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Roberto me hace pagar por mis cagadas

en Trios

La verdad es que soy un desastre y lo cierto es que no doy una.  Al principio mi pareja no decía nada, tiempo después empezó a darme toques de vez en cuando, más adelante toques serios y desde hace un año cada vez que la cago me la hace pagar.

Entiendo que él acaba jodido cada vez que rayo el coche, especialmente si es el suyo.  Tengo mala suerte, pero no hay mes que no tenga un golpe.  Soy un desastre y me pasan cosas como irme de viaje en tren e irme a otra estación donde evidentemente no hay sale ningún tren y perdemos los billetes, o comprar billetes de avión para un día después que cuando necesitamos salir.

Roberto, que así se llama mi marido me hace el vacío cada vez que le doy un golpe al coche, o me paso con los cargos de la VISA o incluso cuando pierdo las llaves del coche habiéndolo dejado encendido y en una paradas de taxis.

Los vacíos de Roberto son salvajes, ni me mira, ni me habla y ni siquiera duerme conmigo.  Aunque al final siempre se le pasa yo paso los dos o tres días que le dura el cabreo con el corazón en un puño.

La primera vez había destrozado el lateral de su coche, viendo su respuesta estaba segura que me iba a ponerme las maletas en la puerta.  Aguanté como pude los dos primeros días.  El tercer día estaba desesperada.  Roberto leía su ipad en la cocina, entre estaba leyendo en la cama y me entró hambre.  Bajé a la cocina, Roberto ni me miró.  No había platos limpios por lo que abrí el lavaplatos, me agaché con el culo en pompa para coger unos platos cuando por detrás Roberto rasgo mis bragas y cogiendo las mismas me ató las manos a la espalda.  Empezó a flotarme el chocho con fuerza, nunca lo había hecho tan bruscamente pero me gustaba.  Mis pezones se habían puesto duros bajo la ligera camiseta sin mangas con la que pensaba dormir.

Roberto cogió una zanahoria y sin miramiento me le metió en el culo.  Adoro el sexo anal por lo que me corrí al instante a pesar de la falta de cuidado de mi marido al sodomizarme.   Cunado me penetró con su polla vi el cielo y me corrí como no recordaba en muchos años.  Roberto hizo que le comiese la polla mientras se corría llenándomela toda de sabrosísimo esperma.  Pasamos la tarde abrazados en la cama y jurándonos amor eterno.

La cosas fueron bastante normales durante un par de meses hasta que volví a darle un golpe a su coche, esta vez con el mío al aparcar en nuestro garaje.  Roberto sencillamente me miró con ojos de despreció y ni me volvió a mirar ni dirigir la palabra durante cuatro días.  Lo pasé muy mal, muy muy muy mal.  Vagaba por el trabajo y casa como alma en pena.  Al cuarto día llegué del trabajo totalmente desmoralizada, Roberto ya estaba en casa,  en su despacho con la puerta cerrada.  Suspiré preocupada y subí a mi habitación.

Sobre la cama un puff del salón y dos pares de esposas que salían de cada lado del cabecero.  Encima de puff una nota.

“coge el vibrador de tu mesita y póntelo en el culo, esposarte las muñecas y ponte tumbada con el culo en pompa sobre el pub y ponte una venda en los ojos.  En 10 minutos te voy a dar lo tuyo”

Me desnudé con el corazón a cien, busqué a la carrera el vibrador.  Me mojé dos dedos y rápidamente empecé a masajearme el ano, en nada me metí un dedo en el bull y poco después uno nuevo, en menos de dos minutos tenia el culete un poco dilatado, suficiente para en cuclillas meterme el falo de goma.  Me dolió un poco, pero finalmente entró hasta el fondo.  Sin perderlos me tumbé en el puff, me puse la venda y palpando me supe la primera esposa y la segunda al no poder cerrarla con una mano me quedé apoyado en ella.

La puerta se abrió unos minutos después y oí unos pasos hacía mi, me cogió con delicadeza mi muñeca libre y cerró la atadura de metal sobre ella.  Noté como se ponía de rodillas ante mi y como su capullo rozaba mis labios.  Abrí la boca y Roberto aprovechó para metérmela hasta la garganta.  No se la chupaba, simplemente me dejaba hacer pues era él quien me follaba la boca.  Se la lamí largo rato hasta que sin avisar Roberto la sacó y bajándose de la cama, me rodeó y cogiéndome por las caderas me metió la polla en el coño hasta el fondo.  Mi marido tiraba de mis caderas quedando mis brazos estirados por efecto de las esposas.  LA barriga de mi hombre evitaba que el vibrador en mi ano mientras él bombeaba.  El chocar de su dura polla con el solido vibrador me mataba de gusto.  Nos corrimos juntos, yo afortunadamente por el culo y el coño a la vez.

De nuevo nos juramos amor eterno desde el momento en que me soltó de mis ataduras hasta que finalmente apagamos la luz de la habitación.

Fueron tres meses muy buenos hasta que llegó el puente de mayo.  Roberto me pidió que comprase billetes de tren para irnos a Lisboa.  El se encargaba de los restaurantes y del hotel y yo debía comprar los billetes.

Quedé en recogerle en su oficina en un taxi para ir a la estación de Atocha, llegamos 20 minutos antes de salir el tren.  Íbamos con tiempo por lo que nos lo tomamos con calma.  Cunado fuimos a mirar la vía de salida no encontramos Lisboa por ninguna parte.  Al preguntar ya con ciertas prisas en información me temblaron las piernas al oír – no señorita, el tren a Lisboa sale de la Estación de Chamartín – Roberto me miró con cara de odio, sobre todo porque me había indicado que me asegurase de la hora y estación.

No le volví a ver.  Roberto cogió su maleta y no me dijo nada. Simplemente salió de a estación y despareció en el interior de un taxi.

Volví a casa entre sollozos esperando encontrármelo allí.  Roberto no dio señales de vida durante toda la semana siguiente.

Volví a casa el viernes pensado que mi inutilidad había destrozado mi matrimonio.  Al entrar en mi dormitorio note que la puerta no estaba como la había dejado.  Roberto había vuelto en mi ausencia.  Entré en el cuarto esperando encontrármelo dentro pero ante mi desesperación solo una nota descansaba en mi cama.

“A las 10 en punto te quiero desnuda y de rodillas en medio del salón.  Quiero que te pongas las esposas de tobillos y muñecas, esta venda, este ipod en los oídos y esperes”.

Me duché, me masturbé, me volví a duchar y a y media bajé al salón desnuda como dios me trajo al mundo.  Me coloqué las esposas en mis tobillos y dejando la cadena a mi espalda me cerrar las esposas de la muñecas a la espalda una vez puesta la venda.  Quedé expectante oyendo a Metallica a toda hostia y sin saber que pasaba a mi alrededor.

Ni noté su presencia cuando una polla me dio unos golpecitos en la boca.  Abrí los labios y saqué la lengua.  La polla no se movió y yo empecé a dibujar excitantes círculos alrededor de aquel capullo que imaginaba rojo y duro.  Me la tragué de un golpe de cabeza y empecé a engullir como si el mundo se fuese a acabar.  Roberto me cogió de la coleta y me hizo acompañarle bajando la cabeza mientras él se arrodillaba.  Unas manos abrieron mis cachetes y sin darme cuanta siquiera que pasaba una polla empezó a entrar por mi dilatado ano.

No me podía creer que mi marido me hiciese pagar aquello compartiéndome con alguien, estuve a punto de protestar, pero cuando una relámpago de placer recorrió mi espalda una vez la polla de mi culo estuve dentro simplemente solté un gemido sordo y empecé a disfrutar la nueva polla a la que Roberto me había invitado.

Roberto me cogió de la coleta para marcarme el ritmo, el de detrás agarró mis tetas y empezó a pellizcar mis pezones.  Yo aguanté chupando hasta que un orgasmo me invadió y no pude más que mantener mi boca abierta con la polla de mi marido apoyada den mi lengua.  Roberto dio dos pasos para contemplar mi orgasmo.

El de detrás me la sacó dejándome tirada en el parquet de nuestro hogar conyugar.  Roberto, lo reconocía por su olor, me cogió de los hombros y me dirigió hacia una esquina la sala donde me hizo sentarme en un consolador con consola de grandes dimensiones.  Estaba tan caliente que aquello entró sin problemas en mi coño.  DE cuclillas empecé a saltar sobre aquello sin siquiera pensar que un desconocido me miraba al lado de mi marido.  A pesar de las esposas logre mantener el equilibrio, pero este mejoró cuando acercaron ambas pollas a mi cara y no tuve mas remedio que empezar a lamer al principio con un poco de corte y después devorando una a una ambas pollas.

Me volvía loca la polla de plástico y me estaba encantando tener a dos hombres a mi disposición.  Siempre he pensado que cuando una mujer tiene una polla en la boca esa mujer tiene el destino de ese hombre en su mano, ese hombre se convierte en un títere a su lado.  Yo tenia a dos.

Llevaba aproximadamente una media hora saltando sobre aquello, me dolían los tobillos pero mi coño estaba encantado.  Una de las pollas se retiró y esperé una descarga de semen en mi cara, algo que no ocurrió.  Un minuto después se apartó la segunda polla de mi cara, el dueño de ella me cogió de hombro y me acompañó a la zona donde estaba el sofá. 

Quien me dirigía me hizo darme la vuelta y sentarme sobre la polla de mi marido que esperaba empalmada sentado en el sofá.  La minga entró sola debido a lo excitada que estaba.  Roberto agarró mis tetas con una mano y empezó a darme golpes   en el clítoris, el invitado metió su polla de nuevo en mi abierta boca y empezó a meterla y sacarla como si el mundo fuese a acabar.  Solo sacó de mi boca para subir mis piernas poniéndolas sobre sus hombros y penetrándome el coño.

Estaba por un lado encima de Roberto con el único apoyo de su rabo dentro de mi culo y por otro colgada de mis piernas de los hombros de un desconocido que con su polla taladraba mi conejo.

Solo había probado antes a tener un consolador en un agujero y una polla en el otro, pero he de reconocer que dos pollas me mataban de gusto.

Nos corrimos los tres como locos, yo casi me desmayo del placer que acababa de recibir el desconocido aguanto con su polla en mi interior un rato corto hasta que sacando su polla de mi vagina un rio de lefa calló sobre las piernas de Roberto que jadeaba en mi oído.

El desconocido desapareció tal y como había llegado, cuando Roberto me quitó la venda nuestro salón era un campo de batalla, pero estábamos solos.

De nuevo nos prometimos amor eterno y yo ser mas dirigente.

Dos meses después y un día sin darme cuenta Roberto estaba buscando unos papeles cuando abrió el cajón de los pasaportes y los papeles importantes.

-       Esther, ¿se puede saber que es esto? – yo baje corriendo hasta el salón.

-       Pues las entradas para la opera de la semana que viene.

-       ¿las que te pedí que comprases hace seis meses?

-       Si.

-       ¿Las del concierto que se celebró ayer?

-       ¿cómo que ayer? – dije mientras las cogía de su mano para ver la fecha.  Roberto me miró y salió de la habitación…

CONTINUARA…

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