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Cita a ciegas

en Hetero: Infidelidad

Me encontraba delante de la puerta del chalet medio abierta, había llegado a ella después de cruzar un precioso jardín tras encontrarme la puerta de la cancela abierta.  La verdad es que estaba loca.

Después de 20 años con mi marido, este me había dejando por su secretaria.  Desgraciadamente entre en una espiral de depresión que me llevó a un psicólogo y poco a poco para ir saliendo del pozo en el que Rubén me había dejado.

No voy a decir que me casase virgen, aunque entregue mi virtud a Rubén después de un año de novios en el parking de una playa en Tarifa, no he sido nunca mujer de muchos hombres, en realidad solo había conocido a mi ex.  Las copas, el deseo el caso es que desde ese día hasta un par de años después de casarnos se inició entre nosotros una vorágine de sexo que fue descendiendo paulatinamente hasta casi el conjunto vacío.  La cosa fue más falta de atención de mi esposo que mi falta de deseo pues me he masturbado con frecuencia y continuidad desde esos días hasta ayer mismo.

Una de las cosas que más preocupaba de haberme quedado sin pareja, era el encuentro con otro hombre, el intimar.  Por un lado me preocupaba no estar a la altura cuando tocase y por otro me preocupaba de donde lo iba a sacar.  Seguía siendo una mujer atractiva, con buen tipo y gran conversación, pero hacía 25 años que no usaba mis armas de mujer y me daba miedo.

Mi amiga Lourdes me consiguió una cita a ciegas con Diego, un antiguo amante suyo con el que conservaba una gran amistad y estaba seguro que nos gustaríamos.  Diego amablemente había organizado una cena para los dos en su chalet, pero de eso hacía dos meses – por lo visto es un hombre ocupado y no pudo cogerse una noche para mi entre tanto viaje. 

Me costó mucho aceptar la cita por dos razones, por un lado me parecía vejatorio tener que conocer a un hombre en una cita a ciegas y por otro seguramente la cita acabaría en sexo y me daba miedo no estar a la altura o simplemente no estar con ganas.

Abrí la puerta de la casa que permanecía a oscuras salvo el recibidor.  Una nota manuscrita colgaba de un celo pegado al espejo de enfrente de la puerta.

“Quiero que te desnudes y solo te quedes con los tacones, cruces el salón, subas al primer piso y entre en la habitación del fondo.  Quiero que te pongas en la cama de rodillas  con las piernas lo más abiertas que puedas, con un antifaz  que te vas a encontrar encima de la cama puesto, la cara pegada al colchón y las brazos estirados por detrás”

Aluciné, que clase de depravado era el tal Diego que sin conocerme me pedía que le esperase en la cama desnuda y le esperase para obviamente ser follada.  Pensé en darme la vuelta e irme de un portazo, pero lo cierto es que después de pensarlo un poco y de darme cuenta que mis pezones estaban duros como piedras, decidí hacer lo que me decía.  Llevaba demasiado tiempo sin sexo como para exigir una cena antes.

Me desnudé y empecé a andar por la casa no sin cierto rubor.  Solo se oian mis tacones chocar con la tarima del suelo.

El cuarto era amplio, solo una luz tenue en la mesita iluminaba la habitación.  Me acerqué a la amplia cama y tal y como decía la nota, recogí el antifaz el cual me puse y me tumbe en la cama de rodillas con mi ano y coño desafiantes y con mi cara apoyada en el colchón.  No me daba crédito a mi misma.

Pasaron pocos minutos hasta que oí unos pasos a mi espalda.  Una mano se posó en una de mis nalgas y bajó por mi espalda hasta mi cuello, mi cuerpo se estremeció.  La mano volvió sobre sus pasos y volvió hasta mi otra nalga.  La mano abandonó mi cuerpo durante unos segundos y volvió a él cuando amarró a uno de mis tobillos a una abrazadera que cerraba con velcro.  Con mucho tacto amarró mi otro tobillo para posteriormente con mucho tacto agarró mis muñecas y las llevó hasta la misma barra amarrando ambas a la misma.

La barra separaba mis piernas.  Mis brazos iban por debajo de mi cuerpo hasta la barra quedando este en tensión.

Me dejó sola durante uno o dos minutos, me imagino que aprovecharía el tiempo para admirar mi cuerpo.  Un dedo recorrió mi entrepierna desde mi clítoris a mi ano pasando por mi raja, quedándose unos segundos sobre él presionando un poco pero sin penetrar mi esfínter.  Jamás me habían tenido así.  Jamás había sido atada, jamás había estado a merced de nadie.

Algo rígido empezó a pasar por mi coño, era algo duro.  No era capaz de reconocerlo, me hacia daño pero me gustaba.  No supe que era hasta que se apartó de mi entrepierna y recibí un golpe secó cuyo dolor me llegó hasta la medula ósea de mi espalda.  El hijo de puta me estaba masturbando con una fusta y me gustaba.  Era curioso ver como pasaba la parte plana de la fusta por mis zonas rosadas.

 

Diego jugó con la fusta durante unos minutos y aunque a cada poco me daba un golpe en mis nalgas, la verdad es que aquello era muy excitante.

Diego untó mi ano con una especie de gel.  Empezó a masajear mi ojete, al principio por fuera, más tarde empezando a meter un dedo, después dos y por ultimo tres.  Desde mis épocas de novio con Rubén no habían vuelto a profanar mi ano, la verdad es que me estaba gustando mucho, poco a poco, mi amante iba dilatando mi ojete.  Una polla de goma entró sin previo aviso hasta el fondo.  Vi las estrellas, tensé mis músculos, grite de dolor, los dedos de mis manos y me imagino de mis pies se contrajeron y no se relajaron hasta que después de unos dos minutos de intenso meter y sacar el vibrador en mi ano este empezó a gustarme y mucho.

Pasó poco tiempo desde que dejó de dolerme a que empecé a correrme como una posesa.  No pensaba yo que el sexo anal podría darme tanto placer.  Otro vibrador entro en mi coño.  No daba crédito con el amigo Diego, me estaba haciendo una doble penetración. 

Mi cuerpo era un baño de sudor, un orgasmo continuado, un deseo de más.  Diego dejó los vibradores dentro de mi coño, se subió a la cama, subió mi cabeza tirando de mi barbilla y me metió su polla en mi boca.  Hacía más de dos años que no me comía una polla.  Empecé a mamar, primero su ciruelo y según el sacaba su polla y acercaba su cuerpo lamía sus cojones.

Diego sacó su polla de mi boca antes de correrse, se bajó se la cama, me volvió a meter los dos vibradores que se acababan de salir y me masturbó con ellos unos minutos más.  Los casó de mis agujeros y subiéndose en la cama me penetró con su polla mi culo.  En la entrada aun me escoció pero enseguida fue un placer similar o mejor.  Diego soltó los velcros de mis tonillos y empezó a darme duro.  Yo gritaba de placer.  Daria dinero por poder tocarme las tetas como hacía cuando era joven, pero solo con esa polla arrasándome las entrañas me estaba dando suficiente placer.

Ambos nos corrimos a la vez entre gritos.

Cuando nuestra respiración nos lo permitió, yo aun atada y con los ojos tapados, oímos tanto un teléfono móvil como el telefonillo de la finca sonando.

-       ¿peroooo?, ¿qué haces tu ahí? – preguntó Diego con voz afectada por el esfuerzo.  No oí que decía la persona en la otra línea.  Solo oí que Diego salía de la habitación con prisa.

Empecé a oír gritos desde el jardín hasta ya dentro de la casa.  Oía a una mujer subir la escalera rápidamente.

-       ¿quién es esta puta?

-       No lo se cariño, pensé que eras tu.

-       ¿cómo que pensaste que era yo?

-       Si, te deje las puertas abiertas como acordamos y a la hora que dijiste que ibas a entrar, oí como entrabas, bueno tu no, ella y cuando llegué a la cama había seguido sus instrucciones.

-       ¿pero que dices Diego?, tenía una cita contigo – intervine yo intentado con mi cabeza quitarme el antifaz para ver algo.

-       ¿Diego?, ¿quién es Diego? – me dijo la mujer a gritos.

-       Diego es quien me acaba de follar – grite yo a su vez.

-       No monina, a quien te acabas de follar es mi marido

-       ¿Su marido?, ¿Diego esta casado?

-       Me llamó Froilán y estoy casado y no se quien es usted.

-       ¿Pero no es esto la calle Armenteros 18?

-       No señora, esa es la paralela, esto es Santa Elvira 25.

Y no sabía donde meterme.  El tal Froilan me desató, tuve que bajar las escaleras tapándome mis partes con gran vergüenza pasando desnuda por delante de la señora de la casa.

Pedí mil perdones, y salí a la calle.  Era excesivamente tarde para llamar a Diego, saqué el móvil, le mandé un mensaje y pedí un taxi.

Camino a mi casa no pude evitar pensar que a pesar de todo había sido la mejor experiencia sexual de mi vida.  Esa noche me masturbé con saña sola en mi cama.  Esa equivocación de esta noche iba a ser la catarsis de un recuperar el tiempo sobre todo analmente.  Siempre me preguntaré si Froilan sabia o no que yo no era su mujer...  la luz y la falta de gafas dijo... 

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