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Del Opus Dei a los trios en familia.

en Amor filial

Estar siendo sodomizada mientras estoy esposada en la cama con una bola en mi boca y un vibrador llenando mi coño no es lo que mi madre llamaría una relación sexual normal, pero si a eso unimos que mi marido esta en una esquina de la habitación contemplándolo todo mientras se masturba contemplándolo todo, eso ya descolocaría a mi madre del todo, me imagino que su mundo se le caería.

Crecí en una familia tradicional, colegio del opus, universidad privada, retiros espirituales y todas esas cosas que las niñas bien de familia conservadora han hecho.  Con 22 años empecé a trabajar como ayudante de la administradora de un colegio del opus, llegando a ser administradora de otro después de largos años de trabajo.

A nivel novios nunca fui una adelantada.  Mientras mis compañera de colegio se besaban con los niños del colegio de enfrente, yo me dedicaba a comer chuches en el parque de enfrente con mis compañeras menos lanzadas.  En la universidad mientras todas mis amigas acababan en los coches de chicos que habían conocido durante las fiestas yo me dedicaba a cotillear sobre ellas con aquellas amigas de las chuches, pero de chicos nada.  Desde luego para cuando empecé a trabajar en la Obra lo de los hombres era una especie de broma, algo que ni entraba en mis planes ni en mis necesidades. 

Durante esa época, animada por mi madre, mis hermanas y por alguna compañera de trabajo, llegue a cenar con varios chicos.  En general nada pasaba de aquellas cenas.  Todos esos chicos eran de los que se querían casarse rápido con una chica conservadora como yo y tener un montón de hijos.

Sinceramente yo estaba loca por casarme, pero todos aquellos chicos en el fondo eran unos aburridos.  Desde luego en el fondo eran como yo, pero para mi yo quería un chico aventurero y no un ultraconservador católico que no pensase en otra vida que de casa al trabajo y del trabajo a casa, sin olvidar los domingos a misa.

En cierta ocasión un amigo me dijo que lo mío era imposible.  No existían los chicos que subían al Everest y luego bajaban para llegar a misa de doce.  Yo estaba convencida que para mi si había uno esperándome.

Ya tenía 35 años y aún virgen, pero no desesperaba.

Conocí a Juan Carlos en una reunión de los colegios de Opus en Madrid con la consejería de Educación.  Juan Carlos era el director general de acuerdos con colegios.  La reunión fue un rollo, y por alguna razón yo llevé la voz cantante manteniendo una fuerte discusión con los miembros de la comunidad, unos rojos de mierda desde mi punto de vista.  Mi discusión principalmente fue con el director general, un progre de mierda, guapo pero con ideas que no casaban con el espíritu de nuestro colegio.  A la salida de la reunión en la que participamos 5 colegios, Juan Carlos me paró y estuvimos hablando durante más de cinco minutos.  La sangre no llegó al rio, pero la cosa quedó tensa.  La comunidad pretendía quitarnos la subvención por que nuestros centros no fuesen mixtos, lo cual en el caso del mío nos hacia financieramente inviables.

Pasaron dos meses cuando mi amiga Ruth me invitó a su casa a cenar.  No me apetecía mucho pero acabé yendo, necesitaba un poco de vida social fuera de mi circulo opusino.  Me vestí lo más provocadora que pude desde mi punto de vista, hecha una monja a los ojos del mundo.

Me quedé de piedra cuando me encontré a Juan Carlos sentado en el salón de Ruth junto a 5 personas más.  El cabrón ni se acordaba de mi nombre, pero desde luego sabía quien era.    Ruth me sentó junto él tanto en el salón como después en la cena.

Juan Carlos resultó ser un hombre educado, especialmente simpático y tremendamente culto.  Llego un momento en la cena que los dos nos dedicamos el uno al otro pasando un poco de las conversaciones del resto de comensales.

Esa noche me pasé con el alcohol.  Juan Carlos me llevó a mi casa y por un momento esperé que me besase, cosa que no hizo.  No sé si aquello era mejor o peor.  Ahí se quedó la noche.

No volví a saber nada de Juan Carlos hasta que un par de meses después me lo encontré en una tienda.  Me sorprendió bastante aquél encuentro.  Hablamos un rato nos reímos y cuando pensé que nos íbamos a despedir de nuevo, me invitó a tomar un café. Estuvimos horas hablando y se nos hecho la noche encima.  Me invitó a cenar a un restaurante muy romántico cercano.  Del restaurante y por primera vez en muchos años me invitó a tomar copas.

La noche fue estupenda, bebimos como locos, por mi parte más de la cuenta.  Según la noche iba avanzando yo iba perdiendo la vergüenza y me iba desinhibiendo.

Me desperté a las 8 de la mañana durmiendo en una cama desconocida.  Juan Carlos dormía mi lado en calzoncillos y camiseta, yo levanté el edredón y vi que había dormido en mis bragas de moja y una camiseta de coca cola que evidentemente no era mía.  Me quedé horrorizada.  ¿qué diantres había hecho aquella noche?, ¿cómo había llegado a casa de Juan Carlos?, ¿quién me había desnudado?.  Me hice la dormida hasta que Juan Carlos se levantó.  Juan Carlos volvió con el desayuno a la cama, no me lo podía creer.

-       gracias – le dije cuando posó la bandeja en mi rodillas, después de despertarme.

-       A ti preciosa.

-       ¿Cómo acabé aquí? – le dije con un dolor de cabeza increíble.

-       Bueno, creo que bebiste demasiado y caíste rendida.  Intenté que me diese tu dirección pero no lograbas articular palabra.

-       ¿Y como acabé en tu cama?.

-       Pues chica, a falta de otra sitio y como tirada en un sofá de Pacha no te ibas a quedar, decidí traerte a casa.

-       ¿Y quien me desnudo?

-       ¿Pues quien va a ser?, yo – me dijo mientras mi cara cambiaba de color – no te ruborices.  No habrá sido la primera vez que te vean las tetas -  yo no dije nada, pero si lo era – muy bonitas por cierto, estuve a punto de no ponerte una camiseta y así vértelas esta mañana – me dijo sonriendo.

No me apetecía volver a casa tal y como me encontraba de mal y después de remolar en la cama durante toda la mañana mientras mi anfitrión no sé que hacia en el salón de su casa.  Finalmente Juan Carlos me preparó una riquísima comida, me quedé prendada de él, lo bien que cocinaba, lo normal que veía una situación del todo cortante para mi y lo mal que me encontraba me hizo alargar la sobre mesa.  Cuando me ofreció ver unas películas, no lo dudé.  Como digo, pasamos la tarde viendo películas en DVD, me sentía realmente cómoda con él y ya durante la segunda película había apoyado mi cabeza sobre su hombro mientras él me tocaba suavemente el pelo.   Juan Carlos fue bajando su mano a lo largo de la película hasta meterme la mano en un pecho, estaba horrorizada, pero no dije nada.  Poco a poco sus dedos se hicieron con mi pezón y suavemente y sin dejar de ver la tele los frotaba poco a poco dándome una sensación no conocida por mi hasta entonces.  Llegó a sacar la mano para chuparse los dedos y volvió al pezón.  Cuando la película acabó, se retiró y cambió la película, yo esperaba ansiosa por que volviese y continuase con su trabajo.  Juan Carlos me hizo tumbarme a su lado.  Siguió tocándome el pezón pasando su mano de una teta a otra.  Empecé a suspirar, nunca había sentido un placer similar.  El señor director general bajó su mano hasta mi falda subiéndola e introduciendo mi mano dentro de mi braga.   Menos mal que no vio mi cara, pero estoy segura que si la llega a ver, me hubiese mandado con mi madre y hermanas.  Su dedo se posó directamente en mi clítoris.  Era la primera vez que alguien, o yo, tocaba mi coño.  Juan Carlos me masturbó despacito durante más de 15 minutos.  Me corrí como una loca, el primer orgasmo de mi vida era maravilloso.  Me quitó la ropa mientras aun yo jadeaba, no me lo podía creer, pero estaba totalmente desnuda delante de un descocido.  Juan Carlos abrió mis piernas, se puso de rodillas entre ellas y embutió su cara en mi coño.

Era realmente raro y excitante notar como alguien pasaba su lengua por mi chumino, era como cuando me pasaba la ducha pero a lo bestia. No paró hasta que me corrí un par de veces.  Mi cuerpo estaba sudado y temblando y mi pelo totalmente despeinado.

Juan Carlos levantó la mirada, me sonrió, le sonreí, se levantó poco a poco, sacó su polla de su pantalón y lo apuntó hacía mi virginal coño.  Con cierto esfuerzo me penetró.  Me dolió como nada me había dolido en mi vida y al contrarió de lo que la gente dice, a mi me dolió durante todo el coito.  Juan Carlos puso su cuerpo rígido antes de correrse y sacándola mi regó mi cuerpo con espesa lefa.  Era la primera vez que follaban y desde luego la primera vez que alguien eyaculaba en mi cuerpo.

El sofá estaba manchado de sangre.  Lo limpié con mis bragas como pude.  No querría que él viese que era la primera vez.  Sonreí totalmente prendada por mi acompañante.  Esta encantada pero con el coño jodido.

Pasamos todo el fin de semana follando, creo que fue en el último polvo antes de irme a casa cuando me corrí vaginalmente por primera vez en mi vida.  El sexo hasta ese momento no era lo que me esperaba, pero he de reconocer que con su mano y especialmente con su lengua, Juan Carlos hacía que todo compensase.    Ahora que lo veo por mi parte todo fue un sexo muy patoso.  Me dejaba follar en vez de mover mi cadera en cada acometida, pero voluntad, sin duda le puse.

Juan Carlos me llevó a mi casa, estaba a punto de bajarme del coche cuando me dijo:

-       espero que nos volvamos a ver Adelaida.

-       Yo también.

-       ¿Y cuando?

-       ¿Que haces para cenar mañana? 

-       Lo que tu quieras.

-       Perfecto mañana te llamo.  Por cierto dame tu móvil

-       666778899

-        Gracias – me dijo mientras me beso por última vez.

Me bajé del coche

-       Adelaida.

-       Dime – dije dando la vuelta.

-       Muchas gracias por tu virginidad – el cabrón se había dado cuenta.  Yo me quedé lívida.

Creo que en el trabajo se dieron todos cuenta que algo había cambiado en mi.

Cenamos en un restaurante muy tranquilo.  Esa noche follamos salvajemente en su casa.  No daba crédito cuando mientras era penetrada Juan Carlos me metió un dedo en el culo.  Realmente no quise decir nada pero lo agradecí cuando note el placer que me producía sentir su polla entrar en un agujero mientras en mi culo el dedo entraba y salía   Aquella noche me metí una polla en la boca por primera vez.  Y por primera vez se corrieron en mi cara.

Cada mañana llegaba al colegio baldada después de haber sido utilizada sexualmente por Juan Carlos toda la noche anterior y de haber dormido muy poco.  Por supuesto también usaba yo el cuerpo de mi amante de manera salvaje.  A veces después de reprender a una estudiante por llevar la falda demasiado corta o un botón abierto de más, me quedaba pensando lo hipócrita que podía ser, pues aunque bien es cierto que seguía vistiendo muy moderadamente, había cambiado mis bragas de monja por conjuntos monísimos de ropa interior.  Y claro me pasaba la noche abierta de piernas mostrando mi ya depilado coño a mi amado.

Pasamos un año follando como locos.  Para mi fue un flechazo, para Juan Carlos fue un flechazo también, pero sexual.  Le encantaba mi inocencia en la cama, mi nunca decir no a nada, mis ganas de experimentar y sobre todo mi ruidosa manera de correrme.  Yo por supuesto que le amaba en la cama, pero fuera de él me tenía enamorada.

Desde el punto de vista personal éramos totalmente distintos.  El progresista, yo conservadora, él moderno, yo clásica, él divertido, yo sería, él socialista, yo del PP, él con experiencia sexual, yo muy verde, él agnóstico, yo creyente, él de Atleti, yo del Madrid.

Después de cenar en un japonés, esa noche Juan Carlos me llevó a su casa.  Como cada noche tenía ganas de sexo duro.  Me había convertido en una chica multiorgasmica amante del sexo y no podía vivir sin recibir una buena sesión cada noche.  Al contrarío de lo que esperaba de ser violada según entraba por la puerta, esa noche todo fue muy lento y romántico.  Me había atado a la cama en cruz y con los ojos vendados.  Me pasaba una pluma extragrande por mi coño, mis pechos, mi cara.  Estaba a punto de correrme cuando me susurró al oído “hoy te voy a sorprender”.  Por un momento me vi penetrada por él y el consolador que me había regalado meses antes.  Me folló duro sin desatarme, grité su nombre mientras me corría.  Me desató y me lance sobre su polla que seguía dura como una piedra pues no se había corrido.  Chupé, chupé y chupé hasta que empezó a jadear.

-       vente a vivir conmigo Adelaida. – casi me corro al oírlo.  Mire hacia arriba y chupé como si lo fuesen a prohibir.  Chupe como nunca en mi vida hasta que sentí como mi garganta se llenaba de lefa.

-       sabes que no puedo.  Perdería mi trabajo.

-       ¿Por qué?

-       Pues por que trabajo para el Opus Dei y sabes de sobra que nunca aceptarían que un empleado suyo viviendo en pecado.

-       Pero…

-       No hay peros, además eres socialista, ateo y nos acabas de quitar la subvención.

-       ¿Y si te la devuelvo?

-       Sabes que no puedes, no seas tonto.

-       ¿Y si nos casamos?

-       Si nos casamos vas a follar mucho y bien lo que te queda de vida.

Esa noche follamos como locos.  Me puso un anillo de su madre mientras me follaba a lo misionero y yo lloré de alegría mientras me corría.  Por primera vez le di mi culo.  Aún me duele de pensarlo, me dolió un montón, pero amortiguo el dolor tanto por la pasión que yo sentía como por su masaje de clítoris que me aplicó durante todo el coito.  Le había dado toda mi virginidad al hombre de mi vida.   El me había abierto el coño, me había hecho probar una polla en mi boca, y ahora a punto de ser su señora me había roto el culo.

Al contrario de lo que esperaba, en mi casa lo celebraron.  La niña ya tenía 37 y evidentemente Juan Carlos era el último tren que debía aprovechar.

La boda fue por todo lo alto.  Fue muy curioso ver a mis amistades y a las suyas unirse en una celebración.  Unos tan comedidos y otros tan pasados.  Lo pasamos bien.  Todo el mundo estaba feliz, unos por que me veían casarme de blanco y por la iglesia, había ganado lanzando una moneda el hacerlo en un juzgado o en la iglesia, y otro por ver al soltero de oro posar la cabeza.

Viajamos de viaje de novios a Haití.  El sitio era encantador y el hotel una preciosidad.  El hotel consistía en pequeños bungalós uno cerca del otro, con una playa privada y muy poco gente. 

Aquella primera noche y después de un viaje de horas Juan Carlos me folló duro.  Me corrí ya como señora de Rosabella, lo cual doblaba mi gozo.

Después de unos días en la playa coincidiendo con una pareja de americanos de color nos presentamos.  Ella se llamaba Nancy según me dijo un día cenando y él Jason.  Eran realmente simpáticos y estaban de vacaciones en el hotel.

En nuestra tercera noche cenamos con ellos y nos bebimos el Nilo juntos.  Yo estaba super caliente y después de muchas copas no quería hacer otra cosa que ir a la habitación y follarme a mi esposo.

Las dos parejas volvimos a nuestros bungalós como pudimos, nos despedimos y según entré en nuestra habitación me agache y me lance sobre la polla de Juan Carlos.

Me arrodille en la entrada de la casa y empecé a chupársela a fondo.  Juan Carlos no tardó en jadear, empezaba a notar sabor salado en mi boca fruto del liquido pre seminal de la polla de mi marido, cuando mi hombre me paró.

-       vamos a la cama

Juan Carlos se desnudo, se tumbó en la cama con la polla mirando al cielo.  Yo me apoye en el marco de la puerta mirándole fríamente.

-       tócate – le dije mientras empezaba yo a tocar mi sexo.

Juan Carlos empezó a menear su polla poco a poco.  Nos mirábamos a los ojos mientras cada uno iba llegando a su climax.  Me corrí agitando mi clítoris mientras le gritaba – no te corras cabrón.  Me acerque a él y poniéndome de rodillas sobre él, me introduje su polla de un golpe.

-       ah como me gusta esto cabrón.

-       ¿te gusta no zorra?

-       Me encanta y me encanta que me llames zorra – le dije excitadisima.

Estaba en el séptimo cielo cuando a través de la ventana vi en su bungaló a Nancy botar sobre su marido.  Ella me miró.  Desde nuestro cuarto yo podía ver a Jason tumbado en la cama y Nancy botando en su polla, pero ella solo podía ver mi pecho y mi cara.  Creí que pararía de follar y cerraría la ventana, pero no lo hizo.

No podía dejar de mirarla y ella a mi.  Creo que incluso fui más cerda que nunca.  Me pellizcaba los pezones, me sobaba las tetas, le pedía a Juan Carlos que me apretase el pecho.  En una de sus subidas a mis tetas a lamer, Juan Carlos vio a Nancy.

-       ósea que es eso lo que mirabas.

-       Si, pero no pares.

-       ¿Te mola ver?

-       No

-       ¿Te mola?

-       Un poco

-       ¿Nunca habías visto a nadie follar?

-       No.

-       ¿Y te gusta?

-       Me esta poniendo mucho. – Jason cambió de posición a Nancy y la penetró a cuatro patas, Juan Carlos lo vio.

-       ¿Te gusta que te vean a ti follando?

-       Me da mucho corte.

-       ¿Y por que no has cerrado la cortina?

-       Por que me pone, Juan Carlos, me pone y mucho.

Follamos como tigres el resto de la noche.

Los cuatro nos sonreímos cuando nos vimos al día siguiente en la playa.  Repetimos durante toda la semana nuestros shows a través de la ventana, la penúltima noche incluso Jason y Juan Carlos nos apoyaron sobre la ventana mientras los dos nos follaban a cada uno desde detrás.  Me corrí como loca viendo como las tetas de Nancy botaban victimas de las embestidas de su marido.  Yo caí rendida cuando me corrí como una posesa.

La última noche prometía ser especial.  Mi recién estrenado marido me llevó a cenar a un restaurante tremendamente romantico.  Un lugar lleno de velas y sedas, la cena fue increíble.  Ya a los postres aparecieron nuestros vecinos, les invitamos a sentarse, nos bebimos unas copas y nos reímos un montón

-       estos dos me han propuesto follar esta noche en la misma habitación, en vez de mirarnos por la venta.

-       ¡¡Tu estas loco!!, una cosa, y ya me voy a miles de kilómetros de lo que debería cuando les veo follar por la ventana mientras te monto, pero de ahí a que follemos en la misma habitación hay años luz. – Juan Carlos no dijo nada.

Nancy y Jason se retiraron después de una última ronda en el bar del hotel.  Yo y Juan Carlos volvimos acaramelados a nuestra habitación y a falta de gente él iba metiéndome mano según andábamos.  Para cuando estábamos en la terraza de nuestro “hogar”, mi marido metió la mano en mis bragas y empezó a masturbarme duramente.  No había moros en la costa y dejé que me masturbase con muchas ganas, me corrí dos veces antes de gemir – llévame a la cama y folláme mi amor.  Entramos en el bungaló y me desnudo allí mismo en la puerta, me la metió y me cogió en volandas.  Para mi sorpresa en nuestra cama estaba Jason desnudo y Nancy botando sobre su polla mientras con las mano se tocaba el clítoris.  Intenté decir algo, pero rápidamente Juan Carlos me tumbó en un lado de la cama y aceleró sus penetraciones.  Era realmente excitante oír en primera persona los gemidos de los dos vecinos así como su olor al follar.  Follamos durante horas cambiando constantemente de posición.  Me quedé helada cuando Nancy toco mis pecho y más halada aún cuando se metió uno de mis pezones en la boca.  Jason no llegó a penetrarme pero entre lo cachona de andaba y el alcohol, me dejé llevar y toda la noche fue una sucesión de manos, lenguas y sudor.  Nancy llegó a darme una lamidas en mi dilatadísimo clítoris mientras Juan Carlos me sodomizaba, lo cual fue la sensación de mi vida.  Nunca había pensado que una lamida de chocho pudiese ser tan excitante unido a una penetración anal.  Nos corrimos los cuatro casi a la vez.  Después de una risas nos despedimos pues salíamos tempranísimo y ya no nos veríamos.

Por la mañana obviamente estaba abochornada y avergonzada, pero durante el vuelo Juan Carlos le quitó hierro al asunto.

Estaba follándome a cuatro patas un día en nuestra casa Juan Carlos me soltó totalmente excitado:

-       ¿Te gustaría comerle las tetas a Nancy?

-       - Siiiii – no se ni por qué lo dije, pero me salió del alma.

-       ¿Te gustaría que te comiese el coño otra vez?

-       Me volvería loca – no sabía por qué estaba diciendo esas cosas, pero en esos momentos no podía mentirle, por qué hubiese pagado por tener esa boca en mi.

La escena se repitió en nuestros encuentro sexuales de los siguientes meses.  Daba igual si Juan Carlos me estaba comiendo la almeja, dándome por el culo, perforando mi coño, o yo chupándole la polla.  Cada vez que mi chico me mentaba nuestra última noche en Haití yo me encendía y llegaba a unos orgasmos nunca antes alcanzado.

-       un día te voy a dar una sorpresa y te voy a meter a otra en la cama.

-       No te atreverás.

-       Si me atreveré.

Cada día la presión iba a más y lo cierto es que la cosa había pasado de una simple fantasía a un ruego de mi marido.  A mi me encantaría pero no podría dormir por las consecuencias.

-       el día que menos lo esperes te folló con otra chica al lado.

-       Lo dudo cabrón – siempre gemia.

El sexo con Juan Carlos seguía siendo maravilloso.  MI vida en el colegio seguía igual, nadie se imaginaba como de intensa era mi vida sexual, ya que allí no daba pistas sobre el tema.

-       Cielo, me has convencido – le dije mientras me follaba a lo misionero.

-       ¿Cómo? - me preguntó.  

-       Que quiero que metamos una y una única noche en nuestra cama.  Y solo una única noche, insisto.

Juan Carlos se corrió como un crio por la emoción dejándome a mi a medias.  Me recompensó lamiéndome el coño hasta que grité su nombre entre espasmos.

Solo le puse dos condiciones.  Sería una única vez y llevaríamos mascaras, no quería encontrarme a la sujeta una tarde por la calle y que me reconociese, o pero aún que fuese una madre del colegio, una tía o saber qué.

Las semanas que pasaron en las que nuestras noches se llenaron de sexo y morbo.  No recuerdo otra época de mi vida en la que hayamos follado más salvajemente.

Había quedado en el lobby de un hotel con Juan Carlos, era sábado y el viernes lo habíamos pasado los dos como flanes.  Juan Carlos había encontrado a la chica por en una página de contactos.  La idea era que la chica se incorporase una vez los dos hubiésemos empezado.  Me tomé un cognac y subimos a la habitación.  Era un poco cortante, pero todo paso cuando Juan Carlos me tumbó en la cama, levantó mi falda, bajó mis bragas y mi empezó a lamerme el chocho.  Todo se olvida cuando tengo esa boca en cualquiera de mis partes rosadas.  No pasaron ni dos segundos desde que me corrí cuando Juan Carlos me hizo ponerme el antifaz y me penetró a lo misionero.  Era hasta ridículo ver a mi marido follándome con un antifaz tipo el zorro, pero eran mis condiciones y a ellas debíamos atenernos.

Ya era las 10 de la noche y yo llevaba ya dos orgasmos.  Oímos la puerta abrirse.  Una chica con un con una abrigo largo, un cabello negrísimo y un antifaz tipo veneciano entró en la habitación.  Algo me recorrió la espalda y no era un orgasmo, algo me sonaba en ella.

La chica rompió el hielo dejando caer su abrigo y quedando completamente en pelotas.  Se acercó a nosotros y se subió en la cama, sentándose sobre mi cara.  Era la primera vez que tenía un coño en mi cara, encima era un chocho seco al cual tuve que chupar a conciencia entre los gemidos que Juan Carlos me provocaba.   Solo dejé de chupar ese chumino cuando los gritos fruto de las penetraciones de Juan Carlos me hicieron parar.  La chica se tocaba los pechos y aunque yo no veía sabia que se besaba con mi marido.  Creo que algo se rompió dentro de mi cuando mi marido colocó a la chica tumbada en medio de la cama y la penetró de un solo golpe.  Sabía que él se había follado a muchas antes de conocerme, pero nunca después y me imaginaba que nunca más lo haría.  Repetí la acción de la chica que cada rato me sonaba más, me senté en su cara y ahora era yo quien recibía su lengua en mi caudaloso coño.   La chica no paraba de gemir fruto de la polla de mi marido.   Juan Carlos nos hizo cambiar de posición para que nos chupásemos una a otra el coño.  La verdad es que la chica lo hacía de maravilla y me estaba matando de gusto.  Juan Carlos iba dando vueltas a la cama, según le apetecía penetraba mi culo mientras la chica me chupaba, o la sacaba de mi ano y se la metía a la chica en su coño.  Le veía disfrutar de los lindo pero mucho más disfruté yo.

La noche fue larga, Juan Carlos lo tenia todo preparado.  Había traído un arsenal de nuestros juguetes y entre otras cosas nos hizo masturbarnos delante de él con un vibrador en cada uno de nuestros coños o en nuestro anos.  Nos corrimos como bestias y nos despedimos cuando Juan Carlos se corrió en nuestras bocas dejándonos los antifaces hechos una mierda.

La desconocida se fue despidiéndose, casi no había hablado en toda la noche.

-       me ha encantado cielo.  Nunca me lo había planteado, pero creo que una vez en la vida hacer un trio es algo sanísimo.

-       Me ha encantado verte disfrutar tantísimo.

-       Bueno tu tampoco te has quedado paradito.

-       Si, me ha encantado, la chica sabia como mover el coño.

-       Vas a flipar, pero estoy segura que la conozco… y ella a mi.  Por eso no ha hablando nada.

-       ¿Cómo?

-       Que si, esta chica es Paloma Gutiérrez.

-       ¿Paloma Gutiérrez?

-       Si Paloma Gutierrez.  Trabaja en contabilidad en mi colegio.

-       ¿Pero?, ¿allí no sois todos del opus dei?

-       En teoría si, pero ya ves que hay gente para todo.

-       Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja -  se río con ganas.

-       ¿Pero por qué te ríes?

-       A esa chica no la encontré en internet, bueno, si, pero no ha venido aquí gratis.  La opusina además de ser muy puta, es puta y cobra por follar con parejas.

-       Me dejó boquiabierta – desde ese día nunca volví a ver a Paloma de la misma manera – pues no tiene un mal sueldo, la leche, tan modosita ella y hay que ver como follaba.

Los siguientes meses fueron tremendo a nivel sexual, follamos como locos en todos los lugares imaginables, duro, suave, con juguetes, sin ellos.  Llegamos incluso a follar más duro que nunca en una convivencia de matrimonios del opus a donde Juan Carlos no quería ir, pero yo le convencí con esta boquita lamedora que díos me ha dado.  El tío aguantó con buena cara todas las chorradas que los opusimos iban soltando solo con la idea de que a la vuelta  a nuestra habitación me iba a joder como un poseso animado por la idea de tener a todos estos meapilas en las habitaciones de al lado

Llevábamos más de tres años casados.  Desde luego mi vida había dado un giro de 180º.  Había pasado de ser un mojigata cuya única actividad social era mis convivencia religiosas a vivir con el hombre de mi vida dando rienda suelta a mi hasta hace poco mi invernada sexualidad.  Como era de esperar el chocho de Paloma no fue el único chocho que me comí.  No era muy habitual pero a los largo de tiempo entre las cosas que fuimos incorporando a nuestra cama fue alguna tía de vez en cuando, siempre con antifaz, eso si.

Nos follamos funcionarias de la comunidad de Madrid, estudiantes universitarias, amigas de Juan Carlos, desconocidas contactadas por internet o incluso una prima segunda de él.  Estaba llegando ya al nivel de querer a dos hombres en mi cama, y eso si iba a ser un salto en mi vida.

Aparte de lo aburrido de mi trabajo, el cual cada día apreciaba menos, mi vida era maravilla.  Viajábamos mucho, salíamos mucho, follábamos mucho y creo que nos faltaba de nada. 

Rodrigo un sobrino de Juan Carlos vino de visita a Madrid, tenia un curso sobre contabilidad.  Mi marido haciendo gala de su acostumbrada generosidad le ofreció nuestra casa, pero una visita de una semana pasó a ser una visita de tres meses.  Le mamón le había ofrecido primero que se quedase hasta que encontrase piso, pero después y viendo lo cómodo e instalado que estaba, le ofreció quedarse todo el curso.

Tengo más claro que el agua que Rodrigo se debió atragantar cuando oía noche si y noche también a su conservadora tía a la que veía todas las mañana digiriéndose vestida extremadamente modositamente a su puesto de trabajo en un colegio de Opus, follar a gritos y oyendo los distintos motores de juguetes que su tío usaba para complacer mi cuerpo. 

El aluciné de Rodrigo iba en aumento cuando según iban pasado las semanas más de una vez me pillo desnuda en la cocina cuando entró por la puerta de casa o masturbándome en mi habitación con un mega pollón de látex con la puerta de mi habitación abierta.  No lo hacía adrede, pero no estaba acostumbrada a que entrase por la puerta de casa un invitado.  Poco a poco el chico iba cogiendo confianza y yo con él.  Con Juan Carlos cada día lo iba viendo más cómplice pues nunca habían tenido mucha relación.  Muchas noches salían de copas sin mi y Juan Carlos volvía muerto de risa de las batallas sexuales que Rodrigo le contaba.

-       joder con el niño, no sabes como se lo monta

-       ¿qué hace el pobre?

-       ¿El pobre?, no veas las cosas que me cuenta.  El tío no para de follar, le he dicho que si quería traerse a una tía a casa que por nosotros no hay problema.

Y desde luego que no había problema, desde ese día la sucesión de chicas que se iba trayendo a casa era una especie de desfile.  El chico no dejaba de follarse a una tras otra, a veces en medio de nuestros sonoros polvos oíamos más a la afortunada de turno que a mi.

Aquella noche habíamos salido los tres, Rodrigo había quedado con una tía pero le había dejado colgado por lo que nos apiadamos de él y salimos a tomar unas copas.  El chico creo que se follaba a demasiadas y luego las llamaba poco.

Llevábamos unas rondas de cerveza y tres rondas de copas cuando a Juan Carlos propuso beber chupitos.  Llevábamos una borrachera de cojones cuando Rodrigo y Juan Carlos empezaron a apostar por chorradas.  Las apuestas iban desde con pie iba a entrar la tercera persona que entrase en el bar, hasta adivinar la edad de la gente que pasaba, los cuales se quedaban impresionados cuando un borracho les preguntaba su edad.   No sé si fue cosa de la suerte o que José Carlos se dejaba ganar que Rodrigo acertaba siempre.  Se apostaron de todo.  Desde dormir en el sofá, hasta sacar  todas las noches la basura o irse andando hasta el Escorial desde Madrid.  Me descojoné de risa cuando oí al capullo de mi marido apostarme a mi.

-       A ver chaval, te apuesto a mi mujer a que la decima persona que entré por la puerta entra con el píe izquierdo.

-       ¿Y yo que apuesto a cambio?

-       Si pierdes, desde hoy a que te vayas no catas tía, ni en casa ni fuera de ella.  Osea que dejas de follarte a esas chicas que vas conociendo.

-       Apuesto – dijo mientras yo me descojonaba de risa.

-       Empezamos – dijo Rodrigo.

-       Primero, derecha – repetimos todos

-       Dos, derecha

-       Tres izquierda

-       Cuatro derecha

-       Quinto, izquierda

-       Sexto, derecha

-       Septimo, derecha

-       Octavo, derecha

-       Novenos, izquierda.

-       Yyyyyyyyyy decimo, izquierda – gritamos todos, cada uno de nosotros con un tono distinto.

-       He ganado, he ganado, he ganado – gritaba Rodrigo muerto de risa.

Nos tomamos unas cuantas más y volvimos a casa en taxi por que no estábamos muy duchos para conducir.

Llegamos a casa y Rodrigo se metió en su habitación.  Yo y Juan Carlos nos metimos en nuestro habitación.

MI marido me empezó a besar, me quitó la falda, me quitó la camisa, el sujetador y me besó vorazmente.  Juan Carlos me puso de rodillas y metió su dura polla en mi boca.  Me dejó que se la chupase relamiéndome.  Se apartó de mi y me miró a los ojos y dulcemente me puso una bola en la boca, abrochándolo en mi nuca.  Estaba a punto de recibir una seria sesión de sexo.  Juan Carlos me tumbó en la cama y agarrando mis brazos los esposó a mi espalda.  Mi marido me cogió por la cintura y me puso de rodilla dejando mi cara pegada al colchón.

Juan Carlos salió de la habitación dirigiéndose a la habitación de Rodrigo quien se la meneaba con saña.

-       tu chaval, deja de meneártela y vente – Rodrigo le siguió hasta nuestra habitación donde se encontró a su opusina tía solo con las bragas, esposada y con una plug en su boca – Rodrigo de mi corazón, te las has ganado.  Rómpele las bragas y follala.

Rodrigo dudó, pero empujado por su tío sencillamente rompió mis bragas y metió un dedo en mi coño.

Quiero pensar que el mocoso nunca me hubiese metido dedo en mi chocho ni yo dejarme si no hubiese sido por las copas.

Ante la mirada de Juan Carlos Rodrigo se iba animando y después de frotarme el chocho y el clítoris durante más de 10 minutos, procedió a empalarme con esa polla tan de su familia, el tío tenia una picha idéntica a la de su tío pero algo más ancha. – joder con el niño, pensé. 

La polla de mi sobrino me descubrió el por que de los berridos de las amigas que nos traía a casa.  El chico sabía como dar placer a una mujer.  Tenia una carencia de cadera, una polla y un aguante que volvería loca a cualquier mujer, y vive dios que lo hacía.  El chico seguía como un pistón dándome caña sin ni siquiera aproximar su orgasmo, yo me derretía con el coño mejor que bien servido.

-       dale por el culo –sugirió Juan Carlos.

El chaval no cabía en si.  Iba a dar por el culo a una chica, bueno no a una chica, a su tía, la del opus.  Era evidente que o lo había hecho antes entre poco y nada.  Casi me revienta el culo con su torpe penetración.  Grité de dolor a pesar de la bola en mi boca, lo cual no fue óbice para empezar a disfrutar como una cerda.  Juan Carlos mientras tanto sentado en un sofá en un lateral de la habitación se meneaba poco a poco viendo como se follaban a su virginal mujer.  Cunado me metió uno de nuestros vibradores en el coño para acompañar su polla, me acorde de todo viéndole allí disfrutar y disfrutando yo misma.  Me acorde de mi infancia, mi juventud, mi trabajo y de mi madre.

Ni contar tengo que aquella noche me follaron entre tío y sobrino como dos posesos.  Tanto Rodrigo como yo participamos en nuestra primera doble penetración.  Mientras Juan Carlos me follaba el culo, Rodrigo me dio duro en el coño. Les chupe la polla a los dos una vez liberada de la bola para finalmente correrse ambos en mi boca.  Nunca pensé que tener dos pollas en mi iba a ser tan satisfactorio, pero realmente lo fue.

Follamos los dos con Rodrigo durante el resto de su estancia,  He de decir que hasta me fastidió un poco que se fuese por que estaba acostumbrándome de volver del trabajo y ser doblemente penetrada por mi maridín y su sobrino o incluso follarmelo yo yo sola mientras Juan Carlos nos veía y se masturbaba.  Desde luego aquella polla juvenil cambió nuestra vida sexual definitivamente, a mejor yo creo, aunque ni mi madre, ni mis hermanas, ni la dirección de mi colegio lo hubiesen podido imaginar.

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