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Averiados en una isla abandonada

en Amor filial

Para entender mejor este relato debéis leeros “Dando la vuelta al mundo con Sofía” y “Con Sofía y Paz en un barco en Los Angeles

Esta tercera entrega continua la historia pero contada desde el punto de vista de la chica y en ella hace balance de lo vivido hasta el momento, el balance finaliza en “Camino de Hawaii”.  Espero que os guste.

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El día que conocí a Jose la verdad es que no me hizo mucha gracia.  El típico publicista con éxito, no es que fuese un pijo rico, que no lo era, bueno rico si, pero no pijo. Sino que el chico parecía demasiado formal.

Al día siguiente me desperté en su casa con el coño achicharrado del salvaje polvo que me echó la noche anterior y con una sonrisa de oreja a oreja.  La verdad es que no le hizo falta mucho para llevarme a la cama. 

Nos seguimos viendo de vez en cuando, poco a poco empecé a cogerle el gusto a Jose e incluso me empezó a gustar y mucho.

Dado mi trabajo de azafata no era ninguna mojigata en la cama, como nos suele pasar a todas en la compañía, en menos de un mes ya me había estrenado y desde entonces no era rara la semana en la que algún compañero de la cama. 

No es que fuera del trabajo Jose tuviese exclusividad conmigo, todo lo contrario me gusta follar y no lo rehúyo  si me surge la oportunidad pero la verdad es que Jose me gustaba tanto que me daba igual dejar a cualquiera con un palmo de narices si Jose me llamaba.

Viví con Jose el fin de semana anterior a la venta de su compañía, la verdad es que lo celebramos por todo lo alto y aunque seguíamos viéndonos de pascuas por ramos cada vez que nos veíamos la verdad es que disfrutaba un montón.

Me debió de ver la cara cuando me dijo que se iba a dar la vuelta al mundo en barco y que buscaba compañero.

No le dije nada, me lo pensé mucho e incluso me informé en Iberia sobre las condiciones para pedir una excedencia de un año.

Se lo comenté con cierto miedo por si me decía que se lo había pensado mejor.  Menudo polvo que echamos esa noche para celebrarlo.

Después de un año haciendo preparativos recuerdo perfectamente la fiesta de despedida que Jose organizó.  Bebimos como locos y nos reímos aún más.

Nos pasamos una semana follando sin parar antes de llegar a Canarias, yo debía de volver a Madrid a trabajar dos meses más, no había logrado cerrar mi excedencia antes y lo único que había logrado es una semana de vacaciones.

Durante ese tiempo me subía por las paredes por falta de sexo, realmente estaba acostumbrada a ser embarillada semanalmente, pero por alguna razón quería mantener mi coño sin mácula para coger a Jose con más ganas.

Solo hice una excepción con mi amigo Jose Luis, un antiguo novio al que había dejado después de darme cuenta que no podía serle fiel.  A Jose Luis le había dejado la novia y después de una cena regada con mucho alcohol, me comparecí de él y me lo llevé a la cama para hacerse sentirse un poco mejor.  Creo que a pesar de su torpeza le hice subir su autoestima.

Me volví a encontrar con Jose en Nassau, nuestro encuentro fue de órdago y nada más vernos empezamos a recuperar el tiempo perdido y no paramos de follar hasta que nos encontramos con unas zorras a las que Jose se había follado en mi ausencia.

El viaje fue maravilloso hasta encontrarnos a las zorras, y de hecho el viaje siguió siendo maravilloso desde que las dejamos.  Cruzar el canal de Panamá, visitar Colombia, Ecuador y por último Perú.

Todo cambió cuando insistí a Jose en Lima de ir a echar unas risas a un local de intercambio.  Lo más de lo más en la ciudad.  Lo habíamos descubierto una tripulación hacía años y juramos no contárselo a nadie.  Evidentemente, estos secretos duran lo que duran y ante mi sorpresa, el día de nuestra visita estaba media tripulación del vuelo de Iberia follando en el local.

La culpa fue mía por haberle llevado allí y no me puedo quejar de que Jose se encontrase a una exnovia de Palencia y compañera mía y se la follase dejándome dura.  Creí que me moría de celos y no pude evitar ir a buscar a una pareja con la que ambos habíamos hablado antes y proponerles hacer un trío en su casa.

Follamos hasta el amanecer.  De hecho, me los follé yo a ellos.  La verdad es que físicamente no valían demasiado ninguno de los dos, pero en la cama los tíos se superaban.  El chico me dio por todos lados una y otra vez y la chica me comió el chumino hasta ya haber amanecido.

A Jose no le eche nada en cara, es más cuando me contó la historia de noviazgo con Paz, que así se llamaba la azafata, lo entendí todo.  Ella le había dejado porque se moría de ganas por follar con él y eso iba contra sus convicciones morales.

Estuvimos un maravilloso mes navegando por la cara pacifica de Centroamérica hasta que llegamos a Los Ángeles donde nos encontramos con Paz que allí había volado por trabajo.  Paz vino a cenar a nuestro barco acompañado de un copiloto al que conocía desde hacía muchos años.  Me había acostado con él en multiples ocasiones y aunque llevábamos años sin vernos nos guardábamos una gran simpatía.

Paz y yo competimos por llevarnos a la cama a Jose.  Ella porque era un putón, bueno ella porque se dio cuenta que le deseaba y que había hecho el gilipollas de joven y quería desquitarse.  Yo por no dejar de ser la señora del barco, aunque fuese por unas horas.   Según iba pasando la noche percibí que Jose tenía algo pendiente con Paz y aunque no me hizo mucha gracia le di luz verde a Jose para que se fuese a la cama con su antigua novia.  Sergio, el copiloto de la tripulación de Paz no me desagradaba como acompañante para una noche total a Jose lo tendría para el resto de las noches.

Sergio me folló como un bestia nada más entrar en mi camarote.  Literalmente me arrancó la camiseta, el bikini y me puso a cuatro patas.  Fue sentír aquel pedazo abrirse paso entre las carnes de mi coño y empezar a gemir.  Me gustaba notar una nueva polla por primera vez en bastante tiempo y me ponía saber que Jose me iba a oir fornicar, esperaba que al menos le diese un poco de celos el oírme gemir como una perra.

Sergio me folló duro, me dio por todos lados y me hizo gozar como creo que me merecía.  Cada vez que un orgasmo inundaba mi cuerpo y me recomponía un poco oía a Paz en el otro camarote gemir me encendía y empezaba a gozar de nuevo.  Los orgasmos se sucedieron durante toda la noche, todo mi cuerpo era una fuente de placer y cada parte de él me hacía llegar al cielo.  Estaba super sensible y cualquier cosa me provocaba placer.  Un simplemente dedo puesto en mi pezón hacía correr por mi cuerpo una oleada de placer.

Dejamos a Sergio y Paz en el puerto al medio día del día siguiente. Tenía que regresar al hotel para volar a España a última hora del día.  Jose y yo pusimos proa a Hawaii.  Una nueva aventura empezaba.

CAMINO DE HAWAII

Pasamos dos maravillosas semanas de navegación desde América hasta el archipiélago de Hawaii.  Sexualmente le hice pagar a Jose cada una de los golpes de cadera con los que hizo disfrutar a Paz.  Creo que cuando por la emisora se puso en contacto con nosotros el guardacostas americano para que nos identificásemos, fue para él un respiro, pues eso significaba que estábamos a un día de distancia de navegación y con ello se podría dar un respiro de la alta demanda de sexo que le había hecho cubrir en las dos semanas precedentes.

Desde el mismo momento que anocheció después de salir de Los Ángeles en el que lo monté por primera vez hasta esa llamada por la emisora le había obligado a tomarme de todas las maneras y formas.  Le tenía reventado y en mi caso tenía el coño y el culo en piel viva.

Nuestra estancia en Hawaii no fue nada memorable, pasamos una semana descansando y visitando isla tras isla.  La verdad es que es un lugar excepcional lleno de encanto aunque para mi gusto un demasiado turístico pues no hayamos ni un solo emplazamiento sin encontrarnos en el lugar a los típicos turistas gordos americanos.

Después de 7 días en la isla decidimos enfilar hacía Japón e ir parando en las islas que encontraríamos en nuestro camino.  Nuestro primer objetivo era Midway, el famoso atolón en el que se desarrollo una de las batallas más cruentas de la segunda guerra mundial, nuestra idea era la de bucear un poco entre los pecios de barcos y aviones.

Llevábamos tres días de navegación.  Jose me montaba en el salón.  Tenía su polla embutida en mi culo y me sodomizaba con fuerza mientras mi coño correaba una catarata de flujo que estaba dejando perdido el tapizado del banco sobre el que estábamos.  Estaba a puntito de correrme cuando una fuerte ola movió el catamarán de una manera muy violenta.  Por el fuerte golpe la polla de Jose se salió de mi culo.   Me dejó a medias y justo cuando iba a exigir que me volviese a penetrar una nueva ola volvió a zarandear el barco.

Jose no la metió, desnudo como estaba salió al exterior.

-        Sofía, necesito tu ayuda

-        ¿Que pasa?.

-        Ni puta idea, acabamos de entrar en una tormenta

-        ¿Así de pronto?, hace una hora, antes de ponernos, el tiempo era fenomenal.

-        Antes era antes y ahora, ahora.

-        Ya

-        Ayúdame, por favor, arriar las velas, si esto sigue así esto se va a poner feo.

Desnudos los dos con un chaleco salvavidas y un arnés con una línea de vida, nos afanamos durante una hora en ir retirando velas y cambiándolas por otras más pequeñas.  Cada vez que izábamos una al segundo teníamos que arriarlas hasta que finalmente nos quedamos al pairo a merced del mar.  El viento era demasiado fuerte para llevar ninguna vela puesta.

Jose puso el motor para controlar un poco el barco, pero desgraciadamente, la lluvia, el viento y las olas aumentaron de una manera que jamás había visto.  En esas condiciones es mejor entrar en el barco, atarse y rezar porque la cosa pasase rápido.

Fueron dos días tremendo.  Durante 48 horas el barco se movió a la merced de los elementos como una cascara de nuez en una taza de wáter.  Apenas pudimos dormir y nos dimos golpes a cada momento, a pesar de habernos atado a elementos fijos del barco.

Para cuando la tormenta cesó y pudimos salir al exterior, el barco estaba literalmente destrozado.  En realidad toda la parte electrónica de antenas era reemplazable pero nos obligaba a navegar a partir de ese momento sin piloto automático con todo el cansancio que esto nos iba a producir.  El resto eran las velas, los asientos y demás piezas relativamente sensibles.

Subimos las velas y empezamos a navegar usando el sextante y las cartas marinas.  No sabíamos muy bien donde estábamos y hasta que en un par de horas el sol nos índicó sin demasiado margen de error que nos habíamos desviado un montón de nuestra ruta.

Navegamos durante tres días casi sin dormir, en particular Jose, que era quien realmente sabía cómo llevar todo aquello.  Avistamos a lo lejos un atolón y decidimos acercarnos a descansar un poco y ver si por casualidad tenían las piezas que necesitamos.

Entramos en el puerto de Kauo.  En realidad no era más que un espigón de madera que servía a un par de cabañas de nativos los cuales nos miraban con sorpresa.  Deseábamos bajarnos del barco entre otras cosas para ver el estado del mismo desde fuera de él.

Amarramos el dañado catamarán al espigón y bajamos.  Afortunadamente nos encontrábamos en una isla asociada a Estados Unidos por lo que sus habitantes mejor que peor hablaban un aceptable ingles.

El atolón estaba ocupado por dos familias, primos entre sí. Según nos contaban recibían un barco bimensual desde Hawaii que les traían víveres pues la isla era muy bonita pero no tenía ninguna pinta de dar demasiado a nivel agricultura y sus habitantes ninguna pinta de doblar el espinazo como hacen los agricultores.

Para nuestra suerte el barco de Hawaii no había salido y pudimos pedir por radio no solo que nos enviasen las piezas que debíamos reponer sino que además viniesen un par de técnicos que arreglarían el barco, según nos dijeron estos, como si estuviese nuevo.

Pusieron a nuestra disposición una de las cabañas de la aldea, cosa que agradecimos pues estábamos cansados de dormir en el catamaran.

Cenamos comida enlatada, según nos dijeron la base de su alimentación.

Los lugareños eran extremadamente amables, todo fueron atenciones hacía nosotros.  Nos fuimos a la cama entre un montón de gracias por nuestra parte.

Llevábamos sin follar desde que empezó la tormenta y la verdad los dos teníamos la libido por los suelos.

Nos acostamos en los camastros y rápidamente nos quedamos dormidos.

Me desperté por unos agudos gemidos, la cabaña aunque tenía ventanas no tenía cristales, con aquel tiempo la verdad es que no hacía falta.

Me quedé en mi camastro oyendo los gemidos que se producían a pocos metros de nuestra cabaña.  La verdad es que oír follar siempre me había puesto extremadamente cachonda, y aunque como digo tenía la libido muy baja, empecé a notar como mi entrepierna se iba mojando.

-        ¿estas despierta? – me dijo Jose.

-        Si, joder.  Tal y como gime esa es imposible dormir.

-        Ya te digo.

-        Que pasada, estos tíos no tienen vergüenza, se ponen a follar ahí con todos sus hijos y sobrinos alrededor.

-        Si, las madres no parecían muy fogosas, pero mira tú como las apariencias engañan.

Me levanté con sigilo, me acerqué a la ventana y me quedé de piedra viendo el espectáculo.

Maeli uno de los padres estaba tumbado en el suelo al lado de la fogata y le tocaba los pechos a Kailani, una de sus sobrinas.  La chica botaba sobre la dura polla de maduro hombre y gemía a gritos mientras se amasaba sus pequeños y delicados pechos.

-        joder que fuerte, se está follando a su propia sobrina y encima a la vista de todos.

-        No me jodas – dijo Jose levantándose de la cama y poniéndose a mi lado.

Kailani vibraba ante la dura polla de su tío y aullaba de placer a cada bajada de su coño sobre ella.

Jose me puso una mano en mi culo y abriéndose paso entre mis shorts me empezó a acariciar mi ojete.  Joder si no hubiera estado tan perpleja le hubiese pedido que me metiese el dedo hasta el fondo y con la otra mano me tocase el coño.

Seguíamos perplejos cuando una mano apareció por detrás de la pareja y poniendola en la espalda de la chica la tumbó sobre su tío dejando su culo elevado y a disposición del recién llegado.  No dábamos crédito al ver que era su propio hermano Kekoa quien con su polla en su mano empezó a penetrar a la chica por su salida de emergencia.

Kailani dio un secó grito y una vez recuperada de la sensación de ser doblemente penetrada reinició su serenata de gritos.  Estaba encajada en la polla de su tío y siendo destrozada por su hermano de una manera inmisericorde.

Jose se decidió a pasar su dedo desde mi culo a mi coño.  Lejos había quedado los días en que le pedía que no me metiese el mismo dedo primero en el culo y después en el coño.  Ahora sencillamente me daba igual es más, me encantaba que alternase agujeros.  Necesitaba polla y la necesitaba ya.

Sin dejar de mirar aparté la mano de Jose de mis partes rosadas y puse mi culo en pompa.  Jose se dio cuenta de mis intenciones y sin decir ni una palabra me endiñó su dura polla en todo mi coño.  Ahora era yo la que gemía con fuerza ganando a la nativa en berridos.

Las dos nos corrimos casi a la vez.  Ni idea si los nativos se dieron cuenta de que tenían espectadores cuando acabaron ante nuestros ojos.

Nos despertamos un poco cortados en cuanto salió el sol y empezó a hacer calor dentro de la cabaña.  Salimos

Maeli, que parecía ser el que llevaba en la isla la voz cantante, nos comunicó que le habían informado desde Hawaii que la semana siguiente definitivamente llegaría a la isla las piezas que necesitábamos y con ellas los mecánicos.

Después de desayunar un poco de comida enlatada, nos fuimos a la playa desde donde veíamos a unos y otros dedicase a la pesca o a no hacer literalmente nada, la gran mayoría.  No hizo falta que pasase mucho tiempo cuando a un par de cientos de metros nuestros en la playa una pareja se pusiese a follar sin el menor pudor.  Si ya era alucinante ver a dos personas ponerse a follar al lado nuestra, lo más sorprendente era quien lo hacia.  Una de las madres, en concreto Malia, era investida con saña por su sobrino Kekoa.  Ninguno de los dos se cortaba un pelo por nuestra presencia o por cualquiera del resto de los habitantes que pasaban cerca de la pareja sin darle más importancia y en todo caso saludando a los fornicadores.

La pareja se corrió a gritos ante nuestras asombrosas miradas.

El día trascurrió despacio pues realmente no teníamos nada que hacer y cuando nos disponíamos a hacerlo unos gemidos o incluso gritos de placer nos hacia olvidarnos de leer o de escribir algún email.  Simplemente mirábamos asombrados como unos follaban con los otros sin impórtales las miradas o su relación consanguínea.

Todas las noches se oían gemidos alrededor nuestra, nuevos gemidos a nuestro alrededor y todas las noches mirábamos por la ventanilla para ver como autenticas orgias eran realizadas alrededor de la hoguera.

Cuando yo pensaba que era imposible estar más salida que en el barco descubrí que si, era posible estarlo más, y todas las noches lo demostraba con Jose al que obligaba a montarme lo más salvajemente posible.  LA verdad gracias a mis berridos, no sé yo quien escandalizaba más, los nativos a nosotros o nosotros a los nativos.

Llevábamos cuatro días allí cuando un día paseando por la pequeña isla al bajar una cuesta nos encontramos a Maeli sodomizando a una de sus sobrinas.  La chica se tocaba el clítoris con la palma de su mano mientras su tío le introducía con violencia su polla en el culo, nos quedamos perplejos aunque debíamos de estar acostumbrados a esas alturas. Mi coño se encharcó con la visión de aquella oscura y dura polla entrando en ese joven ano.  El jefe de la tribu nos miró y sonrió.

-        muchachos, mañana espero que por la tarde llege el barco, espero que no se hayan aburrido mucho en nuestra pequeña isla – no dijo sin dejar de bombear el coño de su sobrina que no dejaba de chillar de gusto.

-        Muchas gracias han sido ustedes muy amables.

-        No hay de qué.  Nuestra tradición nos obliga a recibir a los náufragos desde hace siglos.  Es un honor.

Nos alejamos.  A mí como digo me chorreaba el coño.  Seguimos pasean hasta que volvimos al pueblo a comer.  De nuevo comida enlatada.

Yo seguía totalmente caliente y cuando nos dirigimos a nuestra cabaña para echar una siesta sencillamente me agaché ante Jose, saqué su polla de sus shorts y me la metí en la boca empezando a chupar hasta que esta se puso dura en el interior de mis fauces. 

Jose masajeaba mi cabeza y guiaba la velocidad de mi mamada mientras daba algún que otro suspiro de placer.  Hasta el momento no habíamos follado durante el día en la isla, pero todo tiene un límite y ese límite había llegado.

Chupe durante largos minutos hasta que viendo que Jose empezaba a acercarse al orgasmo paré en seco.

-        Túmbate en el suelo – ordené.

Jose se tumbó sin decir ni pio y yo poniéndome en cuclillas me la incrusté de un golpe en mi sediento chocho.  Empecé a botar como una loca gimiendo como una bestia, me daba igual que los de fuera supiesen que me estaba montando a Jose.  Me corrí una y dos veces hasta que mis piernas no pudieron más.  Me puse de rodillas sin sacármela y seguí botando buscando mi tercer orgasmo. 

Note como una mano se apoyaba en mi espalda, evidentemente, no eran las de Jose que estaban en mis dos tetas.  Siguiendo el ejemplo de Kailani aquella primera noche, me incline sobre el pecho de Jose y un dedo empezó a hurgar en el agujero de mi culo.

No había pasado ni un minuto del masaje rectal, cuando una dura polla se alojó en mi ano dejándome totalmente empalada entre Jose que me miraba con cara de alucine y esa polla desconocida.  Yo estaba en la gloria.

Ambos hombres empezaron a darme sin cuartel.  Yo gemía como una loca totalmente empalda.  De repente note como alguien cogía mi cabeza y me hacia subir mi cara hasta dejarla enfrente de una polla enhiesta.  Instintivamente abrí mi boca y engullí aquella dura polla y empecé a mamar.

El jefe de la isla me tenía su polla metida en la boca y gozaba de mis lengüetazos con largos suspiros.

El chico que me sodomizaba se corrió en mi ano con un grave gemido, me sentí llena, pero deseaba mucho más.  Jose no paraba de darme con fuerza en el coño y aquel isleño no acaba de correrse en mi boca.  El de detrás retiró su polla e inmediatamente noté como una lengua empezaba a jugar con mi dilatado ano y empezaba a chupar el semen que de él emanaba.  No era lo mismo que sentir en lo más profundo de mi intimidad una buena polla pero me estaba encantando.  De repente me fijé en las manos de quien me chupaba desde detrás y noté que no era el dueño de la anterior polla sino una mujer.  Esa mujer empezó a suspirar y a darme pequeños golpes con la cabeza en mi raja anal, se la estaba follando y los vaivenes le provocaban el movimiento.

Jose y el jefe se corrieron casi al unísono.  Yo llevaba incontables orgasmos cuando aquella lengua cesó en sus chupadas, su sitio fue ocupada por una nueva polla que de golpe se incrustó en mi recto.  Kanae, la mujer de Maeli se tumbó enfrente mía y abriendo sus piernas dirigió mi boca a su peludo coño.  Jamás había visto un parrús tan poco cuidado, pero después de la lamida de culo que me acababa de otorgar no podía decir que no y empecé a chuparle aquel coño.

La gorda se tocaba las tetas mientras mi lengua hacía su trabajo.  Otro de los miembros de la tribu apareció para meter su polla en la abierta boca de la señora de Maeli.  Kanae empezó a mamar mientras yo le ayudaba a tocarse las tetas.  Jose en el camastro se masturbaba viendo la escena hasta que una de las chicas jóvenes llegó y se metió esa polla que yo cría mía en la boca.

Pude ver una vez acabado mi polvo como Jose se montaba a la chica en mi camastro y llegaba al orgasmo por última vez.

Nos dieron las gracias y se despidieron los que quedaban todavía en la cabaña.  Era acojonante, en vez de dárselas nosotros eran ellos los agradecidos.

Jose y yo nos miramos y nos empezamos a reír como locos.

Esa noche volvimos a follar mientras fuera de nuestra cabaña la familia se daba de lo lindo.

El barco llegó puntual.  Evidentemente, en pocos minutos los cuatro marineros del mismo desaparecieron de su nave para irse a recibir la hospitalidad de la isla.  No les vimos hasta la hora de cenar que llegaron con una sonrisa cada uno de ellos.

Los trabajos de reparación duraron diez días.  Parecía mentira lo mucho que en ese plazo el aspecto de nuestro catamarán cambió.  Gracias a dios los mecánicos aceptaron la tarjeta de crédito de Jose.

Aprovechamos los diez días extras que tuvimos que permanecer en la isla para seguir disfrutando de la ya mencionada hospitalidad local.  Desde luego que no desaprovechamos el tiempo y recuperamos el tiempo perdido por culpa de nuestro corte inicial.

Todos los hombres y mujeres de la isla se peleaban por follar con nosotros.  Al principio pensé que era un tema de la novedad o el morbo de follarse a un occidental, pero después de varias orgias me aclararon que los tiros iban por otro lado.  Durante siglos aquellas familias había recibido a marineros que llegaban o bien perdidos o bien de paso, aquellos marineros llevaban meses sin catar a una mujer y era una parte importante de su tradición copular con ellos como signo de bienvenida. En las últimas décadas ya no llegaban al pueblo gente que llevaba meses sin catar hembras, los barcos son más rápidos y la antigua situación ya no se producía.  Siendo como era una pequeña tribu extremadamente sexual de un tiempo a esta parte no se ofrecían abiertamente, pero sí que no dejaban de follar en público como habían hecho desde tiempo inmemorables haciendo más sencillo que los recién llegados acabasen participando en las orgias que a diario se montaban.

Nos explicaron también que la desde la llegada del barco hacía más de 30 años, sus costumbres habían cambiado.  Habían cambiado su actividad agrícola por poner la mano a papa estado y aceptar su comida enlatada que desde entonces les entregaban gratuitamente.  El barco había hecho que muchas de las familias emigraran a Hawaii, incluso miembros de la suya lo hacían.  Ellos eran los últimos de un pueblo que por lo visto abundó en Polinesia y Micronesia.

Nos dio mucha pena dejar la isla, sí soy sincera no por el mucho y buen sexo que habíamos tenido sino por el mucho cariño que les cogimos a los habitantes del pequeño atolón.

Nos reímos pensando como iban a quedar de baldados los dos mecánicos que se había tenido que quedar 10 días trabajando en nuestro barco después de la partida del que les trajo y aun iban a tener que esperar 50 días a que el próximo barco les recogiese.

Ya en ruta hacía Midway me pareció extraño follar solo con Jose cuando anocheció y pusimos el piloto automático.  Una siente mucha soledad follando uno contra uno cuando ha estado de orgia en orgia los días anteriores.

CONTINUARÁ 

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