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Recuperándome de haberme convertido en viuda

en Amor filial

Después de su entierro volví a casa desolada. Le había conocido por casualidad en una cena de amigos. Sencillamente aquella noche no me fijé en él. Un par de encuentros casuales, un par de cenas, un par de besos y antes siguiera de pasar por su cama me encontré atada a un potro de tortura con dos enormes vibradores en mis agujeros, pinzas en mis pezones y su polla en mi boca. Nunca había sido una mojigata la verdad, pero nunca había tenido sexo de una manera similar con nadie. Con Luis fue distinto, Luis incluso antes de tocarme sacó mi lado salvaje y disfrutó de mi cuerpo de una manera que nadie nunca osó. Durante años fuimos una pareja normal a los ojos de todos. De puertas a fuera tuvimos un corto noviazgo, una boda por la iglesia, comidas los domingos con la familia, cenas con amigos de la universidad en restaurantes de moda, etc. De puertas a dentro nadie imaginaba que ese cuarto siempre cerrado en nuestra casa era nuestra mazmorra particular donde Luis disfrutaba de mi cuerpo y yo de ser disfrutada por él. De puertas para dentro no había clubs de BDSM a los que no acudiésemos y no fuésemos conocidos como clientes habituales. Algunos les llamarían depravación a esa parte de nuestra vida, yo sencillamente le llamaba amor.

 

Luis murió con 38 años en un maldito accidente de coche. Desde ese día y hasta pasado dos años yo me enclaustre en mi casa. A pesar de las visitas continuas de la familia, amigos e incluso amigos de nuestra vida paralela, todos los cueles me animaban a que saliese y disfrutase de la vida pues a mis 39 años no podía morir en vida. Yo me resistía, era mucha la ausencia que Luis había dejado y mucho mi dolor.

 

Una noche sin ninguna razón decidí ir a dar un paseo. Caminé durante horas sin un rumbo fijo, no tenía nada en la cabeza, pero sin buscarlo acabe en la puerta del Kaos, uno de los clubs a los que más acudíamos Luis y yo. Realmente no sabía como había llegado allí, pero desde unos metros de la puerta dude bastante y me hubiese dado la vuelta si Paco, el portero no me hubiese llamado.

 

RebeccaRebecca - me llamo

 

Yo le miré y él insistió.

 

Rebecca. Cuanto tiempo.  ¿qué es de tu vida? - me preguntó y yo me acerqué.

- Pues ya sabes lo de Luis me imagino - le dije un poco cortada.

- Si, aquí lo sentimos todos mucho. No sabes lo que lo lamento - me contestó amablemente.

- mil gracias Paco, eres un cielo, te lo agradezco mucho.

¿por qué no pasas y te tomas una copa? - me sugirió.

- No sé Paco, no sé ni como he llegado hasta aquí, y la verdad es que no sé si debo meterme en un tema así tan pronto.

Rebecca, por un lado ahí dentro hay gente que te aprecia y segundo han pasado dos años. Anda, no seas tonta y entra y te invito a una - entré más que nada por no hacerle un feo a Paco. Dentro del club la verdad es que todo fueron parabienes, la gente se alegró sinceramente de verme, y lo que iba a ser una copa pasaron a cuatro o cinco y no pensando en toda la noche en mis problemas. Alguien acabó llevándome a casa debido al nivel de alcohol en mi cuerpo.

 

Aunque me levanté con una tremenda resaca el haber salido y aquellas copas me vinieron muy bien, y aunque seguí unos días sin salir pero empecé a ver mis recuerdos desde otro punto de vista. He de reconocer que me masturbé aquellos días como hacia años que no lo hacía, echaba de menos a Luis, pero ahora también empezaba a echar de menos el sexo.

 

Me sorprendió que mis antiguas ropas cañeras no me quedaban pequeñas. Me fui cambiando de ropa, no tuvé más remedio que quitarme mi ropa interior para que me quedase bien la ropa. Toda me quedaba perfecta. Acabé con un modelo en cuero con cremalleras en mi coño, culo y tetas. Lo que empezó como una prueba para ver si seguían quedandome bien, se convirtió en un escalofrío que me hizo coger un abrigo, bajar a la calle y parar un taxi.

 

Cuando nos acercamos pedí al conductor que esperase un momento antes de llegar a la puerta, había gente y no quería que nadie me viese. Me bajé del taxi en la puerta del Kaos, según posé el pie en el suelo una vez pagado me recogí el pelo y me coloque el pasamontañas de cuero, abrí la cremallera de la boca.

 

- Por favor, no digas a nadie qué soy yo - le dije a Paco antes de abrir la puerta y cerrar la cremallera de mi boca.

 

Mi entrada en Kaos fue triunfal, Ir vestida en cuero y con un pasamontañas con una cremallera qué cerraba mi boca lo dejaba todo claro. Como esperaba, no hizo falta qué hiciese nada, simplemente alguien me cogió de un brazo y me llevó a la mazmorra de tortura donde tantas veces había disfrutado del sometimiento de Luis. Mi amo espontáneo me ató según llegamos a una cruz de castigo, tensando las correas de una manera qué a la vez era doloroso pero fascinante.

 

¿Qué tenemos aquí? - Dijo un segundo hombre qué se había acercado hacia nosotros. Era Andrés, conocido industrial de la ciudad y cliente más qué habitual.

- Esta zorra ha entrado sola, evidentemente, pidiendo lo suyo.

- Pues dáselo Juan, dáselo. Esta visto qué aún quedan chicas en esta ciudad con ganas de experimentar.

 

Juan abrió las cremalleras qué cerraba mis pequeños pechos, metió la mano en las aperturas y sacó ambos pechos. Andrés me puso dos pinzas en ambos pezones. Juan añadió pesas a ellas y mis pezones se estiraron. Hacia tanto tiempo desde la última vez qué mis pezones habían soportado la presión de unas pinzas qué no pude evitar el gemir. Andrés, agarró mi teta derecha y sin saber de donde lo había sacado la ató con una abrazadera plástica, a continuación rodeó la izquierda, en pocos minutos las dos adquirirían un color rojizo fruto de la sangre qué iba a correr por ellas. No recordaba yo lo placentero qué podía ser mis dos tetas, pero el sumun llegó con los fustazos qué mis pechos recibieron y me llevaron sin remisión hacia un magnifico orgasmo después de 5 minutos recibiendo golpes. Era fascinante volver a recibir castigo en mis tetas y por supuesto el roce de la cremallera con el lateral de mis pechos.

 

Ambos hombres me soltaron y me apoyaron sobre un potro de tortura. Andrés amarró mis muñecas con correas a dos argollas y Juan se encargó de atar mis tobillos a las patas del aparato para quedar de esa manera abierta. Andrés abrió la cremallera de mi boca sin miramientos, su polla entró a continuación. Hay qué ver lo bien qué olía. Hacia años qué no probaba una polla y esta la iba a dejar seca. Andrés disfrutaba pues no solo era el efecto de mi boca dándole placer sino el efecto de los dientes de la cremallera qué le rozaban y le provocaban dolor cuando su polla los rozaba. Me folló la boca sin miramientos, después de todo el tiempo dandome sin parar estaba más que segura que tenia la garganta inflamada de tantos pollazos violentos que estaba recibiendo en ella.

 

Vi a Juan alejarse al tiempo qué noté una polla reventaba mi coño. No era una gran polla, no era la polla no dura del mundo, pero era la polla qué necesitaba después de años sin ser penetrada. Chupaba como podía y mi bombeador me daba con saña. Yo balbuceaba gemidos mientras chupaba. Andrés me agarro de la orejas cuando descargó su carga de lefa en mi boca. Ya libre de mi "ordeñado" y las atenciones entregadas, fue cuestión de tiempo en qué miré para atrás para ver quien tan voluntariosamente me hacia volver a la vida.

 

Mi coño se cerró de golpe, me hubiese tapado si no hubiese estado atada, di un grito y moví mis caderas. Era mi suegro, el padre de Luis quien me agarraba fuertemente por las caderas, más encendido incluso por la repentina presión ejercida por mi coño en su polla.  Blas ante mi horror se corrió con un grito seco en mi espalda después de darme de lo lindo durante cinco minutos más. No pude ni moverme. Me quedé en esa posición mientras mi suegro se retiraba y antes de qué Andrés volviese a rescatarme de mis ataduras.

 

Cerré todas las cremalleras de mi traje, recogí mi abrigo y salí de allí llorando

 

Continuará...

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