos, me puse a 4 patas al borde de la cama con el vestido subido hasta mi cadera.   Cuando Brad salió del baño me encontró a cuatro patas y contoneando mi culo.  Brad se acercó.  Empezó a pasar un dedo índice por mi ano.  No lo metía solo pasaba el mismo por ahí.  Era una sensación sensacional, me estaba poniendo mucho que no me penetrase con él.  Llevaba más de 10 minutos dilatando poco a poco mi ano, cuando noté como sacaba su polla y poco a poco me penetraba.  Sabía muy bien como excitar a una mujer y mejor aún como penetrar a una chica y hacerla sentir mujer.  Me moría de gustó cuando me metió la polla hasta el fondo y ni siquiera había empezado a moverse.  Brad me machacó el culo hasta la extenuación, tanto suya como mía.  Me folló sin descanso durante más de 45 minutos, sin parar el ritmo ni sacarla, ni cambiarme de posición.  Creo que me corrí más de seis veces, mi coño correaba y mi respiración se entrecortaba cuando lleno mis intestinos de caliente lefa que noté salir de mi culo en el momento que sacó la polla.

Nos levantamos pronto pues tenía que ver a su cliente a primera hora.  Yo aproveché para darme un paseo por el centro del pueblo.  La reunión duró dos horas y enseguida nos pusimos en marcha.

Llegamos a medía tarde a Great Falls.  Otra mierda de pueblo, aunque era lo único decente del estado.  Nos alojamos en un hotel de verdad, usamos un spa de verdad, cenamos en un restaurante de verdad y echamos un polvo de verdad.  Iba a ser una pena perder a ese semental el día siguiente, pero estaba claro que nuestro camino se separaría cuando el partiese. 

Me ardía el culo cuando me despedí de Brad, me había dado por todos los lados y corrido en todos mis agujeros.  Me daba un poco de pena perder a este macho después de tanto mierda con el que había que tenido que follar por dinero en el topless bar. 

Nos despedimos con un tierno beso cuando me dejó en el Holliday Village Mall, el principal centro comercial de la ciudad.  Tenía que comprar material de trekking y allí encontraría de todo.

Me hice con unas botas de montar, una mochila, un saco, una tienda individual, ropa interior térmica, camisas de leñador, un gps, pantalones gordos y calcetines a mansalva.  Me compré también un vibrador de tamaño generoso.  No solo para entrar en calor, sino que además si un aduanero me localizaba y abría mi mochila encontraría un pollón justo al abrirla.

Mi idea era ir en autobús hasta Babb, allí unirme a un trekking por las montañas para ver un poco como va aquello, una vez de vuelta estando a 18 kilómetros de la frontera con Canadá haría el viaje sola.  Me dirigía a un pueblo llamado Beazer a unas 30 millas de Babb.  Como mucho tres días de marcha, pero llevaba el equipo adecuado.

El viaje en bus fue de solo tres horas, era muy agradable ver como las Montañas Rocosas se iban acercando a cada paso.  El pueblo eran no más de 10 casas.  Me imaginaba que iba a ser un pueblo de estos turísticos a muerte lleno de gente joven nerviosos por iniciar sus actividades de deportes.  Pero no, hasta el verano no se organizaban trekkings, el único bed and breakfast estaba cerrado y solo había un sitio donde poder comer, pero hasta las seis de la tarde. 

Finalmente me pude quedar en una casa particular.  Estuve tentada en volverme a la capital, pero afortunadamente mientras comía una asquerosa hamburguesa me entró un viejo nativo del pueblo.

-       ¿que hace una preciosidad como tu en un pueblo perdido como el nuestro? – me preguntó.

-        Bueno, he venido a hacer un trekking, pero se ve que voy a tener que hacerlo sola.

-       ¿Sola?.

-       Si, sola.

-       Bueno, ¿y donde piensas alojarte?

-       Pues esperaba encontrar un B&B abierto pero ha sido imposible, los dueños según me dicen solo viven aquí en verano.

-       Si, los cabrones ganan tanto dinero por una mierda de servicio, que no les hace falta estar abierto por cuatro gatos que venís.

-       Ya, pero eso a mi me deja en un problema.

-       Bueno chica.  ¿Cuanto te quieres quedar?

-       Estoy pensando en una noche, mañana quiero dirigirme hacia las montañas – me miró con cara divertida.

Su casa era una mierda, peor de lo que nadie se puede imaginar.  Sucia, miles de cosas tiradas, cabezas de animales en todas las paredes. Un paraíso, vamos.

Sin preguntar me puso en un vaso repugnante una copa de Wild Turkey.  La verdad es que el tío era una persona bastante agradable para ser un sucio pueblerino.

-       Ósea, ¿qué quieres pasar a Canadá?

-       ¿Perdona?

-       Bueno, nadie en su sano juicio con este tiempo pretendería ir a hacer un trekking en esta época del año.  No tienes piernas de trekkista, te faltan músculos – yo mire hacia mis piernas al descubierto por mis short – no te voy a preguntar siquiera tus razones para no querer pasar por el paso fronterizo como todo el mundo.  Pero yo puedo ayudarte.

-       - ¿Tu puede ayudarme? – le dije sin contradecirle.

-       Efectivamente.  Siempre podemos hacer cambalache.

-       ¿Cambalache?

-       Si cambalache, algo por algo.  Tu me das tu cuerpo y yo mañana por la mañana te paso la frontera.  Al llegar a Canadá como despedida me la chupas y cada uno por su lado -  me quedé de piedra.  Hay que ser muy hijo de puta y viejo verde, pero después de haberme follado a tanto camionero, el bueno de Wailly no iba ser peor que lo vivido.

Sensualmente me levante, me despojé de mi camiseta y sujetador, dejando al aire mis increíble tetas y me bajé de un golpe mi short.

-       soy todo tuya.

Wailly sacó su polla y se recostó sobre la butaca.  Yo me acerqué contoneándome como si chuparle el nabo era una de las cosas que más me apetecía en esta vida.  Empecé a pasarle al lengua sobre aquella polla a la que no le había pasado una gota de agua en semanas.  El viejo se retorcía.  Su manos agarraron mi cabeza y presionó la misma esperando que me metiese aquella polla en mis fauces.  Empecé a chupar poco a poco.  Wailly respiraba agitadamente.  Me la metí hasta el fondo y le iba haciendo largas y profundas chupadas.  Se corrió abundantemente en mi boca. 

Me retiré de su polla y me puse a cuatro patas sobre la alfombra de oso que tenía en el medio del salón.

-       Espera cielo. Tengo 78 años, no estoy para dos corridas seguidas.  Déjame descansar un rato, pero no, no te vistas, me gusta verte así.

Nos bebimos un par de bourbons más, él con la polla al aire yo como mi madre me trajo al mundo.  Estuvimos hablando de lo divino y lo humano hasta que me pidió que pasase a su habitación.

Entré y me tumbé en la cama, abrí mis piernas y el buen de Wailly y su polla morcillona se tumbó encima mía metiéndomela sin hacer ningún tipo de precalentamiento.  Llevaba bombeando más de 5 minutos cuando decidí que tenía que dejar al viejo impresionado.

-       métemela por el culo.

El viejo se quedó boquiabierto, me imagino que hasta el sexo anal sería incluso ilegal en ese estado de paletos, pero evidentemente al hombre no le importaba mucho viendo mi culo rosado a su disposición.

Me la metió de un golpe.  Yo empecé a gemir como si Rocco Siffredi estuviese empalándome, el viejo estaba a mil.

-       dame, dame, dame.

-       Agggg – solo articulaba a decir.

-       Dame mi amor, dame duro.

-       Agggggg

-       Si mañana todo salé bien, quiero que me vuelvas a romper el culo en Canadá

El viejo se corrió de nuevo y casi muere de un ataque al corazón.  Durmió con una mano en mi teta toda la noche.

Ya por la mañana y después de un desayuno muy abundante salimos de casa y nos dirigimos hacia su camioneta.  Conducimos en dirección contraría a la frontera.  Por un momento pensé que me iba a entregar, pero mi corazón se calmó cuando vi que parábamos en un almacén.  Entramos y vi una autocarabana aparcada.  Wailly recogió cosas de pesca y llenó la caravana con ellos.  Tu metete en el baño con tu mochila y déjame a mi.  Conducimos durante más de media hora hasta que la caravana paró.

-       Hombre Wailly, tu por aquí.  Cuanto tiempo – oí que decía el que debía de ser el agente de aduanas.

-       Pues ya, vez, me he decidido ir a pasar unos días de pesca con estos cabrones canadienses. 

-       Ja j aja,  no se lo digas eso más adelante a Pierre, ya sabes como son los Canadienses con su amor propio.  Adelante.

-       Cuidate mucho, y saluda a tu mujer – y la autocarabana arrancó parando poco más adelante.

-       Mr. Smith de nuevo nos da el placer a nuestro humilde país de contar con su presencia.

-       Ja ja ja, Pierre, siempre tan vacilón.  ¿Cómo están los salmones este año?.

-       Bien, bien.  YA sabes que lo que no tengamos en Canadá – arrancamos.

 -       Ya puedes salir – me dijo Wailly – ya estamos en Canadá.  Ahora conduciremos hasta Cardton, cenaremos, dormiremos, podrás alquilar un coche y allí nos despedimos.

No me pasé a la parte de delante por precaución, no quería que le viesen acompañado por si más tarde se liaba.  La parte de detrás tenía las ventanas tintadas por lo que podía ver el maravilloso paisaje sin ser vista.  Paramos a pocos kilómetros de la ciudad en una estacionamiento para viajeros.  Cuando Wailly entró en la parte trasera del vehículo me encontró abierta de piernas y más que dispuesta a recibir aquella polla blandengue.  El viejo hizo todo lo que pudo para satisfacer a una mujer como yo.  Lo cierto es que no se limitó a follarme, me chupó y me intentó dar la mayor cantidad placer que un viejo como él era capaz.  Volvió a correrse en mi culo.

Ya por la mañana y después de desayunar en un Sharry’s y de visitar el templo mormón, una impresionante iglesia que nada pegaba con la mierda de pueblo nos despedimos con un abrazo y una mamada.  Siempre he pensado que una buena propina deja al dador de los servicios con un buen sabor de boca y desde luego Wailly me había quitado muchos problemas de encima.

Conseguí que me alquilasen un coche con cash y mi carnet de conducir español, lo cual era una ventaja ya que usando mi segundo apellido español, la interpol nunca podría rastrearme.

Me quedaban 1200 kilómetros hasta Vancouver.  Dos días de viaje más y al fin una gran ciudad.  

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