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Mejores Amigas (1)

en Trios

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Vi el reloj, eran las 5:30am. Estaba cansada, moría de sueño. Mi panocha y mi culo me ardían. Mis nalgas me dolían por tanto golpe, mi cabeza me dolía, por tanto estirón que me habían dado.

Y aun así, traía una sonrisa de oreja a oreja. La noche que pasé había sido perfecta. Me comprometí con Rafa y cogí con él y con mi hermana toda la noche hasta las 4am. Dormí cerca de una hora.

No podía creer la fuerza que había sacado para aguantar tanto, la fuerza de Olga me sorprendía y sobre todo el rendimiento de Rafa.

No era la primera vez que ellos dos se desvelaban haciendo eso. Y yo estaba feliz de haber sido incluida en estos desvelos.

Abrí la regadera, solo el agua fría para despertarme y sin pensarlo me metí. Di un brinco. Me mojé toda, agarré shampoo y me lavé el cabello.

Lavé todo mi cuerpo y cerca de las 6am terminé. Salí y caminé al cuarto. En la cama, estaba acostado Rafa, desnudo. Y mi hermana ya estaba despierta, desnuda también, caminando por el cuarto.

Mi hermana se miraba un poco más despierta que yo. Caminó directo a mí, y me dio un pico en la boca. Fue un beso de lo más normal.

-¿Cómo le haces? –Pregunté.

-¿Para? –Me dijo.

-Para andar como si hubieras dormido toda la noche. –Dije.

-No querrás saber. –Me dijo. –Pero te recomiendo que ahorita pases a la tienda por una bebida energética.

-¿No me vas a decir? –Le reclamé.

Me vio y me guiñó el ojo. Luego salió. No le tomé mucha importancia y me dediqué a vestirme.

Me puse la ropa interior y un short. Pensé en ponerme una playera interior pero deseché la opción. Me puse la playera de la preparatoria.

No me abroché la playera y saltaron mis pechos enormes a la vista, traía un escote que no dejaba nada a la imaginación. Me vi en el espejo y se miraban mis pechos desnudos de arriba. Me incliné un poco, luego me agaché más y con mucha atención, las personas podían ver mis pezones. Sonreí.

Me puse la falda, me la subí un poco más de lo normal. Si me inclinaba como lo había hecho hace unos segundos, las personas mirarían todo para dentro. Me tapaba el short. Pensé en quitármelo pero se esfumó esa idea.

Me puse mis zapatos e intenté maquillar mi cansancio. Sin éxito pero al menos se tapó un poco. Me cepillé mi cabello y lo dejé suelto.

Me vi en el espejo. Iba vestida como nunca; me miraba como muchas de las putas que iban a la preparatoria. No me importó. Vi a mi novio dormido, agarré el anillo y me lo puse. Me despedí de él mentalmente y salí rumbo a la preparatoria a las 6:50am

Llegué, mis amigas me esperaban en la entrada. Vi a Marcela sonreír.

-Te ves increíble, July. –Me dijo.

Saludé de beso a las 3.

-Se ve que tuviste una noche para recordar. –Me dijo Karla. Se miraba muy cansada también.

-La tuve, la pasé con mi novio. No dormimos. –Dije. Me di cuenta que esa respuesta la dio otra persona que no era yo. Voltee a ver a la casada. –Pero nos cuidamos. –Terminé.

-Una vez que empiezas, ya no hay nada mejor. –Dijo Marcela.

-Sin duda. –De nuevo respondió otra persona. No me reconocí. -¿Ustedes que hicieron? –Pregunté para desviar la atención.

-¿Yo? Trabajar, dos días seguidos. –Dijo Karla. –Pero me fue muy bien. –Sabía a qué se refería.

-Salí con mi novio y su familia, a la playa. Allá nos quedamos. Nos fuimos el viernes cuando salimos de aquí y regresamos anoche. –Dijo Marcela.

-Y yo fui con mi mamá. –Dijo la casada.

Escuchamos el timbre y entramos al salón. La clase empezó y a los 5 minutos, me puse detrás de Marcela y me recosté. Cerré mis ojos. A las 8:40am se escuchó el timbre para salir al descanso. Me despertaron.

-Chicas. –Dijo la casada a Marcela y a Karla. –Vayan por un café, pídanlo bien cargado, para July. –Mis dos amigas se alejaron. –Ahora sí, estamos solas. Debemos hablar. ¿Qué te está pasando?

-¿De qué? –Pregunté. Mi cabeza me empezó a doler.

-Ellas… -Señaló a mis amigas. –No ven lo que yo veo. Mírate, para empezar como andas vestida. Se te ven los pechos, que ha decir verdad, no pasan desapercibidos cuando los traes tapados…

-Amiga, míralos. ¿No están hermosos? –Le dije. Noté un poco de susto en sus ojos. –Me refiero a que, tengo bonitos pechos y uso un escote, muchas mujeres lo hacen.

-Y eso no te alego, de hecho tú tienes los pechos más hermosos que he visto…

-¿Entonces cuál es el problema? –Interrumpí. Me sentía mal por mis palabras, no era yo. Pero no podía controlarme.

-… Las mujeres usan su escote bonito. Tú, July, no estás usando un escote, estas enseñando las chiches, porque aparte esa falda está muy arriba. Te estás promocionando. –Me dijo. Se calló.

-Si un chavo se me acerca y esta guapo, no le veo problema para meterme con él. –Dije.

-July, ahorita estoy casada y tengo un hijo. Cuando estaba soltera hice tantas cosas con tantos hombres.

-Si tú lo hiciste, ¿Por qué yo no? –Dije un poco molesta.

-Lo hice mientras estuve soltera. –Me dijo. –Cuando salí embarazada, ahí se acabó todo para mí. Nunca más me metí con otro hombre que no fuera mi esposo.

-Yo ni casada, ni embarazada. Y les gusto a los hombres, no le veo nada de malo. –Mi molestia aumentó un poco más.

-Ese anillo es de compromiso. Significa que te vas a casar. Tienes ya un compromiso. –Sonaba muy molesta. En su rostro también se notaba.

-Aun no me caso. –Mi molestia llegó al máximo.

-Pero le debes un respeto a tu novio, ya no debes andar de punta porque yo sé... –Me dijo.

Mi cuerpo se encendió. No me pude controlar, levanté mi puño y le pegué en la nariz lo más fuerte que pude.

-Tu… no… lo espero de otras pero tú no… me digas así… -El coraje me invadió por completo. Me levanté y me dirigí a la dirección de la escuela. Me regresé. –Yo, ¿Puta? Tú saliste embarazada luego de meterte con muchos hombres. Tú si eres una puta. –Me voltee y me fui.

Entré a la dirección.

-Buenos días. –Me saludaron.

-Buenos días. ¿Se encuentra el director? –Pregunté.

-Permíteme. –Me dijo la secretaria. Entró y a los segundos salió de la oficina del director. –Adelante.

Entré.

-Buenos días. –Me saludó. -¿Cómo estás?

-Bien y ¿Usted? –Le dije.

-Bien. Siéntate. –Me dijo. Lo hice. Noté que miraba mis pechos. –Hermosos. –Dijo.

-A la orden. –Dije. Sonrió.

-Ésta semana te necesito, el jueves y el sábado. Vienen dos clientes. El del jueves quiere un trío, si haces, ¿No? –Me preguntó.

-Claro. ¿Con otro hombre o con otra mujer? –Pregunté.

-¿Hay alguna diferencia? –Me dijo.

-No, por mi cualquiera de las dos está bien.

-Perfecto. Quiere a dos muchachas. ¿Ya hiciste amigas en el trabajo? –Me preguntó.

-No, ahí le hablo a una pero sin mucha confianza.

-¿Alguna que se te ocurra? Para que las dos se sientan cómodas y hagan buen trabajo.

-No, usted escoja, yo me acomodo con cualquiera. –Silencio. –Bueno, si se me ocurre una. –Dije.

-Dime.

-Mi amiga Karla.

-¿Ustedes ya tuvieron algo?

-Más o menos.

-Está bien, ella y tú lo atenderán. –Me dijo. –Ahora sí, dime, ¿Qué pasó?

-A sí. –Dije mientras recordaba a que había ido. –Ando muy cansada, anoche no dormí y quisiera que me diera permiso de retirarme para descansar.

-Claro, no hay problema. Tú sabes que puedes faltar si así lo deseas. Tus calificaciones no se verán afectadas.

-Gracias. Me retiro, con permiso. –Y me dirigí a la salida.

Cuando pasé por su lado, me agarró del brazo y me jaló hasta donde estaba sentado. Quedé de frente a él, mis pechos quedaron a la altura de su rostro. Con una de sus manos, rodeó mi cintura y con la otra levantó mi playera y levantó mi brassier. Cayeron mis tetas.

Llevó su boca a mis pezones, los llenó de saliva.

-Profesor, aquí no. Espere. –Le dije. –Si quiere, lléveme a mi casa y allá le seguimos. Aquí alguien puede entrar y vernos.

-No te preocupes. –Me dijo. –Mi secretaria sabe que no debe interrumpir. Tus chiches son hermosas.

-¿Le dijo que íbamos a coger? –Pregunté gimiendo.

-Claro, aquí me he cogido a muchas alumnas en horas de clases. También me he cogido a ella.

-Entonces, vamos a coger. –Le dije. Me quité mi playera y mi brassier. Me hinqué frente a él y empecé a desabrochar su pantalón. Sonó el teléfono. -¿Qué pasa? –Dije. -¿No que no nos iba a interrumpir?

-Si nos habla es que llegó mi esposa. –Dijo. Se levantó. –Vístete y siéntate. –Me ordenó. Salió de la oficina. Yo me vestí rápido.

A los 3 minutos entró el director y su esposa.

-¿Estabas ocupado? Si quieres espero fuera. –Dijo su esposa.

-No te preocupes, ella ya se iba. –Dijo el director. –Quedamos en eso. –Me dijo.

-Si profesor. Buenos días. –Le dije a la señora.

-Buenos días. –Me dijo. –Yo también me voy, solo vine avisarte sobre los pendientes. Es una semana muy ocupada.

-Sí, yo me encargo. –Dijo el director.

-Regreso el viernes. –Le dijo la esposa.

-Yo me retiro. Con permiso. –Y salí.

Caminé directo a la salida.

-July, espera. –Voltee y era Marcela. -¿Qué pasó? Ya me platicó la amiga lo que hicieron.

-No quiero hablar de eso. –Le dije recordando el suceso. –Me voy a mi casa. Dile por favor a Karla que me lleve la mochila a mi casa. –Seguí caminando sin escucharla más. Salí de la preparatoria.

Caminé a la calle principal y me puse a la orilla de la calle a esperar a un taxi. Empecé a llorar, con mucho sentimiento. Caminé hasta una jardinera y me senté, seguí llorando.

Pensé en mi amistad con mi amiga, en que lo más probable es que ya se haya acabado. Pasaron 10 minutos hasta que escuché un auto sonar su claxon. Levanté la mirada y era la esposa del director.

-¿Qué haces ahí? Ven, sube. Te llevo. –Me dijo.

-No gracias, estoy bien.

-No lo estás, mírate. Ven sube. –No me insistió mucho y subí a su camioneta. –Julia, ¿Verdad? -Asentí mientras me limpiaba las lágrimas. Luego de eso no hablamos para nada. La camioneta siguió un rumbo. Luego de unos minutos:

-¿A dónde vamos? –Pregunté.

-No sé, tú dime. –Me dijo.

-Yo vivo en ‘’x’’ colonia.

-Para allá vamos. –Dijo. Silencio de nuevo. Luego de unos 2 minutos. -¿Por qué llorabas?

-Por nada. –Dije de manera seca.

-¿Qué harás en la tarde? –Me dijo.

-Nada. Dormir.

-Paso por ti a las 2pm para ir a comer.

-No lo sé…

-Pasaré por ti. –Me dijo. Y de nuevo el silencio. Llegamos a mi casa y me recordó de la salida. Asentí. Me bajé, entré a mi casa.

Seguía triste. La casa estaba vacía, mi hermana ya no estaba y Rafa ya se había ido. Me desnudé completamente y me metí en la cama. Cerré mis ojos, lloré hasta quedar dormida.

El teléfono sonó, desperté. Tardé en abrir los ojos. Pensé en mi amiga, y por un momento pensé que todo había sido un sueño. Dejó de timbrar el teléfono. Lo agarré, era la 1pm.

Me levanté al baño. De nuevo sonó el teléfono. Vi el número que no conocí.

-¿Si? –Dije. Ya me sentía más descansada.

-¿Ya estás lista? –Me dijeron. Reconocí la voz de la esposa del director.

-Oiga, le agradezco que quiera ayudarme pero quiero descansar. –Le dije.

-A las dos paso por ti. –Me dijo y colgó.

Me sentí un poco molesta. Me bañé y arreglé sin mucho ánimo. Eran casi las dos.

Llegó mi hermana. Traía una sonrisa.

-July, ¿Si me vas a ayudar? –Me dijo.

-¿A qué? –Pregunté distraída.

-Dijiste que ibas a ayudarme a conseguir novio.

-A si, empezamos mañana. –Le dije.

-¿Qué te pasa? –Me preguntó.

-Nada. Voy a salir ahorita.

-Está bien, nos vemos. –Se acercó a mí y me dio un beso. De alguna manera me hizo sentir un poco más tranquila su beso.

Oí el claxon del auto de la esposa del director. Mi hermana me vio.

-¿Tienes que ir? –Me preguntó con una voz muy dulce que caí rendida.

-No. –Y me le lancé a sus labios. Nos besamos. Olga no perdió el tiempo y me agarró las nalgas, me las apretó.

Se separó y me vio.

-Pero tienes que ir, ¿Verdad? –Asentí. Sin decir nada más, salí de la casa. Vi la camioneta.

-Hola. –Me saludó. -¿Tienes hambre? –Preguntó. Me di cuenta que traía mucha hambre. Asentí. -¿A dónde quieres ir?

-A donde usted quiera. –Dije.

-¿Te parece una cafetería? –Preguntó.

-Aja. –Y la camioneta avanzó.

-Por cierto, me llamo Edith. –Me dijo.

No dijimos nada en todo el camino. Llegamos, nos sentamos y ordenamos. Yo no tenía ánimo de nada, tan solo quería terminar la comida e irme a la casa.

-Entonces Julia, dime, ¿Qué te orilló a trabajar con nosotros? –Dijo. Su pregunta me tomó por sorpresa.

-No… no sé. –Dije tartamudeando.

-Tengo muchachas desde los 18 hasta los 30. –Dijo. –Rara vez nos encontramos con alguna chava más chica y la metemos. No lo hacemos para no meternos en problemas, me entiendes. –Asentí. –Y cómo te has dado cuenta, mi esposo se encarga de prepararlas desde la preparatoria.

-Yo no sé… yo no… -La plática se empezó a poner algo incómoda para mí. Este tipo de plática la tendría con mis amigas de mucha confianza. No con ella. ‘’De hecho, no tengo amigas con quien tener esta platica”, pensé.

-Tranquila. –Me dijo sonriendo. –Nosotros nos dedicamos a la prostitución de esta ciudad. Gente de todo el país viene y nos piden nuestros servicios. Somos una organización grande en todo el país. –Silencio. Nos sirvieron la comida. –Mi esposo y sus contactos se encargan de reclutar a las muchachas. Que tú hayas entrado no es casualidad. –Dijo. Agarró comida.

Por primera vez, su plática se me hizo interesante.

-¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? –Dije. Mi corazón latió muy de prisa.

-Por medio de algunos contactos, nos enteramos de una prostituta en la ciudad. Batallamos en dar con ella, por lo mismo, fuiste tan obvia que anduvimos buscando mal. –Me dijo.

-¿Yo? –Dije sorprendida.

-Sí, un día, una persona de nuestra confianza contrató tu servicio. Cuando nos dijo quién era, no lo podíamos creer. Esa niña, la mejor alumna de primer año, seria, de dinero y con un cuerpazo increíble, era una prostituta. –Dijo. -Te confieso que desde la primera vez que te vi, me gustaste, quería que te unieras pero tampoco forzamos a nadie. Te juntamos a Karla y a Marcela para que te convencieran pero no lo lograron.

-¿Mis amigas? –Estaba muy sorprendida. -¿Marcela trabaja para ustedes?

-Karla si, Marcela es amante de mi esposo. Se supone que nadie sabe así que lo dejamos en secreto. –Me guiñó el ojo. –Karla insistía en que si caerías, pero Marcela decía que nunca ibas a caer, que eras niña buena.

Y ya con más confianza.

-Y me imagino que invita a comer a todas sus putas. –Dije un poco molesta.

-No, para nada. –Dijo sonriendo.

-Con el dinero que usted tiene y las amistades que se puede conseguir. ¿Qué hago aquí?

-Todas las muchachas que trabajan para mí, buscan solo una cosa: dinero. Si las invito y vienen, solo será por interés. Porque soy la jefa, porque tengo dinero, porque puedo ayudarlas. Esas no son amistades.

-Pero debe tener otras amigas que no se dediquen a esto. –Dije.

-Julia, este negocio, como te habrás dado cuenta, no es bueno. Tenemos mucho dinero pero sacrificando familia, amigos…

-Lo siento. –Dije.

-No me arrepiento. –Me dijo. –Me uní a esto porque me gusta el sexo. Gracias a este trabajo conocí a la persona con la que estoy casada y por fortuna, estoy donde estoy.

-¿No le incomoda que su esposo se meta con otras muchachas?

-¿A ti te incomoda que tu novio se meta con otras? –Me tomó por sorpresa su respuesta. No respondí. Ella interpretó mi silencio. –Pero este trabajo acaba con tu vida. –Me dijo.

-¿Cómo?

-Cuando recién comencé a trabajar en esto, me pelee con mis amigas. Les comenté mi trabajo y no lo entendieron y hasta la fecha no hemos hablado.

-Entonces ¿No tiene amigas? –Pregunté.

-A veces salgo a comer con ciertas personas, pero no amigos de confianza. –Me vio. –Parece difícil de creer.

-La entiendo de alguna manera. –Dije bajando la vista. Recordé la pelea con mi amiga.

-Tenemos muy pocas amigas en este trabajo. Amigas de verdad, que nos entiendan. –Dijo. Vi que ella también bajó la vista.

-¿Le sucede algo? –Pregunté.

-¿Te puedo platicar algo? –Me dijo. Asentí. De alguna manera empecé a sentir confianza con ella. –Hace 4 años conocí a una persona, una de mis trabajadoras, una chica sencilla, excelente persona. Pude hacer una hermosa amistad con ella.

-Y ¿Qué pasó? –Pregunté. Empezaba a tener paz y tranquilidad.

-Este trabajo es muy peligroso y muy tentador. Cierto día, el poder la tentó tanto que decidió irse y desde ese día que no hablo con ella. –Me dijo.

-Lo dice como si fuera culpa de usted. –Dije.

-Tuve la oportunidad de ayudarla pero hice caso omiso a lo que pedía. Perdí una gran amiga.

Se hizo el silencio. Las siguientes 2 horas y media me platicó la historia de su vida, de cómo llegó y todo lo que hizo. Mi sonrisa regresó a mi rostro. En ese tiempo recibí algunas llamadas y algunos mensajes que no respondí. Ni siquiera miré. Vio su reloj.

-Son las 5pm. Me tengo que ir. ¿Te dejo en tu casa? –Me preguntó.

-Si, por favor. La pasé bien. –Le dije.

-Ojalá salgamos otro día. –Me dijo. Asentí. Salimos rumbo a mi casa.

Durante el camino recibí una llamada. Era el número del profesor. Recordé que había quedado con él.

-Sí, ¿Hola? –Dije.

-Hola July, ¿Cómo estás?

-Bien, y ¿Usted? Profesor. –Respondí.

-Bien. Disculpa, me ocupé con unos asuntos, no te pude marcar para ponernos de acuerdo para otra hora.

-No se preocupe, profesor.

-Ahorita, ¿Puedes? –Me preguntó.

-Voy rumbo a mi casa, ya le dije donde vivo. Lo espero en 30 minutos, ¿Le parece?

-Perfecto. –Dijo. –Oye y quería pedirte un favor.

-Dígame.

-Lo que pasa es que tengo un amigo, que se quiere unir con nosotros…

-¿Le habló sobre mí? –Interrumpí.

-No, claro que no. Pero siempre hemos tenido esa fantasía, estar con una mujer y… pensé… en ti…

Me quedé un rato en silencio, pensando.

-¿Por qué pensó en mí? –Pregunté.

-Porque te gusta hacerlo por simple placer. Pienso que esto lo ves como una oportunidad para disfrutar…

-Y no piensa mal. –Dije. –Los espero a los dos. –Y colgué.

Mi corazón latió de excitación. Sonreí.

-Y ¿Esa sonrisa? –Me preguntó Edith.

-Nada. –Dije. No podía evitar mi excitación.

-No pude evitar oír que hablabas con un profesor. ¿Es de la preparatoria? –No dije nada. –Hace algunos meses mi esposo me platicó que una maestra se había quejado con él, diciéndole que había visto a una alumna y a ‘’cierto’’ profesor, teniendo relaciones sexuales en la escuela. –Abrí mis ojos lo más que pude y mi corazón siguió latiendo pero ahora de miedo.

-¿Me vieron? –Dije mirando a Edith.

-Ella solo vio al profesor. Pero no alcanzó a ver a la alumna. Se asustó y salió corriendo.

-Y ¿Qué pasó? –Pregunté asustada.

-El caso lo tomó directamente mi esposo. Hablamos con el profesor. Solo le dijo que fuera más cuidadoso y claro, supimos que fuiste tú la alumna que cogió con él. –Me dijo.

-¿Tan mal he hecho las cosas? –Pregunté al aire.

-Si. –Dijo a secas Edith. –A estas alturas, imagino que muchos alumnos saben de tus cosas.

-¿Qué hago? –Pregunté asustada por primera vez. Me abrazó. Sentí sus brazos cálidos.

A lo que más o menos había escuchado me estaba asustando. Mucha gente sabia de mí, sabia de mis cosas, me tenían en ese concepto. Me gustaba el sexo, me encantaba pero quería disfrutarlo al máximo. Empecé con mi novio Rafa, y si hubiera seguido solo con él, sexo no me hubiera faltado. Pero quería algo más, quería usar mi cuerpo y dárselo a todos y todas las personas que me gustaran.

Realmente nunca me cuidé. Y si seguía así, mis papás se darían cuenta de todo. Solté el llanto.

-Sí, te voy a ayudar. Pero primero quiero que te olvides de los errores que has cometido. En unas semanas son vacaciones, todos se van a olvidar de ti en ese tiempo. No vas a trabajar tampoco, al menos en esto.

-Sí, dígame que más hago. –Dije, llorando. No podía parar.

-En estos días, dedícate solo a dos personas: a tu novio y a tu amante. –Solté más llanto. Sabia de mi novio y mi amante. –Yo hice una investigación más profunda.

-Y ¿El profesor? –Le dije. -Quedé en verme con él en un rato. En mi casa.

-Cancélale. Dile que mañana a medio día. –Me dijo. –Es un buen amante, pero está muy grande para ti. Dile que se van a ver en un hotel, que tú vas a pagar pero te tiene que llevar a comprar ropa sexy. Es uno de mis consejos, aprovéchate. Que le cueste.

-Pero me dijo que quiere llevar a un amigo. –Le dije sollozando, más tranquila.

-Mucho mejor. Que te lleven a comprar ropa.

-Edith, ¿Pero eso no va a llamar más la atención hacia mí? –Pregunté.

Se quedó un rato callada. Habló.

-Él es buena persona, claro, engaña a su mujer y a sus hijos con niñas de su edad. Pero no te expondría porque él se metería en líos. –Agarró su cartera y sacó una tarjeta. –Es mi tarjeta de crédito, tómala.

-Hay no, no podría. –Le dije.

-Mañana, quiero que te los lleves a otra ciudad. Quiero que te distraigas. Diles que te lleven de compras, ve a comer y llévatelos a un hotel. Pasa toda la tarde allá. Yo me encargo de tus cosas de acá. –Me dijo.

Silencio. Sus palabras, a pesar de que no decía la manera en que me ayudarían, me hicieron sentir muy tranquila.

-Gracias. –Le dije y nos abrazamos.

Llegamos a mi casa.

-Saldré por unos días, viaje de negocios. –Me dijo. –No respondo llamadas ni mensajes pero dame tu número. –Se lo di. –Marca para cualquier cosa. Regreso el viernes. –Y dicho esto, me bajé y nos despedimos.

Entré a mi casa todavía temblando de miedo, pensando en todo lo que había hecho. Todo estaba muy mal, pero quería empezar de cero. Tenía una persona que me ayudaría, y no era cualquiera persona, era una que me entendía en todo, mi vida, mis gustos, mis sentimientos. Respiré hondo.

Caminé rumbo a mi cuarto. Entré y vi a mi hermana acostada, desnuda, dormida.

Agarré mi teléfono y le hablé al profesor.

-Profesor, soy July.

-Dime.

-Me ocupé pero mañana temprano nos vemos, ¿Qué le parece? –Y nos pusimos de acuerdo.

Había sido un día demasiado pesado, quería que terminara. Vi la hora y no eran ni las 6pm. Agarré un par de pastillas, me quité la ropa y me acomodé a lado de mi hermana. Cerré mis ojos.

Solté un gemido. Instintivamente llevé mis manos a mi entrepierna. Agarré la cabeza de alguien.

-Rafa tiene razón, con bello es muy rico hacer sexo oral. –Escuché a lo lejos la voz de mi hermana.

-¿Qué… que haces? –Pregunté mientras gemía. Estaba sintiendo muy rico.

-Es… maman…te la panocha y lue… … a coger. –No entendí nada de lo que me dijo. Entre lo rico que sentía y medio dormida, no escuchaba bien.

Sentí que se levantó y llevó mis piernas a sus hombros. Me sentía muy húmeda, escurría mucho líquido. Había tenido un orgasmo. Me metió el dildo de un golpe, no batalló en entrar.

-¡Hmm! –Solté un gemido. –Dame fuerte. –Dije como pude.

Empezó a empujarme contra la pared. Me perdí totalmente. Perdí la noción del tiempo, de lo que pasaba.

-… así me hizo. –Decía mi hermana. No escuchaba bien. –…me … por atrás… Kar… dijo… mañana… yo… -Me puse dura y tuve un segundo orgasmo. Solté mi cuerpo, mi hermana lo sintió porque se salió. Sentí que se acomodó a mi lado…

Abrí los ojos. Voltee y mi hermana no estaba. Agarré mi teléfono y eran las 10am. A las 12 pasaría el profe por mí.

-¿Lo soñé? –Dije. Vi en el buró y estaba el dildo, lo agarré y me lo llevé a la boca. Aun sabía un poco a panocha. –Lo hicimos. –Dije emocionada. Me recosté en la cama.

Pensé un poco en el sexo con mi hermana. ‘Es mi hermana, pero también es una persona. Si esto es solo sexo, no le veo nada de malo.’ Pensé.

-Sí, no tiene nada de malo. Pero no es lo mismo. –Dije. Me levanté a bañarme. –Por ejemplo, a mí me gusta mamar verga, me gusta el sabor de la carne, me gusta el sabor de la leche, ver la cara del hombre mientras se la mamo. Con una mujer no es lo mismo. –Abrí la llave del agua y me bañé.

Terminé.

-Otra cosa es sentirla adentro, como bombea cuando está dentro, tragar leche, las manos, los brazos, y más cosas… si lo veo solo como sexo, el estar con otra mujer, si está bien pero es mejor con un hombre. –Dije.

Vi mi ropa interior y tomé una tanga azul que hacia juego con un brassier. Me puse una camisa de cuadros y un short de mezclilla que estaba roto de abajo. Me puse unos tacones. No me miraba nada mal.

Sonó mi teléfono. Era el número del profesor.

-Hola. –Dije.

-Buenos días, July. ¿Estas lista?

-Sí, y ansiosa.

-Y nosotros también. Salgo en media hora pero mi amigo puede pasar por ti…

-¿Ya le dijo donde vivo?

-No pero…

-Dígale que lo veo en la plaza en 10 minutos.

-Está bien…

No lo dejé hablar más y colgué.

Le marqué a Edith. Tardó en contestar pero lo hizo.

-Hola. –Dijo. –Espera, espera. Deja respondo esta llamada. –Escuché que dijo.

-¿Está ocupada?

-No te preocupes, dime.

-Estoy lista y ya van a pasar por mí. –Le dije. -¿Algún consejo?

-¿A dónde van a ir? –Me preguntó.

-A ‘x’ ciudad. –Le dije.

-Vayan a tal hotel, pide la mejor habitación. He ido y la verdad esta excelente, hay una cama matrimonial, una sala, mini bar, jacuzzi y más cosas. Pide la de más arriba, hay un balcón y da una vista espectacular a la ciudad.

-De acuerdo. –Dije.

-El camino es largo, son como 40 minutos. Durante el camino, va a ver besos, caricias, fajes y demás. Se trata de que tú disfrutes, no ellos. Si dejas que te la metan, ni siquiera van a llegar a la ciudad. Ellos habrán cumplido su objetivo.

-Entiendo. –Dije.

-Faja con ellos, mámaselas, que te la mamen, has de todo menos coger. Déjalos con ganas de más para que te deseen. Y en el hotel, destápate. –Me dijo. –Y no olvides comprar condones. –Terminó.

-Está bien. Eso haré. –Y dicho esto, nos despedimos.

Estaba lista. Agarré mi bolsa y salí rumbo a la plaza. Tardé cerca de 10 minutos en llegar. Había muchos autos, olvidé preguntar que auto traería. Sonó mi teléfono, era un mensaje de un número que no conocía.

-Ya te vi, estoy en una silverado 2005, color azul, detrás de ti.

Decía el mensaje. No conocía de autos, pero miré alrededor y ubiqué una camioneta brillando azul. Distinguí una persona arriba de ella. Caminé, ansiosa.

Abrí la puerta de aquella camioneta lujosa. Vi a un hombre de alrededor de 50 años, canoso. Estaba un poco gordo pero simpático. Me gustó la persona que vi.

-Hola. –Saludé.

-¿Qué tal? Julia, ¿Verdad? –Asentí. –Se quedó corto mi compañero.

-¿Qué le dijo? –Sonreí. Me subí a la camioneta. Me senté. Tenía el aire encendido.

-Que eras una mujer hermosa, con un cuerpazo, tetas grandes, unas nalgas deseables, pero no dijo nada de tu rostro tan hermoso, angelical, esa boca y esos labios gruesos, para morder, esa mirada de excitación y esas piernas, muy bien cuidadas, lisas y que piden a gritos ser abiertas.

-Y le faltó que le encanta la verga, y que voy a complacer a dos hombres. –Dije.

-Me encantas.

-Y lo que me falta por mostrar. –Terminé. -¿A dónde vamos? –Pregunté.

-Faltan 20 minutos para que salga el amigo.

-Por eso. -Dije. Desabroché los botones de mi camisa y saltaron mis pechos. –Debe ser un lugar tranquilo, lejos de las miradas, solo para besarnos y tocarnos un rato. –Llevé una de mis manos a su entrepierna.

Arrancó la camioneta. Llevó una de sus manos a mi pierna y me fue tocando. Tardamos 10 minutos en llegar. Nos acomodamos detrás de una secundaria, había un solar solo, lleno de árboles.

-Si supieras la cantidad de alumnos de esa secundaria que usa este solar para coger. –Dijo.

-Tendremos que venir usted y yo para averiguarlo. –Le dije. Me le acerqué. Acercó su cabeza y nos besamos. Con sus brazos rodeó mi cintura, tocó mi espalda. Tenía manos gruesas.

En ese momento comprobé lo que había pensado hace unos minutos en mi casa. Me gustaban más los hombres que las mujeres, sin duda. Así fueran de 15 años, de 30 o de 50 años. Era todo muy diferente.

Me separó, me vio, lo vi. Llevó sus manos a mis enormes pechos. A pesar de tener unas enormes manos y gruesas, las tocó con ternura.

-Hay que rico. –Dije. –Siga así.

-Son preciosas. Están grandes y siguen duras.

-Y aquí están para usted. –Desabroché totalmente mi camisa y saltaron mis pechos, sostenidos por el brassier. El amigo se agachó a morder la parte del pecho que quedaba al descubierto. Lo besaba muy rico.

En eso sonó su teléfono.

-¿Si? Está bien, ahí vamos. –Dijo.

-En mal momento cayó la llamada. –Dije.

-Sí, pero tenemos tiempo.

-Y de sobra. –Dije. Arrancó la camioneta y nos fuimos.

Nos estacionamos unas cuadras antes de la preparatoria. Luego de unos 5 minutos, se abrió la puerta de atrás. Voltee y miré al profesor subir.

-¿Cómo están? –Dijo con una sonrisa.

-Bien. –Dijo el amigo. Nos vio.

-¿Ya habían empezado sin mí? –Dijo con una sonrisa. Sonreí.

-Solo fue una probadita. –Dije.

-¿A dónde vamos? –Preguntó el amigo. El profe le explicó lo que haríamos. Arrancó la camioneta y salimos de la ciudad.

Ellos empezaron a platicar. Yo solo los escuchaba. Nos detuvimos en una tienda ‘oxxo’. Nos bajamos los tres. Sentí un aire en mis piernas, voltee alrededor y vi a varias personas viéndome. Me comían con la mirada. Sentí orgullo de que me vieran, de que nos vieran, de que se imaginaran que ese día cogería con esas dos personas. Caminé moviendo mis caderas con mucho orgullo.

Ellos compraron mucha cerveza, como para 20 personas. Al ver tanto licor no compré nada. El profesor se subió a conducir y el amigo se acomodó atrás.

-¿Por qué no te subes conmigo? –Me dijo el amigo. Yo no lo dudé y me subí con el atrás.

El profesor y el amigo agarraron una cerveza y se la tomaron de un trago, luego agarraron otra y arrancó la camioneta.

El amigo me jaló hacia él y me abrazó por la cintura.

-El profesor me ha dicho muchas cosas de ti…

-Espero que solo cosas buenas. –Dije interrumpiendo.

-Esas cosas buenas se ven sin que a uno le digan. –Me dijo el amigo. Con una de sus manos agarró mis pechos. Los masajeó y los apretó. Jugó con mis tetas un rato.

-¿Sabes que me gusta de ti? –Dijo el profesor. –Te conozco desde hace año y medio más o menos. Eres la clásica niña estudiosa, que cumple, que saca 10 en exámenes, alumna perfecta. Orgullo de sus padres. –Continuó. –A ustedes, los hombres casi no les ponemos atención. Pero en cuanto pusiste un pie en la preparatoria, todos los hombres empezaron a desearte.

-¿Por qué? Tantas mujeres y la mayoría putas y más buenas que yo. –Dije.

-No te equivoques. Excita demasiado una mujer inteligente y buena. Y la verdad, con esas tetas y esas caderas, y sobre todo lo bonita que eres, en estos momentos, eres la más deseable de la escuela. –Dijo, me puse roja. Hacía mucho que esas palabras que no me causaban pena. –Imagínate  que se enteraran que aflojas…

-¿No lo saben? –Dije.

-Nadie, te lo digo yo que hablo con los muchachos y me he cogido a muchas muchachas. –Respiré tranquila. Las palabras ayer de Edith me habían provocado un trauma, que desapareció en esos momentos.

-Y espero que siga así. –Y dicho esto, besé al amigo. Bajé la mano hasta su bulto, aun sin erección. Empecé a masajeárselo. Bajé a su cuello, luego regresé a su boca.

Sentí una mano en mi cabeza, con fuerza para que bajara. Me separé de él.

-¿Sabe que es lo que me gusta más del sexo? –Le dije.

-¿Qué cosa?

-Mamar verga. –Le dije. Sonrió.

-Entonces, adelante. –Se recostó en el asiento.

Miré para fuera de la camioneta, íbamos en medio de la nada rumbo a ‘x’ ciudad. La carretera estaba sola, salvo uno que otro auto pasaba. Igual, los vidrios polarizados de la camioneta me tapaban.

Miré al profesor, que me miraba con una sonrisa por el espejo retrovisor, le regresé la sonrisa coqueta. Me agaché y desabroché el cinto y el pantalón del amigo. Se me hacía agua la boca, ya quería que saltara la verga que me iba a comer.

Le bajé el pantalón con su ropa interior y apareció una verga aun flácida. Mojé mis labios con mi lengua y metí la verga a mi boca, empecé a mamar.

El profesor le subió a la música.

Poco a poco fue tomando tamaño y mientras lo hacía, se la iba llenando de saliva. Agarró su máximo tamaño, me separé a verla y era de un tamaño normal aunque más gruesa. Empecé a masturbarlo con la mano.

-Eres buena para mamarla. –Me dijo.

-¿Usted es casado? –Le pregunté.

-Si.

-¿Y su esposa no se la mama? –Le pregunté.

-Hace mucho que no lo hace. Nuestra vida sexual nunca fue buena.

-Pero sexo no le ha faltado. –Le dije.

-Tengo dinero, si supieras lo que se puede hacer con eso. –Dijo. Añadió. –Bueno, ya lo sabes.

-No se equivoqué conmigo. Yo tengo dinero. Estoy aquí con ustedes porque me encanta coger. –Dije y me metí de nuevo la verga a la boca.

-Profesor. –Le gritó. El profe le bajó a la música. -¿De dónde sacó a esta putita tan rica? –Dijo. Me tomó de la cabeza y me empujó contra su verga, me encantaba que lo hicieran.

Me salí y agarré una cerveza, me la tomé como pude en menos de 1 minuto. Luego abrí otra e hice lo mismo. Estaba caliente y mi panocha ya estaba mojada. Me olvidé de todo lo que me había dicho mi amiga Edith.

Me quité mi camisa y mi brassier y saltaron mis pechos. Desabroché mi short y me lo quité, quedé en tanga. Acerqué mis pechos a su verga y me la metí en medio.

Estuve alrededor de dos minutos haciéndole una puñeta rusa.

-Es muy excitante ver como esas tetas se comen completamente mi pito. –Dijo el amigo. –El pezón es grande y rico. Y sobre todo, las tetas aún no se caen. Se sienten duritos, como un colchón. La primera vez que me tocan unas tetas así. –Sonreí.

Me quité la tanga.

-Saque condones, y prepárese. –Y no lo pensó dos veces. Se quitó su pantalón y agarró un condón y se lo puso. –Profesor, ¿Se va a quedar mirando o se nos une? –Y se metió a una brecha.

Me subí a la verga del amigo y empecé a montar. Me moví lo más exagerado que pude para que mis pechos se movieran mucho. El amigo me tomó de los pechos y me los apretó muy fuerte. Solté un grito muy fuerte, junto a un gemido. Nunca me las habían apretado de esa manera y eso me gustó a pesar de sentir dolor. Apliqué mis técnicas y moví mis caderas rápido. Lo hacía de mejor manera.

La camioneta se detuvo. Vi que el profe se bajó y abrió la puerta que quedaba a mi espalda.

-Amiga, acomódela para acá. –Le dijo. De un empujón me bajó e hice que me acomodara de perrito frente al profesor. Este ya se había bajado su pantalón y su verga flácida quedó frente a mí. La tomé con mis manos y rápido me la llevé a la boca. El amigo del profe sin perder el tiempo, me la metió.

Y ahí estaba, disfrutando del mayor placer de mi vida: una verga en mi boca y la otra en mi panocha.

El amigo del profe me agarró de las caderas, las apretó y me golpeaba con mucha fuerza en las nalgas con sus piernas.

-Deme más fuerte. Duro. Golpéeme. –Le dije. El trato rudo me gustó.

El profesor me agarró las tetas e hizo lo mismo. Las apretó con fuerza.

Pensé en Edith y en lo que me dijo. Que por cogerme, ellos debían hacen cosas por mí. Pero la cogida que me estaban dando era digna de pagarles, nunca me lo habían hecho así.

El profesor me agarró el cabello y descubrió mi rostro. Me vio.

-Eres muy hermosa, Julia. ¿Tienes novio? –Me preguntó. Asentí. –Déjalo, y yo dejo a mi esposa y nos casamos tú y yo. –Me dijo.

-No… me… pida… eso… amo a mi novio y… no lo dejaría nunca. –Le dije. –Me duele mucho… la cogida que me están dando pero no quiero que dejen de hacerlo. Denme duro. –Les dije.

Esa posición duró cerca de 5 minutos hasta que el amigo se salió. No me pude sostener y caí rendida. Estaba satisfecha.

-Voltéate. –Me dijo el profe. No supe de donde saqué fuerzas pero de un brinco lo hice. Ahora era el turno del profe. Aquello para mí era un vicio.

Apenas me acomodé y el profe ya me tenía ensartada. Me empezó a coger.

-Profe, deme duro. –Le dije. Empezó a darme nalgadas muy fuertes. Me dolió y me gustó.

El amigo del profe estaba fuera de la camioneta, desnudo, con su panza colgándole. Vi que sacó una bolsita de algo blanco y se puso en la nariz. ‘Cocaína’, pensé.

-¿Quieres? –Me dijo.

-No necesito de eso para darle las nalgas. –Le dije.

-No es para eso. Es más bien como un estimulante, y para nosotros que hemos tomado mucho. –Me dijo. Tardé en darme cuenta que le habían bajado a la mitad a las cervezas. Iban rápido. Vi que le pasó la bolsita al profe.

El amigo se acomodó y sin perder el tiempo le quité el condón y se la mamé. El ritmo había bajado un poco. Luego de 10 minutos, los 3 estábamos agotados.

Pero para mí aquella cogida se había convertido en algo diferente. No quería que acabara. El amigo encendió un cigarro y me compartió, el cigarro empezó a gustarme.

A los 15 minutos, el profe se salió y se sentó.

-Vamos a descansar. –Dijo. –Mientras mama las dos vergas.

Me hinqué en el piso de la camioneta y con gusto me puse a mamárselas. Fueron los 5 minutos más gloriosos de mi vida.

-Eres una mujer increíble. –Dijo el amigo. –Todas deberían ser como tú.

-Si fueran como yo, no sería increíble. –Le dije. –Y solo yo hago esto. –Sonrieron.

-Móntame. –Dijo el profe. Me levanté y olvidándome del condón, me dejé caer. Monté pero de manera lenta, estaba agotada. El profe agarró mis tetas y las mordió despacio.

-Rico. –Dije.

-¿Tragas leche? –Me preguntó el amigo. Asentí.

-Bueno, ahí va la mía. –Dijo el profe.

Hipnotizada, me bajé y me metí la cabeza de la verga del profe. Él se empezó a masturbar golpeando mi boca y casi al instante recibí mi premio. Tragué cada gota de semen que salió de aquel pito.

Sonreí. Grité y festeje.

-¡QUE RICO ME ESTAN COGIENDO! –Dije.

Los dos aplaudieron. El profe se bajó y se vistió. Se subió a la camioneta y arrancó.

-¿A dónde vamos? –Preguntó el profe. Nosotros nos encogimos de hombros. –Yo estoy bien servido. –Dijo. -¿Nos regresamos? –Preguntó.

-Si. –Dije. Luego pensé. -¿Esta cerca la ciudad?

-A unos 5 minutos.

-Lléveme al banco y luego nos regresamos. –Le dije. Y arrancó.

-Acuéstate boca arriba. –Me dijo el amigo. Lo hice. El amigo se acomodó y levantó una de mis piernas. Me encantaba poner las piernas en los hombros de alguien, pero que me las abrieran me excitaba aún más. Se puso el condón y me la metió fuerte, y me dio duro. –Es hora de que te tragues mi leche. –Dijo. Se salió, se puso encima de mí, abrí mi boca y recibí la leche. La tragué toda, sin desperdiciar ni una sola gota.

El amigo cayó rendido, agitado. Yo me quedé acostada, descansando. No podía conmigo. Había valido totalmente la pena esa escapada.

-Llegamos al banco. –Dijo el profe.

Me levanté agotada y vi el lugar. Me puse el short sin la tanga y la camisa sin el brassier. Me vi en el espejo y andaba toda desgreñada. Me acomodé un poco el cabello y bajé. Casi caiga al momento de bajarme. Las piernas me dolían y me temblaban.

Caminé como pude, cualquiera que me viera, que sin duda eran muchos, pensarían que iba recién cogida. Trate de disimular mi satisfacción y cansancio y entré al cajero. Robé miradas por todos lados.

Metí la tarjeta al cajero y puse la clave. Vi el saldo. Casi me da un infarto al ver la cantidad de dinero que tenía aquella tarjeta. Nunca había visto tanto dinero. Estaba segura que si sacaba una cantidad de 7 dígitos, no se notaría la diferencia. Pero en aquel momento no necesitaba más que una cantidad de 5 dígitos. La puse en el cajero y no me permitió sacar tanta cantidad.

Debía entrar al banco y me daba pena. Estaba lleno.

Me animé y entré. Pasé en medio de la gente y llegué con un ejecutivo.

-¿Qué se le ofrece? –Me dijo.

-Tengo un problema, el cajero no me permite sacar $15,000.

-Hay un límite que usted puede retirar del cajero. Si quiere sacar más, debe pasar a ventanilla.

-El problema es que hay mucha gente y llevo prisa.

-Debe formarse. –Me dijo.

Me incliné y en voz baja le dije:

-Ayúdeme y yo le ayudo. –Le dije. –Si usted me hace el trámite yo le recompenso.

-Lo siento, señorita no puedo hacer eso.

Saqué la tarjeta, se la di y le dije:

-Saque la cantidad que le pido y le doy $10 mil… no, $20 mil. ¿Qué le parece? –La persona me vio, dudó. Agarró la tarjeta.

-¿Trae IFE? –Me preguntó.

-¿A poco necesito? –Me vio.

Bajó la cabeza y salió caminando. A los 2 minutos regresó y me pidió teclear la contraseña y a los 10 minutos regresó con una bolsa en la mano. Me regresó la tarjeta y me dijo que me miraba fuera.

-Aquí está su dinero. –Me dio la bolsa. La abrí y casi se me sale un grito. Tenía $35 mil pesos en mis manos. –Están divididos en paquetes de $5 mil. –Agarré 4 paquetes y se los di. Le di un beso en la mejilla.

-Gracias. –Le dije y salí rumbo a la camioneta. Subí. –Vámonos. –Noté que el amigo ya estaba vestido. Saqué $10 mil y le di un paquete a cada uno.

-¿Qué es esto? –Preguntó el profe.

-Les estoy pagando por la cogida que me dieron. –Les dije. –Son $5 mil pesos.

Los dos se vieron. No dijeron nada.

-Entonces, ¿No te llevamos de compras? –Me preguntó el profe.

-No, ando agotada. Llévenme a mi casa. –Dije. Miré al amigo. Saqué los otros $5 mil. –Le voy a pagar $5 mil pesos más si usted es capaz de romper mi culo antes de llegar a mi casa. –Me acosté boca abajo y me quité mi short, levanté un poco mis nalgas. Le dejé al descubierto mi culito.

Voltee a ver al amigo y tenía los ojos abiertos como platos. Se bajó su pantalón y se empezó a masturbar.

Me agarró las nalgas con la otra mano, metió un dedo en mi culo, lo sobaba, lo acariciaba. Sentí muy rico.

-Te la voy a meter tan duro que no te podrás sentar en una semana. –Dijo.

-Eso es lo que quiero, pero deme ya. –Le dije desesperada.

Pasaron cerca de 10 minutos, el amigo no había hecho nada más que tocarme y tocarse. Levanté la mirada e íbamos llegando a la ciudad.

Sentí que se movió el amigo y acomodó sus piernas encima de las mías. Voltee a verlo y se estaba poniendo el condón.

-No, sin condón. Lléneme de leche el culo. –Le dije. Tiró el condón. Se agachó y pasó su lengua en mi culo. –Así, rico, uff.

Se levantó y apretó mi cabeza contra el asiento. Sentí la cabeza de su verga en la entrada de mí, luego empujó fuerte, sentí mucho dolor. No dije nada, solo grité de dolor. La camioneta se detuvo. La cabeza de aquel palo había entrado. Se detuvo. Luego empujó más pero no entró. El dolor era insoportable. No dejó de empujar.

Instintivamente, con mis manos, traté de separarlo.

-¿No que querías duro? –Me dijo.

-Pues no se detenga. –Le dije retándolo.

Empezó a moverse de adentro hacia fuera y la verga, despacio, iba entrando. Cerca de los dos minutos, la verga estaba totalmente dentro de mí, latiendo. Y aquel dolor que sentía al inicio, se transformó en un orgasmo riquísimo. El profesor se quedó un rato dentro de mí hasta que su verga se puso flácida.

Se salió. Así acostada, agarré el dinero y se lo di.

-Se lo merece. –Le dije.

-Estamos aquí frente a tu casa. –Dijo el profesor. Me levanté y vi la casa de mi tía.

-Se acabó el sueño. –Dije. Me puse el short y me hice un chongo en el cabello. Me cerré la camisa. Bajé bien cogida de aquella camioneta.

-Espero que se repita otro día. –Me dijo el amigo. Solo sonreí. Cerré la puerta y arrancó la camioneta.

Sentía un enorme dolor en mi culo. Caminé rumbo a mi casa dando pasos chiquitos. Sentí miradas y voltee a ver, unas vecinas, señoras grandes, estaban viéndome. Al no poder disimular lo que había hecho, me dio mucha pena. Apresuré el paso, con mucho dolor y entré a mi casa.

Me sentí libre, cansada. Solo quería dormir. Me senté en el sillón de la sala y me agaché a quitarme los tacones. Abrí mi camisa y me la quité.

-Olga, ya llegué, me voy a dormir un rato. –Grité. Nadie me respondió. –Quizá salió. –Dije.

Caminé rumbo al cuarto, me quité el short antes de entrar. Quedé totalmente desnuda. Abrí la puerta del cuarto y di un brinco por el susto que me causó ver a dos personas en la cama; ahí estaban Olga y mi amiga Karla, debajo de las sabanas, viéndome.

-Lo siento. –Dijo mi hermana.

-Yo también. –Dijo Karla.

Tardé en reaccionar.

-¿Por qué? –Dije sonriendo. –Es solo sexo.

-Ese es el detalle. –Dijo Karla. –Amiga. –Me dijo. Se levantó, estaba desnuda y traía puesto el dildo. –Yo… soy… lesbiana. –Dijo.

-Y yo, hermana, creo que soy bisexual.

-Déjenme entender algo, ¿me están diciendo que…? –No terminé la frase.

-Ayer hablamos y nos caímos bien. –Dijo Karla.

-Y decidimos empezar una relación. –Añadió mi hermana.

Se hizo un silencio. Estuve un rato procesando lo que me dijeron. Sonreí.

-Hola cuñada.

Continuará.

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