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Viudo y abandonado por mi cuñada.

en Amor filial

Después de follárte el culo de alguien en la primera noche, es difícil que no te intereses en volver a ver a esa persona.

Conocí a Ana en un concierto en la playa.  Eran las fiestas de Bayona y me había quedado solo pues mis amigos se habían ido a sus casas.  Como aquella noche yo tenía el cuerpo de jota me quedé a ver el concierto aunque fuese solo. Me pedí una copa en uno de los puestos y baje a la arena a ver el concierto gratuito.

La orquesta hacía versiones, lo que conocemos por una orquesta de pachanga, y no solo no lo hacían mal sino que además tenían un buen repertorio y un buen guitarrista.

Estaba en una esquina del gentío un poco alejado de la multitud disfrutando el concierto, cuando oyendo una canción que desconocía, el cantante pidió al publico que besase a la persona que tenía detrás.  Yo no tenía nadie cerca ni la cara de pedirle un beso a nadie, pero sonreí cuando como por arte de magia viejos y viejas, parejas de jóvenes, conocidos y desconocidos se daban o un caluroso o un cálido beso entre las risas de todos.

Vi a Ana llegar corriendo por mi derecha por el rabillo del ojo un segundo antes de que se me echase al cuello y metiéndome su lengua me besase casi casi hasta que se acabó la canción.  Estaba perplejo.  Ana dejo de besarme, separó su cabeza y me sonrió.

-       perdona, me llamo Ana y te estaba mirando de lejos, y como vi que nadie te besaba vine yo corriendo a hacerlo – me dijo aún jadeando.

-       Encantado Ana.  ¿Y haces estas cosas mucho?

-       No ja ja es la primera vez que lo hago. Pero no me pude resistir.

-       ¿Estas sola?

-       Bueno, no estoy con mi hermana a la que he tenido que arrastrar para que viniese hasta aquí, se quería quedar en el apartamento – y diciendo esto me volvió a besar, yo miraba por encima de su hombro y vi a unos metros nuestra a una chica guapa pero vestida como mi madre.

Ana me presentó a María.  Tome con ellas una copa mientras no íbamos contando.  Los tres éramos de Madrid, los tres veraneábamos desde pequeños en Galicia y los tres volvíamos a final de mes a casa.  Las hermanas eran como el día y la noche.  Ana una autentica loca, graciosa, espontanea y atrevida.  María era su antítesis. Sería, reservada, culta, serena.

Ana envió a su hermana de vuelta a casa y ella directamente me preguntó si vivía solo.

-       pues si, la casa es mía y si, vivo solo.

-       Pues invítame a una copa.

Y no hizo falta ni copa.  Nos desnudamos en la entrada y para cuando llegamos a mi cuarto Ana ya me había comido la polla, chupado el culo y puesto a cuatro patas en el pasillo para que la penetrara.  Cuando me tumbó en la cama, cogió mi polla y la dirigió directamente hacía su ano.  Ante mi asombró se había metido mi polla en su culo y con ella dentro cabalgaba arriba y abajo mientras su preciosas tetas saltaba al compas del moviento.

Se despidió con una sonrisa y después de haber hecho una llamada perdida con mi teléfono al suyo.  Me quedé pasmado.

- es para no perderte la pista – me dijo.

No hizo falta que me llamase el día siguiente.  Había ido hasta la playa del camping con mis sobrinos para que ellos se pudiesen tirar por el tobogán de la piscina.  Estaba leyendo en la arena para hacer tiempo cuando de nuevo oí su voz.

-       de no habernos visto nunca antes ahora nos encontramos todos los días.

Alcé mi vista y pude seguir las largas piernas que la noche anterior había lamido y agarrado, encima de esas piernas Ana me miraba con una sonrisa.  Al lado estaba María que me miraba sin decir nada con la mirada.

Se tumbaron conmigo.  Ana se quitó la camiseta y se quedó con las tetas al aire, María en cambio vestía una bañador muy recatado de una sola pieza y un pareo que tapaban sus piernas.  La tía tenía un magnifico cuerpo pero no le sacaba nada de partido.

Esa noche y el resto de noches hasta que no tuvimos que marchar nos las pasamos follando como locos.  A veces sacábamos a María pero en realidad era casi caridad cristiana pues la chica no quería salir.

Ana volvió conmigo en el coche a Madrid, su hermana condujo sola el suyo.  Esa primera noche juntos la pasó en mi casa de la que creo que ya nunca se fue.  Nos había dado fuerte.  No llegué a ver la casa de Ana por dentro hasta una semana después, en realidad la acompañaba a recoger bragas y poco más.  Estuve en ella el tiempo de coger ropa y salir de allí a la carrera.

Fueron años muy divertidos.  Ana y yo descubrimos que conocíamos a mucha gente en común, frecuentábamos los mismos sitios, que teníamos muchos intereses en común y que nuestros mundos eran paralelos.

Ana me confesó que hasta que me conoció había saltado de cama y cama pero que todo había cambiado con nuestro primer beso, y primera sodomización pensaba yo cada vez que ella me lo decía, y me lo decía bastante.

María por su parte a punto estuvo de ser monja, de hecho estuvo en un convento de novicia durante tres meses pero se salió por falta de vocación, según dijo.

Aún así, seguía siendo una intolerante y jamás vio con buenos ojos que su hermana viviese en pecado con un tío.  La tía no se podía ni imaginar que a su hermana mayor no solo se la follaba un señor sin estar casado con ella, no se podía imaginar que en aquellos años sexualmente como pareja habíamos avanzado un montón y que a esas alturas habíamos perdido el numero de tríos e intercambios de parejas, los juguetes sexuales de todo tipo que teníamos y las aventuras a nivel sexo vividas.  Se hubiese muerto.

Nos casamos después de un susto medico, durante tres semanas estaba convencido que tenía un cáncer y después de aclarar todo y ver que en realidad no tenía nada, decidimos dar el paso.

La boda fue maravillosa.  Según me dijo Ana, todo lo que una mujer podía imaginar.

La verdad es que la vida me sonreía, ¿se le podía pedir más a ella?.  Tenía una maravillosa mujer que no solo me hacía disfrutar del sexo como un enano sino que además me quería, mis empresas iban viento en popa y encima tenía salud.

Fueron cinco años increíbles.  Viajamos, follamos y nos sentimos libres de las opresiones del mundo.  Lo cierto es que Ana y yo nos encerramos en la pareja, no es que no tuviésemos vida social, que la teníamos y además muy animada, sino que ante cualquier situación preferíamos estar los dos solos, el uno con el otro.

María se fue alejando de nuestras vidas y del resto de su familia, después de su fracaso como monja empezó a tontear con el Opus Dei y en poco tiempo pasó de simpatizar con ellos a desaparecer de nuestras vidas.

Aquella noche habíamos vuelto tarde de una cena de trabajo en la que Ana me acompañó.  Era viernes y nos lo tomamos con calma.

Llegamos y como de costumbre nos tiramos en el salón enfrente de la serie.  Pusimos una película en netflix y mi mujer desapareció durante un rato.  Como ya era costumbre volvió con dos copas en su mano y solo con una camiseta que le tapaba ligeramente sus nalgas, debajo de eso nada.

Me dio la copa y se tumbo en el sofá poniendo sus pies en mi regazó.  La película era un poco picante, con múltiples escenas de sexo, que aunque no explicitó empezaron a motivarnos.  Mis manos pasaron de sus pies a sus rodillas, y de ellas su depilado coño.  Ana no dijo nada simplemente dejó que poco a poco empezase a pasar mi dedo por sus pliegues.  No soltó ni un solo suspiro hasta que mi índice empezó a jugar con su abultado clítoris.  Mi mujer abrió instintivamente las piernas dándome con ello el salvoconducto para obras más ambiciosas.

En cosa de 10 minutos mi mano entraba en posición de karateca en su abierta raja,  Ana gemía y se retorcía de placer mientras yo con todas mis fuerzas metía y sacaba mis dedos llenos de su espeso néctar. 

-       jódeme aquí mismo – gimió pidiendo polla

Y dándole la vuelta la puse a cuatro patas y penetré su encharcado coño de un solo golpe de cadera.  Ana empezó a aullar como de costumbre.  Le ponía mucho verse follada desde detrás, sobre todo si llevaba encima un par de copas.   Después de 15 minutos de fuerte bombeo me hubiese corrido, pero Ana estaba desatada, tal y como estábamos, si sacar mi polla de su coño la hice levantarse y poco a poco nos fuimos dirigiendo a nuestra habitación.  Tardamos en llegar entre risas y bombeos, solo salió mi polla de su raja cuando Ana se puso a cuatro patas de nuevo, pero estaba vez sobre nuestra cama.

Delante mía tenía el coño abierto de mi mujer y su apetecible ano.  Me encanta sodomizarla por lo que una vez más metí mi mano en el cajón de la mesita de noche y saqué a Blas, nuestro querido vibrador.  De un golpe y ante sus protestas metí a Blas en lo más profundo de su coño, las protestas acabaron cuando empecé a penetrar su culo con ni dura polla.  Empecé a darle duro después de poner la mano de mi esposa en la parte que sobresalía de Blas de manera que no se saliese.  Volví a la carga y le di con rabia, estábamos en la gloria y eso se notaba por nuestros gritos y gemidos.  Ana tenía una habilidad especial para darse cuenta si me iba a correr o no, y justo cuando entraba en la recta final, Ana, ante mi asombro paró de golpe y sacó mi polla de su ano.

-       no tan rápido doctor explosión, no tan rápido – me dijo con cara de lujuria – esta noche quiero mucho más, estoy salida y quiero que se haga de día recibiendo polla – rebuscó en su cajón de la mesita de noche y sacó un bote de crema retardadora.  Con cariño y después de darme un beso en el prepucio me embadurnó ni mástil con ella.  Me hizo un agradable masaje en él hasta que este trago toda la crema.  La tenía como un mástil pero insensible ni al bien ni al mal.  Era la gracia de la crema, me la subía pero me limitaba el placer y con ello mis orgasmos.

Se volvió a poner en posición, se volvió a meter el vibrador y yo le volví a meter mi ahora insensible nabo.

La noche fue un desmadre, un desmadre de verdad.  Me follé a mi mujer de todas las maneras y posiciones.  Ana iba y venia de un orgasmo a otro, me pedía guarradas y yo las cumplía lo que provocaba en ella un mayor y mayor celo.

Amanecía ya cuando la volvía a poner a cuatro patas, mi polla estaba a punto de correrse y quería que mis últimos movimientos de la noche volviesen a ser en su culo.  Ana se puso a cuatro patas y abrió sus nalgas con mis manos, la chica estaba destrozada, no solo es que tuviese sus agujeros hechos unas mierda, sino que se veía en su mirada que estaba agotada, que no daba más de si.

Introduje mi polla hasta el fondo y empecé a cabalgarla lo más duro que pude.  Ana gritaba por última vez de placer y volvía con su ya legendaria carrera de orgasmos.

La verdad es que pensé que ya estaba pero fueron más de media hora de duro combate.  Estaba a punto cuando Ana contrajo los músculos de su esfínter y calló derrotada sobre la cama, solo me quedaban unos segundos y acelerando aún más mis movimientos le di como nunca.  Al contraer de su ano se había unido una increíble perdida de fuerzas que le hicieron caer sobre la cama.  Aceleré mis penetraciones y con un largo y sentidísimo orgasmo, llené su culo de caliente lefa.

Permanecí tumbado sobre su cuerpo hasta que mi polla quedó reducida a la mínima expresión.  Generalmente cuando acabamos de follar no decimos una palabra, en esta ocasión tampoco.  Empecé a sentir frio y le bese, la noté fría y domirda, por lo no quise despertarla y la tape con el edredor que recogí del suelo y me tumbé a su lado.

Era la hora de comer cunado abrí el ojo.  Ana seguía en la misma postura, tenía que estar machacada porque no había movido un musculo.  Me levanté en silencio, fuí a la cocina y desnudo como estaba preparé un riquísimo desayuno ingles.  Lo puse todo en una bandeja y llevándolo a la cama dejé la misma sobre ella y fui a despertarla.  Ana no se movía, estaba fría.  Me temí lo peor, y lo pero se confirmó.  Estaba muerta.

Lo intenté todo, le hice un masaje cardiaco, el boca a boca, llamé al SAMUR, pero todo en balde, según me dijeron los sanitarios, llevaba muerta por lo menos seis horas.  El forense dejó claro que había muerto de un ataque al corazón, seguramente mientras practicaba sexo.  El informe se ahorró lo de sexo anal.  Quedé destrozado.

Intenté racionalizar aquello, pero aquello no tenía explicación.  ¿Cómo una chica joven podía morir haciendo el amor?.  Un defecto congénito me dijo un medico, el exceso de esfuerzo me dijo otro.  Mi vida estaba destrozada.

Durante casi un año, a pesar de la insistencia de mi familia, me refugie en mi casa.  Al principio iba a trabajar, pero con el paso del tiempo lo dejé.  Mis empleados podían llevar aquello y yo me encontraba sin ganas.

Mi vida había pasado de ser una maravilla a un autentico caos.  Si no llega a ser por la empleada del hogar que mi secretaria me obligo a aceptar una vez a la semana hubiese vivido como una persona con síndrome de Diógenes.  La casa estaba hecha una mierda, botellas de alcohol y latas de cerveza florecían en el suelo por todo el hogar.  El baño sucio, ropa tirada, platos sin limpiar.  Un caos.

Aquello daba asco y lo peor de todo era que no quería cambiarlo.  Me pasaba el día borracho o auto compareciéndome. No sabía ni que hacer ni como.

Todo cambió un día por la mañana cuando un día de otoño con una terrible resaca sonó el telefonillo.  En principio no le hice ni caso, pero después de oírlo sonar una y otra vez decidí levantarme y ver quien era.

Era mi cuñada María, de la que no había sabido nada desde el entierro de Ana.

Le abrí y esperé a que cruzase el pequeño jardín que separaba la cancela de la puerta de casa.  La tía tenía una pinta de novicia muy marcada

-       menuda pinta de vagabundo tienes – me dijo a bocajarro, la verdad es que no me esperaba ese saludo.

-       Ya ves, es que no recibo muchas visitas.

-       Según tu madre porque no quieres.  El aseo no va reñido con el no querer recibir a gente.

María entro en casa y puso cara de circunstancias viendo a aquel desastre.  Apartó una botella con el pie y se dirigió al salón.  Despejó el sofá de mierda y se sentó.

-       vamos a ver.  ¿se puede saber que haces de tu vida?

-       Sobrevivir – le dije mirándola seriamente y con un terrible dolor de cabeza.

-       ¿sobrevivir? Y una porra – me dijo – sobrevivir es otra cosa, tu te estas suicidando poco a poco.

-       ¿Y a tu que te importa?

-       A mi nada, pero a mi hermana le importaría.

Y la tía se puso manos a la obra.  María se mudo a mi casa, según me dijo le daba igual vivir en una residencia de la Obra o en mi casa.  Se pasó dos días limpiado, arreglo toda la casa como cuando Ana vivía.  Reorganizó mis comida, me prohibió la bebida, limito mi tabaco y me puso una fecha de reinicio de mis actividades profesionales.

Me jodía reconocerlo, pero María estaba logrando reencauzar mi vida y de verdad una vez pasado el shock inicial empecé a darme cuenta lo mal que estaba.

Me costó pero tres meses después de la llegada de María me reincorporé al trabajo, no me apetecía nada, pero todo fue fenomenal.

María había empezó a usar la ropa de su hermana, me chocó al principio pero en poco tiempo me di cuenta que era lo mejor que se podía hacer con ella, ambas tenían el mismo tipo y además de quitarse la odiosa y conservadora ropa que había traído hacia que me recordarse a mi mujer, lo cual en este caso no me entristecía sino que me alegraba.

María y yo fuimos cogiendo confianza, la verdad es que en alguna ocasión pensé en que algún día se tendría que ir, pero lo cierto es que estaba muy a gusto con ella.  Era un poco más mandona que su hermana, pero me ayudaba un montón.

Realmente mantenía a mi cuñada, pero no me importaba.  Al principio ni lo pensé pero cuando un día me pidió dinero para comprar unas cosas personales me di cuenta que no tenía ni ingresos ni un duro, por lo que desde ese momento le puse una asignación de dinero al que ella en principio se negó pero acabó recibiendo con agrado

Llegó el verano y decidimos irnos de vacaciones.  Aun me daba mal rollo ir a Galicia por lo que nos fuimos a Almería.  

Teníamos reservadas dos habitaciones en Rodalquilar, el Spa se llamaba el hotel.  Una preciosidad de sitio. 

Llegamos muy tarde en mi descapotable después de un viaje sin prisas desde Madrid.  María quiso montar un escandalo cuando nos comunicaron que habían dado nuestras habitación a una familia danesa que había llegado sin reserva, por lo visto teníamos que haber confirmado la nuestra y no lo habíamos hecho.  Solo quedaba una habitación y no nos quedó más remedio que compartir habitación.

Cuando ya en la cama con un libro en la mano, alce mi vista al oír la puerta del baño abrirse, me quedé de piedra al ver el cuerpo de mi cuñada.  Llevaba un camisón hasta los tobillos pero que se le marcaba su cuerpo perfectamente y se le transparentaba sus pezones y coño.  Me recordaron esas tetas a las de Ana y un golpe de tristeza cruzó mi mente.

María se metió en la cama y mirando hacía el otro lado se puso a dormir.  Amanecimos abrazados, cosas de los sueños, me imagino.

María intentó cada uno de los días conseguir una habitación, pero fue imposible, aun así cada mañana despertaba abrazada a mi, y yo a ella.  Algo que le hacía ruborizar, pero que en el fondo a mi me gustaba.

La verdad es que la tía estaba buenísima en bikini, casi tanto como su hermana.   Pasamos una semana maravillosa, hicimos de todo lo que hace una pareja de enamorados menos follar, evidentemente.

Fue tanta la confianza que cogimos durante ese tiempo que estuve una mañana a punto de esconderle el sujetador del bikini para obligarle a practicar topless, pero me contuve.  Hubiese dado un 10% de mi empresa por verle los pechos a la vista de todos los que allí estaban, y que estaban en pelotas por cierto, algo que a María no le pareció ni bien ni mal.

De vuelta en Madrid nuestra relación se fue haciendo más cercana, María veía la televisión con la cabeza apoyada en mi hombro, o sus pies en mis piernas.  A veces yo le tocaba el pelo a veces ella a mi.

A punto de acabar el verano llegué a casa antes de tiempo.  No encontré a María en casa y la busqué por el jardín.  Me quedé de piedra cuando la vi nadar desnuda en la piscina de casa.  No le dije nada y la observé un rato hasta que me retiré a la casa.  Aquella noche María estaba callada durante la cena.  Vimos un poco la tele y yo me retire.  Estaba leyendo desnudo en mi cama, solo tapado por una sabana cuando María pidió permiso para entrar.

-       lo siento.

-       ¿qué sientes? – le dije.

-       Que me vieses hoy desnuda.  No se que pensaras de mi.

-       Nada, siento haberte visto.

-       No tienes la culpa, bueno un poco por quedarte un rato, no te creas que no te vi.  La culpa es mía, me gusta bañarme desnuda, y aprovecho para hacerlo cuando no estas, pero es algo inmoral y no se repetirá.

-       No te preocupes, te puedes bañar como quieras. A mi no me parece inmoral.

-       Lo es

-       Solo es inmoral lo que nosotros vemos como inmoral.

María se retiró a su habitación.

La vida siguió y ya entrado el invierno le propuse un fin de semana en la nieve.  Ambos hacía años que no habíamos esquiado y a los dos nos apetecía. 

-       lo siento María, pero vamos a tener que cancelar.

-       ¿Por qué?

-       Solo encuentro una habitación y no logro nada.

-       ¿Y que problema hay?

-       Puesss…

-       No seas tonto ya tenemos confianza, podemos dormir juntos como cuñados.

Y cogí el hotel.  Cuando me preguntaron si una o dos camas, pedí una.  Deseaba que me volviese a abrazar.

Llegamos tarde a Andorra.  Cenamos, tomamos una copa y fuimos a dormir.  De nuevo despertamos abrazados, pero con la diferencia que en esta ocasión empezamos abrazados. 

 

Esquiamos como pudimos, nos reímos un montón.  La llevé a cenar a todo lujo y cuando nos metimos en la cama estábamos más alegres que de costumbre.

María se puso con su cuello por debajo de mi brazo, mi mano caía sobre su teta.  María me hacía cariñitos con sus dedos mientras yo leía.  Me estaba gustando, instintivamente empecé a pasar mi dedos por el lateral de sus pechos.  No dijo nada.  María empezó a darme besitos en mi pecho y yo posé mis dos dedos en su pezón por encima del camisón.  María dio un respingo pero no dijo nada.  Empecé a masajearle el pezón y poco a poco María empezó a agitársele la respiración.

Metí mi rodilla entre sus piernas y con muslo empecé poco a poco a masajear su entrepierna.  María se apretó a mi y dejó que la “diese gusto con mi pierna”, le pellizcaba su pezón mientras ella me mordía mi hombro.  Se corrió, o al menos eso me pareció.  Era una locura, pero estaba a punto de follarme a mi cuñada.

Le di la vuelta y cuando iba a empezar a subir su camisón María me paró.

-       por favor, no, por favor somos cuñados.

Y paré de golpe.

Para María fue una noche muy dura.  Creo que lloró parte de ella, pero a por la mañana estaba de nuevo ante mi la María de todos los días.

Durante el viaje de vuelta en coche no se notó ni un solo momento te tuviese un disgusto o no.

El siguiente fin de semana tenía una capea en casa de un amigo, estas cosas le aburrían a mi cuñada, pero ante mi sorpresa se apuntó a venir conmigo.  Volvió a casa con una tremenda castaña, jamás la había visto tan graciosa ni tan borracha.  La tía estaba súper cariñosa y no dejaba de besarme el cuello e intentar llegar a mis labios.

La acosté  después de quitarle los pantalones y las botas.  Me fui a mi cama.

Me desperté notando un cuerpo desnudo pegado al mío, entre sueños pude ver como el cuerpo María se pegaba al mío y que dormía desnuda agarrada a mi, no supe que pensar y cerré los ojos no queriendo darle vueltas a lo que pasaba.

Me desperté dos horas después con mi polla empalmada y dentro de la boca de mi cuñada que de rodillas al borde de la cama me la chupaba torpemente pero con muchas ganas.  No sabía si pararla, si guiar su cabeza con mis manos o si liberarla y follarmela con rudeza como a su hermana le gustaba.

No hice nada, simplemente llevé mis manos a mi cabeza y dejé que la mujer chupase con ansias.

No pude ni avisarle que mi particular geiser iba a explotar llenando su boca de mi cálida esperma.  María me miro desde su posición y con una mueca de asco trago todo mi néctar.

Salió de la habitación sin decir nada sobre la mamada.  Fue para mi un corte salir de la habitación y encontrármela, cosa que tuve que hacer después de un largo rato metido en la cama.  María actuaba como si nada hubiese pasado.

Pasamos el día leyendo, viendo la tele y no haciendo nada especial.  Nos pusimos un vino y algo de picar para ver una película por la noche y de nuevo se volvió a tumbar con su cabeza en mi regazo.  Yo le tocaba el pelo.

María se levanto cuando la película acabó, viendo que no volvía me imaginé que se había acostado por lo que me levanté y me fui a mi habitación.

No daba crédito a mis ojos, Maria me esperaba desnuda a cuatro patas sobre mi cama.  Cuando notó mi presencia giró su cabeza y solo dijo unas palabras

-       tómame, pero con cuidado por favor.

No sabía que hacer, pero como suele ser habitual en estos momentos, la polla piensa por uno, y sacándola del pantalón me acerqué desde atrás y empecé a metérsela en el rubio coño de mi cuñada.

María se mordía el labio mientras yo intentaba introducir mi polla en aquel cerradísimo agujero.  No se quejó en ningún momento, simplemente aguantó el dolor y no dijo ni mu hasta estar completamente ensartada.  Fue una sensación única notar como mi pelvis chocaba contra el culo de mi cuñada que abierta de piernas esperaba mis embestidas.  Si no supiese que era ella y si supiese que mi mujer había fallecido un año antes, pensaría que aquel culo, aquella espalda y aquella cabeza pertenecían a mi esposa.

María no gemía como lo hubiese echo mi difunta esposa, pero si movía de una manera muy parecía su cadera al encuentro de mi polla, torpemente desde luego pero si se parecía.

María no llegó a correrse en ese primer polvo, yo tampoco es que aguantase mucho, me corrí sobre su pecho ni 15 minutos después de haber empezado y una vez la había dado la vuelta.

-       ¿desde cuando querías hacer esto?

-       Desde que te vi en el concierto, en Bayona – me contestó y me dejó planchado.  No daba crédito – mi hermana se adelantó, pero tu eras para mi.  Si esa noche hubiese sido yo la que te hubiese besado tu ese mismo año me hubieses quitado la tontería que sé que tengo.  Me hubieses quitado las telarañas del coño.

-       ¿Y por que no lo he sabido hasta ahora? – pregunté.

-       Intenté quitarte de mi cabeza, me aparte de mi familia por no verte, pero cuando supe que estabas tirando tu vida por la borda y que me necesitabas tuve la obligación cristiana de venirte a auxiliar.  Y claro una no es de piedra y volvió todo como una flashback.  Y aquí estoy, desnuda y bañada en esperma.

María y yo desde ese momento empezamos a hacer vida de pareja, un poco de aquella manera, porque a los ojos del mundo ella seguía siendo mi cuñada que cuidaba de mi, pero pareja de puertas para dentro al fin de cuentas.

María no tardó en coger el ritmo que su hermana había marcado.  Atrás quedaban sus chorradas religiosas y complejos de antaño.  Se había vuelto una diosa del amor que disfrutaba de cada micra de mi polla cada vez que podía.

Cada día al llegar del trabajo la encontraba desnuda y dispuesta a ser tomada por mi, las mías eran jornadas maratonianas en las que después de horas y horas de trabajo al llegar a casa me esperaban horas y horas de sexo sin cuartel.

La sodomicé la tercera semana, no se resistió mucho, y mucho menos cuando empezó a correrse como una posesa victima de mi polla en su culo.  Me reía hacía mis adentros pensando que hubieran pensado en la residencia del Opus si la llegan a ver abierta de piernas, con una almohada en sus caderas, con el coño totalmente depilado y abierto y mi polla entrando y saliendo de su esfinter.

María cada día me llegaba con novedades que no sé de donde había sacado.  Que si atada a la cama, que si apoyada en una silla, que si espatarrada en la mesa del comedor, que si con un vibrador en el culo y mi polla en su coño, que si mi polla entre sus tetas, que si mi polla en su boca.

Había pasado más de un año y las cosas no podían ir mejor.  Gracias a mi desahogada posición económica nos dábamos la vida padre a base de viajes y lujo.  En cada nuevo lugar una nueva aventura sexual.

Estábamos en un hotel en Tenerife cuando entablamos amistad con una pareja de Polacos.  El bastante mayor y ella era solo una cría, pero con un cuerpazo y una cara creadas para la lujuria, hasta María lo reconoció

Cenamos con ellos varias noches y un día después de muchas copas, el hombre en su mejor ingles se me sincero.

-       si amigo, le doy gracias a la vida por ser un afortunado económicamente hablando.

-       Veo que no te puedes quejar – al finde cuentas el hotel costaba 1000 euros la noche y la pareja ya llevaban más de una semana en él.

-       Si, solo hay una cosa

-       ¿El que?

-       El sexo.

-       Vaaaaamos, no te quejaras con esa mujer que tienes.

-       Si, ese es el problema.  Katrina es un pedazo de mujer, pero desafortunadamente mi polla no es la polla de un crio, ni siquiera la que tenía cuando la conocí.  Me es difícil mantener la polla dura y es para ambos muy frustrante

-       Vaya, lo siento.

-       Gracias, por ello quería pediros un favor.

-       Si esta en mi mano.

-       Lo esta, bueno en tu polla.

-       A Katrina les habéis caído en gracia y ayer me confesó que querría poder pasar una noche con vosotros, no es la primara vez que me pide algo así, y yo no solo aceptó sino que además le gestiono el asunto.  Es la única manera que veo de no poder perderla – eso y la pasta que tienes, pensé.

-       Uffff no sé.  Si fuera por mi, esta misma noche tu mujer iba a llegar a tu habitación con dolor de coño, pero María es muy clásica y no creo que lo acepte.

-       No tiene pinta de clásica, sino no te lo hubiera propuesto.  Simplemente pregúntaselo.

Y esa misma noche mientras me la follaba empecé a interrogarla cuando entraba en la recta final de su orgasmo.

-       ¿que te ha parecido Katrina mi amor?

-       Una chica muy atractiva.  Sigue cielo, tócame el clítoris

-       Y que te parecería pasar una noche con ella – solté a bocajarro.

-       ¿Para que´?

-       Para que va a ser, para que nos la follasemos.

-       ¿Tu estas locooooo? - me dijo mientras se desmontaba de mi polla y bajándose de la cama me miraba con ojos asesinos -  en tu vida, pero en tu vida voy a compatirte con otra mujer, ya tuve suficiente con compartirte con mi hermana.  Olvidate de ello y conmigo no cuentes.

Y se metió en el baño y no salió en una hora.

Al día siguiente tuve que explicarle la situación a Frederick y aunque prometí hablarlo con María no le aseguré nada.

Retomé el tema con ella y no hubo manera, le explique todo lo explicable.  Que si no pasaba nada, que si era solo sexo, que si los dos gozaríamos juntos, que si las parejas hacen estas cosas.  Nada valió.

Volvimos a casa sin hablar demasiado, pensé en serió que se había roto el hechizo, pero me dejó a cuadros cuando después de dos días en casa literalmente María se lanzó a por mi polla.

Acababa de chupármela con saña y como si lo fuesen a prohibir, una de estas mamadas que no sabes si lo que quiere es que le llenes la boca de lefa o simplemente ponerte a tono para lo que venía a continuación.  María dejó mi polla, se desnudó mientras la miraba, me apartó un poco del sofá y poniéndose a cuatro patas me dijo.

-       rómpeme el orto, sin compasión, sin precalentamiento, quiero que me duela.

Y vive dios que le dolió.  Metí mi polla sin importarme si la desgarraba por dentro de un solo golpe.  Me la había puesto como el acero.  Soltó un grito desgarrador pero lejos de achantarse pidió más.

-       ahora fuerte, quiero sexo bestia.

Y empecé a fornicarla como un animal, sin pausas, sin descansos, sin mimos.  Simplemente la cogí de su preciosa cadera y le reventé el culo.

Llevaba más de media hora dándole, su culo ya no ofrecía resistencia, de vez en cuando se apretaba para marcar un orgasmo que llegaba, pero aquello era mantequilla.  María gritaba de placer, hacía largos minutos que había dejado de gritar de dolor.

-       busca a una y follemosnola – grito cuando le vino su enésimo orgasmo.

Yo me corrí como un crio preso de una increíble excitación.

Caí sobre su cuerpo sin decir gran cosa.

-       no te va a salir gratis, no te lo creas.  Quiero algo a cambio.

-       ¿El que? – le pregunté con curiosidad.

-       Podrás hacer que el coma el coño a una mujer, algo que jamás hubiera pensado que iba a hacer.  Podrás penetrar a otra delante mía.  Nunca pensé que podría permitir que otra se follase al hombre que amaba.  Compartiré tu polla con otra lengua.  Pero a cambio quiero algo que te cueste tanto como a mi.

-       ¿El que? – volví a preguntar.

-       Quiero que me acompañes a misa todos los domingos.

¿Qué iba a decir a eso?, pues solo que por supuesto.

Y así empecé a acudir a misa todos los domingos, al coñazo de misa diría mejor.  Creo que esta zorra buscaba la misa que más duraba de la ciudad, una en Mirasierra donde había la mayor comunidad de opusimos de Madrid.

La verdad es que no me involucraba mucho, ella disfrutaba saludando a unos y otros después de misa, pero yo me quedaba en una esquina y decía lo mínimo.  No eran pocos los feligreses que venían a entablar conversación conmigo.  Un empresario como yo siempre es pasto de estos aprovechados del Opus, pero hasta ahí podía yo llegar.

A la vuelta de misa y después de tomar el aperitivo María me follaba como una salvaje.

-       ya sabes mi amor, tu me acompañas en mi camino al cielo y yo te hago llegar a las estrellas – decía mientras gotas de sudor caían por sus pezones hasta la cama.

El día señalado llegó.  María era una chica de palabra y no dijo ni pio cuando le dije que había encontrado a una chica para hacer un trio.  Guadalupe, una antigua amante, secretaria en mi empresa a la cual después de muchos tejos por su parte, la prometí meterle en el departamento de marketing de la empresa y promocionar su carrera en la empresa.  Realmente lo hubiese hecho de cualquier manera porque la chica lo valía, pero quería poner una condición para que el lunes no supiese toda la empresa que me follaba a mi cuñada.

Guadalupe me pidió las llevas de mi casa, lo había organizado todo.

A las 21 horas María debía de pasar a mi cuarto, el cual no era desconocido para nuestra invitada y masturbarse a cuatro patas con la luz apagada y una antifaz puesto.  YO desnudo me masturbaba en el sillón del cuarto esperando acontecimientos.

María gemía después de alcanzar un par de orgasmos, pero la idea era que no parase en ningún momento de masajear su rosada raja.   Mi cuñada se estremeció cuando oyó la puerta de la casa abrirse.

Guadalupe fue directa a su coño.  Ni me saludó.  Se agachó y metió su cabeza entre las piernas de mi amante. Empezó a chupar el chocho y la mano de María.  No le vi la cara pero la Opusina debía de estar totalmente cortada con la situación.

Le comió su coño y su dilatado culo durante veinte minutos, tiempo que yo dediqué a fotografiar la escena con una cámara sin espejo, ósea sin ruido.  No quería que María supiese que estaba siendo inmortalizada en su primer trio.

Guadalupe sacó de su bolso unas esposas, cogió las finas muñecas de mi cuñada y amante y la esposó.  María gimió, por primera vez era atada con unas esposas de verdad, hasta entonces yo solo había usado con ella cuerdas y mi propio cinturón.

Mi secretaria volvió a la entrepierna de María en cuanto se desnudó.  Tenía la verdad un cuerpo para el pecado, era una pena que fuese tan puta y tan trepa.

- penetrarme de una vez, ¿es que no ves mi coño a tu disposición? – me dijo mirando por primera vez para mi y sacando su cabeza de su cueva.

Agarré mi polla por la vaina y levantándome del sillón me dirigí al depilado coño de Guada.  Se la metí duro como a ella le gustaba

-       agggg – gimió entre el coño de mi amante.

Yo empecé a bombear mientras presa de la pasión María se volvió a correr.

Guadalupe lamió durante unos veinte minutos hasta que decidió cambiar de posición.  Le quitó el antifaz y plantó su coño prácticamente en su boca.  María miraba aquel sudoroso coño y tras dudarlo se puso manos a la obra.

Guadalupe abarcaba la cabeza de María con sus piernas mientras yo ya había penetrado su estrecho y juguetón ano.

-       ni se te ocurra correrte en su culo, ella te tiene toda la noche, la lefa de hoy es para mi boca – y echando su cabeza hacía atrás dirigió sus manos a la cabeza de su mamona.

Las chicas no paraban de correrse y yo estaba a punto.  Con un gesto avisé a Guadalupe que rápidamente lo organizó todo.  Ayudo a mi cuñada a ponerse de rodillas pues aun seguía esposada y la situó frente a mi polla, agarró mi polla por el tallo y la fue pasando de su boca a la de María y vuelta.  Me corrí en la cara y lengua de ambas.  

Caí rendido pero eso no significaba que el encuentro se diese por acabado.  Las dos chica empezaron tímidamente a besarse, después a meterse mano y por ultimo me deleitaron, bueno más bien se deleitaron ellas con un increíble 69.

Guadalupe no se quedó a dormir.  María me hizo el amor, lo digo con sus palabras, a primera hora de la mañana.  Estaba claro que la chica marcaba su territorio.

La verdad es que vivíamos a todo tren, María me entregaba su cuerpo y accedía a toda marranada que pasaba por mi cabeza.  Desde que Guadalupe pasó por nuestra cama unas y otras e incluso unos y otros pasaron por nuestro lecho a disfrutar con nosotros.  A cambio yo iba a misa los domingos y le ponía su disposición todo mi patrimonio.

Es curioso lo rápido que cambia la gente en cuanto se encuentra dinero en su vida.  María paso de vestir como una monja con ropa de hipermercado a, aún sin llamar demasiado la atención, totalmente de marcas, y no baratas precisamente.  No se conformaba con viajar en turista y me dio la impresión que desde que me conoció no había vuelto a subirse en el metro.  El lujo engancha y María como toda persona para aquel momento ya era una devota.

María no acababa de tragar con aquello de verme penetrando a otra mujer por mucho que aquella mujer le estuviese matando de placer comiéndole la almeja.  Mi cuñada siempre se reservaba el último asalto para demostrar que ella era la que importaba.  Ser penetrada delante mía fue algo que he de reconocer que le costó, pero con el paso del tiempo y de las experiencias ya no solo lo disfrutaba como una loca, sino que en ocasiones era ella la que dejaba caer la idea de meter a algún chico en nuestra cama, principalmente si cobraba por sus servicios y era venido desde otra ciudad.  Le preocupaba enormemente el que dirán.  Hay que imaginarse la situación, muy grave sería que la gente, que sus conocidos, supiesen que no vivía con su cuñado para cuidarle sino como pareja amancebada, pero sería mucho más grave que sus círculos conociesen sus andanzas sexuales de puertas adentro de aquella casa con más de un hombre o haciendo pasar a mujeres entre sus piernas.

Todo empezó a cambiar cuando la Hacienda Publica Española, ósea el fisco, empezó a meter sus narices en los libros de mis empresas.  No le dije nada a María pensando que aquello no sería gran cosa, no quería preocuparla.  Cuando la cosa empezó a complicarse y no encontraba el momento y fue hasta el día que me indicaron que definitivamente Hacienda se quedaba con todo mi patrimonio y que solo era cuestión de tiempo que tuviese que dejar mi casa.

Parece mentira pero esa situación puso mi rabo a cien, duro como una piedra.  El tener que decirle a María que teníamos que empezar de cero que ya no teníamos nada, el tener que explicarle que se iban a acabar muchas por no decir todas las cosas que le gustaban.

Casi ni la saludé al entrar en casa.  Ella vino a darme un beso y yo le hice arrodillarse delante mía, no era la primera vez que entraba por la puerta en este plan.  María no dijo nada, sonrió, metió su mano en mi bragueta y sacó mi polla dura con cierta dificultad.  Le dio una lametada y se metió la polla hasta la garganta, hasta el fondo.

Yo le agarraba la nuca mientras ella ponía todo su empeño en darme placer con esa boca que me recordaba tanto a la de su hermana.  María con una mano agitaba mi polla y mantenía la otra introducida en el interior de sus bragas, se flotaba el coño con rudeza, como a ella le gustaba.  No me quería correr ya, quería metérsela hasta lo más profundo de su coño.

Le saqué la polla y agarrándola de la coleta la dirigí hasta nuestro cuarto.  María iba soltando ropa según avanzábamos.

Cuando le solté la coleta, María se sacó la camisa y quedó completamente desnuda.

-       te voy a reventar el coño – le dije con todo “mi amor”.

-       Que romántico, pero no, taládrame el culo, me apetece algo fuerte hoy – me dijo ella..

Y se puso a cuatro patas abriendo con sus manos sus cachetes.  No lo pude resistir.  Cogí sus muñecas y cogiendo unos grilletes de la mesita de noche, la esposé a los barrotes de cabecero.  Su culo estaba a mi merced y no me demoré.  Tenía el ojete dilatado y solo tuve que apuntar mi polla como un ariete hacia el centro de su ano y apretar levemente.  María dio un pequeño respingo y empezó a gemir.

Y vamos si gimió, le di con toda mi rabia acumulada.  Durante 15 minutos el culo de María pagó por todo el daño que me habían hecho los de Hacienda en los últimos meses.  Le di con fuerza, sin compasión, con ganas, con violencia.  María respondía orgasmo tras orgasmo y yo me acercaba al mío.

Estaba en las puertas de mi orgasmo, a punto de cubrir las paredes de sus intestinos con mi cálida leche cuando lo solté

-       María estamos en la ruina, Hacienda se lo va a quedar todo.

-       Jódeme fuerte cabrón.

Y viendo que le daba igual di una ultima andanada de golpes de cadera y acabe corriéndome en ese culo que se apretaba al paso de mi polla.

María se giró hacia mi cuando aun le caía leche de su delicioso culo, se abrió de piernas, cogió una de mis manos y la puso en medio de su dilatadísimo clítoris.

-       cuéntame eso de hacienda mientras me masturbas, me he quedado un poco a madias…

La masturbé durante 10 minutos.  María me miraba fijamente mientras yo describía las situaciones pasadas, presentes y futuras.  Solo dejo de mirarme seriamente cuando el placer la invadió y entró en el mundo de los orgasmos.  Se corrió como jamás la había visto y quedó como muerta en la cama.

No dijo nada más.  Se levantó de la cama cogió su ropa del suelo y entró en el baño.  Cuando salió, se fue directa hacia la puerta y desapareció a través de ella.  Intenté llamarla para ver donde iba, pero el teléfono sonó en el baño, se lo había dejado adrede.

No volví a saber nada de ella hasta dos años después.

Mi vida había sido un caos durante ese tiempo.  Aguante lo que pude en mi casa hasta que desde el juzgado me hicieron desalojarla.  Encontré trabajo de administrativo en la empresa de un amigo y no me quedó más remedio que irme a vivir a un piso en el extrarradio alquilando una habitación.  La vida era un asco.

Me quedé de piedra cuando recibí una invitación de mi antigua suegra, me invitaban a la boda de María, su hija y mi cuñada. 

Evidentemente pensé en no ir, pero pudo más mi curiosidad que mi buena cabeza y finalmente fui.  Como el lógico llegué tarde y me quede fuera de la iglesia esperando que aquello acabase.  Cuando María y su novio salieron de la iglesia bajo la lluvia de arroz y pétalos, me impresiono la cara de no haber roto nunca un plato y la cara de opusino conservador de su pareja tenía, era más que obvio que San Josemaria desde el cielo sonreiría.

Cuando se agachó y puso el culo en pompa para entrar en el Rolls Royce de alquiler que llevaría a los desposados al banquete, no pude más que fijarme en aquellas posaderas y recordar las noches de placer penetrando aquel para todos los demás virginal culo, un escalofrió corrió mi cuerpo.

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