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Mi exmujer me empuja al pecado

en Hetero: Infidelidad

Conocí a Ruth siendo muy joven y realmente inexperto en todos los campos de la vida.  En palabras de mi madre la chica era muy poco agraciada, sin ningún estilo y yo era un bobalicón por ir babeando detrás de ella, pero Ruth había sido la primera mujer que me había hecho caso en mi vida, y a pesar de todo a mi me gustaba mucho.

Nuestra relación fue corta y no habían pasado ni 12 meses cuando pasamos por el vicaría.

En aquellos momentos yo acababa de acabar la carrera como numero uno de la facultad, tenia la mesa llena de ofertas de trabajo por lo que más o menos el futuro económico lo tenía medianamente resuelto. Viendo que mi futuro estaba en Madrid y que nunca había salido de casa y le pedí la mano y ante el horror de mi madre, me casé con ella.

Nos trasladamos a Madrid donde alquilamos un piso, la verdad es que fueron años muy buenos.  Sinceramente y una vez visto un poco de mundo ,me di cuanta que como decía mi madre Ruth generalmente destacaba por ser la mas fea de cualquier reunión y desde luego la que peor vestía.  Ni siquiera era alegre o ingeniosa, era la típica mujer que si no va, no te enteras. 

Es curioso lo que hace salir de la biblioteca de la facultad y meterte en el mundo real.  No hace falta tanto tiempo para darse cuenta que lo que recibes en casa no es un solomillo como creías sino que simplemente recibes una hamburguesa y de la malas.

El trabajo me descubrió cosas que no conocía en mi. Por un lado darme cuenta que era un líder natural, algo que mis estudios nunca antes me permitieron demostrar. Segundo que tenía gancho con las mujeres (evidentemente el llevar un traje y camisas a medida ayudaba) por ultimo me di cuenta que era una fiera social con la que la gente disfrutaba conmigo en sus ratos de esparcimiento.

Ruth no había cambiado, pero yo si.  Evidentemente este hecho nos separo en lo social y esa separación social hizo que nos distanciásemos a nivel sexual.

Aunque nunca lo había echo con otra me imaginaba que aquello debía de ser más completo que tener a una mujer abierta de piernas jadeando en bajito y sin tan siquiera tocarme.  La actitud de Ruth en la cama, quitaba las ganas a cualquiera.

La verdad es que cada vez me lo pasaba mejor tomando algo con mis compañeros de trabajo o clientes después de currar y no pasando las tardes con Ruth haciendo poco más que viendo la tele.  No se podía decir que no la quisieres, ¿o si?, pero la tenía muy vista y la mujer no hacía por que la cosa fuera mejor.

Todo cambió realmente cuando una noche de juerga de los de la empresa. Estaba tan borracho que no me di cuenta cuando me vi en la cama con mi secretaria y a esta chupándome la polla a dos manos, chupándomela hasta el fondo sin parar.  Chupándomela de verdad. 

Ruth jamás me lo había hecho y la verdad es que era increíble la sensación.  Cuando Yolanda se puso a cuatro patas ofreciéndome su depilado coño me di cuenta que estaba a punto de penetrar el segundo coño de mi vida y que después de eso no había camino de retorno.

La verdad es que valió la pena la espera de 26 años.  Yolanda me echo el polvo de mi vida y según ella yo me comporté como un león recién liberado de una jaula.

Entre en un bucle sexual no solo con Yolanda sino con un par de compañeras de trabajo más e incluso con una amiga de mi propia secretaria.

La verdad es que en seis meses me destapé como un bestia en la cama, un semental que cuando la sacaba la agraciada no tardaba en preguntar cuando nos volveríamos a ver.  Fueron meses fantásticos.

Probé el culo de Yolanda, probé a que Yolanda y su amiga Maite me la chupasen a la vez, probé los tríos, probé compartir a una chica con otro hombre e incluso probé a aquello de follarme a tres distintas en tres días seguidos.

-       eres un hijo de la grandísima puta – me gritó Ruth cuando entre por la puerta de casa un día de esos tontos en los que aunque salí tarde de la oficina no me quedé a tomar nada.

-       ¿perdona?

-       ¿Qué coño es esto? – jamás Ruth me había levantado la voz ni había usado ese tipo de lenguaje.

-       ¿Perdona? – la tele hijo de puta, la tele.  Y efectivamente estaba conectado a la tele mi ordenador portátil y desde él se emitían una serie de videos descargados de mi móvil con mi secretaria y demás fauna haciendo de las suyas sobre mi polla.  ¿Cómo podía haber sido tan tonto de dejar los videos en mi disco duro con Ruth por casa sin nada que hacer? ¿Cómo podía ser tan idiota de serle infiel a mi mujer y grabar mis hazañas?

-       Te lo puedo explicar – dije sin mucha convicción.

-       ¿Cómo que me lo puedes explicar?, eres un hijo de puta del que ya me avisó mi madre.  No te quiero volver a ver, lo he sacrificado todo por ti y así me lo pagas.  Te has folládo no solo a la mosquita muerta de tu secretaria sino a más tías de las que yo conozco.

Ruth arrancó el ordenador de la tele y sin decirme ni una palabra entro en la habitación para salir con una maleta 30 segundos después.  Me quedé boquiabierto.

El divorcio no fue nada complicado.  Sin hijos, sin propiedades, sin nada en común, solo tuve que firmar unos papeles en el juzgado y adiós muy buenas.  Era libre.

La vida volvía a empezar para mi y no tenía ninguna gana de desaprovecharla.

El primer viernes como soltero le dije a Yolanda cuando se aproximaba el momento de salir del trabajo que le iba a dar una sorpresa. La hice subir en el coche y me la llevé a una casa alquilada en Asturias, a 600 kilómetros de Madrid.  No llevábamos ni siquiera un muda para cambiarnos.  En el pueblo de Lastres mirando al mar me la folle de todas las formas y maneras sin prisas pero sin pausas, sin preocupaciones de ser pillado por el olor, alguna mancha o lo que fuese.  Jamás había follado tan bien ni tan despreocupadamente.  Yolanda a la que la había puesto al día sobre mi nueva situación cumplió como el putón verbenero que era.  A tope.

Fueron años de sexo continuó.  La verdad es que tuve amantes que me duraron  cierto tiempo, pero yo ya sabía lo que era estar atado a una mujer y lo excelente que era la vida de soltero sin tener que estarte escondiendo de unas y otras.  Cada vez que veía que la chica de turno se empezaba a encariñar o a hacer planes pasaba a otra cosa.  Sinceramente, me pasé 10 años que se los deseo que los pueda vivir todo el mundo.

Ya era director general de la empresa a mis 36 años, con Yolanda siempre a mi lado, por supuesto.  En general me la follaba por lo menos una vez a la semana, desde que casó, harta de esperarme, nuestro nivel de sexo había bajado en cantidad, que no en calidad.  La vida me sonreía en todos los sentidos.

Esa noche había quedado con una enfermera con la que había salido unas cuantas veces.   El plan era sencillo, cena, un par de copas y a cuatro patas en mi cama.  Estaba saliendo de la ducha cuando María que así se llamaba la enfermera, me llamó para cancelar.  Su madre había enfermado y debía de ir a su casa.

Allí estaba yo con la cena casi preparada, el vino en el hielo y más solo que la una.

Sonó el teléfono y pensé que era María que se lo había pensado mejor.  Lo cogí.

-       ¿José? – mi sangre se heló.

-       ¿Si?

-       José, perdona que te llamé a estas horas y después de tanto tiempo.  Soy Ruth y tengo un problema.

-       ¿Ruth?

-       Si Ruth Fernández Badia

-       ¿Ruth, mi Ruth?

-       Esa.

-       Coño Ruth, ¿como es que me llamas después de 10 años y hoy?- un silencio se hizo en la línea.

-       Tengo un problema y necesito ayuda. 

-       Si te puedo ayudar cuenta con ello – dije un poco cortado

-       He venido a Madrid a un curso de dos días y al llegar al hotel resulta que hay un problema con la reserva y no tengo habitación

-       Ah

-       No te llamaría si no llevase más de dos horas con el chico de la recepción llamando a hoteles y mirando en webs y no hay ni una habitación en Madrid

-       Eso es por Fitur

-       ¿La feria?

-       Si

-       Quería pedirte si me das asilo político esta noche, de verdad no tengo a donde ir y ya no tengo edad para dormir en la recepción de este hotel de mierda.

-       Ah, por supuesto.  ¿Dónde estas?

-       No te preocupes dame tu dirección y ya voy yo

-       Ni de broma.  ¿En que hotel estas? Que ya voy yo.

Salí del garaje de casa y en 15 minutos estaba delante del Eurobuilding. Pasé frente a Ruth sin darme cuenta de que era ella.  Me tuvo llamar por mi nombre.

-       José.

Nos dimos un fuerte abrazo y metí su maleta en el coche.

La tía había cambiado un montón.  No solo vestía a la ultima, sino que iba ligera y elegantemente maquillada y el peinado le quedaba espectacular. Además de eso, se había puesto tetas, estaba seguro.

Llegamos a casa

-       José veo que te va fenomenal

-       No me puedo quejar

-       ¿Y tienes pareja?

-       Estoy como me dejaste

-       Menudo caradura que estas hecho, espero no haberte interrumpido nada – me dijo mirando a la mesa casi puesta

-       Ni te preocupes, estaba anulado antes de que llamases.

Nos contamos nuestra vida botella tras botella de vino.  Ruth era otra mujer; sofisticada, segura de si misma, culta, agradable, simpática y además físicamente se había vuelto un cañón en todos los sentidos.

Hablamos de todo, incluso de mis infidelidades.  Ella fue muy sincera, me dijo que al principio el jodí la vida pero que ello le sirvió como catarsis para emprender una vida intensa que de otra manera nunca hubiera tenido con el paso del tiempo.  Me confesó que me odió pero con el paso de los años se dio cuenta que debía ser muy difícil ser joven y apuesto y tener que aguantar a una aburrida como ella que encima en la cama era como un muerto.

Ambos nos reímos y brindamos por el encuentro.  La verdad es que estaba muy cómodo y no me podía imaginar que el reencuentro con mi ex pudiese ser así de fácil y agradable.  Estaba seguro que estaba mejor así con una copa en la mano que bombeando el coño de María.

Ruth tenía que ir al curso a las 9 de la mañana, me ofrecí a llevarla, pero me dijo que no.

Le hubiese propuesto acabar en la cama, pero ni yo mismo tenía tan poca moral sabiendo como había acabado aquello la ultima vez.

Nos despedimos con dos castos besos en la cara y cada uno se fue a su cuarto

-       joder la verdad es que quien la ha visto y quien la ve – pensé antes de desnudarme y meterme en la cama

No me costó dormir gracias al lambrusco. 

Estaba soñando con los angelitos cuando noté la madre de todos los tirones en mis cojones.  Un dolor tremendo me invadió y solo cuando me eché la mano medió dormido a mis huevos y noté que una cuerda rodeaba los mismos y mi polla y siguiendo con la vista la misma, esta acaba enrollada en una mano que antecedía al cuerpo desnudo de Ruth.

No se si es algo normal tener la polla y los huevos aprisionados por una cuerda, pero al ver a mi ex mujer y increíble cuerpo se me puso la polla como un tótem.

La tía en pelotas estaba bastante mejor que lo que parecía vestida y desde luego mucho mejor que lo que yo la recordaba de nuestro tiempo en común.

Tenia el coño con una ligera línea de pelo, lejos de la mata de pelo sin depilar que tenia años atrás, unas tetas operadas con unos pezones apuntando al cielo, un estomago con tableta fruto de años de gym y una cadera perfectamente contoneada.

Ruth me miraba con ojos de odio.

-       ¿te has pensado so hijo de la gran puta que te ibas a ir de rositas?, todavía no ha nacido el hombre que me joda y se quede tan cual.

-       Pero Ruth

-       Ni Ruth ni hostias, ahora me vas a follar como te follabas a esas zorras con las que me ponías los cuernos

-       ¿estas loca? – y un gran tirón de cojones invadió mis pelotas

-       Vas a hacer lo que me salga del chocho, me vas a comer el coño para empezar, y cuidado con intentar algo que te dejo eunuco.

Me quedé paralizado.  Un tirón de cojones me convenció de meter mi cabeza entre las piernas abiertas de mi ex.  Ruth me espera de pie al borde de la cama con su coño ligeramente abierto.  Me enloqueció ver aquella pepitilla que yo recordaba tan aburrida.

Ruth mantenía la cuerda tensa mientras yo repasaba los pliegues de su coño.  La mujer empezaba a jadear.  No recuerdo haberle comido el coño nunca a Ruth y ahí estaba yo lamiendo si parar mientras ella se recreaba en mi trabajo.

-       Así me gusta cabrón, lámeme el parrus hijo de puta como se los comías a ellas y no me comías a mi.

Yo lamía y lamía.  Ruth no soltaba la cuerda la cual mantenía rodeando su mano para no perderla.

Pensé que la soltaría cuando todavía de pie arqueó su espalda, cogió una de sus operadas tetas y se corrió como nunca la había visto.

-       quiero que me follés como te follabas a la zorra de tu secretaria.

Sin perder la cuerda Ruth me apartó y se tumbó en mi cama.  Ruth se abrió de piernas y con un pequeño tirón de la cuerda me dio luz verde para penetrarla con mi cada vez más duro nabo.

Su coño abierto era de lo más apetecible de lo que había visto en mi vida.  Ni lo dude y con la polla aún rodeando mis partes la penetré tumbándome sobre ella.

La cuerda se mantenía tensa, no me atrevía a intentar quitársela por miedo a que una buena tirada me desgraciase de por vida.

Ruth se retorcía de placer mientras yo bombeaba con ganas.  Su coño no lo recordaba tan abierto ni tan mojado.  Mi ex me quitó las manos de las tetas para tocárselas ellas.  Ruth tiraba de sus pezones mientras yo no dejaba de sentir pavor por el bienestar de mi equipamiento, pero el placer y la lujuria me invadía dándome cuenta que me estaba follando a la seca de mi exmujer.

-       la quiero por el culo hijo de puta – yo no daba crédito a lo que oía, me parecía increíble estarme follando a la aburrida Ruth de una manera tan sumamente salvaje y ahora me pedía que la penetrase analmente.  Palabras mayores.

Ruth metió la mano entre sus piernas y sacó mi polla de su vagina.  Se dio la vuelta  casi poniéndose a cuatro patas, y ella misma se le metió en su agujero trasero, entrando mi polla en su ojete como cuchillo en mantequilla.  Me quedé pasmado.

-       dame duro hijo de puta, dame como a ellas, ahora nunca podrás decir que tu exmujer te negó nada.

Evidentemente no era la primera vez que alguien profanaba su entrada trasera.  La cogí por las caderas y empecé a darle con fuerza.  Ruth no dejaba de gritar de placer, yo veía  como mi polla se metía y salí de aquel dilatado ojete y la verdad es que estaba matando de gusto.

Ruth empezó a correrse sin parar, la chica iba encadenando orgasmo tras orgasmos perdiendo el control de su cuerpo y soltando la cuerda sin darse cuenta.  Me sorprendió que lloraba al correrse, había visto a muchas mujeres hacer algo parecido, pero jamás me imaginé a mi Ruth follando tan salvajemente ni rompiendo a llorar cuando alcanzaba el clímax

Por primera vez en los últimos 20 minutos noté que mis cojones perdían la presión que la cuerda le producían.

Sin dejar de follarla agarré la cuerda y soltando el nudo corredizo de mis partes con la misma cuerda até las muñecas de mi ex a su espalda.  Ruth no relacionó el que la atase con que ya no llevaba el control.  Se corrió de nuevo con un gritó seco.  Yo seguí dándole sin pausa, mas excitado si cabe viendo ese perfecto culo penetrada con mi durísima polla.

-       ósea zorra querías que te follase

-       calla y folláme mariquita de los huevos que hay que ver lo poco que has mejorado.

-       ósea que querías demostrarme que te habías convertido en una puta cualquiera

-       en una puta cualquiera no, en la más puta.

Y vive dios que lo era.  Ruth retorcía sus dedos y perdía el habla cada vez que un orgasmo llegaba, yo no le daba descanso y le hacía sentir mi polla hasta lo más profundo de aquel cuerpo moldeado para el pecado.   Ruth se sentía llena con mi polla en el fondo de su culo y yo me sentía el rey del mundo jodiéndola sin pausa, pocas veces uno puede dar por el culo a una hembra como la que yo tenía entre mis manos.

-       Métemela hasta el fondo marica, dame duro – gemía mi exmujer entre lamentos y jadeos.

-       Me encanta este culo que tienes ahora, me hubiese llevado a la gloria en sus días.

-       A la gloria ha llevado a muchos machos que han sabido apreciar a una buena jaca y no como tú, picha flácida.

Cuando me corrí por primera vez en el culo de Ruth caí derrotado sobre su espalda. No nos dijimos nada.  Ni siquiera me acordé de desatarla, algo que hice más de diez minutos después cuando me hizo gestos con la cabeza.

Ni yo fui a trabajar ni desde luego Ruth apareció por su curso al día siguiente.  Nos pasamos todo el día recuperando el tiempo perdido follando sin parar.  Me la follé en la cocina, en la ducha, en la bañera, en el salón y por supuesto en la cama.

El día posterior, volví al trabajo con una gran dolor en todo el cuerpo después de haberme estado montando a Ruth sin casi pausa.  Intenté llegar pronto a casa a ver si podíamos darnos una despedida en condiciones.

Cuando llegué a casa solo encontré la cuerda que ató mis testículos dos días antes y una nota que decía.

“cabrón mío, aun no has conocido a la autentica Ruth”

CONTINUARA

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