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La notaria se instala en Villarcayo.

en Hetero: Infidelidad

Me dio tiempo en bajar a la calle a comprar unas cositas para merendar.  No sabía lo que le gustaba por lo que compré bastante.  El chico no se podría quejar.

Me saltó el corazón cuando oí el telefonillo.  Abrí después de preguntar quien era poniendo mi voz más desinteresada.  Me volvió a dar un salto en el corazón cuando abrí la puerta y allí me lo encontré con su barba de dos días, el pelo alborotado, con una motera chupa de cuero y el casco en la mano.  Iba dispuesta a darle dos besos cuando de repente se abalanzó contra mi boca y me dio un morreo de los que hacen época.

Mis bragas se mojaron de golpe.  Juan avanzó hacía dentro de mi casa con nuestras bocas pegadas y tirándome sobre el primer sofá que encontró abrió apresuradamente los botones de mi camisa, levantó mi sostén y metió su cara entre mis tetas.

Me chupó los pezones mientras su mano iba hacia mi entrepierna.  Solté un gemido al sentir su mano sobre mi coño y un suspiro cuando metió dos dedos de golpe en mi encharcado coño.  Jamás me habían masturbado así y desde luego jamás me habían comido las tetas así.  Me tocó durante largos minutos que a mi me parecieron un suspiro, por arte de magia estaba desnuda sobre el sofá de mi tía y también como por arte de magia chupaba su polla con saña.  Juan se tumbó sobre mí abriendo mis piernas y apoderándose con su boca de mi dilatado clítoris.  No me lo podía creer, estaba haciendo un 69 en toda regla y además por lo que se veía con gran éxito.

Me penetró a cuatro patas mientras yo me pellizcaba mis asombrosamente dilatados pezones,él me agarraba de las caderas mientras aceleraba sus “meteres” haciéndome llegar a un tremendo orgasmo mientras mi cara chocaba contra la pared en la que se apoyaba el sofá.  Sentí como los dedos de Juan se clavaban en mis nalgas cuando una lluvia caliente y espesa aterrizaba en mi espalda furto de su eyaculación.

Las sesiones de sexo se repitieron casi todos los días desde ese momento.  Tanto mi familia como mis amigas se olieron que algo debía de haber pues no me veían el pelo tanto como esperaban.  Juan resultó ser no solo un increíble amante sino que además un tío fantástico y muy interesante.  Juan era freelance, informático para más señas.  Por lo que puede ver ganaba una pasta y además disponía de su tiempo pues trabajaba generalmente desde su casa y a su ritmo, esto le dejaba todo el tiempo del mundo para adaptarse a mis horarios y poder montarme haciéndome recuperar los orgasmos que no tuve durante mis años de estudio.

Las sesiones de sexo eran cada vez más creativas.  Habíamos pasado de follar como conejos en el lugar de la casa donde nos pillaba mejor a empezar a meter cosas como juguetes sexuales, que con frecuencia me regalaba, en nuestra cama, a usar cuerdas e incluso le di mi culo, que todo hay que decirlo me dolió una barbaridad pero con el tiempo no solo disfrutaba sino que además exigía.

No me lo podía creer, había descubierto el sexo anal y me había convertido en una enferma de él.  Disfrutaba como una enana cuando la polla de Juan vencía la resistencia de mi esfínter y penetraba hasta lo más profundo de mis intestinos regalándome con ello toneladas de placer.

 Juan según me contó había tenido una vida sexual muy movidita, alucinó cuando supo que él era mi segundo hombre.  No se podía creer que aquella yegua que solo pedía polla fuese hasta hace unos años una virgen reprimida y hasta solo una semanas antes una inexperta en el arte de follar.  – quien lo diría – me decía mientras me cabalgaba duramente o jugaba con nuestros juguetes en mis agujeros.  Me hacía describirle mis polvos con mi anterior amante mientras me follaba, evidentemente era relatos muy sosos, pero él me provocaba haciéndome preguntas y dejando que mi imaginación corriese.  Yo me sentía en la gloria sintiéndome dominada y sumisa ante su cuerpo.  Me excitaba un montón saber que un hombre acostumbrado a un sexo tan completo me hubiese elegido para ser su partner sexual.

Finalmente Juan conoció a mis amigas y sin querer llegó a conocer a mis padres cuando un día nos los encontramos en un restaurante mientras cenábamos apresuradamente para poder ir a follar.  Me sentí un poco cortada cuando mis padres se presentaron en la mesa y me hicieron que les presentase.  Pasé de tener el coño totalmente encharcado pensando en la que estaba a punto de venirse encima a volver a ser la niña de familia que hacía los honores delante de sus padres.

Mi vida había cambiado un montón.  No solo en el ámbito sexual, desde luego.  Las mañanas las dedicaba a acudir a los cursos de preparación a la carrera de notarias.  Me hacía gracia que comentasen aquello de que fuésemos muy cuidadosos en no cometer actos vergonzosos que pudiesen dejar en mal lugar a la profesión.  Me imagina que pensaría todos aquellos profesores y futuros notarios si me viesen desnuda con la hermosa polla de Juan clavada en mi culo.

Mi destino llegó en Septiembre.  Había sido un verano fantástico, incluso Juan y yo viajamos juntos una semana a Lanzarote donde practiqué el nudismo en una playa por primera vez en mi vida.  Tenía que empezar a trabajar en un pueblo llamado Villarcayo el día uno de octubre.  Llevaban dos meses sin notario y les urgía tener uno.

Juan me acompañó hasta el pueblo.  4 horas en coche desde Madrid, a 100 km de Burgos en dirección a Bilbao.  El pueblo visto por una madrileña era un asco.  Con el tiempo me di cuenta que no estaba tan mal, pero la primer impresión fue pésima.  Un rio, una fea iglesia, un montón de bares que parecían más bares bilbaínos que burgaleses, mucho vasco, mucho pueblerino, mucho Nela, su club de futbol y desde luego mucho alcohol por las noches

Poca cosa había que hacer allí para una chica de 30 años.

Buscamos piso y la verdad es que me sorprendió lo barato.  La verdad es que no estaba nada mal, unos 100 metros cuadrados de un piso reformado en una plaza enfrente del ayuntamiento.  Esa noche después de comer en una impresentable marisquería nos tomamos unas copas y estrenamos la casa.  Me corrí como una loca y a gritos mirando el techo y pensando las veces que me iba a correr mirando aquel techo en los siguientes cuatro años que iba a durar mi destino en el pueblo.

El segundo día lo dedicamos a buscar oficina, la labor fue muy sencilla pues en síntesis visitamos la antigua oficina del anterior notario, Juan negoció muy bien pues mientras yo me mostraba interesada, él me decía sin ningún pudor que él hacía visto otra oficina a mejor precio.    Por un lado por no perder el inquilino y por otro por las típicas envidias de los pueblos en la que no podían el casero permitir que la notaria se instalase en otro local, el precio fue fantástico.  La propia dueña de la oficina me puso en contacto con los antiguos pasantes de mi antecesor y estando disponibles les contraté al instante.  Según me comentaron con la cantidad de temas por firmar y que me estaban esperando, podía pagar sin problema los primeros meses de sus salarios e incluso el alquiler de la oficina.

Celebramos el éxito del viaje con una agradable cena un restaurante llamado el Cid, donde no se comía nada mal y siendo posteriormente sodomizada en el sofá de la casa.  – Me encanta como me follas – grite mientras me corría.

Volvimos a Madrid y acabamos el mes hasta que mi marcha a Burgos.  Juan pidió prestada una furgoneta a un amigo y me ayudó con mi mudanza, seguramente con un coche hubiera valido, pero nos hacía ilusión el viaje en furgoneta.

Los primeros meses en Villarcayo fueron muy movidos.  Debido a mi trabajo en pocas semanas conocía a la crême de la crême de la sociedad local.  Desde la alcaldesa al cura, desde los directores de los bancos a los principales empresarios, desde el medico hasta el sargento de la guardia civil.  Todos muy a amables y sonrientes conmigo y muy hijos de puta entre ellos.  No había reunión en la que mi interlocutor no pusiese a caldo a sus convecinos.  En el pueblo gobernaba el PP, gracias a Dios, pensé, yo una chica bien de barrio pijo de Madrid no me veía viviendo en un nido de socialistas o peor aún independentistas.  Esa mayoría de votantes peperos hacían que el pueblo fuese muy mirado y que preocupase mucho el que dirán.

Juan me visitaba los fines de semana, alguna vez se quedaba hasta el lunes pues trabajada desde mi oficina a través del ADSL, yo al principio le insistía que se quedase más pero era imposible pues aunque su trabajo le daba cierta libertad, como ya dije, sus clientes estaban en Madrid y allí debía de estar. 

Solíamos salir a cenar y después a tomar unas copas.  Al final de la noche solíamos acabar con una tremenda tajada y sin pagar una copa.  Al contrario que en una ciudad por los bares del pueblo salían tanto jóvenes como gente más mayor por lo que no era raro encontrarse con la alcaldesa o los principales empresarios de copas.  Me resultaban un rollo, gente muy encantada de haberse conocido, pero bueno esa era la vida que tenía y a ella me tenía que adaptar.  Me molaba mucho pensar que en cuanto los dejase, mi novio el barbudo me ataría en la cama y me follaría hasta el amanecer.  Ninguno de ellos se podía imaginar como me encendía cuando oía el click de las esposas al cerrarse en mis muñecas y como mis pezones se empitonaban al notar la polla de mi novio juguetear con mi boca antes de metérmela hasta la garganta.

Al principio esperaba que llegase Juan para que mi vida social se moviese.  No paraba de masturbarme esperando su llegada.  Al principio con los dedos, después con la mano, más tarde con distintos juguetes y por último con un invento que compré por correo y que para evitar suspicacias fui a recoger a la oficina de Fedex en Burgos.  Gozaba como una puta mi maquina sexual, un motor del que salía una polla dura y grande de latex y que rompía mi coño o culo a mi antojo.   Creo que aquel juguete ha sido la mejor inversión que jamás hice.

Me encantaba que llegase Juan, incluso a veces le esperaba desnuda y a cuatro patas en el salón de casa para que me tomase según entraba por la puerta.  Juan siempre me avisaba cuando estaba a 15 kilometros de casa.  Había alquilado incluso una plaza de garaje para que no perdiese el tiempo buscando sitio y me tomase nada más llegar.  Sentir aquella polla abriendo mis entrañas era el pistoletazo de salida para el fin de semana.

Con el paso del tiempo empecé a aceptar proposiciones para salir a cenar con buenos clientes.  Poco a poco iba intimando más con la gente del pueblo y ya no era raro verme con distintos grupos o tomando el aperitivo, o cenando y posteriormente tomando copas.

En esas salidas, generalmente miércoles o jueves, solía coincidir con los solteros del pueblo, gente de mi edad que por avatares de la vida no se habían ido a trabajar a Bilbao o Burgos y que vivían allí.   Algunos eran asalariados, los menos empleados y algún que otro jeta que vivía del cuento, esto es de la fortuna familiar.

Alberto era primo de la alcaldesa, al principio nos saludábamos, después no había noche en la que no hablásemos y poco a poco íbamos intimando.  La verdad es que con Juan presente la cosa no pasaba de un saludo pero las noches que salía sola Alberto aparecía para invitarme a copas y darme chachara. El tío estaba realmente bueno, un poco osco, pero muy simpático.  Un día me sorprendí masturbándome pensando en él y no en mi Juan y a partir de ahí mis dedos y corridas en honor al rustico admirador fueron continuos. 

Fue un jueves de primavera cuando después de muchas rondas de alcohol me lo encontré y como de costumbre nos pusimos a hablar.  La verdad es que el tipo me hacía reírme mucho.  No sé lo que le conté sobre algo que pasaba en mi casa que cuando cerraron el ultimo bar a las tres de la mañana nos dirigimos a mi piso a que lo viese y tomarnos la última.

Alberto me besó en cuanto entramos en la casa, al principio le paré un poco, pero he de reconocer que estaba bastante caliente y no me pude resistir a pecar.  Alberto me desnudó dejándome en pelotas en medio del salón.  Mi cuerpo ya no era el que tenía cunado acabe la oposición.  Horas de gimnasio había musculado el mismo, pero sin pasarse, y a pesar de mi pequeño pecho daba gusto verlo.  Alberto que estaba completamente vestido mientras yo le besaba desnuda fripaba con el pedazo de tía que era y que tenía a su disposición.

Me llevó a la habitación y abriendo mis piernas empezó a comerme mi depilado coño con rabia.  Era obvio que al tío le ponía y le llevaba poniendo desde hacía muchos meses.  Me hizo llegar al orgasmo a gritos a base de lengua y yo se lo premié bajándome al pilón y metiéndome su polla en mi boca se le empecé a mamar como una loca. No era en ningún caso una polla del calibre de la polla de Juan, pero me daba la impresión de que no todo el mundo tenía una polla de semejante tamaño. 

Alberto puso su cuerpo en tensión, señal inequívoca que su orgasmo se acercaba.  Saqué mi boca de ella, no sabía como reaccionaria a una eyaculación y deseaba ser follada sin demora.

Muy sensualmente me coloqué en cuatro patas, moví mi culo como pidiéndole que entrase en mi y a falta de reacción se lo pedí explícitamente - follame.  Alberto se puso de rodillas a mi espalda y sin darme cuartel me la metió del golpe.  No es que me desgarrase pero me gustó la sensación de sentir una tercera polla invadiendo mi cuerpo.

Empezó a moverse con ganas, yo gemía y gritaba a cada envestida, me estaba dando mucho placer.  El tío era un poco brusco en el sexo lo cual  hacía muy intensa la follada, poca técnica pero muy buenos resultados. 

No paré de correrme en toda la noche pero deseaba algo más.  Ante su sorpresa estando siendo penetrada a lo misionero, metí mi mano hasta alcanzar su polla y la retiré de mi interior.  No le di tiempo a decir nada pues acto seguido la apunté hacía mi ojete y sin esperar un mínimo, me la empecé a meter.  No sé si el paletó había sodomizado a alguna antes pero yo, mi culo y mi mano hicimos todo lo que había que hacer para que la estocada fuera certera y no me desgarrase.

Cuando su huevos llegaron a mis nalgas, Alberto empezó a móntame poco a poco siguiendo mis instrucciones.  Me corrí al instante.  Era fantástico sentirme sodomizada por una segunda polla. Gritaba como una posesa mientras Alberto me tomaba.  Me folló durante un montón, el cabrón tenía aguante.  Nos corrimos juntos.  Alberto hizo ademan de sacarla pero se lo impedí gritándole que ni se le ocurriese.

Caímos los dos rendidos sobre la cama.

-       creí que nunca me iba a follar a la notaria gritona.

-       ¿cómo que gritona?

-       Si, eres famosa en el pueblo por tus gritos al follar con ese novio que tienes

-       ¿perdona?

-       Si, ¿o te crees que no te ha oído nadie?

-       Bueno…

-       ¿o te crees que los vecinos no te oyen y no van a comentar nada?

-       Pues…

-       Pues eso.  La notaria folladora.

No me sentó muy bien saber que el pueblo hablaba sobre mi vida sexual.  Estaba claro que aun no me había hecho a la idea de que vivía en un pueblo.

Pasé mucho meses follando con Juan los fines de semana y siendo tomada por Alberto entre semana.  Evidentemente Juan no sabía nada, estaba rompiendo nuestro acuerdo de exclusividad y desde luego yo no hubiese querido que él me compartiese con nadie.  Alberto evidentemente lo sabía, pero cuando Juan estaba en el pueblo, él ni se acercaba.  El chico sabía que si se descubría se le iba a acabar el chollo, yo podía encontrar a otro mozo del pueblo dispuesto a apagar mi fuego, pero estaba seguro que ninguna de las estiradas mujeres del pueblo le iban a dar lo que yo le daba.

Me tenían como a una reina, bueno más que como a una reina me tenían como a Mesalina.  Me daban a diario y en todos mis agujeros.  Alberto rápidamente se puso al día y enseguida empezó a usar juguetes, a atarme en la cama y montarme analmente a todas horas.  Le encantaba verme masturbarme para él, le encantaba acabar en mi boca y le encantaba sodomizarme con un vibrador metido en mi coño.  Estaba segura que medio pueblo no solo sabía que Alberto me montaba día si y día también sino que incluso en su mayoría conocían detalles de mis gustos sexuales.  En este tipo de pueblo no hay caballeros de esos que gozan y callan que dice el refrán.

Juan sintiéndose el único me daba sin pausa todos los días que estábamos juntos haciéndome llegar al éxtasis en cada encuentro.  Era curioso, pero al contrario de lo que pueda parecer, en vez de bajar mi lívido con Juan gracias al rabo recibido entre semana, el sexo con el madrileño era y más y más satisfactorio según pasaba el tiempo.  Aquellos polvos no tenían limites ni nosotros tampoco.

Después de casi un año de follarme a los dos, ambos me empezaron a proponer un trio.  Juan quería repetir la experiencia de nuestra primera noche con Gloria, me proponía ir un fin de semana a Madrid e ir a un club de intercambio y hacérnoslos con otra tía, yo medio en broma, medio en serio le decía que otra tía leches, que otro tío, por lo cual tiempo después empezó a proponerme otro tío.  Alberto me proponía lo mismo pero yendo a un bar de intercambio en Bilbao, yo no decía que no, pero no tampoco que si. Me ponía mucho pensarlo, pero más me pondría hacerlo.  Ambos se ponían como bueyes cuando no les decía que no, tampoco que si, obviamente.

Le dije que si a Alberto un miércoles en el que me daba por el culo conmigo subida encima suya y mi mano casi dentro de mi vagina. 

A Juan le dije que si el sábado de la misma semana mientras me follaba atada en la cama y una polla de goma me reventaba mi abierto culo.

A los dos les dije lo mismo.

-       de acuerdo, pero no será con otra chica como te dihe, será con un chico, y yo lo prepararé todo.

CONTINUARA…

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